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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Capítulo 32 

 

“Celebración” 

 

Sosteniéndose del fuerte cuerpo de su esposo, Nicolás comenzó a besarle el cuello. Repasó la lengua por el lóbulo derecho de su oreja y lo mordió sin consideración, ocasionando que Oliver  lo detuviera. Los dos sabían que si seguían, luego no se detendrían y eso era muy peligroso.

 

Oliver se negó. No, no lo haría en su oficina. Había cámaras de seguridad y era preferible tener sexo en casa donde nada ni nadie los viera. Hacer el amor era arte, pero tampoco arte público y de eso estaba bien seguro el pelinegro. Ni muerto dejaría que otras personas vieran a Nicolás desnudo.

 

—¿Me vas a dejar así? Es nuestro aniversario de un mes, Oliver —Nicolás se cruzó de brazos, molesto.

Oliver pretendía arruinar su aniversario y eso no estaba para nada bien; nadie arruinaba nada importante para él y menos los implicados en el festejo.

—¿Entonces estás seguro que aquí? —susurró en su oído, permitiéndose excitarlo por esa vía.

La piel de Nicolás se erizó de inmediato, causándole incluso dolor. Ante la pregunta, el crío respondió con un movimiento de cabeza.

 

Entendiendo la situación, Yael fue hasta la cámara que estaba en su oficina y la apagó por la parte exterior, cubriéndola después con su corbata ya desatada. Nicolás sonrió al verlo hacer tal cosa; se miraba tan gracioso cuidando que nadie más viera su cuerpo desnudo, que incluso daba mucha risa.

 

Ya lo suficientemente libre de todo público, Oliver fue hasta la puerta, la cerró con seguro y para concluir fue hasta las persianas y las cerró, haciendo que su oficina se viera más oscura. Nicolás se sentó nuevamente en el escritorio, abriendo las piernas para que su esposo estuviera entre éstas. Por un momento Oliver se quedó observando al enano, deslumbrándose más con su bellísimo físico e inexplicable manera de seducir, logrando segundos después ir hasta él para besarlo. Depositó un corto beso en sus labios, bajando simultáneamente hasta besar su barbilla, para después volver  hasta su boca y profundizar el beso con ayuda de su tibia lengua. Le mordió el labio inferior y jadeó cuando su polla se puso dura de pronto. Nicolás se percató de ello, bajando sus manos para comenzar a desvestirlo y alcanzar a masturbarlo para dejarlo listo.

 

Ambas miradas se fusionaron cuando Nicolás se escabullía para  bajarle la bragueta a Yael, sin embargo se detuvo inmediatamente. Cerró los ojos por unos instantes, mareándose a la vez. Las piernas se le entumieron, haciéndolo derrumbarse lentamente en el escritorio, apretando su estómago sin fuerzas, protegiéndolo del frío.

 

—¿Qué tienes? —Oliver lo inspeccionó bien, pero no encontró ningún daño físico que pudiera ser el causante de su estado débil.

Sin poder hablar, Nicolás apretó los ojos con más fuerzas, logrando preocupar más a su esposo.

—¿Está muy frío el clima? ¿Pido que lo apaguen? —preguntó, suponiendo que tenía frío por cómo estaba recostado, pero Nico se negó con la cabeza —. ¿Qué es lo que te duele? —insistió al preguntarle.

Nicolás abrió los ojos y se detuvo a mirar a Oliver, entristecido. Era la primera vez que le dolía el cuerpo entero y no se esperaba ese dolor en un día tan importante. Con poca energía comenzó a sentarse de nuevo en la mesa de trabajo, abrazando con lentitud y sin nada de fuerzas al pelinegro.

Oliver lo sujetó con fuerzas, preocupado. Nunca había visto a Nicolás tan débil como ahora y sentía horrible percibirlo de tal forma. Nico era un sujeto fuerte, pero ahora parecía estar anclado en el pozo de la enfermedad y ciertamente lucía doblemente impresionante.

—No me asustes, ¿qué es lo que tienes? Dime algo, por favor —rogó el mayor, besándole la mejilla.

Sin ganas de separarse de Oliver, el chiquillo lo hizo. Lo miró con dedicación y fue entonces cuando alcanzó a decir algo.

—Duele, duele mucho.

—¿Qué es lo que te duele?

—Todo —se alzó de hombros sin poder entender qué era exactamente lo que le dolía.

Al escuchar la respuesta, Oliver se abrochó el pantalón y se subió el cierre, viendo de re ojo que su erección ya estaba desapareciendo por el susto que estaba llevando. Sacudió las manos y las puso en las mejillas del enano, alzándole el rostro para que lo viera.

—Te llevaré con el doctor, pero quiero que cooperes ¿Sí? —Alzándolo de las axilas le propuso. Nicolás le impidió que lo tocara, apartándoselo de encima.

—No me gusta ir con el doctor —musitó el menor, sosteniéndose del pecho de Oliver.

—Estoy preocupado, así que quiero que enredes tus piernas en mi cadera ¿de acuerdo?

—No, no, estoy bien  —articuló sin mucha fuerza.

—¡No estás bien! ¡Enreda tus piernas en mis caderas y tus brazos en mi cuello, ahora! —Oliver gritó con mucha irritación. Ante  tal cosa, Nicolás se encogió de hombros y con los ojos aún puestos en los de su esposo, comenzó a llorar.

Oliver se alejó del pecoso, caminó por toda su oficina y volvió de nuevo hasta el enano. Se inclinó y le limpió las lágrimas con ambos pulgares.

—Ya no llores, por favor. —Nicolás asentó con la cabeza, apretándose con más tozudez el estómago —.Lo siento, cariño.

El crío pudo comprender la mortificación de Oliver, era lógico que se preocuparía por él, pero ahora lo que tenían que tranquilizar no era el dolor de cuerpo de Nicolás, sino la angustia que sentían los dos. El enano no deseaba ir al médico y tenía sus justificaciones, por su parte Oliver quería saber qué era lo que realmente le pasaba, pero al parecer ninguno de los dos estaba de acuerdo, como siempre.

 

Ya más tranquilo, el ojigris cargó al chiquillo, diciéndole que irían a pasear para que le diera aire fresco y que no lo llevaría al médico si no quería, a lo que Nicolás aceptó y se sujetó del cuerpo más alto y erguido. Yael decidió dejar ahí la guitarra del pequeño, llevándose solamente su regalo  y a Nico en brazos.

Cuando salieron de la oficina, todas las trabajadoras que ahí había se quedaron congeladas; el presidente estaba cargando a un adolescente y se miraba muy comprometedor. El susodicho las fulminó con la vista, haciéndolas huir. No era grato que vieran a su Nicolás en mal estado ni mucho menos que comenzaran a chismear.

 

Se instaló en el ascensor y bajó hasta la recepción, sacando con anticipación las llaves de su camioneta. Fue hasta su bebé y abrió los seguros, asegurándose de sentar en el asiento del copiloto al pelirrojo. Le puso el cinturón de seguridad y le checó la frente para cerciorarse de que no padeciera de fiebre. Cerró la puerta sin hacer mucho ruido y fue hasta su asiento. Encendió la calefacción aunque se muriera de calor y observó al enano para que le dijera al menos algo.

 

—Estoy bien, ya se me está quitando —le avisó, viéndolo a los ojos.

Oliver no se la creyó, pero fingió tomárselo con calma.

—Si en verdad no te sientes bien, entonces iremos al hospital —se lo dejó en claro, diciéndoselo con seriedad.

—No tengo nada, es el estrés, es eso —comentó, tratando de aliviarlo.

Un suspiro ruidoso se le salió al mayor, haciéndolo sentir todavía frustrado.

—Pero ¿Qué es lo que te dolía tanto?  —Le acarició la cabeza y esperó una respuesta.

—Primero la cabeza, vi borroso y luego me dieron punzadas en el estómago, haciendo que mis piernas se paralizaran, pero ya no me duele tanto, solamente necesito mantener el estómago caliente.

—¿Comiste algo que te hizo mal?

Nico se puso a pensar, luego contestó:

—No.

—¿Tomaste agua sin purificar?

—No —respondió de inmediato.

Los dos se miraron, inspeccionándose lentamente, hasta que Oliver le preguntó lo más importante:

—¿Te drogaste o bebiste alcohol?

—La última vez fue cuando me encontraste…

—¿Seguro? —Sin querer dudarlo, lo hizo pensar doble vez.

Noah rodó los ojos, cabreado. Estaba comenzando a sentirse enojado, además estaba demasiado sensible como para que Oliver dudara de él.

—¿No crees en mí?

—Bueno, entonces ¿recibiste algún golpe? ¿Te golpearon?

—No.

—¿Has hecho bien del baño?

—Sí.

Las preguntas referentes a una grandiosa vida saludable terminaron. Ahora Yael no sabía qué más preguntar y es que estaba en blanco. No podía pensar bien si veía a Nicolás sufriendo, era como si el cerebro se le secara.

—Es por falta de sexo, Oliver —Le anunció el pelirrojo de ojos azules.

—Quiero creer que sí —le respondió con un murmullo, casi inseguro de lo que decía el otro.

—Apuesto a que si me haces el amor entonces ya no me dolerá nada. —Nico se alzó de hombros, coqueto.

—No me recibí de curandero, pero puedo medicarte…

—Sí, dame mis medicinas —murmuró Nicolás, desabrochándose el cinturón de seguridad para ir hasta los asientos traseros.

Oliver le avisó que arrancaría para ir a un lugar más alejado, asegurándose de que Nico no se desvaneciera.

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

Pasados cinco minutos, Oliver aparcó la camioneta, situándola en un estacionamiento muy desalojado. Se quitó el cinturón de seguridad, cerró las ventanas y se dispuso a bajar para entrar a la puerta de atrás. Para su sorpresa, Nicolás ya había bajado los asientos, haciendo una especie de cama en la parte trasera.

Se lamió el labio inferior y atrajo a su marido hasta donde estaba él. Oliver cerró la puerta para aplicar los seguros de todo el automóvil. Se desabotonó la camisa aprovechando que no tenía la corbata y  siguió después con sus pantalones. Se los sacó inmediatamente, dejando al aire la punta de su polla. Nico siguió el mismo juego, apartándose las ropas para estar ya más listo. Se abalanzó hasta Oliver y lo besó, situándose al mismo tiempo sobre él.

 

Sus lenguas se encontraron, jugueteando una con la otra, logrando sacar jadeos en ambos y preparándolos para el siguiente paso. Noah se separó, quedando sentado sobre la cadera de Oliver, éste se incorporó para lamerle el pezón derecho y bajar hasta darle un beso en el estómago. El pelirrojo sonrió de lado, deslizando sus dedos por el cuero cabelludo de su marido y jadeando cuando éste le besó el cuello.

 

El corazón se le aceleró, calentándole la polla y haciendo que la sangre comenzara a fluir por ella. Nicolás ya se encontraba erecto y ya no podía aguantar más la espera. Desesperado se apartó el bóxer, quedando completamente desnudo para Yael, se dio la media vuelta para apartarle también el bóxer a su esposo. Le chupó el glande y fue entonces cuando la voz de Oliver apareció convertida en jadeos desesperados. 

 

Ansioso, Oliver le agarró las nalgas y las situó cerca de su cara, le dio una nalgada y le estiró ambos hemisferios traseros para darle paso a su cálida lengua. Chupó el agujero, de arriba abajo, buscando dilatarlo lo antes posible. Le dio una segunda cacha pero en esta ocasión en la nalga contraria. Cuando Nicolás aceleró el trabajo que hacía con su polla, decidió incrustar un dedo, separando así el lugar que su erección pronto llenaría.

Nicolás apretó el esfínter, asfixiando el dedo del pelinegro, sin embargo lo relajó poco después, acostumbrándose a la intromisión. Se impulsó  hacía atrás, auto penetrándose, sintiéndose más listo que nunca. Arqueó la espalda y se apresuró a darse la vuelta para que su entrada estuviera cerca del pene que previamente había remojado. Apretó el falo con la mano derecha y lo llevó hasta su entrada, cerrando los ojos al mismo tiempo que sentía el dolor y la excitación combinados. 

 

Un gemido de le salió cuando el pene estuvo completamente dentro, deslizándose lentamente en su interior. Oliver le acarició la cintura, subiendo las manos para acariciar sus pezones, hasta endurecérselos. Nicolás estiró el cuello, marcando pasó a sus movimientos. Meneó la pelvis, cuidando de no hacerse daño, logrando así que Oliver le azotara el culo de nuevo. Jadeó en alto, empañando con ellos los vidrios de la audi y derrumbándose sobre el pecho de su acompañante.

 

Nicolás se sentía exhausto, pero deseaba más. Besó a Oliver en los labios y cayó boca abajo en los asientos guardados del auto. Levantó las nalgas hasta sentir de nuevo la polla en su interior, jadeando de más placer al ser tomado con fuerzas y sentirse encarcelado por los brazos de su esposo. Oliver lo acorraló, agarrándole las  manos para evitar que se moviera, y situando las suyas como correa en el cuello de Nicolás, evitando lastimarlo.

Lo empaló con fuerzas, haciendo que Nico maldijera y que el rostro se le pusiera completamente rojo. Le besó la mejilla, penetrándolo con más fiereza y constancia, llevándolo a otro mundo y devolviéndolo más débil que antes, sacándole a la vez una sonrisa. Sudado y sin fuerzas, Nico levantó más las nalgas, pidiendo que Oliver se la metiera con  más fuerza y que no se detuviera, sin embargo a Oliver le faltaba poco para correrse, por lo que dejó libre al enano y le dio la media vuelta, situándose sobre él y entre sus piernas. 

 

 

Nicolás automáticamente enredó sus piernas en la cintura de Oliver, jadeando al momento que la polla volvió a entrar en su interior, pero con más profundidad que antes. El glande tocó su próstata, volviéndolo loco al tacto y haciéndolo venirse con mucha fuerza, hasta sonrojarse por completo. Las piernas le temblaron y el estómago comenzó a dolerle de nuevo, pero volvió a calmarse el dolor cuando Oliver se corrió dentro de sus pliegues.  El líquido seminal estaba caliente y fue manado en gran cantidad, haciendo a Nico más dichoso. El rojo de las mejillas del chiquillo comenzó a extinguirse lentamente, causándole palidez.

 

 

Oliver sacó su ya no muy erecto falo y bajó para besar a Noah con tenuidad, compartiendo así una misma sonrisa y aliento.

Con la  situación más en calma, Oliver estiró la mano hasta los pañuelos desechables que tenía guardados en la guantera del coche. Los sacó y comenzó a limpiarle el semen a Nicolás, llevando a la vez otro pañuelo nuevo para ponerlo justo en su agujero anal. Para su suerte el semen no había manchado los asientos, pero aun así no podía permitir que Nicolás se sintiera incómodo con el líquido entre las piernas.

 

Ya viéndolo totalmente limpio, lo ayudó a cambiarse primero. Nicolás se sentía débil, pero se hacía el fuerte con tal de no ser llevado con el médico. Odiaba que le dieran diagnósticos peligrosos, y estaba seguro que sufriría si le dijeran que tenía alguna enfermedad o algo similar. Era por eso que no pisaba los hospitales, sin embargo en el fondo tenía miedo a enfermarse y dejar completamente solo a Oliver. 

 

  

—¿Ya te sientes mejor? —vistiéndose, Oliver le preguntó. Seguía preocupado y no podía disimular no estarlo.

—Sí, debiste graduarte de médico —bromeó, besándolo en la mejilla con rapidez. Se alistó y se sentó en su respectivo asiento, feliz. Esa experiencia sexual en el auto le encantó y le estaría agradecido a Oliver de por vida. 

—¿De verdad te sientes mejor?

—Que sí, ¿se ve lindo, verdad? —Señaló su cadena nueva. Oliver lo miró de re ojo, tratando de tomarse bien el cambio tan repentino de tema.

—Se ve lindo. Nicolás… —pronunció su nombre con cola, volviendo hacia el enano.

—Mande —contestó, abrochándose el cinturón de seguridad.

—¿De verdad estás bien?

Nicolás no contestó inmediatamente, pues prefirió pensárselo. Luego de un minuto en espera, Oliver pudo conocer la respuesta.

—No tienes que preocuparte demasiado, es un simple dolor de huesos y de cabeza.

Los orbes grises de Oliver se entrecerraron con lentitud. Ciertamente no se esperaba una respuesta como esa, pero de igual modo ¿qué se podía esperar de una persona tan terca como su esposo?

—Si tú lo dices, entonces está bien. Está oscureciendo y no creo que estés en disposición para pasear…

—De hecho no. Sólo vamos a comprar unos cuantos pasteles ¿sí?

Oliver asentó suavemente, diciendo que sí. Arrancó y se fue directo a su pastelería preferida.

 

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Durante el camino no dijeron nada más, sólo Oliver observó al mocoso de re ojo, preguntándose si en realidad estaba sintiéndose bien o no. Por su parte Nicolás deseaba llegar a casa para poder descansar, personalmente se sentía muy cansado y ahora sí que pretendía echar a perder todo lo que había preparado para esa noche, sin embargo estaba seguro que lo haría otro día. Por lo pronto se sentía feliz porque habían hecho el amor después de vario tiempo sin tocarse y eso lo llenó de energías, al menos para sostenerse esa noche. 

 

 

Compraron tres pasteles por petición del crío. Dos de fresas y uno de doble chocolate para Ana. De camino a casa permanecieron serios, en algunas ocasiones Nicolás comenzó a cantar una que otra canción y en otras se mantenía callado, pero seguía vivo y eso era importante, o al menos para Oliver.

Al llegar, éste aparcó la audi, ayudó a Nicolás a salir y cargó los tres pasteles para llevarlos rápidamente al refrigerador. Cuando entraron a casa,  la sorpresa era que Olivia justo había cocinado para ellos. En la mesa estaban servidos cuernitos con queso y en el horno estaba cociéndose un enorme pastel de carne, sobre la estufa había espagueti blanco y sin poder faltar, el vino estaba listo para ser servido.

 

 

Ana corrió hasta su tío Nicolás, abrazándolo con fuerzas y colgándose de su cuello. Oliver la apartó de él, bajándola sin hacer mucho escándalo.

 

 

—Nicolás está enfermo, no puedes tocarlo —le avisó.

—Pero tío Oliver, yo necesito contarle a mi tío Nicolás  lo que me ha pasado hoy —musitó la pequeña diabla.

—Puedes contárselo, pero sin tocarlo —propuso Oliver.

—Pero necesito apoyó, estoy muy triste —expuso la niña, haciendo muchos pucheros a la vez.

—Lo que pasó es que a Ana la besaron hoy y está muy molesta porque su tío Oliver le dijo que nadie debía besarla hasta que estuviera casada —Olivia interfirió, contándole un poco sobre la historia terrorífica de Ana y su primer beso.

—¿Cómo pudiste decirle eso? ¡La traumaste, Oliver!  —Nicolás se encogió de hombros, viendo a la pequeña niña.

El primer beso de Ana había sido robado a los 8 años y eso era muy traumático, más aun con la petición de Oliver. ¿Qué se creía ese mocoso qué besó a Ana? ¿Qué le pasaba a Oliver?

—Fue por su bien  —Se defendió el mayor,  acercándose a Nicolás. Éste al verlo llegar, se alejó. No encontraba una buena explicación, pero se sentía molesto con Oliver por su manera de pensar. ¿Eso diría a sus hijas si es que llegaba a tenerlas? Lo más probable es que quedaran traumadas de por vida y Nicolás no quería eso. Antes muerto que volver a permitir una presión emocional tan grande como esa.

En la cena, Nicolás ignoró a su esposo totalmente, prefiriendo hablar con Ana para hacerla sentir mejor. Olivia platicó con su hermano, contándole que estaba saliendo con un hombre muy guapo y que al parecer era amigo de la infancia de ambos. Pero Oliver no logró poner mucha atención porque no podía dejar de pensar en el enojo de Nicolás. Su ahora misión era preguntarle por qué estaba molesto con algo como eso, deseaba saber su opinión y más que nada, sobre su estado de salud.

 

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Al terminar la cena, Nicolás agradeció y ofreció pastel menos a Oliver, pero nadie de los sobrantes quiso. Sin embargo no le importó y fue hasta la cocina para cortarse un pedazo y comérselo ahí mismo. Lo sacó del refrigerador, y le quitó la tapa, metiéndole el dedo sólo un poquito. Al probarlo, le encantó. Las fresas eran sus favoritas y comer pastel de fresas era doble felicidad. 

Después de cortarse un trozo grande, se sentó en la cocineta para comérselo, aprovechando que estaba completamente solo o eso pensó hasta que la puerta de la cocina se abrió, dejando pasar a Oliver. Nico fijó la vista a su pedazo de pastel y siguió comiendo.

—¿Por qué estás así? —preguntó a secas, alzándole a la vez una ceja, horrorizado.

Nicolás sonrió, negándose.

—¿Cómo puedes decirle eso a una niña? ¿Eso también le dirás a tus hijas si es que las llegas a tener?

—Sí, porque las mujeres siempre son las que pierden y lo sabes.  

—¿Qué sé? Siempre traumas a la gente —se lo echó en cara, teniendo la boca llena.

Oliver se negó, acercándose más al chiquillo, hasta estar entre sus piernas.

—Pongámoslo sencillo. Supongamos que soy mujer y  que tú seas mi novio, y que aparte  tenga a un padre como tú, así de posesivo. Imaginemos que llevemos 1 año sin besarnos sólo porque mi padre me dice que hasta que me case podré hacerlo ¿Qué sentirías tú? ¿Qué sentiría yo? ¿Verdad que no es bonito?

—Esperaría hasta casarnos —respondió con mucha rapidez el otro, causando molestias en Noah.

—No lo harías, Oliver —Nicolás le murmuró muy cerca, tan cercano como para besarlo ahí mismo.

—Que sí —insistió—. Yo esperaría porque se supone que si te amo, también debo de amar el pensamiento de tu padre.

El pequeño pelirrojo dejó su trozo de pastel a un lado para poder hablar.

—Entonces vamos a ponerlo en práctica. —Levantando las manos le propuso —. Vamos a dejar de tocarnos, de besarnos porque imaginariamente tengo a un padre así como tú

—Estás castigado y además ya estamos casados

—¿Te estás echando para atrás?

—No funcionaría, además estás castigado…

—¡Oye, pero ya pasé mis materias con buenas notas y es justo y necesario que me quites el castigo de las dos semanas!

—Eso no puede ser —arguyó Yael, mirando profundamente a Nicolás.

—Pero me lo merezco, además con lo que me acabo de enterar, deberías de sentir vergüenza y quitarme el castigo.

—Si sacaste más de 88 en las dos materias que presentaste hoy, entonces te quito el castigo. —Alcanzó a proponerle, suponiendo que quizá por todo el movimiento de hoy y de ayer pudo no haber estudiado.

—¡Aja! Saqué 90 y 91 ¡Gané! Ahora yo te castigaré por ser tan vejete y traumar a tu sobrina. Ahora nosotros vamos a suponer que somos novios y que no nos podemos besar hasta que tenga 18. Por cierto, recuerda que tengo 16. Vamos a ver qué sientes ante eso y veamos si cambias de opinión después de vivirlo en carne propia. —Le expuso Nico, manteniendo el brillo en sus ojos.

—Caerás primero…

Oliver se inclinó para comenzar a distraerlo, no obstante, Nicolás le susurró en el oído: 

 

—No perderé, mi amor.

 


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