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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Capítulo 6

 

“Peleas pre-maritales”

 

—Señor, ha vuelto muy temprano hoy. —La única sirvienta le saludó. Rudel sonrió de lado, tomó del brazo a su amado Nicolás y lo puso frente a él como si fuera una mujercilla muy buena.

—Él es Nicolás, vendrá a vivir próximamente aquí. —Su mirada se desvió hacia la sala para poder verificar si los objetos estaban en su posición —.Le mostraré la casa, prepara la cena, que sea algo ligero y que no lleve champiñones, por favor. —Captó que había polvo en un cuadro y enarcó las cejas para hacer notar su molestia —. ¿Qué es eso que hay ahí?

—Lo siento, no volverá a pasar. —La señorita se justificó, se encogió de hombros y para despedirse, miró a Noah —. Mucho gusto, señor. —Agachó la cabeza para recibirlo.

—El gusto es mío —dijo el pequeño. Al notar que la   servidumbre se marchaba, miró a Oliver para poder preguntar lo que tanto le aterraba en esos momentos —. ¿Por qué no sonríe?

—Porque no quiero —Oliver le respondió muy orgulloso —. En esta casa se hace siempre lo que yo quiero.

— ¿En serio? —El menor se burló —. Cuando venga, no lo creo —arguyó seguro de sus intenciones —, se ve muy solitaria tu mansión, además  solamente tienes a una empleada doméstica, creo que  hace falta una persona más para que atienda.

—Claro, si quieres puedo contratar a uno para ti.

— ¿Para mí?

—Sí, para ti, limpiaría tus cosas y se ocuparía de tu espacio.

—Oh, vale, ya comprendí —comentó anonadado. Caminó hasta los sillones para sobarlos. Eran de piel, pero lucían realmente espectaculares. En la sala había una pequeña mesita central, decoraciones costosas y muy originales. Además, en toda la casa había instalados climas para mayor comodidad, joder… hasta la gente de servicio disfrutaba de un hogar hermoso.

— ¿Te gusta? —el de mirada grisácea se atrevió a preguntar. Le brillaron los ojos al notar el hermoso gesto que Nicolás hacía en esos instantes.

—No lo sé, creo que le hacen falta fotografías, después traeré —se lo propuso.

— ¿Tuyas?

— ¿Pues de quién más? ¿Qué no seré el señor de la casa? Tienes que sacarte fotos y ponerlas.  Te imaginas… sería fantástico llenar todo esto de fotografías.

— ¿Nuestras? —El mayor tragó saliva. No se esperaba eso, no pensaba que al pequeño pelirrojo le encantaran las fotografías.

—Pues claro, ¿De quienes más? Ah por cierto, ¿No tendremos una sesión de fotos? — Yael abrió los ojos como platos.

 

Diablos, ¿Nicolás dando ideas? ¿Hablando de esa forma? Era increíble.

 

— ¿Quieres? No pensé que quisieras tomarte fotos conmigo.

—No es por eso, me gustan las fotos y bueno se supone que cuando me pongo guapo tengo que sellarlo con fotos, ¿Entonces habrá?

—Tendré todo listo para la sesión, ¿Cómo nos vestiremos?

—No lo sé, ¿De algún  color en especial? 

Nicolás pensaba en fotos de parejas, tal vez si se vestían del mismo color y manipulaba a Oliver, entonces todo saldría bien, quizás eso era lo que necesitaba; si Oliver confiaba en Noah entonces todo sería más fácil.

— ¿De parejas? No sé qué estás pensando, pero… ¿Estás diciéndolo en serio? —Tartamudeó en lo último. Hizo gesto de cólera y miró hacia las escaleras de nuevo, deseaba enseñarle la recamara que pronto seria de los dos.

—Si no quieres no…

El pequeño se enojó, aquel canalla aún no aceptaba nada y se miraba distante, así que no lo mortificó más y comenzó a caminar por todos los alrededores. Por atrás se encontraba el dueño, siguiéndolo.

— ¿A dónde lleva esto? —Le preguntó al más alto mientras tocaba una puerta muy bonita.

—Al comedor, ven —Le tomó la mano con calidez.

El choque fue extraño, tanto que el pequeño Nico se sintió mal y nervioso. Se soltó de su agarre y sin mirarlo a la cara comenzó a ver todo el lugar. La mesa era gigante, las sillas elegantes y claro, también había floreros sobre la tabla. Observó la iluminación y sonrió al ver los hermosos trazos que tenía el techo. Maravilloso.

—Es muy hermoso, pero ¿Por qué tan grande? Si sólo comes tú… apuesto a que no dejas que la gente de servicio coma en la mesa central.

—Ellos tienen su propia mesa para comer, yo tengo la mía, así son las cosas aquí.

—Te diré lo que pienso de todo esto después.

— ¿Tienes algún inconveniente con eso?

—No me gusta menospreciar a las personas.

—No menosprecio a nadie, solamente me gusta mi espacio y quiero que mi espacio se respete.

—Me gustaría cenar con toda la servidumbre esta noche.

— ¿Cenar con todos ellos? Ni lo pienses.

— ¿Por qué no? 

—Son…—Alzó la mano para contar —. El jardinero, la sirvienta…

—Ves, son sólo dos, además, sería bueno que me hablaran de ellos.

— ¿Hablar?

— ¿Viviré aquí, no? entonces es mejor conocerlos bien.

—No necesitas hablar con ellos, no necesitas intercambiar palabras con nadie que no sea conmigo, en esta casa las cosas son así.

—Mi padre me depositará dinero, rentaré un departamento —Le avisó.

— ¿Para qué? —Preguntó sintiéndose  entre la espada y la pared. Oír hablar así a su futuro marido lo enojaba y mucho. Fijó la vista en él  con atención, y al detectar los divertidos ojos  de Nicolás, no se quiso quedar como todo un estúpido. En esa casa mandaba él y nadie ni nada podía romper las reglas del hogar que él mismo había puesto.

—Para dormir, comer, vivir… —Le dio unos cuantos picones más.

—Las personas que me pertenecen, viven en mi casa, a mi lado y bajo mis órdenes. Espero que comprendas porque tu padre firmará, porque me pertenecerás, así que sácate toda esa mierda de la cabeza, no tolero que me pongan condiciones. —El chiquillo se tragó todas las palabras de antes, respiró profundo y comenzó a caminar para salir del comedor.

 

Oliver lo había arruinado todo, si no fuera por esas estupideces suyas, por su intolerable carácter. Estúpido, estúpido para siempre.

 

—Entonces supongo que tu gente de servicio no sabrá que me casaré a la fuerza contigo ¿verdad?

— ¿Por qué no debería  saber?

— ¿Saben?

— ¡Y si saben ¿Qué?!  ¿Te da vergüenza?

—Claro, no soy un gay como tú. Me siento sucio y me dará demasiada vergüenza para después verles a la cara.

—Lo saben, ellos saben sobre nuestra boda, yo mismo les avisé.

— ¿Qué te pasa? Joder, ¿Estás loco? —Le gritó en alto, haciendo que las paredes retumbaran —. No sé en qué aspecto te tengan ahora…

—Y no me interesa, si quieren aceptarlo entonces seguirán trabajando. Si no lo pueden aceptar, es fácil  Nicolás, solamente se largan de mi casa; hay gente que necesita de trabajo… la gente viene y se va.

— ¿Cómo puedes hablar así? ¿Te sientes orgulloso? ¿Orgulloso de podérsela meter  a un pobre joven de apenas dieciséis años recién cumplidos?

— ¿Y porque no?, sí, sí me siento orgulloso, tanto que estoy esperando a que sea el día para poderte tomar —Confesó—. No me importa lo que pienses, Nicolás. Haré lo que crea necesario hacer. Si quieres confiar en mí, entonces hazlo, o si no, pues a joder. Jódete y espera a que me importe, porque no pierdo el tiempo con jovencitos inmaduros como tú. —Por fin le dejó las cosas claras.

 

El pequeño Nicolás entrecerró los ojos, Oliver era difícil, y ahora sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo. Mierda, y este lobo era gigante y muy potente para poder huir de él.

—Creo que has sacado tu verdadero yo. En lo personal yo aún no lo saco, tal vez si lo hago en estos momentos te estés apuntando con una pistola o tal vez ¿Me la apuntaras a mí? No me conoces bien. —También le advirtió.

—No necesito conocer más a un pandillero, ignorante y bueno para nada como tú. No te hagas ilusiones, sé que te has metido en muchos problemas y que además de puerco eres un drogadicto ¿Es eso lo que quieres dejar en claro? ¿Quieres restregarme en la cara que eres un maldito adicto a los narcóticos? Te investigué, Nicolás. Te tengo en la mira y aun así pienso cargar contigo, y si hablamos de vergüenza, el que tendría todas las buenas razones para estar avergonzado sería yo, no tú. ¿Qué tengo que estar cargando con un marihuano vago de las calles? Deberías estar agradecido que tienes  a una persona como yo a un lado, ¿Ahora quién es el avergonzado? Porque en estos momentos, me da vergüenza tu verdadero yo. —Se asqueó en la última parte.

 

Noah sonrió de lado. Se metió las manos en los bolsillos del pantalón y deseó llorar. El maldito había sido muy duro. No se lo esperaba, o al menos no por ahora. ¿Qué sabia Oliver de su vida para poderlo humillar de ese modo?

No sabía nada. Nada.

—No tienes que cargar conmigo, nadie te está obligando a cargar con una mierda como yo, ni creas que deseo que te responsabilices de mí —alcanzó a articular, se dio la media vuelta y comenzó a caminar para ir hacia la alberca.

 

El más grande, observó cuidadosamente al pequeño. El pelirrojo deseaba llorar en ese mismo instante y aun así no pensaba pedirle disculpas ni mucho menos. Ese era un buen momento para que lo conociera bien, para que fuera viendo su nueva vida y se acostumbrara a ella.

 

Los pasos se fueron acortando, Nicolás en serio necesitaba huir lo más rápido posible de ahí. No se encontraba molesto con Oliver por decirle sus verdades, se encontraba triste y desesperado por oírlas una y otra vez; por darse cuenta que como persona no tenía futuro y que existía una persona llamada Oliver que siempre se lo echaría en cara a diario si es que así lo deseaba. Se detuvo frente a la alberca y al ver su reflejo y el de Yael también, miró hacia los jardines de la casa. Oliver le mostraría esas partes que para él eran importantes, pero una llamada interrumpió sus palabras. Contestó el teléfono y al darse cuenta que se trataba del trabajo, la empresa y todas las cosas que lo hacían poner de mal humor, dejó al pequeño solo para poder hablar con más claridad y discreción.

 

Al verificar que Oliver se encontraba lo suficiente alejado de ahí, Nicolás emprendió paso para poder salir de esa mansión que tanto le hacía daño ver, cruzó el portón y comenzó a caminar para dirigirse a casa de sus callejeros amigos. Tal vez después de eso se echaría un buen churro, o quizás un buen y último polvazón. 

 

Al regresar a la alberca, Oliver se quedó en blanco, el pequeño gatito no estaba ahí. Con desesperación fue hasta el jardín, pero tampoco lo encontró, cerró los ojos con enojo reprimido y se dirigió a los adentros de la casa para buscarlo ahí. El pequeño no pudo haberse ido, tendría que estar por ahí, esperando por Yael, viendo la casa, guardándose cancho para la cena que pronto servirían y no. Joder, el maldito animal no estaba por ningún lado.

 

— ¿Has visto a Nicolás? —Le preguntó a la señorita de limpieza, ésta se encontraba en la cocina horneando lo que sería la cena.

—No señor, no lo he visto por aquí.

 

¿En qué momento se le había escapado? ¿En qué instante no se dio cuenta cuando el maldito de Noah abandonó la casa? ¿Por qué el teléfono le había sonado en un momento como ese? Diablos. 

 

Con rapidez, subió las escaleras como loco. No podía darse por vencido, el jovencillo tenía que estar por algún lado en la casa, pero al final no lo encontró. Sacó su celular y comenzó a marcarle a Nico, entró la llamada y al escuchar la voz de Noah por la otra línea, le dio un escalofríos, no sabía qué decir, ni mucho menos deseaba pedir disculpas.

 

— ¿Dónde diablos estás?  Te he buscado en todas partes. —Su voz sonó recelosa y demandante. Nicolás sólo se burló por la otra línea. Suspiró y comenzó a fumarse un buen churro de marihuana que lo estaba ayudando a entrar en calor.

—Lo siento, me sentí con mucho sueño y me tuve que ir de tu casa —Mintió—. Colgaré —Le avisó para después colgarle.

— ¿Con quién estás? —El mayor le preguntó al escuchar voces masculinas y femeninas —. ¿Qué estás haciendo?

—Ahora mismo. —Soltó  aquello con un poco de lentitud. Se encontraba pensando en qué decir —, estoy fumándome un buen churro, no llames a mi padre, no llegaré a casa, si pregunta por mí, dile que estoy en tu casa.

—Pero no estarás aquí.

— ¡Que listillo eres!, es por eso que me cubrirás.

— ¡No cubro a nadie! ¿Dónde demonios estás?

—Tendré mi despedida de soltero —le dijo con alegría—. Mis colegas, ya sabes… los pandilleros, me quieren hacer una fiesta, hay muchas carnes para cazar hoy, ¿Quieres ser también el anfitrión de la fiesta?

— ¿Dónde es? —Preguntó alarmado. No dejaría que ninguna vieja con buen culo tocara el cuerpecillo de Nicolás. Claro que no y si tenía que estar ahí para impedirlo, pues entonces lo haría.  

 

—Follaré, follaré duro, Oliver. Si no te importa, entonces puedes venir, pero si en verdad no quieres verlo, entonces te recomiendo que no vengas —le aclaró con tono serio, poco después soltó una risotada —. Si piensas venir, entonces tienes que aceptar que en estos momentos me encuentro pisado por la hierba, tienes que respetar mi ambiente y a mis colegas. Si puedes callar y no impedirme nada, entonces eres bien recibido. Rastrea la llamada así darás con el lugar —dijo, colgando al instante. 


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