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~ Casado con un hombre ~ por Monnyca16

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Capítulo 12

 

“Estás castigado”

 

—Hablas como si quieras que te hiciera el amor.

La voz, la hermosa voz de Oliver resonó en su oído. Nicolás no podía olvidar que Yael se mantenía abrazándolo con ternura en ese instante. Jodido, jodido animal empresario. ¿Por qué era así? Definitivamente el pecoso se estaba arrepintiendo de haberle casi rogado que lo llevara con él.

 

—Hablas como si desearas escuchar eso.

—Deseo hacerlo. —Nicolás puso los ojos en blanco—, y deseo que me lo pidas.

—Nunca te pediría algo así.

—Creo que cambiaré la táctica. —El ojigris se encogió de hombros—. No te tomaré hasta que me lo pidas y de una forma especial. Si quieres, entonces te daré, si no quieres, entonces no pasará nada. Así de simple. —Se apartó de Nicolás para meterse las manos a los bolsillos,  y cuando  el pequeño se vio liberado, gruñó como un perro rabioso.

—Te morirás de ganas —Le advirtió.

—Tal vez, ¿tú no lo harás?

 

La piel blanquecina de Nico se estremeció. Claro que le importaba el tema, el punto, la verga, el semen, Oliver… Mierda.

 

—No. No lo haré. —Mintió,  como siempre lo hacía.

—Bien.

—Primero te atreves de decir que me lo harás al llegar a Francia, aquí estamos, no tienes palabra, eso es todo.

—Así es. —Le dio la razón.

 

Nicolás sonrió de lado, se acomodó el flequillo con las dos manos y miró hacia su alrededor para poder ignorar el mal rato. Sinceramente no se imaginaba eso, si no fuera por su estúpido comportamiento, esto no estaría pasando… pero, ¿Qué debía hacer? No le rogaría, claro que no. Ni muerto le rogaría a Oliver por una buena follada romántica. 

 

— ¿Cuál es el cuarto? —preguntó el pequeño.

—La habitación es esa.

El chulísimo hombre de mirada grisácea sonrió cuando vio a Julieta recargada en la puerta que antes había señalado con el puño cerrado.

 

—Mira ven, microbio. —Oliver jaloneó del brazo a su esposito para poder presentarle a la hermosa dama con la que tenía que tratar más tarde —. Julieta. ¿Estás bien? ¿Tienes mucho tiempo esperando? —comenzó a cuestionar a la mujer mientras todavía  sostenía del brazo a su incomparable y estúpido esposo.

 

La mujer era pelirroja. Una tetona pelirroja con buen culo y hermosos ojos verdes. Joder. ¿Esto podía ser más peor? Se podría decir que la mala suerte había recaído en Nicolás en esos instantes, en ese mes, en ese fin de semana, en su vida, en su mugrosa vida de puta.

 

La saliva que Nicolás tragó mudamente no fue por miedo a verse como un marica, más bien, era de enojo, de furia por tener a una mujer tan guapa cerca de su esposo. ¿Celos? A la mierda lo que fuera, le encabronaba y mucho. La mujer parecía tener el nivel para ser rival, una muy sexy rival.

 

—Tengo muy poco, podía entrar a tu cuarto, pero quise esperar mejor afuera. Estoy bien, no ha pasado nada nuevo, bueno sólo el problema que tu empresa tiene en estos momentos. Espero ayudarte a solucionarlos en esta noche.

—Me parece bien. ¿Ya cenaste?

Y sí. Nicolás se sentía ignorado… demasiado ignorado como para poder sonreír como si nada estuviera pasando.

 

—Soy Nicolás —se presentó él mismo ya que su esposo “educado” no  lo había hecho.

—Ah. —La mujer suspiró cansada —. Mucho gusto. No sabía que tenías hermanitos. —Julieta amanso la cabeza del pelirrojo —. ¿Tienes familia pelirroja? No lo sabía.

—No lo toques demasiado —El ojigris le advirtió a la mujer —, puede morder.

 

Como anillo al dedo. ¿Oliver leía los pensamientos? Era verdad, Nicolás podía rasguñar, morder y aullar como un lobo precioso y pelirrojo. ¡Que gatito inocente ni que ocho cuartos!

—Soy su…

—Vamos a cenar —Yael lo interrumpió.

 

Nicolás abrió los ojos como platos, derrotado. Oliver no sólo le había callado la boca, también lo quería excluir de toda plática, y no se conformaba con eso, tampoco pretendía decir que el pelirrojo de ojos azules era su esposo.

 

¿Qué debería sentir un recién casado que aún no se decidía bien por sus preferencias sexuales? ¿Debería hacer algo? ¿Reclamar? La piel se le erizó, se le atrofió. Nicolás no se imaginaba esto. ¿Por qué ese cambio tan repentino? ¿Por qué…? ¿Por qué?

 

—Con gusto. —La tetona le dio un sí como respuesta —. Vamos  al restaurante más cercano, tengo mucha hambre.

—Comprendo. Los viajes, el trabajo, sé cómo se siente. Tengo hambre también, vamos. —La incitó aún más.  Soltó el brazo del chamaco y se dedicó a ir al mismo paso que Julieta.

 

¿Qué tenía que hacer? ¿Seguirlos? ¿Ir como perro faldero tras su esposo? Ni muerto. Sacó su celular con rapidez y al notar que Oliver por fin había volteado a verlo, reposó su móvil en su oreja derecha para fingir una llamada.

 

Patético.

 

«Imbécil, imbécil…»

 

— ¿Qué es lo que haces parado aquí? —La tosca, pero ardiente voz de Oliver comenzó a invadir todos los sentidos de Nicolás.

 

Se estaba acercando, caminando… regresando hasta donde el minino de encontraba fingiendo una llamada importante. Apartó la pantalla de su oído y se metió el celular en el bolsillo trasero del pantalón. 

—Me has dejado aquí —Alcanzó a contestar.

— ¿Con quién hablabas?

—Que te importa.

—Dame tu celular —le ordenó.

— ¿Por qué debería hacerlo?

—Por favor.

—No, no quiero —se siguió negando.

 

¿Qué demonios decía Oliver en esos instantes? ¿Para qué quería su celular? Iba a ¿checar sus llamadas? Ni muerto. Ni muerto le daría su celular.

— ¡Dámelo ahora mismo! —alzó la voz con los labios casi cerrados, estaba comenzando a cabrearse.

 

El grito, el maldito tono de voz que ahora tenía Yael, sonaba diferente. Estaba enojado y mucho. Nicolás miró hasta la pelirroja y se llevó las manos hasta donde se encontraba guardado su celular. Lo sacó y con aún las manos  temblorosas, le apartó la batería para que su esposo no se riera después de sus llamadas ficticias.

 

—Métetelo por el culo —murmuró mientras le entregaba el celular incompleto.

—A ti te gusta que te lo metan. —Se defendió.

Sus pesadas miradas chocaron.

—Tienes razón. Espero encontrarme a algún francés para poder dormir bien esta noche. No traje a mi peluche, y recuerda que no puedo dormir sin él.

— ¿Qué tratas de decir? —preguntó de inmediato. 

—Nada, no dije nada. —Sonrió de lado.

—No vuelvas a repetir lo que antes escuché.  —Rogó—. Ni si quiera lo pienses.

—No creo que leas pensamientos, así que pensaré lo que yo quiera —Los latidos de su corazón comenzaron a subírsele hasta la boca —. No tengo hambre, abre la puerta, quiero descansar.

—Iremos a cenar, después de cenar te prometo que adivinaré todos tus pensamientos.

—Ni siquiera te imaginas lo que pienso en estos momentos. Ábreme la maldita puerta, no quiero ir, no quiero cenar.

—Me gustas la mayoría del tiempo, pero esta vez siento que todo ese gusto se está esfumando. Irás con nosotros a cenar y lo que se hará después, yo lo decidiré. —Elevó la mano izquierda y le agarró la muñeca a Nico. Le echó una última miradita a los ojos y comenzó a caminar para ir hasta Julieta.

— ¿Qué pasa? —La mujer comenzó a preguntar como si en verdad el tema le interesara mucho.

 

Oliver, sonrió haciendo un gesto tierno. Observó a la pelirroja y se negó, diciendo:

 

—No es nada importante.

 

Con que sí, eh. ¿Nada importante? ¿Las peleas no eran importantes? ¿Decir que se está esfumando el gusto que tiene por Nicolás, no importaba? ¿Por qué demonios sonríe después de estar enojado? ¿Por qué a ella?...

 

Francia. ¿El país del amor? al parecer no lo era. Para Nicolás no lo era.

 

La noche no llegó a su fin. Parecía que hasta el tiempo estaba jodiéndole  al pequeño pelirrojo. Esta vez, Nicolás necesitaba dormir. El día había sido demasiado cansado como para mantenerse despierto en horas nocturnas.

 

—No comiste casi nada. —Yael interrumpió el sueño del minino, puso las manos sobre la mesa y se inclinó para verle más de cerca.

El  pecoso se había quedado casi dormido, cabeceando... pero como siempre, Oliver tenía que arruinar todo. Al abrir los ojos, el pequeño no vio a Julieta cerca. Sonrió por dentro.

 

—No tengo hambre.

— ¿Qué piensas ahora? — se atrevió a preguntarle.

—En que tengo que dormir, dormir mucho para poder ser feliz.

—Antes… —Oliver se detuvo. No sabía cómo preguntar lo siguiente—.  ¿Por qué no trajiste tu peluche?

—No te gusta —espetó, recordándoselo.

 

Diablos, ¿Oliver a que quería llegar con esto?

 

—Sobre los franceses —musitó con los ojos bien brillantes—.No los vuelvas a mencionar.

— ¿Mencionar que? No dije nada.

— ¿Nada? Insinuaste muchas cosas.

— ¿Cómo cuáles? —Dejó caer la cabeza hecha volita en la mesa. Cerró los ojos y acomodó los brazos como almohada.

—Quisiste decir que dormirías con un francés.

— ¿Y eso qué? ¿A ti que más te da?

— ¿Qué? — el gris de los ojos de Oliver se encendió como fuego —. ¿Cómo te atreves a decir que no me interesa? Tú eres mío, mío y de nadie más. Eso es lo que me enoja de ti.

—No creo que te interese demasiado. Dijiste que el poco gusto que tenías se estaba esfumando. ¿No? —Alzó la cabeza. Se acomodó el flequillo y se recargó en la silla

—Cuando una persona está enojada, siempre…

—Llegué. —Julieta se apareció de repente.

 

Al parecer había ido al baño. Nicolás sonrió de lado, cruzó los brazos y luchó contra el sueño para poder escuchar todo lo que se estuviera charlando ahí mismo.

 

— ¿Interrumpí algo importante? —preguntó ella al sentir la atmosfera lo suficiente extraña como para asustarse.

—Claro que no —Nicolás contestó.

—Hablando con sinceridad, sí interrumpiste algo muy importante. —La miró de re ojo. —, ya es muy tarde. Nicolás y yo iremos a dormir. Mañana o mejor dicho más tarde podemos discutir más sobre el tema.

— ¿Puedo llegar a tu habitación por la mañana? Me gustaría almorzar junto a ti, no sé… en la habitación.

 

Nicolás observó la escena.  ¿Qué estaba diciendo la arpía esa? Nicolás no estaba pintado. Joder.

 

— ¿Quieres? ¿Quieres recibir visitas tan tempano, Nicolás? —Y sí… se atrevió a preguntarle.

 

Con una emoción confusa, Nicolás se quedó en blanco. No supo qué decir. Sí. No era mentira. Yael en realidad le estaba preguntando a él.

 

— ¿Están compartiendo la habitación? Pensé que tu hermano dormía con independencia. —Julieta sonrió, embrollada.

—No es mi hermano, es mi esposo —por fin dijo la realidad de las cosas.

—No pensé que estuvieras casado. —Con gracia, la pelirroja comenzó a reírse sin parar.

—Digamos que este viaje de trabajo también lo considero como viaje de bodas. Apenas hace unas horas nos casamos —le contó.

 

Nicolás sonrió abiertamente. No importaba si todo el mundo conocía la verdad, ahora esa tipeja no podría meterse en su relación.

 

—Entonces ¿Qué dices, Nicolás? —Habló la mujer—. ¿Puedo irrumpir en su habitación temprano?

 

—Sí —Dio el permiso sin titubear.

Y es que… mierda. No podía ser egoísta. Sabía que su esposo tenía que hacer trabajo con ella y que era importante porque de eso dependía la mejora de la empresa.

—Entonces duerman bien.

La mujer se levantó de la mesa y tomó sus cosas para poder marcharse.

Ahora sí. El gatito y el león estaban cien por ciento solos y con un millón de preguntas para discutir en ese mismo instante, sin embargo Oliver no sabía si seguir tocando el mismo tema.

—Levántate. Nos vamos.  —El mayor comenzó a dar órdenes.

 

Era tarde, demasiado tarde y aunque quisiera hacerlo con Nico, no podía. Un impedimento era el sueño, y el otro era su cambio de planes. Aún tenía que esperar a que su hermoso pelirrojo pidiera por más.

 

Al salir del restaurante instalado justo debajo del hotel, el pelinegro agarró la mano de Nicolás. Entrelazó sus dedos con los de él, simulando una red, una casa de araña. Al principio, Noah se sintió extraño, pero después de caminar unos cuantos pasos de esa manera, lo aceptó.

 

¿Por qué la mano de Oliver se sentía tan cálida? Era como una fuerza que le enredaba todo el cuerpo para protegerlo. Era la fortaleza, el entusiasmo, la atracción, el apoyo, el sexo…

 

—Báñate y descansa.

 

Las primeras palabras fueron esas. Nicolás asentó al escuchar la orden del ojigris. Se soltó de su mano y entró a la habitación. Ni siquiera estaba consciente de que habían llegado a su cuarto. Aceptando el corto tiempo a solas, fue hasta sus cosas y agarró un bóxer, y una camiseta de tirantes blanca. Tomó la toalla del baño y cerró el cancel para poderse bañar tranquilo. 

 

La ducha que se dio Nicolás, fue rápida. Al parecer la necesidad de dormir lo traía de la cola. Al salir de la regadera, se encontró con Oliver, lo miró preocupado, con un montonal de papeles entre las manos y con los ojos mareados de todo el sueño que se cargaba también.

 

—Deberías dejar eso. —Nico opinó, mientras embarraba pasta dental en su cepillo de dientes —. Ya es tarde y mañana vendrá tu colega temprano. Es hora de dormir y debes…

—Lo tengo —Oliver lo interrumpió.

 

Dejó rosar su pecho ya tranquilo en la espalda del adolescente. Respiró con firmeza el aroma de la nuca de Nicolás y lo abrazó con fuerza.

 

— ¿Qué es lo que tienes? — con un poco de tartamudeos por la impresión, Nico preguntó.

—He resuelto el problema. Sólo hay que hacer unas cuantas llamadas; se me ocurrió algo para solucionarlo.

 

Un enorme silencio rondó en la habitación del baño. ¿Qué debía decir Nicolás?: “¿Felicidades? ¿Qué bien por ti? Ah, Oliver. ¿Qué bueno que has descubierto y pensado en la mejor solución?” Diablos. Confuso y anonadado, se metió el cepillo dental a la boca y comenzó a lavarse lentamente los dientes.

 

Tener colgado en su espalda a su esposo, lo ponía nervioso. Demasiado como para ocultarlo.

 

—Podrás dormir —Con una sonrisa, el pelirrojo trató de felicitarlo —. ¿No te bañarás?

— ¿Qué te parecieron mis besos? —El mayor comenzó a preguntar haciendo rosar sus labios contra el cuello de su dulce acompañante —. ¿Te gustó cuando te hice el amor?

 

Una, dos, tres. Los colores se le vinieron al rostro al pequeño. ¿Cómo se atrevía a preguntarle esas cosas  en momentos así? Era de noche, el corazón de Nicolás le perforaba la garganta y el pene. La maldita verga temblaba ansiosa.

 

El gatito estiró el brazo, abrió la llave del lavabo y comenzó a enjuagarse la boca haciendo así caso omiso a las preguntas de su querido dueño. No era que no tuviera la respuesta, el dilema era contestar. Francamente el minino no deseaba confesar el enorme gusto que había causado en él esa noche tan candente….

 

— ¿Por qué no dices nada? —Pidió más explicaciones.

 

La incógnita, el montonal de pensamientos, la piel caliente, el aroma a limpio… Oliver, su pecho, su respiración… Muerte cerebral. Si no fuera porque su sistema reticular se encontraba en perfecto estado, podía asegurar que estaba pasando por un estado vegetativo.

 

— ¿Qué buscas con eso?

—Ah, ya, ya recordé. Tengo que pensar bien las cosas antes de actuar. —Yael se quejó. Dejó libre el cuerpecillo de Nicolás  y comenzó a desvestirse para entrar a la regadera.

 

Acaso… ¿Acaso no recordaba que Nicolás tenía que rogar por sexo? Diablos, si no se hubiera acordado de ese punto tan importante lo más probable era que toda la poca madrugada que les quedaba se la pasaran fornicando.

 

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

 

La cama se sentía riquísima. Habitación de lujo, cama suave, oscuridad perfecta. Nicolás lo sentía. No todo estaba en su contra como tanto pensó antes. Estiró los brazos como mariposa aprovechando que Oliver se duchaba, agarró una almohada y la abrazó para dormir tranquilo. Hundió las narices en el cojín y cerró los ojos para disfrutarlo.

 

—Mañana, bueno, en unas horas más saldremos —Oliver se apareció de pronto. Dejó caer el culo en la cama y siguió secándose el cabello con el paño.

— ¿A dónde?

—No sé, a pasear —murmuró. Se dejó caer en la cama. Miró la espalda de Nicolás y lo abrazó para poder dormir. Deslizó la  mano izquierda en el estómago del pequeño y posicionó su brazo restante en su cabeza.

—Me gustó —Nicolás confesó por fin.

— ¿Qué? — sollozó el mayor.

 

Su oído comenzó a hacerse sordo, sus ojos a cerrarse y su cuerpo a descansar. Un ronquido fue el que hizo que Nicolás se diera cuenta que su desgraciado esposo ya estaba dormido.

 

«Naranjas naranjosas… Joder jodidos jodedores… »

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

El sonido del timbre de la  puerta comenzó a sonar. Joder. La tetona estaba en la habitación a las ocho de la mañana. Al fin de cuentas no había mentido con eso…

 

—¿Interrumpí algo? —preguntó con las cejas alzadas.

En su mirada se podía descifrar el morbo que la situación de boda homosexual le provocaba.

—Nada —Oliver la hizo pasar. El pequeño pelirrojo se encontraba despierto al igual que su esposo —. Estamos esperando desde hace una hora, fuiste considerada en llegar en este instante —Una risilla coqueta se le salió de entre los labios al comentar.

—Por primera vez me arrepiento de haber tomado una decisión —Nico susurró. El menor no pudo evitar deplorar por sus estúpidas determinaciones.

—Entonces debiste decirme que no —Julieta contestó

 

Recogió las palabras del adolescente como si fueran para ella. El saco le había caído. Era para ella y acertó. ¿Qué dilema, no?

 

—Debí hacerlo —Noah arguyó, siguiendo con el mal trato.

—Pero hoy traje a mi ayudante. Quiero que no te aburras. —Extendió la mano y de la nada salió una rubia muy guapa. Bustona y con un culo muy antojable.

 

¿Qué pretendía Julieta? La chica se acercó a Nicolás y de la nada le tomó la mano. Ni siquiera se conocían y el comportamiento confianzudo estaba comenzando.

 

—Espero poderte hacer compañía, sé que no tendrás con quién platicar.

—Supones mal. Puedo hablar por teléfono con mis amigos. —Se negó sin decir “no”

 

Observó a Oliver para darle a entender que necesitaba que le devolviera su aparato móvil.

 

—La pasarás bien conmigo.

—No lo niego, eres muy hermosa —alardeó—, pero no me relaciono con personas que no me interesa conocer.

—No seas tan duro con ella. Sean amigos, así podrás dejar hacer su trabajo a Oliver —Julieta añadió.

 

Nico se burló sin producir sonido. ¿Qué demonios estaba diciendo? ¿Qué Nico era un estorbo? En primera, Oliver siempre quería tenerlo a un lado para todo, era imposible que Yael quisiera apartarse de él para poder trabajar…

 

—Sí, diviértete con ella —la voz  del magnate resonó.

 

Tenerlo cerca, sí como no…

 

Tal vez Nicolás estaba equivocado…

 

—Vale. —El pequeño aceptó con una sonrisa fingida —. Me la pasaré genial. ¿Así ya no molestaré, verdad?

Yael quiso solucionar lo antes dicho, acercándose a él y diciendo:

 

—No es…

 

—Exactamente. —La pelirroja  asentó cariñosamente con la cabeza.  

—No molestas. No me molestas —Oliver comenzó a aclarar —.Sólo que para que no te aburras.

—Tómalo de esa manera, yo no creo que sea lo que se esté pretendiendo aquí. No te arrepientas, Oliver, porque cuando comienzo algo, no puedo parar.

 

De acuerdo a las investigaciones relacionadas con  las técnicas de amenaza, Nicolás estaba desafiando a su esposo.

 

—Ven. —El chulo pescó el brazo de su pequeño y se lo llevó al pasillo del piso donde se localizaba su habitación —. Así no estarás aburrido —Quiso ser más exacto con sus palabras.

— ¿Estás ciego?

—No me hables de esa manera. No quiero que te aburras, quiero que la pases bien. Todo esto se complicó y no puedo cumplir lo que anoche dije. No podré pasear contigo, pero tienes a alguien para  platicar. Pasarás un buen rato.

 

La rubia deseaba seducir al estudiante. ¿Oliver no lo podía notar? ¿O es que no quería hacerlo? Sólo un tonto no se daría cuenta que ese dúo de viejas putas trataban de arruinar su  pequeña relación homosexual que ya estaban comenzando.

 

—Vale, después de esto no quiero que me reproches nada. No quiero que me reclames nada, porque te lo advertí.

—Nadie me advierte nada. 

—Bien, entonces no dije nada, sólo no me jodas después. 

—Nicolás. —Le acarició el cuello con la mano derecha —Sólo no quiero que estés aburrido todo el tiempo.

—Bien.

—Sólo busco tu bienestar. 

—De acuerdo. Tendré bienestar y lo disfrutaré, créemelo —pronunció lentamente la última palabra para que su esposo reaccionara, pero nunca lo hizo.

 

—¤(`a94;a94;´)¤—

 

El paseo comenzó. Frente a Nicolás se encontraba la rubia que por cierto se llamaba Julia. Demonios, ¿Por qué los nombres de esas dos mujeres eran tan similares? 

 

Las ideas de Nico comenzaron a vagar. La sombra del lugar lo hizo relajar. Se recargó en la pared más cercana y cerró los ojos para comenzar a recordar la actividad sexual más reciente que tuvo…

 

Oliver.

 

Oliver.

 

La enorme mano del agresor sexual, deslizándole el prepucio, encuerándole la verga una y otra vez con simples caricias verticales,  manoseándole  la cabeza del pene, embarrándole su propio líquido seminal. El ardor de su cuerpo al pedir más con el simple impulso de sus caderas. La ansiedad, el morbo… los besos.

 

El coito bucal, el delicioso sabor agridulce de su saliva. El corazón, las energías, los pezones excitados, su primer calambre…

 

Gemidos mudos, venas pulsantes, dientes apretados…

 

El semen comenzó a recorrer la tripa uretral, calentándola, llenándola por completo y a presión. El éxtasis inundó el último gemido con un violento impulso de caderas y nalgas echas piedra. Un orgasmo, un delicioso espasmo llenó su boca de  felicidad. Sonrió tras recordar su primera corrida con un hombre.

 

Sin ataduras y confusión de la realidad con los recuerdos, impulsó sus labios al recibir un beso que verdaderamente no parecía ser un sueño mojado. Abrió la boca para recibir la suavidad que le acobijaba en esos momentos. Definitivamente no era un sueño, no lo era. La suavidad, el sabor a Oliver estaba tocándole la boca en esos momentos.

 

 El beso sabía a Yael, pero ¿era él? ¿O era una confusión de labios? Debía descubrirlo…


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