Corría por las calles del pequeño pueblo esquivando las flechas que volaban se dirigían a él tratando de matarlo, trataba de correr lo más que podía. No quería ser atrapado y arrestado solo por robar algo insignificante. Los samuráis empuñaban sus katanas y los arqueros apuntaban con sus arcos hacia su dirección. El pelinegro corría chocándose con las personas del lugar y los puestos de comida, pidiendo disculpas sin mirar atrás, huyendo desesperado, los oficiales les pisaban los talones, seguía corriendo ya no daba más quería esconderse de ellos, siguió corriendo hasta un callejón perdiéndolo de vista, suspiro un poco intranquilo y se adentró al lugar.
Se dirigió a un dojo que parecía abandonado, se acercó a la puerta dando leves toques, como nadie le contesto, con cuidado, abrió la puerta entrando despacio sin hacer ruido. Fue pasando por las habitaciones de ese lugar observando detalladamente las paredes y adornos, hermosos adornos antiguos, sus pasos rechinaban con la vieja madera del piso haciendo el lugar tenebroso.
En un cuarto alejado de los demás, parecía el más antiguo, se adentró con un poco de miedo, pero su gran sorpresa fue ver un hermoso decorado lleno de flores y ¿armas?, bueno no le importa sigue mirando embobado la habitación adentrándose más su mirada se encuentra con una gran escena que cautivo sus ojos marrones.
Un joven de no más de 21 años, alto, guapo, con un aire a príncipe, rodeo toda la habitación hasta tener una vista más clara de él. Aquel joven vestido de una yukata marrón y gris, estaba muy concentrado entrenando que no se dio cuenta de la presencia del oji marrón. Mientras el observaba como la espada danzaba a través de los hermosos movimientos que sometía a la katana de paja. Kisa impresionado por la vista que obtenía, ya contento de ver a tal belleza se fue alejando, pero lo que no vio fue el jarrón que estaba detrás de él hizo estrellar el adorno contra el suelo haciendo romper en miles de pedacitos, llamando la atención del más alto.
El peli caramelo se acercó a él tomándolo por las manos, sorprendiendo al peli negro sosteniéndolo de las manos y clavando sus ojos en el del más bajo.
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Alguien te persigue? ¿Por qué eres tan lindo?- el castaño lo bombardeaba de preguntas y el mayor solo podía levantar las manos tratando de alejarlo de él.
-S…soy Ki…kisa Shouta, etto me escapo de unos samurái que me quieren encerrar, lo siento por meterme a tu casa y ¿eh? ¿Por qué me dices lindo?- dice desconcertado el oji marrón.
-Mucho gusto Kisa-san, soy Yukina Kou soy un samurái, usted me parece lindo no, mejor dicho hermoso, quiero que sea mío, solo mío, yo le protegeré de todo y de todos, hasta puedo dejar de ser samurái por usted Kisa-san ¿no sabe que me vuelve loco?- exclama con una sonrisa resplandeciente, asustando al peli-negro haciéndolo sonrojar furiosamente.
-P…pero Kou no puedes dejar todo lo que lograste solo por mí, yo soy un simple ladrón que vive robando, tú también me vuelves loco pero no puedo- ya estaba dispuesto a irse cuando unos brazos lo sostuvieron en un abrazo.
-Eso no importa si nos tenemos uno al otro ¿o me equivoco?- le dijo mientras giraba el cuerpo del menor para quedar al frente del otro.
-…- no dijo nada solo asintió con la cabeza, escondiendo su rostro del más alto.
-Estaremos juntos para siempre o para toda la eternidad- el oji marrón levanto la vista hacia la de caramelo.
-Yo…- pero antes de terminar su oración, es interrumpido por las mismas personas que lo perseguían tiempo atrás.
Varias personas entraban a la habitación rodeándolos a ellos.
-Kisa Shouta se lo acusa de robo por robar a un puesto de que comida, tendrá que venir con nosotros- exclama el hombre robusto haciéndole señas a sus hombres para llevárselo.
-Solo fue un trozo de pan, no hice nada malo- interrumpió al sujeto que lo acusaba.
-No me importa, vendrás con nosotros por las buenas o por las malas-
-No, no se lo lleven por favor, yo pagare por todo- se interpuso entre los intrusos y el menor- pero no le hagan daño.
El hombre miraba al joven que había intervenido y sorpresa fue al distinguir sus ropas.
-Tú eres un samurái. No, el hijo del jefe de los samuráis- hizo una reverencia y volvió a hablar- lo lamento mucho, dejaremos al muchacho, nos iremos- dicho y hecho los samuráis los dejaron solo de nuevo.
-Gracias Kou- lo abraza sonrojado, mientras que el más alto apoya su cabeza y deposita un beso en el cabello.
-No se preocupe, ya lo había dicho haría lo que sea por usted ¿se quedaría conmigo para siempre?-
-Sí, si me quedare con vos, nunca me alejare de ti- alza la cabeza cerrando la distancia de sus labios fundiéndose en un pasional beso.
-Te amo Kisa-san, lo amo demasiado-
-Y yo a ti mi samurái- se acercan nuevamente mezclando sus alientos para besarse otra vez.
~Fin~
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