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[EXO] Ethereal por k-ene

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Notas del capitulo:

Este es el primer fanfic que escribo~. ¡Espero que les guste! 

Ethereal

Capítulo Uno

La suave brisa del viento se cola por su cuello, haciendo que sus cabellos dancen y reluzcan bajo la luz del astro que a esas horas de la tarde se halla en lo alto del cielo. Su mirada se pierde en una nada tan fascinante que él casi no pestañea, mientras que sus pensamientos se encuentran muy lejos, en un limbo inexistente. Un ambiente “mágico” se cierne sobre él, y le confiere el aspecto de una fotografía en movimiento.

Sus recuerdos vagan, algunos como puertas escondidas e indeterminadas en lo más recóndito de su mente; otros, por el contrario, emergen a la superficie tal como imágenes revoloteando frente a sus ojos, vívidas y reales, pero a la vez simples, frágiles y poco comunes. Se pregunta si después de aquél accidente, su memoria bloqueó fragmentos de lo pasado, y junto con ellos una parte de su ser se perdió para siempre.

Sentir… ¿Ha experimentado eso alguna vez? Quizá, antes de perderlo todo: sus recuerdos y, lo más importante: sus emociones. Porque no, aquél muchacho no sabe lo que es la alegría; tampoco la tristeza, melancolía, ni la atracción, el cariño, el odio, y mucho menos, el amor.

Las películas que tratan sobre amor le parecen tan irreales y fingidas… tal como esas chicas que piensan que con mucho maquillaje, faldas cortas y una blusa casi transparente se ven hermosas, pero en realidad son sólo apariencia, recipientes vacíos; en resumen, comparables con las películas de amor, falsedades que alguien inventó para divertir a un público crédulo e ingenuo.

No comprende el mundo a su alrededor. Puede ver la vida transcurrir, pero por más que lo trate no llega a sentirse parte de ella.

Definitivamente algo va mal con él, desde ese día, algo ocurrió que cambió todo. Es diferente, y lo sabe, sin embargo, el sentir tiene un lado positivo y otro negativo –según ha oído-. Tal vez sería mejor seguir como hasta ahora, sin sonrisas, sin llantos...

Quizá él también es sólo una cáscara vacía.

—SeHun, así que estabas aquí.

El llamado proviene de una voz que parece silenciar su cansancio tras un delicado velo de infinita afabilidad y un tono melódico. El muchacho rubio despierta de su ensoñación y voltea el rostro encontrándose con un par de ojos grandes, unas cejas arqueadas como preguntando “¿qué hacías?” en silencio delatador, y una sonrisa de labios juntos.

Es Kyungsoo, lleva puesto un delantal idéntico al suyo y, desde luego, tienen el mismo trabajo en un club nocturno situado en el centro de Seúl, el cual abrirá las puertas hoy. La calle donde se ubica el local es bastante concurrida, por lo que su dueño, el señor Kim, espera que éste prospere con rapidez.

Hoy es su primer día y KyungSoo lleva buscándolo desde hace un rato para ordenar, limpiar y dejarlo todo presentable en la inauguración.

—Lo siento, hyung, —se disculpa el más alto después de realizar una inclinación de cabeza—. Voy en seguida.

SeHun mantiene su semblante como siempre, inexpresivo, pero al más bajo parece no importarle ni incomodarle la actitud indiferente del otro, ya que antes de retirarse le dedica una de sus amplias y siempre amables sonrisas de dientes blanquecinos.

Cuando KyungSoo desaparece y el único rastro de que estuvo allí es el “tap tap” de sus pisadas alejándose, sólo entonces, SeHun se dispone a seguirle, encontrándole en la primera planta y sin demora coge un paño para secar los vasos y copas de múltiples tamaños después de lavarlos.

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La música suena de tal forma que hace retumbar sus oídos y latirle el corazón a mayor velocidad. Está cautivado por las notas que se filtran desde el exterior hasta llegar a sus tímpanos y luego recorren toda su silueta con un ligero toque eléctrico, haciendo que su cuerpo se mueva como por voluntad propia, serpenteando, ondeando, dejándose llevar por el cúmulo de sensaciones que le invaden.

Está captando la atención de todos a su alrededor. De pronto se ha formado un círculo de personas en torno a él, los cuales le observan embobados, aplauden y vitorean, pero el chico de tez canela no se percata de que ahora es el centro de atención; cuando baila se olvida del exterior, se transporta a un mundo propio.

Sehun se acerca a la extraña aglomeración de gente preguntándose qué será aquello que capta la atención de muchos. Se abre paso entre la gente para averiguarlo, y cuando al fin sus ojos captan aquella imagen, le parece de fantasía.

El cuerpo de aquél individuo parece música en sí, notas que avanzan desde sus dedos en cada extremo de su figura hasta el centro, hacia aquél órgano vital y único que bombea sangre sin interrupción. Por su sien resbalan varias gotas cristalinas, mientras que hebras castañas se adhieren a su cuello, y otras se esparcen, sacuden y ondean al compás de los sonidos.

No se da cuenta de que la canción ya ha llegado a fin cuando otra melodía más lenta pero que resuena en sus oídos casi con la misma intensidad que la anterior, se escabulle por los parlantes e inunda el recinto. En ese momento, el moreno despierta de su trance y la gente comienza a dispersarse.

SeHun siente mucha curiosidad por aquel chico, quien le ha hecho presenciar un espectáculo que removió una ínfima fibra de su ser; la primera “emoción” —por más nimia o superficial— que tiene jamás desde que adquirió conciencia de su existir.

El bailarín se acerca a la barra y pide un trago, mientras el rubio le observa desde su posición, pero finalmente, desiste de la idea de ir a hablar con él. Todavía tiene mucho trabajo que hacer.

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Ya es tarde. El cielo nocturno se encuentra cubierto de nubes, no dejando espacios para la luz de las estrellas o la luna. Lo único que alumbra en medio de tanta oscuridad son las farolas de la calle que, por supuesto, ya están encendidas. La mirada de un muchacho rubio de rasgos delicados, está fija en sus propios zapatos mientras éstos avanzan a través de una zona de la ciudad en la que todas las tiendas ya están cerradas, y lo único que se mantiene vivo e incandescente son los letreros de varios clubs nocturnos, además de las largas filas de gente que se reúne en cada una de las entradas de los mismos.

Kim JongIn, o más bien “Kai”, como desde siempre ha llamado a su amigo, le ha dicho que esa noche se reúnan en un nuevo club nocturno: “Ethereal”. La razón: celebrar. El porqué, pues eso no existe; para JongIn todos los días son motivos de celebración, los nombres son simples excusas para ello. Pero la verdad es que el local es del padre de Kai, por eso precisamente está obligado a aceptar esa “invitación”, y desde luego ¿quién rechazaría la promesa de varias horas de diversión, que tienen que ver con baile, música a todo volumen y litros de bebidas de toda clase gratuitas? Por supuesto él no.

Cuando al fin llega a su destino, tras varios minutos de caminata, el hombre de la entrada le pide su identificación. LuHan, estando acostumbrado a ese procedimiento, se lo entrega enseguida. El hombre le da una rápida mirada al pequeño pedazo de plástico que acredita que en realidad cumplió la mayoría de edad hacía varios años atrás (aunque no lo parezca), y más tarde le da la pasada.

Una vez dentro, LuHan se detiene, y alza la mirada por sobre la multitud de mujeres jóvenes con poca roja y chicos que se ven ridículos utilizando gafas de sol a las dos de la madrugada, en busca del moreno. No le es muy difícil hallarlo pues, como de costumbre, JongIn está sentado en uno de los taburetes próximos a la barra.

LuHan se abre paso entre la gente, a codazos y empujones.

Sin previo aviso, suenan los vasos al caer, el vidrio romperse en pedazos al chocar contra la baldosa. El tiempo parece ir más lento durante una milésima de segundo, para luego avanzar tan deprisa que LuHan apenas puede abrir los ojos cuando ya se halla junto al montón de cristal, en el suelo. Una gota carmesí recorre su mano diestra, deslizándose como tinta escarlata a través del dedo índice de la misma, hasta que, finalmente, cae junto a los zapatos de un desconocido.

El desconocido observa al chico que yace a sus pies con semblante inexpresivo. LuHan le parece una muñeca, como las de porcelana que ha visto en el escaparate de cierta tienda ubicada en el centro de la ciudad, la que está al lado de una famosa repostería. Lo recuerda porque cada vez que pasa por fuera de ese local, una fragancia a lavanda o flores invade sus sentidos; y en el interior, los colores rosa pastel y blanco invierno decoran toda la estancia como en las bodas de las películas románticas que tanto detesta.

Entonces, SeHun se percata de que un corte surca la blanquecina, casi transparente, piel del otro chico.

—Deberías tener más cuidado –dice, tratando de que su voz se escuche por sobre el atronador sonido de la música, y lo logra, teniendo que acercar su boca quizá demasiado cerca del oído de la persona a quien van dirigidas sus palabras.

—Lo… siento, ––musita LuHan. Le es imposible no fruncir el ceño y soltar una exclamación ahogada cuando siente el trozo de vidrio dentro de su piel.

De pronto, el desconocido cierne su mano alrededor del otro brazo de LuHan, ese que no está herido, y le obliga a levantarse del suelo. Otro chico, uno algo bajo pero que parece un poco mayor que el anterior y que por casualidad presenció la escena, aparece con un trapeador y recoge los trozos del vaso roto. Mientras, LuHan es llevado por el muchacho rubio a un rincón apartado del recinto.

Sus pasos y respiraciones opacan cada vez más el ahora lejano sonido de la música, que se convierte poco a poco en un eco distante.

— ¿Dónde me llevas? —pregunta LuHan, siendo el silencio su única respuesta. Se plantea entonces confiar en el otro chico, y por supuesto no lo haría si no quedara tan claro que éste trabaja en el club.

 

Llegan a una habitación oscura. Sus ojos no alcanzan a adaptarse cuando SeHun ya ha encendido una lamparita que cuelga en el centro de la estancia e ilumina el estrecho espacio por completo. Parece un almacén, pues hay varias cajas apiladas junto a algunas botellas y otros estantes repletos de objetos que no puede distinguir. La música no resuena con tanto estruendo en este lugar, pues una puerta de metal o algún material parecido, se encarga de aislar los sonidos provenientes de los altavoces.

 

SeHun se acerca a una de las estanterías y rebusca en ellas, hasta que, luego de unos segundos, se voltea en dirección a LuHan con un botiquín entre las manos. Siéntate ahí, —ordena el chico con el delantal de empleado, uno entre azul y plateado con las letras “Etheral” impresas en él, señalando una silla en un rincón de la habitación mientras él mismo se dirige allí, esperándole.

LuHan se apresura ir donde el otro le ha dicho. Suelta un suspiro al notar la madera crujir bajo sus pies, está algo mareado y sus ojos oscuros se encuentran fijos en el muchacho a su lado, que en ese momento acerca una pinza a su mano herida. Una exclamación de dolor escapa de entre sus labios cuando el frío metal entra en contacto con su piel, a pesar de que SeHun es sumamente cuidadoso. A los segundos después un trozo de vidrio se puede distinguir entre ambos extremos de la pinza. El proceso igual o más doloroso las 4 veces debe que ser repetido.

—Siento haber chocado contigo allá abajo. –Una voz suave y musical, con un ligero acento chino hace eco en el estrecho cuarto.

 

Cuando sus pupilas se encuentran, LuHan, aparta las suyas enseguida. SeHun tiene ese tipo de mirada demasiado intensa, un brillo extraño que es a la vez opaco y traslúcido, ausente e indiferente, como si todo el tiempo estuviera fuera de sí.

—No te preocupes por eso, fue un accidente. –Musita SeHun, volviendo a concentrarse en los pedacitos de vidrio que deja en un pañuelo extendido sobre una de los tablones del estante más cercano­.

— ¿Trabajas aquí, verdad?

—Sí, hoy es mi primer día. –Comenta, aunque es un hecho bastante obvio, después de todo el local es nuevo— Estaba recogiendo algunos vasos y copas ya que nos hacían falta en el bar cuando tropezamos.

— ¿No tiene que volver al trabajo? Puede que te necesiten afuera…

—Esto no tomará mucho tiempo, además es mi responsabilidad lo que sucedió.

 

Luego de haber quitado cada minúsculo pedacito de cristal, SeHun saca una botellita y algodón, vierte un algo de cierto líquido en éste último, y acto seguido, da suaves toquecitos con el mismo en la herida del más bajo.

La piel del muchacho chino arde, y no se da cuenta cuando aferra sus dedos en el hombro de SeHun, hasta que éste masculla un “eso duele” en voz bajísima.

—Perdón... no me di cuenta. –La voz de LuHan no es más que un susurro. Retira su mano al instante, notablemente avergonzado.

 

No intercambian palabras en los próximos minutos, sin embargo, el susurro de notas musicales que se cuela por las rendijas es suficiente para que el silencio no proclame un grito de triunfo. LuHan se dedica a observar al otro muchacho -después de todo, no hay mucho que ver en esa habitación repleta de cajas-, quien hace unos minutos dejó de ser un extraño para convertirse en un misterio. El rostro del chico es de facciones suaves, mandíbula ligeramente ancha; su cabello es rubio en la parte alta de la cabeza, aunque la luz amarillenta da la ilusión de que en realidad sea cobrizo; y en el nacimiento del cabello, por la altura de la nuca, de color marrón. Piel pálida sobre unos pómulos marcados, y el contorno oscuro de unas ojeras definidas por horas de sueño perdido entre trabajos de medio tiempo. Intenta adivinar lo que dicen aquellos orbes oscuros; quizá cansancio en la superficie, algo vacío en sus iris marrones, como si hubiera una muralla que lo apartara del mundo, pero más al fondo… ¿nostalgia? Le asalta la duda, quiere saber más sobre aquel desconocido, pero de pronto recuerda que ni siquiera ha preguntado su nombre.

 

—SeHun. ––La voz del más alto le sobresalta, el mayor lo había estado mirando tan fijamente que no se dio cuenta cuando planteó aquella pregunta; quizá la pensó en voz alta––. Me llamo SeHun. ––Repite el chico luego de percatarse del brillo de confusión en la mirada de LuHan.

—Ah… ––Una sonrisa tal vez demasiado amplia y repentina se dibuja en los labios del más bajo––. Yo soy LuHan, mucho gusto.

 

El chico de fascinante cabello bicolor se limita a asentir, provocando que la sonrisa de LuHan se desvanezca, como una breve ilusión.

Ahora SeHun ya está terminando la curación, pone el pedacito de gaza y sobre éste, otro de tela adhesiva. Sus manos se rozan. Un fugaz destello de luz aparece al momento de tocarse, y un ligero aunque agradable dolor les hace apartar la mano enseguida. Se han dado la corriente.

—Lo siento ––dicen al unísono y las palabras suenan torpes en la boca de LuHan, y las sílabas suenan frívolas en la boca de SeHun.

 

El más alto se limpia las manos en el delantal, mientras LuHan se levanta del asiento para realizar una corta inclinación a modo de disculpa y agradecimiento.

—Muchas gracias… Siento las molestias, lo que derramé lo pagaré, también las copas y vasos, —musita al enderezar su postura, aunque en realidad no importa, y lo sabe, pero tiene la imperante necesidad de disculparse por cada cosa que hace cuando está frente a ese chico.

—No te preocupes, es la inauguración así que no pasa nada. —Responde SeHun, y es la verdad, y no hay nada más que decir.

 

Entonces, sin siquiera despedirse, SeHun sale por la puerta, dejando a un LuHan desorientado, que no sabe qué hacer segundos después y finalmente decide reunirse con JongIn, al fin y al cabo, a eso acudió.

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Encuentra a Jongin en la barra, en el mismo asiento donde lo vio al llegar. Unas copas demás le han teñido las mejillas de un color rojizo, y su tersa piel perlada por el sudor le indica que está “tomando un descanso”, porque seguramente ya ha bailado lo suficiente.

— ¡LuHan! —exclama, esbozando sonrisa nada más ver al rubio—. Al fin llegaste, te había estado esperando. —Una mano del moreno se apresura a rodear el brazo ajeno -el “sano”, por suerte, piensa el rubio-, acercándolo a sí y obligándole a tomar asiento en un taburete contiguo.

—Pues… tuve un pequeño percance en el camino. —LuHan suelta un suspiro, mostrando la curación de su mano a su amigo, que lo mira entre sorprendido y curioso––. Bueno, ya no importa…

—¡Claro que sí importa, LuHan! –Medio grita de pronto y con un ágil movimiento, toma la mano herida del mayor para examinar mejor la curación.

El rubio mira al otro chico entre extrañado y algo asustado por su brusco actuar. JongIn se percata de su error, un poco, pero no demasiado tarde, y de inmediato musita un “lo siento”, para luego reír a carcajadas, desconcertando al más bajo.

—En este momento pareces un ciervito asustado —comenta entre risas, sacándole una sonrisa al mayor de ambos. —Debería decirte así desde ahora.

—Me dices así y no te hablo más –sentencia el otro, bebiendo un sorbo de lo que sea que tuviera el vaso de JongIn que estaba sobre la mesa.

— ¡Hey! –El moreno se apresura a quitarle el vaso al ladrón, derramando todo el líquido en las ropas de ambos durante el proceso.

 

LuHan se queda paralizado. Definitivamente hoy no es su día de suerte, eso queda más que claro luego de dos accidentes en una sola noche. Sus blanquecinos dientes se hacen notar, ciñéndose al rojizo labio inferior, para reprimir de esta forma una exclamación, o un insulto quizá, cuando el líquido frío recorre parte de su estómago, mientras un espasmo sacude su anatomía por completo.

JongIn está tan o más perplejo que su amigo, y un efímero pensamiento pasa por su cabeza cuando ve la expresión del mayor, específicamente, el gesto de sus labios. LuHan, no me hagas esto, no ahora que no estoy en todos mis sentidos… Aparta rápidamente la mirada hacia cualquier otro lugar, ateniéndose a pronunciar una única sílaba en voz bajísima:

—Ven.

 

Y sin más, el moreno toma la mano del más bajo, entrelazando sus finos dedos entre los ajenos, para así jalarlo, obligándole a ponerse de pie. Cuando logra su objetivo, de inmediato rodea la cintura del mayor con ambos brazos, quedando todavía las dos manos unidas. A LuHan, este gesto por parte de JongIn no le parece nada extraño, ya está acostumbrado a aquel trato tan cercano por parte del moreno, “amigos de la infancia” no es una simple frase para ellos, es un hecho que significa “cercanía”, entre millones de cosas más, quizás más de las que cree. La respiración del más alto en su oído le hace estremecer y le relajaba al mismo tiempo, como si de alguna forma sugerentemente letal, el más alto hiciera eso a propósito.

LuHan frunce el sueño, sacando esos raros pensamientos de su cabeza de una buena vez. Algo va mal, y no entiende qué. De un momento a otro, los dedos del menor sobre su cintura, dibujando líneas indefinidas en la mano que sostiene, además de la cercanía de su cuerpo, le hacen sentir diferente, su corazón se acelera y siente mucho calor. Está sofocado. Necesita llegar pronto al baño para mojarse la cara, quiere dejar de sentirse así de mareado, porque si JongIn no lo estuviera sosteniendo, seguramente ya se habría desmayado.

Todo da vueltas a su alrededor, así que se deja manejar por el menor al igual que una marioneta necesita de un titiritero para cobrar vida, o en este caso, para mantenerse en pie.

La música y las voces se oyen sorprendentemente lejanas, distorsionadas, como si se encontrara dentro de una cabina y los sonidos se ampliaran de tal forma que resulten incomprensibles, desarticulados, robóticos.

Pero cuando ya comienza a perder la consciencia, la suave voz de JongIn musitando un “llegamos”, le hace “despertar” sus sentidos y recobrar la estabilidad.

No se ha dado cuenta pero de pronto se halla frente a una puerta de color gris monocromático con las letras “baño” impresas en ella, y un típico símbolo que indica que es para hombres.

A diferencia del ambiente sofocante y un poco enrarecido del resto del club, en aquél sitio se respira “aire fresco”, gracias a una diminuta ventanilla de forma circular ubicada en un extremo alejado de la habitación.

A comparación con el vidrio de la ventana, el del espejo colgado en la pared sobre los lavabos es lo que podría decirse enorme y LuHan piensa que su rostro está indudablemente más pálido de lo normal luego de ver su reflejo en el mismo. La sensación de mareo todavía no se ha ido del todo, así que se zafa delicadamente del agarre de JongIn, y luego abre el grifo de uno de los lavabos para echarse agua en el rostro. El frío del agua le eriza el vello por donde resbalan las gotas frescas.

Kai se acerca con una toalla desechable y con ella intenta limpiar la mancha en la camiseta de LuHan. Ésta se niega a salir, así que el moreno saca otra toalla y la humedece con el agua que sale del grifo, el cual ninguno de los dos ha cerrado.

De pronto, una reminiscencia le viene a la mente a JongIn. Es extraño pero suele pasarle que recuerdos casi olvidados regresan a su memoria cuando bebe alcohol…

Era un día cálido y soleado. El campo era una inmensidad de hectáreas, un mar de pasto y una sencilla cabaña en medio de la nada; para ellos, un refugio único y exclusivamente de su propiedad.

Ambos habían decidido ir al bosque, no eran más que unos cuántos árboles en medio del terreno, sin embargo, las altas ramas y gigantescas copas de éstos, hacían que su joven imaginación creara mundos de fantasía donde los ruidos entre la maleza eran monstruos enormes y feroces, mientras que los gorjeos de las aves en realidad provenían de rugientes dragones.

Caminaron durante horas, perdidos en el pequeño bosque, quizá, después de todo no era tan pequeño, pues ya que el mayor de ellos no tenía más que seis años, su concepción del espacio aún era muy vaga.

Finalmente, llegaron a un amplio claro, a lo lejos se divisaba una alta colina, de la cual nacían millones de diminutas margaritas y otras flores silvestres. JongIn recuerda haberse cubierto el rostro del sol poniendo una mano en su frente a modo de visera y enfoca su vista en LuHan, quien por ese entonces llevaba el cabello castaño oscuro y  la suave brisa se encargaba de mecerlo con suavidad. Sus ojos grandes del mismo color, contrastaban con la piel blanca del chico, la cual resplandecía bajo los rayos solares tal como el diamante, sus rojizos labios esbozaban una sonrisa que parecía tener brillo propio, y el mundo se le hacía repentinamente silencioso, el tiempo se detenía y se le hacía imposible no responder a ella con otra algo más tímida cuando ésta aparecía en el semblante de su amigo.

Kai no olvida la calidez que sintió en su pecho al verle de aquella forma, como si la sangre fluyera vertiginosamente por sus venas en consecuencia de un corazón acelerado, las ganas de que el momento durara para siempre, porque LuHan se asemejaba a un ser divino caído desde el cielo, el más perfecto existente en la tierra, en el universo entero; y lo único que deseaba era acariciar la piel del otro sólo para comprobar que era real y no desaparecería como un hermoso sueño al llegar la consciencia.

Fue mucho más tarde cuando JongIn se dio cuenta de lo que ahora siente por su amigo, de que lo quiere más que simplemente como a uno. Lo ama, le duele en alguna parte del pecho al pensar en ello, es un dolor punzante, que le destroza por dentro con extrema lentitud. Y no puede aguantar las ganas de tocarlo ahora mismo, ya no soporta ese anhelo que le invade a cada segundo por besarle.

No es necesario que hagas eso… Ya lo haré yo cuando vuelva a mi departamento ––musita el rubio. JongIn regresa súbitamente a la realidad, aunque se olvida de donde está, de lo que hace y pretende. Ni siquiera se detiene a pensarlo cuando sus manos sueltan la toalla de papel que sostenían hasta el momento y una de ellas se alza, se posa tras la nuca del más bajo y le atrae hacia sí para juntar sus labios con los ajenos en un inesperado y fútil beso.

LuHan emite una exclamación de sorpresa, pero se calla de inmediato y muerde su labio inferior reprimiendo una exclamación al sentir un contacto frío, pero a la vez sumamente suave sobre su mejilla. Los dedos de JongIn se deslizan como si lo hicieran por la superficie más frágil, formando círculos y líneas sin forma ni intención de ella; caricias lentas, como si cualquier movimiento en falso pudiese romper la piel del mayor en mil pedacitos, porque así lo siente ahora que cae medianamente en la cuenta de lo que está haciendo: LuHan se romperá, quebrará, desaparecerá. Y entonces ya no quedará nada.

Quizá es porque LuHan está excesivamente mareado y confundido, o podría ser que la bebida de Kai sobre la barra haya tenido otro componente…, o tal vez es sólo porque aún no cae en la cuenta de su situación, de que ese momento podría arruinar años de amistad, de miradas confidentes, de hombros como pañuelo de lágrimas, de risas histéricas bajo la luz de una linterna, peleas que duran un segundo y cúmulos de felicidad apilados por año y fecha que poco a poco se vuelven recuerdos nostálgicos. Sólo se limita a dejarse llevar por los labios de Kai, que ahora se mueven sobre los suyos.

El futuro es cada vez más incierto y un muro resquebrajado ha terminado por desmoronarse.

En la mente de JongIn se libra toda una batalla, la razón frente a sus sentimientos. Será el beso más esperado durante toda su vida, desde que comienzan sus recuerdos, pero, ¿cómo saber si es correspondido a la fuerza, por un deseo momentáneo, o en cambio, los actos de LuHan están movidos por un sentimiento verdadero? Sin embargo, no es momento para pensar en eso. Es él, el amor de toda su vida, por quien ha esperado durante tantos años, porque si estuvo con chicas muchas veces no fue más que en un intento de celar a su amigo o de intentar que el amor que sentía por él derivara en uno hacia otra persona, porque se desveló noche tras noche pensando en una declaración que jamás llegó a hacer, y es que el miedo era más fuerte, siempre lo es, pues prefería soportar todo el dolor y la furia, a perderle. Se imaginó aquella situación una y mil veces, en lugares, instancias y con reacciones diferentes por parte del rubio. Por un tiempo, incluso no distinguía la realidad de sus sueños, tanto así que llegó a creer que había enloquecido. ¿Se puede enloquecer de amor? Sí, él lo estaba, lo está. Total y completamente demente y por nada del mundo desaprovechará esta oportunidad que le ha dado el destino.

Y con esa última sentencia por parte de JonIn, el beso comienza, poco a poco a adquirir firmeza. Aquél que en un principio era lento, pausado, una sutil caricia que envolvía un par de bocas indecisas, se torna cada vez más acelerado, llegando a quitarles la respiración más temprano que tarde. LuHan percibe el aliento de JongIn, una mezcla de alcohol y menta fresca, lo que por alguna extraña razón le hace volver a sus sentidos.

Vamos, LuHan,  tú no estuviste bebiendo, entonces ¿por qué haces esto?

No está bien…

Es Kai.

Y ese último pensamiento lo resume todo.

—Kai… -La voz de LuHan no es más que un leve murmullo. Se aclara la garganta, reclina la espalda apoyándola contra el lavabo y pone ambas manos en el pecho de JongIn para así establecer cierta distancia entre ambos, la suficiente para que puedan quedar frente a frente y sus miradas se encuentren.

 

El otro chico se separa con algo de renuencia. Dos pares de ojos se observan en completo silencio, y de pronto el mundo desaparece. JongIn quiere decir algo, pero no halla las palabras en medio del desastre que dejó en él la bebida alcohólica, y porque, además, aquello que dirá es algo que le ha llevado planear toda una vida.

—LuHan. Escucha atentamente porque he estado esperando mucho para decidirme finalmente a decir esto, y este es el momento, lo sé. El punto es que yo... Te quiero confesar que…

 

SeHun irrumpe en el cuarto de baño con una cubeta y un trapo. Se queda paralizado al ver la escena frente a sus ojos, decidiendo en el trascurso de un segundo si debería dar media vuelta y regresar sobre sus pasos, o entrar sin más en la habitación. Aun si fue por un corto lapso de tiempo, fue el suficiente para que LuHan y JongIn notaran la presencia de un tercero, ambos dirigen su vista casi al mismo tiempo hacia SeHun, que observa el espectáculo desde el umbral de la puerta.

 

JongIn se pregunta una y otra vez qué demonios está haciendo ese chico ahí sin moverse un milímetro. ¿Por qué ahora? ¿Es que acaso tiene un retraso mental o qué? No puede evitar que todo el odio que siente por ese chico derive en una asesina mirada. Y así es como la oportunidad de su vida se evapora entre sus labios, en tan sólo milésimas de segundos, que es cuando el tiempo avanza y su cuerpo se niega a reaccionar, mientras sus pupilas siguen a un muchacho de cabello completamente rubio, quien está demasiado lejos de su alcance, y que desaparece mimetizado entre una masa de cuerpos en movimiento, como el humo de un cigarrillo que se mezcla con el aire.

Cuando los pies de JongIn obedecen por fin a su mente, la figura de LuHan ya es demasiado lejana.

Sus pensamientos son una maraña de ideas vagas en las que una frase es lo único que parece claro por sobre todo lo demás: LuHan me odia.

Y la absoluta certeza en su interior sobre esa frase deriva en una necesidad ardiente por borrar sus pensamientos casi coherentes con más alcohol del que ya circula por sus venas.

De pronto se halla nuevamente sentado en el taburete donde LuHan lo encontró hace unos minutos atrás.

Por suerte (o quizás no sea “suerte” precisamente), sus pensamientos son fácilmente sumergidos en vasos de cerveza, vodka, whiskey, ron y quién sabe qué otros tipos de bebidas alcohólicas, de todas formas, mañana no lo recordará.

Pero al contrario de lo que pensaba, beber una enorme cantidad de alcohol sólo hace que su cabeza de vueltas y más vueltas, y que sus emociones parezcan turbias y aún más dolorosas. De pronto no sabe dónde se dirige, porque ya nada importa.

La ira, la frustración y un cúmulo de emociones de toda clase se acumulan en su interior como una bomba a punto de estallar, la cual deriva en un violento e irrefrenable golpe en la pared, justo al lado de la puerta trasera del club, donde quién sabe cómo fue a parar.

Allí, en medio un callejón iluminado únicamente por la tenue luz de una farola, detrás de un club del que ni siquiera recuerda el nombre, con el etanol fluyendo por sus venas; le es imposible reprimir un brote de lágrimas saladas, un par de huesos trémulos que caen pesadamente sobre el pavimento y un millón de pensamientos enredados que parecen difuminarse cada vez más en el vacío que siente en su pecho.

Notas finales:

¡Espero que les haya gustado! Gracias por leer y no olviden dejar sus reviews~. {♥}

Actualizaré el próximo domingo, probablemente.


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