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Malvarrosa por Baddest_Female

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Notas del fanfic:

Creo que como revise una vez más esta fanfic antes de subirlo, explotaré(?).

No tiendo a escribir cosas románticas... ni cortas; así que no sé cómo habrá quedado, espero que os guste Dx

 

Aclaraciones


El nombre de Aoi(葵) se traduce como Malvarrosa o Flor de malva o Malvaloca(que es todo lo mismo).

Aoi(葵) es nombre unisex: sirve tanto para mujeres como para hombres.

El diez de marzo es el día en que se formó the gazette.

 

No recuerdo mucho de esa época: quizá simplemente ha pasado mucho tiempo; quizá sencillamente no quiero acordarme por lo hundido que estaba. Era…  el capitán de un barco a la deriva.

Y un capitán jamás abandona su barco.

Ni siquiera cuando el viento se ha llevado el mástil;  ni siquiera cuando la corriente ha destrozado media eslora; ni aunque la mitad de compartimentos, estén inundados.

 

Aquella mañana, como todas las restantes, me preparé un café bien cargado para despejarme; queriendo que ese líquido repleto de cafeína, se me tragase poco a poco; consumiese mi tristeza.

Lástima: nada de eso que ansié, ocurrió.

Encendí el televisor mientras me preparaba el desayuno, sin reparar siquiera en qué canal lo hube dejado anoche. Solo quería oír el sonido de fondo, para sentirme un poco menos solo.

-          Bueno… quizá es más complicado de cómo usted lo ve.

Su voz… no pude siquiera evitar que mi cabeza girase hasta poder clavar mis ojos en la pantalla de donde habían salido aquellas palabras. Su sonrisa, sus facciones, sus ojos… todo ello cayó, como un balde de agua helada, sobre mis hombros.

Estaba más que claro que no había logrado superar el pasado, que no había sido capaz de pasar página. No había nada más patético en el mundo que mi existencia; y nada más grande que mi desgracia.

Ese muchacho tan hermoso que aparecía en esos momentos en ese programa matutino, Tanabe Yutaka, ese escritor tan y tan de moda entonces… no era, ni más ni menos, que mi ex pareja.

Los carteles anunciando su nuevo libro, sus apariciones en televisión, su nombre en todos lados… estaba más que claro que una persona como él, no se iba a poner a llorar porque alguien como yo, hubiese cortado con él.

Todo lo referente a su persona era tan y tan dañino para mí…

-          En su nuevo libro… la protagonista femenina, Aoi, es… –no dejé siquiera que el reportero acabase la frase; apagué el televisor tirando el mando lejos de allí, desmontándolo: de forma que las pilas rodaron hacia algún lugar.

Las ganas de desayunar, se esfumaron más rápido que mi relación con ese hombre.

Debía ir a trabajar.

 

Se desplomó agotado sobre el sillón tras horas y horas de escribir sin parar. Siempre había creído que ser escritor era el trabajo más fácil del mundo. Solo tienes que dejar aflorar tu imaginación, y plasmarlo luego en un papel, ¿no?

Convivir con él me había enseñado la frustración y el desgaste psicológico que repercutía su profesión. Llevaba setenta y dos horas sin dormir.

 

Se le veía tan hermoso cuando se acurrucaba sobre cualquier lugar tras largos ratos delante de su portátil… solo conseguía que me enamorase más y más de él.

-          Yuu, acércate –profirió. Yo, aunque estaba ocupado con otras cosas en esos momentos, no dudé ni un instante a la hora de obedecer.

Una vez cerca y de cuclillas delante de él, no se le ocurrió nada más que rodear mi cuello con sus fuertes brazos, y besarme de esa forma tan dulce que solo él conocía.

 

Mi rutina casi parecía un espectáculo: evitando a toda costa cualquier anuncio en el que saliese su rostro, cualquier lugar en que pudiesen estar hablando de él. Me aislé tanto tratando de rehuir su presencia, que apenas salía de casa; apenas me relacionaba con nadie.

Un viejo cascarrabias y depresivo; no era más que eso.

No paraba de preguntarme… ¿cuántos años de mi vida voy a malgastar eludiéndote? Y más aún, ¿cuánto tiempo pasará hasta que tu presencia, mi amado Yuta, deje de hacerme daño?

De solo pensarlo, me ponía a llorar.

 

Días más tarde –semanas quizá– me atreví a romper mis hábitos y decidí aceptar la invitación de un viejo amigo para ir a tomar algo en un Starbucks cercano a la estación de Shibuya, ciudad en la que residía él.

Tal y como suponía, su rostro volvía a estar en televisión. Suspiré resignado y retuve las ganas de marcharme.

-          Joder Yuu, ¿cuántos años tienes? –La voz de ese hombre, Akira, me sacó de mis pensamientos.

Solo sonreí. Aquello me hizo darme cuenta, que estaba mil veces más demacrado por la depresión de lo que hubiese llegado a imaginar.

Akira se sentó frente a mí y empezó a contarme todo aquello que había ocurrido en su vida desde la última vez que nos vimos: un par de años antes. Yo escuchaba con atención, sin dejar de pensar –ni un segundo– en la sonrisa tan hermosa, y los hoyuelos tan preciosos, que tenía mi amado Yutaka.

Creí que no le olvidaría jamás.

Los recuerdos solo afloraban mi memoria, torturándome: ese diez de marzo.

-          Terminamos –dije. Mis ojos estaban tan llenos de lágrimas y mi corazón palpitaba tan rápido; que apenas podía respirar.

Él dejó su taza de café sobre la mesa y saboreó en sus labios el último sorbo antes de mirarme; de mirarme con frialdad y total desidia.

Se me rompió el corazón en mil pedazos.

Solo había un motivo, le había engañado con otro. La culpabilidad podía conmigo de tal forma, que solo pude cortar mi relación con él: sin siquiera dar explicaciones; explicaciones que él tampoco exigió.

-          Como quieras –manifestó.

Pagó nuestra merienda, y se marchó: llevándose consigo todo mi ser; mis ganas de vivir.

La frialdad con la que reaccionó; todavía hoy, me hace daño.

 

Tres meses más tarde, la emoción por la salida de ese librohabía pasado casi por completo; los anuncios estaban obsoletos y sus apariciones en televisión se habían reducido hasta no ser más que historia.

Sentí que podía volver a mi rutina diaria. Aunque su presencia siguiese haciéndome daño.

 

De vuelta del trabajo a casa, en el metro abarrotado, me vi obligado a sentarme al lado de un adolescente de baja estatura; con sus cabellos castaños y sus puntas rubias. Me llamó la atención. Más esas gafas de pasta que casi parecía llevar solamente por imagen y no por necesidad.

Leía el libro de mi amado Yutaka, fue lo primero en lo que me fijé. Traté de mirar al frente pero… algo dentro de mi me incitaba a leer qué había escrito.

Solo sabía que era una historia de amor.

“Quizá le mentí en muchas cosas… por alguna razón, algo en mi cabeza me decía que si era del todo sincero, todo se desmoronaría. Mi preciosa Aoi siempre será demasiado importante para mí. Hubiese dado mi vida por ella… Pero, en vez de eso, le mentí.

Solo ansiaba su felicidad. ¿Tan malo era? A veces, no dejaba de preguntarme cómo lo había hecho para tener a una persona tan maravillosa a mi lado. Lástima que tan rápido como vino, se fue.

Ese día, un triste diez de marzo, el ramo de malvarrosas; terminó en la papelera.”

Mi corazón dio un vuelco y una triste lágrima se deslizó por mi mejilla.

¿Así terminaba ese libro que tanto amor le había puesto mi Yutaka? ¿Con la ruptura de ambos protagonistas, Kai y Aoi, un diez de marzo; como nosotros?

Con la depresión; casi había olvidado lo mucho que yo había amado esas flores.

 

Cuando abandoné la estación, me vi impulsado hasta una librería cercana.

Compré aquel libro sin pensar en nada y, aunque tenía más de quinientas páginas, una vez llegué a casa no tardé ni una hora en leer la mitad del mismo.

Solo detuvo mi ritmo frenético de lectura cierto párrafo que consiguió cortarme la respiración.

"Ella era de ese tipo de mujer que se pasa horas mirando por la ventana. Fuese de día; fuese de noche: cuando abría la puerta para ver como estaba, siempre me la encontraba en mil posiciones posibles viendo el paisaje como si fuese lo más interesante del mundo.

Yo la miraba a ella de la misma manera en que ella miraba los pájaros revolotear; los árboles mecerse con el viento; la gente, tranquila, paseando por la calle...; entre mil otras cosas que yo no lograría ver jamás, y ella sí. Era la persona más inteligente con la que haya tenido la ocasión de intimar, quizá no la más bella... pero eso poco importaba; lograba hacerme sentir cosas que ninguna otra había conseguido: por muy bella que fuese o por muy esbelto cuerpo que tuviese.

Sus mejillas al sonreír, su voz, las palabras que proferían de su boca con tanta gracia; con tanta razón, no las olvidaría jamás. Por muchos meses, años o décadas que pasasen."

Sentí pararse mi corazón.

No supe si sentirme alagado porque hubiese dedicado un libro a nuestra corta relación, o ofendido porque me hubiese retratado como una mujer… lo único cierto era que; mis lágrimas empaparon las hojas de papel, difuminando aquellas letras.

 

Me levanté tan rápido de la silla, que la misma se fue para atrás. Luego me di cuenta que, desde que se marchó, no había vuelto a quedarme abstraído observando a través de ninguna ventana.

 

Quise ir al balcón, pero me detuve en ver el periódico doblado sobre la encimera de mi cocina americana.

En un rincón, su foto llamó mi atención.

Aquella tarde estaría firmando libros en la misma calle en la que yo vivía; a pesar de que me había mudado tras haber cortado con él y Yutaka nunca supo de esa dirección.

Él siempre decía… que si dos personas están destinadas a estar juntas, lo estarían sucediese lo que sucediese.

 

Me vi corriendo bajo la tremenda tromba de agua que caía hacia aquel pequeño comercio donde había leído; estaría aquel hombre de sonrisa preciosa.

Entré a toda prisa, y poco me importó toda esa gente que estaba haciendo cola; los aparté de malas formas hasta posicionarme el primero en la fila, plantándole el libro a Yutaka delante de sus narices.

Él sencillamente me miró y en esos momentos… no supe si esa mirada de sorpresa auguraba algo bueno; o algo malo.

-          Yuu… –musitó mi nombre.

La ira acumulada no me permitió más que asestarle una fuerte bofetada.

El silencio sepulcral que inundó la sala tras ello, me dio a entender que todos me habían visto; y me habían oído.

 

Me vi apartado por alguien más alto que yo; y, aunque me revolví, casi logró sacarme de la tienda.

-          Kouyou… detente –le exigió Yutaka.

Su representante simplemente dejó de ejercer fuerza y yo le aparté de un empujón; mirándole justo después. Allí estaba: ese hombre tan hermoso físicamente que logró que engañase a la única persona a la que sería capaz de amar.

Me sentí miserable.

Tanto, que solo alcancé a marcharme por donde había venido.

 

Pero él me detuvo.

 

Cuando sentí su agarre en mi muñeca, sencillamente me giré. ¿Cuántos meses hacía que no le tenía tan cerca?

Es más, ¿cuánto hacía que no le veía en persona?

Se me clavaron mil espinas en el corazón.

 

Y me besó.

Aun bajo la lluvia y con todos los rincones de mi piel tiritando, correspondí como si me fuese la vida en ello. Cerré mis ojos y enrosqué mis brazos en su cuello.

Deseé, si aquello era un sueño, no despertarme jamás.

-          Imbécil… –protesté; me puse a llorar.

Volvió a unir nuestros labios: me mandó callar de esa forma tan grácil.

-          Te lo dije… –susurró contra mi boca–, estamos destinados a estar juntos.

Reí antes de volverle a besar. Habíamos entrado en un bucle del que sería difícil salir.

-          ¿Malvarrosa? –proferí–, ¿en serio? ¿No se te ocurrió nada mejor?

-          Pensaba en ti… siempre pienso en ti…

Creí que no podría ser más feliz.

 

-          Te engañé… –confesé sobre sus labios, apretándole más fuerte como si supiese que iba a dejarme por ello– con Shima…

-          Lo sé… siempre lo supe.

El contacto entre nuestras bocas, jamás se rompió; por muy duro que fuese aquello.

-          Te perdoné mucho antes de que tú te perdonases a ti mismo… –prosiguió.

Aunque solo estuvimos cuatro meses juntos, me conocía mejor que nadie.

Destino, decía; él siempre creyó en el destino. Pensaba que si estábamos destinados a estar juntos, lo estaríamos de cualquier forma.

Yo siempre creí que habíamos ido demasiado rápido y que, por ello, todo se rompió.

Pero nos unía un hilo rojo, uno que no iba a romperse de ninguna de las maneras.

Cometí errores, tropecé y le hice daño; nos hicimos daño.

Pero el amor verdadero es capaz de romper muros, de tumbar murallas y mover montañas.

Por desgracia para él y suerte para mí… me amaba tanto que me hubiese perdonado cualquier cosa. E iba a compensárselo un millón de veces si era necesario, iba a amarle hasta el día en que muriese; porque no había más persona a parte de él que fuese capaz de hacerme feliz.

-          No voy a separarme de ti nunca más –susurró.

Sonreí, con los ojos llenos de lágrimas y las mejillas empapadas en gotas de lluvia.

-          De todas formas, tampoco te iba a dejar que lo hicieses.

Notas finales:

CUANTO AMOR.

No puedo creer que yo haya escrito algo así... xD

 

Es una pareja rara... Aoi con Kai...

aunque siendo Aoi taaaan irresponsable e inmaduro y Kai tan responsable y con la cabeza sobre los hombros, supongo que podría funcionar xD al menos así Aoi tendría alguien que le guiase por el buen camino(?) xD 

Kai pega con todos, es todo un semental(?).

 

Es el segundo fanfic así cortito que escribo... sigo queriendo hacer un drabble...

 

algún día conseguiré escribir algo que tenga menos de mil palabras... xDDDD

 

 


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