Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¡Montemos en la noria! por AndromedaShunL

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Un fic que escribí precisamente para celebrar que ya llevo un año en esta pa´gina tan maravillosa! Un año desde que publiqué el primer capítulo de ''Dime que fue por amor''. Pero no será el último, ni mucho menos!

El día exacto fue el 31, pero lo subo hoy por otras cuestiones.

Quería dar las gracias a todos aquellos y aquellas que leen mis historias y se impacientan por leer la continuación. Sin vosotros no sería lo mismo!

<3 <3 <3

Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenecen, sino que son propiedad del gran Masami Kurumada.

    Era una mañana tranquila en la mansión Kido, como cualquier otra después de que todo hubiese llegado a su fin, luego de tanto tiempo esperando. Shiryu, Seiya y Hyoga veían la televisión en el salón. Seiya, que era quien tenía el mando, no dejaba de cambiar de canal y no les dejaba ver a los demás lo que ellos querían o consideraban entretenido.

—¡Eh! ¡Deja eso! —Exclamó Hyoga, pero Seiya volvió a cambiar.

—¡No! ¡Espera! —Gritó ahora Shiryu.

—¡Seiya! ¿Quieres dejar algo ya?

—¿Pero no véis que no echan nada?

—¿Cómo lo vamos a ver si no dejas de cambiar? —Protestaron los dos.

—Por cierto, ¿dónde está Saori?

—Pues no tengo ni idea —contestó el rubio.
    

    Oyeron los pasos apresurados de alguien que bajaba por las escaleras de la mansión y que tropezó en el último peldaño, perdiendo el equilibrio pero sin caer al suelo. Shun entró en el salón con la respiración agitada y se paró bajo el marco de la puerta.

—¿Qué ocurre? —Preguntó Seiya.

—¡Las he conseguido! —Exclamó recuperando el aliento—, ¡las entradas para el parque de atracciones!

—¡¿En serio?! —Preguntó Hyoga y Shun asintió con la cabeza.

—Míralas. Me acaban de llegar por correo.

—¡Pero sólo son cuatro! —Protestó Seiya—. ¿Qué pasa con Saori?

—Lo siento, pero sólo sorteaban estas...

—No tiene importancia —dijo la diosa apareciendo por la puerta—. Id al parque de atracciones, de todas formas, yo tenía una reunión esta tarde.

—¿De qué se trata? —Preguntó Shiryu.

—Nada importante, asuntos económicos de la organización.

—¿Entonces no vendrás? —Volvió a preguntar Seiya y Saori negó—. Vaya...

—Espero que lo paséis bien. Yo voy a preparar las cosas ya.
    

    Se despidió de cada uno y salió del salón, y unos minutos después salió de la mansión acompañada por Tatsumi.

—Bueno, ¿queréis ir? —Preguntó Shun con las entradas en la mano.

—¡Claro! —Exclamaron todos casi al unísono.

—¡Bien! Son para esta tarde, ¿a qué hora queréis ir?

—A las cinco estaría bien —dijo Shiryu.

—Sí, me gusta la idea —lo ayudó Hyoga.

—Entonces a las cinco. ¡Estaré esperando impaciente!
    

    Después de comer cada uno fue hasta su habitación para reposar la comida y tener sus momentos de intimidad. Hyoga leía echado sobre la cama, Shun escuchaba música desde su balcón, Seiya dormía y Shiryu hablaba con Shunrei por teléfono.

—Creo que seis capítulos por hoy está bien —dijo el rubio cerrando el libro y dejándolo al lado sobre la mesita.
    

    Se echó boca arriba sobre las sábanas y se quedó mirando al techo. Había algo que no lo dejaba descansar, que le oprimía la mente todo el tiempo y le hacía palpitar el corazón a más velocidad de la normal. Sabía perfectamente lo que era, pero no quería admitirlo, tan solo pensarlo. Le gustaba pensarlo. Le gustaba pensar en él, en todo lo que habían vivido juntos, en todo lo que habían compartido, aunque no hubiera sido mucho. Le gustaba, le quería... e incluso le amaba.
    

    Toc, toc. Llamaron a la puerta y él se extrañó. Dejó sus pensamientos a un lado y se levantó para abrir y ver de quién se trataba.

—Hola.

—¿Shiryu?

—¿Puedo pasar? Me gustaría decirte una cosa antes de ir al parque de atracciones —le pidió.

—Claro, adelante.
    

    El moreno se sentó sobre la cama de Hyoga y éste a su lado. Se intercambiaron unas miradas que significaban que no sabía por dónde empezar a hablar.

—Hyoga —lo llamó—, verás, hablaré claro: sé perfectamente que te gusta Shun —estas palabras hicieron que el calor y los nervios recorrieran el cuerpo del rubio de los pies a la cabeza y se quedase atónito ante aquella afirmación—. Esta es tu oportunidad perfecta para decírselo —continuó.

—Shiryu, creo que te estás precipitando.

—No, no lo hago. Él también te mira, no con la misma intensidad, pero te mira... estoy seguro de que si se lo confiesas él te aceptará.

—Yo no estoy tan seguro. Además, no me gusta, es solo que... es solo que... —no sabía qué inventarse.

—¿Solo que? —Lo incomodó shiryu aún más y sonrió—. Vamos, Hyoga, a mí no puedes engañarme. Mira, me llevaré a Seiya conmigo cuando se lo quieras decir y así os dejamos espacio, ¿vale?

—¡Shiryu! —Exclamó poniéndose rojo.

—¿Qué pasa? —Preguntó sin dejar de sonreír.

—¡No es encesario! —Sus mejillas se encendían cada vez más.

—¡Si lo estás deseando!

—Bueno, yo...

—Entonces decidido —sentenció levantándose de la cama—. Organízate un discurso, no vayas a quedar como un tonto delante de él —rio.

—¡Shiryu! —Exclamó de nuevo, pero éste ya había salido de su habitación—. ¡Será posible!
    

    Hyoga suspiró fuertemente y se echó sobre la cama casi al salto. No podía creerse lo que acababa de pasar. ¿Cómo se había enterado Shiryu de aquello? ¿Acaso era demasiado evidente? Esa idea lo asustaba, ¿y si Shun lo sabía también? No, él no podía haberse enterado. Había tenido cuidado para guardar las apariencias, pero parecía que al dragón no se le escapaba una.
    

    Volvió a suspirar más suave, y cerró los ojos con expresión seria y algo enfadado, pero esta se fue desvaneciendo poco a poco para dar lugar a una en la que se reflejase el nerviosismo que le recorría ahora el alma. ¿Qué iba a hacer? Shiryu ya había cerrado el asunto y parecía muy convencido de ello. Por un lado se lo agradecía, pero por otro no podía dejar de temblar. ¿Qué iba a hacer?, se preguntaba una y otra vez; ¿por qué tenía que pasarle eso a él?

    

 

    Afuera, en el balcón, el sol lo bañaba de luz mientras no dejaba de contemplar las entradas que aún tenía entre sus manos. No podía dejar de pensar en cualquier cosa, por tonta que fuese. Quería subirse a la noria, a la casa del terror, a la montaña rusa... a todo. Pero seguramente el único que se animaría sería Seiya.
    

    Suspiró sin saber muy bien por qué y sin previo aviso le entraron unas ganas terribles de montarse a algo con Hyoga. Se preguntó si a él le gustarían las atracciones de velocidad y sonrió pensando la cara que pondría en una si no fuese así.
    

    Cerró los ojos unos segundos para disfrutar del sol del verano y se dio cuenta de que ya había pasado un año desde que todas las batallas habían terminado. Ahora, podían descansar en paz, estudiar, trabajar, o simplemente pasear y tumbarse en el sofá sin mayor preocupación que buscar un canal en la televisión que estuviese interesante.
    

    Por supuesto, no echaba de menos las peleas, aunque sí sentirse vivo mientras peleaba. Por ello todas las mañanas salía de la mansión y se iba a correr o a nadar o a hacer algo de deporte por tonto que fuese. Se sentía vacío si no se movía, si no hacía por lo menos una flexión. Sonrió al pensarlo. Cada vez se parecía más a su hermano, al menos en lo que al deporte se trataba.
    

    Su hermano.
    

    Cada vez que este aparecía de nuevo por allí iban juntos a cualquier lugar y se lo pasaban en grande. Disfrutaba cada segundo que pasaba con Ikki como si fuese el último, y cuando éste se despedía de él se le despedazaba el alma por completo, pero siempre pensando en que iba a volver, pasase lo que pasase, fuese a donde fuese.
    

    Se levantó de la silla y entró en su habitación para mirar qué hora era.

—¡Si ya son las cuatro y media! —Se alarmó. Aún tenía que ducharse y vestirse antes de salir.
    

    Se apresuró y cogió todo lo que le hacía falta para llevar al baño y pasó por el pasillo corriendo, chocándose con Seiya y tirándolo al suelo, pero sin frenar su marcha.

—¿Pero qué te ocurre? —Preguntó este mientras se levantaba.

—¿Seiya? —Lo llamó Hyoga saliendo de su cuarto, ya vestido y arreglado—. ¿Qué haces ahí tirado?

—¡Parece que Shun está alterado!

—¿Y eso?

—No sé, se ha metido corriendo en el baño. Yo que tenía que peinarme... tendré que ir al otro —suspiró.

—¿Peinarte? ¿Desde cuándo? —Se burló.
    

    Seiya le lanzó una mirada fulminante, pero Hyoga siguió riéndose, así que se fue por el otro lado dejándolo solo en el pasillo.

—¿Por qué te ríes tanto? —Preugntó Shiryu que acababa de subir por als escaleras.

—De... vaya, se me ha olvidado, jaja.
    

    El moreno lo miró pensando que el rubio era un poco tonto, pero la risa se le contagió y rieron los dos. Cuando Hyoga intentó parar, vio a Shiryu riéndose y la risa volvió a él, y viceversa, y así hasta un buen rato después, cuando Shun ya salía del baño vestido y arreglado.
    

    Se paró en frente de aquellos dos que de tanto reír se les saltaban las lágrimas y se preguntó qué mosca les había picado.

—¿Pero de qué os reís? —Dijo sonriendo y empezando a reír él también.
    

    Los otros dos le miraron e hicieron amagos de contestar, pero la risa se lo impedía y solo consiguieron que Shun se echase a reír también con ellos. Aquéllo parecía un compelto caos.
    

    Por fin, Seiya apareció por el pasillo y vio a los tres riéndose y casi cayéndose por los suelos.

—¿Pero se puede saber qué os pasa? —Preguntó algo molesto.
    

    Hyoga lo miró y de pronto recordó la broma que le había hecho y que había provocado todo aquel espectáculo, lo cual le hizo estallar en una gran carcajada en la que les siguieron los otros dos mientras Seiya permanecía de pie mirándolos.

—Para que luego me vengáis diciendo que soy yo el que necesita un psicólogo... —dijo indignado y entró en su habitación para vestirse.
    

    Cuando salió, después de unos diez minutos, Shiryu, Hyoga y Shun aún estaban en el pasillo riéndose un poco más calmados.

—Dios, me duele la boca —dijo Hyoga.

—Te odio —dijo Shiryu sin dejar de reír.

—Desde luego estáis tontos...
    

    Shun se levantó del suelo, pues se había tenido que sentar y apoyarse en la pared para continuar riendo, e intentó ponerse lo más serio que le permitió el ataque de risa (apenas lo logró, pero pudo hablar):

—Bueno... creo... que es hora de ir al parque... de atracciones —dijo intentando contener la risa sin mucho éxito.

—Sí... —asintió Hyoga en la misma situación.

—Bueno, pues si ya terminásteis podemos ir yéndonos, que tenemos que coger el autobús, ¿no?

—Sí —contestó Shiryu—. Está un poco lejos.

—Pues vamos.
    

    Salieron de la mansión ya calmados, sin más ataques de risa, y fueron hasta la parada del autobús el cual no tardó ni dos minutos en aparecer. Les dejó una calle antes de la que era y caminaron un poco hasta llegar a la entrada del parque. Estaba todo lleno de gente y de niños que correteaban por allí, algunos siendo perseguidos por sus padres por no quedarse quietos.

—¡Uau! —Exclamó Shun—. Es mucho más grande de lo que parece por la tele.

—Vaya que sí —dijo Seiya contemplándolo.

—¡Y más grande que parecerá por dentro! ¡Vamos! —Les animó Shiryu.
    

    Entraron por fin y cada uno quiso ir por un sitio diferente: Seiya quería ir a los puestos de dar al blanco, Shun a la noria, Hyoga a los coches de choque y Shiryu a la heladería.

—Claramente primero tenemos que probar nuestra puntería —dijo Seiya.

—Hace mucho calor, podríamos refrescarnos antes con un helado —intentó convencerles Shiryu.

—¡Pero los coches de choque siempre son lo primero! —Exclamó Hyoga.

—¡Yo quiero montarme en la noria! —Dijo Shun.

—La noria ahora está muy cargada, sería más divertido ir más tarde cunado no haya tanta gente —explicó Shiryu.

—Tienes razón... entonces voto por comer un helado.

—¡No! —Exclamó Seiya.

—Está bien. Venga, Seiya, luego iremos contigo —rio.

—¡Pero!

—¡No seas cabezón! —Le reprochó Shiryu—. No nos llevará ni diez minutos.

—Vaaale...
    

    Después de decidir esto se pusieron a buscar un puesto en el que vendiesen helados, cosa que no fue nada fácil, pues la gente iba y venía y había un montón de puestos más esparcidos por todos los rincones.

—¡Mirad! —Exclamó Hyoga, haciéndose oir entre la gente y la música de las atracciones—, ¡allí hay uno!
    

    Se apresuraron a ir pues no había mucha gente en la cola y esperaron. Cuando llegó su turno, cada uno pidió su helado: Seiya y Hyoga uno de fresa, Shun uno de chocolate, y Shiryu uno de turrón.

—¿Y qué hacemos mientras? —Preguntó Shun.

—Podemos ir buscando lo de Seiya —propuso Shiryu.

—¡Sí! —Exclamó pegaso—, ¡vamos!
    

    Antes de llegar todos menos Shun ya habían terminado el helado. Seiya los había conducido casi por todo el parque de atracciones alegando que había visto por la televisión cómo llegar a su destino.

—¿Veis como sabía llegar?

—¡Pero si nos has hecho recorrerlo todo! —Exclamó Hyoga—. Y lo único que teníamos que hacer era girar ahí —señaló con el dedo.

—Tonterías... ¿quién quiere probar primero?

—Prueba tú, es lo que querías, ¿no? —Dijo Shiryu.

—Está bien, aburridos... —se acercó hasta el encargado y compró tres disparos por bastante dinero, pero no le importó—. A ver cuál es el pato que cae primero —dijo concentrándose y apuntando con la escopeta de feria.
    

    Todos lo vieron despercidiar las tres balas en apenas un minuto, sin llegar a rozar si quiera uno de los patitos que daban vueltas en la cinta.

—¡No puede ser! —Exclamó—. ¡Deme otros tres! —Le pidió al hombre, y este así lo hizo.

—Seiya, no te precipites... sabes perfectamente que está trucado —le dijo Hyoga en voz baja.

—¡Me da igual! ¡De aquí no me voy sin mi premio!

—¡Entonces estaremos aquí todo el día!

—Iros si queréis, ya os alcanzaré en un rato —les dijo volviendo a concentrarse en los patos.

—Como tú digas, estaremos en alguno de los sitios de antes —le dijo Shiryu antes de irse.
    

    Después de haber dejado allí a Seiya se dirigieron a los coches de choque, pero a Shun no le apeteció montarse por más que le insistieron. Hasta Shiryu se ofreció para pagarle el viaje, pero no lo convencieron.
    

    Montaron ellos dos y se dieron bastantes golpes. Rebotaban en el asiento hacia adelante, hacia atrás, hacia un lado y el otro, en diagonal... y encima había un hombre en uno de los coches que no dejaba de atacar a todo el que se ponía en medio.
    

    Cuando se les acabaron los viajes salieron los dos llevándose cada mano al brazo contrario, doloridos pero sin dejar de sonreír. Shun fue con ellos y les preguntó qué tal.

—¡Tenías que haberte montado! —Exclamó Hyoga.

—Sí, ¿por qué no quisiste?

—No sé... quería reposar el helado —contestó sin más.

—Aburrido —le acusó Shiryu.

—¡De eso nada! Luego me subiré en la montaña rusa, ¿alguno quiere? —Les preguntó riendo.
    

    Hyoga y shiryu cruzaron la mirada con temor, esperando a que el otro contestase.

—¡A ver quién es el aburrido ahora!

—¿Vas a montar en serio? —le preguntó Hyoga.

—¡Por supuesto! Ya monté una vez en una con mi hermano y me gustó mucho. ¿Quieres montarte conmigo, Hyoga?

—¡¿Qué?! ¡¿Yo?! ¡¿Por qué yo?!

—Pensé que a ti no te daría miedo —Shiryu empezó a reirse.

—¡Claro que no me da miedo! Es solo que...

—¿Entonces te montarás? —Le preguntó poniendo ojos de ilusión.

—¡Pues claro que montará! —Exclamó shiryu—. Si en el fondo lo está deseando, ¿verdad, Hyoga? —Empezó a reirse de nuevo.

—Bueno, yo...

—¡Genial! ¡Vamos ahora a comprar las entradas! —Exclamó Shun y fue directo hasta la montaña rusa, y Hyoga no tuvo más remedio que seguirle mientras miraba fulminante a Shiryu.
    

    No es que la atracción le diese miedo, pero no se había montado nunca a nada parecido y no tenía muchas ganas por el momento de aventurarse a ello. Además, ese tipo de esperas a la cola para montar en algo tan movidito lo ponía de los nervios.
    

    Ya estaban esperando su turno mientras los vagones iban y venían a toda velocidad por los raíles. Shun vio que Hyoga estaba temblando y lo tomó de la mano y le sonrió mirándole a los ojos, intentando hacer que se calmase un poco, pero lo único que consiguió fue que el rubio se pusiese completamente rojo y tuviera que desvíar la mirada para que no se diese cuenta, pero Shun lo notó enseguida.
    

    El corazón de Andrómeda aceleró un poco al pensar en qué podía significar aquello, si era simplemente por montar en la montaña rusa o si por el contrario...

—Hyoga... —lo llamó, y este lo miró.

—Vuestro turno, muchachos —dijo el encargado, y entonces sí Hyoga comenzó a temblar más que antes, olvidando por completo que Shun aún le cogía de la mano.
    

    Montaron en el vagón casi sin darse cuenta y el menor miró hacia donde estaba Shiryu de pie, observándoles con una sonrisa en la boca y comenzando a reírse cuando Shun le señaló al nervioso Hyoga que se sentaba a su lado.

—Oh Dios mío, por qué eres tan cruel —pronunció el rubio en voz alta.

—¡Tranquilízate! ¡Si no será para tanto, ya verás! —Exclamó Shun.

—Qué he hecho yo para merecer esto —continuó.
    

    Bajaron los listones de protección y quedaron unos segundos en silencio, con todo el cuerpo en tensión, sabiendo que de un momento para otro iban a salir despedidos hacia alante para coger la primera curva.
    

    Hyoga miraba al frente sin mirar a nada, con todo el cuerpo tieso como una estaca y las manos agarrando fuertemente los metales como si se fuese a desprender del asiento en cualquier momento. Por otro lado, Shun volvía a mirar a Shiryu con una sonrisa. ¿Cómo era posible que estuviese tan tranquilo?
    

    Una canción nueva empezó a sonar en la atracción y unos segundos después de que comenzara el vagón empezó a correr por los raíles, aumentando su velocidad con cada metro que recorría.
    

    Shiryu, desde abajo, pudo escuchar claramente el grito desgarrador de Hyoga cuando partieron.

—Malditasea... no he dado ninguna todavía... —maldijo Seiya después de perder otras tres balas más.

—¿Vas a abandonar ya? —Oyó la voz de Atenea resonando en su cabeza como un eco—. ¿Te vas a rendir tan pronto, Seiya?

—Rendirme... no... un caballero nunca se rinde...

—Entonces, ¿vas a seguir luchando contra esos malvados patitos que no te dejan ganar un premio?

—¡Sí! ¡Seguiré luchando! ¡No habrá patito en el mundo que sea capaz de derrotarme! ¡Señor! —Llamó de nuevo al encargado—, ¡póngame otras tres balas!

    

   

    Cuatro minutos después el vagón retornó al lugar de donde había salido y Shiryu estiró el cuello para mirar si bajaban ya esos dos. Vio entonces cómo Shun ayudaba a Hyoga a bajar por las escaleras, sosteniéndole y dejando que se apoyase en sus hombros.

—Vaya, vaya, ¿ves cómo no iba a ser para tanto? —Rio el moreno.

—No hables tanto, Shiryu, ¡al menos él tuvo el valor para montarse! —Le reprochó Shun amablemente.

—Bueno... ¿y a dónde vamos ahora? —Preguntó cambiando de tema.

—A sentarnos, por favor —pidió Hyoga.

—Por allí vi un jardín antes mientras dábamos la vuelta —dijo Shun recordando lo maravilloso que había sido ese momento.

—Pues vamos.

 

—¡¡Dame tu fuerza pegaso!! —Gritó Seiya mientras disparaba la última de las balas que le quedaban.    

 

    Ya había perdido la cuenta de cuántos intentos había comprado ya y todos ellos los había fallado. Se estaba quedando sin dinero y la tarde estaba avanzando y él aún no se había movido de aquel lugar.

—¡¡No!! ¡¡He vuelto a fallar!! —Casi gritó.

—No te rindas, Seiya. Eres el caballero de la esperanza, no la pierdas nunca, ni siquiera en un momento como este —volvió a decir Atenea en su cabeza.

—Soy el caballero de la esperanza... ¡no me puedo dar por vencido! ¡Deme otras tres!

 

—¿Te encuentras mejor, Hyoga? —Le preguntó Shun ya sentados.

—Aún estoy mareado, pero esto es la gloria comparada a cuando bajé.

—Tantas batallas para que luego no puedas con una montaña rusa —le espetó Shiryu.

—¡Al menos yo subí! —Contraatacó.

—Voy a ver si encuentro una fuente, que me muero de sed —dijo Shun—. En nada estoy de vuelta.

—Vale —asintió Shiryu—. No te pierdas, ¡eh!

—¡No te preocupes! —Exclamó ya lejos.

—Hyoga... —lo llamó poco después y se sentó a su lado—, ¿has decidido ya lo que le vas a decir?

—¿Qué? ¡No! Es decir... no lo había pensado, no.

—Pues date prisa, porque en cuanto venga pienso dejaros un tiempo para que habléis.
    

    Hyoga abrió los ojos como platos y se puso colorado. Lo miró y vio que no era ninguna broma, lo que le puso más nervioso e hizo que volviera a marearse.

—¿Estás bien? —Preguntó preocupado.

—Sí, solo con ganas de desaparecer...

—¡No seas tonto! No te lo guardes o será peor. Los secretos hacen daño, sobre todo los de este tipo. Cuanto antes sepas una respuesta antes dejarás de darle vueltas al asunto.

—En eso tienes razón... pero, ¿por qué hoy?
    

    Shiryu estuvo a punto de responder pero Shun reapareció entre la gente y se sentó al lado de Hyoga, con los labios aún mojados por el agua. El rubio nunca había tenido más ganas de besarle que en aquella ocasión.

—¡Menos mal que encontré una! Me estaba muriendo de sed.

—Yo voy a beber también —dijo Shiryu y Hyoga lo fusiló con la mirada—. Ahora vengo, ¿por dónde decías que estaba la fuente?

—Por allí —le señaló Shun con el dedo.

—Vale, gracias —se levantó y se fue en esa dirección con intenciones de desviarse lo máximo que pudiera.

—Es increíble la cantidad de gente que hay —comentó Shun mirando de un lado a otro, sonriendo—. La ciudad está viva.

—Pero tanta gente agobia un poco.

—Ellos deben pensar lo mismo que nosotros, ¿no crees? —Le miró.
    

    Hyoga meditó un momento estas palabras y asintió con la cabeza.

—Sí, pero no creo que nadie más esté tirado en un banco mareado después de que su amigo le obligase a subirse en la montaña rusa —Shun rio ante aquello y Hyoga rio con él.

—Pues seguramente muchos más estén así.

—Pero no pensando lo que yo pienso...

—¿Y qué piensas? —Preguntó Shun tras ponerse más serio.

—Pues... pienso... —lo tenía en la punta de la lengua, pero no se atrevía a decir nada, al menos no todavía. Había demasiada gente alrededor y le daba demasiada vergüenza—. Pienso que se me ha olvidado lo que iba a decir —mintió.

—Vaya.
    

    Se quedaron en incómodo silencio hasta que Shiryu regresó con una gran sonrisa que se borró al darse cuenta de que Hyoga no le había dicho nada al final.

—He vuelto.

—Has tardado mucho, ¿no? —Le preguntó Shun.

—Sí, es que la gente hizo que me desviara del camino. Además, había unos niños esperando para beber.

—¿Y si vamos ahora a la noria? —Preguntó Shun ilusionado de nuevo.

—¡No! —Exclamó Hyoga—. Al menos esperad a que me recupere por completo si queréis que me monte en más cosas.

—Podemos ir a tomar una coca-cola o algo mientras tanto —propuso Shiryu—, o simplemente pasar por los sitios a ver si venden cosas interesantes.

—Vale, me parece bien —asintió Shun.

—Vamos pues.

 

—Creo que voy a tomarme un descanso... —le dijo Seiya al encargado, después de haber fallado cuatro veces más.

—¡Mamá, mamá! ¿Puedo? —Le preguntó un niño a su madre mirando a los patitos que daban vueltas en la cinta.

—Está bien, cielo, pero solo una vez.

—¡Bien! —Cogió la escopeta y apuntó hacia los animalillos de plástico que no dejaban de moverse.
    

    Disparó la primera bala y le dio a uno, disparó la segunda y le dio a otro, disparó la tercera y el último patito cayó.

—¡Mira mamá! ¡les di a los patitos!
    

    Seiya se lo quedó mirando atónito. ¿Cómo era posible que aquel niño que no tendría ni siete años hubiese derribado tres patitos con tres balas en el primer intento? Se estiró recuperando las fuerzas y buscando todo su orgullo. Desde luego, no estaba dispuesto a aceptar aquello.

—¡¡Deme otras tres!!

    

 

    Los rayos del sol ya no les daban de lleno en el rostro mientras tomaban unos batidos bien fríos debajo del techo de una de las carpas del parque. Se estaba genial allí, pero Shun no dejaba de pedirles que fuesen ya a la noria.

—Cuando acabemos aquí vamos —le dijo Shiryu.

—¿Quién se montará esta vez?

—Hyoga, ¡que lo está deseando!

—¿Por qué yo? —Preguntó, recibiendo como respuesta una patada del moreno por debajo de la mesa—. Está bien, de todas formas la noria no da tanas vueltas como la montaña rusa...

—¡Bien! ¿Y tú, Shiryu?

—Yo no soy mucho de atracciones. No me importa quedarme abajo.
    

    Shun lo miró no muy convencido pero no dijo nada más. En realidad, le encantaba la idea de montar solo con Hyoga en la noria. No sabía cómo describir el momento cuando se diera... quizás la plabra que buscaba era... ¿romántico?

 

—Juro que esta vez lo conseguiré... —susurró Seiya para sí mismo, poniendo el último billete que le quedaba sobre la mesa.

—Joven, ¿estás seguro de que quieres jugar otra partida? —Le preguntó el encargado algo preocupado.

—¡Claro que sí! ¡Soy Seiya, el caballero de la esperanza! ¡Y nunca me he rendido! ¡No pienso dejar que unos patitos amarillos me tapen el paso para conseguir rescatar a ese osito de peluche que está allí colgado, atrapado entre los brazos de una cuerda!

—¡Este muchacho está loco!

—¡¡¡Deme tres más!!!

    

 

    Habían avanzado despacio hasta llegar a la noria, que se alzaba hermosa sobre las cabezas de todos. Mirándola desde allí abajo daba un poco de miedo pensar en subirse en ella, pero Shun parecía no temerle a nada y decidido compró su entrada y esperó a que Hyoga pagase también la suya.
    

    El cielo se mostraba rojizo por el atardecer del día, y el caballero de Andrómeda agradeció haber esperado tanto para poder montarse en la noria. Después de todo, merecería la pena la espera.

—Pasáoslo bien ahí arriba —les dijo Shiryu antes de que subieran.

—¡Gracias! ¡lo haremos! —contestó Shun.

 

—¡IAAAAAAAA! —Gritó Seiya al disparar la última bala después de haber fallado con las otras dos.
    

    Parecía que el tiempo pasaba a cámara lenta mientras la bala se dirigía hacia su objetivo. Seiya aún tenía la expresión furiosa de cuando apretó el gatillo, pero cuando vio que ésta artavesaba limpiamente a un patito justo por el medio, una sonrisa del tamaño de un planeta asomó a su rostro y la felicidad lo consumió por completo.

—¡¡¡SÍIIIIIIIIIIIIIIIII!!!

    

 

    La noria giraba tranquila y desde la cabina podía verse toda la ciudad y hasta alcanzaban a ver a lo lejos la mansión de la señorita Kido. Eran unas vistas preciosas, sobre todo en ese atardecer. Shun pensó que a partir de ahora este sería su momento favorito del día.
    

    Iban sentados unos en frente del otro, mirando a los lados para ver el paisaje y mirando a Shiryu cuando pasaban por la parte baja. Hyoga, después de unas vueltas, se paró a mirar a Shun a los ojos hasta que este se percató de su mirada. Ambos se pusieron rojos, pero no rompieron el hilo. Hyoga fue quien habló:

—Shun... me gustaría confesarte algo —dijo con los labios temblorosos.

—¿Sí?

—Verás... hace mucho ya... bueno... —no sabía ni por dónde empezar—. Quiero decir... que tú y yo somos amigos desde hace mucho, ¿no es cierto?

—Así es —asintió Shun, que también empezaba a temblar.

—Pues... pensé que... igual...

—¡¡Hyoooogaaa!! ¡¡Shuuuuuun!! —Oyeron el grito de Seiya mientras pasaban por la parte baja y vieron a este mover los brazos como un loco mientras agitaba un oso de peluche entre las manos.

—¡Mira! ¡Seiya consiguió un peluche! —Exclamó Shun rompiendo el momento.
    

    Hyoga asintió y no le volvió el valor que había acumulado hacía apenas unos segundos, por lo que cuando la noria terminó de dar vueltas, bajaron de la cabina sin mencionar de nuevo el tema del que estaban hablando.

—¿Qué? ¿Se lo dijiste ya? —Fue lo primero que le preguntó Shiryu cuando bajaron.

—Se me fue la oportunidad...

—¡Hyoga! —Exclamó decepcionado.

 

—... y entonces vi cómo todas las esperanzas regresaban a mí y me armé de valor... apunté con la escopeta una última vez, con la certeza de que le iba a dar al dichoso patito, ¡y así fue! Derrote a mi más terrible enemigo mientras la recompensa peluda caía en mis manos.
    

    Después de subirse en alguna atracción más habían decidido ir a cenar antes de volver a casa en un lugar donde servían bocadillos bastante grandes y baratos, y Seiya se había pasado toda la velada narrándoles cómo había conseguido el osito de peluche, y por la forma en que lo contaba, casi parecía que había ido a matar dragones y a conseguir sus tesoros.

—Vaya, es realmente impresionante —dijo Shiryu sin prestarle demasiada atención.

—Bueno, creo que ya es hora de volver —dijo Shun cuandio vio que ya todos habían terminado de cenar.

—Sí, ha sido un día muy largo y provechoso —dijo Seiya orgulloso de sí mismo—, ¿verdad, Hyoga?

—Sí, realmente provechoso...
    

    Salieron del parque de atracciones ya con el cielo oscurecido y con las estrellas como luciérnagas inmóviles en él. Como a esas horas ya no pasaban autobuses tendrían que atravesar las calles y no era un viaje precisamente corto.

—Pues el hombre que se encargaba de todo era muy amable, ¡pensé que hasta me invitaría! Aunque tan amable no podía ser... —seguía contándole Seiya a Shiryu, los cuales iban delante.
    

    Shun y Hyoga iban callados un poco más atrás, sin hacer apenas ruido al caminar, ambos con la cabeza gacha, pensando en sus cosas, con la mirada perdida en el camino.

—Hyoga —lo llamó.

—Dime.

—Antes, en la noria, querías decirme algo.
    

    Hyoga empezó a ponerse nervioso de nuevo. Pensó que o no se acordaría o simplemente no querría recordarlo, por lo que no estaba preparado para la pregunta que venía a continuación:

—¿Qué era?
    

    El rubio lo cogió de la mano e hizo que dejase de caminar y le mirase a los ojos. Ambos quedaron hechizados por lo que veían. Así, de noche, con las estrellas sobre ellos y las ténues luces de la calle, se sentían el centro del universo.

—Verás, Shun, yo... yo te amo —consiguió decir por fin.
    

    Shun lo miró sin saber qué contestar, y de pronto creyó que llevaba esperando aquel momento mucho, mucho tiempo, pero nunca había imaginado que se llegara a dar.

—Hyoga, yo... —intentó responder.
    

    Hyoga fue más allá y le rodeó la cintura con las manos, acercándose más a él y sintiendo su respiración casi rozándole la piel.
    

    Unos segundos más, y sus labios se encontraron. Cerraron los ojos para disfrutar de aquel momento tan mágico que por fin les acababa de llegar. Se abrazaron con más fuerza y no quisieron separarse, pero no podían quedarse allí para siempre, cosa que les llenó de tristeza.

—Hyoga —susurró Shun cuando rompieron el contacto de sus labios—, yo también te amo, Hyoga.

Notas finales:

Muchísimas gracias por leer antes, ahora, y mañana! Esperaré su comentario si se deciden a dejarlo!

Un beso muy grande y de nuevo gracias por estar ahí!!

Espero que lo hayan disfrutado :D


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).