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LA CORNISA por Mahozahamy Arisugawa

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Notas del fanfic:

Una pequeña historia.  

Notas del capitulo:

Reflexion. Arrepentimiento. Dolor. Y miedo. Las palabras conjuradas por la muerte a un solitario hombre que ha olvidado su propia finitud.  


Su respiración era dificultosa. No podía levantarse. Sentía dolor. Un dolor que iba más alla de cualquier otro que hubiera sentido. Insoportable por que con ese dolor se había mezclado el miedo. Sentía terror, pánico.


Por que estaba muriéndose. Muriendo. 


No...

Izaya Orihara. El Dios de Ikebukuro. A las puertas de la muerte.


¡No!

Había esperado que esto sucediera, tarde o temprano, más o menos. Había jugado inmensamente con la idea de su propia muerte.

Era téorico. Jamás habría pensado que el momento de su muerte fuera éste.

Sonrió aún tratando de no jadear por el dolor y escupió algo de sangre.


No lo lograría. Su maldito celular estaba destruido. 

¿No había empezado por eso la jodida pelea?

Pensó por un segundo en todas las fotografías que había perdido. Trofeos. Todas y cada una de aquellas fotografías reflejaban el rostro de Shizu-chan.

Había deseado esto toda la vida. Morir de esta manera como un animal callejero. Y al final solo podía sentir miedo.

 

Izaya era un Dios.

 

                                                         (Un monstruo)

Que amaba a los seres humanos....

                             (Los había convertido repugnantes                                  e inferiores seres que le rodeaban                                            en sus juguetes)

 

Por que eran tan predecibles, tan divertidos...

 

                                                               (......)

 

¿Amor?

 

Oh sí, los amaba con pasión. Quería destruirlos, tanto como quería destruirse a sí mismo.

Izaya se odiaba. Se había odiado durante tanto tiempo que ya no recordaba cuando empezó exactamente.

Oh, por supuesto que lo recordaba. Pero mentiría incluso ante sí mismo hasta el final. Ahora más que nunca, lo recordaría hasta el momento en que exhalase el último suspiro.

                                                          (Frio. Miedo.)

 

No quería volver a ser vulnerable como cuando era un niño...

                                                (Esas imagenes estaban ahí. Crueldad era todo lo que ellas podían reflejar. Maltrato. Desprecio.)

 

Por favor.

 

                                                (Entumecimiento. Sordo Dolor. Miedo. Irracional miedo a la oscuridad.)

 

Izaya no era Dios. Izaya era ser humano débil. Mórbido. Asustado. Tan herido, que era Frágil en el peor sentido posible. Solitario. Mentiroso. Haciéndose amar con tanta desesperación que olvidaba sus propias heridas y su soledad. Manipulando en una forma perversa la adoración de la gente.

Izaya no era compasivo. Izaya necesitaba venganza.

¿Por qué estaba desperdiciando sus últimos minutos pensando en eso?

Arrastrándose a medias, sosteniéndose la puñalada de su vientre, sonrió, los malditos gusanos cobardes habían huído al mirarla, iba dejando grandes gotas de sangre al avanzar, dio un par de pasos vacilantes y supo que estaba perdido. No lograría avanzar más. 

Se aferró a una medio torcida lámpara del alumbrado. Se aferró a ella al tiempo que las lágrimas empezaban a derramarse.

 

(¿Era por odio?)

 

Oh, si, un odio que corría profundo en la sangre y que iba escapándosele del cuerpo. Era más que odio. Era veneno.

Tal vez este odio fuera su último sentimiento. Si las leyendas eran ciertas, su odio maldeciería para siempre aquel lugar.

Volvió a sonreir. De haber podido se reiría a carcajadas. No creía en las estúpidas leyendas de fantasmas o maldiciones. Eso era para gente débil y supersticiosa. Era propio de sus lindos seres humanos. Pero este era tan buen momento como cualquiera para empezar a creer ¿No?

La muerte sería el final. Si iba a tener un sentimiento último, odio le parecía lo más apropiado.


Que lástima que aquellos que odiaba no pudieran verlo morir, a quienes su muerte estaba dedicada no podrían verlo. Una pena. Pero nada podía hacerse.

Mientras intentaba controlar sus ganas de reir delizó sin querer los largos dedos de sus manos por la superficie del poste.


Había melladuras ahí.


Izaya volvió a sentir miedo. Su muerte estaba resultando ser... aterradora.

Estaba intentando no sentir pánico, pero era inútil. Su muerte sería como la de cualquier otro.

Tal como se lo había dicho a aquella chica tonta. Esbozó una sonrisa siniestra.

Magenta-san, habría querido verla suicidarse, hubiera sido realmente divertido pero la última adquisición de la liga de la justicia lo había impedido, una pena, pero había sido muy interesante también.

Una mancha en el pavimento. No importaba que hubiera sido el Dios de esta gente. Una mancha. Eso sería él a partir de ahora.


Su muerte misma causaría disturbios en la ciudad. Hermosos, sangrientos disturbios que quizá trajeran muertes. Pero al final otro ocuparía su lugar. Su trono.

Sería olvidado.

Y estaba solo.

¿No lo había estado siempre?

Se abrazó a la lámpara con desesperación cuando sintió que su respiración era cada vez más dificil, sentía que algo bloqueba sus pulmones.

¿Sangre? ¿Una costilla rota los habría perforado? La visión era borrosa ahora.

Las hendiduras en el metal eran profundas. Era realmente increíble que aquella lámpara siguiera en pie.

Izaya hundió sus propios dedos en aquellas marcas. Eran enormes.

No había duda. Shizu-chan...

El sabía que esta lámpara había sido retorcida por los dedos de Shizuo. Esta calle era una de sus favoritas para molestar a la gran bestia de Ikebukuro. Habían peleado aquí incontables veces.


El alumbrado público siempre estaba en reparaciones. Ni hablar de las señalizaciones que eran arrancadas y debían ser repuestas. 

Al recordar todo eso. Al escuchar en su memoria la molesta  voz de Shizuo gruñéndole, sentía menos miedo. 

¿Que se sentiría tomar así las manos de Shizu-chan? Sin miedo a que lo destrozara. ¿Habria alguna vez la gran bestia acariciado a alguien? 

Estaba divagando pero que importaba. En el momento final nada podía importar ya. 

Se llevaría eso, se aferraría a eso hasta que el miedo se fuera hasta que el dolor quedara borrado por las palabras, la diversión, los juegos...


"I-zaya-kun... yo- Va-mos a Ju-gar"


Siempre jugaban, aunque sus juegos fueran suicidas, eran solo eso, los dos eran lo sificientemente fuertes, a veces Shizu-chan parecía ser el más cercano de sus amigos.

El único que podía jugar sus bestiales juegos. Quien siempre salia herido, y jamás, jamás se rendia. Shizu-chan era magnífico.

¿Por que no habrían podido estar del mismo lado? Oh, si es que Shizu-chan era una bestia amable.

Y le repuganaba la manera en que él manipulaba a los lindos seres humanos.

       Además era imposible. Izaya jugaba siempre solo. 

No tenía amigos. Shizu-chan era también el enemigo. Y el más peligroso, estaba demasiado cerca. No podía matarlo, pero corría el riesgo enorme de provocarlo. Por que adoraba hacer rabiar al mosntruo. 

Y amaba la atención permanente de Shizu-chan. 

¿Por qué se había ido a Shinjiku?

Oh, eso no tenía en verdad nada de especial. Se había mudado por que Shizu-chan lo distraía demasiado. Llegó el momento en que peleaban cada día, y luego incluso varias veces por día. 

Shizu-chan había perdido cientos de trabajos por su culpa, el había perdido algunos negocios importantes incluso hasta valiosas fuentes de información y algunos clientes por dedicarse de tiempo completo a joderle la vida a su amado enemigo. 

Le dejó un recuerdo inolvidable como despedida. Su rostro, el último grito había sido magnífico. Una despedida triunfal. 

Shizu-chan lo dejó en paz cuando se fue a Shinjiku. La mayor parte del tiempo lo que era un poco decepcionante, el nunca lo olvidaba y se acordaba de hacerle visitar cordiales a menudo.

La bestia no solía salir mucho. Pero algunas veces lo había sorprendido en su territorio, husmeando. Algunos altercados, pero nada de importancia. 

Había regresado a Ikebukuro por una sola razón. Ryuugamine Mikado-kun... Ah, ese niño era realmente un bobo, pero era genial. Perfecto para ser manipulado. Lo amaba de todo corazón. 

¡Sería su nuevo juguete!

Habría querido que lo fuera. Le habría encantado verlo hundirse en la oscuridad. 

Su muerte.

No había forma de escapar del pensamiento, por que el dolor estaba ahí recordándole que la vida se le escapaba. 

Si tan solo Shizu-chan pudiera acompañarlo ahora, en su último momento, quizá pudiera tener algo menos miedo.

¿Se quedaría Shizu-chan con su trono? ¿Sería Shinra? ¿Celty? ¿Simon? ¿Podía hacer algo para arreglarlo? 

No podía hacer nada sin un maldito teléfono. 

Imaginó que aquellas marcas eran realmente las manos de Shizuo, lo imaginó con fuerza y se aferró a eso. La ardiente piel de su mejilla hizo contacto con el frío metal y sintió algo de alivio.

Lo estaba consiguiendo, el dolor estaba retrocediendo. Y el miedo estaba siendo reemplazado por la imagen de estas manos.

Izaya estaba soñando ya con las divertidas peleas de él y Shizu-chan, deseando sin querer una vida con un final diferente, una vida que valiera la pena ser vivida.

---Tengo miedo, Shizu-chan...--dijo en un murmullo absolutamente inaudible sin darse cuenta, aferrándose con la poca fuerza que le quedaba a las marcas en el metal. Buscando en ellas algo que no encontraría jamás.


Era una imagen muy triste.


--- ¿Miedo tú, maldita pulga? Y una mierda, es un chiste, un maldito chiste sin una jodida gracia--le contestó Shizuo-- ¿Que mierda estás haciendo en el suelo? ¿Que planeas? ¿Eh? I-zaya-kun....


Sin duda Shizu-chan diría algo como eso. Sería tan lindo si estuviera en verdad, por aquí.

Pero ¿Cómo podía ser? Era pasada la media noche, Shizu-chan estaría dormido. Además si Shizu-chan estaba realmente por aquí y lo encontraba, esta vez si que estaba jodido.  

Abrió los ojos todo lo que pudo, solo podía ver los brillantes zapatos de la bestia entre su visión cada vez más borrosa. Pero con eso bastaba, era él.

Su deseo estaba concedido. Tal vez hubiera algo así como un Dios después de todo.

No podía. Izaya no creía en Dios. Ni tampoco en la vida después de la muerte.

Esto era una coincidencia, posiblemente.

O el destino.


Sus ganas de reir estaban de regreso.


---Hey, Izaya, desgraciado mueve el culo y ¡lárgate de Ikebukuro!


De verdad era Shizu-chan.


Que pena que no pudiera contestarle ya no tenía fuerzas.

Sería tan fácil hacer que lo terminara de matar, ya había tenido suficiente de esto, si iba a morir que fuera ya. ¿Quién mejor que Shizu-chan para matarlo? Ya que estaba le heredaría su trono. 

Estaba más que enojado, quizá no hiciera falta que dijera nada.

---Voy a matarte, maldito infeliz--dijo Shizuo arrojando al suelo su cigarrillo luego de partirlo a la mitad. Ya estaba harto del juego de la maldita pulga.

Izaya cerró los ojos, se preparó para morir. 

                                     

                                  ******

 

El enorme rubio sentía la furia contenida arder por el odio que sentía. Arrancó una señalización de paso al peatón como si arrancase una margarita.

Tomó impulso y.... 

 

"Detente"--se ordenó-- "Detente ahora mismo"

Shizuo apretó con toda su fuerza al señalización mientras intentaba desesperadamente frenar.


La señalización cayó al suelo estruendosamente, partida en dos pedazos.

Y Shizuo, aliviado de haber podido detenerse, tal como había querido aunque quizá se hubiera lastimado algo en el proceso, por que se había caído de rodillas, y tenía los lentes en la punta de la nariz miraba sin poderse creer lo que veía.


El maldito desgraciado de Izaya, estaba bañado en sangre. Aquella sangre brillaba a la luz de la farola. De lejos no había podido notarlo. Había llovido recién. Pensaba que eran simples charcos...

Izaya.

Que carajo habría hecho para terminar hecho... esto.

---Estas jodido, Izaya-kun--le dijo simplemente.
---Shi-Shi...zu-chan... Hola...--contestó Izaya.

su sonrisa era tan linda como siempre. Shizuo sintió repugnanacia. Era especialemtne horrible por que estaba pálido como un muerto. Bañado en sangre. Joder.

Shizuo estaba empezando a perder la paciencia. Le temblaron las manos de ira. El maldito bastardo tenía todavía el jodido valor de decir esto. Estando casi muerto.


¿Por qué mierda estaba solo? ¿Si había sido herido por que no estaba donde Shinra? ¿No podía moverse? ¿Por que no habría llamado a Celty entonces? Se puso en pie y miró al fondo del callejón.


Entonces Shizuo sintió algo parecido al miedo de verdad. El jamás había sentido miedo alguno, nunca, a nada pero ahora estaba petrificado, no sabía por qué, ya sabía que la maldita pulga era resistente, pero esto...


Había sangre por todas partes, la sangre apestaba, ese penentrante olor solo podía pertenecer al parásito este que estaba muriéndose como un perro en la mitad de la calle.

El celular de Izaya, que reconocería en cualquier parte, pues el desgraciado tenía el pasatiempo de tomarle fotografías en sus peores momentos o más bien los inservibles restos de lo que una vez fue un costoso equipo de renta estaban tirados por todo el callejón.

Había lo que parecían ser algunas botellas de cristal rotas y tablones manchados con sangre. Parecía la zona de un enfrentamiento entre pandillas de color.

Como en los viejos tiempos.


¿Una emboscada?


La sangre del monstruo de Ikebukuro estaba a punto de hacer explosión.


¿Quién le habría hecho esto al parásito? Tenía ganas de sacudirlo, gritarle y sacárselo a golpes. Luego iría tras los bastardos y los haría puré.


Matar. Matar. Matar. Matar... Ma...


Pero se contuvo, apretó los puños haciéndose sangre. La pulga necesitaba atención medica urgente. Debía traer a Celty ahora mismo.

Rebuscó en sus bolsillos tratando de mantener la calma, sacó el paquete de cigarrillos, aplastándolo por su repentina urgencia lo desechó, ahí mismo en la calle, luego algunas envolturas de caramelos, chicles, un encendedor, el volante de descuento del sushi ruso... un paquete de mentas, una nota de Tom, algunos yens, ¿Una uva?

¡Donde estaba el puto teléfono!

Y el jodido aparatito de mierda apareció por fin al fondo de su bolsillo izquierdo. Ni siquiera lo pensó, si pensaba todo se jodía. Llamó a Celty. Ella no podía hablarle pero él le dijo la calle en la que se encontraban. Le dijo que era Izaya, y era una emergencia, algo realmente serio.

Ella colgó y devolvió un mensaje.


"Estoy cerca, 5 minutos, llama a Shinra"

No sabía si la maldita pulga tenía o no los jodidos cinco minutos, pero no había de otra. Marcó ahora a Shinra. 

---Hola--saltó el contestador--estás llamando al mejor centro médico privado de Ikebukuro, nuestra discreción es nuestra presentación, nada de preguntas... Dejanos tu mesaje y atenderemos con gusto.... Si es un paquete o una entrega comunícate a al móvil que ahora no estoy... Beeep


--- ¡OI SHINRA!--rugió la bestia y enseguida alguien descolgó el teléfono.


---Calma, calma--contestó Shinra-- Vas a estropear la bocina ¿Que pasa Shizuo, estás herido?


---Pasa que tienes que venir, ya. El desgraciado de Izaya está herido.


--- ¿Eh? --se descolocó el médico, por un segundo no logró entender nada. Izaya estaba herido, pero ¿Por que estaba llamándole Shizuo? ¿Lo había golpeado él? ¿Que era esto?


--- ¡Shinra!


--- ¿Es muy serio?--preguntó.

---Bastante.

---Dime donde estás.

                              "10 minutos."


¡¡JODER QUE IZAYA ESTABA MURIÉNDOSE!!

---Escucha, maldita pulga, tienes que resistir, ¿escuchaste? Yo voy a ser quien te mate. No te puedes morir por esto.


Izaya tenía la vista fuera de foco, estaba claro que no escuchaba nada de lo que Shizuo estaba diciéndole.


Los ojos del rubio se concentraron en la farola que Izaya seguía aferrando. Se dio cuenta que era una que había apretado el mismo en la persecusión de hacía unos días, esa que no había llegado a arrancar por que perdió al bastardo de vista y Tom le exigió que volviera a trabajar.


El maldito parásito había aferrado con su mano las marcas que habían dejado sus dedos en el metal.


No supo por qué pero aquel gesto de Izaya le hizo sentir miserable. Le hizo sentirse una mierda, por que estaba claro que Izaya estaba aferrandose a sus manos mientras se moría como la rata que era en un callejón cualquiera.


Desgraciado.

Ya no podía olvidar lo que había visto, era una de esas cosas que cuando las sabes ya no pudes seguir igual no puedes dejar de saberlas.

Izaya tenía miedo de morirse solo. Y se aferraba a algo, a lo que fuera, para olvidarse de su miedo. Se aferraba a él.
Shizuo se sintió miserable. Por que consideraba a Izaya un infeliz, pero nunca se preguntó por que había llegado a esto.

Nunca se le ocurrió que sus delirios de grandeza y esa actitud asquerosamente tierna y positiva como de una colegiala, que solía mostrar para joderle la existencia podían estar escondiendo algo horrible como esta clase de soledad.

Una clase de soledad que el mismo sentía. ¿Que habría hecho de estar en su lugar? Si fuera a morirse ¿Sentiria también miedo? ¿Pensaría en algo antes de la muerte?

Quizá en su hermano, en las cosas que lamentaba...

Izaya no tenía nada. Tan solo lo tenía a él. Izaya estaba realmente solo, vacío. Era una mierda, una jodida mierda que hubiera visto eso. No se imaginaba como podía ser él importante para el desgraciado infeliz que le jodía siempre que podía.

Pero Izaya no tenía modo alguno de saber que Shizuo pasaría por ahí. Parecía casi en coma.

"Eres el único que no reacciona como quiero"
"No haces lo que espero"

Era el único al que Izaya consideraba un igual. E intentaba por todos los medios ganarle. Solo era un ridículo gato demasiado territorial. Se rió amargamente.

Si, el jodido Izaya-kun bien podía ser eso.

Y una mierda. Izaya era una jodida pulga, un parásito que chupaba la sangre de los demás. Era escurridizo y asquerosmente pequeño. Se escondía en los lugares más inalcanzables, donde podía causar la mayor incomodidad, donde nadie podía atraparlo.

"Por eso te llamo, perro Shizu-chan"

Entonces Shizuo se dio cuenta que no podría soportar la muerte de Izaya, sencillamente se volvería loco sin él.

¿Como demonios afrontaría este mundo de locos sin el objetivo de asesinarlo? Shizuo se dió cuenta que también el estaba en cierto modo, vacío.

Y tratando de no joder más las cosas, arrancó con todo el cuidado que le fue posible las manos con las que Izaya se aferraba a la vida y a los recuerdos. Sosteniéndolas entre las suyas, estaban más que frías, eran témpanos de hielo.

---Estoy aquí desgraciado--le dijo--No te puedes morir, o me moriré también para joderte incluso en el infierno. No te dejaré en paz.

Pero sus palabras eran solo eso, palabras, por que las manos le temblaban de ira y de miedo. No quería que se muriera.

Joder, quería maldercirlo todo, hacer algo, pero no podía hacer nada. Izaya estaba ahí, muriéndose en las manos.

Shizuo se desconcertó cuando un agarre realmente fuerte le hizo daño en las manos. Izaya lo estaba apretando con tanta fuerza que le hacía daño.

¿Que le pasaba? ¿Sentía dolor? ¿Estaba acabándosele el tiempo?

Maldito fuera todo en el mundo.

Con el corazón desbocado, Shizuo se acercó a Izaya todo lo que pudo sin soltarle las manos, tratando de averiguar que podía hacer...

---Shi...zu-chan--dijo Izaya con los ojos cerrados haciendo una mueca. Más sangre resbaló de sus labios, Shizuo estaba de piedra, Izaya tosió, un gran coágulo de sangre manchó la camisa del rubio--Estoy... muriendo--dijo con algo menos esfuerzo.

Era obvio, penso Shizuo, ya sabía que estaba muriendo maldición, hasta el podía darse cuenta que esto era lo más serio que había sufrido Izaya entonces ¿Por qué este desgraciado no ahorraba sus fuerzas?

¡Callate maldito! quería decirle, cállate, ya hablaremos luego, te soportaré luego, pero sálvate, resiste, por favor, pero Shizuo no podia decirle nada, de verdad se había quedado paralizado

--No... si-n decir... e-s-to.

Izaya haciendo acopio de todas sus fuerzas lo decidió, que el rubio pensara lo que quisiera, que era para joderle la vida, no importaba, esto sería su último acto de egoísmo sobre la tierra, además de su sangre, de su odio, Izaya quería llevarse un último recuerdo de Shizu-chan y quería esto algo que pudiera acompañarlo para siempre.

Soltó la mano derecha de Shizuo y aferró el cuello del monstruo jalándolo hacia si.

Le apretó tan fuerte que le dejó la marca de sus dedos en el cuello.

En cuanto Shizuo hizo un pequeño gesto de dolor, Izaya se apoderó de sus labios. Invadiendo el interior con ansia.

Con la desesperación de la muerte, la sangre que fluía de su interior se diluyó mezclándose con el cuerpo de Shizuo. Quizá también el interior de Shizuo quedara embrujado para siempre por el veneno de su sangre.

Dos segundos de absoluta, deliciosa inmovilidad. Era exquisito, Izaya se felicitó por una vez, había logrado sorprenderlo. Era decepcionante que fuese la última. 

Shizuo estaba en algun lugar incierto, entre una pesadilla o un sueño, eso no importaba, pero era tan imprevisto que no pudo hacer nada, al final correspondió torpemente aquel beso absurdo, flotando entre bizarros pensamientos que no entendía. Y sensaciones que no se podía imaginar siquiera como describir.  

Dejó de pensar en absoluto. Izaya eso era lo único que quería.

Izaya dejó de sentir miedo. Su último acto de osadia, su último acto de egoísmo había sido algo que había querido hacer, igual que siempre.


Pero esta vez, como siempre pasaba con todo lo que inmiscuía al idiota de Shizuo, esto no había sido en absoluto el acto egoísta que quería que fuera, por que la bestia no estaba ya pasmada por su atrevimiento, no estaba asesinándolo.

No sabía si Shizu-chan habría pensado en esto alguna vez, pero pudo sentir su corazón los poderosos latidos de su cuerpo vivo cerca, muy cerca, su pulso acelerándose, sus temblorosas manos aferrar las suyas.


Suficiente. Esto era suficiente. Ahora, tenía su recuerdo, el único acto de amor que estaba dispuesto a soportar. Un regalo. El único que quizá había borrado un poquito de su soledad. Sonrió.


Entonces tan solo un segundo después Izaya se dejó caer sobre la farola y le tendió las manos a Shizuo los anillos de plata brillaban fríos e indiferentes.


---Quédatelos--le dijo por último.


Izaya cerró los ojos.... y perdió la consciencia.

 

                      ********************

 

Shizuo estaba parado en la azotea de un edificio cualquiera revisando los malditos foros del chat. Era desesperante.

Tres largos meses sin la maldita pulga. Era jodidamente aburrido.


Ikebukuro aún ardía con los rumores que decían que Izaya, el gran Dios de la ciudad estaba muerto.


Nadie lo creía por supuesto. Y se inventaban las teorías más ridículas para respaldarlo. Los rumores habían escalado a niveles insólitos.


Y kanra-chan tenía que hacerse cargo por supuesto--una mueca de odio crispó su rostro y cerró el celular con fuerza-- ¿Por qué la jodida pulga le había dejado a cargo de eso?


Kanra-chan vaya identidad más jodida para un chat. ¿Por qué una chica?


"Una chica es más confiable--, además los chicos me ponen un poquito más de atención---"


Mierda, mierda... Matar, matar... Apretó el puño y el teléfono, el nuevo teléfono de Izaya, de un espantoso color rosa brillante que había escogido especialmente para joderlo crujió un poco, respiró profundo.


Joder. Esto era más de lo que podía soportar. Mas le valía a la jodida pulga recuperarse pronto o mandaría todo a la mierda y le diría a todos que estaba recuperándose de una paliza que le había dado él.


"No puedes hacer eso, Shizu-chan---" había escrito el desgraciado por e-mail.


Guardó el celular rosa en el bolsillo con algo de desagrado y se miró la mano izquierda. Ahí en su dedo meñique estaba eso. Joder con la desgraciada pulga, en verdad era pequeño. Y frágil.

Izaya era tan débil como cualquier humano. Pese a que era una pulga bebedora de sangre. No volvería a perder eso de vista. Nunca. Era una promesa.

Y dejó que el brillo dorado que el atardecer dibujaba en ese anillo de plata tan pequeño que no cabía en ningun otro dedo recibiera esa promesa.

Había querido regresarle aquellas las malditas cosas cuando después de los tres días más jodidos de su vida en los que comió un paquete de ramen salado y nada más, Shinra le dijo que había grandes posibilidades de que Izaya viviera. Había sostenido los anillos aquellos tres días. 

Ahora quería ponérselos de collar. Pero Celty lo había golpeado con uno de los sujetapapeles de Shinra.


"Ni lo sueñes" escribió.


Entonces conservó los jodidos anillos en una larga cadena que tenía por ahí arrumbada en alguna parte, los colgó de ella ajustando la cadena a su pantalón de vestir. Era un toque extraño, pero nadie se atrevió a cuestionar sus sentido de la moda.


Hasta que el bastardo despertó una semana después. Ni muerto tampoco bajo ninguna clase de tortura admitiría las costosas ofrendas que llevó esa misma noche a los templos en los que había rezado.


Entonces si que había sido una completa mierda.

 

                     *****************


Izaya también se acordaba. Había pasado un mes desde aquella emboscada en el callejón. Y contaba los días para poder volver a salir. Estaba aburrido, pero tener a Shizu-chan de enfermera... Tenía sus ventajas. 

Se había encargado que Shizu-chan trajese toda la información que necesitaba para seguir trabajando desde su oficina en Shinjiku.

La habían desmantelado cuando lo creyeron muerto claro, había sido lo suficientemente precavido para tener la información valiosa a resguardo y los contactos de clientes y fuentes con copias de seguridad. 

Se había divertido inmensamente molestando a Shizuo aquellos días, hasta el punto de obligarlo a cocinar. Shinra y Celty habían estado de su parte, solo por que se divertían igual que el fastidiándolo. 

Había estado a punto de morir. En realidad, había muerto durante algunos minutos, según Shinra. Y aún así estaba de vuelta.

No sabía por qué, no sabía si algún dia entendería, pero por ahora era algo que no tenía respuesta.


Aquello lo había desequilibrado todo en muchas maneras. Ser salvado por un enemigo es una humillación mayúscula por supuesto, pero se volvía suprema por que su enemigo era precisamente Shizu-chan.

El mismo al que se había aferrado en el terror absoluto de sus últimos momentos. Al que le había regalado todo, a quien detestaba... y quería, sorprendentemente.

A Shizu-chan le había regalado una parte de sí en aquel beso del que la maldita bestia hacía alarde cada vez.

Era un chiste "un jodido chiste sin gracia" como decía el rubio por que Shizu-chan no tenía intenciones de burlarse en el fondo, el lo sabía, su querido perro monstruo solo quería entender que demonio había pasado, igual que él.

¿Que pasaría ahora?

Se habían convertido en algo diferente. Podían seguir jugando a ser enemigos todo lo que quisieran.


Pero Shizu-chan había pasado una barrera que no podría volver a construir, y si lo hacía de cualquier modo ya no importaba mucho esa bestia se quedaría ahí para siempre.

Nadie había visto jamás a Izaya tal como era, nadie, excepto Shizuo.


Y no había huído, la bestia no había escapado como esperaba, horrorizado al ver su naturaleza estúpidamente frágil, débil y humana, malditamente humana. Tampoco se había burlado. Shizu-chan se había quedado.

Ahora eran dos partes de una cosa que no tenía sentido. Como su vida. Había vivido con la intención de morir.

                       ¿Que haría ahora?

 

                      **************


Este era el último dia de encierro. Shinra había dado autorización para que los dos subieran a la azotea del edificio.

Celty había dado dos millones de recomendaciones sobre todo en relación a no pelear. Pasara lo que pasara.

Shinra exigió nada de esfuerzo físico. Shizuo aseguró que estaba enterado y a cargo.


El elevador era lento, muy lento y el trayecto parecía eterno. Al final llegaron.

Izaya estaba muy débil y pálido. Arrastraba fastidiado ya una persistente anemia que esperaban sanara con algunas horas de sol, ejercicio y vegetales. Ugh.

Caminaba con lentitud pero ahora podía estar de pie. Había necesitado muchísimos complementos para poder recuperar al menos una parte de la sangre que había perdido.

Tardaría al menos seis meses más en recuperarse por completo. Por ahora bastaba y era maravilloso sentir la brisa, escuchar de primera mano el ruido de sus amados humanos, allá en la lejania de la ciudad.

Quería volver a entrar en el juego. Ansiaba volver a jugar con sus preciados juguetes de los que había sido cruelmente apartado.

Pero no sabía como serían las cosas ahora. No imaginaba como iba a enfrentar a Shizu-chan cuando tantas cosas habían pasado. 

Tenía un plan. O eso pensaba. Quería a Shizu-chan de su parte, de su mismo lado. Siempre lo había querido, pero ahora... ¿Qué? No sabía lo que pensaba el rubio. 

En fin, ya lo convencería. O se dejaría convencer en el peor de los casos.

De inmediato en pasos vacilantes pero evidenciando sus años de agilidad. Izaya subió a la barandilla y abrió los brazos disfrutando la altura. Como un suicida.

La vena en la frente de Shizuo comenzó a palpitar.

Matar. Matar. Matar.

---Maldito--masculló--Bájate de ahí maldita pulga, ¿acaso quieres morir?

Izaya se dio la vuelta, poniendo los brazos a sus costados, pero no se bajó. Tenía el rostro horriblemente serio.

Entonces una sonrisa demente se extendió por los labios de Izaya.

---Si saltara ¿Me salvarías?
---Tch--dijo caminando hacía allá por que le apetecía, no por que le preocupase, en absoluto--Por supuesto que no.
---Estás mintiendo--.
---Infeliz
---Eres tan lindo Shizu-chan, ven conmigo--dijo tirándole de la mano.
Era imposible que semejante debilucho pequeño a parte convaleciente pudiera moverlo, pero aún así decidió darle el gusto y se dejó llevar. La vista era en verdad algo especial.
---Ne Shizu-chan, saltemos juntos--dijo Izaya al cabo de un rato.
--- ¿Estás demente? ¿Quien te dijo que yo quiero morir contigo?
---Pero yo si quiero morir contigo, Shizu-chan--dijo con aquel absurdo modo de hablar tan positivo y afeminado, que no sabía si le daba nauseas o le hacía gracia.
---Entonces iré--dijo Shizuo apartando la mirada por que era vergonzoso--Cuando estés listo, de verdad saltaré contigo.

Izaya, se quedó callado, completamente descolocado por aquellas palabras, Shizu-chan de verdad era de lo que no había.

Calculando perfectamente sus movimientos se acercó a Shizuo con cuidado hasta que de un movimiento lo abrazó con fuerza.

---Tengo miedo de morir, Shizu-chan. Pero si es contigo, entonces está bien.


Y lo empujó.


Pero al lado equivocado. Y Shizu-chan cayó en todo su largo sobre la azotea. Izaya con una enorme sonrisa yacía sobre él.


Shizuo se dejó llevar por el instinto y jalándole la chaqueta a Izaya lo acercó hasta él.

Ya tenía su respuesta. Izaya estaba completamente loco. De atar. Pero ese loco era ahora de algún modo parte de él mismo. Lo había sido desde que Izaya se lo entregó todo, justo a él antes de morir. No tenía idea de que harían de ahora en adelante.


Pero sin duda lo iban a descubir, juntos.


Ahora él le enseñaría exactamene lo que era la vida. Ya no lo dejaría seguir así, escondiéndose tras esa máscara que lo hacía odiarlo, ahora había visto su rostro de verdad.

Y cuando llegara el final, cuando en verdad el shinigami estuviera listo para desaparecer sus existencias. Estaba seguro que estarían los dos en la cornisa.

Entonces, solo entonces saltarían juntos.

 

 

Notas finales:

Owari. Espero lo hayan disfrutado. Muchas gracias por su tiempo. 

 


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