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Decágona Condena por Eudora Eterna Asuncion

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Notas del fanfic:

Otro más. En realidad, este fue mi primer Fic. No sé que diantres hice pero desapareció... lo creí muerto.

—Sucedió el drama porque Degel salió de imprevisto a una misión y no le avisó a Kardia—. Finalizó Shion su perorata dejando escapar perezosamente un bufido.

El lemuriano se abandonó a la fuerza del suelo escurriendo su espalda en uno de los pilares principales de Aires como si la información recitada le hubiera exprimido sus energías. Dohko se quedó en blanco con una media sonrisa en el rostro posicionada su vista en dirección al horizonte. Con la mudez de un filósofo meditabundo presentía que de seguir alargando su puchero el octavo guardián, la próxima catástrofe a suceder resultaría peor que el daño material de una guerra sanguinaria.

¿Debía intervenir? Acudir hasta Escorpión y apaciguar a Kardia con el discurso: No te preocupes, el regresará más pronto de lo que imaginas- sería revelar una sátira al exagerado sufrimiento de su compañero. Porque Sí. Kardia había ido más allá de los extremos de un sentimentalismo insaciable y la emoción de una pérdida temporal. Fue tal la gravedad de su arrojo que había pegado el grito al cielo cuando supo que Acuario partió sin el modal de la despedida. Y consumada su idiotez, había perseguido el afán de echar por tierra todos sus libros, que no fueron poco los libros sentenciados a muerte, sino una fuerte suma exponencial que dejó a medio vestir la sagrada biblioteca del ávido lector.

Libra habría de imaginar la sádica sonrisa de Kardia en el transcurso de su elaborado maleficio; les había aguijoneado las portadas bajo el influjo de un delirio forzado, y había saboreado despellejarlos, hoja, por hoja con el rítmico cantar de la Marsellesa. Pero el castaño no precisó el morbo al saberse propenso a la misma perturbación de su amigo. Suficiente tenía con los escurridizos actos de su discípulo para anotar a su lista de malestares las contrariedades del Escorpión.

—¿Ya lo sabe el Patriarca?—El largo mutismo de Dohko desapareció en la brevedad de una brizna suave y la pregunta alteró la aparente serenidad de Aries. La respuesta era más que obvia. Y Shion, entablando soluciones en su pensamiento, no sacrificaría el aliento recuperado en dar explicaciones.

Se formuló entre la consternación de los dos caballeros un sólido silencio que Dohko supo comprender.

—Ahora—Dijo Shion constreñido a virtud de la noticia—por órdenes de Sage, Kardia parasará diez días en prisión.

—¿Y qué es lo que te inquieta? —Se precipitó en contestar Dohko al advertir en el pálido ánimo de su amigo el peso de preocupación.

— ¿Qué tal si por el arrojo de su ira se le enciende la fiebre?—Shion se restregó la mano en la cara y no pudo evitar suponer lo peor. Suspiró y arrugó los puntos purpuras sobre su frente como síntoma de su cansancio.

Si sus órganos no resisten, moriría…

Seguramente Kardia moriría no a la precisión del rayo al desencadenarse en su cuerpo el hervor de la calentura, pero sí con una lentitud desagradable por el aburrimiento que le hacía pasar una mala racha a su enérgica seguridad; y para calamidades mitólogicas, observado por las indestructibles piedras de tallo largo a su alrededor. Era para apretarse el estómago y reír con ganas. Su primera vez en la cárcel y Dégel sin ser espectador de su castigo. Para qué apachurrarse sin razón. Se sometía a la pose de Asmita con despreocupado equilibrio. No meditaba. Era el sueño que venía a pesar en la puesta de sus párpados abrumados por la seriedad de la atmósfera.

El desahogo le había sido privado por la intervención de Sísifo. No fue grata la aparición de Sagitario ni la comparecencia del El Cid quién en su impasible molde "Ver y callar" había procurado discreción y cautela a la predisposición de guerra por el lado del Escorpión. Kardia no fue tonto al asalto de sus compañeros, ya les había advertido de cerca, morosos a las costas de Acuario. Pero no sabiendo vencer el arranque de agresividad impresa en su cosmoenergía siguió inflamando la constante de aguijones contra el orden de los libros de Degel. Habiéndole pillado en el acto, e insinuando Sagitario y Capricornio que no contaban con la ayuda del tiempo para detener lo que amenazaba ser una destrucción masiva de ideologías, le fueron con el cuento al Patriarca, y su ilustrísima, con sensata sabiduría, le mandó al balde de los acusados.

De sólo recordar la expresión senil de Sage quién para desmoralizar su sacra identidad tuvo que quitarse el yermo, Kardia despertó de su austero sueño. Al asomar su cabeza entre las aberturas de los barrotes de la prisión descubrió que la noche sudaba la primera estela de estrellas.

— ¡Vaya!—Exclamó Kardia embrutecido por haber despertado de sopetón—. Si lo días son iguales de cortos que éste saldré más rápido de lo que Dégel asoma su trasero en el Santuario.

La claridad de la luna le permitía apreciar una pequeña porción del valle oscurecido extendido frente a su vista. Se quedó mirando largamente hacia la nada, con el cejo legiblemente fruncido. Fue la crepitación de una armadura sondearse en el vaivén del aire la que lo sacó de su diálogo con las estrellas. No precisaba quién era el Santo que bajo la forma de una sombra moraba los alrededores de la prisión. Apresó los garrotes con sus dos manos y escabullía la nariz entre las aberturas con la determinación de tener mayor cobertura al espacio limitado.

 

Continuará ...

Notas finales:

Gracias por pasarse a leer. Espero haya sido de su agrado.


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