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Tabarly por kitsune_archangel

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Notas del fanfic:

Mi vida en la universidad fue mi musa en esta historia.

Notas del capitulo:

Ena es un personaje que parí en el 2008 en un mar de porquería emocional, y esto es a todo lo que pudo sobrevivir. Debo decirlo, es uno de los que más he querido. 

Tenía mucho tiempo que no estaba tan obsesionada con un solo estilo de música. Tranquila y al mismo tiempo intensa. También hacía siglos que no perseguía un autobús bajo la lluvia. Al subir al transporte, el aire acondicionado estaba encendido, en el reflejo de la ventana podía ver como se pegaba el pelo a su rostro, recargó su frente en el barandal frente a ella. Pensaba.

Se le estaba haciendo mala costumbre, pues de pronto comenzaba a hablar en voz alta. Ena, su nombre es Ena. Ella es la clase de persona que tiende a amar las cosas contradictorias, ponerse violenta y actuar en base a lo que le dicten sus tripas.

Suspiro << You gave me courage, to keep my arms open wide, to keep my eyes open wide, you gave me courage>>.  A Ena le gusta que las cosas sean blancas o negras. Un insúltame-a-la-cara o mejor ni abras la boca, hablar a medias, insultar a medias, esa clase de situaciones le molestan. En realidad es muy fácil hacer enojar a Ena, por ejemplo, esos tres adolescentes idiotas que acaban de subirse al transporte riéndose y señalando, la fastidian. Le fastidia que sean adolescentes, le irritan las risitas idiotas. O también el sujeto que está sentado en el asiento de a lado, sin un ápice de gracia, observándole los pechos rebotar.

Pero así como puede pasar de querer ver volar cerebros  por todas partes, sólo hace falta un detalle exacto o tonto para ponerla de buenas. Fabiana sabe de eso, bueno, Fabiana pone de buenas a Ena.

Es unos años mayor que ella, pero se conocen por que el mundo es realmente muy pequeño (amiga de una amiga). Además de estudiar la misma carrera.

Ena está cantando en voz baja otra canción de Yann Tiersen, es Dried Sea, pero no se sabe la letra. Murmura pequeños trozos y tararea todo lo demás. Ya está por llegar a casa, cuarenta minutos de camino pasan rápidamente cuando tienes la cabeza metida en “¿Cómo le hago para ver a Fabiana a la cara, si se pone esos pantalones tan ajustados?”. Llegó a casa, un completo desastre de una mudanza sin terminar.

Pero se parece mucho a su estado mental, un montón de cosas que todavía no encuentran su lugar apropiado.

Quiere dormir, repasar para un examen y además dejar de pensar. Por un día había sido suficiente.

Las cosas siempre le amanecen de “Cállate y corre”, eso de explicar era para cuando no vivieras a treinta minutos de la civilización. Supongamos que el problema no era tanto la distancia, si no reside en lo desordenada que es Ena, para absolutamente todo.

 

Y luego de seis horas de clases, una tras otra, que mutaciones bla bla, génicos bla bla, fuerzas de van der bla bla y las arañas…

A Ena le gusta desconectarse, tiene cierto talento para no poner atención. Su defecto en tiempo de exámenes es “A ver si lo desconectada te quita lo tronada”. A veces Ena pensaba en Fabiana, fuera de su sonrisa bonita, del cabello siempre bien acomodado o de su forma de abrazarle como en intento de protección. Si pasaba a sus caderas siempre bien puestas dentro de unos vaqueros o como sus hombros delgados,  la perfecta presentación para sus pechos. “Castración química”, pensaba Ena. Es imposible que llegue a saber en carne viva de qué se trata. Pero saberse imposibilitada de decir: “Buenos días, Fabiana. Ansío morbosamente besarte, con permiso.”

Poder hacer las cosas es muy distinto a deber hacerlas. Fabiana era su amiga, se contaban tonterías, reían, se abrazaban. Amigas, nada más. A Ena se le tuercen las tripas de pensar que no es hombre y probablemente nunca lo sea.

Hay días como este, en los que Ena pasa mucho tiempo pensando, leyendo en las escaleras de su edificio, con las gafas de sol puestas. Discretamente volteando a ver la gente que pasa por ahí, esperando entre los rostros encontrar el de Fabiana.

 

Fabiana pasó casi corriendo a su lado, Ena sólo alcanzó a levantar la cabeza. Pero queriendo ser justa con ella misma, Ena tenía más un año castrándose mentalmente y su promesa de no pasar de la raya con sus amigas, estaba haciéndose débil, especialmente los días de mucho calor; en los que a Fabiana se le ocurría ponerse esas blusitas de tirantes.

Pensaba también que Fabiana sabía jugar a la tonta, por que tantas atenciones y detalles de una persona siempre tienen una intención secreta detrás. Bueno, es sí lo podían ver el resto de los amigos de Ena. Especialmente Amara, la mejor amiga de Fabiana.

 

Dos mujeres se sentaron a cada lado de Ena, eran Lisa y Martha, sus amigas de la facultad. “Podrías tomarle una foto, sería menos obvio pero igual de acosador.” Dijo en burla Lisa, una mujer morena y de baja estatura. “Oh, sí, no se me había ocurrido como observarla de una manera más disimulada que ustedes dos volteando insistentemente hacía esa dirección”. Contestó Ena, cerrando el libro y preparando sus cosas para la siguiente clase.

“Ni te molestes, no llegó la maestra de fisiología, por hoy somos libres ¿No quieres ir a comer algo?” Invitó Martha.

 Ena pensó la respuesta unos segundos. “¿Y si te dijéramos que ya invitamos a Fabiana y que aceptó ir?” Incitó Lisa.

El cambio en el rostro de Ena fue muy evidente, “¿Es en serio?”.

“No, pero valía la pena ver la cara de boba que pones no más con escuchar su nombre” dijo Martha. “Serán idiotas” dijo Ena, mientras las seguía a la cafetería.

 

Después de pedir y preparar su fantástica comida chatarra, Martha, que por lo general es toda bromas y cotilleos. Empezó a fruncir un poco el seño, realmente no sabía por donde empezar su pregunta. “Ena, ¿No crees que has prolongado mucho este, embebecimiento adolescente por Fabiana?”. A Ena hasta le resultaba chocante la verdad, pero no era la primera vez que le sucedía el enamorarse platónicamente de una mujer, sólo que durante la preparatoria fue mucho más desastroso.

“Sé que tengo mucho tiempo en esto, pero ¿No le estoy haciendo daño a nadie, no?”.

“Ena, desde que se inventaron las excusas se acabaron los pendejos… claro que hay alguien que está perdiendo, ¡Y eres tú!” recriminó Lisa.

“Lo único que estoy perdiendo es tiempo y…” “Y dinero, gasolina, favores” interrumpió Martha.  “¿Y qué se supone que haga?” preguntó Ena. “Invítala a salir y déjate de tonterías” solucionó Lisa.

 

Invitarla a salir, dentro de su cabeza se escuchaba como la cosa más absurda y por fuera era aún peor. Esa noche, mientras Ena intentaba hacer tareas lo decidió de la forma en la que siempre tomaba las decisiones importantes en su vida. Tomó una moneda y la lanzó al aire. Cara, la invitaba a salir; sello seguiría con la castración mental hasta donde la razón se lo permitiera. Cara. Ni hablar, esta era su forma de decisión irrevocable.

 

Notas finales:

Tengo unos capítulos más por subir, pero quisiera saber qué les parece la idea. Espero sus comentarios y gracias por leer.


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