Desde que había tomado la decisión de invitarla a salir, sentía que la trataba con más confianza, como si todo fluyera naturalmente. Hoy entregaban los resultados del segundo parcial de bioestadística, y a pesar de que Ena era brillante para algunas cosas, era un fracaso para otras, en este caso, bioestadística.
“No soy más idiota por que no me levanto más temprano” suspiró mientras contemplaba el 15 en su examen.
“Ánimo, si tuvieras las piernas y el culo de Claudette, seguro a ti también te volvería a poner la prueba” dijo Martha.
“Y su poca vergüenza, la mujer sólo le puso su nombre al examen” escupió Ena.
“¿Al menos sabes cuántos puntos te faltan para pasar?” preguntó Martha.
“135 puntos” respondió Ena.
“Ena… ¡¿Tienes sólo 45 puntos de los 180?!” intervino Lisa.
“Ajá” “Ena, nos falta sólo un examen” “Lo sé” “¿Pero qué mierda tienes en la cabeza?” “Hoy la invito a salir” “Sí, tienes razón, no eres más idiota por que no te levantas más temprano” “Y es por eso, Lisa querida, que me ayudarás a estudiar largo y tendido para el examen extraordinario” “¿Ah, sí?” “Llevaré comida…” “¿Qué forma de comprarme es esa?” “Ca-ma-ro-nes” “A las 10:00 AM, el martes en mi casa y pobre de ti que me estés engañando”.
Ena estaba esperando junto a la puerta del salón de Fabiana, nuevamente estaba hecha un manojo de nervios. La gente empezó a salir poco a poco, y no se veía Fabiana por ninguna parte, pero alcanzó a ver a Amara, que iba saliendo semi-dormida.
“¡Amara!” tuvo que llamarla varias veces para que se diera cuenta que se dirigía a ella. “Ah, disculpa. Plantas III, ya lo sufrirás personalmente” se disculpó Amara. “Gracias por los buenos deseos, oye, ¿Hoy no vino Fabiana?” “Pues me iba a encontrar con ella en el bar, ¿Quieres venir?” “Claro, ¿Nos vamos ya?” “Ajá”. Amara empezó a caminar en dirección a la parada de autobús, con su forma tan despreocupada, casi desgarbada de andar.
Amara era una persona muy pequeña, todo lo contrario de Fabiana. Fabiana era alta, curvilínea, de piel muy blanca, con una cabellera castaña larga y ondulada; mientras que Amara era de muy baja estatura, complexión muy delgada, morena y una cabellera terriblemente risada hasta la cintura. Fabiana era muy femenina, gustaba de pintarse y ponerse ropa entallada al cuerpo, por otro lado Amara era la encarnación del marimacho. Converse negros, sin importar la época del año, camisetas de bandas musicales y pantalones vaqueros. A veces, de lejos, no se podía distinguir entre Amara y un niño de unos 12 años con cabello largo.
Cuando llegaron al bar, Fabiana ya se encontraba ahí. Estuvieron platicando y riendo, una cerveza tras otra. Esa mesa donde estaban sentadas era el lugar favorito del bar de Fabiana y Amara, ya que se encontraba frente a una gran pecera. Contenía toda clase de peces tropicales, estrellas de mar y algunas anémonas, de colores tan vistosos que no terminaban de decidirse si eran reales o de ornato.
Se dieron cerca de las 8:00 pm, pagaron la cuenta y salieron del lugar. Era principios de primavera, el frío del invierno aún se dejaba sentir no más se pusiera el sol. Caminaron las tres, riendo y trastabillando a causa del alcohol. Al tomar el autobús, Amara bajó primero. Fue entonces que por fin quedaron a solas.
Fabiana venía disfrutando del bamboleo del camión con los ojos cerrados, Ena intentó llamar su atención aclarándose la garganta pero no fue muy efectivo. De forma titubeante puso su mano en la rodilla de Fabiana, quién abrió los ojos de golpe y la retiró de inmediato. “Ah, eres tú, haha. Estuve a punto de bofetearte” “Haha, lo siento” Fabiana se quedó mirando por la ventana. Nuevamente Ena aclaró su garganta. “Fabiana…” “¿Si?” “Hay algo de lo que quiero hablarte” “Te escucho” “Bueno, más bien quiero preguntarte algo” “Ajá, adelante” “Quisiera que… ” “Demonios, ahí está mi parada ¿Me podrías decir mañana en la escuela?” “Sí, claro” “Está bien, nos vemos” Fabiana bajó con gracia del camión, mientras se despedía desde abajo.
Ena recompensó su astucia bajándose un par de paradas antes, para caminar el resto del trayecto a su casa. Al llegar, su hermana menor estaba tirada en la sala, viendo la televisión. “¿Ya terminaste de acomodar tus cosas?” “La t.v. está aquí, y mi cuarto está allá… es una cosa muy complicada” “Tu holgazanería no es tan complicada como crees” “Pero podría serlo” “¡Levántate, tenemos aquí un mes y parece que acabamos de llegar!” “¡Eso es por que acabamos de llegar!” “Ahg, has lo que quieras” Y nuevamente se volteó a mirar la t.v.
La mudanza no había sido una de las mejores ideas de su madre, pero lo necesitaba, o bueno, eso decía ella. Tan pronto como una de sus hermanas se escapó de casa, la madre de Ena no tardó ni 3 meses en irse de ahí. Terminaron viviendo casi a fueras de la ciudad, pero era una nueva casa, podían empezar de cero.
La huida de su hermana puso triste a Ena por mucho tiempo, principalmente por que se sintió traicionada, ¿Cómo era posible que Maho se hubiera ido a vivir la libertad sin ella? ¿Por qué la dejó ahí? ¿Por qué la dejó sola? Y es que la relación con el resto de su familia, no era exactamente ejemplar.
En momentos como ese, en los que tenía que estudiar para un examen, era el peor momento para echar de menos a Maho. Era un torbellino de recuerdos que se lo tragaba todo.