«¡Oh, Helheim! ¡Qué degradante!».
Pepper, amablemente, había llevado una caja de arena desechable, la cual, después, preparó y situó en un rincón del taller de Tony, a pesar del disgusto de su jefe. Tony, por su parte, estaba tratando la caja como si se tratara de una pieza de tecnología alienígena, empujándola con los pies de un lado para otro, y Loki estaba reaccionando casi de la misma manera: olfateando la caja con desconfianza, golpeándola con su pata.
Observó a sus «guardianes» mientras los humanos se paraban delante de él, esperando, expectantes.
«Si esperan a que haga en público, en una caja, están muy equivocados».
—Vamos, adelante, gatito. —Como si no fuera suficientemente molesto, Tony estaba empezando a adoptar algunos de los agudos e infantiles tonos empleados por Pepper cuando se dirigía a él.
Con sus planas orejas contra su pelaje, miró al hombre antes de levantar la cabeza y marcharse. Incluso en su forma normal, no hubiera dignificado aquel comentario con una respuesta.
Tony y Pepper se miraron incómodos.
—Supongo que no tiene que ir —indicó Pepper, encogiéndose de hombros.
****
A Tony le tomó horas encontrar nuevamente a Loki —el gato claro, y ¡cielos! esto le divirtió más de lo que debía— después de presentarle su nueva caja de arena y comida para gatos, horas que podrían haber sido empleadas de mejor manera en su taller o coqueteando con alguna diosa de largas piernas. Si lo hubiese conocido mejor, hubiera dicho que el gato se había sentido insultado por la caja de arena, y no quería que empezara a hacer pis en sus zapatos por resentimiento o algo así. Pepper le había asegurado que los gatos podían ser exigentes y mal humorados en ocasiones, pero que Loki pronto lo superaría. Tony estaba empezando a pensar que tal vez él era una persona de perros.
Cuando encontró a Loki, el gato estaba debajo de la cama, mirándole con sus verdes ojos y mostrándole los dientes mientras le siseaba. El resto de su cuerpo se mezclaba con la oscuridad.
—Oh, no me vengas con eso —espetó Tony, perdiendo la paciencia—. ¿Quieres que Pepper te tire a la calle otra vez?
Entonces el gato dejó de sisear. Tony pensó que probablemente no hablaba muy bien de su cordura el que estuviera tratando de razonar con un gato. La mirada que Loki le brindó después fue simplemente patética.
Los hombros de Tony se desplomaron, y gran parte de su ira se evaporó ante la mirada culpable en aquellos ojos verdes.
—Está bien, está bien, en realidad no te voy a tirar a la calle.
El gato maulló suavemente en respuesta.
—Pero esto sería muchísimo más fácil si dejaras de ser un dolor en el trasero.
Esta vez el maullido de Loki rayó en un gruñido, como un equivalente a una advertencia, a un ¡Hey!
Muy bien, en serio. Era como si el gato realmente entendiera lo que le estaba diciendo. Tony movió la cabeza y se acercó lentamente, con cautela, para palmear suavemente a Loki en la cabeza. El gato rígidamente permitió el contacto por un momento, aunque parecía decididamente poco impresionado, antes de esnifar y darse la vuelta.
—¿Qué estás haciendo?
Al escuchar la pregunta, Tony se arrastró de debajo de la cama para mirar a Pepper de pie junto a la puerta. Dejó escapar un sufrido suspiro.
—Creo que acabo de ser despreciado por un gato.
****
Después de aquello, no vio a Loki por el resto del día o al día siguiente y decidió dejarlo en paz. Al tercer día, algunos de los alimentos en el plato del gato al menos habían sido hurgados. Decidió dejar que Pepper lidiara con la caja de arena.
Al cuarto día, de mala gana, Loki comprendió que su magia tardaría en regresar y que a lo mejor tenía que acostumbrarse a vivir como un gato.
Tras tres días de pasar escondiéndose en los rincones oscuros de la mansión Stark, decidió ocuparse en explorar el resto del espacio. Ninguno de los otros Vengadores se encontraba en la mansión ese día, por suerte, por lo que pudo tomarse su tiempo. El lugar estaba decorado con buen gusto en un estilo moderno y minimalista, y observó con curiosidad los costosos y lujosos aparatos y electrodomésticos. No pudo resistirse a tocar algunos de los botones brillantes y terminó encendiendo el equipo de sonido y haciendo pan tostado sin siquiera saber cómo.
Una sobresaltada y ojiabierta Pepper apagó el equipo y espantó al gato hacia el sótano al encontrarlo. Loki estaba seguro de que iba a comerse su pan tostado.
El gato se deslizó por las escaleras con pasos silenciosos, deteniéndose para mirar a su alrededor al llegar abajo. La última vez que había estado allí, se había sentido bastante ofendido por la caja de arena como para disfrutar de todos los detalles, esta vez, sin embargo, recuperó el tiempo perdido. Piezas de repuesto y maquinaria a medio ensamblar cubrían todas las planas superficies del lugar, a excepción de un camino despejado apenas de un pie de anchura que conectaba cada sección del taller. En comparación con la pulcritud casi estéril del resto de la casa, esta habitación era la única que parecía habitada.
Los oídos de Loki se avivaron al escuchar un murmullo cercano.
—¡Quédate ahí, ahí, ahí!
¡Crash!
—Maldita sea.
Abriéndose paso a través del suelo, se dirigió hacia la voz —la voz de Tony— y encontró al humano inclinado sobre un escritorio, jugueteando con algo pequeño que emitía una suave luz azul. Se estremeció cuando el hombre maldijo y arrojó algo detrás de él. El objeto desechado aterrizó con un ruido sordo.
Caminó alrededor del escritorio hasta que estuvo junto a los pies de Tony. Estiró el cuello para mirar al humano y vio su rostro anegado de una clara luz azul, su boca era una línea sombría, pero no podía ver en lo que el humano estaba trabajando.
Loki lo miró por un largo momento, envuelto en sombras, y se maravilló ante la intensa concentración que profundizaba las líneas en la frente del humano. Se preguntó si él mismo llevaba aquella expresión cuando estudiaba minuciosamente sus libros de conjuros.
Estremeciéndose ante tal comparación, decidió que estaba aburrido y dio un zarpazo en la pierna del humano para llamar su atención. Tony se retorció y aulló de sorpresa, girando los ojos muy abiertos hacia la amenaza de ojos verdes que le observaba expectante. Rio ligeramente y dejó todo lo que tenía en la mano.
—Hola.
Loki maulló a modo de saludo, lo que le valió una sonrisa de parte del humano.
—Ven aquí.
Cogió a Loki y lo situó en su regazo, una mano sostenía al gato en su lugar y la otra lo acariciaba suavemente por su espina. Loki se tensó y gruñó ante el maltrato, pero Tony lo golpeó ligeramente en la nariz.
—Nada de eso ahora —le amonestó Tony suavemente. El gato dejó de gruñir, pero aún seguía rígido. Sentarse en el regazo de Pepper había sido una cosa, pero Tony era un hombre y esto era bastante desfavorable y—
Oh.
Bueno.
Los dedos de Tony, sorprendentemente ágiles, rascaron detrás de la oreja de Loki tan increíblemente bien, y el Tramposo se estremeció, relajándose completamente ante el toque. Aquellos dedos se movieron nuevamente, masajeando ahora su pelaje con la cantidad precisa de presión. Cerró los ojos, contento, y tarareó en voz baja. El sonido se tradujo en un ronroneo, pero Loki decidió que se mortificaría más tarde con aquello.
La mano apoyada en el pecho de Loki aflojó su agarre y luego desapareció para volver a manipular el artefacto brillante. Cuando la otra mano se apartó para unirse a la primera, Loki abrió los ojos y el ronroneo desapareció. En las manos de Tony se encontraba un objeto redondo casi idéntico al que brillaba en su pecho. Un «reactor de arco» su cerebro le indicó.
¿Estaba planeando reemplazar el que estaba en su pecho con uno mejorado o estaba fabricando uno de repuesto? De cualquier manera, Loki guardó esta información para más tarde. Sabía que este reactor de arco era una fuente de gran poder, y ya los engranajes en su mente estaban trabajando en qué podía hacer con uno de ellos.
Observó el trabajo del humano por un tiempo, fascinado a su pesar, y maravillado ante la delicada labor que aquellas manos eran capaces de realizar. Estaba acostumbrado a guerreros grandes y torpes como su hermano, y este lado más intelectual de Tony Stark le intrigaba por razones que no podía comprender.
Sin embargo, Loki era Loki, y con el tiempo se aburrió. Golpeó la mano de Tony para hacerle saber que no le gustaba ser ignorado. Tony se detuvo y miró al gato en su regazo, arqueando una ceja irónicamente.
—Eres bastante prepotente, ¿cierto?
El gato le devolvió la mirada inocentemente. Tony suspiró profundamente, dejó el reactor, y se recostó en su silla. Aquellos maravillosos y hábiles dedos volvieron a su pelaje y el Tramposo suspiró feliz y dejó que sus ojos se cerraran nuevamente.
En algún lugar en su cerebro, en la parte que aún se resistía a ser un gato, el dios se preguntó lascivamente que más este humano podría hacer con aquellas manos.
Abrió los ojos y observó el rostro de Tony, el cual era atractivo a su manera si pensaba en ello, con ojos oscuros y una buena estructura ósea.
En otra vida, quizá.
Cerró los ojos y disfrutó del masaje.