II.- Reencarnación
Había llegado esperando a su amigo, él le había dicho que tenía algo urgente que decirle y que si no iba se moriría de la angustia, y él preocupado por el idiota ese fue lo más rápido llegando justo a la hora acordada, pero cuál era su sorpresa ¡Qué el idiota no estaba! Y para rematar ¡Llevaba una hora de retraso! O no eso sí que no, será su amigo pero si le había dicho algo debía de estar ahí. De reojo miraba a su alrededor, pero algo o mejor dicho alguien llamó su atención, un joven que lo miraba, sonrió para sí mismo, estaba acostumbrado a las miradas, pero lo que más le sorprendió fue que ese hombre sabia su apellido, volteo hacia el hombre, se percató de los rasgos delicados de aquel muchacho, sonrió aún más.
—Antares
—Disculpa, ¿acaso nos conocemos? —hablaba suavemente.
El muchacho al verse descubierto, agacho la mirada sonrojado y apenado, miro al joven y se acercó a él.
—Disculpa es que te pareces a alguien que conocí —suspira y vuelve a mirarlo, era idéntico a su esposo, no mejor dicho era su difunto esposo— Mi nombre es Camus y usted joven ¿Cómo se llama?
Rio divertido al escuchar llamarlo "joven"— Vaya... es un poco extraña tu manera de hablar ya que no pareces mucho más viejo que yo. Por cierto, me llamo Milo Antares. Un gusto conocerte "joven" Camus —le guiño un ojo y sonrió dedicándole una hermosa sonrisa.
Al escuchar el apellido Antares, su corazón se le acelero, era él, su difunto esposo había reencarnado, sintió que su vida volvía a ser la misma ahora más que nunca estaría siempre a su lado, sin darse cuenta le acaricio la mejilla— Antares —susurra y le da un beso lleno de amor y ternura.
Se sobresaltó cuando sintió su mano acariciar su mejilla, se levantó repentinamente de su silla cuando lo besó— ¿Qu…? ¿Qué? ¡¿Pero qué?! —Sus mejillas tomaron una linda coloración roja y se alejó un poco del desconocido, no sabía porque este hombre le daba algo de miedo.
—Lo… lo siento —dijo entre nervioso y sonrojado, ese hombre era igual a su difunto esposo, sintió sus mejillas enrojecer y arder más fuerte, salió corriendo de la cafetería, asustado por su acción. Su cuerpo estaba empezando a reaccionar ante aquel beso, definitivamente ese era su amado Antares.
Lo miro salir corriendo de la cafetería— Pero… que chico más extraño... —volvió a sentarse y acabo su café esperando a Kanon. Aunque algo dentro de él empezó a crecer, un extraño calorcito se ubicó dentro de su corazón.
—Mierda... Llego tarde... Milo se molestara conmigo si no me apresuro un poco… —corrió hasta llegar al lugar donde le esperaba Milo y se chocó con un bello hombre que salía corriendo de la cafetería— ¡Hey! ¡¿No puedes mirar a dónde vas?!
Lo mira molesto, huele en el muchacho la sangre de algunos vampiros y se separa de inmediato— El que debería fijarse eres tu —dijo molesto, se percató que el libro se había quedado en la cafetería y se dio media vuelta para volver ahí.
—Tsss… —pasó a su lado, mirándolo con frialdad y entró en la cafetería donde estaba Milo. Vio a su amigo y se le acercó— Disculpa la tardanza, Milo… —le dio un suave beso a la comisura de sus labios y se sentó frente a él.
Suspiró y no correspondió al beso, su mirada ya era fijada en el hombre que entró detrás de Kanon. Camus. Este misterioso hombre. Frunció sus cejas, ¿Por qué estaba aquí de nuevo?
—No es importante Kanon... Estoy acostumbrado...
Fue hacia uno de los meseros y le pregunto por su libro, se dio media vuelta y se fue a su mansión, tenía que leer de nuevo su libro de hechizos. Esta vez su amado no se iría de su lado jamás.
Después de un largo día en compañía de Kanon, Milo regreso a su casa. Quito sus ropas sucias y se quedó en bóxer, era lo más cómodo para quedarse en su casa. Puso un poco de música y se recostó en su cama mirando el techo. Perdido en sus pensamientos, toco suavemente sus labios y se sonrojó cuando se acordó del beso que le había dado el hermoso hombre de la cafetería.
—Camus... —murmuró, no sabía porque este nombre le llamaba la atención.
EN otro lugar, en a mansión de Camus. Él se encontraba en su estudio mirando atentamente su libro y vio la página de la reencarnación, sonrió al saber que tal vez su esposo había reencarnado en aquel joven— Esta vez estaremos juntos por siempre mi amado —susurra y sonríe, mostrando sus colmillos— Tu y yo estaremos juntos para toda la eternidad.