Corrí lo más rápido que pude con el bulto entre mis dientes. Mis pulmones dolían y mi pata sangraba dolorosamente.
El olor a tierra húmeda, sangre fresca y a humano llenaba mis fosas nasales desarrolladas y tenía mis sentidos despiertos.
Escuchaba los pasos detrás de mí, varias pesuñas rasgaban con furia la tierra debajo de sus patas en un intento de alcanzarme.
Acelere el paso. No se me permitiría fallar la misión que fue impuesta precisamente solo a mí.
Me escondí detrás de los arbustos y espere. Sabía que no tardarían en encontrarme. Tenían el olfato demasiado desarrollado y el bulto que llevaba en mi hocico apestaba a humano.
Lo deje en el suelo frio y levante las mantas para verificar que estuviera a salvo.
El bebe removió sus manitas pequeñas tratando de alcanzar mi hocico. Tenía apenas tres meses de vida y no era un humano común y corriente. Era especial.
Removí su cabello con mi nariz aspirando su olor. Los humanos normalmente apestan a frutas podridas, pero este bebe tenía un olor diferente, dulce. Su cabello era blanco/plateado como el mío y brillaba intensamente con la luz de la luna.
Los sonidos detrás de mi me advirtieron que los enemigos se acercaban. Corrí de nuevo en dirección contraria a la que se ubicaban hasta llegar al hogar del niño. No tenía otra opción.
Mire la luna llena y aullé con toda mi fuerza. Deje al niño en la puerta y corrí a enfrentar a los demás. No permitiría que le hagan daño.
La puerta de la casa se abrió alentados por mi aullido y levantaron al bebe del piso metiéndolo de nuevo en la casa.
No tenía tiempo de quedarme a ver, debía correr si quería sobrevivir. Y eso hice, lo más rápido que pude hasta llegar a mi cueva donde vivía mi manada.
Los demás lobos que me perseguían frenaron cuando cruce la frontera del tratado y furiosos me fulminaban con la mirada mientras corría ya a salvo a ver a mi amo.
Llegue y me tire a sus pies. Mi pata me estaba matando y me dolía todo el cuerpo por el esfuerzo. Lamí mi pata tratando de sacar el exceso de sangre y parando el dolor. Lloriquee el dolor era insoportable.
-Luhan- me llamo esa voz tan imponente, me congele de pánico. Alce la mirada y ahí lo vi. Ese enorme lobo de crin negra y ojos rojos como la sangre. Si las miradas mataran hace tiempo que estaría muerto por mi amo. Trague saliva y espere a que hablara.- Fallaste tu misión.
Cerré los ojos con pánico. Sabía que tendría un severo castigo por eso.
-Sabes bien lo que te pedí. La manda de Tao buscaría al niño para tenerlo para ellos. Te dije que lo cuidaras y que lo trajeras con nosotros. Tu responsabilidad era traerlo aquí con vida. ¿Sabes lo importante que es ese bebe para nosotros? Al parecer no te importa pues tú ya no lo necesitas…
-Lo lamento amo. Consegui robarme al niño de sus garras. Tao envió a 5 lobos de su manada para que me persiguieran. Luche con ellos y uno de ellos me destrozo la pata. Cuide del niño pero me acorralaron y mi única salida fue regresarlo a su hogar que se encontraba mucho más cerca que nuestra cueva. –Hable rápido, no podía hacerle perder tiempo a mi amo. Sabía que se enojaría más pero no podía permitir que piense cosas indebidas.
-Luhan… ¿Sabes porque lo necesitamos verdad? -Sus ojos rojos color sangre me miraban penetrantes- Es el hijo del espíritu de la luna, como tú. Ambos son sus bastardos.- cerré los ojos mientras esas palabras llegaban como látigos a mis oídos.- Bajo su sangre corre la divinidad de nuestro dios y lo necesitamos. Por eso es que las demás manadas lo buscan. Porque su sangre tiene el poder de convertirnos en humanos como tú.- Mantuve mi mirada fija en la suya escuchando cada una de sus palabras. Vacilo por un momento y luego me lanzo una sonrisa perruna mostrando sus enormes fauces. Me estremecí. – Tal vez tu error no fue tan grave. En su hogar estará a salvo. Pero esta a tu cuidado. Es tu responsabilidad cuidar al niño hasta que tenga la edad suficiente. Luego lo traerás con nosotros y lo comeremos. Su sangre nos dará el poder que tu posees y que los demás deseamos. Y seremos una manada invencible.
Suspire aliviado, no me lastimaría, estaba salvado. Me levante débil y me dirigí a mi lugar al lado de nuestro amo. Kai se llamaba pero nadie tenía el atrevimiento de llamarlo por su nombre. Los demás lobos me miraban con precaución, como si tuvieran miedo de hacer algo indebido y que ahora el amo se desquitara con ellos.
Yo no era un lobo normal, todos los sabían, por eso es que era especial para Kai y me tenía a su lado al mando, me mandaba esas misiones por que de verdad sabía que yo sería el mejor para ellas. Pero al mismo tiempo me sobreprotegía de los demás. Yo era un lobo hibrido. Hijo de la loba más hermosa de la manada y el espíritu de la luna.
Mi crin era blanca y mis ojos eran de color como plata derretida y sobre todo poseía poderes sobre naturales que ningún otro lobo tenia. Tenía el poder de transformarme en un humano cuando requiriera. Podía controlar ciertas cosas con la mente y cada vez que había peligro podía emitir rayos de luz que hacían daño a cualquiera que estuviera cerca.
Esa era mi bendición y mi maldición. Siendo atacado toda mi vida desde pequeño sin poder tener una vida tranquila.
Mire a mi madre, esa loba hermosa de crin gris que lamia con fervor a mi hermanito recién lobezno mientras me miraba con preocupación. Seguía herido y sangrando y el hecho de que haya escases de comida en la manada dificultaba las cosas. Todos nos tensábamos de deseo al sentir el olor a sangre en el aire.
Pero al ser la pieza favorita en el ajedrez de Kai estaba a salvo.
Suspire de nuevo. Ese bebe que casi me cuesta la vida… ahora debía ser su niñera hasta que tuviera la edad suficiente para traerlo con Kai y los demás.
El olor del humano bebe dulce atrajo mi atención. Dirigí mi hocico a mi pecho y sentí el olor. Recordé que lo pegue a mí para que no muriera de frio en el poco tiempo durante la noche que pase con él.
Sonreí al recordar sus manitas tocando mi hocico. Era verdaderamente adorable.
Sehun.
Lo redoraría. Debía evitar que algo malo le sucediera. Debía cuidarlo a toda costa
Gruñí con dolor. Mi pata dolía demasiado
Un gruñido me asusto a mi lado. Kai estaba hambriento y de mal humor. Era tan buen macho alfa de la nada que cuando sufríamos de hambrunas como esta se preocupaba de que todos comiéramos antes que él. Por eso todos lo admirábamos. Era un excelente jefe.
Pero sus ojos nos tenían asustados a todos siempre fríos y calculadores. Esos ojos habían visto más muertes que cualquiera de nosotros.