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Eternally Beyond por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Esto es la cosa más rara jamas escrita(?) Solo digo... xD

Notas del capitulo:

Bueno, este shot participa en el desafío  A Midsummer Night's Dream. Y eso…

(1)    Luxfero. Del latín, lux "luz" y fero "llevar": "portador de luz". Creo que se entiende perfectamente de quien se habla.

 

Eternally Beyond
Yume Ryusaki


 

El repiqueteo incesante y, casi, desesperado de una lejana campana. Los cuerpos caídos convertidos en cenizas alimentaban la nube gris en el cielo. Y los gritos. Los ensordecedores gritos de los heridos y los desgarradores lamentos de sus compañeros pidiendo refuerzos. El dragón sonriendo arrogante, devoraba a los que hasta ese día fueron sus camaradas, mientras otros luchaban por expulsarlo.

Uruha observaba todo con una expresión que no demostraba nada más que abatimiento. Él había provocado aquella desgracia. Si hubiese hablado a tiempo…

 

Esto no debió ser así—murmuró.

Despertó.

Uruha, sudado y tembloroso, con el corazón amenazándole con salirse de su cavidad torácica, se levantó con pasó dudoso y se dirigió a la pequeña cocineta y se sirvió un vaso de agua. Tragó el líquido con desesperó, tratando de obviar el vivido sueño de recién. Lo recordó todo dentro de la esfera de pensamientos aturdidos que le invadieron en pro de la pesadilla.

Observó sus manos blancas, un pequeño y apenas visible corte en un dedo que se había hecho esa misma mañana cuando intentaba cocinar. Manos grandes y bonitas, bien cuidadas. Manos que habían matado a cientos. Rio con vacuidad y tomando un paquete de cervezas de la nevera, regresó a su habitación. Tomo asiento en un pequeño diván al lado de su cama, viendo con atención al frente, como si esperara que en cualquier momento de la avanzada noche, alguien llegara de pronto a hacerle pagar por sus crímenes. Una parte de él mantenía una chispa de esa esperanza que los humanos tanto pregonaban y él había aprendido a sentir más que nadie. Esa misma esperanza le empujó a anhelar que no hubiera castigo alguno para él, que más bien, alguien llegara a hacerle sencilla compañía. 

Fue casi una hora después, no conto el tiempo transcurrido pero ya había acabado con el paquete de cervezas, un halo de luz apareció junto a la puerta. Uruha observó con detenimiento y sonrió apenas. Bien podría confundir aquella lucecita con una luciérnaga perdida, y sin embargo supo que no era el caso. Después, cuando la habitación se fue iluminando con un resplandor sobrenatural pero angustiosamente familiar, un doloroso sentimiento de urgencia lo invadió hasta los huesos. Uruha jaló aire y esperó que aquella luz tomara su forma definitiva.

—Ha pasado mucho tiempo, ¿no? —saludó una voz proveniente del halo.

—Demasiado—respondió calmadamente a aquella voz que no sabía que extrañaba hasta las lágrimas.

Y el resplandor empezó a disiparse, dejando atrás la figura de un joven hombre de amables expresiones. Si tratara de calcular su edad por su sola apariencia, Uruha juraría que ni en sueños pasaba de los 30 años, pero al ver sus ojos oscuros, un tanto cansados y juguetones, le calcularía un millar de siglos. Parecía que la eternidad misma había pasado por él y solo los despojos había dejado.

—¿Lo recuerdas todo… todo?

—De principio a fin y con lujo de detalles —dijo con una sonrisa torcida —. Y sobre todas las cosas, te recuerdo a ti…

—¿A Yutaka?

—No. A ti, a Kai…

Kai pareció feliz con la respuesta. Uruha, con un apenas perceptible temblor, levantó una mano en su dirección. Kai se apresuró a tomar esa blanca mano que le era ofrecida. La acunó con cuidado y mimo entre las suyas. Tal y como recordaba, encajaban perfectamente. Uruha observó la unión de sus manos y sonrió apenas.

Agridulce como el pecado.

Los minutos corrieron más rápido que un suspiro. Finalmente, Kai se decidió a romper el angustiante silencio:

—Uruha…

—Lo siento—murmuró antes de que Kai dijera algo más—. Lo siento.

Kai negó con la cabeza. Uruha no tenía nada de que disculparse, nada. Pero incluso si él lo consideraba así, evidentemente, Uruha pensaba lo contrario.

—¿Sabes que los muros fueron reconstruidos? Déjalos ir, deja ir esos sueños y recuerdos, concéntrate en lo que ves ahora…

Para dar fuerza a sus palabras, Kai apretujó con fuerza la mano de su compañero hasta casi triturar sus huesos. No hubo expresión de dolor, más bien de una extraña calma, Uruha levantó la mirada a donde Kai.

—Te veo a ti—dijo, sus ojos estaban iluminados por una emoción que en el cosmos, solo Kai era capaz de comprender—. ¿Eso es suficiente?

Kai en respuesta, sonrió. Inclinó la cabeza y lo atrajo por la barbilla para besarlo. Obvio el hecho de que ni siquiera podía recordar cuanto tiempo había pasado desde aquella última vez que habían compartido una dulcísima caricia como la de ahora. Al parecer, Uruha pensaba lo mismo, porque enrollo sus brazos alrededor del cuello de Kai, en un gesto de amorosa posesividad. Entre el beso, Kai suspiró y se inclinó un poco más para explorar gentilmente los labios de Uruha…

 

—Falta tan poco—susurró, finalizando el beso. Mirándole detenidamente a los ojos, como transmitiéndole los secretos de la vida. De su vida.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó, un tanto temeroso. Era lo que era, pero la esperanza no era lo único que había enraizado en su corazón. El miedo también había ocupado su espacio.

—A partir de ahora, 40 días—dijo Kai calmadamente. Uruha solo pudo asentir con la cabeza. La garganta la sentía seca.

—Podemos… ¿puedo dormir? —preguntó, dando un fingido bostezo. Kai le miro confundido.

—Por supuesto—concedió finalmente. Miro a su alrededor con dejo de consultar algo en el aire —. Amanecerá en un par de horas. Descansa, estaré aquí antes de que despiertes.

Uruha asintió. Cerró los ojos y recibió el beso de hasta luego que tan dulce le regalaban, contuvo la respiración cuando Kai desapareció tal cual había aparecido y se metió bajo las sábanas.

Y no pudo conciliar el sueño.

Suspiró, arrepintiéndose por no haberse comportado caprichoso con Kai en un momento así. Si le hubiese dicho, “no te vayas”, Kai se habría quedado aunque el mismo cielo le cayera encima. Rio suavemente con el solo pensamiento, porque después de todo, este ya les había caído encima y con todo su peso y sin el menor remordimiento. Alguna vez escuchó a alguien hablar de las maravillas del cielo, sus ángeles, la bondad en ellos. Perfección. Y en ese momento no había tenido nada que objetar; sin embargo ahora que tenía sus recuerdos no pudo hacer otra cosa que reír. Reír sardónicamente, porque el cielo también abandona a sus ángeles. Reír porque a veces ni el infierno los quiere acoger, reír porque el lugar más justo en que los humanos tanta esperanza depositaban, era probablemente el lugar más fiero y terrible que se podría conocer. Y él lo sabía. Lo vivió.  

En su maraña de pensamientos, se preguntó porque la férrea creencia de que los ángeles eran los seres más puros, incapaces de un sentimiento o pensamiento negativo. Sí, eran de naturaleza blanca pero también sentían dudas, también sufrían envidia y por supuesto también sabían odiar. No hay luz sin oscuridad. No hay blanco sin negro. Era una de las primeras cosas que los humanos habían aprendido. Llana equivalencia. Porque así mismo, los seres oscuros también sabían ofrecer una sonrisa. También sabían amar.

Diferente a los humanos que podían tener varias parejas a lo largo de sus vidas, ellos solo podían tener una. Inconcebible que fuera de otra manera. Ángeles y demonios por igual en un determinado periodo de vida, su energía espiritual resonaba con la de otro y así escogían a su consorte. Y toda la eternidad no les bastaba para amar a su pareja. Demasiado almidonado el asunto, pero sintió una marea de bruma y odio calándole hasta los huesos. A él y a Kai les habían robado siglos y siglos de su tiempo.

No tenía a nadie en concreto a quien culpar en realidad, él solo se había buscado su desgracia, por supuesto no había esperado que las cosas terminaran así: condenado a la nada. Y siglos después, degradado a vivir y morir como humano. Sin recuerdos, sin nada realmente. Y ahora que sabía quién era, solo le quedaban 40 días.

¿De risa? Por supuesto.

 

*** *** ***

Kai se apareció al pie de la cama de Uruha con más facilidad que la primera vez. Paseo la mirada rápidamente por el lugar. No había un solo objeto de valor, si acaso la vieja guitarra, a un  lado de un desvencijado armario, que Uruha parecía adorar. La caja que producía imágenes y que los humanos llamaban televisor, parecía que lo había recogido de algún basurero y tampoco parecía algo valioso. Dejó de observar la instancia y los objetos mundanos que la adornaban y centró su atención en el durmiente. Se acercó a él y depositó un beso en la frente de su eterno compañero, y con un gentil toque, aparto el cabello de Uruha fuera de su rostro.

Se quedó estático al observar el intranquilo dormitar. Le trajo viejísimas memorias  que no deseaba remembrar. Pensó que ese era parte de su inmerecido castigo porque no solo las imágenes venían en contra de su voluntad, sino que sentía como si estuviera reviviendo ese instante y con más detalles de los que podía siquiera imaginar.

 

-//

 

Cuando en su tiempo, al transportarse a ese lugar donde Uruha se encontraba, millones de formas y colores inundaron su mente y fue consciente de que todo, o la gran parte, estaba reducido a cenizas, desde muros hasta ángeles de alto y bajo rango, y con expresión de horror, Uruha observando todo a prudente distancia del conflicto.

¿Estás bien? ¡Salgamos de aquí! —ordenó de manera telepática. Su vínculo estaba intacto, señal de que Uruha no era un traidor.

Esto no debió ser así—murmuró amargamente como toda respuesta. No hubo indicio alguno de que trataría siquiera obedecer a su desesperado llamado de salir de ahí.

Lo izó  de ambos brazos e iba a transportarse escudado en el coro de refuerzos. Y ese que fue alabado casi en igual medida que su creador, cayó. Ese que una vez fue llamado lucero de la mañana, ordenó a todos sus seguidores que buscaran refugio en el reino inferior. A las sombras. Y antes de huir también, Kai pudo sentir la mirada de ese ser escrutándole hasta el alma, su mente fue invadida por la oscuridad al recibir un mensaje de una sola palabra; protégele.

—¡Luxfero! (1) —gritó, llamando su atención. Exigiendo cualquier explicación a lo ocurrido. Pero ese Lucero con el que una vez compartió alegrías, o nunca había existido o había dejado de ser el que era, evidentemente, porque le sonrió con cargada burla y se desapareció en un chasquido de luz azulenca segundo antes de que una espada le partiera en dos.

Y en su enajenada mente solo pudo entender que pese a haber traicionado a todos, él aun se preocupaba por su hermano menor. Volteó a donde Uruha y le abrazó con fuerza, transmitiéndole la poquísima calma que sentía en un momento así. Y fue de lo único que fue consciente. Instantes después, Uruha y él caían presos del más profundo sueño.

Cuando despertó en la comodidad del tercer cielo, lo primero que supo fue que el Lucero de la mañana había caído. Bien, no había sido una ilusión pensó amargamente. Era, ciertamente, decepcionante. Buscó a Uruha. No lo encontró.

Fue entonces que recibió la segunda noticia: existía un traidor a los dos bandos. Sería juzgado y seguramente sería condenado a la nada. Y no lo entendió. Ni siquiera cuando le convocaron a tribunal, y vio a toda la elite reunida que de vez en vez le dirigían una mirada de reprobación y otros de lastima.

¿Qué está pasando aquí? —preguntó al más cercano correligionario. Pero este no le respondió, en su lugar, señaló con la barbilla a donde un personaje entraba fuertemente custodiado.

Si no fuera porque el pensamiento y ansiedad de proteger a su compañero era más fuerte y no había prueba de que alguien de su naturaleza pudiera enloquecer, eso habría pasado al ver a Uruha tomar asiento en el banquillo de los acusados que recién implementaban. Y entonces las acusaciones empezaron a caer.

Kai no solo estaba choqueado por el hecho de que acusaran a Uruha como un doble traidor, sino que le estaban dando prioridad a su castigo antes de siquiera pensar en ayudar a los heridos. Cuando no pudo soportar más, se levantó furiosamente pero una mirada del mayor de ellos, le obligó a permanecer sentado, cuando abrió la boca para protestar tampoco pudo emitir sonido alguno. Rechinando los dientes de impotencia pura, escuchó cada cargo en contra de su compañero. Y con impaciencia, esperó el momento adecuado para defenderlo. Creyó que cuando a Uruha le dieran la oportunidad de hablar, las cosas bien podrían mejorar. Pero en el momento que le permitieron defenderse, Uruha le dirigió una mirada de disculpa.

Estaba enterado —susurró, culposo. Algún murmullo acá y otro allá, porque nadie había esperado que aceptara tan fácilmente su culpa. El capitán de los ángeles. El que había expulsado a su villano hermano pareció confundido y decepcionado al escuchar a Uruha; sin embargo se recuperó rápidamente y una expresión adusta adorno rápidamente su angélico rostro —. Intente advertirles pero no lo logre a tiempo.

¿Desde cuándo has sabido de esta sublevación en contra de Padre?

Suficiente tiempo como para evitarlo. Lo supe ayer, probablemente…

Probablemente. Al igual que todos los presentes, Kai pensó que esa sola palabra era el equivalente a, casi,  revelarse culpable. El capitán le dirigió una mirada extraña; Kai solo pudo relacionarla con esperanza para que pudiera defender eficientemente a Uruha. Probándose a sí mismo, se levantó para tomar la palabra, mucho no pudo hacer. En cuanto decía algo que liberaba a Uruha, recibía dos represalias que lo hundían más. Y todo el tiempo que duro su defensa, Uruha no le miro. Sin querer, ni poder aceptar lo que estaba pasando, continúo…

No es como si Uruha hubiese tenido varias opciones. Si lo ponemos en una balanza, debemos tomar en cuenta que fuimos avisados, y se pudo repelar a… él —Kai se cuidó de no pronunciar el nombre del traidor, pero incluso la más leve referencia, saco respingos de incomodidad y malas caras. Iba entendiendo cual era la gravedad del problema: la traición era terrible en todos los aspectos, pero que fuera él, lo hacía peor. No solo porque era el mayor de los hermanos, sino porque también era el más querido. El más admirado. Kai tragó con dificultad antes de continuar —: Pude mantener conexión mental con Uruha durante el ataque. Incluso si se les dificulta creerlo, no es un traidor. Lo juro por la divinidad de Padre.

No jure en el nombre de Padre.  Uruha es su compañero, entendemos porque lo protegería.

Padre confía en mí, ¿quiere decir que usted duda de él?

Por favor —intervino el capitán, parecía agobiado. Y el tiempo de acusar y defender había terminado. Solo quedaba deliberar el destino de Uruha.

Cuando hubo un resultado para proclamar, el capitán suspiró pesadamente antes de anunciar con protocolo y cansancio: “Aquel que a los dos bandos ha traicionado debe ser condenado a la nada. Al olvido”.

El diagnostico a Kai le sentó como si le hubiesen arrancado las alas o la consciencia, pero no fue tan angustiante como la mirada que Uruha le dirigió hasta ese momento. Arrepentimiento e incredulidad. Kai se preguntó si Uruha pese a no haber ayudado mucho en su propia defensa, había esperado que no le condenaran. Quizá, pensó, que como mucho seria degradado.

Pero las cosas no funcionaban así. Uruha había sido condenado a la no existencia. ¿Cruel? Posiblemente solo para ellos, para el resto solo era llana justicia.

Cerró los ojos e inspiró con dificultad para darse valor y poder decir las palabras que nunca creyó posible, pero antes siquiera que pudiera emitir sonido alguno, el capitán le dirigió una mirada reveladora que le obligó a callar. Había pensado que aunque fuera en el reino inferior, Uruha podría vivir, miró a su compañero. Pero incluso el mismo infierno les había dado la espalda.

No lo entendió, él había pedido que protegiera a Uruha, pero cuando le necesitaba...

Miró a Uruha, parecía tan perdido y suplicante. No quería ver esa expresión angustiante en su rostro.

Lo siento—Le sintió murmurar al tiempo que el consejo se levantaba para marchar y ayudar a los heridos —. Lo siento.

//-

 

—¡Regresaste! —La somnolienta voz de Uruha le sacó de golpe de sus siniestros y detallados recuerdos. Kai le ayudo a enderezarse y le pasó una mano alrededor de los hombros.

—Te lo prometí, ¿no? —responde como si al tiempo le explicara los secretos del mundo. Uruha entiende que no se refiere a la promesa de horas atrás sobre regresar antes de que despierte, es más que eso. Sonríe, buscando la angélica mano, enlazándola con la suya.

—Gracias —susurra.

No obtiene respuesta, tampoco la necesita. Se conforma con ver las manos de Kai cubriendo las suyas. Sintió un poco de frio ahora que Kai ya no lo abrazaba, pero suspiró satisfecho cuando le cubre con una manta. Ese gesto no hace más que  orillarle a comparar, de una extraña manera, a Kai con una gallina que arropa amorosamente a su único pollito bajo su ala,  y así se siente justamente. Se quedan así. En silencio y haciéndose a la idea: No más sueños. Es la realidad.

 

—¡Lárgate con tu amante y no regreses!

—¡Ni que quisiera regresar con una vieja fea como tú!

Uruha saltó del susto cuando escuchó los gritos de los vecinos. Casi había olvidado que por mucho tiempo esos gritos fueron su despertador. Se enderezó para ver a Kai. Suponía que lo último que él podía querer, era escuchar una discusión marital de un par de humanos que no se soportaban pero que también se les hacía imposible vivir separados. Sin embargo, Kai tenía una expresión divertida.

—Bueno —dijo finalmente, obviando el poco pudoroso audio del exterior. Uruha pensó que los vecinos no se comportarían ni siquiera sabiendo que a pocos metros de ellos, estaba uno de los ángeles de mayor elite. Saber algo así en una situación como en la que estaba era, de lejos, una de las poquísimas frivolidades de su vida como humano que podía disfrutar. Sonrió entre dientes y prestó atención a Kai —: ¿Qué haremos hoy?

—Por lo pronto, una ducha y después desayunar.

Kai asintió solemne. No es como si él tuviera la necesidad de comer, pero Uruha era ahora un humano, comer era necesario para subsistir. Se hizo a un lado para que se pusiera de pie…

—¿Qué quieres para desayunar?

—No sé —respondió, buscando ropa en una desvencijada cajonera —. Lo que sea…

—¿Dónde encuentro “loquesea”?

Uruha se enderezo, curioso. ¿Acaso Kai había entendido que loquesea era un alimento? Mejor aún, Kai no quería decir que iba a conseguirle loquesea para que él pudiera desayunar, ¿cierto? Sonrió levemente y negó con la cabeza. Si tuviera más de 40 días, se podía fácilmente acostumbrar a eso.

Si tuviera… pero no era el caso…

 

*** *** ***

No es que Kai desconociera los artilugios con los que se facilitaban la vida los humanos. Después de todo, había pasado siglos entre ellos y había visto con ojo de cámara su evolución, obras y desgracias incluidas. Si había un problema, si es que se le podía llamar así, era que él y los de su naturaleza no necesitaban nada de eso para sobrevivir, por lo tanto nunca les prestó mínima atención más que para catalogarlos ambiguamente como buenos y malos.

Uruha lo entendía, pero no podía evitar reírse con tal situación. Kai parecía un niño al que debían explicarle por primera vez la función de cada objeto.

Eso por una parte, por la otra, estaba tan extrañado como complacido de que Kai pudiera quedarse con él los 36 días que le restaban. Pensar en eso último aun le sacaba calosfríos. Pudo haber sido un ángel, pudo haber sido el hermano de… él, pero justo ahora era un humano y como tal, pensar en morir era aterrador. No importaba que supiera lo que había más allá de la muerte, el pensamiento de que solo tenía 36 días le sobrecogía. No lo dijo y tampoco fue necesario que lo hiciera. Aun cuando la conexión mental con Kai ya no existía, aun quedaban vestigios, porque en cada ocasión que el miedo le embargaba, Kai sostenía su mano y le transmitía la tranquilidad que urgentemente necesitaba. Aunque más que vestigios, bien todo se debía a que para Kai, Uruha era un lienzo transparente. Podía ver y sentir cada emoción de su, eterno, compañero.

Un día, siglos y siglos atrás, Uruha pudo hacer lo mismo.

 

*

—Te preparé café —dijo Kai animadamente. Uruha extendió la toalla húmeda y aceptó la taza que Kai le tendía. No dio un solo sorbo, el fuertísimo olor le avisó que la infusión no era bebible. Rio entre dientes, realmente conmovido por la torpe amabilidad de su consorte.

—Esta bueno —dijo minutos después, cuando hubo mezclado en otros dos litros de agua solo el brebaje de la taza. Incluso con esa medida, el café seguía estando bastante cargado.

Kai observó su taza despostillada y después la de Uruha. Alcanzó la tacita y dio un pequeño sorbo. Con expresión soñadora, Uruha percibió cada gesto. Tuvo la sensación de que Kai tomaba nota mental del sabor que debía tener un buen café.

Suspiró largamente y recuperó su taza.

 

*

 Con fascinación, Kai gravó en su memoria cada gesto nuevo de Uruha. No consideraba que ser un humano fuera degradante, pero tampoco deseaba ser uno. Solo tenía una cosa muy clara, haber perdido sus alas a cambio de la existencia de Uruha, había sido un pago bastante pequeño. Nunca tendría la seguridad y tampoco tenía el valor de preguntar; pero creía que el capitán había abogado por ellos ante Padre.

En todo caso, en ese justo momento había algo más que le inquietaba: el miedo que Uruha mostraba en cada poro con respecto a los 29 días que le quedaban.

Kai y su coro se habían encargado desde el principio que los humanos no tuvieran miedo a la muerte. Era su misión, para eso había sido creado. Sin embargo, a lo largo de los siglos, ni un solo humano había podido dejar de temer. Lo entendían ambiguamente pero no lo aceptaban. Más de uno se había vuelto loco buscando la eternidad en la vida terrenal. Juventud, vida eterna.

Y en la confusión de sus suspiros de vida a él le habían dado diferentes nombres y títulos: Mordad, Esdras, Azrael; así como “ángel de la Ley”, “Aquel a quien Dios ayuda”. Incluso habían tenido el detalle de confundirlo con uno de los más fieles sirvientes de él. Y de todos, el más famoso y certero epíteto siempre seria, “Ángel de la muerte”.

Realmente no le importaba como le llamaran, tampoco tenía interés de si le catalogaban como entidad buena o mala. Le interesaba Uruha y su irracional miedo a la muerte, o a él, a fin de cuentas seria él quien recogería su alma. Supuso que en algún momento tendrían que tratar el tema, si no lo hacía en ese momento era solo para que Uruha se fuera preparando mentalmente.

—¿Qué pasa? —preguntó Uruha, dándole suaves cabezazos para que le prestara atención.

—Pasa la vida. La eternidad nos espera…

Uruha se detuvo en seco. No quería pensar en eso, no ahora que todo parecía ir tan bien. Kai tomó una de sus manos y le miró fijamente. En algún momento tendrás que enfrentarlo. Uruha tembló, Kai no había dicho nada en realidad pero sentía que ese era lo que Kai le había querido decir.

El mundo. La vida en verdad no era amable.

 

*** *** ***

“Reunión de ángeles”. Así llamo Uruha a lo que fuera que Kai había sido convocado.

En realidad se trataba de una supervisión a su coro encargado de  cazar a los demonios que devoraban y torturaban almas. Kai había partido a eso del medio día y regresaría por la tarde. Era una ventaja que el tiempo celeste no fuera el equivalente al tiempo humano. Uruha no podía recordar del todo como se media el tiempo allá y tampoco tenía mucho interés en redescubrirlo.

Sentado en el banquillo más apartado del descuidado parque, pensó en el no-futuro que le esperaba, tenía 22 días, eso estaba claro. Pero cuando intentaba profundizar en el hecho de que iba a morir en tres semanas, que debía arreglar cosas, decir otras tantas a su familia, a sus amigos. Cuando pensaba en lo que podría ser de él, lo que le esperaba; le inundaba el terror y una neblina en su cabeza le bloqueaba cualquier pensamiento al respecto. Era su manera de protegerse.

Una risita seca afloró en sus labios. Hasta donde había caído por nada… absolutamente nada. Y eso no era tan doloroso como saberse conocedor de la desgracia que todo eso trajo a su compañero. A Kai que nunca le abandono, que incluso renunció a sus alas y su permanencia en el cielo a cambio de un poco de indulgencia para él.

 

-//

Encerrado entre muros de nada, Uruha solo pudo pensar que la última imagen que tenia de Kai era de una expresión de profundo abatimiento y él lo había provocado. Iba a desaparecer y nadie lo recordaría siquiera. Pero si estaba escrito, aunque fuera una última vez, deseaba ver a Kai. Pedirle disculpas y decirle una y otra vez: Gracias por todo, mitad de mi vida. Y después, solo después de que pudiera repetirle cuanto lo amaba, desaparecer en el olvido pero llevando consigo una sonrisa de Kai. Elevó una plegaria silenciosa, suplicante:

Padre, por favor, solo dame un poco más de tiempo”.

No esperaba que nadie le respondiera. No esperaba nada en realidad.

“¿Para qué?”

Sintió retumbar en su cabeza, mareándole al punto de no poder hilar dos palabras.

Kai”

Pronunció desfallecido. Una calmada risa hizo eco, pensó que la cabeza bien le podía estallar en cualquier momento. Pero después de algunos segundos, se calmó. No hubo respuesta tampoco.

En el sobrecogedor silencio que le rodeaba, Uruha tuvo tiempo para sacar sus propias conclusiones. La fuerza que había sentido al ser el receptor de aquellos monosílabos, sobrepasaba cualquier límite que pudiera pensar. Tuvo el pensamiento que ni siquiera él podía enfrentarle sin sufrir las consecuencias, pero de lejos, lo más aterrador fue pensar que Padre bienpudo haber permitido la rebelión simplemente porque estaba aburrido y su hijo más amado le ofrecía la diversión que no tenia.

Eso era…

Cualquier pensamiento desapareció de su mente al sentir los muros abriéndose para permitirle el paso a Kai. Su rostro se descompuso al ver en sus manos y su espalda,  los vestigios de sus alas convertidas en cenizas. Pero Kai no parecía muy consciente de lo sucedido, simplemente sonreía, sonreía y sonreía…

Sí, Padre había encontrado una forma de divertirse.

No pudo encontrar palabras para decir. Se acercó a donde Kai y se abrazó a él. Eso era muy cruel. Él, en contra de su voluntad, había perdido sus alas en el momento en que había entrado a esos muros de nada. Pero Kai había renunciado a las propias para atarlo a ese lugar, para que mientras Kai viviera, Uruha no pudiera ir al olvido. Eso era muy triste. Sin el orgulloso símbolo de divinidad, Kai ya no podía habitar en el cielo. Podía entrar, pero no quedarse.

Sujetó sus dedos fríos, Kai sonrió con tristeza.

Lo siento, es lo único que pude hacer.

Uruha negó con la cabeza. Ese era un sacrificio demasiado grande. 

¿Por qué lo hiciste?

La pregunta correcta es, ¿por qué no hacerlo?

Los ángeles no lloran perlas. Lloran desesperación.

Con el rostro bañado en calientes lágrimas, le besó con ternura y apuro, hundiéndose en un urgente sentimiento de expiación.

//-

 

Uruha inspiró con fuerza. Eso había sido demasiado. Que Kai hubiese hecho tal cosa por él le llenaba de pena, y al mismo su tiempo, sentía que su corazón podría desbordarse de amor por él.  

Siempre lo supo, pero hasta ese momento fue que le puso verdadera atención: cuando él, le contó sus planes de sublevación, había estado en total desacuerdo. Pero no había podido decir nada hasta casi el último momento, porque no quería, ni podía traicionarlo. Era su lazo de hermandad el que se lo impedía; sin embargo  también había pensado que Kai existía para trabajar a favor de Padre, que no tenía más vida que esa, y aquello había sido suficiente para desenrollar su lengua y decir lo que sabía. Fue tarde. Su hermano había atacado, había destruido.

Su hermano. Se rio con vacuidad. Todos los ángeles habían sido creados por Padre,por tanto todos eran hermanos. A diferencia de los humanos ellos no formaban familias, no había hijos, pero había una forma de tenerlos.  Si en algún momento, el alma de un ángel no resonaba con la de nadie más, entonces podía crear un compañero. Él había creado a Uruha con una pura y blanca pluma y un fragmento de su alma. Pero Uruha había resonado con la energía espiritual de Kai. Para él, Uruha nunca fue un compañero, tampoco fue un hijo, se convirtió en un hermano más. Su creación dejo de ser suya y paso a servir y proteger a Padre. Quizás…

No le importaba los rencores que Luxfero pudiera tener, no le importaban los juegos macabros de Padre. En ese momento solo contaba su descubrimiento, su vida, su alma y así mismo, su muerte,  todo él, le pertenecían a Kai. No solo porque era su compañero, sino porque Kai había creado nuevos colores para él a partir de la descomposición de su luz. Kai había renunciado a sus alas para mantenerlo en existencia, Kai era su creador. No había de otra.  

Ni cielo, ni infierno; solo Kai. Siempre Kai.

Un chasquido a su espalda le hizo voltear. Sonrió como no lo hacía en siglos. Kai pareció levemente confundido porque el normalmente  el frio e indiferente rostro de Uruha estaba iluminado por una gigantesca y luminosa sonrisa.

—¡Quiero café! —dijo. Kai le miró evaluándolo y sonrió.

—Si quieres café, tendrás café —respondió, aceptando la mano que Uruha le tendía.

—¿Está bien que te aparezcas así, en un lugar público?

Kai rio suavemente y siguió escuchando a Uruha. Hablaba, gesticulaba y reía, casi todo al mismo tiempo.

Las cortinas de niebla estaban desapareciendo.

*

La respiración acompasada y la pequeña sonrisa que adornaba el rostro de Uruha a Kai le saco un suspiro de felicidad. Cuando le habían dado la noticia, que su compañero iba a ser degradado a humano, Kai no imaginó siquiera que tal medida podía no ser tan mala como parecía.

En su mano derecha, un rollo delgadísimo apareció: el rollo de humanidad o pergamino de la vida. En el estaban escritos los nombres de los humanos. Los próximos a morir estaban marcados. Circulado en negro estaban los nombres de los condenados y en luz, los nombres de los benditos.

Takashima Kouyou—susurró. Lo había visto innumerables veces y aun le sorprendía ver el nombre humano de Uruha tachado en rojo.

Era escalofriante. Cerró los ojos y contuvo la respiración…

En aquel tiempo, cuando la decisión de que Uruha renacería en un humano, había buscado inmediatamente su firma espiritual en el pergamino de la vida, pero no lo había encontrado. Entendió entonces que no sería tan fácil como eso, Uruha no sería liberado tan fácilmente de los muros de la nada.

Con suerte, serian unos pocos siglos. Con desventura… prefería no imaginarlo. Y por supuesto, esperar misericordia no era una opción.

La próxima vez que había podido ver a Uruha, fue cuando este era parte de la nada. Un adorno más pegado a los blancos muros. El tiempo de Uruha había sido congelado. ¿Indulgencia? Kai estuvo seguro que en el infierno la encontraría más rápido que en el mismo cielo. Pero no tenia de donde escoger.

Se había limitado a hacer lo que le correspondía. En ese momento, había cerrado los ojos, apretado los dientes y aceptado el castigo. Pero aceptar era una cosa, resignarse otra.

Entonces había rogado, había suplicado. Y logrado que Uruha pudiera ser liberado una vez cada año humano. Una sola ocasión, un solo instante. Solo un día. Por supuesto, 24 horas no habían sido suficientes ni de cerca, fue torturante. Pero era mejor que nada.

Afortunadamente, ahora Uruha había sido liberado de forma permanente.

El rollo de humanidad iba subrayando innumerables nombres en negro. Suspiró y el antiquísimo pergamino desapareció en un chasquido.

 

—Kai —Susurró Uruha entre sueños. Su sonrisa se ensanchó, parecía soñar con algo agradable. Kai se concentró un poco y pudo ver el sueño de Uruha. Sonrió.

El café negro era bueno, es la crema la que inspira la tentación. *

 

*** *** ***

-//

¿Cuánto tiempo llevo aquí? —preguntó.

Lo que dura un suspiro—respondió Kai, arrastrando cada palabra.

Uruha asintió. Su tiempo se había congelado. Cerraba los ojos y no sabía más, pero al despertar le quedaba la nauseabunda sensación de que una eternidad le había pasado por encima. Aun si Kai suavizaba la verdad, no podía evitar que aquello le sobrepasara.

¿Qué pasará cuando renazca como un humano? ¿Qué será de nosotros?

No lo sé, pero iré a encontrarte.

¿Me olvidaré de ti? —Kai desvió la mirada y Uruha aceptó ese gesto como una afirmación—. Entonces me enamorare de ti una vez más—dijo, convencido.

Kai pareció confundido por lo que acaba de decir Uruha. Sonrió, atrayéndolo para besarlo. Uruha suspiró en medio del beso, como cuando aun eran libres, como cuando no había un urgente sentimiento de expiación que les torturara, como si aun fueran en la misma línea y no en paralelas que nunca podrían tocarse; como si el paisaje a su alrededor no empezara a borrarse.

En un segundo, Uruha dejo de sentir la calidez de los labios de Kai acariciando los suyos. Lo veía, lo olía. Podía sentir su firma espiritual pero no podía sentir la propia. Llamó a Kai pero no pudo emitir sonido alguno. Parpadeo, pensó que lo hizo al menos.

Ah. Kai le miraba con una expresión desolada. Ah. Así que eso era. Su tiempo había vuelto a congelarse.

“¡No, Kai!”. De nada le servía no aceptarlo. “¡Kai!”. Aun si gritaba no sería escuchado. Su voz ni siquiera tenía la mínima vibración y su consciencia se iba apagando como una luciérnaga cayendo al mar.

“Tengo que irme”. Escuchó dentro de su cabeza. Enfocó toda su energía en reconocer y aceptar al menos por un instante, la firma espiritual de Kai y permitirle fusionarse con la suya. “Espera un poco, regresaré”.

Y aunque lo intento, no pudo responder. Dejo de sentir incluso la energía de Kai, y después nada.

 

//-

 

“Te amo. Por favor, no te vayas.”

A últimos días, Uruha tenía vividos sueños que le helaban la sangre en las venas. Despertaba empapado en sudor y lágrimas. Gritando fuerte, opacando así, las discusiones matutinas de los vecinos. La primera vez que pasó, Kai logró tranquilizarlo con palabras suaves. La segunda, tuvo que removerlo mientras le susurraba, también, palabras conciliadoras. Sin embargo, la tercera y posteriores ocasiones, Kai había tenido que utilizar medidas drásticas. Meterse a los sueños de los humanos no era su especialidad, pero por Uruha había tenido que hacerlo. Descubrió que todos sus sueños eran iguales. Similares en realidad. Siempre eran de las veces que debían separarse en las puertas de la nada.

Hubo un momento en que se vio tentado a observar. No resistió mucho. Ver a Uruha fusionarse con los muros blancos de nada era una imagen que prefería no remembrar. Así que con un chasquido de dedos, daba una sencilla orden: Despierta.

Siempre había funcionado. A Uruha le llevaba algunos minutos tranquilizarse, a veces temblaba y Kai le abrazaba, a veces debía cantarle una cuna sin ton ni son que había aprendido en algún momento de su estancia en la tierra, a veces solo se quedaban en silencio, haciendo calladas promesas de nunca más separarse incluso si no tenían poder para evitar algo así nuevamente. 

Esta vez fue diferente. Kai intento ordenarle que despertara; sin embargo se vio sumergido en el sueño de Uruha, como si de alguna manera intentara hundirle y no dejarle salir más del sueño. A ninguno de los dos.

—“Uruha. Está bien, estamos bien. Regresa” —Dijo, tratando primero de calmar el subconsciente de Uruha antes de siquiera intentar despertarlo. Concentró su energía, despejando la pesadilla. A Kai casi se le corta la respiración al darse cuenta de cuál era el sueño. De qué ocasión y año se trataba. Había sido de la última vez que había podido entrar a la nada. La última que se habían visto de igual a igual, como dos entes celestiales. Porque la siguiente vez que había intentado ingresar, la nada no le había permitido el paso. La nada ya no resguardaba, realmente, nada.

Kai inspiró y volvió a concentrarse. El sueño le estaba afectando enormemente, supuso que se debía a que era un sueño de Uruha. Su talón de Aquiles, en proverbio humano.

 

“Te amo. Por favor, no te vayas.”

Cuando esos apagados murmullos golpearon en su cabeza, Kai conto a tres y explotó su energía, cubriéndolos a ambos.

—¡Despierta!—ordenó.

Inspirando hondo, como si hubiese tenido mucho rato la cabeza metida en una tina de agua, Uruha despertó. Desorientando, buscó con la mirada a Kai y al verlo, un mar de sensaciones le aplastó con crudeza. Aulló como si le hubiesen apaleado, buscando refugio en los cálidos brazos de Kai.

—Estas aquí—susurró después de un rato en el que Kai no dejo de hablarle, llenándole de caricias.

—Sí, estoy aquí. Y voy a seguir estando aquí… siempre.

Siempre. Esa palabra implica mucho tiempo. Una eternidad. El corazón de Uruha latió emocionado y solo logró asentir. Y entonces, suelta el gemido de frustración que ha guardado por siglos y después inspiró, llenándose de la calma y amor que Kai le daba. Le miró a los ojos y habló. A Kai se le iluminó el rostro al escucharlo, Uruha no se había dado cuenta que llevaba tiempo sin ponerlo en palabras. Quizá porque lo sabían y sentían y era claro y evidente que decirlo pasó a ser algo secundario, casi innecesario; sin embargo en ese momento tenía la imperiosa necesidad de decirlo:

—Te amo…

Uruha siente la mano de Kai estrechándose con la suya. Sus mejillas se calientan levemente y juraría que la cara también se le ha puesto roja. Agacha la cabeza. Quizá eso le pasaba solo a los humanos, no recordaba que antes fuera ligeramente vergonzoso. Kai lo encontró endiabladamente encantador.

—Uruha—llamó Kai con suavidad. Uruha levantó el rostro y sonrió.

Casi, casi se había olvidado de lo impulsivo que podría llegar a ser Kai. Relajó sus labios y les permitió ser besados.

¿Quién dijo que un mal comienzo tiene un mal final? Quien fuera, se había equivocado.

 

*** *** ***

En la cuenta regresiva, a Uruha le restaban 13 días. Kai que seguía sin comprender el miedo humano a la muerte, pero evitó parecer ansioso, también intento con éxito, no abordar el tema. Uruha se lo agradeció internamente y con un dulcísimo beso que a Kai dejó desorientado, y lamentando que el cuerpo de Uruha fuera de solo un humano. Un cuerpo de cristal que podría simplemente romperse con un exceso de energía espiritual. Suspiró, sacando todo tipo de pensamientos de su cabeza…

Uruha dejó en el desvencijado sillón su guitarra y se levantó en dirección a Kai, miró por encima de su hombro el amarillento rollo de pergamino que tenía en manos e hizo una mueca de confusión… Había visto a Kai en variadas ocasiones estudiar el pergamino pero no tenia absolutamente nada, ni siquiera un número o letra o rallón. Compartió una mirada curiosa con Kai y estiró su mano para coger el pergamino, pero tan pronto toco el amarillo papel sufrió una fuerte descarga eléctrica, recogió la mano, asustado.

—¿Estas bien? —preguntó Kai, desapareciendo el rollo y acercándose a él visiblemente contrariado.

—¿Por qué no me avisaste que iba a atacarme? —reprochó. Kai frunció el entrecejo, abrió la boca para responder pero la cerró tan pronto como lo hizo e inspiró largamente.

—No lo sabía—dijo finalmente—. Creí que por ser tú, no habría problema con que lo tocaras.

—¿Qué es esa cosa? No tenía nada escrito.

—Era el rollo de humanidad—explicó, apareciendo el pergamino en su mano izquierda—. Lo conoces, solías estudiarlo conmigo. ¿No lo recuerdas?

—Aparentemente, no—respondió con ligero pesar al notar la confusión de Kai—. ¿Qué es el rollo de humanidad?

Kai se lo pensó un rato. Finalmente empezó a explicar, extendiendo el rollo y mostrándole cada maravilla que había ahí trazado. Los nombres subrayados en negro y los que estaban circulados en luz. Dudo un poco, pero al final le mostro el suyo. Uruha tembló al escuchar que su nombre estaba tachado en rojo. Incluso cuando no veía nada de lo que Kai señalaba, era aterrador pensar que un sencillo pergamino estaban escritos los nombres de todos los humanos, incluso un siglo antes de nacer, o que aquellos que iban a morir en un periodo de 40 días ya estuviesen marcados como reses al corralón, peor, como ganado al matadero.

—¿Estás bien? — Volvió a preguntar Kai. Uruha expulsó el aire que había estado reteniendo y asintió con la cabeza.

El rollo de humanidad le había rechazado no porque fuera un humano, si no porque su existencia no tenía cabida ni en cielo ni en el infierno. Al final de cuentas, la cortesía que habían tenido para permitir a Kai que permaneciera con él sus últimos días era solo eso, llana amabilidad, y esta nunca duraba.

Sonrió con parquedad, el cielo y el infierno funcionaban de una manera siniestra.

 

*** *** ***

Kai se apareció en la habitación de Uruha y con una oleada de energía registró hasta el último rincón del departamento.

—¿Qué pasa? —preguntó Uruha, mirándole con una sonrisa divertida al verlo tan apurado, tan… paranoico, decidió al final.

—¿A quién dejaste entrar? —indagó cuando su flujo de energía se encontró con una potente barrera. Uruha movió la cabeza, sin comprender. Kai había salido a una “reunión de ángeles” y llegaba con una actitud bastante extraña.

—A sus buenos, buenos amigos —respondió una tercera voz. Uruha sonrió a la persona que había hablado.

Iba a presentarlos cuando uno se le adelanto. Kai le dirigió una mirada de reprobación.

—Kai —Saludó con un formalismo casi ceremonial.

—¿Qué hace él contigo, Reita? —preguntó Kai al chico que se había adelantado a presentarse. Uruha miro a uno y después a otro. No estaba en conocimiento que Kai conocía a más personas y que estas lo conocían a él. Siguió la mirada de Kai que no había dejado de mirar con severidad a su otro amigo.

—¡Qué poco cortes! —exclamó el chico, al ser solo un objeto de observación —. ¿No vas a saludarme… Kai?

—No, Ruki. No voy a saludarte —dijo con un tono que Uruha solo le había escuchado una vez: en el tribunal, cuando le habían condenado. Seco, borde.

—¿Kai? —llamó. Cuando el rollo de humanidad apareció en su mano derecha y le mostró el reverso a Ruki, este retrocedió.

—Kouyou, dile que no te he hecho nada. ¡Díselo! —Ruki, o Takanori como él lo conocía, parecía desesperado por ayuda. Uruha se acercó y movió a Kai por el hombro.

—Kai —llamó —. ¡Kai! —gritó, cuando este no le prestó atención —. No sé qué está pasando pero Taka no ha hecho nada.

Kai pareció dudar pero finalmente, bajo el pergamino. Ruki le miro con reproché, pero pareció más aliviado.

Minutos después, llego un pelinegro alto, Uruha lo recordaba alegre y dicharachero, pero cuando cruzo miradas con Kai, pareció aún más serio y formal de lo que Reita lo fue. No se sorprendió cuando se saludaron y Kai le llamo Aoi en lugar de Shiroyama. Parecía que Kai conocía a sus amigos mejor que él mismo.

 

*

Kai dejaba salir pequeñas y casi imperceptibles olas de energía. Y cada que lo hacía, Ruki sufría un sobresalto, como si alguien invisible le pinchara las costillas. Aoi y Reita no se veían afectados y Uruha no era capaz de detectar las vibraciones de la energía que desprendía.

Exasperado por la energía pura que le causaba calosfríos, Ruki le dirigió una mirada de profundo odio, Kai sonrió victorioso. Un caído nunca sería un buen amigo para Uruha. Ni siquiera porque fuera su hermano.

Cerró los ojos al tiempo que desprendía nuevamente una vibración. Se puso en guardia cuando su energía choco con otra. Ruki estaba frente a él, mirando con severidad.

—No soy enemigo —dijo, desvaneciendo su barrera —. Así como Padre lepuso un vigilante, —señaló a Reita y después a Aoi—, así como tú le pusiste un guardián, él me envió con la misma misión; Uruha es importante para todos.

—¿Por qué ni Reita ni Aoi se dieron cuenta de que eres un caído? —Ruki arrugó la nariz por la forma despectiva con la que Kai le llamaba.

—Artimañas de un caído —refunfuñó de mala gana. Kai sonrió —. Tampoco sentí tu energía hasta que me atacaste, has aprendido mañas  de esos que tanto desprecias, ¿no? —Kai se alzó de hombros y observó a Uruha reír calladamente con las bromas de Reita —. Evita suspirar delante de mí —advirtió Ruki.

—Lo intentare —respondió con desdén.

—Bueno, si estás aquí es porque no le queda mucho, ¿cierto? Debes estar feliz—comentó distraído, Kai asintió. No podía ni quería ocultarlo—. ¿Pensabas sellar mi alma con ese pergamino?

—Aun lo estoy considerando —dijo con una sonrisa sin particular malicia. Ruki entorno los ojos.

—¡Muérete! —rezongó con una mueca, extrañamente amigable. Se acercó un poco y olisqueo a Kai como si fuera un vulgar animalejo, un gesto de altanería adorno su rostro. En respuesta,  Kai le dirigió una sonrisita de desprecio y lo vio marchar al grupo de amigos. Sonrió cándidamente a Uruha cuando este le miro y guardo en su memoria el rostro sonrojado de su compañero cuando le guiño un ojo.

¿Que Uruha estaba muriendo? Casi se echa a reír a carcajadas. Uruha había estado muriendo por 23 años, ahora iba a vivir.

 

*

Reita se marcharon un par de horas después. En el marco de la puerta,  Uruha alcanzó a ver cuando Kai le tendió un pergamino a Aoi y le dirigía algunas palabras, parecía algo importante, porque los ojos de Aoi chispearon ilusionados y después de un formal gesto de cabeza, corrió para dar alcance a Reita.

A Uruha le llamó la atención el gesto desdeñoso que hizo Ruki, pero no preguntó nada, más bien, tenia curiosidad por otra cosa.

—¿No te vas a ir? —preguntó Kai a Ruki.

—No —respondió. Sentándose junto a Uruha bastante sonriente.

—¿De dónde es que se conocen?

Kai desvió la mirada y suspiró. Al final no había logrado escapar del interrogatorio. No dijo nada cuando fue Ruki el que pasó a dar una clara explicación. Uruha pareció indignado cuando supo que Reita no solo era su amigo de la infancia, sino que también era su vigilante. Que Yuu que llevaba algunos años de conocerlo, era solo el guardián que Kai le había puesto para cuando él no pudiera cuidarlo; como ese día, que había dejado la tierra para reunirse con su coro. Kai había regresado tan rápido como sintió que había una perturbación de energía no consentida alrededor de Uruha. Normalmente no se habría alarmado pero no sintió a Aoi cerca. Había dejado su grupo y se había aparecido para encontrarse con un caído.

Una de las pocas veces que se sintió tentado a actuar en contra de sus reglas, el cielo y el infierno se burlaban de él con descaro. Tenía conocimiento de Reita, había estado ahí cuando fue escogido, pero no había estado enterado que Ruki también custodiaba a Uruha. Ruki, un caído.  

—Nuestro aprecio por ti no se impone con una misión —dijo Ruki finalmente. Uruha gruño algún improperio y asintió como única opción. Estaba acostumbrado a ese tipo de sorpresas.

>> ¿Sabes, Shima? —comentó Ruki después de un rato mientras se acurrucaba en sus piernas y señalaba a Kai con la mano —. Está en celo…

—En celo… ¿qué?

Kai frunció el ceño, tentado a estrangular a Ruki, o mejor, sellar su alma en el reverso del pergamino de humanidad. Ruki sonrió sabiéndose a salvo mientras Uruha estuviera ahí, chasqueo los dedos y en la pantalla de la televisión aparecieron diversas imágenes de animales apareándose. Uruha no tenía televisión de paga, se había extrañado si Ruki no hubiese señalado, nuevamente, a Kai con la mano:

—En celo —repitió. Uruha enrojeció hasta el cuello y miró a Kai con cierta curiosidad. Kai ni negó ni aceptó lo dicho por Ruki, gruñó y disipó las imágenes de la televisión.

 

Cuando los vecinos empezaron a discutir, Ruki sonrió como si eso fuera una amorosa nana. Uruha le revolvió el cabello rubio y se cuido de no mirar a Kai ni siquiera una sola vez. En celo… No se había esperado eso y Kai no lo había negado…

Kai observó a Uruha. Lo sentía nervioso, inquieto. Bajo la mirada a donde Ruki… recordaba haber tenido una conversación parecida en alguna ocasión.

Hizo memoria, ya tenía bastante tiempo. Poco después que no pudiera entrar a la nada para ver a Uruha.

 

-//

 

Pasó por aquí…— Algunos miembros del coro se pusieron en guardia al ver frente a ellos a la mano derecha del que una vez fuera el ángel de la luz. Kai señalo varias direcciones y cada uno salió apresurado, sin voltear a ver a Ruki una sola vez —. ¡Qué groseros!

Kai no le prestó atención y continúo su camino. Su tarea era rescatar las almas humanas que aun tenían oportunidad de salvación, y no socializar con un caído. No dijo nada cuando noto que Ruki le seguía, observando con curiosidad la manera en que sacaba a las almas humanas y las colocaba en una fracción especifica del rollo de humanidad. Lo que haría después con esas almas era absoluto secreto.

También funciona a la inversa —dijo después. Recitó algunas palabras y un demonio que había estado torturando almas humanas, fue tragado por el pergamino —. ¿Quieres probar?

Ruki frunció el ceño y levantó las manos. Kai sonrió y prosiguió en su tarea.

Llegaron aquí por su egoísmo y envidia. ¿Por qué te esfuerzas en salvar lo insalvable? —Ruki frunció el ceño cuando no recibió respuesta —. ¿A dónde van las almas que rescatas? Al círculo del cielo más alto, reencarnan o… ¿simplemente van al olvido? —Tampoco obtuvo respuesta pero estuvo satisfecho con el respingo que Kai dio cuando menciono el lugar originario a donde Uruha iba a ser enviado. Pensó que los juegos ya debían acabar— No tenía recuerdos. Uruha no te recordaba ni siquiera a ti…

Kai se detuvo en seco al escuchar el nombre de su compañero.

—¡Cállate! —dijo finalmente, pero dirigió una extraña mirada a Ruki, como suplicando en silencio que le contara más. Que le dijera exactamente donde estaba Uruha…

Por supuesto, un caído puede ser más astuto que un ángel que aun se guía por las reglas de su creador.

—¿Quieres olvidar también?

Eso suena bastante tentador—aceptó. Ruki soltó una exclamación de asombro y se interpuso en el camino de Kai.

Entonces…—Subió sus manos a la cien de Kai para devorar sus recuerdos. Pasó sugerentemente la lengua por sus labios, humedeciéndolos. Kai observó detenidamente. Su energía vibró dentro de su cuerpo, reconociendo la de Ruki, ansiándola. Cerró los ojos.

Una cosa es ser tentado, otra es caer —Rio y con un brusco movimiento, quitó a Ruki de su camino.

Ruki era candela pura. Pero Uruha era vida. Su vida…

 

¿Vienes conmigo? —preguntó Ruki, cuando Kai se preparaba para partir. Su estadía en el reino bajo había terminado.

Con algo de duda, lo siguió. Tan pronto como puso un pie en la celda que Ruki abrió para él, la energía de Kai se removió inquieta y una ola se expandió por el lugar, buscando más indicios de la permanencia de Uruha en tan cómodos aposentos. Kai tuvo que aceptar que al menos la decoración del lugar era exactamente igual a los aposentos que compartió en el tercer cielo. Cuando nada de eso había pasado.

Su energía se calmó cuando se reconoció que Uruha no había estado en otro lugar más que en la cama y que su firma de energía era tan débil como la lucecita de una luciérnaga cuando antes había sido tan fuerte como la de un volcán en erupción.

Si quieres olvidar…

Ruki dejó a medias su frase cuando Kai le sacó de la habitación con una ola de energía pura que le estrelló contra los muros de piedra. Kai se acercó a él y le olisqueo como un animalillo.

Estas en celo —repuso con desagrado. Ruki pareció ofendido pero no dijo nada… no tuvo tiempo.

—Tengo mala mano para crear a mis hijos—Kai gruñó como fiera apaleada cuando una voz retumbó en su cabeza. Se concentró para expulsar al invasor. Cuando lo logró, volteo a ver a Ruki, estaba pálido pero no parecía afectado. Estaba como lo que era: un hijo regañado—. En la salida, Ruki. En la salida…

Kai frunció el ceño cuando Ruki se desapareció con una sonrisa de anhelo.

En la salida esta mi coro. ¿Qué buscas, hermano?

—¿Consideras hermano a un traidor? Que adorable, Kai—dijo con burla. Apareciendo a su espalda—. Ruki no hará mal a tu coro, por el contrario, está buscando a su compañero. Su alma ha vibrado en todas las ocasiones que te has dignado a visitarnos. Está impaciente, justo como tú has dicho, está en celo…

—¿Por qué ha venido conmigo entonces?

—¿Acaso tu alma no reconoció la de Ruki cuando intento hacerte olvidar tus recuerdos? Es porque Uruha y Ruki fueron creados de la misma manera y por el mismo ser. Su firma espiritual es gemela. Y tu pareces tener un especial gusto por mis hijosÉl rio alegremente, Kai se alejó algunos metros, cuidándose de no mirarlo

Lux…

—Cuidado con lo que vas a decir, renuncie a mi nombre el mismo día que me expulsaron. Si vas a preguntar por Uruha, no está aquí y tampoco sé donde está. Posiblemente en un lugar donde ni tú ni yo podemos entrar,  con nuestro Padre.

—¿Por qué lo trajeron aquí?Él  se alzó de hombros y suspiró.

—¿Por qué se lo llevaron? —indagó, dando la espalda a Kai cuando este volteo a verlo—. ¿No es curioso? Todos supondrían que aquí mando yo, pero ellos pueden entrar y salir con libertad y sin que yo pueda hacer algo al respecto. Si no se les hace costumbre es porque este lugar es indigno para su pureza—dijo con retintín—. En todo caso, anda estudiando con más detenimiento ese pergamino tuyo.

Y sin decir más, él se marchó. Kai estuvo tentado a verificar alguna anomalía en el rollo de humanidad, pero contuvo el impulso y se desapareció a donde su coro le esperaba.

Tercer cielo—ordenó a su coro—. Aoi, daremos una vuelta por la tierra.

Kai sonrió justo cuando se desaparecía. Había notado a Ruki a la distancia, observando, estudiando. Así que… Aoi.

 

//-

 

Kai entrecerró los ojos al ver a Ruki acomodarse sobre las piernas de Uruha. Ese pequeño demonio se estaba burlando de lo lindo de él. Bufó molesto.

—¿No te piensas ir?

—¡Kai! —riño Uruha. Ruki rio entre dientes y volvió a acomodarse…

—Aoi está en Siberia. Aparécete junto a él, formen un vinculo o congélate, lo que sea, pero fuera…

Ruki parecía entre alarmado y confundido, quizá, no era por la forma grosera en que Kai le hablaba si no porque supiera que era Aoi. Observó de reojo a Uruha y sin decir nada, se desapareció…

Con una ceja arqueada, Uruha le miraba fijamente, esperando alguna explicación. Cuando Kai se abalanzó sobre él para besarlo, Uruha pensó que quizá, solo quizá, Kai sí que estaba en celo. Pero después de un rato, Kai no hizo más avance, incluso cuando él estaba con ese ánimo.

Kai le acaricio el rostro y se tiro en el sofá, casi en la misma posición que había estado Ruki. Idiotizado, Uruha sonrió y empezó a revolverle el cabello.

 

*** *** ***

Satsuki abrazó con fuerza a su hijo. Le miró tan grande, tan lleno de vida, luchando por hacer realidad su sueño de convertirse en el mejor guitarrista; que el orgullo dentro de su pecho fue inevitable. Le dio suaves y cariñosas palmaditas en una mejilla y su ya no tan pequeño Kouyou le sonrió, amoroso. Su hijo era un gran chico, lamentaba mucho no poder ayudarlo en su sueño, pero tenía dos hijas más y era viuda. Kouyou no la había culpado e incluso le ayudaba con lo poquísimo que podía. Se le llenaban los ojos de lágrimas por tan precioso hijo con el que el cielo le había bendecido.

—¿Has estado bien? —Kouyou asintió, sonriéndole cándidamente.

—Le compre esto— Satsuki tomo el paquete, cuando lo desenvolvió encontrando algo de ropa y un par de zapatos.

—¡Ay, mi niño! No gaste su dinero conmigo, cómprese sus cositas para que pueda convertirse en un gran músico.

Satsuki no supo porque de pronto la expresión de su hijo se apagaba, parpadeo y lo vio sonriendo. Decidió que lo había imaginado. Kouyou también había llevado regalos para sus hermanas y se mostraba bastante cariñoso. No es que no lo fuera, pero Kouyou era algo frío. Fue una sorpresa agradable. Quizás era que estaba creciendo y encontró a una persona que le hacía feliz y a eso se debía el cambio.

Satsuki vio a su hijo recorriendo la casa donde había vivido la mayor parte de su vida, tenía una expresión casi triste, pensó que solo debía ser nostalgia y se apresuró a terminar la comida. Kouyou había viajado desde Tokio a ese pequeño pueblo en Nakagawa, seguro estaba cansado y hambriento.

Cuando Uruha marchó al día siguiente le abrazó con fuerza. Como si se estuviera despidiendo, eso provocó que su corazón latiera casi con violencia. Kouyou no se había despedido ni siquiera cuando cuatro años atrás decidió vivir solo en la capital. Había sido como si fuera a la tienda y fuera a regresar en cualquier momento. Ahora parecía una verdadera despedida.

—Cuídeseme  mucho, mamá.

Satsuki lo despidió en la central de autobuses con una sonrisa, aun cuando su corazón  seguía latiendo fuerte, asustado. El camión partió y ella agitó la mano una y otra vez, y siguió sonriendo incluso cuando el autobús había desaparecido de su campo de visión.

Regresó a casa pensando que tenía que hacer rendir el dinero para que le alcanzara hasta la quincena. Metió la mano en la bolsita de su falda, había más de lo que recordaba. Se le llenaron los ojos de lágrimas al reconocer los feos kanji de su hijo: “Solo un poco de lo que usted me dio”.

Satsuki pensó que la próxima vez que viera a Kouyou lo iba a abrazar tan fuerte que no lo dejaría marchar otra vez. Sonrió y se encamino al mercado de mariscos…

Kouyou había dado los ahorros con los que compraría equipo de sonido a Satsuki y ella no vería nuevamente a su hijo.

 

*

—¿Quieres café? —Uruha negó con la cabeza y se fue a la cama con todo y zapatos.

—Abrázame—pidió con la mirada llorosa. Kai se subió al colchón y rodeo a Uruha con sus brazos—. Al menos… pude despedirme de Satsuki. Mi mamá.

Kai no supo que decir. Alguien de su naturaleza no sabía lo que era una mamá, solo no la necesitaban como era el caso de los humanos.

—Esa mujer tendrá una larga y buena vida—Aseguró. Uruha sollozó al escucharlo y luego rio un poco, asegurando que cuando tuviera nietos, sería una abuela muy gruñona.

—En realidad será tan consentidora como lo fue contigo—dijo Kai después de un rato. Pero Uruha ya no lo escuchó, se había dormido.

Kai le quito el cabello del rostro lloroso y beso su frente.

Observó un punto muerto en la pared y al instante algunas imágenes de la familia de Uruha aparecieron. Satsuki y sus dos hijas cenaban alegremente. Kai sintió simpatía por la madre, la mujer que había criado y educado a Uruha. La mujer que lo había amado y arropado cuando él no había podido.

Aun recordaba cuando ocho décadas atrás había estado dando una vuelta por la tierra y, por costumbre que había tomado desde que hablara con él, revisaba cada cierto tiempo el rollo de humanidad. Sintió la firma de energía de Uruha escribiendo un nombre humano: Kouyou Takashima. Y seis décadas después, lo vio nacer en la cuna de una modesta familia japonesa.

Kai bendijo el hogar donde Uruha crecería.

También, Kai tomó varias formas humanas para estar cerca, para protegerlo. Desde el niño que de la nada le ofreció un dulce cuando lloraba desconsolado en su primer día en el kínder, hasta aquel gánster que le defendió de los brabucones en la secundaria. Kai siempre estuvo ahí, viéndolo crecer, viéndolo reír y soñando junto a Reita en convertirse en el mejor guitarrista y bajista del mundo.

Hubo un momento en que no pudo resistir seguir en el anonimato. Kai tomó de forma permanente la figura de un chico al que llamó simplemente Yutaka. Uruha y él se habían convertido en grandes amigos aun cuando iban en líneas paralelas. Kai nunca pudo estar en el mismo círculo que Uruha y Reita. ¿Por qué? Nunca lo supo…

Uruha se conformó teniendo dos mejores amigos por separado. Uno más especial que el otro pero los dos muy amados por él. Kai como humano, no se dio cuenta, Uruha se había enamorado de él, de Yutaka. Pero también fue en ese entonces que Kai empezó a desaparecer constantemente, y en los últimos cinco años, pudo verlo bastante poco; Kai tuvo que relegarle la tarea a Aoi de cuidar a Uruha. No se había enterado del momento en que Ruki había aparecido. Ahora tampoco es que le importara.

 

Y para esa noche, Uruha tenía 23 años y solo le restaban 7 días.

 

*** *** ***

Kai nunca entendió el embobamiento de los humanos por el mar. Y como guardián que era, había visto más muertes en zona de agua, que en zona seca…

En el océano yacía un mundo diferente, tan distante de la propia tierra, creando dimensiones sin fin, formando universos sin barreras que un humano no sería capaz de comprender. Lo conocía, lo sabía. El mar era uno de los lugares más terribles…

—¿Kai?

Pero si Uruha quería visitar el mar como otro extraño ritual de despedida, él no se negaría.

Quizás, podía cambiar de opinión respecto al océano. La imagen visual que le ofrecía era deslumbrante.

>> ¿Qué tanto me ves? —sonrió. El mar, después de todo, ante sus ojos seguía careciendo de encanto comparado con Uruha.

 

*

En el quinto día, Uruha durmió hasta las cuatro de la tarde. Comió una tostada, bebió café con seis cucharaditas de azúcar,  y regresó a dormir.  No quiso tomar un baño, “hoy es mi día hippie”, dijo a Kai. Él pareció extrañado por unos segundos, pero después sonrió y se alzó de hombros.

Vieron viejísimos videos de los improvisados conciertos que Uruha había tenido en la secundaria  y rieron de lo malísimos que eran.

Uruha se volvió a dormir en brazos de Kai a eso de las ocho de la noche. Era un hippie deprimido.

 

En el cuarto día. Para las siete de la mañana, Uruha estaba bañado y desayunado. Incluso con sus expresiones calmadas y gestos vagos, a Kai le pareció que estaba bastante animado.

A las tres de la tarde había recorrido media ciudad por un panecillo de mantequilla, relleno de crema, cuya marca estaba siendo sacada del mercado, y no comía desde hacía unos 10 años y que de pronto se le había antojado. Kai, en contra de sus reglas, tuvo que aparecerlo para que el ánimo de Uruha no cayera.

A minutos de las cinco de la tarde, desde las gradas más altas, Uruha no perdía detalle del juego que en el campo se llevaba a cabo. Volteó a ver a su compañero. Algunas veces, siendo Yutaka, Kai y él habían jugado futbol callejero... Habían sido de esos días blancos que recordabas con añoranza pero que no los cambiarias por los días presentes. Uruha lo creía así. 

—El número 10 es muy malo—dijo, cuando el jugador de la playera de dicho número reventaba la portería con el balón. 

—Mentira—exclamó divertido. Yutaka había portado ese mismo número. No era malo, solo que había mejores jugadores que él. Todos, por ejemplo.

Uruha rio con suavidad y regresó su atención al partido. Kai encontró un envoltorio de  regalo que tenía impreso un crisantemo. Fijo su mirada en el papelillo metálico y en un parpadeo, este desapareció. Sonrió y siguió el ejemplo de Uruha al abuchear al árbitro. Llamaron la atención, les miraron entre extrañados y desconfiados…

Uruha dio una inclinación como disculpa, rio avergonzado y se dejó guiar por Kai fuera del pequeñísimo estadio.

Ese había sido su día de máxima hiperactividad.

 

*

 

—¿Kai, cuanto me queda? —Uruha echó un último vistazo a la cocineta, a su habitación, y a todo el espacio donde vivió los últimos años; una sonrisa de calmada tristeza se pintó en su rostro y decidiéndose, cerró la puerta detrás de él. Hacía unos minutos que había entregado las llaves de su departamento y se había despedido de la casera. Suspiró sin saber que exactamente sentir cuando Kai le dio una respuesta corta, pero por demás especifica:

—29 horas.

Uruha pensó que ese momento podría no ser tan fácil como lo había imaginado en algún momento, incluso si Kai continuaba a su lado.

Los vecinos que todas las mañanas peleaban, pero que ese día no habían gritado ni una sola vez, los saludaron cuando bajaban las escaleras. Él, con el rostro largo y marcado con cicatrices de acné, parecía un poco más atractivo. Ella, con sus ojos pequeños y agresivos, y su figura un tanto robusta, parecía de pronto bastante femenina. Él la conducía con una delicadeza que nadie habría imaginado al escucharlos discutir. Uruha les sonrió apenas y los vio perderse escaleras arriba.

Él parecía orgulloso. Ella estaba embarazada. Ellos eran felices… Y Uruha estaba muriendo.

 

*

Uruha observó a unos niños jugar con un avión a control remoto. Reían tan alegres que sintió envidia de ellos. Cuando sintió la mirada de Kai sobre él, sonrió avergonzado. Eran solo unos niños pero había querido que uno de ellos tomara su lugar. No importaba como lo viera o que Kai le asegurara que todo iba a estar bien… ¡no quería morir!

—Uruha…

—Soy un humano ahora—interrumpió, no sabía siquiera si eso era suficiente para excusarse. Kai tomó su mano y cuando le soltó, Uruha encontró en su palma un crisantemo. Él no era capaz de identificar la energía espiritual de las personas, de las cosas, incluso a Kai, pero al sentir la fresca flor en su mano, pudo sentir la presencia de Kai el arcángel, su compañero en la eternidad. Un nudo en su garganta se formó, e incluso con la voz quebrada, habló—: Incluso si conozco ambos mundos, no sé que puede esperarle a alguien en mi condición. Algo me dice que todo irá bien pero al mismo tiempo, Kai…—Jaló aire para controlar un poco su voz quebrada—, ¡tengo miedo!

—Todo estará bien. No dolerá—Uruha negó con una risita seca que a Kai fracturó.

—Lo he aceptado. Porque tú eres el ángel de la muerte, y te amo, no puedo temerte a ti. A lo que eres o a lo que haces—Kai por un momento se sintió orgulloso de su compañero, era más fuerte de lo que pudo imaginar. Los humanos eran fuertes, lo sabía. Se habría detenido a halagarlos o a besar y abrazar a Uruha como premio, sino hubiese visto esa expresión tan afligida en su rostro. Sentía el miedo de Uruha, pero no sabía, sentía el porqué, se sintió desorientado.

—¿A que le temes? —preguntó, tomando su mano. A Uruha se le llenan los ojos de lágrimas, parpadea y toma aire. Nunca ha llorado, no va a empezar a hacerlo ahora, incluso cuando la presión es tan grande que es lo que más se le antoja.

Respondió, acariciando cada palabra y preguntándose porque le resultaba tan complicado respirar:

—A que no volvamos a encontrarnos— expresó con angustia. Kai casi se olvida de existir  tras la revelación del miedo de Uruha. Sonríe afectado, porque tiene una respuesta y no puede darla.

Baja la mirada y en las manos de Uruha aparece el crisantemo. Aun fresco, aun vibrando de vida. Uruha puede sentir la energía de Kai palpitando en la flor.

—Pagaste por pecados que no eran tuyos. No hay manera que sigas  siendo castigado. Después de la muerte nadie puede interferir con las almas, ni siquiera Padre, porque ha sido él quien me relego esta tarea prometiendo que sería así hasta el final de los tiempos—Kai tomó el crisantemo y lo guardo dentro de la camisa de Uruha. No parecía nada especial, y sin embargo, Uruha sintió algo quemarle en el pecho sin que llegara a dolerle realmente. Con una mirada de duda, levantó la tela, encontró un tatuaje con la figura de la flor. Sintió la firma de energía de Kai dentro de él despertando su propio núcleo. Miró a Kai, interrogante —. Te guiara. No importa a donde vayas, podre entrar a ese lugar. Nos encontraremos, me he asegurado de que sea así.

—Esto no es permitido —señaló el tatuaje por sobre la ropa. Un vinculo forzado —, ¿o sí?

—No lo es —dijo Kai con una sonrisa avergonzada —, pero tampoco hay alguna regla que lo impida… Al final, ángel, humano o demonio, eres mi consorte.

Uruha abrió los ojos, sorprendido. Días atrás, cuando Kai le había hablado de su nombre marcado en rojo, entendió que no podría llegar al cielo ni al infierno. Había sido expulsado. Temía ir a la nada, pero le aterraba aun más ir al olvido, lejos de Kai. Sonrió un poco, apenas visible. Estaba temblando.

—Como humano aprendí muchas cosas, unas más importantes que otras. Cosas buenas y cosas malas. Incluso en este momento estoy ambicionando lo que no sé…

—¿Qué es lo que deseas?

Uruha se alzó de hombros, y se reclinó sobre Kai.

—Desde este lado que lo desconoce todo. Como humano y no como el ángel que un día fui… quiero creer en la eternidad. Me gustaría estar contigo para siempre —Ocultó su rostro en el hombro de Kai, quien pareció sorprendido por que Uruha hubiese dicho algo así.

Se removió, tomando el rostro de Uruha entre sus manos. Cubriéndolo de besos.

—No olvides que esto no es el final —dijo como una solemne promesa. Uruha sonrió extasiado.

 

*

La mirada de Uruha se posó en una pareja que en un momento parecían estar bien y después discutían con palabras fuertes y en un tono rencoroso. Uno de los niños a los que había envidiado estaba cerca de la pareja. El chiquillo saltaba para  recuperar su avioncito que había quedado enredado entre las ramas de un frondoso árbol. Intentó una vez más con el control remoto pero tampoco funcionaba.

Uruha volteo a ver a Kai. Le besó rápidamente y fue a ayudarle al chiquillo.

Kai sabía todo respecto a la muerte de los humanos. Uruha había sido la excepción, no le preocupaba porque él estaba ahí. Sería algo tranquilo, se aseguraría que así fuera.

Sin embargo, cuando Uruha fue a ayudar al niño, su energía se aceleró como temiendo algo. Kai se levantó, no dio más de tres pasos. La mujer que discutía, saco de su bolso una pistola y le apuntó al muchacho. Llorosa y temblorosa. Pulso dudoso.

El niño vio a la rabiosa mujer y corrió a donde Uruha, el rostro más amable que tenía cerca. Sus padres estaban del otro lado del parque y sus amigos le habían dejado cuando no pudieron bajar el avión. Y la inocente acción alteró aun más a la chica, disparó a ese lugar donde había visto al niño moverse.

Kai antes de desaparecer alcanzó a ver un charco de sangre alrededor del cuerpo caído de Uruha. Quiso acercarse, no pudo hacerlo. Puesto que no estaba para rastrear almas humanas ni para  encaminarlos a su destino final, él solo residía en la tierra por Uruha. Al morir este, el tiempo límite que podía permanecer se terminaba.

El triste lamento de dos sirenas se fue acercando por direcciones opuestas. Policía y ambulancia. La chica que había disparado, lloraba histérica al ver lo que había hecho. El muchacho huyó sin voltear a verla. Ella fue arrestada.

 

Los paramédicos dijeron que el joven Kouyou Takashima había muerto al instante. La bala le perforó el corazón o un órgano vital, Satsuki no supo con seguridad lo que le habían dicho, ella solo podía entender que su hijo estaba muerto.

 

*** *** ***

 

Kai parpadeo y se encontró en el Triángulo de Pandora como él mismo lo había bautizado. Era un lugar de nada, en el límite del cielo, tierra e infierno. Después de perder sus alas y no poder continuar en el tercer cielo, Kai tomó a Pandora como su hogar.

Suspiró, sacando de su cabeza la imagen de Uruha cubierto de sangre y, concentró su energía para seguir el rastró de su firma que tenia impreso el crisantemo que dio a Uruha. 

No fue difícil ubicarlo. Kai era experto en ubicar almas. En el plano entre el reino bajo y la tierra sintió la vibración de su propia energía, fusionada con la de otro ente. Uno oscuro y sin forma.

También, Kai sintió la energía de otros seres. Aoi, Ruki y Reita observaban a distancia y en guardia. Más allá de ellos, podía sentir los ojos de él  y la mirada de Padre también. Si algo por pequeño que fuera, salía mal, Uruha seria condenado nuevamente, eso estaba claro.

Tardaste—dijo una voz retumbando en su cabeza, era extraña pero también tenía un gesto familiar. Un rastro apenas tangible de la firma espiritual de Uruha.

Sonrió. No había necesidad de caer al fondo del mar, ese no era el final de su creación. Estiró su mano en la dirección de la voz...

“Ven”- llamó en silencio. Una calmada risita le hizo sonreír también y una fría mano toco la suya. Cerró los ojos, si no podía verlo podría sentir su presencia al menos…

Manos frías y labios cálidos. Besos quemantes como el sol.

Kai no supo en que momento, sus aliados se marcharon. Y tampoco le importó, solo tenía en mente que al alejarse, Padre y él habían aceptado la necesidad de Uruha y él de escoger su propio camino.

Abrió los ojos. Se sorprendió, ese ente que estaba besándole era diferente al Uruha que conocía; sin embargo su sonrisa calmada, su mirada ansiosa…

—Bienvenido—susurró. No importaba si la apariencia de Uruha había sufrido cambios. Si su cabello castaño era de un azabache profundo, si sus largas pestañas antes oscuras ahora eran blancas. Uruha siempre seria Uruha, eternamente.

—¿Y ahora?

Kai se alzó de hombros. No había hecho planes por su cuenta, siempre confió que esa eternidad que Uruha esperaba a su lado, la trazaran los dos.

—Ahora estaría bien un café, ¿no? —propuso, guiando a Uruha a Pandora. Observó satisfecho su mirada asombrada. Pandora era exactamente igual al hogar que tuvieron en el tercer cielo, el único cambio eran las dos tazas despostilladas en una desvencijada mesa. Copia de las pertenencias de Uruha en la tierra.

—Sí, café estaría bien—aceptó con una sonrisa.

Kai nunca dio explicaciones sobre las almas que salvaba del reino bajo. A donde iban, quizás después de encargarse de ellas el mismo olvidaba el destino que les daba. A partir de la descomposición de sus alas pudo atar a Uruha a la existencia, a partir de un vínculo forzado, Uruha pudo entrar a Pandora.

Uruha rio con ganas. El cielo le abandono sin pena, el infierno no lo quiso recoger. Si alzaba su mirada y veía a Kai, creía que todo eso merecía la pena padecerlo si su recompensa seria estar con su consorte. Kai tomó su mano, se amoldaban perfectamente.

Sonrió. Regresaba a casa, regresaba con Kai. Eternamente con Kai. Le besó al tiempo que chasqueaba los dedos y aparecía dos tazas de humeante bebida.

A veces, los ángeles también toman café. 

 

Notas finales:

 

Saben que creo (¿?) Que esto de fantasía tiene lo que Aoi de hetero. Nada e_e

En fin…  mientras escribía esto, tenía la idea de hacer a mis ángeles bastante humanos y creo que lo he logrado. He Leído mucho sobre ellos y cuide mucho de no caer en los estereotipos existentes, quise que fueran algo diferentes. Pienso que si son los guardianes de la humanidad y bla, bla, bla… entonces nosotros debimos aprender de ellos, al menos, algunas mañas (?) xD. Además, sabemos, creemos que los demonios tienen ambiciones, gusto por el sexo y demás frivolidades que podrían considerarse solo humanas, pues, si bien los demonios fueron ángeles alguna vez entonces porque creer que solo los ángeles no tienen esos mismos deseos (¿?) Y eso…

Gracias...


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