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Trágico pero efímero fin por Yara

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Notas del fanfic:

Es un fic algo viejo que escribí hace tiempo y ahora adapto al 2min, ya se que no es bonito ni mucho menos, pero siempre he sido medio depresiva. 

No juzgen mucho lo escribí cuando tenía 13 hace ya tres años. 

Notas del capitulo:

Solo espero que lo disfruten ^-^ 

«Nº de Paciente: 15354.

Nombre: Choi Minho Edad: 21 años.

Razones: Esquizofrenia menor; alucinaciones; auto-fobia.»

 

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El día quema las horas, lo segundos y los minutos. A veces, se siente el pasar del tiempo, como una llama que incendia los centímetros a su paso lento y cruel. Otras veces, simplemente no siente nada.

 

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Taemin.Teamin. Taemin.

 

Su corazón late desbocado cuando recuerda su nombre.

El se presentó, lo recuerda, en un encuentro. Sí, sí. ¡Y le dijo que le amaba! Oh, Dios, glorioso día. ¡Que nunca le abandonaría!, susurró también. Lo recuerda perfectamente, como si sólo hubiera pasado anoche. Pero el fantasma de su recuerdo ya lleva vagando sobre él demasiados días (¿u horas?) como para que fuera sólo en la oscuridad, en la noche.

También… dijo que vendría por el. Vestido de negro, agregó. Vestido sólo para el, para que sólo el y nadie más pudiera reconocerlo. Porque aseguró que volvería. ¿A dónde fue? No lo sabe. Pero, de donde sea que hubiera ido, volvería. Y regresaría a por el. Y está feliz de recordárselo, porque el es todo lo que tiene, todo lo que puede poseer.

Oh, Minnie, Taemin. Cuánto te amo, Taemin.

El sabe que no le gusta que la llamen por su nombre completo, pero tiene ciertos derechos.

Porque el es su sueño no correspondido. Esa canción que nadie canta, además de el. Taemin es todo lo que necesita para no morir.

Sabe cerrar los ojos, es un acto que le sale del corazón —que palpita cada vez más lento—. Reconoce que debe suspirar su nombre antes de irse nuevamente. Y, sólo una vez antes de alejarse de la conciencia, sonríe, por si acaso. Cree que a el le gusta verle feliz.

Sí, así… curva la boca, la comisura de sus labios. Por si acaso. Sólo por si acaso…

"Minnie…", murmura cuando lo ve, hermoso, demasiado irreal, en un mundo que el mismo inventó para los dos. "Has vuelto".

Pero el no dice nada, sólo sonríe, precioso. La luz de esa luna roja sólo hace que su pálida piel se vea de un tono moreno. Las hebras preciosas de finos cabellos castaños se balancean cuando son acariciadas con esa brisa que huele a fantasía.

"No tengas miedo", susurra con voz ronca. "No te avergüences, ven. ¡Ven! Te necesito tanto… ¡Ven!", y ya cada vez más parece una súplica patética.

"No tengo miedo", musita el con voz irreal. Y no deja de sonreír.

El castaño da un paso hacia adelante, lentamente, suave, como para hacer pasar el tiempo lento. Y el moreno no puede hacer nada más que observarlo mientras el se aproxima, obedeciendo la orden que antes le había impuesto. Sabe que el haría todo lo que quisiera.

Y sabe que haría todo por que  fuera de él, y sólo, sólo, de él.

Pero se detiene, de repente.

¿Es que se ha cansado? ¿Ha encontrado un obstáculo en el camino? ¿Ya no quiere acercarse? ¿Hay algo que le desagrade?

El mayor da un paso hacia adelante, y sus ropajes blancos crujen con sus movimientos.

"Ven", repite.

Taemin le mira con ojos entrecerrados, irradiando ternura. Entonces, extiende los brazos hacia Choi, invitándole mudamente.

"Acércate", susurra el. "Ven a mí. Quiero atraparte. Yo te cuidaré de todos. Te levantaré cuando caigas. Te tomaré la mano cuando vuelva a por ti."

Minho no lo pensó dos veces antes de echar a caminar. No le importó que las grises plantas le hicieran daño a sus pies descalzos. Tampoco que la oscura sangre saliera de su monocromática piel. No sentía dolor, no. Tampoco miseria, ni agonía. Porque este era su mundo, y nadie se lo quitaría.

Toda su atmósfera de colores grises se vio opacada por el color de su ángel, bañado por la luz de la luna roja.

Entonces, cuando quiso rodearlo, no pudo. Sus brazos no se movieron de donde, supuestamente, deberían estar. Su cuerpo se tambaleó cuando buscó sus extremidades superiores. Comenzaba a desesperarse.

"¿Pero qué…?", musitó, mirando su cuerpo.

La blanca camisa de fuerza aún le tenía bien sujeto el torso y los brazos.

Gritó.

"Ven a mí", seguía diciendo Minnie. "Tomaré tu mano cuando vuelva a por ti."

Minho volvió a gritar de impotencia. La figura de Minnie se desvanecía con la brisa de fantasía. Las manos de el moreno, fijas en la parte baja de su espalda, no pudieron retenerlo.

"Vuelve, vuelve a por mí…", suplicó, temblando. Minnie!"

Minnie.

—¡No, no! ¡No me dejes otra vez, Minnie! —gritó.

—¡Minho, Minho! Despierta, Minho. ¡Nadie se va! —vagos intentos de calmarla.

El joven se sacude salvajemente sobre la camilla, con los grandes ojos abiertos, sin ver nada en realidad. Sus manos, vueltas puños, se estrellan contra su pecho. Y grita.

—¡Taemin!

Unas manos frías le sostienen los brazos, intentando separarlos.

—¡Rápido, anestesia! Si no se duerme con los calmantes, administren más dosis.

—Pero, doctor, ya hemos agregado lo natural a su organismo, debería relajarse en unos segundos.

—¡Minnie! —gritó.

—¿Cree que está calmado? ¡Dios, la anestesia! —exigió el doctor al mando.

—Está teniendo una crisis nerviosa —advirtió otra voz neutra—. Tal vez histeria.

—¡Anestesia!

"El se estaba yendo, caminando lento. ¡Le estaba diciendo, mudamente, que le siguiera! Si tan sólo pudiera soltarse de esos brazos…

Lo escuchaba susurrar su nombre en el viento. ¡Lo estaba llamando! Y el quería acudir. Tenía que soltarse.

¡Él era el único que alejaba su soledad! No podían permitirle que se fuera. No podían dejar que su corazón se quebrara.

No debían permitir que Minnie lo abandonara."

¡Minnie!

Y, a pesar de que ese grito le desgarró la garganta, Tae no se volteó.

El cuerpo de Minho se sacudió, convulsionándose, mientras los médicos lo sujetaban a la camilla con correas.

Se sintió jalado hacia un pozo negro, sin fondo, por manos invisibles más fuertes de lo que el podía soportar. La oscuridad se adueñaba de su mirada conforme la figura de Minnie se perdía de sus párpados.

—¡Minnie! —volvió a gritar.

—Minho, ¡Minho! Escúchame: Minnie no existe. ¿Me oyes? ¡No dejes que tu sub-consiente te domine, Minho! ¡Vuelve!

—El dijo que volvería… —sollozó para sí mismo, en su mundo.

—¡No volverá! Minho, vuelve a la existencia. Minnie no existe, es sólo una creación de tu mente. Él no es real. ¡No puedes hacerlo real!

El aire se le iba de los pulmones, y un dolor hondo le perforó el pecho. Se estaba ahogando en su propia miseria. Las voces estaban mintiendo, ¡sí! ¡Lee Taemin sí existía! ¡Él lo amaba! Y era correspondido, era la única prueba de que no estaba solo en el mundo. ¡No estaba loco! ¡Taemin lo amaba! No estaba solo, no…

No estoy solo, se auto-convenció.

Lloró, las lágrimas se desbordaron de aquellos ojos cafes se rehusaban a ver la realidad, nublados de la oscura fantasía. Lloró, también, de dolor, cuando sintió aquella aguja excesivamente profunda en su piel. Su garganta le ardía, quería cubrirla con sus manos, pero no pudo. Las correas le tenían bien atado.

Entonces, cansado de pelear, se dejó llevar.

Minnie. Minnie. ¡Taemin!.

Minnie no volverá, Choi —dijo aquella voz, matando sus ilusiones. ¿Es que había hablado en voz alta?—. El nunca estuvo aquí, para empezar.

Quiso negar con la cabeza, pero el cuerpo no respondía.

¿A los demás les gustaba verlo sufrir?

Minnie no volverá…

Cerró sus ojos, para buscarlo en sus párpados, en su mundo, pero el no estaba. ¡El dijo que volvería! El… no lo dejaría solo, como los demás. El volvería para hacerlo feliz. El lo amaba, a diferencia de los demás. El no estaba solo, ¡no!

—¿No volverá…? —susurró, dudando.

—No —le aseguró esa voz cruel.

¿Cómo iba a vivir, entonces? ¿Por qué le decían que no existía? ¡Qué fea blasfemia! El corazón le dolía cada vez que se lo recordaba…

—¿Estoy... solo? —preguntó.

No quiero estar solo.

Silencio. Nadie se dignó a contestar.

Entonces lo supo: sí, lo estaba. Como siempre lo estuvo. Desde que la S.M. lo  abandonó en esa habitación completamente blanca y suave.

No deseaba volver a abrir los ojos, pero tampoco quería cerrarlos. ¿Qué caso tenía, si en ninguna de las dos oportunidades iba a verlo? Otra punzada en el pecho. Deseó, con todas sus fuerzas —que no eran muchas—, que el volviera, y le dijera que era un sueño.

Irónico, pensó, el es un sueño.

Dolor. Gimió hacia sus adentros, porque sus labios no podían moverse. ¿Era por culpa de aquello que le habían inyectado?

Su mente se dejaba apagar con cada segundo, pero el seguía luchando.

Había amado a la nada, y la nada le había amado. ¿Cómo sobrevivir después de eso? Hasta lo inexistente le dejaba solo. ¿Es que su destino era ahogarse en su soledad?

Minnie

El ya no volvería más. No lo vería sonreír mientras el aire de fantasía le desordenaba la larga melena castaña. Ni tampoco volvería a apreciar cómo su piel se ponía morena bajo esa luna roja.Menos aún a verlo bailar tran gracilmente como unca gacela corriendo ¿Es que tampoco volvería a ese lugar de sus sueños que había creado? ¿En el que había escapado de esa habitación blanca y enloquecedoramente suave? ¿El lugar donde se había refugiado de su realidad? ¿Por qué la vida se encargaba de romperle la suya propia? ¿No regresaría ya más a ese jardín monocromático, donde lo único colorido eran Minnie y el?

La idea le mató una vez más.

Estaba solo.

—Se está calmando —susurró una voz a lo lejos. Fue demasiado difícil descifrar lo que decía.

—Está demasiado quieto.

—¿Habremos administrado demasiada dosis? —preguntó una voz, con temor.

—Mierda, eso significa…

—¿… Sobredosis? —cuestionó la misma voz que antes, ahora con pánico.

—Déjenlo… —ordenó la voz neutral y de mando. Doctor.

Sí, pensó, déjenme.

Se balanceó en la vida y la muerte, sintiendo los pedazos de su corazón bailar dentro de su cuerpo. Se preguntó si Minnie vendría a por ellos. Oh, cierto… él no existe, se lamentó,y no puedo hacerlo real…

Su nada, su sueño de mentira. Su melodía muda.

El, simplemente, lo inalcanzable.

Minnie, pensó, antes del último suspiro.

Notas finales:

¿Entonces...? ¿Qué les pareció? ¿merezco un rw? 


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