El cuerpo de Haru era sencillamente perfecto. Se desenvolvía en el agua con la gracilidad de un delfín. En momentos como ese, cuando me sentaba al borde de la piscina simplemente a observarlo, preguntas poco inocentes venían a mi mente. ¿Se movería de la misma manera en la intimidad de su cuarto, con su esbelta anatomía haciendo presión sobre la mía?
-¿Makoto, estás bien?
Un intenso rubor se agolpó en mis mejillas. ¿Se habría dado cuenta de mis intenciones?
-Ss-si, claro.
-Está anocheciendo. ¿Vienes a casa?
-De acuerdo. (Poniéndome de pie)
Torpemente nuestros pechos se encontraron. Haru me sostuvo, evitando que cayera al suelo. Su mirada cristalina me atravesó. Nos mantuvimos de esa manera por unos cuantos minutos, observándonos hasta que finalmente sus labios hicieron presión sobre los míos. Lo tomé de la nuca, atrayéndolo aún más, saboreando la dulzura que emanaba de ellos hasta que…
-¡Mako chan! (Sacudiéndome)!Hey, Mako chan!
Mis ojos se abrieron lentamente, encontrando el animado rostro de Nagisa.
-Te quedaste dormido…
-Oh… (Incorporándome) Ya veo.
-Haru chan fue por unas cosas. Rei chan también está esperando. ¡Vamos!
Su ágil figura desapareció, corriendo a gran velocidad. Con algo de modorra comencé a seguirlo. La próxima vez tomaría una siesta, o quizá… sorprendiera a mi amigo en el momento menos esperado. Sonreí para mis adentros, perdiéndome entre los cerezos.