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Un regalo de la nieve por lizyuu

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Notas del capitulo:

Hello :DD, aquí de nuevo

Les traigo esta nueva idea que más bien es un regalo de cumpleaños :B

Se supone que debí haberlo publicado antes, pero no se pudo, les diré una cosa, nunca le insinuen a su madre que quieren reparar su laptop, porque se la llevaran su avizar junto con todo lo que tengan ahí T.T, como sus fics

Bueno, los dejo leer, única advertencia, esto es lo más cute y meloso que he escrito xD... y me ha gustado hacerlo.

 TAEMIN

Quieto y silencioso permanecí en el mismo sitio de cada mañana, esperando escuchar el sonido que precedía a mi sonrisa. Hacía mucho frio esa mañana, pero no me importaba esperar bajo la lluvia, sol o granizo; mi espera silenciosa era mi razón de cada día desde que lo conocí, en ese mismo sitio.

La primera vez que lo vi recuerdo que el calor aún no se despedía de nosotros y el otoño ya estaba  a la vuelta de la esquina. Era muy temprano, pero el calor del día ya se filtraba por mi piel ignorando la capa de ropa ligera que llevaba encima.

Recuerdo que cada mañana mamá me llevaba a la escuela que estaba realmente cerca de mi hogar, pero ese día no sería así. Ella había cambiado recientemente de trabajo y el horario le exigía salir más temprano de casa, parecía tan emocionada cuando recibió la oferta que yo no pude atreverme a recordarle que era ella quien solía llevarme a clases.

– ¡Mamá ya soy un niño grande! Puedo ir solo a la escuela –repliqué, ella no me miró, pero incluso viendo solo su espalda estuve seguro de que sonrió al escuchar mis quejas.

–No lo dudo cariño, ya alcanzas la despensa en la cocina –continuó de espaldas a mí, preparando el desayuno– ¿estás seguro que quieres irte solo? –asentí, ella me vio de lado.

–Si mami, puedo irme solo, además la escuela está a solo 6 cuadras de aquí –no estaba realmente seguro de eso, era lo que yo siempre le escuchaba decir de camino.

Mamá accedió a mi petición y me dejó ir solo a clase a partir de aquel día, ella salió tan temprano que cuando llegó mi hora de partir ya me encontraba solo en casa, parado frente a la puerta estando más nervioso de lo que debería. Me aseguré que las puertas estuvieran cerradas y que llevara todo lo que necesitara, como por ejemplo las llaves de la puerta principal y mi mochila.

Con un último suspiro aseguré la puerta y salí a la calle. Me perdí.

¡No entendía!, yo estaba seguro que mamá giraba a la derecha y seguía todo el camino por… algunas cuadras, pero nunca presté demasiada atención a cuantas eran, al final terminé caminando en dirección contraria a la escuela y más lejos que cerca de poder llegar.

Cuando llegué a una casa de lindos jardines repletos de flores, la cual no recordaba haber visto alguna vez, supe que ya estaba muy lejos y que había logrado perderme en mi propio barrio. Ya había suficiente calor en el aire para hacerme sudar y sabía que pronto iniciarían las clases, no podía permanecer mucho ahí, pero no sabía qué hacer.

Me senté un momento en un escalón de aquella casa, pensando en que podría hacer, podría haberle preguntado a alguien como llegar… si alguien hubiera aparecido en la calle. Todo estaba tan tranquilo y silencioso a aquellas horas. Solamente escuchaba un zumbido que me hizo levantarme a prisas, una docena de abejas estaban justo encima de mí zumbando entre las flores del jardín. Yo no detestaba a las abejas por ser abejas, sino por ser insectos, y la idea de estar cerca de sus aguijones me hizo correr despavorido calle abajo.

Al llegar al primer cruce no me molesté en ver hacia ambos lados antes de cruzar, empezaba a entender porque a mamá le preocupaba dejarme ir solo y yo empezaba a arrepentirme de mi decisión, quizá si le rogaba podría encontrar la forma de que me llevara de nuevo a la escuela, aunque tuviera que levantarme más temprano.

Pero por suerte no fue un auto lo que me arrolló, o lo que arrollé. Caí al suelo junto a otro chico que llevaba tanta prisa como yo, tal vez también lo seguían las abejas.

Lo primero que hice fue presionar donde el piso me castigó más emitiendo un gemidito de dolor, él chico se levantó de inmediato y se paró frente a mí, yo solo podía ver sus rodillas mientras seguía tratando de mantener mi rostro abajo evitando que no notara la humedad involuntaria en mis ojos, seguro se burlaba.

Terminé levantando la cabeza de todas formas, esperando encontrar un rostro enojado, y en su lugar encontré un par de grandes y bonitos ojos oscuros observándome. Nunca pude olvidar la forma en que me hizo sentir ser observado por esos ojos.

Por un momento no había nada más frente a mí; las abejas, el duro concreto debajo de mí, el sudor de mi frente, ni el dolor importaban ya, solo ese niño con un lindo rostro a quien no podía dejar de ver y que me agitaba por dentro como nunca antes  había experimentado.

– ¿Estás bien? –Escuchar su voz despertó dentro de mi tantas nuevas sensaciones que hasta entonces me eran desconocidas, casi podía imaginarme el color rojo expandiéndose por mi mejillas. Intenté responderle pero mi voz no salía y mi cabeza daba vueltas, yo creía que era por golpearme contra el suelo–. ¿Me escuchas? –Solo pude asentir, su voz lograba bloquear a la mía con tanta facilidad. Y en verdad no me importaba, yo prefería escuchar su voz que la mía.

Notó que sostenía mi rodilla apretándola con ambas manos, se inclinó un poco hacia delante y extendió su mano para ofrecérmela, un sencillo gesto que habría apreciado en cualquiera, pero en él me pareció maravilloso, sus labios se curvaban hacia arriba en una muestra de simpatía, animándome a aceptar su mano. La tomé con un ligero temblor que se extendió por todo mi cuerpo haciéndome estremecer con su simple contacto y volviendo mis piernas gelatina.

¿Cómo tan solo con tocar su mano podía hacerme sentir así? Yo debí estar muy rojo porque él no dudó en mostrar su preocupación.

–Ten más cuidado la próxima vez que cruces una calle, es peligroso. –Sus palabras eran más advertencia que regaño, pero en su tono de voz yo noté que trató de suavizarlo hasta hacerlo parecer una petición, o también podría yo estar escuchando lo que quería.

Volví a asentir, sintiéndome totalmente avergonzado, mi voz seguía enterrada en mi garganta, negándose a salir.

– ¿Cómo te llamas? – Creí advertir un brillo en su pregunta que me animó a emitir palabra.

–Taemin… ¿y hyung?

–Me llamo Minho. –Cuando su sonrisa apareció yo quise estirar mi mano para tocarla y comprobar que tan linda sonrisa realmente existía, pero mi mano se quedó a principio de camino, pegada a mi costado cosquilleando por la curiosidad–. Taemin ¿no deberías ir a clases?, ¿en qué escuela éstas? –Mi boca se abrió y se volvió a cerrar al percibir que había olvidado el nombre, ¿Cómo podía decirle que no sabía el nombre de mi escuela? Pero él lo entendió–. La mía está unas cuadras adelante, seguro estamos en la misma.

Recuerdo haber sonreído al imaginar que ambos estábamos en la misma escuela y que podríamos caminar juntos todas las mañanas. No había otra escuela cerca.

Me aseguré de decirle a mamá que no se preocupara en volver a llevarme a la escuela, yo podía hacerlo solito, o quizá no tan solo.

Cada mañana era una emocionante rutina, levantarse lo suficientemente temprano para llegar antes que él y fingir que el encuentro había sido casual, no podía decirle donde vivía o podría sospechar que caminaba hasta allá solo para verlo.

Pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de la razón por la que me hacía sentir tan feliz el solo caminar al lado suyo, la razón por la cual  el  más mínimo contacto entre nosotros o un leve roce de nuestras manos creaba una revolución en mi estomago y me hacía sonreír sin parar. Hasta  que entendí que él me gustaba, lo entendí.

En ningún momento creí que aquello estuviera mal, ¿cómo algo que me hacía sentir tan feliz y vivo podría ser malo? Y aún así no podía decírselo, no me atrevía a confesar algo como aquello, me daba miedo. Si tan solo para poder conversar con él me tomo días y días de esfuerzo en superar mi timidez, siempre que él estaba a mi lado las palabras salín a borbotones flotando en desorden en mi cabeza, hasta que me tomara el tiempo de ordenarlas y formar oraciones coherentes era que decía algo.

Yo enterré mi confesión en mi pecho, rogando porque algún día él desenterrara.

Así pasamos tres años. Cada mañana era una dicha y una tortura a la vez, soportando el deseo de engancharme en sus brazos y respirar su aroma para ya no soltarlo, cada vez que acariciaba mi cabeza retenía el deseo de saltarle encima para que me levantara y me girara como a un niño pequeño, aún más pequeño.

Y con cada día el sentimiento dentro de mí no hacía más crecer y crecer sin temor a extinguirse.

Yo volvía a estar en la esquina, esperándolo. Esa vez hacía tanto frio que las capas de ropa que llevaba encima me impedían moverme bien, tenía la nariz roja y congelada. Me froté las manos buscando producir calor, pero nada las calentaba luego de permanecer más 20 minutos  inmóvil en el viento helado. Mi aliento hacía fantasmitas cada que exhalaba, y hyung aún no aparecía.

Él tintineo de unas llaves me alertó poniéndome tenso al instante, me oculté detrás de un muro de la casa de la esquina, y esperé a verlo pasar y salir tras él.

– ¡Hyung! –le grité y él se volvió para saludarme con aquella sonrisa que tanto me gustaba

– ¡Taemin! Que gusto verte hoy también.

 

MINHO

Yo no sabía como sucedía, pero cada mañana era similar, sin importar a qué hora saliera de casa, minutos tarde o minutos temprano, él siempre aparecía por la misma calle y dirección que yo.

Mi casa estaba relativamente lejos de la escuela en donde estudiaba, por desgracia era la más cercana y ni hablar sobre la idea de que me llevaran en auto, pero tenía sus ventajas, con un campus regularmente grande, canchas de futbol y otros deportes (era donde pasaba más tiempo) sin mencionar que tenía todos los niveles educativos desde el kínder a preparatoria.  

Así que caminar desde casa era una buena rutina de ejercicio. Lo único que odiaba era levantarme temprano.

Fue uno de los días más fríos de mi vida cuando mi rutina diaria se rompió.

Esa mañana tuve serios problemas para convencerme de salir del calor de mi cama, tan solo ver la tenue luz grisácea en el exterior me animaba a enterrarme entre los cobertores.

Aunque sea solo un día

¿Hubiera sido tan malo tener una tachita en mi perfecto registro de asistencia? A esas alturas comenzaba a considerarlo bastante vano, nadie se fijaría en una sola tachita, nadie moriría porque yo faltara… el mundo seguiría girando. Solo hubo una cosa que me hizo brincar de la cama.

 Ver el rostro de mi angelito personal, tal y como hacía cada mañana, la única razón para mantener esa rutina andando. Y es que era el único momento en el que podía disfrutar de su compañía, de observar esa tímida sonrisa y percibir su dulce aroma.

Y como un castigo por tardarme tanto en decidir hubo más contratiempos. Para un clima como aquel yo no podía salir de casa sin mi bufanda favorita, aquella que no importara cuanto usara y se desgastara, seguía siendo el mejor regalo que había recibido de una persona que ya no existía.

No salí de casa hasta haberla encontrado. Yo estaba ansioso y desesperado, enredado con la bufanda en mi cuello y cubierto hasta la nariz, salí aprisa de casa caminando lo más rápido que podía en el suelo congelado, correr sería suicidio, aunque tuve varios arranques de hacerlo con la esperanza de aún alcanzarlo.

¡Hoy no lo veré, seguro ya está en la escuela bajo techo y seguro! Yo trataba de pensar positivamente, no verlo como cada mañana ya era suficientemente malo, pero que se enfermara por andar en la calle con aquel clima era mucho peor.

Momentos después yo no supe si estar feliz o no. En cuanto atravesé aquel cruce donde solía encontrarlo, apareció…

– ¡Hyung! –oí su voz y de inmediato vi su inigualable sonrisa.

– ¡Taemin! Que gusto verte hoy también –me sorprendió la sinceridad de mis palabras, sabía que muy en el fondo realmente deseaba verlo aquella mañana, aún si era un deseo egoísta.

Desde la primera  vez que vi su rostro angelical no había podido soportar permanecer ni un solo día sin verlo. Éramos unos niños cuando nos conocimos… bueno, nos las arreglamos para ser aún más niños de lo actual.

Su cabello castaño en forma de honguito, normalmente un poco alborotado, esas mejillas que  me pedían a gritos las apretara, los ojitos sonrientes y labios esponjosos. Todo en él me parecía adorable. Taemin me gustaba más de lo que debería. Pero yo no quería decirle y asustarlo, eso lo alejaría de mí y con eso mis mañanas estarían incompletas.

– ¡Hola hyung! Me alegra verlo –con cada palabra emanaba el calor de su boca al exterior, ¡dios! Yo en verdad soñaba con alguna vez rozar sus labios con los míos, debería ser un crimen tener deseos tan insistentes.

Yo solía odiar la inactividad que había en el invierno, el frio nos impedía jugar en las canchas, y practicar diferentes deportes, prefería el calor del verano, comer helado y salir a caminar en las puestas de sol. Mirar sus pálidas mejillas teñidas con un delicado tono rosa debido a las ventiscas, me hizo apreciar al menos un poco el invierno. Pero en realidad esa ocasión estaban más que rosas, su rostro estaba enrojecido y temblaba visiblemente. ¡Me sentí tan culpable! Creo que el recordar mi egoísta deseo de lograr verlo aquella mañana fue lo que me llevó a tomar aquella decisión.

–Taemin ¿por qué estás tan rojo? Y estás temblando –Alargué mi mano y toque sus mejillas, como odié haber llevado puestos los guantes, si tan solo los hubiera olvidado en casa– ¡Dios estás congelado! No deberías caminar mucho con este frio, ¿Vives muy lejos? –el desvió su mirada hacia el suelo y asintió, recuerdo que solía sonrojarse muy fácilmente, siempre adorable, y si lo hizo o no en esa ocasión, yo no lo noté.

–Taemin, si vives tan lejos ¿por qué tus padres no te llevan a la escuela?

–Mamá no puede llevarme, ella tiene trabajo, y papá… –me sentí tan culpable al notar el cambio en su expresión, de inmediato comprendí que había tocado terreno prohibido, su mirada se volvió algo triste desgarrándome por dentro.

–A ver –tiré de un guante dejando mi mano libre, el aire helado me quemó de inmediato en la piel desnuda. Tomé una de sus mejillas tratando de parecer normal, como si el contacto no me afectara tanto como en realidad hacía. Toqué sus mejillas y luego levanté su mentón para mirarlo a los ojos. Estaban algo rojos–. Si tienes frio, deberías usar esto… –Esa fue la primera señal. No importó cuantas veces antes me habían pedido usarla por tan solo unos minutos, no importaba cuanto me imploraban, yo jamás di mi brazo a torcer, jamás me separé de mi querida bufanda. Hasta que apareció Taemin. Mi lado lógico me decía que debía sentirme mal por apartarla de mi y que protegiera un cuello ajeno, que debería sentirlo como una traición. Pero no fue así, sino todo lo contrario, sentía como si hubiera dado un gran paso para acercarme más a él y que una parte importante de mí estuviera siempre a su lado, protegiéndolo y mezclando mi aroma con el suyo. Se sintió como un triunfo.

–Pero hyung se quedará sin bufanda, y hace frio.

–Está bien Taemin, a mi me gusta sentir el frio –una gran mentira que no pesó tanto en mi pecho, dicho de otra forma el podría haber rechazado.

Una fría ventisca nos sacudió los huesos, reiniciamos la marcha a la escuela esperando que nos perdonaran el retraso debido al clima. Había tomado su mano y caminábamos así, a un lado del otro y en silencio. Yo lo miraba de reojo cada cierto tiempo, y aunque lleváramos los guantes puestos podía sentir el calor que emanaba a través de este. Era como la prueba de una fantasía.

 Mi bufanda cubría parcialmente su rostro, llegaba hasta su nariz dejando a la vista solo sus ojos y el flequillo que le cubría la frente, fue la primera vez que vi mal mi bufanda.

El viento silbaba rompiendo nuestro cómodo silencio, yo solo podía pensar en el calor de su mano, lo miré de nuevo y noté como sus ojos se empequeñecían mientras miraba hacia el suelo, tanto tiempo observándolo me decía que esa era una señal de que estaba sonriendo.

–Taemin, ¿qué piensas? –me dirigí hacia él sin soltar su mano, él abandonó la atención del suelo y me miró a los ojos.

–Que me gust… me gusta el invierno

– ¿Enserio? –fue una pequeña desilusión, una parte de mi deseaba escuchar que le gustaba estar conmigo, aunque fuera una mentira– A mí no. –su cabeza se giró en un rápido movimiento, como si hubiese escuchado a alguien decir que  Santa Claus no existe.

–¿Por qué hyung? –su tono de voz sonaba decepcionado, creí que posiblemente lo habría tomado como un insulto, pensé en que yo me sentiría igual si de pronto me dijera que no le gusta el futbol. Intenté remediarlo de alguna forma.

–No es que no me guste… es solo que me gusta más el verano, cuando puedo salir a jugar en las canchas –musité, él no apartó la mirada de mi–. ¿Por qué te gusta el invierno?

–Mmm porque… porque puedes hacer fantasmitas con la boca, justo así –Aún a través de la tela pude ver el aliento caliente de su boca. Me reí y él me miro curioso.

–Se llama vaho Tae, mira yo también puedo hacerlo –exhalé formando aquello que él llamaba fantasmitas– pero suena más lindo si lo llamamos así. –asintió con su sonrisa oculta.

En todo el camino jamás solté su mano, y él no mostró intención de querer apartarse, eso entibió mi corazón a mitad de aquel cruel invierno. Y entre una batalla de “fantasmitas” llegamos a la escuela.

Siendo un año mayor, no podía acompañarlo a su salón. Llegó el momento de cada día donde terminaba mi tiempo de caridad con él, aunque no quisiera apartarme él tenía sus amigos y yo los míos. Era el momento en que me daba cuenta de la extraña relación de compañeros de camino en la que estábamos. Nunca me atreví a invitarlo a pasear conmigo ¿no sería demasiado obvio?

–¡Taemin! –Y ese era el principal motivo por el cual no quería apartarme de él, sus dos amigos, a quienes siempre veía acompañándolo le hacían señas a lo lejos. Taemin me  miró y se despidió cortésmente de mí, ellos nunca se acercaban si yo estaba cerca, sobre todo uno de ellos quien parecía mirarme acusadoramente.

Me quedé observando su espalda mientras corría hacia ellos, ambos lo abrazaron al tenerlo cerca. Él otro chico lo miró al rostro, le bajó la bufanda para descubrir sus mejillas y acercarle un caramelo a la boca. Sentí mi sangre hervir y el un deseo irrefrenable de llevarme a Taemin conmigo, pero un sonido me devolvió a la realidad.

Saqué mi móvil del bolsillo y leí el mensaje.

“Tienes 5 minutos para entrar al salón, o si no te dejaran afuera”

No había nada que considerar, ese era mi lugar y no podía obligar a nadie a hacer lo que yo quisiera. Apenas logré entrar al salón cerrándose la puerta detrás de mí.

Lo único que captaban mis sentidos era el rechinar del marcador, el golpeteo de los lápices contra el pupitre y el ruido de mi pie golpeando frenéticamente el piso.

–Vas a hacer un pozo si no te detienes –la voz de mi amigo me sacó de mi zona reflexiva– ¿qué te sucede? Si no te conociera diría que estás ansioso. –con un tono bajo, casi rozando en el susurro mantenía la vista fija en mi, esperando mi respuesta.

–No es nada –le mentí, no esperaba que me creyera.

– ¿es por él? ¿Qué sucedió? –Y si, él lo sabía. No había sido necesario decírselo, siempre había subestimado a mi hyung con su casual idiotez, pero sus ojos de cachorro captaban todo. Supo de inmediato la obsesión que yo mantenía sobre Taemin.

–… no, es solo que no me gusta el clima frio.

–Oh, si es él. Por cierto Minho, ¿dónde está tu bufanda? Siempre pensé que no llegaría el día de invierno en que  te viera sin ella. –Era precisamente eso a lo que me refería, no valía la pena ocultarle nada si al final terminaba descubriéndolo por sí mismo–. Recuerdo que una vez me arrojaste bolas de nieve hasta que te la devolví. ¿La tiene él verdad? ¡wow! ¡Minho te tiene loco ese niño!

– ¡Hyung!, estamos en clase

– ¡Si, baja la voz o el maestro nos va a regañar! –se burló y luego permaneció en silencio. Ambos regresamos la atención a nuestros cuadernos– Deberías decírselo.

–No puedo hyung… no puedo.

Fue un día de distracciones, la euforia de la mañana se había disipado en un instante y las palabras de Jonghyun hicieron eco en mi cabeza todo el día.

Debería decírselo… No.

Decidí no hacerlo. Pero no todo salió de acuerdo al plan.

Sin actividades deportivas aquel día, salí más temprano, Jonghyun dijo tener algo importante que hacer, se acercó a mí, me dio un abrazo dando palmadas en mi espalda, emitió un “ánimo” y se marchó al lado contrario que yo.

Yo me dirigí a la puerta principal donde fácilmente pude identificar un gorrito y bufanda de entre la multitud que salía a prisas hacía los autos que los esperaban afuera.

Debería decírselo

Volví a rechazar la voz de mi cabeza, solo veía el gorrito moverse entre otros dos chicos, esa mota gigante sobre su cabeza lo volvía aún más adorable, la bufanda seguía en su cuello pero ya no cubría su rostro. Yo solo podía ver su perfil, dudando en acercarme y quizá esperando la posibilidad de hacer el camino a casa con él.

Nunca había podido hacer el mismo camino de regreso con él, tal vez esa oportunidad era una señal, si, me convencí y caminé hacia él. Me detuve a pocos metros.

El mismo chico de esa mañana, el mismo chico de cada día, el mismo chico que lo observaba con aquella mirada autoritaria, que le sonreía más de lo que cualquier amigo debería y que siempre captaba su atención regalándole dulces. Cualquier tonto podría haber entendido sus intenciones, él ansiaba lo mismo que yo y tenía el descaro de no intentar disimularlo. Aún así Taemin no se daba cuenta.

Se acercó a Taemin y levantó su rostro tomándolo de mentón, yo ardía en deseos de golpearlo, sacó una paleta sin la envoltura y la metió en la boca de Tae, no le dio suficiente tiempo de saborearla antes de arrebatársela y meterla en su propia boca, una paleta con sabor a Teamin. El chico me dedicó una sonrisa de triunfo, dio media vuelta y se fue, él lo sabía todo. Eso fue suficiente.

En tres largas zancadas llegué hasta Taemin, el me miró y sonrió, pero yo no le di oportunidad de decir nada. Mis labios bloquearon cualquier sonido que pudiera salir de los de él.

Me tomó un minuto analizar lo que había hecho, y al ver su rostro en shock lo entendí. Me había equivocado. Salí corriendo sin decir nada.

A la mañana siguiente el frio era incluso más espeso, mis padres se habían quedado en el apartamento que tenían cerca del trabajo, regresarían esa tarde.

Yo tenía muchas menos ganas de levantarme que el día anterior, e incluso ahora el ver Taemin no me motivaba en lo absoluto, en realidad no quería verlo y verificar su rechazo hacia mí. Si no lo veía entonces no podría rechazarme, lo evitaría sin importar nada. Pero me levanté a fuerza de  voluntad.

Mi única preocupación era aquel cruce donde siempre lo encontraba, pero él no apareció esa mañana. Fue una puñalada de incomprensible decepción.

TAEMIN

No podía creer que llevara puesta esa misma bufanda, tenía impregnado de manera sutil el delicioso aroma de hyung, era fresco y varonil. De no ser porque cubría mi rostro no hubiera podido ocultar mi sonrisa, otra cosa que agradecerle a la bufanda.

Pero hyung era listo y de todas formas supo que yo estaba sonriendo.

Por poco y le digo lo que en verdad pensaba cuando su pregunta me tomó por sorpresa, “que me gusta estar con hyung”. Terminé diciéndole que me gustaba el invierno, y era verdad, si no hiciera tanto frio yo jamás habría podido usar su bufanda y sentir el calor que seguía en ella.

Había más conveniencias gracias al frio, el viento enrojecía mis mejillas ocultando el sonrojo que no podía detener cada que estaba junto a él. Así no notaría lo que tanto me preocupaba descubriera. Lo mucho que me gustaba.

Al llegar a la escuela no importaba entrar tarde con tal de permanecer un poco más de tiempo con él, me hubiera gustado pedirle que tomáramos la primera clase libre, pero no podía hacer eso. También podría haberse decepcionado de mi.

Mis amigos me llamaron y fui con ellos, no sabía que hacían afuera si ya era hora de clase.

– ¡Adivina Taemin! El maestro no llegó a clase debido que su auto no encendió por el frio, ¡tenemos la clase libre! –sonreí, tal vez podría ir con Minho si él no podía entrar a clase.

–Taemin di ah –Kai me bajó la bufanda y me dio un caramelo, siempre me regalaba dulces. Cuando quise ver a Minho, él ya no estaba.

Ya no podría verlo por el resto del día y las vacaciones de invierno estaban cerca. Entonces ya no tendría excusa para encontrármelo. Si tan solo no me acobardara cada que lo veía en los pasillos rodeado por sus amigos y llamando la atención de las chicas, parecía tan lejos de mi alcance, tanto que debería estar agradecido de al menos compartir esos momentos en la mañanas junto a él.

Lo que nunca esperé fue lo que hizo esa tarde. Kai me regaló una paleta e inmediatamente me la quitó, creí que era otro de sus juegos y estaba listo para reclamar, pero hyung apareció de la nada.

Fue un instante de felicidad verlo de nuevo aquel día, luego no supe lo que sentí. ¡Eso no podía ser real! Hyung me besó en los labios… y después se fue corriendo.

No pude pensar en otra cosa en todo el día, como si el cosquilleo en mis labios fuera a permitírmelo. Mi cabeza era un desorden de ideas y preguntas sin respuesta, ¿por qué lo hizo? ¿Por qué se fue? ¿Por qué parecía molesto? Yo quería verlo pronto y preguntárselo, aunque me diera miedo, quería saber la respuesta aun si esta no me gustara, como: “fue un accidente, no volverá a pasar”.

Apenas si pude dormir, me levanté más temprano de lo normal estando muy ansioso, seguía tan ensimismado que no noté el silencio en la casa. Eso no era normal, mamá siempre andaba activa a esa hora.

Ella se levantó 15 minutos después de mí, aún con la pijama puesta. Hizo el desayuno y lo tomamos en silencio.

–Taemin ¿sucede algo? –Ella apartó su mirada del plato frente a ella y me miró a mi– estas muy silencioso.

–No sucede nada mami, solo tengo sueño. –desde que nos quedamos los dos solos en esa casa, nos habíamos vuelto aún más cercanos, yo confiaba todo en ella y le decía cualquier cosa, excepto una.

– ¿No dormiste bien? –Asentí– Seguro tuviste frio, la calefacción necesita un ajuste. –mi mamá volvió su vista hacia la pequeña televisión que había en la cocina, vio la temperatura y la apagó–. Te llevaré a la escuela el día de hoy, saldré más tarde del trabajo solo por este día.

Me gustaría haberle dicho que no tenía que hacerlo, pero no tenía una excusa para pedirle dejarme ir solo, y de todas formas no me dejaría objetar.

Ella me dejó en la puerta principal, donde permanecí esperando hasta encontrar a hyung. Pero él no apareció.

Desde mi pupitre no dejaba de ver por la ventana que estaba a mi lado, el cielo parecía triste y el viento se volvía cada vez más violento.

Todos nos pusimos inquietos cuando el viento hizo fallar la energía eléctrica, las luces parpadeaban emitiendo sonidos de chispas, el maestro exigía atención y nadie parecía notarlo. Cuando la nieve cayó, todo inició.

No solía ver la televisión más que en el canal de animación, igual no hubiera importado, recuerdo que muchos dijeron que había sido un error de los meteorólogos y otros sostenían que había sido impredecible. El problema era que había iniciado la más fuerte tormenta de nieve de los últimos 20 años. Nos sacaron a todos de los salones para que llamáramos a nuestros padres. Yo no pude contactar a mamá, su teléfono estaba fuera de servicio y nunca había recordado anotar el número de su trabajo. Pero apareció otra preocupación.

Minho vivía lejos y sus padres no podían recogerlo, ¿A dónde podría ir?

Ya no me importó lo ocurrido el día anterior, solo quería encontrarlo y llevarlo conmigo, daba igual si descubría que todo el tiempo le había mentido. No quería dejarlo solo en mitad de la tormenta… y tampoco quería estar solo.

El tiempo era nuestro aliado y nuestro enemigo, los minutos contaban en la búsqueda de refugio, esperar mucho tiempo significaba tener resguardarse en la escuela o en cualquier lugar donde estuvieras, y si el destino estaba lejos, era mejor quedarse donde estaban.

Yo sabía cuál era el salón de hyung, nada me aseguraba que podría encontrarlo ahí, pero corrí sin pensar encontrando un salón vacio. Muchas veces había identificado su cercanía al oler su perfume, ese día llevaba su bufanda cuidando mi cuello y su olor ya se había adueñado de mi olfato, estaba en todos lados.

Mi única opción era esperar encontrarlo en la entrada principal. Llegué hasta ella y a lo lejos vi una alta figura caminando en dirección contraria por el camino que tomábamos cada mañana, sin pensarlo corrí hacia él en mitad de la ventisca.

MINHO

Lo primero que pensé al enterarme de la tormenta fue en Taemin. El largo recorrido de cada mañana y la ausencia de sus padres para llevarlo a casa, igual que los míos. En cuanto dieron la salida salí corriendo en su búsqueda sin despedirme de nadie, no estaba seguro de que alcanzara a llevarlo a su casa o llegar a la mía, el tiempo corría sin compadecerse de nadie.

La frustración me embotó de inmediato al encontrar su salón vacio, no había rastro ni de sus amigos aunque pocas ganas tuviera de verlos, recordé como esa mañana evite entrar por la puerta principal pensando que él estaría ahí, esperando con sus amigos. Recuperé la movilidad y corrí hasta allá. Ya no había autos afuera, ni personas en la calle, solo una figura corriendo en dirección contraria a la escuela. La motita rebotando en la cima del gorro y la bufanda ondeando con el viento me delató su identidad. ¡Era Taemin!

Salí tras él ignorando la advertencia que escuché detrás de mí, él no podía estar pensando en llegar a casa corriendo, no lo lograría, yo tenía que hacerlo volver. Pero ya estaba muy lejos y correr con la ventisca era muy complicado, el viento helado me congelaba hasta los huesos y la nieve entraba en mi boca cada jadeaba, el frio se sentía como miles de pequeñas navajas cortando la piel. Yo estaba más preocupado por Taemin que por mí.

Cuando conseguí alcanzarlo ya estábamos 6 cuadras lejos de la escuela. Lo tomé del hombro y lo giré hacia mí, él me miró sorprendido abriendo los ojos lo máximo que le permitía el viento. No esperó a que dijera nada, debería haberlo reprendido por salir corriendo de esa forma, pero lo que hizo me dejó más paralizado que el frio.

Fue tan fugaz que apenas si lo sentí con mi congelada piel, su aliento en mis labios fue la única fuente de calor que tocó mi cuerpo. No pude ver su rostro después de que hizo aquello, enterró su cara en mi pecho y me abrazo con fuerza por la cintura.

–Taemin –cuando finalmente reaccioné recordé dónde estábamos– Hay que regresar a la escuela. –el negó sacudiendo su cabeza haciendo bailar la mota sobre su cabeza.

–Quiero ir  a casa –emitió sin despegar su cara de mi pecho, apenas si podía escucharlo.

–Taemin no lograremos llegar, está muy le…

– ¡No! ¡No está lejos!

–Tae, escucha no podemos arriesgarnos a llegar hasta allá, aún nos falta mucho para llegar.

–Mi casa no está allá, mi casa está aquí. –Apuntó hacia el lado derecho, nosotros estábamos en una esquina y a la derecha se abría una calle–. Vamos a mi casa –finalmente sacó su rostro, yo no entendía nada llegados a ese punto, me limité a asentir y caminar con él hasta que se detuvo frente a una casa en particular.

–Esta es mi casa –Ya no podía estar más confundido, la casa frente a nosotros era medianamente grande, una reja y un jardín lleno macetas, la puerta de madera y el pomo dorado. Si esa en verdad era su casa, entonces estaba tan cerca de la escuela, ¿por qué entonces lo veía tan lejos cada mañana? La única respuesta que encontré era…

¡Imposible!

Rompió con mis delirios en cuanto clavó la llave y abrió la puerta. El interior estaba cálido y olía a frutas. Dejó su abrigo en un perchero invitándome a pasar, yo hice lo mismo que él, dejé mis zapatos y mis dedos congelados de los pies sintieron alivio al sentir el calor de la calefacción en el piso.

Mientras recuperaba la movilidad de mis extremidades, esperé sentado en la sala, había algo que me intrigaba y moría de ganas por saberlo. Taemin apareció minutos después cargando un recipiente con galletas, tomó una y me ofreció tomar cuantas quisiera.

El sabor de la azúcar me animó a armarme de valor y preguntar.

–Taemin… si vivías tan cerca ¿por qué tú salías en aquel cruce?

–Me perdí –yo intentaba verlo a los ojos, pero él se rehusaba a hacer lo mismo.

– ¿Todos los días?

–… solo la primera vez.

– ¿La primera vez que qué?

–La primera vez que salí solo de casa… –quizá él esperaba que me burlara pero  no  lo hice, al contrario me resultó incluso más adorable–. Y la primera vez que vi a hyung. –fue el silencio más incomodo de mi vida, cualquier cosa que dijera podría parecer incorrecta, me aterraba volver a equivocarme.

–Tu ibas hasta allá porque… –asintió incluso sin dejarme terminar la frase, la verdad era ya inminente y ambos lo sabíamos–. Tae –se encogió al escucharme llamarlo, seguía sin verme a los ojos– Tranquilo, yo me siento igual. –Finalmente me miró, había más que ilusión en sus ojos.

–¿Enserio? –Asentí y sonreí como muestra de confianza, ver su sonrisa en respuesta se sintió como la más grande victoria que hubiera tenido antes.

Me levanté y fui a sentarme a su lado, ambos estábamos nerviosos y curiosos, un par de tontos que se preocupaba más de la cuenta y unos  completos despistados por no notar cómo se sentía el otro durante tanto tiempo.

Pasé mi brazo por su espalda atrayéndolo hacia mí, lo abracé como siempre quise hacer, enterrando mi nariz en su cabeza, sintiendo su calor y sus bracitos alrededor de mi cintura.

El olor a vainilla de su cabello embotaba mis sentidos, todo en él era dulce y delicioso, me aparté un poco para ver su rostro, las mejillas sonrojadas, los ojos brillantes y sus labios esponjosos, incitándome a probarlos. Me acerqué lentamente esperando algún rechazo, y al ver como cerraba sus ojos entendí que no eso llegaría.

Cuando nuestros labios se reencontraron, todo desapareció, no sentía ni pensaba en otra cosa más que esos labios moviéndose tímidamente con los míos, era un beso tierno y suave pero delicioso, como siempre soñaba que sería o incluso mejor de lo que esperaba.

Hasta yo me sonrojé cuando nos separamos, el desvió la mirada y se levantó de golpe corriendo hasta el teléfono. Pero no todo eran buenas noticias.

La felicidad de su rostro se apagó cuando supo que su madre no podría regresar, tendría que quedarse en su oficina, mientras mis padres se habían trasladado nuevamente al departamento que tenían más cerca. Entonces entendimos que pasaríamos la noche solos en su casa.

Para mi sorpresa Taemin sabía cocinar muy bien, el preparó la cena y yo le ayudé un poco, además de hacer chocolate caliente para ambos. Cenamos mirando la televisión en el canal de las noticias, no estimaban cuánto duraría la tormenta pero sí que causaría muchos problemas.

Eso lo entendimos minutos después.

Las luces parpadearon un par de veces antes de apagarse por completo y no volver a encender. Estaba muy oscuro y sin calefacción la temperatura de la casa iría en picada.

Ya entrada la noche se podía notar el cambio de temperatura dentro, conservaba suficiente calor para usar solo una pijama afelpada, por suerte Taemin tenía una lo suficientemente grande para que me quedara a mí, no me importó que tuviera ositos cariñosos de estampado, aunque sabía que no podría verme adorable como Tae, a él le gustaba verme usándola.

La única luz que alumbraba en la habitación de Taemin era la pálida flama danzante de una vela, propiciando un ambiente peculiar al color de los muros.

La idea de compartir la cama nos mantenía alerta a ambos, aquello estába fuera de lo que había imaginado, pero si la energía eléctrica seguía ausente era la mejor forma de conservar calor.

El entró en la cama arrastrándose hasta el extremo del colchón pegado al muro, parecía nervioso y asustado, se cubrió hasta la cabeza mientras yo entraba del otro lado en la cama, manteniendo una casta distancia entre los dos, lo que menos quería era ponerlo más nervioso… o ponerme más nervioso.

Me quedé quieto con los ojos cerrados, recostado sobre mí costado derecho quedando de frente a él, me cubrí hasta el cuello esperando que el sueño dominara los nervios. Sentí que Taemin se movía en la cama, yo esperaba que  se estuviera acurrucando con alguna almohada aunque en el fondo deseaba que se acurrucara conmigo.

Abrí los ojos encontrándome con los suyos, cerca muy cerca de mí, sentía su respiración haciéndome cosquillas en el cuello manteniendo una sonrisilla traviesa. Eran contadas las ocasiones en las que había conocido ese lado suyo, esa parte traviesa y juguetona de su personalidad que me volvía loco y me descontrolaba.

Sonreí cómplice de sus ideas y le seguí el juego, me había engañado, él no estaba asustado en lo absoluto, no dejaba sonreír con su rostro angelical en contraste con la luz rojiza de la vela atribuyéndole un toque de diablillo.

Se acercó un poco más dejándome sentir sus labios rozando con los míos de nuevo, yo ni siquiera lo pensé y me dejé llevar, pasé mi brazo por encima de su cintura y el otro por debajo, acercándolo cada vez más a mi cuerpo. Comenzaba a pensar que ya no hacía frio.

Taemin echó sus brazos alrededor mi cuello, acariciando mi nuca, una sensación electrizante me recorrió entero.

Besarlo era lo máximo  a lo que siempre había aspirado lograr con él, aquello era más de lo que había esperado. Sentía su cuerpo más cerca, emanando calor hasta el mío, el beso duró más de lo que pretendía, sus labios era adictivos volviendo difícil la tarea de separarlos de los míos, yo no sabía si él habría alguna vez pensado en besarme, y el hecho de que no se apartara ya era suficiente para mí.

Pero como siempre él iba un paso por delante, siempre impredecible, volvió a conectar nuestras bocas instantes después de separarnos, ya no había rastro del temblor que hubo en el primer beso, costaba trabajo imaginarse que era el mismo niño tímido a quien costaba sacarle más palabras que sonrisas.

Y de nuevo me dejé llevar, movía mis labios sobre los suyos, primero suave, disfrutando cada roce y cada aliento que escapaba, aceleré el ritmo sin percatarme y él parecía haber perdido la habilidad del control al igual que yo, solo éramos guiados por el instinto que no sabíamos  estaba tan informado.

No sabía cómo era un beso apasionado hasta que nuestras lenguas se encontraron accidentalmente, si yo lo había guiado a ello no me había dado cuenta, al principio fue vergonzoso, pero rápidamente se volvió tan natural como respirar, su roces eran tímidos, luego tomaron fuerza.

No comprendí que habíamos entrado en terreno peligroso hasta que me percate de que mi manos estaban bajo su pijama, acariciando su espalda y quemándome con su calor, yo no estaba seguro si él ya era consciente de la trampa en la que habíamos caído, una trampa minuciosamente armada por las hormonas en descontrol.

Desconecté nuestros labios de aquella cadena de besos infinitos y traté de deslizar mis manos fuera de su ropa, disfrutando cada instante restante de contacto, pero él las detuvo antes de que estuvieran por completo afuera.

Lo único que deseaba era detenerme antes de que llegáramos más lejos, eso era totalmente mucho más de lo que siempre había aspirado, jamás creí que llegaría el día en que pudiera besarlo, así que nunca había imaginado como sería algo más allá, aquello eran las ligas mayores.

Taemin me miró de una forma que jamás creí ver en él, su rostro ardía y sus ojos expresaban confusión y… ¿deseo?, entonces vi sus labios enrojecidos e hinchados, su cabello alborotado y con la respiración jadeante. Fue lo último que necesité para darle el gusto a las hormonas.

Me lancé a sus labios y volví a besarlo con más ímpetu que antes, los besos tiernos del inicio ya habían quedado atrás,  él luchaba por seguirme el ritmo y comprender aquellas sensaciones que eran nuevas para ambos. Volví a colar mis manos bajo su pijama, su cuerpo se estremeció al volver a sentir mis manos en contacto con su piel. Recorría de arriba abajo, acariciando y encendiéndome con su calor, pronto su espalda no fue suficiente.

En un momento de impulsividad  jalé la parte superior de pijama fuera de su cuerpo, dejando su torso descubierto, tan solo bañado por la tenue luz de la vela, ¡dios! Eso fue demasiado para mi, ya comenzaba a notar aquella sensación bajo el pantalón.

Taemin parecía más avergonzado que asustado, cruzó sus brazos sobre el pecho, un acto que habría tomado como reacción al frio si no fuera por  la situación y el inminente calor que ambos emanábamos.

 –hyung… –susurró desviando sus ojos de los mios, yo no apartaba la mirada de su esbelto cuerpo, tan hermoso, tan dulce, tan… –me da pena.

– ¿por qué…? –Mi voz salió más grave de lo que esperaba, gateé hasta quedar sobre él–… si eres hermoso –él se encogió más. Tal vez finalmente había entendido lo que hacíamos. Pero mi problema ya era más que notorio en mi entrepierna.

Hasta entonces me pregunté si el alguna vez se habría tocado… aquello podría ser demasiado.

Aunque las hormonas demostraron de nuevo estar dominando la situación.

En un rápido movimiento alzo sus brazos pasándolos por mi cuello, atrayéndome a él, volvimos a besarnos con la misma demanda, yo succionaba sus labios, luego su cuello, y ahora era él quien acariciaba mi espalda por debajo de la tela con manos algo temblorosas, las sentí bajar y sujetar el borde de la tela y entendí de inmediato lo que quería.

Me aparté un momento ayudándole a sacarla, volví a atacar su cuello en cuanto me vi libre, sacándole algunos suspiros y con todo empeorando al sentir piel contra piel. El calor aumentó y lo poco que quedaba de consciencia se perdió.

Era como un juego, cualquier cosa que hiciera, él intentaba repetirla. Bajé mis manos acariciando su vientre subiéndolas luego para acariciar también su pecho; Taemin me imitó minutos después tentando con sus manitas en mi abdomen y pecho.

Hice lo mismo con cada parte de su cuerpo, hasta que mi mente hizo corto circuito al encontrarme con su entrepierna en un estado de alegría, y la descarga fue mayor al sentir su mano ahí. Me endureció al instante.

El principio del fin. Me deshice como pude de mi pantalón y del suyo entre jalones y pataleos, las mantas también sufrieron el ataque terminando en el suelo. Ya no parecía que hubiera invierno afuera. Mirarnos a ambos fue una alerta que me dijo lo que en verdad éramos, un par de inexpertos experimentando la primera vez. Ya no había forma de retractarse o más bien ya no queríamos.

Retiré las últimas prendas y el gimió bajito al sentir un roce accidental de ambos miembros, eso me animó a continuar. Parecía que no dejaría de haber tropiezos toda la noche, en cuanto  me abrí espacio entre sus  piernas, con aquella vista… de pronto me pareció imposible, ¡¿Cómo se suponía que entraría ahí?!, yo no quería contagiarle mis dudas y ponerlo más nervioso, mi ángel ya parecía bastante asustado con lo que seguía como para inspirarle más desconfianza.

Tan solo tomé mi miembro y lo llevé ahí, tentando contra su entrada y como seguía sin convencerme traté con los dedos. Gimió en cuanto entró el primero, lo miré asustado.

– ¿duele? –Asintió– ¿me detengo? –negó apretando los labios.

El no dejó de parecer incomodo al acceso de mis dedos por un tiempo que a mi parecer era infinito, o también se debía a mi miembro palpitante que ansiaba su turno.

Cuando finalmente parecía relajado saqué mis dedos y guie mi miembro con mis manos. La realización nos golpeó de nuevo, ¡realmente estaba sucediendo!

Entré tan lento como fuera físicamente posible, su cuerpo se tensó y gimió con identificable dolor, yo me detuve instantáneamente observando su rostro y las lágrimas que surcaban sus mejillas; él mordía sus labios y cubría su cara con ambas manos, pero nunca se retractó.

Cuando estuve totalmente dentro me detuve y comencé a repetir besos por todo su rostro, le sequé las lágrimas y aparte sus manos.

–Tae… me gusta ese gorrito que usaste hoy. Te veías adorable.

–… Me lo regaló mi mamá –tendría que recordar agradecérselo a su madre.

–Te quiero.

–Hyung…

–Entiendo.

Sin duda fue lo mejor que había experimentado, si hubiera tenido manera de saber que sería de esa forma la sensación de entrar en él y hundirme entre sus muslos con cada estocada, nublando mi mente y mis sentidos, tan solo flotando en el placer, extasiado en el calor sin otra cosa enfocada más que su exquisita figura, entonces me habría armado de valor antes.

No fui consciente de su clímax hasta notar los espasmos que sacudían su cuerpo y llegaban hasta mí estrujándome hasta el mismísimo placer. Experimenté lo mismo tras un momento y luego aquella calma que tranquilizaba todos mis músculos.

Di gracias a la nieve por cubrir el ruido de nuestros gemidos aquella noche, le di gracias por permitirme saber la verdad, y por encima de todo le di gracias por llevarme hasta Taemin y dejarme estar a su lado.

Caímos en un profundo sueño, no sin antes limpiar aquello y volver  a colocarnos las pijamas; nos acurrucamos compartiendo nuestro calor deseando que todo hubiera sido real y lográramos despertar al lado del otro.

Y así fue.

Por la mañana la nieve había dado tregua un momento, la energía eléctrica regresó devolviéndonos la calefacción y la televisión. Había tanta nieve acumulada afuera que sería imposible salir por un rato.

Taemin no quería levantarse de la cama ni decirme por qué, entre señas lo entendí, así que lo cargué y lo llevé hasta la sala donde nos instalamos en el suelo con un cobertor y chocolate caliente frente al televisor.

Yo estaba sentado recargado en un sillón y Taemin recostado apoyándose en mi pecho, miraba distraídamente por la ventana cada ciertos minutos sin decir nada.

–Hyung… –llamó mi atención, sin dirigirme la mirada– está nevando… de nuevo. –y me sonrió.

Notas finales:

¿que tal? muy meloso xD

Bueno, como decía es la primera vez que escribo algo así romántico, y primera vez que hago un one shot... quizá por eso quedó tan largo xD, aunque compensa por el tiempo que me tardé

Ojalá les guste y no teman dejarme sus hermosas palabras ;n;

PD: me ha gustado escribir one shots... si alguien tiene alguna sugerencia... la tomaré en cuenta xD


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