Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

2552 por AnneJieJie

[Reviews - 16]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

A Maribel y Marian, gracias por abrazar esta nueva historia. Y a Vivi, que siempre lee mis locuras y me impulsa a continuarlas...

 

Notas del capitulo:

Por alguna razón, estos personajes solo podían tener vida en este mundo caotico y hostil.

PRINCIPIA

 

Sumer tomó el aspecto de una fortificación del periodo medioevo, la ciudad perfecta rodeada por una muralla octogonal perfecta. Último centro urbano en el planeta. Patrimonio cultural, tecnológico, científico y civilizado de la humanidad. Y, más allá de Sumer, el desierto rojizo y muerto de la Tierra del Olvido. Toneladas de ceniza volcánica, polvo y arena se extendían millas y millas alrededor.

Bajo el cielo plomizo no quedaban más que edificios en ruinas desmoronándose, metal retorcido agujerado por la acumulación de la lluvia ácida, autopistas sepultadas en ceniza volcánica que cubrían despojos oxidados de vehículos y depósitos de basura comprimida en descomposición. Él, subido en la azotea de un alto edificio en ruinas, guió el visor de su máscara protectora, observó la sombra de la muralla de 30 metros de alto y 10 metros de ancho, estudió el vértice que une la pared de la puerta “Alcione” con la pared de “Merope” y después observó el dispositivo en su muñeca, 12 horas de oxígeno, gas vital suficiente para moverse entre los escombros antes de la llegada de la oscuridad. El dispositivo, le mostró además un mapa en el que un punto titilaba indicando la ruta que debía seguir. Suspiró con cansancio sintiendo el fuerte ondular de la capa que le cubría de cabeza a los pies, el viento se movía con mucha velocidad, levantaba nubes de polvo rojizo formando dunas entre las ruinas.

El cable se tensó en el momento que ese cuerpo ágil y flexible se arrojó al vacío, aquella era una buena forma de descender a gran velocidad evitando las partes oscuras de las grandes estructuras, donde enjambres de grandes bichos anidaban protegiéndose del frío glaciar que sacudía el planeta. Como fuera, Él sabía mejor que nadie acerca de la advertencia de no molestar a los bichos, especialmente a los de tipo Vespae, como las avispas niño, una especie de insecto volador cuyo tamaño aproximado no excedía los 15 centímetros, color amarillo con franjas verde olivo y aguijón mortal, también estaban las arañas granulares, llamadas así por tener el tamaño de un grano de arena, se agrupaban en colonias cuyas redes representaban trampas mortales para los pequeños carnívoros y para los contrabandistas que solían aventurarse con el comercio ilegal de las telarañas coloridas de las cuales se podían producir texturas naturales resistentes a la lluvia ácida y a la radiación medioambiental. Por eso no dudó en dar aquel salto al vacío confiando únicamente en el cable, apostándolo todo contra las corrientes de aire y contra el destino.

Dejando atrás el edificio, que parecía estar plagado de insectos se dirigió a su motocicleta y emprendió la marcha dejando un rastro de polvo que pronto fue borrado por los vientos.

De vez en cuando dirigía la mirada a la muralla octogonal, esas paredes completamente lisas e inexpugnables representaban un atractivo misterioso y provocaba que una lluvia de preguntas colmara su mente, pero ahora debía apresurarse al siguiente objetivo, giró bruscamente cruzando bajo las ruinas de un puente y descendió por la formación rocosa.

Se detuvo súbitamente frente a otra edificación, un tipo de centro comercial de finales del siglo XXI, o, lo que quedaba de él, puesto que no era más que un armazón en hormigón reforzado a punto de caer, estudió aquella estructura usando su visor, y disminuyendo la velocidad de su motocicleta ingresó por una puerta deformada por la corrosión, subió suavemente por una de las rampla, los ojos muy abiertos esperando no encontrarse con algún perro azul o cualquier bestia peligrosa. La velocidad fue cada vez menor hasta que la motocicleta se detuvo frente a una pequeña puerta, él descendió y sacó de su bolsillo la pequeña tarjeta magnética que pasó dos veces por una ranura, digitó dos números en un panel destartalado y cuando la puerta se abrió tanto él, como su motocicleta ingresaron a ese pequeño cubo, la puerta se cerró y entonces el presionó otro botón.

Escuchó el sonido hidráulico de los viejos cables y alambres ascender lentamente y no pudo menos que sentir que su piel se erizaba bajo el ajustado traje protector, nerviosamente observó el medidor de oxígeno y la pantalla en su visor que solo mostraba estructuras metálicas y uno que otro bicho merodeando en el lugar, sólo era un ascenso de cuatro pisos, pero no podía evitar sentir el temblor en sus rodillas y la asfixia producida por la claustrofobia. La máscara emitió el sonido de una larga exhalación cuando la puerta se abrió ante el oscuro pasillo de metal.

El visor no mostró actividad alrededor, así que con sigilo volvió a subir en su motocicleta y avanzó lentamente hacia otra puerta, nuevamente la tarjeta, nuevamente el código, descendió por una rampla fastidiado con tanto protocolo y finalmente se detuvo frente a una gran puerta metálica donde otro vehículo, similar al suyo yacía aparentemente abandonado.

Un vistazo a su alrededor confirmó rápidamente que no había nadie, su dedo buscó con rapidez a la avispa niño que se encontraba pegada en la pared, discretamente presionó el cuerpo de 12 centímetros sintiendo que este se hundía con suavidad hasta que escucho el suave “clic” y la puerta se abrió con lentitud.

El que todavía usaran un mecanismo como aquel para ocultar la entrada, todavía le resultaba sorprendente, sin embargo, no podía cuestionarlos, todavía se sentía como un novato cuando estaba frente a ellos, especialmente cuando él estaba cerca.

Escuchó el sonido suave de la puerta al cerrarse automáticamente a su espalda, y con resignación descendió por la rampla pegando su cuerpo a la pared, un movimiento cuidadoso y ágil, ya que frente a sus ojos no había más que un vacío oscuro de tres metros de alto. Otra de las tantas trampas del viejo centro, era obvio que aquel lugar no se había convertido en su cuartel simplemente porque sí. Sus ojos se iluminaron tenuemente con la luz que escapaba por las rendijas de otra puerta al final de otro pasillo metálico, entonces pudo andar seguro y  sin dudar.

Sabía que lo encontraría tras aquella puerta, rodeado por un mar de cables y ordenadores de todo tipo, su corazón latió aceleradamente cuando escuchó el sonido de los dedos digitando a toda prisa, pero cuando la pantalla holográfica iluminó todo el lugar con los miles y miles de códigos incomprensibles no pudo menos que sonreír atontadamente. Presionó con suavidad el mecanismo táctil que le permitiría deshacerse del incómodo traje, y en cuanto pudo se arrojó de manera infantil sobre el sillón situado a la derecha él.

Pero él no le dirigió la mirada, sus pupilas estaban completamente concentradas en la cantidad de información proyectada, los largos dedos se movieron sobre algunos comandos digitales y nuevas pantallas fueron desplegándose con más y más detalles.

Decepcionado llevó la mirada a su alrededor, nada había cambiado desde su partida, la montaña de microchips, procesadores, teclados y pantallas antiguas seguía oxidándose al fondo de aquel gran salón, también la ropa sucia junto a los tanques de oxígeno y de agua, en el centro una mesa metálica de cirugía rebozaba con los deshechos de comida. No pudo menos que fruncir el ceño y mirarlo con enojo.

- Deberías limpiar.

- Los minutos empleados para hacer la limpieza pueden ser mejor aprovechados… Nadie va a morir por inhalar el olor de las sobras.

- Va a atraer a las ratas o a las arañas granulares. Además contamina el poco oxígeno que podemos utilizar en este lugar.

- Si no te gusta límpialo por tu cuenta. –Su mano buscó automáticamente un vaso del cual bebió un líquido azulado, sus movimientos estaban fríamente sincronizados a sus costumbres, más sus pupilas seguían fijas en los monitores que iluminaban su rostro con los diferentes colores que proyectaban. –Y… ¿Tuviste suerte esta vez?

- ¿Tu qué crees? –Respondió de manera juguetona bajando la cremallera delantera de su uniforme de neopreno reforzado para sacar un pequeño dispositivo cuadrado color cobrizo con forma de cubo el cual sostuvo en la palma de su mano. –Estaba en una caja negra, de no haber sido por el detector, no hubiera dado con este pequeño tesoro. ¿Cómo sabías que estaba en ese lugar?

- Una corazonada. – Con su dedo índice y pulgar tomó el pequeño cubo y lo colocó sobre una plataforma metálica y lisa que inmediatamente comenzó a despedir una luz en sentido horizontal y otra en sentido vertical, pronto el color cobrizo del cubo cambió a colores neón que formaban líneas sobre sus paredes. Uno de los hologramas detuvo la lectura de datos y en su lugar apareció un mensaje preciso: Escaneo al 10% falta 90%...

Esperaba que le dijera algo, un mensaje alentador por haber arriesgado su pellejo por la causa hubiera sido una buena recompensa, pero al verlo inmerso en su mundo de información supo que nunca sería más importante que los datos, las cifras, las estadísticas. Silencioso se levantó del sillón y fue directo a la mesa a recoger el tiradero.

Los ojos grisáceos dejaron de ver la proyección en las pantallas, lentamente se levantó de su poltrona llena de remiendos, sacada de quien sabe dónde. Mantuvo la mirada fija en el cuerpo atractivo del muchacho, se deleitó con las formas varoniles que el traje de neopreno resaltaba con toda perfección, el cabello castaño revuelto le daba una apariencia salvaje a ese rostro endurecido. Se movió con cautela y aprovechando un descuido atrapó la delgada cintura entre sus brazos para luego girarlo a su antojo y buscar con pasión desenfrenada el contacto de sus labios.

- Rad…

Ese sonido emitido por la voz apenas audible por el joven aventurero lo que le obligó a dejar caer la bolsa de desperdicios en el suelo y responder al beso apasionado separando su boca solamente para tomar aire.

Rad, el diminutivo de su nombre Radoslav, pronunciado por esos labios era el más valioso regalo que pudiera darle, era la única muestra de afecto que él podía ofrecerle, por eso, mientras le llamara de esa forma no podría resistirse a la invasión de su lengua dentro de la boca, ni tampoco a las caricias prohibidas. No puso resistencia cuando le desnudó y violando toda ley o protocolo no dudo en abrir los muslos para darle el paso. Él podía saciar sus pasiones con ese cuerpo, podía entrar y salir de él cuanto quisiera, pero no de su corazón.

- Adolph…

Los ojos grises se cubrieron suavemente con aquellos párpados de largas pestañas, olfateó el aroma de la piel de su amante y sin preocuparse por lo que pudiera suceder lo tomó allí mismo. Siempre era igual, al menos con Rad, siempre era algo más de lo mismo.

Las manos de Rad sujetaron los mechones rojizos y lacios de Adolph. Rubicundo a más no poder se sintió ligeramente avergonzado al sentir su miembro presionado entre los labios carnosos, pero cuando sintió en su interior la invasión de ese dedo largo y perfecto, pensó que estaría a punto de morir.

No era la primera vez, pero siempre se sentía así, todavía le costaba quitarse el pudor y las buenas maneras de la cabeza, lo que estaban haciendo en aquella fría mesa metálica contradecía todo lo que el sistema le había enseñado: Los seres humanos no deben tener coito como los animales. En aquel momento su ser se reducía a eso, a ser un animal que apretaba con sus pantorrillas las caderas del pelirrojo, un animal que jadeaba y gemía excitado a punto de reventar. Había fallado a todo lo que el sistema le enseñó, había contradicho las leyes implantadas en su cerebro y ciegamente se dejó arrastrar a lo más profundo del abismo.

Aquel día, como todos los anteriores, no hubo tiempo para un descanso de amantes, ni para las palabras bonitas, ese no era el estilo de Adolph, y Rad lo sabía bien, por eso no se molestó cuando se subió el cierre del pantalón como si nada y sonriendo con satisfacción volvió a sus monitores.

“Escaneo completo, ¿desea continuar?”

Rad bajó la mirada después de leer la pregunta del holograma, escuchó de nuevo el sonido de las múltiples teclas respondiendo a los comandos, supuso que la sonrisa de satisfacción de Adolph se debía más al escaneo y la excitación de los datos que estaba a punto de descifrar que a lo sucedido entre los dos. No dijo nada, se mantuvo inmóvil tendido en la mesa, el frío del metal atravesó su cuerpo como si fueran cuchillos afilados y la actitud fría de Adolph atravesó su corazón como si fuera un puñal oxidado. Pero no dijo nada, no hubo reclamos, no hubo preguntas. Para Rad, Adolph siempre había sido así, misterioso, provocador y frío. El líder de una de las escuadras de la resistencia que no estaba dispuesto a cambiar por nada, ni por nadie, y Rad simplemente lo aceptaba como era, buscaba su aprobación para ganar el amor de Adolph, sin importarle que todos quisieran lo mismo y que él no fuera su único amante o su favorito. Eso no importaba, mientras tuviera un poco de Adolph al igual que los otros, era feliz.

La puerta se abrió con suavidad y otro sujeto entró en la sala. Rad movió la cabeza reconociendo su silueta aún en el traje de protección, escuchaba el ritmo de su respiración, protegida por el sistema tubular, con la misma intensidad con la que escuchó el sonido del escape del vapor cuando se quitó la máscara y el crujir de las cremalleras cuando se despojó del traje quedando únicamente vestido con aquel uniforme de neopreno color amarillento.

Rad volvió la mirada y giró colocándose en posición fetal, abrazó sus rodillas desnudas y guardó silencio. Escuchó las pisadas del recién llegado que se dirigían hacia el asiento de Adolph, sí, todo y todos giraban en torno a Adolph, en cambio él era solo un cuerpo desnudo tendido en una mesa de disección ignorado para el resto de la manada.

- ¿Llego tarde para la repartición de culo? –Preguntó el recién llegado mirando de reojo a Rad quien ni siquiera quiso moverse. Abrazó a Adolph tanto como pudo y besó el lóbulo de su oreja. -¿Por qué no me avistaste que ibas a hacerlo? Hubiera venido de inmediato a participar gustoso de tan magnífica gratificación…

- No tenía ganas. –Respondió lacónico colocándose un visor especial. –No fastidies, voy a entrar…

- ¿Qué es? –Preguntó a Rad arrojándole el uniforme de neopreno en el rostro.

- Un cubo. –Dijo desganado sentándose en la mesa, tomó de mala gana la prenda y comenzó a vestirse nuevamente.

- Entonces lo hemos perdido nuevamente. –Susurró entre dientes mirando de reojo al pelirrojo. –Pasará días enteros escudriñando en el sistema hasta revisarlo por completo y descifrar si nos lleva a alguna parte. ¿Dónde lo hallaste?

- En las ruinas de un edificio del departamento de seguridad del Estado Mayor, tiene forma de cubo cromado tres por tres, supongo que esa cosa ha de datar de la primera ciudadela.

- ¿Está intacto? –Encendió un cigarrillo y observó al joven de cabellos revueltos.

- Sí, a resguardo, en una caja negra oculta en un ducto de ventilación, lejos de la basura y el despojo de algún tipo de explosión en el interior del edificio, quien quiera que lo haya tenido en su poder huyó dejándolo allí con la intención de volver a recogerlo, pero nunca lo hizo.

- Interesante teoría… ¿Estás seguro que pertenece a la primera ciudadela”

- Sí. La forma, el color, el tamaño, todo corresponde a ese periodo oscuro de la transición, cuando los primeros forjadores comenzaron la construcción de Sumer con un escaso grupo de sobrevivientes…

- ¡¡Imposible!! No existen piezas informáticas completas de esa época. –Volvió la mirada a Adolph, lucía relajado en la poltrona con su visor, como si estuviera sumergido en una especie de sueño profundo.

- ¡¡Esto está de lujo!!

Los dos hombres mantuvieron la mirada en Adolph, por primera vez el líder parecía estar satisfecho y feliz con algo.

- Esto está de puta madre…

Con agilidad sus dedos se movieron por las pantallas táctiles y muy pronto ante los ojos de los presentes se formó una figura tridimensional femenina con cuatro brazos, en el centro de su pecho un cubo giraba y giraba y en su rostro una serie de marcas digitales titilaban. Sus ojos se abrieron y sus labios pronunciaron algunas palabras:

“Iniciando acceso a los archivos… Seleccione una opción”

- ¡¡Vaya con la estética!! ¿Qué significa? –Preguntó el recién llegado apoyando su mano en el hombro de Radoslav mientras observaba con curiosidad. -¿Una especie de diosa de color dorado?

- No hay nada oculto en sus algoritmos, Lince. –Los ágiles de dedos de Adolph navegaron nuevamente por la pantalla táctil eligiendo opciones y opciones de un menú, sumergiéndose en aquel viaje digital hasta dar con uno de los archivos. -¡¡Bingo!! ¡¡Este debe ser!!

- ¿Qué cosa?

- El eslabón perdido… Proyecto Sumer… Este archivo contiene información valiosa sobre la construcción de la ciudad. –Sonrió bajo su visor mientras seguía conectado en cuerpo y mente al ordenador.

- Sumer, fue construida por las mentes más brillantes del siglo XXII, después del holocausto de los infieles, cincuenta años después de la Gran Catástrofe Ambiental. –El hombre que respondía al nombre de Lince se sentó junto a Rad y con la mano llevó el mechón corto mechón de cabello negro que le caía en la frente hacia atrás.

- Gracias por la lección de historia Lince, me acabas de recordar todas las preguntas que quisiera olvidar. –Respondió el joven mirándolo de soslayo.

Lo odiaba, simplemente lo odiaba, con la misma intensidad con la que amaba a Adolph, adiaba a Lince. Odiaba su sonrisa retorcida, odiaba la barbita descuidada que crecía en su barbilla, odiaba el brillo de sus ojos verdes, odiaba su cabello sedoso y brillante, odiaba su porte atlético y el bien formado trasero, odiaba esa personalidad arrogante o entrometida, odiaba el timbre de su voz y la manera de moverse, pero lo que más odiaba era que tuviera el privilegio de intimar con Adolph casi a diario.

A veces pensaba que quizá por esa razón los habitantes de Sumer tenían prohibido el contacto con otros, porque así se ahorraban ese tipo de pensamientos. Sin embargo, ahora su mente estaba inmersa en otras cuestiones, como sus propias preguntas sobre la ciudad a la que pertenecía y a los que le dieron vida.

- Siempre he tenido la misma pregunta cada vez que veo la muralla de Sumer… Si las mentes brillantes del siglo XXII crearon aquella ciudad maravillosa ¿De dónde sacaron la tecnología auto sostenible de Sumer? ¿Por qué no la usaron antes del colapso? ¿De dónde salieron los forjadores si para el siglo XXII ya todo el planeta estaba contaminado por la radioactividad y todas las generaciones padecían mutaciones?... ¿Es verdad que ese mismo grupo de científicos nos crearon a partir de las últimos gametos femeninos y masculinos no contaminados? ¿Realmente somos genéticamente puros, igual que los forjadores que habitaron la Primera Ciudadela?

Habló más para sí mismo que para los dos hombres, Adolph sonrió de medio lado, él también tenía sus dudas, su brillante mente tenía la misma necesidad de respuestas, desde su infancia presintió que Sumer mantenía una cara oculta, la ciudad de las tautologías, la ciudad-estado perfecta que escondía en alguna parte sus oscuros secretos. Pero aquella tarde mientras el sol se ponía, cuando insertó el cubo en la ranura y dio con aquel archivo tuvo esa corazonada, la misma que tuvo cuando decidió incorporar a Rad en su equipo porque sabía que le sería leal hasta la muerte, la misma que tuvo cuando supo que debía encontrarse en las ruinas muertas de las Primeras Ciudadelas, la verdad estaba ahí, solo debía buscarla.

- Este es un pez gordo… -Dijo de pronto al elegir otra opción y nuevamente escucharon la agradable voz femenina:

“Volumen 5, Sección 10, Libro 1: El fin de la quinta humanidad-La tercera guerra.”

- ¿Qué significa eso de quinta humanidad? –Lince frunció el ceño en busca de respuestas, pero Rad estaba demasiado concentrado en las imágenes del archivo como para responder.

- La teoría de la conspiración de comienzos del siglo XXI proponía que la humanidad de su época era la tercera, pues fue posterior al diluvio. –Rad centró su mirada en el holograma de la diosa y en el cubo que giraba. –Ellos afirmaban que la humanidad había sido modificada genéticamente por un grupo de extraterrestes, decían que nuestro mundo no era más que un laboratorio de experimentación de biodiversidad, pero nunca aclararon el propósito, aunque si barajaron muchas hipótesis…

- ¿Hombrecitos grises con ojos saltones? –Lince sonrió terminándose la bebida del vaso de Adolph. –Esos locos también esperaron su regreso, promulgaban que volverían para despertar la conciencia dormida de la humanidad. Afirmaron con locura que el gobierno de la tierra mantenía una agenda secreta con seres de otros mundos para intercambiar tecnología bélica a cambio de conejillos de indias de todo el mundo para sus experimentos. Como fuera, ningún ser de una civilización avanzada vino de las estrellas a salvar a la humanidad cuando la Catástrofe Ambiental  arrasó con toda la civilización del siglo XXI y XXII.

- Quinta humanidad…

El susurro de Adolph interrumpió el discurso de Lince, el rostro del líder se mostró tenso bajo el visor, continuaba conectado a la consola, pero no había dicho palabra ni había movido un solo músculo. Rad entornó la mirada y observo la manera en que el holograma de la diosa se había transformado en una especie de laberinto digital, cientos y cientos de datos se agrupaban y desagrupaban como si los algoritmos tuvieran vida propia. El joven castaño pensó un poco en la Gran Catástrofe Ambiental, su llegada marcó el cambio de una era y el comienzo de otra, también marcó el fin de la humanidad y el comienzo de otra. Recordó que las palabras de su abuelo observando hacia la Gran Aguja: “A veces, para comenzar a construir algo nuevo, se debe destruir lo que no se necesita”.

- Quinta humanidad. –Repitió Rad para sí mismo.

- Quinta, sexta, novena, no importa la versión, humanidad es humanidad. Y nuestra misión es hacer que la humanidad despierte del letargo en el que se halla sumergida gracias a la manipulación del gobierno sin rostro de Sumer. El tiempo ha cambiado, pero la pirámide sigue siendo la misma, tras esas murallas llenas de confort se encuentra una humanidad esclavizada por la élite del “Nuevo Orden”.

- ¡No! –Adolph se sacudió en el asiento y volvió a repetir la misma negación un par de veces.

- ¿Qué sucede, Adolph? –Rad le miró preocupado, observó el panel de control y pensó en dar por terminada la conexión.

- No… –Se quejó de nuevo el pelirrojo y una alarma en uno de los sistemas se disparó anunciando elevación en su ritmo cardiaco.

- Sácalo de ahí. –Ordenó Lince tomando el mando sobre algunos teclados.

Rad también hizo lo mismo, siguiendo el cable del visor hasta la matriz al cual se encontraba conectado intentó cortar el flujo de información soltando cada una de las conexiones hasta que los datos dejaron de fluir.

Adolph abrió lentamente los ojos y observó su entorno de manera confusa.

- ¿Qué fue lo que viste? ¿Qué tipo de información contiene ese maldito cubo?...

Las palabras de Lince se perdieron en la sala, eso fue antes de que la puerta estallara en mil pedazos.

Instintivamente Rad tomó el cubo y lo ocultó en el bolsillo secreto de su uniforme, en el pecho, junto a su corazón, tomó la mano de Adolph y buscaron un lugar donde atrincherarse. Lince desenfundó su pequeña arma y se arrojó tras la montaña de deshechos tecnológicos para responder a la ofensiva por parte de los dos sujetos que ingresaron.

Adolph volteó la mesa metálica y la utilizó como escudo protector.

- Solo son dos. Ocúpate del moreno, yo me desharé del rubio.

- Observa, Adolph… No llevan máscara de oxigenación.

- ¡¡Androides!!

- ¡Mierda!...

Notas finales:

Comenta si te ha gustado.

Y si no te ha gustado, también comenta que quiero saber que piensas.... ;)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).