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2552 por AnneJieJie

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ANTE LUMCEM

Parte I

(Antes del Amanecer. Parte 1)

 

Desierto de la Tierra Muerta, 25 kilómetros cerca del muro de Sumer…

Una punzada de dolor recorrió su cuerpo. Supo que estaba herido porque la sensación de quemadura en su espalda amenazaba con destrozar sus nervios, pero no podía rendirse. Radoslav, sujetó con fuerza la cintura del hombre que conducía la motocicleta, aquel con quien compartía el oxígeno de su máscara. Sus ojos se tornaron vidriosos  observando la silueta de la muralla de Sumer a lo lejos. Por primera vez, desde que se uniera a la resistencia, sintió miedo, escuchó la explosión de uno de los cartuchos de su compañero contra las ruinas del viejo puente, sin duda alguna el derrumbe caería sobre los androides que venían siguiéndoles, pero él sabía que aquello no sería suficiente, nada aterrorizaba más a los rebeldes que los androides. Nada podía escapar de esas máquinas y él lo sabía.

La motocicleta giró adentrándose en otra de las ruinas, subiendo por una rampla para saltar de un edificio a otro, un movimiento llamativo, pero necesario si querían ganar ventaja.

Radoslav cerró los ojos y recostó la cabeza contra la espalda de su compañero, la situación era extraña, minutos antes estaba en el cuartel de la resistencia desnudo en la mesa de disección, que además usaban de comedor, haciendo el amor con Adolph, pero ahora… ¿Quién iba a imaginar que aquel resguardo sería tomado por los miembros del Orden en cuestión de segundos?... Suspiró exhalando dolorosamente, posiblemente la herida acabaría con su vida en breve, pero él no quería morir, no de esa manera.

La motocicleta se detuvo.

- Vamos, tendremos que correr hacia esa gruta.

La voz de Lince parecía confiada. Radoslav quería creer en ella, tomó la mano que su compañero le ofrecía y le siguió, corriendo por el riachuelo de ceniza volcánica y arena hacia la gruta.

- ¡¡Déjame aquí!! –Suplicó al observar el medidor de óxigeno, el tanque compartido solo tenía capacidad para tres horas, si lograban escapar de los androides, la falta de oxígeno acabaría con ellos.

- ¡¡Ni loco!! –La respuesta de Lince también fue contundente.

- Estoy herido, sé que moriré. En cambio tú…

- No digas estupideces, no gastes el oxígeno que queda en palabras tontas. Ahora lo más importante es escapar, después ya veremos.

Radoslav suspiró, quizá Lince estaba en lo correcto, podrían escapar e ir a otra de las madrigueras para refugiarse, la red de la resistencia era grande y otros disidentes se ocultaban en las ruinas compartiendo su techo, oxígeno, agua y comida con mutantes.

Sintió la calidez del abrazo de Lince alrededor de su cuerpo, pese al pesado traje protector y la escafandra unida por una manguera a la de él y al pequeño tanque cuadrado de oxígeno en su espalda, Lince presionó y sintió que su cuerpo se partiría en dos.

- No ha sido nada serio. –Con la navaja cortó una de las correas del morral que sujetaba el tanque de oxígeno, la usó para rodear el cuerpo de Radoslav y presionar. –Esto ayudará mientras…

Radoslav guardó silencio, cerró de nuevo los ojos y pensó en Adolph, su amante. La última imagen suya en la cabeza se reducía a su rostro fiero y frío defendiéndose de los intrusos, el porte de un guerrero armado hasta los dientes, disparando a diestra y siniestra cubriendo la fuga magistral de Lince. Radoslav quería quedarse a pelear hasta la muerte junto a su amando, pero Lince había halado de su manga para guiarlo por una de las puertas hacia la motocicleta para huir por una de las salidas posteriores. El joven castaño se preguntó si su amante pelirrojo estaba vivo, quería creer que al igual que ellos se las había apañado para escapar, pero esta vez los miembros del Orden llevaron consigo androides y eso le preocupaba, en extremo.

Adolph, el disidente más buscado de Sumer y sus alrededores posiblemente yacía muerto en las ruinas de ese viejo centro comercial, Radoslav sacudió la cabeza para no pensar en esa posibilidad, pero Lince le había dicho que era mejor no ilusionarse.

La situación no estaba a su favor, herido, con reservas de oxigeno agotándose y un par de androides siguiéndoles los pasos, las cosas se complicaban más si tenía en cuenta que faltaba tiempo para la llegada del amanecer rojizo y que vagar en la completa oscuridad era una pésima idea, pero Lince había insistido en apagar todos los sistemas de sus trajes excepto el vital, esperaron treinta minutos antes de abandonar la madriguera y regresar a la motocicleta.

- ¡Mierda! –Se quejó al observar el panel y observar la falta de combustible. –Debí imaginar que Adolph no actualizó este traste.

- No alcanzaremos a llegar a otro refugio y el oxígeno se agota… Déjame, será más fácil para ti avanzar solo.

- Ya te dije que no volvieras a hablar de esa manera. No podemos reunirnos con los nuestros, pero podemos… -Sus ojos se posaron en la silueta de la ciudad. –Podríamos.

- ¿A esta hora?... ¿No estarás pensando en?...

No pudo terminar la frase, el cambio de dirección hacia Sumer hizo que guardara silencio, la muralla inexpugnable con su perfecta forma octogonal parecía ser el nuevo destino de Lince.

Radoslav dudaba si lograrían su empresa, pero prefirió guardar silencio y confiar en las ideas alocadas de Lince, después de todo, era el favorito de Adolph y el segundo al mando. Volvió a recostar la cabeza contra la espalda del hombre y escuchó el ronroneo del motor, avanzando por el desierto rojizo y muerto sin ningún tipo de iluminación, esquivando ciegamente las siluetas de los postes aboyados y los derrumbes de las ruinas.

Se detuvieron cerca de la puerta “Maia”, Radoslav miró el medidor de oxígeno, cuarenta minutos para los dos, no era una medida esperanzadora, más cuando a causa de su herida respiraba con dificultad y eso, gastaba el doble de oxígeno que su compañero.

La muralla de Sumer era inexpugnable, pero existía una manera de entrar y salir que los disidentes utilizaban de vez en cuando, aunque aquello representase con toda seguridad un suicidio. Radoslav sólo la había utilizado una vez en su vida, consistía en entrar arrastrándose a máxima velocidad por la escotilla de ventilación y seguir el ducto de purificación de aire que poseía cada pared.

Radoslav parpadeó y respiró profundo observando la muralla, en su corazón una plegaria para encomendarse a Dios fue el único aliento que se dio a sí mismo antes de tomar la mano de Lince y seguirlo a hurtadillas. Lince usó su último cartucho de gas para hacer visibles las franjas rojas de los sensores y cargando a Radoslav sobre su espalda se preparó para el asalto.

Sus cuerpos se pegaron a la pared y esperaron que las luces vigilantes cambiaran de trayectoria. Radoslav sabía que esos no serían los últimos obstáculos que tendrían que sortear para ingresar a Sumer, la pared misma contaba con su propio sistema de defensa electrificada que a la mínima señal de alarma se activaría para carbonizar sus cuerpos, tuvieron suerte para llegar hasta allí, pero al mirar los 30 metros de alto no pudo menos que horrorizarse, siguió caminando con la espalda muy pegadita al metal liso que componía la cara exterior y se detuvo cuando Lince hizo lo mismo.

Un paso hacia adelante, ni por error podía seguir tocando el muro estaban cerca de la puerta “Maia”, 10 metros de alto, cerrada electrónicamente protegida por sensores, un gran panel de control permitía el acceso a los miembros del Orden, ellos tenían claves para entrar y salir con libertad, al ver la silueta del panel iluminada por las luces de neón, Radoslav tragó saliva, hubiera vendido su alma al diablo por esas claves para así ahorrarse la pena de entrar por el ducto de ventilación. Aceleró el paso siguiendo a Lince.

Veinte minutos de oxígeno.

La escotilla siempre estaba abierta, era la única parte no electrificada ni cubierta de sensores, diariamente agentes en formación del Orden salían al exterior para limpiarla, gracias a esto los viejos miembros de la resistencia tuvieron la genial idea de usarla para entrar y salir de la ciudad, todas las puertas tenían la suya propia, un circulo redondo de un metro de diámetro, espacio apenas suficiente para que un ser humano anduviera a gatas.

Radoslav observó a Lince antes de decidir desconectar el tubo de su escafandra y mover la cabeza negativamente, pero Lince volvió a conectarlo para continuar dándole de su aire.

- Las aspas, cuando pasemos cortaran el tubo de oxígeno.

- ¿Crees que no lo sé, idiota? –Le miró con esos ojos duros y bufó cansado. –Pensé en eso cuando decidí tomar este camino, sé que es arriesgado, pero podremos lograrlo…

- Estoy herido, gasto dos veces la cantidad de oxígeno necesaria y ando torpemente, no creo que pueda lograr esta hazaña.

- Deja de buscar excusas. –Le tomó del traje para sacudirlo, para forzarlo a mirarlo a los ojos, pero Radoslav continuaba con la mirada baja. –Si quieres reunirte con Adolph en el otro mundo, no te voy a detener. Pero al menos deberías confiar en mí… Si digo que podemos es porque así lo creo.

- Creer no basta. Esto es un suicidio.

- ¿Cuál es la diferencia entre arriesgarse y morir, y quedarse aquí y también morir? ¡Prefiero morir diseccionado por una de esas aspas sabiendo que al menos lo intenté, que morir aquí afuera por asfixia cuando el oxígeno se acabe! ¡Nos quedan dieciocho minutos, deja de lloriquear y sigue!

Radoslav le dio la razón a Lince, morir a fuera o morir en el ducto era igual, observó la manera en que el pelinegro sacó del bolsillo un poco de aislante.

- Gatearemos en razón uno a tres. –Cambió la posición de las mangueras para que Radoslav fuera al frente, colocó en la espalda del joven el morral con el tanque de oxígeno. –Cuando el aspa corte el tubo avanzaré con velocidad y lo uniremos con este aislante, así resistiremos hasta entrar en el ducto de purificación.

- Sigo pensando que esto es una locura. –Bajó la voz y se preparó para entrar a gatas. Respiró con dificultad, no por la herida o el esfuerzo, sino porque Lince acababa de ajustar el suministro de oxígeno a fin de evitar pérdidas.

Radoslav solo usó esa ruta una vez, fue un par de años atrás, cuando decidió abandonar las comodidades de Sumer para seguir su espíritu disidente, cuando inocentemente creyó que tras esos muros a kilómetros de allí podría correr salvajemente por el mundo y recorrer cada recoveco del planeta, para romper con su vieja vida tuvo que someterse a ese túnel, la experiencia que le dejó no fue agradable, recorrió esa estructura de metal frío junto con quince personas, al final solo cinco sobrevivieron, el resto fue decapitada por las aspas… Radoslav suspiró, si quería sobrevivir debía olvidar esa mala experiencia y avanzar, pero el sonido de las aspas impulsadas por las turbinas le ponía la piel de gallina, para él eran voces de fantasmas.

Avanzó lentamente, retuvo aire en sus pulmones y con agilidad ayudó a Lince a unir el tubo mientras él gateaba hacia el pequeño espacio, sabía que con cada corte la manguera que los unía se haría más débil y más corta, el oxígeno también iría extinguiéndose, siguiendo el plan volvió a avanzar y avanzar, siempre hacia adelante.

4.7 minutos de oxígeno, un metro separándolos del dichoso ducto de purificación. Radoslav parpadeó pesadamente, estaba cansado, pero sabía que no podía detenerse, la vida de Lince dependía de él.

“Un camarada no abandona a otro, ni lo traiciona.” Radoslav conocía bien aquel juramento entre los suyos, pero también recordaba que tanto Adolph como Lince nunca titubearon para dejar morir a los eslabones más débiles. Una vez el mismo tuvo que ver la manera en que Adolph descargó una ráfaga en la cabeza de un camarada que se encontraba herido y luego mirarlo a él sin remordimiento alguno para decirle:

“Espero que si algún día estoy en la misma situación, hagas lo mismo por mí.”

Lince no era diferente de Adolph. Lince conocía las reglas de supervivencia en el agreste desierto, pero allí estaban los dos. Radoslav se detuvo a pensar en eso antes de continuar gateando y conteniendo aire con toda la capacidad que sus pulmones y el traje podían resistir, un minuto de reserva en el traje les daba tiempo para unir el tubo y seguir, un minuto esperanzador.

- ¡Llegamos!

Sonrió levemente y después observó horrorizado las líneas verdes visibles gracias al CO2 que emanaba el ducto.

- ¡¡Sensores!! –Se dejó caer mirando con desesperación la rejilla que creaban los sensores para impedir su paso.

- Han mejorado el sistema de seguridad.

Lince se quitó el casco, respirar el CO2 de Sumer era mejor que respirar los gases radioactivos del exterior, para él era el equivalente a fumarse media caja de cigarrillos, sobrevivirían sin problema y cuando fueran viejos morirían de tos. Radoslav hizo lo mismo sintió tranquilidad cuando ya no tuvo que depender de la manguera y el medidor con la cuenta regresiva.

Pese a las dificultades de espacio Lince se acomodó y con diligencia desarmó uno de los botones ubicados alrededor de la rejilla.

- Mira, estamos de suerte… Al ver estos botones conectados a los hilos sensoriales pensé que podríamos… ¡¡Mierda!! –Se apresuró a dejar el botón en su lugar y miró a Radoslav. –Hay que desconectar cada par al tiempo…

- No hace falta que lo digas. –Se acuclilló junto a él y sacando una navaja comenzaron a desarmar los botones.

- ¡¡Voilá!! –El pelinegro sonrió con satisfacción cuando todos los sensores se apagaron y comenzó a avanzar por el estrecho ducto metálico.

Radoslav bufó, pensó que la alegría de Lince era precipitada, recordaba que la travesía apenas comenzaba, existían pasajes de aspas más veloces y zonas resbalosas, pero no dijo nada, no quería echar a perder el momento. Siguiendo el musculoso y redondo trasero del pelinegro continuó a gatas por el camino estrecho del ducto de purificación.

Radoslav sintió una corriente de aire golpear su rostro, para entonces ya estaban en el último tramo y habían lidiado con los problemas de presión y vapor que emanaba por el espacio cilíndrico. Sabía que estaban dentro de una gran máquina, que estaban moviéndose por una serie de piezas cilíndricas con la esperanza de llegar al interior de la ciudad, pero supo que estaban perdidos cuando llegaron a un cruce de tres caminos.

- Hay que bajar. –Dijo avanzando, pero fue detenido por Lince quien movió la cabeza negativamente. –Recuerdo el camino, hay que bajar.

- Si desciendes por el tubo vas a caer en el triturador de desperdicios. –Señaló el pelinegro hay que seguir por la derecha.

- ¿Desperdicios?... Estamos en un ducto de ventilación, aquí solo hay aire, no caeremos en un triturador para desperdicios sólidos.

- Nadie mencionó que fueran sólidos… -Indicó moviéndose hacia la derecha. –También hay líquidos, cuando Marcus X cae por el ducto su destino es una piscina de líquidos putrefactos.

- Marcus X es un personaje de ficción que vive en un videojuego y este es el mundo real.

- ¡Vaya! Así que Adolph no te lo dijo. –Murmuró sonriendo. –Ese videojuego y los túneles que debe atravesar Marcus X está basado en las secuencias de los mapas de estos ductos de ventilación. Por eso lo usamos para entrenar a los nuevos…

- Ya. ¿Y por qué razón el sistema no ha vetado el dichoso videojuego? –Puso los ojos en blanco y continuó avanzando a rastras. –Porque es ficción.

- Pero es ficción de la buena. De todos modos es mejor seguir que dejarse caer.

- A veces creo que estás loco, completa y absolutamente loco.

- Es verdad. Solo un loco puede sobrevivir a las cosas que hemos tenido que sobrevivir.

Mientras más avanzaban, el aire iba volviéndose más y más puro. Radoslav tuvo que detenerse un instante al sentirse mareado debido al alto índice de oxigenación en su sistema respiratorio.

- Parece que estamos cerca. –Las palabras de Lince le devolvieron a la realidad y continuó siguiendo aquellas nalgas y renegando cada vez que se detenía sin avisar porque su rostro terminaba estampado contra ellas. -¿Cómo está la herida?

- Creo que la compresa que colocaste ha sido de utilidad, pero me encuentro muy fatigado y duele cada vez que respiro.

- Creí que eras un hombre duro, en realidad no eres más que un llorón.

Se movía por aquel túnel como pez en el agua, o eso pensó Radoslav cuando le condujo por otro pasaje que tuvieron que pasar arrastrándose como gusanos, para finalmente llegar a otra escotilla y salir del ducto.

- Ahora solo falta atravesar esa barrera iónica y podremos ver el aviso luminoso: “Bienvenidos a Sumer”

- Idiota.

- Deberías darme las gracias, prometí que te traería a salvo a Sumer y he cumplido.

- Te daré las gracias desde el fondo de mi corazón cuando estemos fuera de peligro. –Radoslav caminó con firmeza hacia la barrera iónica y observó con atención, se trataba de un grupo de paredes que se abrían y cerraban a destiempo. Radoslav calculó la apertura de la primera y entró, dio un paso cuando vio la luz del láser que pasaba bajo sus pies. Apresurado dio un salto para evadirla y  pronto pasar a la segunda puerta.

Segunda puerta, tres luces de láser, esta vez a la altura de su cintura, le dieron la bienvenida. Radoslav agradeció sus rápidos reflejos y los años de duro entrenamiento en el desierto, rodó manteniendo su cuerpo bajo control para pasar justo la tercera puerta.

Sus ojos se abrieron aterrorizados cuando vio la formación de los laser, esta vez no iban de manera horizontal, sino vertical, se trataba de una película tenue de color verde que se movía lentamente. Radoslav contuvo el aliento y dio un paso atrás sentándose en el suelo para volver al espacio comprimido de la segunda cámara.

- Creo que…

- Arriba. –Señaló Lince esperando que la puerta volviera abrirse, saltando para agarrarse de las barras sobre su cabeza y subir su cuerpo para pasar esquivando la película y de nuevo dejarse caer para correr unos centímetros y tomar impulso para repetir la hazaña hasta que la puerta se abriera.

El castaño bufó y rascó su cabeza desordenando aún más los cabellos, estaba seguro de repetir los movimientos de Lince, pero nada más el primer salto por poco lo deja sin aliento, sus manos hicieron el mayor esfuerzo para sujetarse de las barrar y apoyarse con los pies, la herida sangró mucho más, lo supo porque podía sentir el calor de la sangre recorriendo su cuerpo sudoroso bajo el neopreno reforzado, respiro profundamente y se esforzó, no para dejarse caer, sabía que si lo hacía no podría volver a saltar de nuevo hacia las barras, por el contrario se mantuvo suspendido en el aire y sujetándose de las barras se movió hacia la puerta.

Lince recibió el cuerpo del joven entre sus fuertes brazos, una vez estuvieron a salvo observaron con un respiro esperanzador los edificios y las calles silentes de Sumer.

Hora: 6.15. Falta 1 hora y 45 minutos para el fin del toque de queda.

- ¡Mierda! –Radoslav bufó y bajó la mirada.

- Falta poco. –Le tomó de la mano y fueron corriendo hacia los edificios. –Busquemos un sitio donde escondernos, 1 hora 45 minutos es poco comparado con todo lo que hemos tenido que atravesar para llegar a este momento.

Radoslav siguió los pasos de Lince, huyeron hacia un complejo de edificios. Le hubiera gustado llevar consigo alguna cuerda y un ancla de esa manera podrían escalar las lisas paredes de cristal y colarse por alguna ventana abierta, ahora sobrevivir era cuestión de ocultarse de los visores de la Policía Interna.

Toque de queda. Recordó que Sumer siempre daba inicio al toque de queda después de la media noche, hasta las 8 de la mañana, 8 horas de silencio en el que ningún habitante de la ciudad tenía permitido andar fuera de sus habitaciones, todo comercio, establecimiento y antro cerraba sus puertas a media noche, solamente las patrullas rondaban las calles. ¿Por qué se había tomado esta medida?, no lo sabía, Sumer siempre fue así, posiblemente más que una ley fuera una costumbre, quizá algún gobernante decretó el toque de queda y después olvidó retirar la medida. Esa era la respuesta imaginaria de Radoslav al toque de queda y cuando se lo mencionó a Lince este se echó a reír.

- ¿Entonces por qué?

- Control social. –Respondió seguro de sus palabras ocultándose con el joven tras un contenedor mientras una patrulla vigilaba la zona. – Es una medida disciplinaria que permite que todos los ciudadanos se muevan a un mismo ritmo. En una ciudad donde no existe pobreza, ni desempleo, no existe hambruna, ni vagabundos en sus calles; solo existen ciudadanos perfectos diseñados y educados para obedecer. ¿Lo olvidas?

- No.

- El toque de queda garantiza que todos sean iguales ante los ojos del Orden. El 90% de la población se levanta a la misma hora y trabaja a la misma hora, después descansan a la misma hora. Todo en perfecta sincronía, sin delincuencia, vandalismo o actos violentos. Sumer y sus leyes extremas así lo garantizas.

- Pero eso es bueno, ¿no?... El mundo del siglo XXI estaba plagado de todos esos males sociales… Supongo que la única falla del Orden, está en su poca flexibilidad y en la falta de libertad.

- Así es. Los ciudadanos de Sumer sacrificaron libertad por comodidad… Ninguno de ellos se cuestiona o desobedece al sistema, porque si lo hace será etiquetado como disidente y llevado a los campos de terraformación.

- ¿Existen los campos de terraformación?... ¿Cuántas veces no hemos vagabundeado por ese desierto sin ver uno solo?

- Adolph siempre discutía ese asunto conmigo, él decía que existían más allá del desierto, yo insistí en que no era más que un eufemismo para expresar el destierro. –Cuando la patrulla se alejó tomó la mano de Radoslav y corrió hacia otro edificio, sacó de su bolsillo una tarjeta y la puerta de cristal se abrió automáticamente para dar paso a los dos sujetos. Lince respiró con tranquilidad y se apresuró a subir las escaleras.

- Si tomamos el elevador iremos más rápido.

- Si tomamos el elevados tendremos mucho que explicar.

- ¿Qué lugar es este?

- Mi antiguo departamento está en este edificio.

- ¿No crees que podría ser una trampa? Nuestros nombres junto con nuestras huellas genéticas, deben estar en la lista negra…

- Por eso no vamos a mi antiguo departamento, sino al depósito ubicado en la azotea. Podremos ocultarnos allí hasta que las cosas mejoren, además, debo revisar esa herida.

Radoslav sonrió, quizá Lince no era tan malo como él había pensado, posiblemente ahora solo quedaban los dos del pequeño grupo, sin noticias de Adolph, no le quedaba más remedio que confiar en él.

Entraron en el depósito. Una luz tenue iluminó el lugar. Lince guio a Radoslav hacia un colchón abandonado y allí lo ayudó a desnudarse. Buscó vendajes para hacer las curaciones, movió las cajas depositadas para crear una guarida más segura y cuando la alarma de la ciudad anunció el final del toque de queda sus labios buscaron los del joven castaño para besarlo apasionadamente.

- Adolph no está para cuidar de ti… Pero no estás solo, porque yo me haré cargo.

- Lince…

- Rad.

- No me llames Rad, solo Adolph puede llamarme Rad.

- He salvado tu vida y no merezco llamarte de esa manera tan familiar.

- No. Si salvaste mi vida para ganar mi afecto, entonces debiste haber dejado que muriera en el desierto.

- ¿Así son las cosas entre nosotros? ¿Tanto me odias que no puedes comprenderme?

- ¿Dejaste a Adolph a merced de ese escuadrón para llevarme contigo?

- Sí.

Las sinceras palabras de Lince pusieron fin a la esperanza de Radoslav, él bajó la mirada y dejó que dos grandes lágrimas rodaran por sus mejillas.

- Debí suponer tus intenciones…

Desenfundó su arma y apuntó a la cabeza de Lince.

- Aquel que traiciona a sus camaradas es peor que basura y no merece vivir…

Notas finales:

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