Capítulo primero: Ese amo, despertando.
Un encuentro sin color,
es atravesado por el blanco y el negro.
Te entregare cada parte de mi dolor
Volvió en sí mismo, se había quedado dormido en algún momento que él no recordaba con precisión. Sabía, claramente, que si habría los ojos se toparía con un paisaje, posiblemente, muy distinto al que estaba acostumbrado, después de todo, Londres estaba ya muy lejos para arrepentirse de su repentino viaje.
Aún así, era capaz de sentirse completamente tranquilo y, en ese momento, no recordaba nada que lograba turbarlo o que le empujara a levantarse, además, aunque el detalle fuera extremadamente estúpido, se sentía realmente cómodo en donde estaba. Supo identificar, sin prisa, que no era una cama, más bien, era una persona. Mentalmente refunfuñaba, aquel maldito se había aprovechado de que él se había quedado dormido para cargarlo sin que se pusiera a patalear para que le bajara. Bien sabía que odiaba que lo tratara como inútil haciendo y deshaciendo todo a su paso, con tal de que él este feliz y de su aprobación. Río internamente, nunca sería feliz, por eso aquella cosa que tomaba forma humana estaba a su lado. Si su alma no se hubiera hundido en penumbras, aquella persona nunca habría llegado a su triste vida.
Se percató de que se movían con rapidez, por la ligera brisa que sacudía su cabello y hacía que sus mejillas se enfriaran, se removió un poco, con cuidado, casi con vergüenza, acercándose aún más a esa persona, apretando con sus manos la suave tela del negro frac, apoyando su mejilla en el pecho del mayor, inundándose con la calidez que emitía aquel cuerpo. Aún sin abrir sus ojos, sintió la sonrisa burlona del mayor.
— Oh, qué lindo es Bocchan — comentó aquella voz burlona.
El pequeño niño murmuró algo que ni él mismo entendió, dándose cuenta de la gravedad de sus acciones. Idiota, pensó antes de abrir los ojos frunciendo el ceño de mal modo, mirando con recelo al hombre que parecía realmente divertido.
— ¡Estúpido, perro! ¡Ya te dije que no me gusta que me carguen! — bramó el pequeño sacudiéndose para zafarse del agarre.
— ¿Ya está despierto, Joven Amo? — dijo con ironía el mayor.
El aludido gruñó y se cruzó de brazos unos instantes, antes de volver a intentar zafarse del agarre del mayor, pataleando y forcejeando un poco. Pero se dio por vencido en seguida, si había algo que hasta un idiota podría deducir con facilidad, era que no podrías ganar una pelea contra un demonio y más si este te retenía con fuerza para no soltar la tierna forma en la que le llevaba cargado como si fuera una princesa.
— Lamento decirle, Bocchan, que no puedo dejarlo solo. Recuerde que esto no es el Infierno, no Inglaterra, aunque a veces se parezcan. — explicó el demonio de mayordomo. — No sé si lo sentirá, pero no estamos solos. —
En ese momento se dio cuenta de que había algo que no cuadraba en toda esa escena que tenía casualmente con su mayordomo, si, había alguien más, tal vez, a eso se debía el paso presuroso de su acompañante. En cuanto intentó incorporarse para ver quién podría llegar a ser, el mayor afirmó su agarre haciendo que se quedara quieto en su lugar. El menor gruñó por lo bajo ¿Qué le pasa a este tipo?
— Como mayordomo de los Phantomhive, no puedo permitir que mi amo vea a un ser tan horrible como somos los demonios bajo nuestra verdadera forma — dijo en tono noble.
— Tsk – chasqueó la lengua y rodó los ojos. — Ki*—
El mayor mantuvo aquel semblante burlón en su rostro, antes de desviar su vista por sobre su hombro. El menor refunfuñó, la curiosidad lo carcomí por dentro. A pesar de ser todo lo que era, mantenía aquella curiosidad infantil que parece nunca desaparecer y ser, junto con su enorme orgullo, sus peores enemigos. Al parecer, al mayor, aquella cosa que vio, pareció sacarle esa expresión del rostro, para poner una seria y casi molesta. Afilando su mirada.
— Sujétese, por favor —
Y sin otro aviso, el moreno demoníaco le acomodó sobre su otro brazo, de tal forma que el rostro del niño, quedaba en el hueco de su cuello. El menor, estaba por protestar por su sirviente comenzó a correr rápidamente. El niño, ahora tan solo veía la suave y cálida piel de su mayordomo y el borde de la camisa de seda blanca. Cuando intentó desviar su vista para poder intentar comprender la situación, lo único que pudo distinguir era una sombra amplia que los rodeaba, y borrosamente los movimientos del mayor. Le pareció también, distinguir la platería de la mansión que fue su hogar, pero no quiso creer que el demonio aún conservaba aquellas ridículas armas. Así que, frustrado, apoyo su rostro en el hombro del hombre, resoplando. El niño no se dio cuenta de que su mayordomo desvió la mirada de su pelea hasta él, por su acción, sorprendido, antes de volver a concentrarse en su objetivo.
El menor, como ya sabía, no tenía en la mente algo en que pensar, por algún motivo, intentaba concentrarse en cosas triviales, como la próxima vida de sus ex sirvientes o que sería de la salud y el té de Tanaka, pero su mente solo le dejo centrarse en el embriagante aroma de su mayordomo, para empeorar la situación, tenía la nariz hundida en su cuello. Qué situación tan conveniente, Maldito demonio.
Para su sorpresa, una curiosa idea cruzó por su mente y un vivo deseo penetró su ser, la idea de tener demasiado cerca la piel expuesta de su servidor a sus labios. ¿Qué sentiría si, improvisamente, lo besara? Él mismo se sentía acalorado y apabullado ante aquella insólita idea. Pero el otro hombre, era un demonio y como tal, era capaz de adivinar el hilo de los pensamientos del niño y como si le resultara divertido frustrar deseos, lo depositó con innecesaria lentitud en el piso, mirando fijamente a su amo.
— Chi** —
— ¿Qué demonios…? — murmuró el niño verdaderamente confundido y, en cierto sentido, frustrado.
— Oh, es que me pidió que lo bajara, en vista y considerando que aquella rata fue eliminada, no veo ningún riesgo en esta zona. Así que usted ya puede caminar con libertad. — comentó el sirviente sonriendo como solo él lo hacía.
Estúpido Dantalion, no me refería eso ¿Qué idiota malinterpreta una orden tan clara? El más alto tenía la mirada en alto, sin dejar de vigilar a su amo que iba un metro más adelante, el demonio estaba claramente molesto. Aún así, no dejo que eso lo notara el menor y con zancadas se acercó al menor hasta caminar junto a él, casi pisándole los talones.