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Las cosas como son. por Lyon

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen al escritor Rick Riordan, mientras que el físico de los personajes están más basados en los de los actores que los interpretan, salvo algunas excepciones como Nico di Angelo.

Las personalidades de los personajes no son realmente como la personalidad original, yo las he acomodado para que el FanFic y la historia tuviese más sentido y desarrollo.

Notas del capitulo:

Si has abierto el fic y estás leyendo esto, me alegro muchísimo, de verdad.

Las personalidades de los personajes no son realmente como la personalidad original, yo las he acomodado para que el FanFic y la historia tuviese más sentido y desarrollo.

Espero que lo disfruten~. 

Only miss the sun when it starts to snow
Only know you love her when you let her go
Only know you've been high 
When you're feeling low
Only hate the road when you're missing home
Only know you love her when you let her go
And you let her go

Rodó los ojos frustrado. Un suspiro se escapó de sus labios, y con varios gestos resignados, se proponía a asimilar que lo que sucedía era real. Revisó por última vez con una mirada vaga las listas, releyendo varias veces su nombre: Percy Jackson, clase B. Se suponía que debía de estar realmente feliz por haber sido admitido en esa escuela dedicada al Arte como especialidad, que debía de estar ahora mismo pegando saltitos por tal oportunidad, aun habiendo entregado la matrícula tarde. Pues, había tenido suerte, la misma suerte que tuvo al aprobar cuarto de la ESO sin siquiera haberse presentado a los exámenes de Física y Química; y Matemáticas.

La misma suerte que tenía al pasar completamente limpio.

Pero se sentía como un extraño entre tanta gente. No era el primer día, de hecho, solo había entrado en las instalaciones para tener por seguro que tenía la plaza confirmada, finalmente. Aunque le habían dado el dichoso papel de la matrícula ya firmada y sellada, sin embargo, tenía la leve esperanza de que no hubiese sido admitido. Quería un maldito año sabático, lo necesitaba.

Todo el mundo parecía conocerse. Como decía, desde que había entrado por el umbral, ya habían pequeños grupitos formados a su alrededor, tanto en el jardín como en el mismo edificio. Quiso creer que eran alumnos de segundo de bachiller, era difícil para él socializar… Imaginarse tener que acercarse a un grupo entero le daba pánico, en cierto modo. No es que fuera tímido, que vale, si lo era en realidad… Tenía sus razones.

Giró. Quería irse a casa, quizás se lo imaginaba todo, pero sentía varias miradas posadas en él. Se preguntó si era por su apariencia, ¿se notaba demasiado que ni siquiera era de este país? Otro problema: Pues no conocía ni la ciudad, apenas su barrio. Quizás era su cabello azabache que realzaba, o su tez clara y limpia… ¿Sus ojos azules como el profundo océano? Se removió incómodo y comenzó a caminar hacia la salida, centrándose más en mirar al suelo que en alzar la mirada al frente, inseguro.

- ¡Oye! ¡Mira por dón…! – Escuchó repentinamente al sentir que chocaba contra alguien. Pero la frase no había ni siquiera finalizado.

- … Lo siento. – Se disculpó el joven de pelo azabache nervioso. Sentía que no podía hablar ni siquiera en voz alta, esforzándose en poder decir las palabras al menos de una manera clara. Observó con quién había chocado.

Era un poco más alto que él, un poco demasiado. Cabello corto y tirando a un rubio, o una especie de castaño con ese tipo de tonos, peinado de forma elegante. No iba a mentir, era guapo, muy guapo. Sospechó que era alguien popular ahí, aunque, se suponía que en primero de bachiller nadie conocía a los de primero, ¿él era de segundo? Madre mía. Sus ojos azules observaban los de Percy insistentes, pese a que el joven quería cortar ese contacto visual que empezaba a cargarse de tensión. Y entonces escuchó algunos comentarios, no se había percatado de que estaba también con más gente y que directamente había chocado con él, que estaba con un grupo, es decir,  él más un grupo, igual a… Problemas.

Trató de rodearle. No hubo ningún otro tipo de intercambio, ninguna frase que soltar ni una palabra que le mantuviese un segundo parado nuevamente frente a él. Así que era la oportunidad perfecta para irse lo más rápido que podía, sin parecer que estaba huyendo o algo así. Porque lo estaba, ¿verdad?

Por otro lado, para Luke Castellan, los comentarios de sus molestos amigos se volvieron algo pesados, bromeando con el pequeño golpe con ese chaval y la cara de bobo que se le había quedado al rubio al haberle mirado a la cara, sin poder terminar incluso de decirle “Mira por dónde vas”. Se volteó a estos defendiéndose con bromas también, alguna que otra excusa, y negándose a sí mismo la sensación que esos ojos le habían producido con tan solo haberlos observado.

Toda esa fobia social, no era más que una rémora para poder desarrollarse. Y para que mentir, Percy lo tenía muy claro. Pero cuando decidía ir a hablar con alguien, las palabras que ya había pensado se esfumaban, y solo quedaban titubeos y más inseguridad de por medio. Él lo sabía: Tendría problemas si no conseguía establecer amistad con alguien. Soltar todo el día, pero, pero, y más “pero”, no le iba a ayudar.

Caminó hasta la estación en la que se había bajado por la mañana para poder llegar al EASD (Escuela de arte y Superior de Diseño) a tiempo. Eso también era cansino. Estaba claro que tendría que levantarse todos los días a las seis de la mañana para poder salir de su casa al menos a las siete, ya que era muy lento preparando las cosas aunque las tuviese desde el día anterior, que no solía ocurrir, siempre lo preparaba todo a última hora; luego tendría que coger el tren que tardaría media hora en traerle hasta esta parada. Y finalmente caminaría durante diez minutos exactos hasta las puertas de la escuela, en todo eso, harían cuarenta minutos de viaje más o menos, sin contar las paradas o los días en los que algo pasase.

Dudaba en si volver a entrar. Se encogió de hombros y se sentó en una de las bancas de la parada del tren. Las clases empezaban dentro de una semana justo, y no le hacía gracia para nada, las aborrecía, es más, ¡ni si quiera debía de estar ahí! … Pero…, tampoco podía defraudar a su madre, ni a su padre, el cual había pagado una fortuna para poder meterle en ese instituto de arte, pagándole también el apartamento, y enviándole dinero cada mes hasta que, al menos, lograse encontrar un trabajo. Que lo dudaba también.

Percy no era un chico que se emocionase por conocer cosas nuevas, no. Era lo contrario, prefería la soledad y la monotonía, odiaba los cambios. De hecho, en realidad tenía miedo de estos, tenía miedo de sufrir con ellos, pues nunca traían nada bueno con ellos. Todo era mejor estaba como estaba antes. Y ya está. Nadie le podía discutir eso… ¡Sin embargo no tenía más remedio! Arg, lo afrontaría, lo haría.

● ● ●

El resto de días que le quedaban como vacaciones y la única forma de no ir a clase sin excusas, los dedicó a comprar el material que había visto expuesto en un tablón de anuncios. Ponía claramente: Material de Bellas Artes para alumnos de Bachillerato. Así que supuso que lo mejor era adelantarse a los acontecimientos y comprar algo de eso, pues realmente no se equivocaba. Si por algo estaba ahí colocado, sería claramente para que lo viesen; de todas maneras un pensamiento superficial susurraba que era el único que se había parado a comprarlo.

Y tenía en el fondo mucha razón.

Probó también a visitar al menos su barrio y poco más, dando paseos camuflados con tranquilidad en su rostro, pero realmente nerviosismo. No llegó a avanzar mucho, y tampoco es que lo desease por ahora. Como mucho logró ubicar una pizzería, peluquería y mucho más arriba subiendo una pequeña cuesta, un 24 horas. Era ya demasiado, ¿no? Lo suficiente como para aguantar un tiempo, claro… ¿dónde estaba el supermercado? Suspiró.

Terminó los últimos tres días discutiendo consigo mismo y echándose atrás en muchas ocasiones. Estaba convencidísimo de que lo iba a pasar mal, y desde que aquella mirada y la suya se cruzaron, lo confirmó aún más.  Recordó entonces su rostro, se había fijado completamente en cada característica. Sintió un escalofrío al ver en su imagen mental también la cicatriz que tenía en la cara, pero acabó haciendo caso omiso: La verdad era que, esa cicatriz, dejaba de lado su elegancia y le mostraba a alguien más intimidante.

Pero, Percy, ¿acaso vas a estar corriendo siempre?, se reprochó mentalmente. Mañana era su primer día, bueno, no del todo. Era la presentación de los cursos.

● ● ●

Amaneció como debía amanecer para un estudiante después de vacaciones, al menos, para algunos estudiantes que comienzan una nueva vida en un lugar que no conocen en un país del cual son ignorantes también. Quiero decir, no podía temblar más que un flan porque no se podía. Se sentía asustado y perdido, tenía la esperanza de que despertarse con su canción favorita por la mañana le haría sentirse mejor, pero solo había conseguido que la odiase unos instantes y que la pereza tratase de hacerle volver a la cama.

Se dio una ducha rápida, el agua caliente no funcionaba desde que había llegado, pero no le importó. Su mente estaba preocupada con otras cosas, imaginándose la sensación que tenía ahora que iba a una presentación y no realmente a clases. Tan rápido como terminó de estar bajo el agua helada, se secó y vistió.

Quizás se había despertado demasiado temprano. Había tratado de calcularlo, pero pensaba que con despertarse dos horas antes del inicio de las clases era más que suficiente, es decir, empezaban a las ocho, ¿y él se levantaba a las seis? Exactamente. Media hora la utilizaría para bajar en tren, y el resto era dedicado a su preparación… Menos lo que sobrase, porque bajaría a las siete, a las siete y media, repetiría el camino que le llevaría al instituto, como ida y vuelta. Una hora de preparación entonces.

Pero vivía solo, completamente.

Acercándose ya la hora prevista para subir en el transporte urbano, se sonrojó al escuchar su barriga gruñir. Qué vergüenza si eso le pasase cuando estuviese todo el mundo en silencio. Claro que fue a la cocina, claro que intentó hacerse algo de desayunar y claro que intentó comérselo, pero su organismo amenazaba con vomitar si pegaba otro mordisco a su bocadillo, o bebía otro sorbo de zumo.

Gruñó. Tendría que ir con hambre, y cuando volviese a casa, tratar de comer algo, si es que le era posible. Se cercioró de que todo estuviese en orden antes de apagar las luces de la casa y de cerrar la puerta con llave. Llevaba todo encima, sonrió tan rápido como pestañeó.

El tren se mecía suavemente mientras continuaba con su trayecto. Frenaba poco a poco y no en seco, como solía suceder dónde antes vivía. Poco a poco se adormilaba a medida que ese movimiento se repetía, además, estaba sentado. Tenía puesto una camisa negra, con una chaqueta de ese mismo color, la diferencia, es que la camisa por detrás tenía el estampado de un Dios griego, Poseidón, rey de los mares; un dibujo diseñado como si fuese echo para un tatuaje. Unos jeans rasgados le cubrían las piernas, los conjuntaba con unos vans azul-oscuro, casi negro a la vista. El pelo en la cara y… Bueno. La música a tope en unos cascos que tenía en sus orejas.

Trataba de poner algo que sonase animado, algo que le despertarse o le mantuviese ahí, con los ojos abiertos. Pero era en vano. Terminó de sonar Afterlife de Avenged Sevenfold. La siguiente en ser reproducida, era un tema de Passenger, titulado Let her go. Perezoso incluso hasta para sacar el móvil de los ajustados bolsillos, dejó que sonase, casi sumiéndose en los brazos de Morfeo.

“Próxima parada…”

Retumbó por el tren una voz femenina robótica. Sacudió la cabeza después de pegar un saltito, y ver que aún no había amanecido, no del todo. El tren ya anunciaba con cerrar las puertas para dirigirse a la siguiente parada, cogió rápidamente sus cosas al ver que se encontraba en donde debía bajarse. Y se dirigió corriendo a la salida, torpemente y tropezando un poco.

Fuera, no había nadie que pudiese reírse de cómo había actuado, ni de lo patoso que había sido… Tosió enderezando la espalda, sujetando el extremo de su mochila, y aferrándose a esta. Delante de él estaba el camino que ahora debía de seguir para poder llegar, y con la hora que era, más le valía darse prisa.

Por lo que, comenzó a andar. Percy dudó entre si asistir a la presentación o irse a dar una vuelta por ahí. Claro que ya había madrugado por algo, no iba a volver a su casa y haber dado ese paseo por gusto, la idea era inevitablemente rechazada, era mejor ir. Suspiró.

La verdad es que la fachada dejaba mucho que desear, eso fue lo que le vino a la mente la primera vez que entró. Pero sin embargo, los interiores estaban bien cuidados, el orden de las cosas, los colores elegidos… Contrastaban unos con otros, pero convivían en una perfecta armonía. No había pérdida, a su derecha, tras una pizarra blanca, un letrero ponía: Salón de Actos.

No hacía falta ser muy inteligente como para saber que debía de entrar y sentarse en algún lado, ¿verdad? Pasó por el umbral, las puertas ya estaban abiertas, y allí a lo lejos había dos o tres estudiantes que habían llegado más temprano de lo usual, sentados en la segunda fila, al parecer se conocían, pues muy animadamente bromeaban entre ellos. Sintió un poco de timidez e inseguridad, estaba algo desorientado, y precisamente no tenía muchos ánimos de hacerlo notar.

Así que por su parte, Percy decidió que lo mejor era sentarse en una fila de las últimas, para pasar desapercibido. El azabache se sentó entonces a un extremo de esta, justo el contrario por el que había pasado para poder sentarse. Sus dedos dibujaron el patrón que desbloqueaba su móvil, y observó la hora. Aún quedaba un rato, no llegó tan tarde como sospechaba que llegaría. Incluso se había imaginado a sí mismo entrando cuando la presentación ya había comenzado, irrumpiendo, seguramente.

El tiempo pasaba y los alumnos iban llegando, más altos, más bajos, de un estilo, de otro, ¿pelo negro? ¿Rubio? Incluso azul. En fin, la verdad era que en esa escuela de arte podías encontrar de todo, siguiesen el estilo que siguiesen, como si vestían tirando a lo punk, o a lo más… pijo.

Una voz se le hizo familiar a su izquierda, a su derecha estaba la pared, recordemos que estaba a un extremo. Rodó los ojos lentamente, y abrió un poco la boca en señal de disgusto. No le molestaba, es solo que le causaba cierto temor… Le intimidaba.

Ahí estaba él, el chico con el que había chocado la otra mañana en la puerta, riendo con sus amigos y bromeando antes de que empezaran. Para suerte del azabache, cuando este le miró y su rostro cambió a uno menos simpático, las palabras que pensaba decir el rubio no fueron siquiera escuchadas, pues, la voz del director le irrumpió antes de poder decir nada.

Oh, joder, no… Maldijo.

 

Notas finales:

¡Espero (otra vez lol, sorry) que les guste!

Nos vemos por ahí, soy una persona de pocas palabras, lo siento, pero de verdad, que me alegra mucho.


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