Karma.-
Y eso era lo que él conocía como el Karma. Esa misteriosa fuerza que te devuelve todo lo malo que haz hecho. En un principio no creía en esas estupideces, ¿pero ahora? oh, era totalmente creyente de esa fuerza. Y cómo no, si había probado en carne propia lo fuerte que ésta podía ser.
Para entender de mejor manera a lo que me refiero comencemos recordando una vieja historia de amor, quizás no tan vieja y más bien algo reciente.
Reita, un joven de 16 años, algo tímido y quizás antisocial. Hace un año había comenzado a sentir ciertos sentimientos indebidos por su querido amigo del alma. Uruha. Le costó bastante asimilar el hecho de que era gay y que además de eso, guardaba sentimientos que cada vez se volvían más fuerte por ese lindo muchacho de finos labios y castaño cabello. Quizás le tomó unos dos meses asimilarlos y otro mes más pensando en cómo rayos le diría al castaño lo que sentía.
En el transcurso de ese tiempo Reita se había vuelto mucho más cariñoso y atento, más alegre y divertido.
El cambio no pasó para nada desapercibido para Uruha, quien comúnmente se pregunta qué le estaría sucediendo a su amigo como para comportarse así. Sin embargo, al no encontrar molesta su forma de actuar simplemente lo dejó pasar sin decir nada, y fue lentamente y sin notarlo, enamorándose del rubio mal teñido.
Ambos sentían lo mismo el uno por el otro. Un inmenso cariño y amor que en ese momento era casi indestructible. Y Aún sin estar del todos seguros de los sentimientos del otro, muy comúnmente se daban miradas cómplices o a veces se tomaban juguetonamente de las manos, o se perdían en la dulce mirada del otro.
En pocas palabras ese amor tan secreto y tan sabido a la vez, era algo realmente dulce y tierno, puro y casto, sin ninguna doble intención. Con el único fin de poder entregarse mutuamente el amor que llevaban dentro de sí mismos.
Así comenzó a pasar el tiempo. Quizás dos meses después por fin se dieron un dulce beso, el primero de ambos, cosa que convertía ese momento en algo mucho más especial. Para ese entonces era más que obvio que ambos estaban enamorados el uno del otro.
Conservaban un inocente y puro amor que de malo, no tenía nada, absolutamente nada, y aunque la sociedad dijera lo contrario, ellos sabían que mientras pudieran estar juntos todo estaría bien.
Pero en esta realidad de mierda no todo es perfecto. Claro que no. La felicidad de esos muchachos fue prontamente rota por la intervención de adultos que amenazaban con llevarse lejos al rubio si no terminaba de inmediato con esa "asquerosa y anormal" relación.
Ese fue el fin de todo. De la felicidad, de la armonía. De todo.
A Reita no le quedó más que aceptar aquella voluntad impuesta de sus padres, y fríamente terminó aquella hermosa relación con Uruha. Destrozándole el corazón al castaño, y destrozando el corazón a sí mismo en el camino.
Tiempo después Reita comenzó a salir con una chica. Linda, sin duda alguna, pero en comparación con su hermoso Uruha la chica parecía una pobre vagabunda.
Durante los meses que duró aquella relación Reita se obligó a creer que no sentía nada por su ex novio, que solo había sido algo pasajero y nada más. Menuda mentira. En el fondo sabía que estaba completa y tristemente enamorado de ese castaño; pero no lo iba admitir, porque si no sufriría como sufrió en el término de su relación. Y no quería volver a sentir ese asfixiante dolor en el pecho. Quería simplemente morir y dejar de sentir dolor.
Al cabo de unos meses Reita terminó con la pobre muchacha, porque ya no podía continuar engañándose. Ya no más. Sabía y debía aceptar que aún estaba enamorado de su lindo patito, y ahora debía de intentar recuperar su amor e intentar reparar todo el daño causado, y rogar a alguna deidad que ese chico aún sintiera algo por él.
Volvieron a entablar contacto, y eso hizo enormemente feliz al rubio, sin embargo podía notar ciertos cambios en su persona. Estaba más triste de lo común y ya no era tan entusiasta como entonces. Y lo entendía. Había roto su corazón y esos eran los resultados luego de ya sanada la herida.
Con el paso del tiempo comenzó a notar otro cambio en Uruha. Volvía a ser el alegre y tierno chico de antes. Ilusamente el rubio creyó que aquel cambio se debía nuevamente a él. Ilusamente.
Continuaron hablando y todo era mucho más agradable que en un principio. Se divertían como antes y todo se reducía a risas alegres y largas caminatas.
Hubo un día en especial, en el cual Reita se decidió a decirle que aún continuaba enamorado de él. Y lo hizo. Se lo dijo.
-Uruha... este... Sé que ya ha pasado tiempo, y que te dañé bastante con lo que pasó, sin embargo yo... nunca dejé de amarte. Jamás pude olvidarte.-
Ante aquella confesión Uruha no pudo hacer más que cubrirse la boca para evitar mostrarse tan sorprendido.
-Yo...- Guardó silencio por breves segundos que el rubio se le hicieron eternos.- Estoy con un chico ahora...-
Y en ese preciso momento Reita quiso ser devorado por lo que fuera, un oso salvaje, un león hambriento, o que simplemente la tierra se abriera y se lo tragaran. No por la vergüenza que le causaba la situación, sino por el dolor extremadamente exagerado que sentía en su pecho. ¿Así se habrá sentido Uruha cuando se enteró de que él tenía novia?
-Está bien... no lo sabía, perdóname ¿si?-
-Lo siento, pero... yo no soy el segundo plato de nadie.- sentenció con voz más severa y se fue de inmediato, dejando a Reita con el corazón nuevamente destrozado y completamente solo.
-Pero nunca fuiste un segundo plato... siempre fue de ti de quien estuve enamorado.-
Pero ese débil susurro no fue escuchado por el castaño, solo el viento supo y entendió los verdaderos sentimientos de ese pobre hombre, que por un error y por miedo a perder de forma definitiva al amor de su vida, decidió alejarse de él. Y ahora que había estado dispuesto a perder todo, su familia, amigos y hasta su hogar, para poder estar con él y hacerle feliz el karma le hacía pagar todo el daño que ese chico había sufrido.