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- Una joya para ti - por Estrella31

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Notas del fanfic:

Bueno, los personajes no me pertenecen (lamentablemente :( ) pertencen al señor Kurumada.

 

Notas del capitulo:

Bueno, aquí esta mi segundo intento de fic. Lo escribí algo rápido y creo que me falta mejorarle algunas cosas. En fin, si les gusta o tienen sugerencias, me dejan un review! :) sin más que decir, les dejo con la lectura.

- Mamá, ¿Para que sirven esas cosas que guardas en ese cofre?

- Son regalo de tu padre; con esto, quizo decirme lo mucho que me quiere, aunque la verdad no necesitaba que me regalara nada...

-Ah... Osea que cuando quieres a alguien, ¿Le regalas eso? – preguntó el pequeño señalando el cofre.

- No necesariamente, lo importante es la intención con la que lo hagas. Si es de corazón, el regalo es lo de menos...

 

 

** **

 

 

Milo se encontraba en la cafetería de su escuela. Con una pequeña cuchara, revolvió el café ya frío, pensativo y algo confundido por sus recientes sentimientos descubiertos. Nunca hubiera pensado en fijarse en Camus, su amigo de la infancia, compañero de asiento, amigo en el club de deportes, su apoyo en momentos difíciles y... su reciente amor platónico.

Un castaño de cabellos cortos y ojos verdes miraba con brazos cruzados y el entrecejo fruncido tratando de adivinar que era lo que le estaba ocurriendo a su amigo y compañero de travesuras. Con paso seguro, se acercó lentamente y se coloco frente a él todavía con los brazos cruzados mirando a un distraído Milo que había dejado la cuchara y ahora observaba el café.

- Milo, ¿Qué te pasa? – decía tomando asiento frente a él.

- ...

- ¡OYE! ¡LLAMANDO A MILO DESDE LA TIERRA! – decía el castaño, golpeando con ambas palmas de las manos a la mesa que emitió un sonido lo suficientemente fuerte que liberó a Milo del trance y le hizo levantar la cabeza automáticamente. Ni bien se dio cuenta de quien era, frunció el entrecejo.

- ¡AIORIA! ¿PERO QUE HACES AQUÍ? ¡QUIERO ESTAR SOLO!

- Mira tarado, si Camus no estuviera tan preocupado por ti, no hubiera venido ¿Ok?

- Camus... ¿esta preocupado por mí? – dijo cambiando su expresión a una de pesar.

- Oye, sea lo que sea que estés comiendo déjalo ¿Cómo no va a estar preocupado si de un día para otro, estas tan distraído y ya no le hablas? ¿Qué demonios ocurre contigo? – decía Aioria apoyando un codo en la mesa y su cabeza reposaba en su palma recién levantada.

- Nada... Solo que estoy... enfermo... – decía MIlo tratando de zafarse – y... ¡Es la gripa que no me deja en paz! – decía mientras giraba los ojos al techo.

- Si... Claro... Oye, ¿Crees que soy imbécil? Yo sé que te gusta Camus.

El rubio palideció al momento mientras que sus mejillas adquirían un hermoso carmín.

- ¡JA! ¿Ves? ¡Entonces si tenía razón! – decía Aioria señalándolo con el dedo mientras lo  miraba triunfante.

- Mas te vale gato pulgoso que no digas nada o sino, voy y le cuento a tu noviecito que te vi coqueteándole a Shura... –decía Milo apartando el dedo acusador de su amigo.

- ¡NO COQUETEABA! Solo se me acercó a pedirme algo, no serías capaz de contárselo a Shaka... – trataba de defenderse el castaño con un gesto de terror.

- ¿Me estás retando? –decía alzando una ceja con una sonrisa pícara.

Aioria hizo un puchero y con un gesto de cerrarse la boca con un cierre, dio a entender que guardaría el secreto.

- Oye, pero... ¿No piensas decírselo? No puedes estar así, si callas será peor. – Aioria había tomado un tono más serio.

- Ya lo sé pero y... ¿Si no siente lo mismo? –decía regresando la vista al café.

- ¿Y como lo sabes? Debes decírselo, sino nunca te enterarás. Mírame a mí – se señalaba a si mismo ganando de nuevo la atención de su compañero – Yo pensé que nunca podría obtener siquiera una mirada de aprecio de Shaka y míranos ahora, somos novios y créeme, tener a la persona que quieres a tu lado es una felicidad que no tiene valor... – Aioria acercó una mano a la de Milo – Debes decírselo.

Milo miraba sorprendido a Aioria, ¿Desde cuando sabía estas cosas? Definitivamente, la adolescencia les había golpeado muy duro.

Pero, al ver esa mirada de decisión de su amigo, le dio la razón, tendría que decírselo hoy. Ya no podía aguantar más, o sino explotaría.

Con una sonrisa discreta agradeció a su amigo; tomo su charola con la única taza de café frío que había y lo colocó en su lugar mientras salía de la cafetería.

- “Suerte” – pensó Aioria mientras veía como se alejaba.

 

 

 

** **

 

 

 

Milo había salido decidido con una sola cosa en la cabeza: Declararse de una maldita vez y dejar de hacer estupideces. Bueno, lo segundo no estaba seguro de poder hacerlo algún día, pero de lo primero no dudaba. Estaba buscando con la mirada a su amor, hasta que lo encontró.

Lo divisó bajo la sombra de un árbol conversando según veía, con Shaka, el novio de Aioria. Si no fuese porque sabía que Shaka era novio de Aioria, era seguro que se abalanzaba sobre él.

Por un momento se quedó estático. Nervios; esos malditos nervios que le estaban dando por ver al objeto de su aprecio y deseo, le estaban jugando una mala pasada.

Al poco rato sonó el timbre, finalizando el descanso. Con un movimiento de cabeza hacia arriba, en gesto de frustración, y con una maldición el rubio dio media vuelta culpándose a si mismo de no haber podido actuar.

 

 

 

 ** **

 

 

 

Horas y más horas de clase; las que pasaban muy lentamente para un rubio que miraba de reojo a su compañero de al lado que no era otro que Camus que por ratos lo miraba también con una mirada de preocupación, pero sin encontrarse en las miradas.

Al finalizar las clases, todos los estudiantes salían del salón, dejando a algunos como Camus, Aioria y Milo que usualmente se iban juntos, pero como últimamente Milo no le dirigía la palabra a Camus, este pensaba que su amigo estaba enojado con él y aunque había insistido en hablarle, este solo lo evitaba, era por esta razón que tomo sus cosas y se acercó a Aioria.

- ¿Nos vamos? – preguntó el pelirrojo.

- Sí, tenemos que esperar a Milo...

El pelirrojo miro tímidamente al mencionado que alistaba con extraña lentitud sus libros.

- No sé que le dije... creo que anda enojado conmigo. Tal vez dije algo que no le gusto... – decía Camus en un susurró al oído del castaño.

- ¡Nah! Milo es un tonto, no le hagas caso. “¿Así que no lo hiciste?, bueno, entonces te daré el empujón”  - pensaba mientras se retiraba del aula junto a su amigo que miró por última vez a Milo dentro del salón.

- Me gustaría saber que es lo que le pasa... –decia el pelirrojo más para si mismo que para su acompañante.

 - Y si quieres puedes averiguarlo... - decía Aioria pensando rápidamente sorprendiendo al fránces.

- ¿Cómo? – se detuvo el francés de golpe mirándolo interrogante.

- Hoy quedé con él para ir a jugar. Tú ya sabes donde. Puedes ir y preguntarle de una vez cual es el problema.

Camus aún sorprendido desvió un poco la mirada y luego de pensarlo un poco, miró nuevamente a su amigo y asintió. Milo era su mejor amigo desde que recordaba y sea lo que sea que este ocurriendo, tendría que averiguarlo.

- ¿A qué hora acordaron?

 

 

 

** **

 

 

Milo se había quedado en el salón pensativo. En el recreo había adquirido el valor para decirle a su amigo sobre sus sentimientos, pero al sonar el timbre de salida, no se atrevió a mirarlo de nuevo y era porque de nuevo el miedo del rechazo se había apoderado de él y espero pacientemente que se fuera.

Ya cuando se dio cuenta que todos se habían ido colocó su mochila en su hombro y mientras se retiraba del reciente desocupado salón, miro una última vez la carpeta donde se sentaba Camus.

- Camus... – murmuró antes de soltar un suspiro y retirarse.

 

 

** **

 

 

Milo llegó a su cuarto y luego de tirar su mochila, se aventó a su cama quedando boca abajo y luego dando la vuelta mirando al techo mientras con una mano se tocaba la cabeza a manera de masaje. Trataba de ordenarse y decidir que hacer. Aioria había sido tal vez el responsable de esa repentina valentía, o eso parecía, porque ahora que se encontraba solo, los miedos volvían y la indecisión se apoderaba de él.

Con cuidado se levantó de su cama y camino unos pasos a un escritorio cerca del ordenador que tenía encima de ella un portarretrato con una fotografía de su madre que había fallecido hace dos años.

- Si estuvieras aquí, estoy seguro que sabrías que decirme – el rubio tomo cuidadosamente el marco y lo observó por unos segundos. De repente, la luz de la puesta de sol que se colaba por una ventana, reflejó en el vidrio del marco, haciéndolo que de inmediato cerrara los ojos y sin querer soltara el marco de su madre.

Milo se restregó un momento los ojos y al bajar la vista vio con horror que el marco yacía en el suelo roto. Rápidamente se agachó para comprobar que la foto estuviera bien; al separar los vidrios y el marco, cogió la foto de su madre, mientras se disponía a recoger los vidrios.

Estaba en la tarea de barrer los residuos con una pequeña escoba y recogedor;al poco rato levantó todo. Pero cuando dio de nuevo una rápida inspección mirando detenidamente en los lugares más escondidos noto que un trozo de vidrio había quedado debajo de su ropero. Trató de alcanzarlo con la mano, pero no llegaba. Con la escoba, trató de sacarlo, pero misteriosamente ese fragmentó parecía no querer salir de ahí.

Con cansancio, movió el gran mueble lo suficiente como para recoger el fragmento que tanto problema le estaba causando cuando vio que, debajo de este, había una loza que estaba suelta. Con extrañeza, se acercó y con los dedos impulsó la loza hacia arriba ayudándose de su otra mano para levantarla por completo.

Y lo vió. El cofre que tanto buscó. El cofre que tanto tiempo buscaron su padre y él, estaba allí, frente a él. Por la emoción que tenía ni caso hizo a la araña que estaba allí ni al resto de insectos que allí había, y con cuidado, sacó el cofre mientras lo llevaba a su cama y buscaba un pañuelo para sacudirle el polvo.

-  Pero ¿Cómo? – se preguntaba en pensamientos mientras con un pañuelo limpiaba el polvo y la telaraña que tenía - ¿Por qué madre? – decía mientras retiraba el poco polvo que quedaba y observaba el pequeño cofre sentado en el suelo mientras apoyaba su cabeza en la cama.

Con cuidado, se levantó del suelo y se sentó en su cama, quedando frente al objeto y con curiosidad acercó sus manos para poder abrirlo.

Escuchó un ¡Clic! En toda la habitación y levantado la tapa, vio que allí estaban las joyas de su madre. Una sonrisa apareció en su rostro. Todas las joyas que alguna vez había lucido su madre, estaban allí, trayéndole antiguos recuerdos. Una lágrima traicionera resbalo por su rostro.

Se quedo un rato sacando joya por joya mientras recordaba con cariño los instantes vividos junto a su madre y, cuando el cofre quedo vacío, observó que en el fondo, había un papel; con cuidado sacó el papel y leyó lo que decía.

Con los ojos abiertos de sorpresa, miro a todas partes y después de segundos, una gran sonrisa se dibujo en su rostro y abrazó con cariño el viejo papel.

 

 

** **

 

 

 

Aquel parque a estas horas de la tarde estaba deshabitado. Las pocas familias que estaban allí, ya preparaban sus cosas para relajarse tomando una merienda o simplemente viendo la televisión en sus cómodas casas.

Un pelirrojo estaba parado en la sombra de un árbol, atento ante cualquier persona que se aproximara; miró su reloj, era la hora.

Observó de nuevo los alrededores asegurándose haber mirado bien, hasta que lo vio.

Milo llegaba con una ropa casual, con un balón bajo el brazo y una mirada muy seria mientras se aproximaba al lugar de encuentro que siempre utilizaba para reunirse con sus amigos.

Rápidamente el pelirrojo se escondió detrás de un árbol para que no pudiera ser visto por él, o al menos, no hasta que llegara lo suficientemente cerca para encararlo.

Milo se acercó exactamente a unos pasos cerca del árbol donde se escondía el fránces, dejando el balón en el suelo, mirando su reloj y al ver que seguramente a Aioria se le haría tarde de nuevo, se sentó en el pasto, con las piernas cruzadas.

Camus que supuso que Milo estaba sentado en el pasto, salió de su escondite encarándolo.

- Hola Milo. – saludo mientras que el otro se ponía de pie rápidamente.

- ¡Camus! ¿Qué... Que haces a-aquí?  - habló torpemente mientras retrocedía algunos pasos.

- Quiero que hablemos Milo, yo... nosé muy bien que pudo haberte molestado, pero sea lo que fuere, quiero solucionarlo. – Decía decidido, cambiando la cara de seriedad a una comprensiva - ¿Por qué dejaste de hablarme? ¿Hay algo que te moleste? Sabes que puedes contarme lo que sea, somos amigos, siempre lo hemos sido...

- No es tu culpa... No has hecho nada malo... El problema aquí soy yo... – Milo desvió la mirada de su amigo al suelo – Soy solo yo, yo y mis sentimientos...

Camus se quedo sorprendido. Milo jamás mencionó a nadie que pudiera interesarle y por alguna extraña razón, le dolió.

- Justo venía a decirle a Aioria que no iba a practicar con él, porque quería ir a hablar contigo, porque quiero solucionar esto... porque debo decirte algo – decía tembloroso mirando de nuevo al pelirrojo.

- No entiendo... Te interesa alguien, pero, ¿Por qué dejaste de hablarme?

- Porque la persona que me gusta... Eres tú.

Camus se quedó con la boca medio abierta y ahora era él quien retrocedía unos pasos.

- Camus, te juro que he tratado de olvidarme de esto y no arruinar nuestra amistad, pero ya no puedo más. Si no te lo decía ahora, jamás podría hacerlo.

- Yo...

- Estás confundido, lo sé. Solo quería que lo supieras. Comprenderé si no quieres dirigirme la palabra de nuevo.

- Yo...

- Aioria te dijo que vendría, por eso viniste. Es un mal...

-  ¡Por un demonio! ¿Quieres dejarme hablar? – decía un fastidiado Camus con las mejillas teñidas de carmín mirando a un lado.

Milo era ahora el que estaba sorprendido. En su mente se reprocho por la tremenda estupidez que había cometido.

- Pensé que tú no...

- Milo, esto es extraño, y por supuesto que estoy confundido. Un día tienes un mejor amigo, este te deja de hablar de un momento para otro y luego... y luego... – no podía terminar la frase. Se sentía avergonzado. – Milo, yo te quiero, pero no sé si sea de la misma forma en como tú me quieres a mí. Todo esto es muy repentino... – decía sobándose las sienes y cerrando momentáneamente los ojos.

Milo lo miró algo decepcionado. Claro que entendía su situación; sabía el riesgo que corría, pero él no quería seguir guardando esos sentimientos... Sentimientos que quería dejarle muy en claro a su “amigo”. Así que, de unos bolsillos, extrajo un objeto y aprovechando la momentánea ceguera de Camus, tomo una de sus manos y le deposito algo en su palma cerrándola con las suyas, quedando un momento en esa posición.

- Camus, te juro que no quería ponerte en esta situación, pero como te dije, ya no quiero ocultarte nada. Yo... te quiero, te quiero mucho, y es por ello que te entrego esto. Por favor acéptalo, es algo que debo darte a ti, y solamente a ti. – decía retirando sus manos dejando al descubierto el objeto a la vista del galo.

- Milo... pero... Yo no puedo... – decía un sorprendido Camus al ver el objeto que tenía en su mano.

- Acéptalo por favor. Alguien me dijo que se lo diera a la persona que yo más quisiera en este mundo, y esa persona eres tú. Sé que podrías verlo como algo material, pero para mí tiene un valor más grande que ese y quiero que comprendas eso. No te entrego solo una joya... te entrego mi amor.

Camus se quedó piedra y mirando el objeto unos breves instantes, se dio cuenta de sus sentimientos y sonrió para sí.

Milo lo miraba curioso y nervioso. Quería escuchar alguna palabra, pero Camus seguía observando la joya y al no soportar más el silencio se acercó a él un poco, y sin que pudiera reaccionar, sintió un abrazo cálido de parte de Camus.

- Milo... gracias, ahora me doy cuenta, de que yo también te quiero, te quiero mucho. Sé que esto significa mucho para ti, y es por ello que atesoraré esta joya como la más valiosa, porque tiene un significado que he entendido muy bien. Claro que la acepto. – decía el galo abrazando más fuerte si se podía a un sonrojado Milo que le devolvía el abrazo aspirando el perfume del francés.

Y así quedaron abrazados, en ese parque, mientras el sol se ocultaba dejando ver entre la copa de un árbol el fantasma de una mujer que sonreía ante la escena.

 

FIN

Notas finales:

Espero que les haya gustado! y sino, con gusto recibo tomatazos o sugerencias!


Hasta luego!


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