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La boda por NezxNek

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Notas del fanfic:

Paula: http://imageshack.us/a/img577/3200/hd4e.jpg

Elena: http://imageshack.us/a/img833/2671/sgj5.jpg

-Tendré que casarme con mi hermano –habló, mirándome con ojos casi suplicantes. Su rostro mostraba una expresión de suma tristeza.

Por mi parte, dejé de lado mi taza de café que recién habíamos comprado en una cafetería ubicada en el centro de la antigua ciudad; y que, hasta ese momento, disfrutábamos sentadas en las mesas de hierro acomodadas en la terraza frente al local. La miré consternada y no era para menos, dicha frase rompía con cualquier canon.

-¿Qué dijiste? –lo absurdo de lo dicho me había hecho dudar de su veracidad.

-Que debo casarme con mi hermano. Con Alexander –repitió con un tono bajísimo, cargando aún más su triste expresión mientras aferraba con sus largos dedos su respectiva taza de líquido caliente.

-¡¿Pero cómo demonios vas a casarte con él?! –exclamé exasperada-.  ¡Son hermanos! Acabas de decirlo –no me lo podía creer.

-Él no es mi hermano de sangre –rectificó-. No te lo había contado, pero a él lo adoptaron. No legalmente. Bueno, todo es raro –su vista giraba perdida en múltiples ideas que, al parecer, no podía ordenar.

-Créeme; has superado el límite de rareza con lo que acabas de decir –comenté mirando a mi alrededor. Era tan absurdo todo, que tenía la impresión que quizás soñaba y si fuera así, sería genial que en este preciso momento apareciera un inmenso dragón entre la gente, para que todo esto no fuera realidad. Sin embargo, al ver que todo era normal, suspiré. Ella me miró con un dejo de extrañeza-. Estoy en ese estado en que no tengo idea que decir –confesé esquivándole la mirada, aunque me sorprendió que embozara una leve sonrisa-, podrías contarme a que se debe toda esta locura –sugerí.

Ella volvió a su expresión de tristeza. Antes de hablar bebió un sorbo de su café con leche.

-El testamento –dijo y me di un palmazo en la frente. Llevaban meses, desde la muerte de su padre haciendo escándalo por dicho testamento. Este había estipulado que no se podría leer hasta cumplido cierto tiempo. Al parecer este ya había llegado-. Finalmente el abogado lo leyó. Mi padre nos hereda toda su fortuna a Alexander y a mí con una condición.

-Que ustedes se casen –concluí la frase frotándome la frente con la palma de mi mano derecha.

-Exactamente. Como las películas –soltó una risita ante su propia idea. Yo me limité a sonreír-. No sé que se le pasaba por la mente a mi padre, pero él quería que nosotros nos casáramos. Siempre lo quiso –añadió suspirando-. Además, no le dejó nada  a nuestra madre. Por lo que, en el caso que nos casemos, todo el dinero y los bienes serán nuestros.

-Bueno, él no se llevaba bien con ella –comenté. Hace muchos años que la conocía, a ella y su familia. Por lo que sabía al revés y al derecho los problemas que había en su casa-. A lo mejor, en su avaricia, no quería dejar en manos de desconocidos su dinero –aventuré-. Además, adoraba a Alexander.

-Más que a mí –comentó melancólica y lamenté haberlo mencionado-. Bueno, qué más da. El viejo ya hizo su testamento. Habrá que acatar.

-¿Acatar? –Fruncí levemente el ceño-. No hablaras en serio. Realmente te casarás con tu hermano por dinero –me incliné sobre la mesa para acercarme más a ella e impedirle que huyera de mí.

-Eso fue lo que te dije, ¿No? Tendré que casarme con mi hermano. –repitió-. Escúchame –exigió al ver que yo me echaba hacia atrás en la silla negando con la cabeza lo que decía-. No tengo de otra, sin dinero no soy nada. ¿Quieres que viva en la calle?

-Puedes vivir conmigo –ofrecí, conteniendo una leve emoción que latió en mi interior en el momento en que aquella idea loca, pero dulce, se cruzó.

-Gracias, querida. Pero no –dijo, tajante-. Necesito ese dinero. Tengo sueños, ¿Sabes? Viajar por ejemplo. Y para ello necesito el dinero, necesito estabilidad económica.

-¿Sabes? No te creo nada –le solté molestísima-. Es otra cosa –me atreví a decir.- Otra cosa la que te impulsa a casarte con él. Dime la verdad –le exigí.

Ella negó y miró hacia otro lado. Guardó silencio y aquello me cabreó. Sin musitar palabra me puse de pie, tomé mi café y mi bolso y comencé a caminar. Pero ella me detuvo, aferrándose a mi muñeca.

-Él me obliga –confesó al fin lo que sabía de antemano-. Solo te voy a decir eso –soltó mi brazo, pero no me moví, solo la miré con seriedad-. El punto es que me caso y ya. Fin –zanjó cruzándose de brazos.

Solo la miré un par de segundos. Contemplé su cabello castaño oscuro que caía tras sus hombros y que cubría parte de su rostro, ocultando el fierrito de sus gafas rectangulares. Estos protegían sus grandes ojos celestes que serian aun más bellos si no la tuvieran al borde de la ceguera. Entonces luché, como siempre lo hacía junto a ella. Luché por no envolverla en mis brazos; luché contra el impulso constante de besarla y hacerla mía en cada ocasión que teníamos a solas, durante los últimos 4 años, desde que salimos del internado femenino y el rumor de un viaje por oriente llegó a mis oídos mientras dedicaba mis nuevas horas de libertad a practicar el piano. Ella se iría a su viaje soñado por oriente y no volvería a verla, eso dijo ella. La desesperación que sentí ante la cercana posibilidad de no volver a ver a Elena Noel Chassier, de no volver a ver aquellos ojos celestes que me traían vuelta loca, me hizo dar cuenta como la amaba. Deseaba pasar, hasta el último de mis días junto a ella.

Buena hora fue cuando su anciano y huraño padre se enfermó, esto hizo que no pudiera viajar. Han pasado cuatro años, cuatro exasperantes años en donde he retenido todo lo que siento por aquella niñita consentida. Mi miedo al que dirá. No la gente, sino ella. Si me rechazara sería lo peor que podría pasar y no me iba a arriesgar a aquella fatalidad. Prefería amarla en secreto.

Hasta ahora. Finalmente había llegado su oportunidad. Casarse con su hermano significaría que iba a conseguir el dinero necesario para su viaje soñado por el mundo. Estaba nuevamente cerca la posibilidad de que desapareciera de mi vida. Se me hacía difícil tolerar en este momento el miedo que surgió desde la boca de mi estomago ante aquella idea. No debía permitirlo pero, ¿Cómo lo haría? ¿Cómo le digo que no quiero que se vaya? ¡¿Que la amo, como a nadie nunca he amado?! Eres todo para mí, Elena. No sabes cuánto quiero que sepas lo que siento. Pero si me rechazas…

-Paula –habló, sacándome de mi ensimismamiento. La miré algo sobresaltada ante el brusco regreso a la realidad-. ¿Podrías ser mi madrina de bodas?

-¿Qué hace una madrina? –pregunté seca.

-Pues… no lo sé –rio un poquito-. Supongo que ayudarme con los preparativos de la boda.

-¿Será una boda grande? –me inquietaba la idea de que múltiples personas supieran del matrimonio de  un par de hermanos.

-Así lo quiere Alexander. A él le fascinó la idea de casarse conmigo.

<Bruto asqueroso> dije en mi fuero interno. Conocía a ese mal nacido. Era un bastardo.

-Está bien. Yo te ayudaré –accedí sonriéndole al ver su rostro de alivio mientras terminaba su taza de café-. Debo irme –dije mirando la hora en mi reloj de muñeca-. Clases de piano –añadí al ver su carita de reproche que cambió de inmediato y asistió-. Nos veremos mañana –sin esperar nada, le besé la frente y me fui.

Caminé apresurada, con mi bolso en el hombro derecho y la taza de plástico en la mano izquierda. Recorrí las calles de piedra del centro de la ciudad, dirigiéndome a mi clase. Aun así, no prestaba mucha atención en el trayecto. Iba absolutamente bloqueada, con una mezcla de emociones como avispas en mi estomago. Entre miedo y rabia. Casarse con su hermano. Este hijo de la nana volvía a joderme la vida.

Tiré mi taza de café frio a un tacho de basura.


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