:::::::::::::::::::::::::…………………..:::::::::::::::::::::::
“Schadenfreude es la alegría más bella, ya que proviene del corazón.”
No soporto verte reír.
Es como si esa mueca que se abre paso en tu rostro acabara con tu innata belleza. Como si ese gesto que todos alaban acabara con toda la vida que tus ojos me dan.
Y es que sé que te has acostado con esa sonrisa, y no conmigo.
El más bello recuerdo que guardo de ti es cuando llorabas desconsolado en medio de la noche, fuera de tu casa luego de que la muy puta de tu madre te recordara que no eras un hijo deseado.
Esa noche, con solo 15 años, me enamoré de ti Kyuhyun.
Nunca has sido capaz de ver lo bello que te hace la tristeza. De los incendios que crea tú pena en mi interior.
Me gusta que me mires con tus ojos asustados, empañados, a punto de largarte a llorar. Yo sólo tengo que confortarte o simular hacerlo, porque en realidad solo me encargo de recordarte que tu madre es un prostituta cualquiera, que nadie te aprecia, que eres peor que un vagabundo y por supuesto, no olvidó mencionar que todos en este pueblucho inmundo te llaman "Hijo de Puta”, porque es lo que eres y serás siempre.
Puede que a algunos le quede bien la sonrisa, pero a ti no.
Me gustaba imaginar que eras mío, que me pertenecías y que por eso debía cuidarte. Pero luego te ibas, volvías al lado de esa mujerzuela, en esa casa que se caía a pedazos. Y yo me quedaba solo, mucho más solo que antes, esperando por el momento en que la realidad te azotara lo suficientemente fuerte como para que volvieses a mis brazos otra vez.
Jamás te toqué para otra cosa que no fuera una caricia. Jamás te golpeé y a veces pienso que debería haberlo hecho.
Esa tarde nada me importó. Y es que llegaste tan feliz que la rabia hizo mella en mi conciencia, en mi perdida razón.
—Te amo, Siwon –susurras, con la voz hecha un maullido, con las mejillas arreboladas y ese molesto gesto en tus labios.
Yo también te amo, quise decirte, pero mi amor está enfermo, Kyu, enfermo para siempre.
Me abalancé sobre ti, sobre tu frágil cuerpo más débil y pequeño que el mío. Te saboreé, te mordisqueé y te di de bofetones.
Y ya de noche, entre las sábanas me regodeé en la frágil desnudez de tus moretones.
Y entonces lo hago. Me paro a coger el Smith & Wesson que descansa entre los cajones de mis muebles. Dispuesto a borrar todas las huellas, los besos, los golpes, y tu felicidad.
Devuelvo el sentido a mi existencia, al no permitir que la más hermosa de las tristezas desaparezca.
El olor a pólvora inunda la habitación, y los cardenales en tu piel pierden el color.
¿Qué traje de mi armario casará mejor con tu sangre?
Y es que ya apretado el gatillo, aún queda una bala para mí en la cámara.
Porque no sé qué ve a ser de mí, sin lo único que amo de ti…