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Videocámara por Hyuniie

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Notas del capitulo:

¡Holaaaaaaaaaaaaaaaaa! c:

¿Cómo están? asdfghjkl♥
Les traigo nuevo capi, ayer en la noche lo terminé y espero que les guste c:

Capítulo 21 “Lunes”


 

Lunes por la mañana, el día favorito de L. Se levantaba más animado que de costumbre y le ponía de buen humor oler el café recién preparado que Watari dejaba sobre la mesa del muy espacioso comedor junto con las masas finas que consumía todos los días en los desayunos.
Cambió la silla que había frente a la mesa por un sillón liviano y se sentó en su peculiar manera al mismo tiempo que tomaba una masa de crema con una fresa arriba, la cual fue a terminar al suelo por un descuido cuando se acomodaba. L miró mudo el fruto en el suelo y no le dio importancia, ya llegaría Beyond para limpiar el suelo con su lengua.

-Watari –llamó al hombre en la cocina. –No vayas a la editorial, hoy iré yo.
-Como usted decida señor –dijo amablemente el viejo hombre mientras se anudaba el delantal blanco a la espalda. Pronto se levantaría Beyond y seguramente querría su variedad de dulces de fresa.
-Quiero vigilar las impresiones de las nuevas portadas y quería arreg… ¡Ah! –Exclamó. Mientras hablaba había sentido algo peludo bajo sus pies e instantáneamente miró hacia abajo para encontrarse a Beyond, quien arrastrándose por el suelo estiraba el brazo para recoger la fresa tirada. – ¡Beyond!
-L –repitió –Buenos días.
-¡No vuelvas a hacer eso!
-¿Qué cosa?
-¡Aparecerte sin avisar! –Le gritó al suelo.
-Olvidé avisar.

B tenía una norma estricta que debía respetar todas las mañanas. Al acercarse al comedor donde L desayunaba debía avisar que venía o simplemente pararse frente al otro para que se diera cuenta de su presencia. Porque de otra forma aparecería súbitamente y le ocasionaría un mini paro cardíaco. El hombre de ojos rojos tomó la fresa con ambos dedos y se sentó en la silla contigua para engullirla, casi al mismo tiempo apareció Watari dejándole una bandeja en frente que contenía variedades de dulces con glaseados de fresa y otra taza de café.

-Gracias.
-No hay de qué –dijo el hombre para quitarse el delantal y dejarlo colgado.
-¿Dónde está Near? –Preguntó L.
-En casa de Gevanni.
-¿Cómo?
-En casa de Gevanni.
-¿Por qué? –Volvió a preguntar el de ojos negros.
-Porque quiere.
-¡¿Me estás tomando el pelo Beyond?!
-El pelo no se toma, se come –dijo provocándolo.
-Olvídalo.
-¿Te vas a comer esa fresa? –B cambió de tema radicalmente para abrir los ojos enormemente mientras señalaba la última fresa de una masa de vainilla en el plato de su pareja.
-Sí.
-Ah –Se quejó mientras volvía a su bandeja.
-¿Quién le dio permiso para irse a casa de Gevanni tan temprano? –Preguntó L cambiando el tema nuevamente.
-Fui yo, y no se fue hoy. Pasó la noche allí. –Al decir esto, L se atragantó con la última fresa y comenzó a toser por lo que tomó el café y se lo tragó completo quemándose en el acto.
-¡Demonios! –Se quejó.
-Eso es karma instantáneo por no darme la última fresa. –Dijo B con una sonrisa maliciosa mientras se mordía el pulgar derecho.
-¡¿Cómo que pasó la noche allí?!
-¿Y por qué no? Míralo de esta forma, el niño fue a una pijamada con su amigo.
-Su amigo íntimo querrás decir.
-Algo así –inquirió pensativamente.
-Dejemos algo en claro a partir de ahora, el de los permisos soy yo.
-También soy su padre.
-Si es por ti entonces Near tendría permiso para prostituirse en un burdel –dijo apartando la bandeja vacía hacia un lado.
-No exageres.






Mello miró su reloj, eran las ocho de la mañana y la editorial recién estaba abriendo sus puertas a los trabajadores pero como siempre la secretaría entraba primero a la hora más temprana (sin contar a las limpiadoras que entraban una hora antes). Abrió las grandes puertas de cristal doble de la entrada y la soltó apenas entró sin siquiera mirar que detrás de él había una chica más para entrar. Los lunes eran los peores días de la vida de Mello y no tenía problema en hacérselo saber a todo el planeta.
Al ser una empresa importante no podía vestir con sus pilchas de todos los días (a menos que fuera L o B cosa que no era) por lo que se había puesto una camisa negra de mangas largas con una corbata del mismo color y había optado por recogerse el cabello en una cola que odiaba demasiado pero que era necesaria, tenía muchos papeles que llenar y el pelo en la cara le molestaba para ver de vez en cuando.
Llegó al larguísimo escritorio separado por mamparas transparentes que compartía con las otras seis secretarias del lugar. Cuando encontró su lugar dejó a un costado de la silla el pesado y enorme bolso negro que llevaba el cual estaba lleno de papeles y libretas de teléfonos y direcciones de los diversos puntos de venta de la revista.

-Silla del demonio –dijo acomodando la silla a su gusto mientras esta intentaba resistirse puesto que tenía una pata enganchada en una de las tiras del bolso. –Apuesto que tu misión en la vida es arruinarme el día.
-Uuuuy alguien se levantó de malhumor –La chica a su lado rió ante el desplante del rubio. Hace ya un año que trabajaba de secretaria y muchas veces era el dolor de cabeza de Mello.
-Cállate Linda. Parece que tú y la silla se acoplaron para hacerme la vida imposible. –Se sentó y lo primero que hizo fue encender el ordenador frente a él para comenzar a pasar los datos del mismo a las libretas de direcciones y atender las llamadas de futuros clientes y proveedores. La chica no le hizo caso, el teléfono en su sector del escritorio comenzó a sonar y se centró en cumplir su trabajo.

Cuando se había ido del apartamento Matt seguía durmiendo a pierna suelta. Su turno comenzaba recién a las diez y media por lo que se podía permitir el lujo de dormir más. Contra su voluntad había enviado el auto al mecánico la semana pasada por lo que simplemente podía despertarse a las diez y acelerar rumbo al lugar mientras disfrutaba de un cigarrillo por el camino. En cambio el rubio tenía que tomar el autobús todos los días y soportar la tonelada de gente cansada y malhumorada que también se dirigía a trabajar porque Matt era tan vago que no se levantaría a llevarlo y él mismo no podía conducir, seguía sin libreta por mandar al demonio al inspector que le tomó la prueba de manejo.

-¡Los odio a todos! –Gritó cuando notó que la computadora tenía un virus. Ahora debía pasar el antivirus por todo el sistema cosa que demoraría siglos ya que esas computadoras estaban llenas de datos y datos para analizar. Tenía ganas de abrir la ventana del lugar y lanzar el PC completo hacia afuera del edificio.






L se aplastó el cabello contra el rostro con ambas manos en un intento de parecer más profesional pero cuando no lo logró no le importó, de todas formas él era el jefe. Con sus malas pintas de todos los días tomó las llaves del auto y su teléfono celular en caso de que Near llamara y salió del lugar rumbo al enorme garaje donde estaba el auto gris que B conducía todos los días. Tenían tres autos en total, uno especial para B que era espacioso por dentro para que pudiera dejar todo su reguero de frascos vacíos; uno para L y un tercero que había sido la adquisición más nueva de ambos. Era bastante caro y nunca lo conducían, tenían planeado regalárselo a Near para su próximo cumpleaños. Por lo general el auto de L lo utilizaba Watari cuando salía a hacer las compras diarias.

Cuando fue a subir al auto notó una silueta en el asiento del copiloto. Al entrar vio que Beyond le esperaba con un frasco de mermelada a medio comer.

-¿Qué haces aquí?
-Como –respondió como si fuera lo más obvio.
-No voy a llevarte a comprar ningún dulce. Te lo aclaro. –Dijo firmemente mientras metía la llave y la giraba.
-Voy a la editorial contigo.
-¿En serio? –Preguntó sorprendido. Era bastante raro que ambos se pasaran por allí el mismo día.
-Claro.
-Asustarás a unos cuantos.

Beyond sonrió gratamente al oír eso, justamente era su cometido. Adoraba espantar a los trabajadores apareciéndose de la nada donde menos se lo esperaban. De todas formas, este acto le había costado varios golpes de Mello cuando intentaba asustar al grupo de chicas que conformaban el secretariado. Al rubio no le gustaba que se metieran en su sector de trabajo a payasear.
Aunque lo más divertido era asustar a Matt. Más de una vez le había hecho gritar como niña chica y que lanzara todo su cargamento al suelo para luego oír las risotadas del rubio desde su cubículo y los regaños de Watari o L que eran partidarios del trabajo sin distracciones en la editorial. Luego iba a la zona de impresión y mágicamente volvía manchado de tinta. Cuando hacía eso alguien tenía que encargarse de revisar cada paquete de revistas que salían para asegurarse de que no había ninguno sucio o maltrecho.

Cuando llegaron a la editorial ya eran las once de la mañana. Por el camino habían pasado por el banco y L había emprendido su misión de encontrar la casa de Gevanni (sin éxito, por supuesto). Estacionaron el auto en el lugar que se mantenía siempre apartado para el personal más exclusivo; en ese espacio solían estacionarse Matt y Watari. L bajó del auto y esperó un buen rato a que su esposo bajara por la otra puerta cargando con varios frascos, los había llevado para meterlos en la heladera que tenían en la sala de descanso de los empleados, después de todo a él le gustaba más que estuviera fría.




A pocos metros de la puerta principal el grupo de secretarias (y Mello) atendían sus llamadas diarias. Hoy al rubio le había tocado atender una llamada de uno de los tantos puntos de venta que tenían. Al parecer el dueño del Kiosco no había recibido la tanda de revistas que tendría que haber recibido la semana pasada y llamaba para quejarse, mala idea porque era lunes y los lunes son el peor día de este secretario.

-No se que pretende que haga –dijo en tono prepotente.
-Quiero que me devuelvan lo que gasté en esa tanda de revistas que nunca llegó –Se quejó el hombre que aparentaba unos sesenta o sesenta y cinco, el clásico señor mayor que adora su kiosco el cual seguramente tenía alrededor de treinta años o más.
-Los del servicio de entrega están muy saturados últimamente de pedidos y además la fecha límite de entrega es de semana y media después de la fecha de expedición del último número. Aún no se cumple el plazo así que haga el favor de esperar unos días más –espetó el muchacho perdiendo la paciencia.
-¡No! Yo quiero la devolución del dinero ahora.
-
Las revistas ya fueron impresas, no puede pedir devolución si no se ha cumplido el plazo.
-¡Haga algo! ¡De otra forma no volveré a comprar más su revista!
-¿Usted se cree que a mí me importa si la compra o no? ¡Yo cobro igual!
-No me interesa si cobra o no, ¡yo quiero mi dinero ahora!
-¡Pues váyase al demonio! –Gritó y colgó. Era demasiado normal que esto ocurriera en el cubículo de Mello así que nadie se sorprendió.

La única repercusión fue que desde la puerta principal le llegó un bolígrafo volador que le dio en la cabeza.
-¡No me hagas perder clientes Mihael! –Exclamó L quien había cruzado la puerta justo a tiempo para oír el alboroto del rubio.
-¡Cállate L!
-¡Ah! –Gritó una de las secretarias más nuevas del lugar al notar que debajo de su sector del gigantesco escritorio se arrastraba un hombre aparentemente igual que L.
-Se te cayó esto –dijo con su voz apagada mientras estiraba un brazo para alcanzarle un bolígrafo y se levantaba ante la mirada asustada de la chica que miraba a L y luego a este hombre.
-¡S-se multiplicó!
-Es Beyond, torpe –explicó Mello como si fuera lo más normal del mundo.

En ese instante Matt cruzó la puerta principal rápidamente mientras jadeaba. Tenía el pelo revuelto y la camisa blanca de mangas largas desarreglada con la corbata mal anudada. Al parecer se había levantado recién.

-¡¿Quién se estacionó en mi puesto?! ¡Tuve que recorrer todo el estacionamiento! –Se quejó.
-Fui yo, Matt –aclaró L.
-¡L! ¿Cómo estás? –Le saludó mientras sonreía para evitar conflictos.
-Matt, si mal no recuerdo tu turno empezaba a las diez y media, y son las once y diez –dijo con la esperanza de que él solo se diera cuenta de que había llegado tarde.
-Lo siento –se disculpó recobrando la respiración. –No volverá a ocurrir.
-No esta semana –empezó Mello desde su lugar completando la frase mientras se hacía el desentendido mirando hacia otro lado.
-Señor Jeevas –saludó una de sus asistentes mientras las otras dos se acercaban por detrás. –Le he traído un café.
-Y yo le traigo el papeleo con las indicaciones que debe llevar a la zona de información –dijo otra.
-Ah, sí. Gracias chicas –El pelirrojo ni les prestaba atención pero aún así Mello las aborrecía con todo su corazón. Ese trío de mujeres despiadadas se la pasaba arriba de su esposo y le molestaba bastante.
-¿Por qué no se paran en medio de una vía y esperan a que pase el tren? –Murmuró por lo bajo. Tan solo Linda llegó a escuchar y largó una risita que pasó desapercibida por el rubio. Esas escenas eran la diversión de cada día.


El día estaba pasando más lento de lo normal. Matt corría de un lado a otro hablando con más proveedores por el manos libres de su teléfono mientras era perseguido por las tres chicas que cargaban con todo el papeleo y lo que fuera que él les pidiera.
L había decidido encerrarse en la oficina que usualmente usaba Watari para usar el teléfono y hacer un pedido de millones de dulces a la cafetería de en frente. Mientras comía con una mano leía las nuevas estadísticas de la empresa y analizaba como conseguir un mayor éxito en el mercado. Beyond rondaba por ahí escondiéndose detrás de sillones y mesas sin intención de asustar pero lográndolo a fin de cuentas y Mello, él seguía odiando los lunes.

-Dos despidos y una renuncia en tres meses –dijo L para sí mismo en la oficina cerrada mientras engullía una dona glaseada. –Esto no está bien.

El pelinegro dejó el papel que leía sobre el escritorio y tomó el teléfono celular de su bolsillo para marcar el número de Beyond y aguardó a que atendiera.

-B.
-L. –Repitió para seguirle el juego.
-Ven a la oficina de Watari un momento, necesito consultarte una cosa.
-Voy.

Entonces el de ojos rojizos salió de debajo del escritorio donde Matt trabajaba enviando e-mails y tras provocar que pegara el grito de su vida por el susto se dirigió a la oficina donde su esposo le esperaba con las noticias. Por el camino varios empleados menores intentaron saludarle para mostrar cortesía mas no lograban darse cuenta de si era L o B por lo que desistieron y tan solo levantaron la mano y sonrieron.
Se adentró en el ascensor y presionó el botón para ir al piso tres del edificio. Detrás de él había un empleado con apariencia nerviosa; era joven, tenía el cabello negro revuelto y la camisa blanca bien planchada. Las gafas parecían estar flojas porque vivía acomodándoselas y sostenía unas hojas de papel.

 

-Eh… b-buenos días señor L –dijo nervioso.
-Beyond –inquirió este sin prestar mucha atención.
-Lo siento, aún los confundo –el joven comenzó a reír torpemente. –Soy Yamamoto* –se presentó extendiéndole la mano. –Es un gusto conocerle.
-Igualmente –Beyond sonrió con los ojos bien abiertos mientras miraba la mano en el aire cuando el ascensor le indicó mediante un sonido que había llegado al tercer piso. –Nos vemos –dijo y salió hacia el pasillo mientras le saludaba con la mano.
-¡Adiós!

B caminaba por el pasillo cuando una puerta más adelante se abrió y de ella asomó la cabeza de L.

-¡Beyond! Cinco años para llegar.
-Lo siento, estaba debajo del escritorio de Matt, allá en el primer piso.
-Entra –El aludido ingresó en la oficina. L caminó hasta la silla de escritorio y se sentó, Beyond por su parte se ubicó detrás de la silla y apoyó el mentón sobre el hombro izquierdo del pelinegro para ver mejor los papeles frente a él.
-¿Qué hay que ver?
-Mira aquí –pidió L indicando una cifra con el dedo. Lo que señalaba exactamente era la comparación entre la cantidad de empleados que tenían al inicio del año y la cantidad que tenían ahora junto a la cifra que indicaba la cantidad perfecta de empleados que necesitaban.
-Nos falta gente.
-Unas tres o cuatro personas para ser exactos.
-Bien, le pediremos a Watari que abra postulaciones y listo.
-Necesitamos alguien más para el puesto de secretaría, y dos para el servicio de entrega –contó L escribiendo en otro papel.
-Y alguien más para la zona de impresión –siguió B.
-Creo que con eso estamos bien.
-Ah, L ¿quién se supone que es Yamamoto? –Preguntó sin recordar de dónde había salido.
-¿Yamamoto? A ver… -L buscó entre los expedientes que estaban en un cajón de la esquina del escritorio y sacó uno bastante delgado. –Ah si, Yamamoto. Es de la última promoción, un nuevo.
-Bien. Porque se me presentó y no supe ni quién era. Pero supuse que era nuevo porque me llamó “señor L”.
-Tendrías que venir más seguido si quieres que te reconozcan –dijo guardando nuevamente el expediente.
-Me aburro.
-Y por eso te vas a jugar con las impresoras y le haces gastar más dinero a la empresa.
-¡Pero si nos sobra! –Se quejó.
-¡Pero no es el punto!
-Bien, bien. Iré a supervisar el trabajo del resto –dijo en un intento de parecer profesional y salió de la oficina.

Acto seguido caminó por el pasillo y volvió al ascensor. Esta vez presionó el botón con la letra “S” el cuál lo llevaría a la zona de impresión. Hoy se divertiría un rato con la tinta y luego le diría a Mello que llamara al proveedor cosa que seguramente le haría rabiar más, después de todo Mello odia los lunes.

 

 

 

 

 

_____________

* Los que leyeron el manga hasta el final y leyeron el OneShot especial de Death Note sabrán quién es Yamamoto :) :) :) :) :).

Notas finales:

Y eso es todo por hoy )o)

Muchas gracias a todos por los reviews que me han dejado c: me animan a seguir escribiendo y eso ♥.

Porfis dejen review si les gustó y esperen el próximo capítulo que no demorará mucho en llegar )o) ♥♥♥♥.


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