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Cuerpo, Mente y Espíritu por minima

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Y el nómada, después de su largo viaje, llega a la ciudad esmeralda.

Los arboles de hojas verdes cual esmeraldas, que harían honor al sobrenombre de la ciudad donde nació, este día lucían opacas, el otoño ya había caído y los arboles de hojas llenas de vida empezaban a cambiar a colores rojizos, naranjas, cafés y amarillo, un espectáculo digno de ver, más en la noche todo lucia triste y opaco.

¿Ya cuanto había pasado? Se sintió como años desde que piso si quiera cualquier estado de su país natal, menos del continente americano, pero sabía que el tiempo en realidad ni al año había llegado.

Tantas cosas que había visto, tanto camino recorrido desgastando sus tenis hasta volverlos inservibles y comprar otro par, tantos rostros nuevos y extraños vistos, tantos paisajes diferentes y dignos de títulos de obras de artes invaluables, y ninguno, pese a sus intentos, podría borrar las memorias de su hogar.

Pudo haber ido a lugares con clima lluvioso, al lado del mar, pudo haber ido a lugares con árboles verdes o con arquitectura muy original, pero en ningún lugar pudo hallar ese sentimiento de “hogar”, o librarse por completo del peso de sus recuerdos.

Últimamente había pensado mucho en su ciudad natal, en sus padres, en ella, y especialmente en ellos.

Steve y Andrew.

Tal vez era aún muy pronto para volver, aun dolía, y muy seguramente no se quedaría, pero últimamente sentía que debía de volver, tal vez era para darles un adiós apropiado a sus compañeros, a su amigo y primo con un secreto en común, muy a pesar a que dolía como llaga sangrante.

Camino por una calle, con su mochila desgastada y sus botas contra el concreto de la ciudad, la ciudad le era familiar, pero a la vez tan extraña, más pequeña y con menos misterios, en si la ciudad no había cambiado mucho, era él con su viaje.

En una ventana de Starbuck vio su reflejo, del muchacho que había salido corriendo de la ciudad, con miedos e incertidumbres, con el peso de la culpa y pecados sobre sus hombros mucho más pesado que su equipaje, se reflejaba en el cristal un hombre joven, piel más morena y ojos más viejos, y esa barba que había dejado crecer hacia unas semanas le hacía aparentar un par de años más.

Poco a poco se iba desconociendo de su propio reflejo en el cristal, aún seguía el muchacho debajo de la barba y la piel morena, pero también reconocía que había madurado, no era un hombre por completo, pero estaba en camino de ser.

Rasco la barba un poco, viera quien le viera seguramente nadie conocido lo identificaría de lejos y quizás tampoco de cerca, era mejor así, quisiera ver a su madre y padre, pero sobre ellos quería volver a ver a Andrew y Steve, o el lugar donde yacían, y si viera a sus progenitores tendría que darles explicaciones que no estaba listo para dar.

Camino un poco más buscando un lugar donde pasar la noche, un hotel o motel barato le serviría, no planeaba quedarse por mucho después de todo.

Resuelto esto procedió a darse un baño y tomar un descanso decente, estaba bien que ya se había acostumbrado a una vida de viajero, acampar en la intemperie y en lugares de por demás humildes, pero agradecía cuando podía dormir en un buen lecho como una mullida cama con una almohada incluida, a pesar que no era suya y que docenas de personas descansaron en el mismo colchón antes que él.

Esa noche soñó con el cielo, volando como tantas otras veces antes, algo cotidiano para él tanto en la vida real como en su mundo de sueños, mas esta vez no estaba solo, un par de figuras lo acompañaban, como había sido antes, como debía de ser.

Fue un buen sueño, y por primera vez en mucho tiempo, aunque sea en sueños, sintió que ya no pesaba tanto la carga de su conciencia.

Despertó a las 9:40 a.m., era un día nublado para variar con unas nubes caprichosas deseosas de soltar su lluvia dependiendo de su humor.

Era un sábado, y las calles ya estaban llenas de gente a esa hora, puestos y tiendas atendiendo a clientes, trabajadores y personas más madrugadores que él.

Parecía un día normal para todos en la ciudad, parecía que lo que ellos tres habían hecho jamás había ocurrido, parecía un poco como el día en que mato a Andrew.

Trago el trago amargo del recuerdo y empaco sus cosas nuevamente, alistándose para un nuevo día en esta vida aún incierta para él.

Salió a la calle, y aunque él no lo viera, había algo diferente en el aire.

Aun débil, palpitante, como el corazón escondido dentro del pecho, siempre constante, siempre habitual que es difícil de notar cuando no martillea fuerte, pero somos conscientes que está ahí, “ESO” estaba ahí.

Un café, un emparedado de pavo y ver a las personas a través de la ventana del café era su desayuno, no miraba fijamente a nadie, aunque más de un par se le quedo viendo, no porque le reconocieran, sino para criticar su fachada descuidada más probablemente, o admirar a un “mochilero” más que pasaba por la ciudad como turista.

Ya no es incómodo, se ha acostumbrado a esa situación, ahora es solo un viajero, un extraño más de la multitud.

Su primera parada es el cementerio, pudo haber optado por la opción de volar desde un principio hasta ahí, pero estaba cansado por su viaje, además de querer volver a familiarizarse un poco de nuevo con ese entorno donde creció.

O solo quizás quería postergar las cosas un poco.

Duele, ha llorado, mucho, más por su primo que por Steve, por ambos, y tal vez lo haga de nuevo, y aunque sabe que no es malo, que puede llegar a derrumbarse, quiere reunir el suficiente coraje para volver a levantarse de nuevo, no le teme a llorar, derrumbarse cual torre de Babel, sino al no volver a pararse y fallar a la promesa de seguir viviendo por ellos.

Lo ha pensado cual filósofo por mucho tiempo, ¿fue su una coincidencia el haber encontrado el hoyo o el cristal? ¿y si no hubieran ido por Andrew porque tenía la cámara? ¿Cuál era la necesidad si tenían los celulares? ¿Quería compartir un momento de aventura con su primo y amigo? O como drama griego ¿fue el destino? ¿Se pudo haber pudo haber evitado todo esto o el destino unió sus caminos en este trágico desenlacé?

Ha pasado noches desvelándose con estas ideas, días con nada mas con estos pensamientos, reformulando diferentes escenarios, podría escribir libros con esto, pero solo quedan los hechos, y el pasado, a pesar de sus poderes, no se puede cambiar.

Es un hombre más, con una camisa vieja, unos jeans algo rotos, con unas botas cafés que han visto tiempos mejores, que carga una mochila como fiel compañera, un extraño más en la ciudad, nadie lo debería de reconocer, ni el a veces lo hace al mirarse al espejo, sin embargo, pasando por la acera de un parque, alguien lo hace.

-¿Matt…?-

Y voltea, y la sangre se le congela al igual que su rostro se queda petrificado al ver a quien le llamo… ¡imposible!

¿Pero que es imposible a estas alturas Matt? Puedes volar, mover cosas con la mente y has probado que tienes cierta influencia en la atmosfera o en la electricidad dependiendo de tu insistencia y humor, ver a un amigo después de mucho tiempo no debería de ser tan extraño.

Pero este amigo murió no mucho antes de que te fueras y fuiste a su funeral, incluso dejaste un arreglo de flores sobre la lápida, eso sale de lo que estás acostumbrado.

-¿S… Steve?-

Ha sido una noche muy larga para Steve, salir de su propia tumba no ha sido como una película de zombies, fue algo más explosivo, pero no quita el sazón como a película de horror; no podía quedarse simplemente en el cementerio para que lo descubrieran ahí tirado junto al hoyo que había creado de su propio lecho de muerte, aun sentía ideas revueltas y dispersas, suponía que las conexiones de sus neuronas aun no funcionaban al 100%, pero sabía aun con ese estado que si lo encontraban traería demasiados problemas.

Tambaleándose entre estatuas de ángeles y lapidas de diferentes diseños el muchacho que salió de su ataúd se encontró con el burbujeante mundo de la noche en la ciudad.

¿Cuándo había doblado en tal esquina y en qué punto había cruzado tantas calles? Tal vez puro reflejo lo hacía caminar sin rumbo, evitando las calles más concurridas y pasando por los callejones desolados.

Rayos, esto era demasiado espeluznante, tenía que admitirlo.

Sus neuronas hacen sinapsis, los pensamientos van y vienen, se tranquiliza un poco más y se detiene a pensar un poco más las cosas.

Es un hombre en plena noche, con su ultimo traje puesto para su cristiana sepultura, apesta y tiene hambre, ¿casa?

No, obviamente no, desea, claro que sí, quiere un lugar cómodo y familiar, quiere que su madre lo abrace como cuando era niño y lo reconforte con este miedo que le embarga, incluso aceptaría horas de sermón de su padre, pero no, casa no.

Probablemente mataría de un susto a sus padres si lo vieran después que lo enterraron, el último colmo seria que lo balacearan ya como un zombi como película barata.

Sigue caminando, y cuando el hambre llama y obviamente no tiene dinero, no se le ocurre mejor idea que robar un hotdog de un vendedor distraído escuchando su radio, no es necesario estar cerca del carrito de comida rápida ni pasar frente a este, aún está cansado, pero su insistencia logra que su fuerza mental haga el trabajo sucio.

Si su madre lo viera en este momento, robándole a un pobre vendedor distraído al otro lado de la calle, oh perdón, pero a veces los fines justifican los medios.

Llega a un parque, a una banca y se sienta a comer su botín, cerca hay un farol y alumbra su asiento, al lado de donde se sienta un periódico, y duda en recogerlo, pero tiene que saber.

Es el mismo año, pero es un mes diferente, demasiado tiempo desde que recuerda la fecha que fue al llamado de Andrew.

¿Cómo…?

Ningún humano normal podría haber sobrevivido tanto tiempo en un cajón de madera bajo tierra, consciente o inconscientemente, ningún humano normal con tan poco oxígeno, ni haber probado agua, ni comida, ni nada… él no era normal, pero esto pasaba cualquiera de sus expectativas.

Más de seis meses estuvo en ese ataúd, y sin embargo, ahora está ahí en ese parque respirando y medio comiendo un hotdog robado.

¿Qué rayos era él?

No pudo terminar su cena, ni tampoco dormir, y no tenía ánimos para moverse, se quedó ahí sentado, hasta la madrugada cuando empezó a pasar los corredores madrugadores por el parque, hasta que la luz del farol se apagó y hasta cuando una ráfaga de viento se llevó el viejo periódico de la banca en el parque.

Eventos como la graduación, la fiesta de fin de año, o sus exámenes de la universidad, esas fechas ya habían pasado, y que menos le importaban, trataba de razonar como rayos estaba vivo, o si tan siquiera lo que era se consideraba vivo.

Solo le llegaba alguna conclusión mediamente creíble, y ni siquiera estaba 100% seguro con ella, sus poderes.

Así como había logrado salir de su ataúd, estos de alguna forma lo habían traído de la muerte, así como estaba respirando, observando y sintiendo, estos de alguna manera habían hecho algo para que él estuviera ahí.

Miro el paisaje otoñal, hojas caían opacas y sin vida, ¿Por cuánto dudaría su actual situación? ¿sería temporal?

Se imaginó los periódicos: “Encuentran cadáver de Steve M. después de que alguien allano su tumba, ¿Acaso una broma cruel?”

O alguna cosa por el estilo, y cielos, eso era escalofriante, decidió caminar antes de que más pensamientos lúgubres de ese tipo lo asaltasen, aun no sabía qué hacer, solo deseaba caminar.

Fue cuando pasaba para salir del parque cuando vio la figura del transeúnte con la enorme mochila, ¿un turista quizás?

Una fracción de segundo, pero estuvo seguro que escucho algo en su mente, o quizás en el fondo de esta, como un “click” haciendo eco, lo dijo sin pensar, sin si quiera estar seguro, simplemente lo llamo.

Están ahí, mirándose por un buen rato, sorprendidos, aterrados, confundidos, junto a una pisca de alivio sobre todo ese huracán.

El que yacía muerto no hace poco mira al viajero que viene de regreso, y el viajero mira al que no hace más que unas horas se encontraba cobijado bajo tierra en un frio lecho.

¿Qué rayos estaba pasando?

Lo cordura puede salir huyendo en esta clase de situaciones, o es que ya la perdieron esos dos, porque ven frente a sus ojos es imposible.

Ese es Matt, muy ajeno a la última vez que lo vio, pero ese es Matt, con el cabello un poco más largo, una barba y con una fachada de viajero vagabundo, pero no hay que criticar.

Matt ve a Steve y él no puede evitar compararlo como alguien que se revolcó recientemente en la tierra recientemente, un traje empolvado y con lodo seco le cubren, pero ese Steve, parado, mirándolo, con los mismos ojos llenos de asombro qué él.

-¿Qué te paso?- logran articular al mismo tiempo, la sincronía es algo que les provoca un leve escalofrió.

Se quedan mudos de nuevo.

Lo que paso con el cristal aquella noche lejana en esa cueva aun es un misterio, solo supieron que habían desarrollado poderes telequinéticos y que al parecer no estaban listos para ellos.

Adolescentes a penas conscientes de lo que podían hacer, esa noche que cambio sus vidas y creo un vínculo entre ellos.

Al parecer los poderes que conocían eran apena la punta del iceberg.


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