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Peakes, el golpeador por FanFiker_FanFinal

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Notas del fanfic:

Título: Peakes, el golpeador

Autora: Fanfiker_Fanfinal

Personajes: Jimmy Peakes, Harry/Draco.

Rating: NC-13

Género: Humor/Amistad

Universo: "Cómo ser auror"

Link al fic: s/9260656/1/C%C3%B3mo-ser-Auror

Advertencias: El universo envuelto a este fanfic pertenece a PukitChan y esta historia se publica bajo supervisión y con consentimiento de la autora con la única intención de agradar y divertir.

Disclaimer: Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling, Bloomsbury Publishing, Scholastic Inc. y AOL/Time Warner Inc.Nadie gana ningún beneficio económico con esta historia ni se infringen deliberadamente derechos de autor.

Nota: Mientras leía "Cómo ser auror" me preguntaba cómo serían los acontecimientos de ese fic vividos desde el punto de vista de uno de los compañeros aurores de Harry y Draco. Así nació este fic, en honor a Jimmy Peakes (porque me cautivó) y escrito con cariño para PukitChan. Si no has leído su fic, es posible que encuentres dificultad en entender esta historia, así que ya sabes, pásate, no te defraudará (publicidad descarada).

Agradecimientos: A PukitChan, por emocionarse con estas líneas y permitirme utilizar su personaje y el universo de ese fanfic; a todos vosotros que lo leéis y que sois seguidores de "Cómo ser auror".

 

Peakes, el golpeador

FanFiker_FanFinal

Si había algo por lo que James Peakes, Jimmy para los amigos, comenzó a sentir verdadera pasión fue a golpear las bludgers sobre la escoba. Varias veces pidió entrar en el equipo de Gryffindor, pero el antiguo capitán prefería dar el puesto a otros jugadores más populares como los gemelos Weasley, que levantaban pasiones en la grada con solo guiñarle el ojo a alguna chica. Sin embargo, cuando estos se marcharon de la escuela y Harry Potter se hizo capitán, fue su oportunidad. James recuerda ese día como si fuera ayer: estaba en la sala de Gryffindor cuando Harry vino de una de sus muchas incursiones por Hogwarts, solo y decepcionado por algún motivo. James siempre pensaba que si fuera popular como él se sentiría muy alegre de poder ser querido por sus compañeros: a Harry eso parecía darle igual. Aunque estaba en Hogwarts, siempre es como si viviera fuera de él, como si atendiera a otros menesteres que no correspondían a los niños de su edad. Por eso, Harry siempre había resultado algo inalcanzable para algunos niños, y es que Jimmy sospechaba que al moreno no le gustaba esa constante atención que recibía de algunos alumnos, por mucho que los de Slytherin proclamaran que era un chico con ganas de engordar su ego.

Se acercó a él, algo dubitativo, y en voz muy baja le preguntó si podían hablar. Harry reparó entonces en su compañero, uno al que no había dirigido muchas miradas, y frunció el ceño, sin comprender.

—Las audiciones. Para el equipo —y a continuación añadió, con una sonrisa—. Eres el capitán, ¿no?

Harry asintió y le pidió pasarse el jueves. Aún así, Jimmy fue a los siguientes entrenamientos. Sabía que tendría competencia, por lo que se aseguró muy bien de observar cómo presentar su modo de juego: los golpeadores debían ser rápidos y agresivos, como Ginny Weasley. La chica parecía tener muy buenas críticas desde que había ingresado en el equipo, y algunos jugadores de otras casas la temían realmente en la cancha. Así pues, el jueves, Jimmy se puso un traje de quidditch, cogió un bate y se lanzó a por todas, exhibiendo un rápido vuelo, un firme golpe y unas fintas más que decentes. El capitán, mostrando por fin una mirada de interés hacia él, se acercó con una sonrisa.

—Ha sido estupendo, um…

El chico, aún con el cabello revuelto, sonrió aún más.

—Jimmy.

Harry asintió.

—Sí, te conozco. Quédate aquí, daré los nombres de quienes se quedan después de la prueba de guardián.

Y entonces, Harry Potter incluyó su nombre en esa lista. Y así creció entre ellos una amistad desinteresada durante el curso, donde las cosas ya estaban poniéndose complicadas para todos en Hogwarts. Jimmy siempre agradeció a Harry que le hubiera incluido por fin en las filas del equipo y se hizo nota mental de ayudarle en cuanto pudiera, como casi la mitad de los gryffindor de la casa. Jimmy, como la mayoría de los niños, llegó a admirar a Harry y hasta a soñar con ser como él. Quizá fue ese pensamiento y el ejemplo de muchos alumnos tras la guerra lo que le llevó a querer ingresar en la Academia de Aurores.

Le sorprendió que el lugar estuviera oculto en una zona indetectable, y también que pudiera marcharse a casa los fines de semana si ese era su deseo; corrían rumores de que el entrenamiento era muy duro, así que se preparó para un horario de ese estilo. Y sí, las clases tenían un instructor o instructora muy exigentes, pero cuando Jimmy imaginaba su vida detrás de un triste escritorio, volvía a apasionarse por los duros entrenamientos físicos de la Academia. Además, pronto encontró un estímulo más. Todo el mundo lo comentaba, El Profeta, principal seguidor del moreno,se hizo eco del momento, el hecho de que el salvador del mundo mágico había ingresado sin tener sus E.X.T.A.S.I.S. como quien pide un bocadillo de queso. A James nunca le pareció justo que alguien se aprovechara de esa manera, odiaba los enchufismos, pero Harry era otro tema. Le estaba agradecido por haberle hecho un hueco en el equipo, por poder defender sus colores ante las otras casas, y por poder ser parte de la celebración los días de victoria. Además de que era bastante agradable a la vista y la túnica de auror le quedaba como un guante. Estaba seguro de que ese día no había sido el único en suspirar al vérsela puesta. El moreno simplemente entró despistado, con el cabello revuelto y dispuesto a darlo todo, ajeno a las miradas de algunos.

Jimmy también estaría dispuesto a dárselo todo; una pena que él fuera entregado como pareja a otro tipo del escuadrón, un tal Morgan Harrison, por lo que su ilusión por ser el compañero de Harry se deshizo tan pronto como el pensamiento tomó forma en su mente. Y como además, el destino es caprichoso, los jefes decidieron que él y Malfoy, ¡Draco Malfoy! serían una perfecta pareja en el campo de entrenamiento. Personalmente, Jimmy creyó que alguien los había hecho elegir bajo Confundus, porque, por Merlín, todo el mundo mágico conocía la mutua aversión que sentía el uno por el otro. Y Malfoy, como buen slytherin y para no perder las costumbres, le declaró la guerra al moreno desde el primer momento. Y Jimmy imaginó lo difícil que sería, además de superar los ejercicios y los madrugones, aguantar a tal engendro durante tres gloriosos años. Si Harry le tenía paciencia a ese sujeto, él mismo le haría una estatua, mucho más grande que la que el Ministerio estaba preparando.

Es que, de todos modos, ¿qué hacía Draco Malfoy aspirando a ser auror? En Hogwarts hubiera podido prender fuego a un muggle y reírse en su cara, por tanto, ¿qué había cambiado en ese rubio egocéntrico para que se pusiera a salvar vidas como si le hiciera gracia? Sin embargo, en los entrenamientos parecía esforzarse. Debía ser su espíritu competitivo. De algún modo, Malfoy no era nada sin Harry; de tener otro compañero dudaba que se esforzara si acaso la mínima parte de lo que lo hacía solo para fastidiar al gryffindor.

Aquel día acababa de terminar de ducharse tras una práctica donde el Instructor estuvo especialmente tocapelotas cuando el héroe llegó jadeando, después de una intensa sesión de flexiones y de escalar la pared junto a Malfoy. Demonios, esos dos debían haber tenido la peor suerte en el escuadrón. Llevaban discutiendo desde el primer día y se humillaban y hablaban fatal en los entrenamientos. Por ello, y sintiendo algo de pena por el chico, Jimmy, cubierto por la toalla, comentó:

—Ha sido duro, ¿eh? —Harry elevó el rostro y alzó una ceja en respuesta.

—¿Me hablas de Malfoy o del instructor?

—¿Hay alguno de los dos que te parezca más odioso? —Harry se incorporó y se dejó caer en el banco más próximo para recuperarse. Jimmy le tendió una toalla que el moreno aceptó gustoso y la utilizó para secarse el sudor.

—Gracias.

Entre la sonrisa de Harry y el asentimiento de Jimmy hubo un tercer testigo, apresado vilmente en los pantalones del moreno y que decidió hacer visible su presencia. Harry tosió, incómodo, y Jimmy, impresionado —porque a nadie le quedaban ganas de tener una erección después de semejante castigo físico ordenado por el instructor—, le quitó importancia de un modo muy gryffindor.

—Si alguna vez necesitas ayuda… —Jimmy vio que Harry no supo muy bien interpretar aquello: si el tipo estaba realmente flirteando con él o no, pero quería hacerle saber que podía contar con él para cualquier cosa. Y si decidía compartir eso que tenía entre las piernas, bueno, por él ningún problema. Que lo tomara como un flirteo. Harry era un hombre codiciado por mujeres y hombres, y él era un gay entre un escuadrón de aurores—. Con eso o… con Malfoy. Aquí estaré.

Bien. Harry sonrió. Ellos se entendían en el maravilloso lenguaje de ser directo. Uno quería algo, lo pedía, no enredaba con estúpidas tretas para salirse con la suya, algo que seguramente estaba experimentando Harry a manos de Malfoy.

Jimmy no admiraba a Harry porque fuera un héroe, o porque su físico le hiciera gracia: se habían conocido en Hogwarts, habían sufrido pérdidas y victorias. Le admiraba por su coraje, por su madurez y por su forma de ser. Su amigo Ron Weasley había venido a verle en una ocasión, pero les escuchó discutir y se preguntó si a Harry, algún día de su vida, le concedían una tregua. Y obviamente, sus riñas con Malfoy se llevaban la palma.

Cuando aquel día ambos coincidieron en el pasillo al comprobar cuáles serían sus próximas prácticas, Jimmy lo miró, comprensivo.

—¿Cómo te va con ese compañero? —Harry sonrió. Jimmy era agradable, comunicativo y además no solía preguntar cosas personales.

—Vengo a ver los cambios de horario porque Malfoy me lo ha ordenado. Pero le he dicho que prefiero ir a mirar un corcho inanimado antes que ver su desagradable rostro.

—¿Te ha herido? —Jimmy conocía el mal carácter que se gastaba Malfoy. De hecho, la mitad del escuadrón lo consideraba basura: algunos por haber estado del lado de Voldemort, otros porque le encontraban extremadamente desagradable. A él, ni le iba ni le venía, mientras no se metiera con él ni con Harry.

—Solo con un cojín —y el moreno, deseando cambiar de tema, señaló el salón—. ¿Desayunamos?

Jimmy lo secundó.

—Genial.

A pesar de la atención que levantaba, Harry solía caminar solo cuando el rubio no estaba presente; no tenía mucho interés en hacer amigos, quizá estaba acostumbrado a tantear el terreno en plan supervivencia y a llevarse bien con todos, en general. Saludaba a unos y a otros, no prestaba especial atención a los instructores como otros aurores que pretendían especialmente ser notados (de hecho, su compañero era de ese gremio), y tampoco iba por ahí alardeando de ser un mago especial y único. Casi deseaba pasar desapercibido, por ello, cuando fue cada vez más solicitado para pasar tiempo con él, el ego de Jimmy se infló, una sensación muy agradable que vino acompañada por una decepción extrema: Harry le había pedido que entrara en la habitación en un momento determinado y él, como buen amigo, había cumplido. Justo para encontrar a Malfoy el irritante sobre Harry a punto de hacer algo pecaminoso e indecente (no parecía una postura de ataque). Jimmy tuvo que hacer de tripas corazón cuando vio aquello, y sobre todo cuando Harry, en persona, lo corroboró inmediatamente después.

—De modo que tú y Malfoy…

—Jimmy… —bien, por lo menos se avergonzaba un poco de tener un gusto tan patético. Cierto era que Malfoy no parecía desagradable a la vista, pero su intratable personalidad era otro tema.

—¡A mí no me incumbe! —mintió, levantando sus manos, quizá tratando de no cerrarlas demasiado y descargar el puño en otro lado, como, por ejemplo, el rostro de Malfoy, para que Harry no lo mirara de ese modo tan pasional, y recordó—. Pero no es del tipo de secretos que se pueden mantener durante mucho tiempo: menos aquí.

—Pero será divertido mientras tanto —aseguró el moreno, y Jimmy no entendió: ¿qué era divertido? ¿seguirle el juego a Malfoy, molestarle o seducirle? Mejor no preguntar, bastante desazón estaba comiendo su cuerpo en ese momento.

Quizá había fallado su táctica. Quizá debía comportarse de modo que Harry no le cayera bien. Claro que, Jimmy no era así. Si se comportara de ese modo, sería intratable y hasta él tendría problemas con su pareja en la Academia. ¿Debía conformarse con ser el amigo de Harry y nada más? ¿Y si los sentimientos de Harry por el rubio eran volubles?

Jimmy miró durante largo tiempo ese número plasmado en la puerta que estaba a punto de tocar, el sesenta y nueve —sí, hasta el destino jugaba con sus deseos, como si la puerta dijera (prohibido para ti, Jim)—y los imaginó en esa posición indecente y el pirómano que hay en él despertó en ese instante.

Ese día no prendieron fuego a nada, pero él y Harry tomaron algo en la habitación de este y en un momento de carcajada limpia, Harry golpeó su vaso con el codo, que fue a parar a una cara y moderna túnica que… horror, no era suya. Ambos se miraron en silencio, y Harry estalló en carcajadas. Se tiraron media hora tratando de que la mancha se secara, utilizando miles de hechizos. Harry, en su cabezonería, no permitió a Jimmy arreglarlo con uno de los hechizos que su tía la torpe utilizaba en ocasiones sobre sus túnicas. Probablemente, y con lo obsesivo que era Malfoy con su ropa, olería la mancha a kilómetros de distancia. La túnica estaba levitando a la altura del techo, y en ese instante entró Malfoy con su exigencia y su mala leche, gritando el apellido del moreno a todo pulmón.

Jimmy no pudo contener la carcajada cuando la prenda cayó sobre Harry, como si la túnica hasta comprendiera que su dueño era un imbécil y quisiera esconder a Harry por pena. Jimmy trató de dejar la risa, pero le era imposible: era una situación muy graciosa. Ambos salieron finalmente del cuarto compartiendo preocupaciones sobre esa gran mancha. Si Draco Malfoy había gritado así al entrar en el cuarto, qué no haría cuando se enterara.

Pobre Harry.

Cuando el moreno llegó con la cara golpeada en la parte baja del ojo, Jimmy preguntó si Draco ya había visto la capa.

—No. Me ha lanzado su cepillo del pelo porque le dije que tenía entradas —Jimmy rió y se acercó a Harry. Su piel bronceada tapaba mucho la marca alrededor de su pómulo, pero él no pudo evitarlo y alargó el dedo para tocarlo ligeramente.

—¿Te duele? Te lanzaré un hechizo glamour para ocultarlo. No queremos tener problemas con los instructores —Harry asintió, cerró los ojos y se dejó hacer. Jimmy entonces alzó su varita y a mitad de camino se olvidó de lo que iba a hacer: contempló aquellos labios gruesos, el cabello de Harry apuntando en todas direcciones y su relajada expresión, esperando. Era su única oportunidad. Alzó la otra mano y murmuró el hechizo apuntando la varita hacia el pómulo e inmediatamente después besó los labios del auror, quien abrió los ojos por la sorpresa.

—¿Así curas a todos tus amigos? —Jimmy se sonrojó y lo interpretó como un gesto de aceptación. Volvió a acercarse a los labios de Harry, pero el moreno le agarró los bíceps.

—Lo siento, pero yo…

—Ah. Sí, te gusta Malfoy —no pudo evitar decirlo con un gesto de fastidio. Maldita sea. ¿Qué le veía a ese engendro traidor?

—Sé que no puedes entenderlo, ni yo tampoco, pero no estaría bien besarme contigo mientras pienso en él.

Jimmy se alejó de la zona de privacidad del moreno, bajó la cabeza. Eso había sido demasiado claro, no necesitaba tantos detalles.

—No, no sería buena idea —murmuró, fastidiado. El moreno elevó su rostro con una mano en la barbilla.

—Perdona, Jimmy, soy muy torpe con esto de las relaciones. Perdona si te he ofendido, no era mi intención.

Jimmy agarró la mano de Harry y le miró directamente a los ojos, con decisión.

—Dime al menos que te gusto un poco. Solo por no machacar mucho mi orgullo —Harry sonrió.

—Te confieso que el día de la audición de quidditch tuve una erección viéndote volar —los ojos de Jimmy se abrieron y su boca se ensanchó.

—¿En serio?

—Sí.

—Qué gilipollas fui entonces. No tenía el valor de acercarme a ti, quizá las cosas hubieran sido diferentes.

—Quizá —sonrió Harry apretándole la mano, pero Jimmy sabía que eso no era cierto. Esos dos se habían atraído desde Hogwarts, con sus peleas, sus miradas, sus insultos y sus diferencias. Aún no lo comprendía, pero esa era la realidad, por mucho que le disgustara—. Espero que al menos podamos ser amigos. Valoro mucho tu presencia aquí. Por mi cordura.

—Claro. Soy todo tuyo. Será divertido molestar a Malfoy haciéndole creer que tienes algo conmigo.

Porque el rubio, a pesar de todas sus malas palabras hacia Potter, en realidad lo quería para él. De esta forma enfermiza en como las personas odian algo pero nadie más puede tocarlo. Es como si Jimmy tuviera un poder sobre Harry que Draco no tenía. El rubio, desde que entró en la Academia no se percató de su existencia, siendo ignorado hasta enterarse de que Potter andaba con él. Las miradas de Malfoy eran como dagas dañinas envenenadas. Si le mirabas demasiado tiempo corrías el riesgo de ser decapitado. Algo así. Realmente, Malfoy no debía estar tan seguro de sí mismo como proclamaba si miraba mal al primero que se enganchaba a Harry. Y todo, además, sin motivos. Era hilarante. Solo le faltaba ponerle una etiquetita que dijera "no se mira, no se toca". Por eso, el que de un día para otro Malfoy lo mirara como si él fuera apetecible fue… extraño. Acababa de salir de la habitación sesenta y nueve. Jimmy llegaba tarde, y lo llamó a gritos:

—¡Harry! —el moreno parecía cabreado y extrañamente tieso, de pie en los pasillos. Respondiéndole de forma muy seca, Jimmy se preguntó qué habría pasado ahora. Porque, obviamente, su enfado no podía tener que ver con él.

—¿Pasó algo, Harry? —dijo con una sonrisa sardónica.

Y Harry le sonrió de forma extraña, como si estuviera poseído, como si realmente le incomodara sonreírle a él.

—¿Estás ciego? Está claro que estoy bien.

Y Jimmy no pudo más que admitir que bueno, ya hablarían más tarde. A lo mejor tenía que ver con el instructor y no es algo que Harry pudiera contar, así que le insistió en su siguiente encuentro: el recordar los planes respecto a Malfoy y relajarse un poco sin idiotas gritones celosos. Harry, sin embargo, volvió a adoptar esa pose de cabreo y a decir que ni los recordaba ni iría, y entonces Jimmy solo pudo adivinar el motor de ese cambio de emociones tan inmenso.

—Es por Malfoy, ¿cierto? —le agarró el brazo como si quisiera transmitirle de alguna forma su apoyo—. ¿Qué hizo esta vez? —no podía ser que hubiera descubierto los planes entre él y el moreno y por qué se ejecutaron—. ¿O ya se enteró del plan de la última vez? —y recordó ese tema que entre ambos había quedado a medias—. ¿Ya vio su capa que manchaste? Harry, te dije que yo era bueno para…

La mirada de incredulidad y sorpresa de Harry fue muy extraña.

—¿Qué… capa?

Un momento.

—¿Qué plan?

Aguarda: a Harry le pasaba algo. ¿Seguro que Malfoy no le había borrado la memoria para que no le recordara a él? Era tan capaz de hacer algo así para alejarle de su amigo…

—Harry, en serio, me estás preocupando —por si acaso, le tocó la frente—. Tienes entrenamiento, ¿cierto? Deberíamos ir…

Harry pareció batallar por dentro con cualquiera que fuera su emoción ante ese gesto de Jimmy y quizá un gesto muy sutil reveló que iba a sacar su varita cuando apareció Malfoy manoteando de forma rara y exigiendo a Harry ir a entrenar. Todo esto, mientras desordenaba su cabello. ¿Qué pasaba ahí? ¿Un Harry malhumorado y un Malfoy muy gestual diciendo palabras balbuceantes?

Por suerte, Harry pareció cambiar de humor en ese instante y seguir con el plan de poner celoso a Malfoy, porque pasó un brazo por sus hombros y aceptó ir a su cuarto. Jimmy aplaudió ante la cara de horror de Malfoy que esta vez hasta se había quedado blanco y besó a Harry en la mejilla como si fuera lo más natural del mundo. Después se alejó, contento con su actuación, porque entre los dos, se recordó, él era el único que no actuaba: el único que se comportaba como si realmente deseara ser la pareja del moreno.

Por eso, cuando Jimmy fue a buscarle y Harry le dedicó una sonrisa como nunca antes le había dedicado, una sonrisa que provocó temblores en sus entrañas y hasta un sonrojo furioso y vio a Malfoy tan fuera de sí, tan alucinado al escuchar decir al moreno "todo tuyo" y plantarle la puerta en las narices que subió las escaleras como si estuviera levitando. Harry lo acompañaba, callado y especialmente molesto. Jimmy se quitó los zapatos y se puso cómodo, agarrando la bebida que antes había comprado en la cafetería y recargándose contra la cama. Harry se había sentado junto a él, pero seguía estirado y renuente a hablarle, como si no le diera confianza: parecía enfadado. Y de hecho, estaba así de raro desde hacía tres días. Jimmy conocía a Harry, y no tenía esos cambios de humor. Sin embargo, el moreno no era el único raro: Malfoy también parecía especialmente blandito. Decidió tantearlo.

—¿Acaso Malfoy te preocupa? —Jimmy esperó a que Harry se quitara también los zapatos y se tumbara en su cama, pero no lo hizo: permaneció quieto y serio.

—A mí no. ¿Qué hay de ti? Dijiste que morirías cuando se enterara del atentado de jugo de calabaza contra su capa. Aún te veo vivo.

—¿Me quieres muerto, acaso? —eso parecía muy borde. Harry lo era en ocasiones, pero a él no le había respondido así.

—Yo no —rió, porque realmente estaba ocurriendo algo y Jimmy iba a saber qué era—. Creí que eso ya lo habíamos dejado en claro hace mucho.

Hizo énfasis en el "mucho", aunque no hubiera sido hace tanto, y entonces puso su mejor pose sensual y se acercó a ese extraño. Fuera lo que fuera, él traería a Potter de vuelta. Si ese hechizo era poderoso, él podría demostrar su fuerza. Incluso ni siquiera la necesitaría. Palpó sus labios con su propia boca, explorando, dedicándose a adorarlo como si de ese modo fuese a reaccionar, pasando a besar su cuello cuando vio que se ponía rígido pero no lo apartaba. Y entonces, sucedió: lo empujaron con fuerza.

—¡Largo! —Jimmy apenas tuvo tiempo de proteger su hombría cuando un dedicado pie quiso invadir ese territorio, y no precisamente de forma amable. El extraño se levantó de la cama con una rapidez inaudita y lo apuntó con su varita—. No te vuelvas a acercar a mí, ¿entendiste, idiota?

Jimmy solo bajó sus brazos cuando la puerta se azotó. Por Merlín, Harry Potter jamás lo había amenazado con su varita, obviamente, porque ese tipo no era Potter. Porque su Harry ni siquiera le dejó besarle una segunda vez. Había ganado y si de paso, ese tipo era Malfoy, había hecho la actuación más brillante de su vida. Con el pecho inflado, declaró, hacia la puerta cerrada:

—Sabía que tú no podías ser Harry.

¿Intercambio de cuerpos? Por más que Jimmy trataba de entender si aquella era realmente la trampa, no llegaba a una conclusión lógica. Sin embargo, así era. Porque el Harry que se elevó aquella mañana ante el resto de compañeros de la Academia con un comentario malfoyesco acerca de los muggles no era Potter, al igual que, desgraciadamente, el Potter que se dejó besar en su cuarto no era Harry. ¿Sería algún acuerdo entre ambos o cosa del instructor? Ese capullo era muy retorcido, hasta Jimmy sintió escalofríos cuando se enteró de que el hombre había estado en Hufflepuff. Por Merlín, si parecía haber hecho nido en la casa de las víboras. Definitivamente, no se podía subestimar a los tejones. Jimmy conoció a algunos en Hogwarts con ciertos pasatiempos raritos y bastante mandones. Algo que permaneció como acontecimiento secundario cuando oyó de labios de su compañero, Howards, que Harry podía ser expulsado de la Academia por haber echado a perder una de las pruebas.

El resultado de la práctica estaba ahí, para visión de todos, sobre el corcho que Harry prefería mirar antes que estar aguantando al aristócrata con apellido francés. Jimmy echó a correr, su corazón en un puño, pensando que no podría volver a ver los ojos de Harry, a estar con él, a compartir confidencias y a apoyarlo con su insufrible compañero. Prefería que lo ejecutaran. Si expulsaban a Harry de la Academia, él podría hablar con el Instructor… nah, se carcajearía en su cara en cuanto se lo propusiera. Empujó con fuerza la puerta donde rezaba "sesenta y nueve" para encontrarse con el cuerpo de sus sueños extendido en la cama, como si esperara para él. El dueño de ese cuerpo le dedicó una sonrisa de flirteo, sonrisa inútil en cuanto Jimmy recordó.

—¿Y Harry? —por lo visto, a Malfoy le gustaba poseer personas, le encantaba ridiculizarlas en cuerpos de otro.

Malfoy se puso blanco y fue divertido ver operarse ese cambio en el muchacho.

—¿Estás ciego? Obviamente, soy yo —y puso los ojos en blanco. ¡Será capullo! Había sido descubierto y encima jugaba con él. Menudo idiota…

—Mira, Malfoy, estoy buscando a Harry. ¿Sabes dónde está? —y por si lo estuviera escondiendo, añadió—. Me enteré del resultado de su práctica y…

Malfoy pareció desencantado y a la par furioso. Seguro que interrumpir sus jueguitos de serpiente fue demasiado.

—¿Desde cuándo sabes que no soy él?

Jimmy agitó nerviosamente la mano. No quería darle explicaciones, no quería perder el tiempo con ese rubio esnob. Miró a uno y otro lado, buscando por el cuarto y de repente añadió más leña al fuego :

—No importa. No tenemos secretos entre nosotros. Es imposible —y sonrió con la mejor sonrisa, aquella que le gustaría obsequiar a Harry. Al menos lograría que sus ojos la vieran.

Pareció cumplir su función, porque a Malfoy se le hinchó la vena de la frente. Hasta le vio apretar los puños, pero como buen slytherin o como buen narcisista, recalcó:

—Es decir, que me besaste a propósito. No beso a un sangre sucia. Para tu desgracia, tendré que romper tus ilusiones —oh, por favor, deja que Malfoy crea eso. Claro, pero sí se besa con mestizos, o los pretende. ¿Se habrían besado ya? Conociendo a Malfoy, seguro que sí; habría propiciado algún acontecimiento para saltar sobre él; quizá lo hicieron el día del primer plan, cuando Jimmy entró en su cuarto y descubrió al rubio sobre Harry.

Jimmy volvió a recordar la dolorosa razón por la que sus pies lo habían llevado a ese cuarto. Suspiró y cerró la puerta, abierta desde su entrada, apoyándose en el pergamino ese donde Malfoy había puesto un montón de gilipolleces solo para someter a Harry, y que, desgraciadamente, este encontraba tan atrayentes, aunque solo fuera para romperlas. Lo miró con odio, porque disfrutaba de la compañía de Harry día y noche y Malfoy ni siquiera valoraba eso.

—Pueden expulsar a Harry de la Academia.

—No me interesa.

—Ha sido tu compañero de habitación y de equipo —insistió Jimmy, sin creer aún que alguien pudiera ser tan egoísta.

—Me pueden asignar a alguien mejor.

—Ya no tendrías con quién competir —Jimmy soltó ese comentario slytherin de una forma muy gryffindor. Sin embargo, esas palabras debieron hacerse un hueco hasta llegar a la dura mollera de Malfoy, que se incorporó en la cama y lo miró como si quisiera atravesarle con una escoba. Jimmy no desvió la mirada, creyéndose desafiado por él.

—¿Qué quieres en realidad?

Así es como Malfoy debía negociar, se dijo. Preguntando a qué estaba dispuesto el otro. Y Jimmy le dio su más sincera razón:

—No quiero que Harry se vaya de la academia.

Esa confesión pareció causar gracia en Malfoy, porque esbozó una sonrisa siniestra. A continuación preguntó:

—¿Para follártelo siempre? —Jimmy se sonrojó, recordando que efectivamente, a ojos del rubio ellos TENÍAN ALGO. Le dieron ganas de llorar.

—¡Sólo digo que…!

Entonces un cuerpo alto, fibroso, de piel blanca y cabello platino, decidió hacer aparición por la puerta que poco antes había cerrado Jimmy, golpeándole en el proceso, produciendo esta vez una risotada en el individuo con cuerpo de Harry. El verdadero moreno, atrapado en un cuerpo extraño, miró a Malfoy con rabia para a continuación girarse hacia Jimmy y dedicarle una sonrisa de agradecimiento. Una sonrisa que en el rostro de Malfoy dio escalofríos.

—¿Qué tal?

—He tenido noches mejores —admitió el Harry rubio, al parecer nada impresionado por haber sido reconocido. De repente, la necesidad de consolar a Harry fue apremiante. Aún enfadado porque su compañero de equipo no valoraba esa compañía, Jimmy le ofreció ir a su cuarto. Justo en el momento en el que Harry abrió la boca, el cuerpo moreno sobre la cama respondió, tajante:

—No —una respuesta que a Harry no sentó nada bien, hasta se encaró con él, desafiante y probablemente con ganas de partirle la cara. Malfoy debió darse cuenta de su error cuando vio esa mirada asesina en su propia cara—. No puedes largarte porque esta noche cambiamos nuestros cuerpos, ¿recuerdas, idiota? No quiero arriesgarme a quedarme como tú toda mi vida.

Y finalmente, Harry y Draco volvieron a sus cuerpos. Sin embargo, la experiencia debía haberlos unido más, algo que comenzaba a ser inconcebible y que no obstante a Jimmy ya no le sorprendía. Harry seguía llegando en ocasiones golpeado por Malfoy y el moreno siempre le quitaba importancia, y hasta esbozaba una sonrisa como si le gustara ser el objeto de su maltrato, como si con esos golpes, hechos sin duda a causa de la rabia y frustración existentes en Malfoy, se sintiera aún más suyo. De hecho, Harry andaba esos días bastante cabreado por algo y entonces un cadete entró en la ecuación, saludando a Draco de forma descarada. El rubio no le hizo mucho caso, sin embargo le sonrió lascivamente cuando Potter estaba junto a él en el entrenamiento. Jimmy sacudió la cabeza y se preguntó en qué instante se había añadido una cuarta persona a esa historia de tres.

Tenía tanta curiosidad que una tarde en que Howards le contaba las maravillas de encantamientos que había hecho en cuarto año en la escuela Durmstrang, fingió dolor de estómago para bajar a la cafetería a por una manzanilla. Una vez fuera de su cuarto corrió por los pasillos hacia la habitación sesenta y nueve. Estaba prohibido correr por los pasillos, pero Jimmy había sido gryffindor y el estar tan activo físicamente le hacía sentirse bien, así que no tenía por qué atajar la regla al pie de la letra. Cuando la puerta estuvo a su alcance, sintió de nuevo ese miedo. No el miedo de las películas de terror, y nada de miedo a Malfoy, ningún gryffindor tenía miedo del ególatra ese; no, era un miedo completa y absolutamente racional. Porque uno nunca sabe si es mejor encontrarse con que detrás de una puerta hay un hechizo silenciador o no. Por eso, Jimmy solía preguntar siempre a Harry si se podía pasar por su cuarto, si estaría solo, si sería bienvenido, si podían pasar un rato juntos, o si simplemente se podía pasar a saludar. Harry a veces sonreía, sin entender, pero cuando él le explicó que no quería interrumpir nada que tuviera con Malfoy, fue mirado como si valiera oro. En ese instante a punto estuvo de ser abrazado por el moreno, quien le aseguró que podía pasarse siempre que quisiera, y si interrumpía algo, que se jodiera Malfoy. Un impulso que Jimmy había tenido bien a cuenta de no seguir, por su propia cordura. Un gryffindor puede ser impulsivo, pero no estúpido, sobre todo si cada vez que ese miedo aparece amenaza con retorcer sus entrañas.

Jimmy pudo, pues, aquel día, comprobar que no había hechizo silenciador y que a través de la puerta se colaban jadeos inconfundibles correspondientes a un dueño que él no podía determinar, ya que ninguno de los dos aspirantes a aurores se había acostado con él. Cerró los ojos, ignoró el encogimiento en su estómago y decidió que la mentira contada a Howards se había hecho realidad; iba a bajar a la cafetería a por una manzanilla y a calmar esos nervios traidores que le urgían a tirar la puerta y golpear a Malfoy por ser tan idiota y tan afortunado a la vez. Porque, si bien Harry no le contó nada, era obvio que se le veía nostálgico, frustrado y algo ausente al término del año. Y Jimmy comenzó a temer que hubiera caído en las garras de Draco, no porque este le hubiera lanzado algún hechizo, sino porque estuviera realmente enamorado. Con esa duda y la esperanza rota, Jimmy se despidió de la Academia de Aurores hasta el año próximo, enviándole una lechuza a Harry ofreciéndole su compañía en las vacaciones, ya fuera como amigo o como algo más. Porque él era Jimmy Peakes. Porque él entendía a Potter mucho mejor que ese rubio vanidoso. Porque él también sabía ser insistente y si estaba seguro de algo era que Draco Malfoy, con todo su brillante intelecto y excelentes capacidades, jamás querría darle a Harry lo que este buscaba: su ilusión de tener una relación de pareja.

Y las vacaciones acababan de comenzar.

Notas finales:

Qué majo es este gryffindor...

Realmente, me gustaría seguir escribiendo sobre Jimmy, haciendo tributo a Pukit que entrega muy amablemente su tiempo y su esfuerzo al fandom; claro que, en caso de que la continúe es posible que no pueda volver a subir hasta que su fic avance varios (quizá muchos) capítulos. Tened en cuenta que he condensado sus 33 capítulos en un one-shot, pero si la historia gusta tanto como para seguir, ahí estaré aportando de mi imaginación.

Así que comentad y hacedme saber qué opináis, queridos.


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