Clandestino.
¿Quién lo diría? Qué tu serías así, que yo me volviera así. ¿Quién lo diría? Que tu sonrisa siempre es la misma, o que tu mirada brilla más cuando estás nervioso. ¿Quién diría? Qué tú, qué yo, qué en medio de la habitación no hay nadie más. ¿Eh? ¿Dime quién? Aquí tu eres su esposo, aquí yo soy su hermano, ante todos, somos cuñados. ¿Quién diría? Qué siempre que peleamos se asoma una sonrisa en nuestros labios, qué cada que escupimos la palabra “idiota” es otra cosa lo que decimos. ¿Quién se imaginaría siquiera? Qué conoces mi cuerpo mejor que el de ella, que yo conozco el tuyo mejor de lo que ella podría jamás. ¿Quién diría? ¿Quién? Qué cuando estamos a solas nos besamos hasta devorarnos. ¿Quién, dime, quién? ¡Nadie!
He sido devorado por tu libido, arrastrado a donde tú quieres, cuando tú quieres. A tu manera, siempre. Sin necesidad de que me imponga, ¿para qué? Así como tú quieres, así es perfecto.
La textura de tus labios, el sabor de tu piel, el tacto de tus dedos, el calor de cuerpo, el aroma de tu pelo, todo eso lo añoro, lo espero… me obsesiona.
¿Cómo puedo estar aquí de pie, mirándote? Estás tan cerca, a casi un paso, y sin embargo tan lejos. Y ella a tu lado, sonriendo y de tu mano. Estás tan cerca, basta que estire mi mano para tocarte, para abrazarte, y sin embargo, es su mano, son sus dedos entrelazados entre los tuyos, es su sonrisa enamorada, es ella por quién estás tan lejos.
Te miro casi sin parpadear, a cambio, tan solo, una fugaz mirada tuya. La copa entre tus dedos se desliza hasta tu boca, tus labios se posan en ella, e imagino que son los míos, mis labios, en lugar del vidrio frío de la copa. ¿Cómo puedo vivir así? ¿Cómo puedo seguir así? Deseándote tanto, amándote tanto. Sabiendo que sabes que te estoy mirando, el cómo te estoy mirando; sabiendo que en el pequeño instante que nuestras pupilas se encontraron me dijiste “Te amo”.
Sonríes y le encargas a ella tu copa, te disculpas y la besas en la frente, te marchas. Te observo mientras finjo beber. Segundos después, te sigo.
-Deja de mirarme así-dices en cuanto entro en la habitación vacía, que elegiste, en penumbras vislumbro el plateado de tu cabello.
-¿cómo debo verte entonces?
-No lo hagas y ya, idiota.
Sonrió y entonces alargo mi mano, está vez estás libre, te atrapo, te beso, eres mío por los segundos en los que nuestros labios se unen, en los que tus brazos me rodean, esos segundos de embriaguez.
-Basta-murmuras entre beso y beso-basta, Kaname.
-Soy “Onii san”, Zero
-Muérete-refunfuñas y te alejas de mí, acomodando tu ropa.
-mátame-te replico- sabes perfectamente cómo hacerlo.
Me miras, y lo veo de nuevo, el deseo en tus ojos. El amor en tu rostro. No dices nada, alejas tu mirada y por último te alejas tú. Pasas a mi lado, y dejas en el aire el suspiro de tu presencia.
Esto no terminará, pienso, jamás. No mientras ella esté aquí. ¿Hasta cuándo? Me pregunto ¿Hasta cuándo dejaremos de pensar en su felicidad? ¿Hasta cuándo podremos abrazarnos sin pensar en el daño que le haremos? ¿Cuándo terminará el dolor de no tenerte? ¿Cuándo podre gritar cuanto te quiero a los cuatro vientos? Jamás, nunca. Nuestro amor será clandestino, siempre, mientras ella te amé, mientras ambos la queramos.
¿Hasta cuándo, tú y yo nos permitiremos ser egoístas?