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Undisclosed Desires por Svanire

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Notas del capitulo:

Esta es la nueva entrega de mi fanfic....Quiero agradecer sus reviews y su paciencia. Espero que este capítulo también sea de su agrado ^^

Al abrir la puerta de mi casa oí unos leves murmullos que venían de la sala. Caminé lentamente hasta toparme con el tenebroso umbral que me reveló un cuadro terrorífico. Toda mi familia yacía sentada en la sala, bebiendo café, y en cuanto estuve frente a ellos, todos aquellos ojos me miraron llameantes.


-¿Dónde estabas, Sunao?- preguntó mi madre con voz ronca.


-Por allí- respondí.


-Espero que tú nos digas quién golpeó a Fujisaki- dijo ella.


Había llegado la hora de planear una respuesta, aunque mi coraje sólo me hacía pensar en insultos. La presión iba en aumento.


-¿No vas a hablar?- preguntó mi abuelo.


-¿Qué puedo decir?- pregunté yo a mi vez, encogiendome de hombros.


-Fujisaki está todo hinchado en una cama y tú te niegas a decirme quién lo hizo- gritó la tía Satsu, madre de la “víctima”.


-Seguramente él ya les dijo- dije secamente.


-¿Quién es ese amigo tuyo?- preguntó el esposo de Satsu, frunciendo el ceño.


-¿Qué van a hacerle?- dije en tono de burla -En todo caso, Fujisaki fue quien me golpeó primero; él sólo me defendió y eso no lo sabían, ¿o si?


-¡No me hables en ese tono, niñito!- gritó Satsu -Mi pobre hijo no se puede ni levantar…


-¡Se lo merece!- grité antes de darme la vuelta.


Me alejé de aquel horrendo sitio, los demás seguían gritándome insultos y exigiendome que volviera. Cuando subí las escaleras oí las voces de mis padres como intentando calmar los ánimos, mas si así era no me importó, porque ya era tarde. Me encerré en mi habitación y me metí bajo las cobijas, cubriendo incluso mi cabeza. Debí quedarme dormido por unas dos horas, hasta que me despertó el ruido de motores de autos, lo cual significaba que la “peste” se marchaba. Hicieron mucho ruido, seguramente todos los vecinos despertaron también. Tras una hora de escándalo, los autos arrancaron.


En medio de la tranquilidad estaba comenzando a quedarme dormido nuevamente. De pronto, oí levemente el sonido de la puerta abriéndose y me sobresalté. Mi madre entró al cuarto, llorosa, para sentarse en mi cama.


-Sunao, despierta- me pidió.


-¿Qué quieres?- pregunté sin mirarla.


-Es urgente que hablemos.


-Tengo sueño. Mañana.


-¡No, debe ser ya!


Mantuve los ojos abiertos, pero no me moví, me quedé tumbado sobre la cama, cubierto de pies a cabeza con mis mantas. Mi madre destapó mi rostro.


-Se que hoy pasaron muchas cosa desagradables- inició -pero quiero que sepas que te a…


-¡No me digas!- interrumpí, molesto -Si vienes a lavarme el cerebro, mejor que sea mañana.


-Sunao…


-No quiero que te disculpes. Se que tú crees que yo tuve la culpa, así que no me vengas con tu hipocresía maternal.


-¿Qué te pasa últimamente?- lloriqueó.


-Tan sólo quería que te dieras cuenta de lo mal que me trata tu familia, pero lo único que hiciste fue abogar por ellos. Yo no le pegué a Fujisaki ni le ordené a Kaoru que lo hiciera, pero si Fujisaki no me hubiese golpeado…


-¿Quién es ese tal Kaoru?- preguntó.


-Muy bien, ignórame- volví a cubrirme la cabeza.


-Es tu mala influencia, ¿verdad?


Ya no respondí nada aunque siguió haciendo preguntas estúpidas, todas referentes a aquel nombre que yo mencionara. Cuando se dio por vencida se levantó de mi cama e intentó darme un beso, cosa que yo impedí a toda costa. Se marchó sollozante, como toda una víctima. No quería hacerla ver como “la mala” pero no me entendía. Tan sólo le interesaba el bienestar de su preciosa familia y la mejoría de Fujisaki.


 


*


-¡Hola, Sunao!- saludó Mirna.


Estaba con su novio, pero aún así me saludó alegremente en cuanto me vio pasar. Nos dimos beso en la mejilla y pude ver que al tipo no le agradó para nada. Por si fuera poco, Mirna le dijo:


-Te veo luego. Me voy con Sunao al salón.


Esa fue su despedida, sin siquiera un abrazo o un beso, y partió conmigo hacia el salón de clases. Yo lucía mi habitual apatía, pero además tenía mucho sueño y me sentía bastante mal.


-¿Qué pasa?- me preguntó.


-Nada- respondí con desgano.


-¿Seguro?


En el salón decidí contarle lo ocurrido con mi familia el fin de semana. Ella escuchó todo cuanto le dije y no me interrumpió ni una sola vez. Cuando terminé mi relato hubo un periodo de silencio, hasta que…


-No tiene mucho sentido el comportamiento de tu madre.


-Claro que no. Tampoco tiene sentido el comportamiento de mi demás familia.


-Aún así, tu madre te quiere.


-Lo sé, yo también la quiero, pero a veces siento…


No pude continuar. Mirna me miró con ternura y me hizo una caricia en el rostro, muy leve. Luego dijo:


-Tranquilo. Tienes mi apoyo, ¿de acuerdo?


El profesor llegó en aquel momento al salón, por lo que Mirna volvió la vista al frente y nuestra conversación se dio por finalizada. Mientras aquel anciano explicaba algo sobre los iones, yo me puse a pensar en unas curiosas palabras dichas por Kaoru: “Mientras siga vivo eres mío y no toleraré que alguien se acerque a ti”. Recordé la caricia del padrastro de Kaoru, el tal Eiri, y también la más reciente, la de Mirna. ¿A Kaoru también le habría molestado?


-Debo dejar de pensar tonterías- me dije.


-Sería una gran idea- murmuró Mirna, riendo.


No creí que hubiese hablado tan alto como para que ella lo escuchara, pero en fin, me reí y ella hizo lo mismo. El profesor nos sugirió que nos callaramos.


En el receso salí solo, puesto que Toshi seguía sin dirigirme la palabra, mas Mirna me alcanzó después de un rato.


-¿Puedo almorzar contigo?- me preguntó, muy sonriente.


-¿Qué hay de tus amigas? Por mi no hay problema, pero…


-Estarán bien.


Fuimos a la cafetería y ordenamos hamburguesas. Ella lucía tan radiante y feliz que me sentía totalmente opacado y a la vez estaba sorprendido. Me platicó lo que hizo el fin de semana, al parecer su familia era bastante activa. Fue de pesca y durmió en una casa de campaña; al amanecer todos hacían ejercicio y más tarde andaban en bicicleta.


-¡Qué flojera!- exclamé.


Negó con la cabeza, tras lo cual me reprendió por no hacer un poco de ejercicio para deshacerme de mi flojera. Incluso llegó a decir que me llevaría con su familia de viaje.


-¿Estas muy ocupada?


Un chico alto, blanco y de hosco aspecto estaba de pie ante nosotros; concretamente, se trataba del novio de Mirna, y como dije, su semblante no lucía muy alegre.


-¿Qué quieres?- preguntó Mirna, sin rastro de sonrisa.


-Se supone que almorzamos juntos- dijo el tipo con dureza.


-Se suponía- señaló ella -Tú tienes a Sophia, ¿no?


-¡Ah, es por eso!- rió.


-De ninguna manera, pero tres en una mesa ya son multitud. Adios.


El tipo se marchó entre indignado y sorprendido; más allá lo vimos sentarse ante una mesa con una chica de largo cabello, con la cual cuchicheó y volvieron la vista hacia nosotros.


-¿Esa es Sophia?- pregunté.


-Sí, esa es- respondió cansinamente.


-De modo que le estas dando celos porque…


-¡No!- exclamó, asustandome -No estoy contigo para darle celos, realmente yo no quiero estar con él.


-¿Y por qué no se lo dices?


-¡Ya se lo dije! Se niega rotundamente, es una relación enfermiza y me he acostumbrado, por desgracia.


-Y si se niega, ¿por qué está con ella?


-Un día comenzó a llevarla a todos lados, incluso a una cita nuestra. Quería que fuesemos amigas.


-¿No te molesta la situación?


-Te dije que ya me acostumbré. Yo ya rompí con él, pero es él quien se niega a aceptarlo, por lo que sigue buscándome.


Nuestro almuerzo estuvo listo y nos dispusimos a comerlo entre expresiones de deleite. Cuando iba a la mitad de mi hamburguesa, Mirna me hizo una preguntita un poco incómoda:


-Me dijiste que “alguien” había golpeado a tu primo por defenderte. ¿Quién era?


-Un amigo- me apresuré a decir.


-¿Del colegio?- inquirió.


-No, no…- cómo explicarle -Él está en la Universidad.


-¿De verdad?- dijo emocionada -Yo tengo una prima en la Universidad, quizá lo conoce. ¿Cómo se llama?


-¿Eh?- mi estómago dio una sacudida -Pues se llama Kaoru…


-Lo conoce- interrumpió, asustándome otra vez -Al menos eso creo, se la pasa hablando de un tal Kaoru que, según ella, es toda una ricura.


-¿Una qué?- reí con burla.


-”Ricura”, son sus palabras. Y si tú lo conoces, me agradaría comprobarlo.


Ja, ja, ja… El mundo es tan, pero tan pequeño, y en ese instante se hizo realmente diminuto. Tal parecía que la fama de Kaoru era la misma en todas partes, no había lugar en el que no llamara la atención. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que estar saliendo con la “ricura”?


-¿Tu prima es su amiga?- pregunté, procurando mantener mi serenidad.


-No, ella no le habla. Mi prima apenas cursa el primer semestre y tengo entendido que él va un poco más adelantado. No obstante, mi prima dice que él es muy popular entre las chicas de su clase, e incluso de la Universidad en general. ¿De verdad es tan guapo?


Reí forzadamente, deseando con todas mis fuerzas que mi sonrojo no le gritara la verdad a mi amiga.


-No te rías- me dijo, divertida -,ya se que tú no puedes contestar esa pregunta.


Sin habernos terminado el almuerzo, tuvimos que volver al salón en cuanto el reloj lo indicó. Las clases ya no fueron tan pesadas, porque Mirna no se separó de mí; ya no me importaba que Toshi no quisiera estar conmigo. Ella me explicó todo cuanto no entendí e incluso me hizo reir cuando la clase se tornaba muy aburrida.


Al salir de la escuela comenzó a hablarme de las vacaciones de verano y a quejarse porque su familia no la llevaría a ninguna parte.


-¿Salimos juntos en vacaciones?- propuso.


-Suena bien- sonreí -¿A dónde?


-Podemos ir un día al cine, otro a un parque de diversiones…- tomó mis manos con emoción y añadió: -¡Será genial!


-Mientras no me lleves a hacer ejercicio…


-Hola. ¿Interrumpo algo?


Un escalofrío tremendo me recorrió la espalda al reconocer aquella voz. Tanto Mirna como yo volvimos la vista para ver cara a cara a Kaoru, cuyo semblante no era muy alegre. Mirna se soltó de mis manos.


-¿Quién eres?- preguntó ella, recelosa.


-Me llamo Kaoru, y soy el…


-¡Amigo, un amigo del que tú ya sabes!- exclamé, antes de que el muy idiota dijera otra cosa.


-¿Tú eres Kaoru?- preguntó Mirna, sonriendo.


Una confusa situación se desató, por lo que tuve que intervenir y explicar todo desde el principio.


-De modo que soy popular- dijo Kaoru para sí mismo.


-Mejor cállate- le dije; luego me volví a Mirna para despedirme -Nos vemos. Ya luego planearemos bien lo que haremos en vacaciones.


-Me parece bien- rió -¡Bye bye!


Me dio un tierno beso en la mejilla y se marchó corriendo al encuentro con su padre. Yo caminé al lado contrario, con Kaoru a mi lado, observándome de manera extraña. Lo mejor sería que hablara de una vez, haciendo una típica pregunta:


-¿Qué?


-Son buenos amigos, ¿eh?- dijo con cierto coraje.


-¿Y eso qué?- pregunté exasperado.


-¿Qué harán en vacaciones?


-¿Estas armando una escena de celos, Kaoru?


Me detuve en seco, mirando al tipo con enojo; él me correspondía. De pronto viró el rostro y se acomodó el cabello tras la oreja, con gesto altanero. Reanudé mis pasos tranquilamente, pasando a su lado sin inmutarme.


-¿Quieres esperarme?- preguntó un rato después.


-No- respondí cortante.


Pero terminó alcanzandome, y al hacerlo me dio un beso en la misma mejilla en que se encontraba el de Mirna. Un sujeto que pasaba en ese instante nos miró con susto y aceleró el paso.


-¿Qué crees que haces?- dije entre dientes.


-Así está mejor, ¿no?- rió.


-¿De qué hablas?


-Vayamos a tu casa.


Tomó mi mano y me hizo correr hasta la parada del autobús, apenas podía respirar en cuanto llegamos, dada mi pésima condición física. Kaoru comenzó a reírse de mí, como era su costumbre.


Nos dirigimos a mi casa, yo no me opuse en lo absoluto a la idea, a pesar de que sabía que tenía tarea y otros menesteres por realizar. Realmente tenía ganas de estar con Kaoru.


-¿Cómo te fue con tu familia aquel día?- me preguntó, sentándose en un sillón de la sala.


-Mal- respondí seriamente -Me odian más que nunca y mi madre me vigila más que nunca.


-¿Por qué te vigila?- rió.


-Porque ahora sabe tu nombre y cree firmemente que eres la mala influencia de mi vida.


-Vaya, eso suena lindo.


Me jaló del saco y me sentó en sus piernas bruscamente. Con un brazo rodeó mi cintura, para atraerme lentamente hacia él, hasta culminar en un beso prolongado. Primero me sentí atrapado pero un extraño placer comenzó a doblegarme, haciéndome participar en aquel juego. Mis brazos rodearon su cuello, mis manos se internaron en su negro cabello, estrujandolo, hasta que lo derribé en el sillón. Sólo entonces me detuve y me incorporé un tanto turbado.


-¿Por qué te detienes?- rió Kaoru, cuyo cuerpo se hallaba bajo el peso del mío -Al fin estaba despertando tu verdadero YO.


-¡Claro que no!- dije, sonrojandome.


Soltó una carcajada muy burlona que me hizo enfadar, por lo que me dispuse a apartarme de él. antes de que pudiera hacerlo, él se incorporó y me dio un beso en el cuello que me forzó a apretar los puños con cierta ansiedad. Luego me levanté, permitiendo que Kaoru corriera a la cocina.


Lo seguí para evitar que terminara con la despensa, pero lo único que hizo fue tomar un refresco del refrigerador. Yo sentí algo de hambre, por lo que abrí un paquete de galletas, aunque no pude comerlas porque Kaoru me las arrebató y caminó de regreso a la sala. Como si fuese su casa, encendió tranquilamente el estéreo y luego subió a mi cuarto.


-¡Oye, no toques nada!- le grité mientras lo seguía.


Tan solo tomó algunos discos para ponerlos en el estéreo de la sala a un volúmen considerable. Después se puso a comer y a beber, sin dejarme probar un solo bocado, por lo que decidí olvidarme de mi hambre. No dijo nada en aquel instante, sólo de vez en cuando esbozaba una misteriosa sonrisa. Yo le observaba detenidamente, dándome cuenta de que lucía demasiado tranquilo y feliz, si lo comparaba con el Kaoru de la última vez.


De pronto se escuchó una canción alocada en el estéreo, una muy buena canción. Kaoru se rió y comenzó a cantar.


-¡Ja! ¿Tú, cantando?- me burlé.


-Claro, poseo una privilegiada voz.


La verdad era que no cantaba mal, aunque no sabía si eso podía considerarse como un prodigio. Me limité a reirme de él.


-No te rías- me dijo, poniendose de pie -, mejor haz los coros.


-Sí, cómo no.


Volvió a cantar, pero esta vez actuando como si fuera el mismo vocalista de la banda, moviendose de un lado a otro, realizando extraños bailes. Yo seguí observándolo con burla desde el sillón e incluso de vez en cuando cantaba con él. De pronto se plantó ante mí y realizó un baile poco decente que me dejó trabado. Kaoru estalló en risas.


-No vuelvas a hacer eso- murmuré seriamente.


-¡Hubieras visto tu expresión!- se burló.


-Ja, ja, ja…


-¿No te gustó?- me miró con intensidad.


-No.


-Mentiroso.


Caminó nuevamente hacia la cocina, de donde extrajo otro refresco. Al volver a la sala se sentó junto a mí y comenzó a beber nuevamente. Con el control remoto apagó el estéreo de súbito, tras lo cual me pidió.


-Vamos a tu habitación.


-¿Para qué?- pregunté receloso.


-Tranquilo, tendré las manos quietas.


Subimos a mi habitación, aunque yo no entendía para qué. Una vez instalados en ella, Kaoru abrió su mochila para buscar y rebuscar algo. Yo le miraba un tanto desconfiado.


-Traje algo para ti- me dijo.


Sacó un cuaderno que reconocí, lo abrió en una página específica y arrancó dicha página, la cual me entregó. Tomé la hoja y me llevé una gran sorpresa al contemplar el dibujo que yacía en ella. Se trataba de una especie de ángel cuyas alas estaban totalmente extendidas; en sus brazos sostenía a un demonio (lo supe por las alas, parecidas a las de un murciélago), el cual parecía estar desfallecido. Era tan enigmático como hermoso.


-¿Por qué me das esto?- pregunté.


-Porque es la última hoja de este cuaderno- dijo; su voz se tornó melancólica -y esa hoja debe pertenecerle a alguien especial.


-¿Me consideras especial?- lo miré.


-Lo acabo de decir.


-¿Qué soy para ti?


Me miró sorprendido por mi pregunta, yo me hallaba ante él con una expresión un tanto severa, como si fuese un juez esperando una respuesta decisiva.


-¿Por qué me haces esa pregunta?- inquirió él, tristemente.


-Siempre he querido saber tu respuesta.


-¿Tú tienes una?


Mi expresión de severidad se marchó, dejándome al abandono en la total estupefacción. Kaoru me estaba devolviendo la pregunta, y aunque yo tenía una respuesta, no estaba dispuesto a revelarla.


-Por el tiempo que esto dure…


-¡No digas eso!- vociferé; él se quedó pasmado -¡No hables como si todo fuese a terminar mañana, como si esto sólo fuese un rato de diversión! ¿Crees que me siento bien cuando hablas así? ¿Crees que disfruto la inestabilidad de esta… relación?


-¿Relación?- repitió con tristeza.


-¡Sí, relación!- espeté -Y antes de que te burles dejame decirte que cuando te conocí no imaginé que llegaríamos a esto… Que yo llegaría a esto.


-Sunao…


-Dime de una vez qué demonios hacemos juntos- pedí con seriedad, ignorando el nudo que se me hacía en la garganta -Si lo único que querías era divertirte, dímelo sin rodeos, porque me estoy cansando de tus mentiras.


Su mirada se hizo tan profunda, llena de una tristeza tan devastadora, que casi me arrepentí de las cosas que le había dicho. Parecía que iba a llorar de un momento a otro, las manos le temblaban, los ojos se le humedecían, pero ninguna lágrima se desprendía de ellos, ningún sollozo partía de su boca.


-¿Por qué me haces esto?- preguntó casi susurrando; seguí mirándolo y él añadió, más alterado: -¿Qué quieres? ¿Que te pida que seas mi novio?


-No te burles, hablo en serio- dije, apretando los dientes.


Sorprendentemente, algo en su fisonomía empezó a cambiar, gestandose una sonrisa en sus labios, los cuales, más tarde, liberaron una amarga carcajada que dejó atrás a las lágrimas y sepultó la tristeza de su mirada. Sentí una violenta sacudida en mi interior y comencé a ponerme nervioso.


-¿Crees que digo mentiras?- preguntó al dejar de reir.


-S-Sí- respondí temeroso.


-¿Por eso frenas tus impulsos cuando estas conmigo?- esbozó una lasciva sonrisa -¿Aún no confías en mí?


-Realmente nunca he confiado en tí- dije amargamente.


-¿Ah si? Bien, tal vez yo sea un mentiroso, tal vez he confiado demasiado en ti y tal vez sea tiempo de terminar con eso.


-¿Terminar qué?- pregunté desafiante.


-Con esta “relación tan inestable”. ¿Puedo dormir contigo esta noche?


 


*


Mi madre llegó puntualmente a las ocho, cargada de bolsas de supermercado. Cuando oí el ruido del motor de su auto, bajé disparado a recibirla en la sala y encendí el televisor apresuradamente; estaba una telenovela barata.


-¿Por qué estas viendo eso?- me preguntó muy sorprendida.


-Sólo cambiaba de canal- respondí.


Después vinieron otras preguntas como: “¿Por qué no lavaste los trastes?” o “¿Ya hiciste la tarea?” y la última “¿Ya comiste algo?”. Todas mis respuestas fueron negativas por lo que mi madre se puso histérica y me gritó mil insultos. Intenté remediarlo todo realizando mis tareas, pero fue inútil, porque ella no me dejó, si no que me mandó a mi habitación, advirtiendome que no bajara porque no haría cena para mí.


Ir a mi cuarto era lo último que quería en ese momento, porque sabía que al abrir la puerta me encontraría con Kaoru. Cuando lo ví sentado en la silla del escritorio, de cara a la ventana, sentí unas imperiosas ganas de ir y sacarlo de mi cuarto por la fuerza, pero…


-No me iré de aquí, tu madre lo notaría.


¿Ese era su plan? Podía tirarlo por la ventana si quería, posiblemente mi madre no escucharía el sonido de Kaoru chocando contra el suelo, partiendose las costillas y destrozandose el cuello. Era una bella escena…


-No saldré por la ventana- entornó los ojos de forma sombría.


-Entonces busca un rincón donde acostarte- le dije secamente, mientras yo me tiraba sobre la cama.


-Quiero la cama.


-¡Ja! Claro que no. Usa el suelo.


-¡Quiero la cama!


Vociferó, haciéndome sentir muy atemorizado de que mi madre lo hubiese oído. Sin embargo, lo único que ocurrió fue que mi madre me exigió que me callara, con una voz que dejaba muy en claro cuán enojada estaba.


-No tendrás la cama- dije en voz baja.


-Le tienes mucho miedo a tu mamá, ¿no?- inquirió con maldad -Si me das la cama no te


molestaré más.


-¿Qué?


-A la una…- canturreó; lo miré atemorizado -A las dos…


-¿Qué harás?


-Y a las tres… ¡MA…


Le tapé la boca con ambas manos y esperé en silencio, para saber si mi madre se había dado cuenta o no. Liberé la boca de Kaoru, solté un resoplido y le dije:


-Usa la cama, pero cállate ya.


-Gracias- sonrió.


-¿Qué ibas a gritar?


-”MAMÁ”- rió.


-¿Esa idiotez? ¿Ibas a armar un escándalo y no se te ocurría algo mejor que decir? Eres…


-Tengo otra petición- interrumpió con total tranquilidad.


-¿Ah si? ¿Cuál?- pregunté muy molesto.


-Duerme conmigo.


-¡Ja!... ¿QUÉ?


Hablaba en serio, tanto que ni siquiera se atrevió a reírse de mi estupefacción.


-Prefiero el piso- dije.


-Duerme conmigo- insistió.


-¡No!


-Tan sólo quiero dormir acompañado, no te estoy pidiendo sexo.


Dormir acompañado… Era una petición muy estúpida, más aún tras nuestra discusión. Sin embargo, el único estúpido en el cuarto era yo, porque le permití quedarse en mi casa y más tarde accedí a que durmieramos juntos. Únicamente me quité los zapatos y me recosté en una orilla de mi cama, mientras que Kaoru se acomodaba en la otra. Al sentir su cuerpo sobre mi colchón, el corazón se me aceleró y mi rostro se puso cálido, las manos comenzaron a sudarme.


Escuché, más tarde, la llegada de mi padre a la casa, el ruido del motor de su auto. Tuvo una discusión con mi madre, sin duda por mi culpa. Desde lo ocurrido en la reunión infernal, mi familia se había vuelto un tanto hostil, mis padres peleaban más y yo siempre salía a relucir en dichas peleas. Cuando finalizó la discusión de esa noche, se fueron a dormir de malas, azotando la puerta de su habitación.


Pasó poco más de una hora tras aquel ruido y todo quedó en calma; yo seguía despierto, muy inquieto. Sabía que sería una noche muy larga, como ninguna otra, por lo que solté un suspiro, resignándome.


-Pensé que tu familia era perfecta.


Kaoru había hablado, haciéndome saltar del susto, ya que yo había creído que dormía tranquilamente. Al calmarme, di la vuelta lentamente hasta quedar cara a cara con él. Tal parecía que había estado todo ese tiempo mirándome, mientras que yo simplemente le daba la espalda.


-Ninguna familia es perfecta- le dije finalmente y cerré los ojos, como insinuando que quería dormir.


Me forzé a mantener esa postura y esa actitud soñolienta, aunque estaba demasiado nervioso y no tenía ni pizca de sueño. De pronto sentí una tibia mano deslizándose por mi cintura, lenta y delicadamente, produciendo un temblor en todo mi cuerpo. Abrí los ojos en el preciso instante en que Kaoru me atrajo hacia él para darme un beso demasiado prolongado; parecía degustar cada fracción de segundo.


-Prefiero el suelo- dije, en cuanto sus labios se separaron de los míos.


-Será muy incómodo, mejor la cama- susurró, con una risita malévola.


Me besó en el cuello, al mismo tiempo que sus hiperactivas manos recorrían mi cuerpo pausadamente. Aquello era una tortura, porque mientras él se divertía manoseandome, yo luchaba por no gemir o gritar, cosa que se volvía más y más difícil conforme a lo que él me hacía.


-¿Cuánto tiempo más vas a poder soportar?- me dijo al oído.


No mucho. Sus manos bajaron, bajaron, bajaron… Llegó a un punto en el que no pude omitir un pequeño gemido, mi cuerpo se retorció y mi “otro yo” empezó a cobrar vida. Había llegado el momento de suplicar.


-Basta- susurré.


-¿Qué podría pasar?- rió.


-Quítate- pedí, apretando los dientes.


Las súplicas no funcionaron; por el contrario, parecieron avivar sus deseos. Abrió mi camisa y me besó el pecho con tal suavidad, tal delicadeza y paciencia… Mis uñas se clavaron en el colchón, quería destrozarlo. Era hora de actuar, si no quería que mis extraños sonidos placenteros llamaran la atención de mis padres. No se me ocurrió una idea mejor que seguirle el juego, por lo que mis manitas también actuaron sobre el cuerpo de Kaoru. Él se sorprendió ante mi efusiva respuesta, por un instante se quedó quieto mientras que yo lo manoseaba. Poco después terminé encima de él, con las cobijas en el suelo y mi respiración muy agitada. Le sujeté las muñecas con todas mis fuerzas, él no opuso mucha resistencia, estaba pasmado. Cuando su respiración se normalizó me incliné hacia su rostro para decirle:


-Ya basta. Si mis padres oyen algo, por mínimo que sea, vendrán a verme.


-Me das miedo- dijo, sonriendo.


Lo miré unos instantes, sin soltarlo, mientras que él continuaba sonriendome casi con timidez (¡!). Soy tan estúpido que no pude contenerme y le di un beso para sellar su sonrisa antes de que se esfumara ante mis ojos. Finalmente lo solté y me aparté de él para volver a mi lugar, no sin antes acomodar de nueva cuenta las cobijas. Estaba acurrucandome cuando los brazos delgados de Kaoru me rodearon.


-Kaoru… - dije nervioso.


-Sólo es un abrazo.


Sí, un abrazo en cuya calidez me quedé profundamente dormido, descansando como no lo había hecho en mucho tiempo. Me olvidé de mi discusión con mi madre, de todas mis preocupaciones escolares, e incluso me olvidé de que estaba durmiendo con un hombre que sólo sabía decir mentiras.


 


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