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Undisclosed Desires por Svanire

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Notas del capitulo:

Hola! Les traigo el nuevo capítulo! Los hechos que se narran a continuación ocurren 5 meses después de lo ocurrido en el capítulo anterior, ya que, como recordarán, fue el tiempo que pasó sin que Sunao supiera nada de Kaoru. Espero que sea de su agrado ya que este cap tiene una sorpresita jejeje......XD En fin! Saludos y gracias por leer ^^

Octubre se marchaba a pasos agigantados, dejando una esencia pura en el aire, una esencia que olía a la melancolía de Noviembre. No quería darme cuenta, pero eso me ponía más triste de lo que ya estaba.


La parte más corta y más bella del año estaba alejándose una vez más, dejándome a la deriva de mis penas. En lugar de disfrutar las soleadas tardes de otoño camino a casa, ponía mi atención en los errores que acababa de cometer y de los que, muy a mi pesar, me estaba arrepintiendo. ¡Dios, llamaba “error” a mi propia novia!


Sí, tras nuestra salida al parque de diversiones, Mirna y yo iniciamos una relación. Al principio gozaba viéndola sonreír a mi lado, totalmente complacida con mis tonterías y con mis cumplidos a su linda persona. Cierto, la quería, pero entre más pasaba el tiempo, más me daba cuenta de que la seguía viendo como a mi mejor amiga, casi como una hermana menor. Ella era muy feliz, yo fingía que lo era. Todo había sido un arranque de despecho por… Kaoru.


No lo había vuelto a ver. Ya no aparecía por mi escuela, por la calle o por la parada del autobús. Mirna me contó muy alegre que salía con su prima de vez en cuando y yo la oía inmerso en una sola pregunta: ¿cómo fue que ese hombre se transformó en un total extraño de la noche a la mañana? La única respuesta que se me ocurría era que mi “tiempo” se había terminado, tal y como una vez me lo advirtieran Victoria y Kaede. Su amor por mí había caducado… ¿Amor? ¿De qué estoy hablando? No había sentimientos de por medio, salvo los míos. Ahora tenía otra vergûenza que añadirle a mi patética vida: la historia de cómo llegué a enamorarme de un hombre cuyo único propósito era engañarme. Reprimir eso sería muy duro.


-Salgamos- me decía Mirna frecuentemente -Tenemos casi cinco meses de noviazgo y no hemos ido a muchos sitios.


¿Casi cinco meses? ¡Cielos, era tanto tiempo! Yo sonreía y le preguntaba a dónde quería ir y ella soltaba toda una lista de lugares típicos para las parejas. Parques, cines, restaurantes, centros comerciales… Prometía llevarla a todos esos lugares con la sonrisa más convincente que encontraba, mientras que mi mente divagaba. Yo era un zombie y mi adorable chica no se daba cuenta; ¿tanto me quería?


Cierto fin de semana me sentí “obligado” a llevarla al cine y quedamos a las tres de la tarde. Ella escogió una película llena de acción y efectos especiales, todo por querer complacerme. Sin embargo, fue ella quien puso más atención que yo y fue ella quien terminó interesandose demasiado en la dichosa cinta. Al salir del cine comenzó a cuestionarme respecto a mi apatía, hasta que su prima Megumi interrumpió:


-¡Justo así quería verlos!- exclamó -¡Ah, se ven tan lindos!


-¿Vienes sola?- preguntó Mirna. Yo palidecí ante la pregunta.


-No… -oh, no -Las chicas vienen conmigo. Kaoru prometió venir pero nos dejó plantadas.


-Creí que era tu novio- rió Mirna.


-¡No es mi novio!- enrojeció -Salimos de vez en cuando y la pasamos genial, pero no hay más.


-Tu sueño vuelto realidad: salir con el chico más guapo de la escuela. ¡Qué lindo!


-No es tan lindo. Te ganas bastantes enemigas…Y uno que otro enemigo.


Rieron escandalosamente, casi irritandome, y gracias al cielo se callaron porque llegaron las otras tipas. Todos juntos caminamos hasta la salida del cine, ellas platicando animadamente, yo tras ellas, deseando estar a salvo en mi casa. De pronto empezaron a hablar del Halloween que habría en la Universidad y extendieron una invitación a Mirna, quien muy entusiasmada aceptó y me tomó fuertemente de la mano al decir que iría conmigo. Reí forzadamente.


-Megumi- llamó alguien -Llego tarde, lo siento.


Sí, sí, todos volvimos la vista y nos encontramos a Kaoru, vestido totalmente de negro. Palidecí de golpe, sentí una enorme sacudida, ¡hacía tanto que no lo veía!... Mas el muy idiota me ignoró por completo. Miró a todo el mundo, saludó a todo el mundo y yo no formaba parte de la escena. Megumi se dio cuenta y…


-No se saludaron, ¿están enojados?


Kaoru soltó un ruidoso resoplido e hizo el ademán de extenderme la mano, mirando hacia otro lado.


-Hola- dije seca y cortantemente, sin tocarlo, y apretando con más fuerza la mano de mi novia.


Allí terminó el saludo y para eliminar el incómodo silencio que sobrevino, Megumi se puso a platicar detalle a detalle lo de la fiesta del día de brujas. Pronto empezó a hablar del disfraz con entusiasmo:


-Yo quiero vestirme de vampireza, y tú- se dirigió a Kaoru -te vestirás de vampiro. ¡Será perfecto!


-No, querida- negó con voz sombría y me miró -Yo me vestiré de bruja.


Todas rieron mientras que él y yo nos miramos con ojos chispeantes. De pronto me parecía más detestable que nunca.


-Mirna, es tarde- le dije a mi chica -Debemos irnos.


-Tienes razón- rió -Mi padre es un ogro. ¡Adios a todos, nos vemos la noche del baile!


Mirna no paró de hablar del baile en todo el camino y me hizo jurarle que iríamos perfectamente disfrazados


 


*


Faltando dos semanas para la Noche de Brujas, Mirna sabía absolutamente todos los detalles de la fiesta, como el hecho de que el lugar no sería el gimnasio de la Universidad, sino una vieja casona rentada. Su prima y sus amigas se estaban encargando de la decoración y, por lo tanto, formaban parte del comité organizador; así se enteraban de todo. Yo ya estaba harto de la situación y lo estuve más cuando Mirna empezó a hablar del disfraz:


-¿Freddy?


-No…


-¡Jason!


-No.


-¡¡Un espantapájaros!!


-¡¡DIOS, NO!!


-¿Entonces qué?


-¿No podríamos solo olvidarnos de la maldita fiesta?


-Pero prometiste…


-Sí, sí, ya se.


-¿Qué te pasa?


Estuve a punto de decirle que estaba cansado de jugar al novio complaciente, pero reprimí la verdad y terminé accediendo a sus deseos. Confeccionó (de hecho, mandó confeccionar) un vestido negro y largo, muy extraño, y me pidió que usara frac con maquillaje muy blanco para mi rostro aburrido. Me la pasé atormentandome con la visión de lo horribles que luciríamos, pero el día de la fiesta, después de que Mirna me ayudara a arreglarme, vi que el resultado no era tan desastroso.


-Luces tan guapo- me dijo Mirna, abrazandome.


-¡Claro que no!- repliqué, enrojeciendo.


La tan esperada fiesta nos aguardaba en una misteriosa y bella casona, a las afueras de la ciudad. Le pedí el auto a mi padre aunque casi tuve que firmarle un contrato para establecer que cualquier daño sería pagado por mí. Llegamos a las ocho en punto al lugar.


Entramos por un alto portón de madera hacia un patio tenuemente iluminado con lámparas en un tono anaranjado, para desembocar en un amplio salón, donde las luces neón dominaban. Los típicos adornos de la temporada estaban presentes por todos lados y un DJ hacía mezclas musicales. Apenas entramos, Megumi y compañía corrieron a saludarnos.


-¿Vieron a Kaoru en la entrada?- preguntó Megumi, con voz de trueno.


-N-No- dijimos.


-¡El muy maldito lo cumplió, me dejó plantada por enésima vez!- vociferó la chica -¡Nadie lo ha visto en todo el día, se lo tragó la tierra!


Casi me había olvidado de que estaba pisando terreno enemigo, mas al saber que Kaoru no estaba me sentí muy decepcionado y con menos ganas de estar en ese ruidoso lugar. Las chicas se pusieron a platicar para alejar el mal humor de Megumi, pronto estuvieron felicitandose por sus disfraces “taaaan originales”. Yo, sin poder soportar más, fui a derrumbarme sobre una silla a contar los minutos que faltaban para que pudieramos irnos. De pronto inició una canción muy pegajosa, por lo que…


-¡Baila conmigo!- casi gritó Mirna, extendiendome los brazos.


-¡¿QUÉ?!


-Bailemos, ¿si?


-No, no- reí -Nadie habló de bailar y esas cosas. Yo no bailo.


-Es un baile, tonto- me dijo, enojada.


Se alejó y empezó a bailar con Megumi, quien aún parecía estarse quejando por la ausencia de Kaoru. Mirna, por su parte, también empezó a hablar de mí. Yo no me hubiera dado cuenta, pero hablaban y volteaban a verme.


Las horas pasaban lentamente, cada vez había más gente, más ruido, más risas y yo estaba más aburrido. De vez en cuando, si ponían una canción que me gustara, canturreaba, y si no, bebía. Mirna iba conmigo a tratar de convencerme para que bailara con ella, pero en cuanto me negaba, se iba más enojada.


-Deja de tomar- me dijo secamente.


-¿Y qué hago?- respondí.


-Baila conmigo- chilló -¡Venimos a divertirnos!


-No bailo, Mirna, ¡no bailo!


-¡Basta, se acabó!- dijo, levantándose de golpe -¡Haces todo de mala gana últimamente! ¿Quieres irte a dormir? ¡Vete!


Me dejó totalmente solo para ir a reir y bailar con un grupo de chicos y chicas. No me molestó pero tampoco me fui. Después de todo, la tonta Morticia no podía volver sola a su casa. Me quedaría hasta que ella quisiera marcharse.


Entonces iba en la cuarta bebida de la noche, no mucho pero suficiente para mí. Gente iba y venía y yo, por más que buscaba, no veía ni a los amigos de Kaoru. Fui así durante una hora o más hasta que Kaede hizo acto de presencia, acompañado de una chica alta con sombrero de bruja, llamativos labios rojos y un sobresaliente liguero por debajo de una rasgada falda negra. Resultaba sorprendente que pudiera caminar con esas botas de tacón tan alto. No fui el único que se quedó pasmado al verla pasar.


-Deja de babear con mi chica, Sunao- me dijo Kaede, burlonamente.


-¿Babear?- dije, haciendome el desentendido.


-¿Vienes solo?


-Vine con mi novia, pero…


-¡Ja! No digas más. Si quieres compañía, estaré por aquí.


-No, gracias- dije, apretando los dientes.


Se alejó, y la chica caminó tras él, no sin antes burlarse de mí con una sonrisa perturbadora. Algo en esa bruja no me gustó para nada.


Fue el único incidente llamativo de ese momento. Pasó otra hora, media hora, no lo sé, pasó mucho tiempo y mi vejiga estaba repleta, pero no sabía dónde estaba el maldito baño. Quise preguntarle a Mirna, pero se encontraba platicando muy animadamente con un chico alto vestido de… ¡No se de qué, yo sólo quería orinar! Salí al patio, vi a mi alrededor y nada, por lo que (aunque suene horrible) busqué un rincón oscuro para hacer mis necesidades. Nadie se dio cuenta, fui feliz y me dispuse a volver a la fiesta. Sólo una cosa pudo arrebatarme el alivio que sentía: recargada en una columna, a pocos pasos de la entrada, se encontraba la bruja rara viéndome reprobatoriamente. Si me había visto ya no había forma de remediarlo, por lo que traté de hacerme el disimulado al pasar a su lado. En todo momento tuve un mal presentimiento y se hizo realidad cuando, sorpresivamente, la bruja me sujetó del brazo y me empujó hacia un rincón apartado y oscuro, con una fuerza y una violencia que no parecían muy propias de una chica. Estando contra la pared, ella buscó mi boca para darme un beso que, más que eso, era una salvajada. Metió su lengua casi a la fuerza y cuando mi boca pudo sentirla y saborearla, mis MAYORES HORRORES cobraron vida. Aquello duró tanto que sentía que me iba a ahogar y cuando finalmente se decidió a liberarme, me dijo:


-¿Me extrañaste?


Se quitó el sombrero puntiagudo y se acomodó el cabello de una forma tan provocativa como escalofriante. La maldita bruja era Kaoru.


-¿Qué… -dije, intentando recuperar el aliento -¿Qué demonios haces?


-¿Te gusta mi disfraz?- preguntó, sonriendo.


-¡Claro que no!- dije, tratando de bajar la voz, pues unas cuantas personas que pasaban nos miraban.


-Mentiroso pervertido- me dijo al oido -¿Crees que no me di cuenta de cómo me mirabas?


-¡Porque creí que eras una chica!


-¡Oh, por favor! Tienes que admitir que resulta más excitante sabiendo que soy un hombre.


Metió lentamente su lengua en mi oído y aunque la sensación era tremenda, lo rechazé.


-No creas que llegar como si nada hubiera pasado cambiará las cosas entre nosotros- le dije muy molesto.


-¿Y qué ha pasado?- preguntó en un tono sensual, mientras volví a pegar su cuerpo al mío.


Me sentí muy harto de mi situación. El muy imbécil pensaba que olvidaría todas las estupideces que había dicho y hecho, creía que yo ya estaba indiferente y totalmente a su disposición. Así pues intenté zafarme de él con todas mis fuerzas, pero fue inútil. Forcejeamos un rato, hasta que empezamos a llamar demasiado la atención. Alguien fue a contarle todo a Kaede y cuando lo vimos venir, Kaoru me jaló del brazo para conducirme a su automóvil, donde estuvimos quietos un rato, escondiendonos del tipo. Cuando pasó el peligro, desperté de mi trance, decidiendo salir del auto. Él me lo impidió poniendo los seguros en las puertas. Estaba atrapado.


-¿Podemos ir a otro lado?- preguntó seriamente.


-No- dije tajante -Déjame bajar. Mi novia está adentro y…


-¿Me vas a acusar?- interrumpió, riendo como una auténtica bruja.


-¡Kaoru, basta!


Encendió el auto, mirándome desafiante, para luego partir de aquella horrorosa fiesta. Mi enojo empezó a transformarse en preocupación, por mi chica y por mí.


-Ya que estoy aquí- dije -, ¿a dónde vamos y para qué?


-A una casa embrujada.


-¡Deja de decir estupideces!


-Ya extrañaba tus berrinches.


Sonrió para mí, inmovilizandome aunque quería gritarle mil insultos. No pude hacer nada en todo el camino, no pude objetar, maldecir… Ni siquiera hablar un poco, la “hermosa bruja” me tenía totalmente hechizado. Quizá era algo tonto, pero Kaoru lucía un maquillaje tan perfecto que realmente parecía una chica y tenía una extraña sensación sabiendo que era un hombre. Eso me dio mucho en qué pensar, me mantuvo quieto y en silencio, esperando llegar pronto al extraño lugar que teníamos por destino. Tardamos una media hora.


-¿Qué con este lugar?- pregunté finalmente al contemplar una enorme casa.


No me contestó. Estacionó el auto frente a una reja enorme, llena de enredaderas. Sacó y abrió para que entraramos en un patio levemente iluminado por unas cuantas farolas. Era un jardín muy descuidado, con el pasto muy crecido y montones de hojas secas regadas por doquier. Creí que el interior de la casa estaría igual de desastroso, pero me equivoqué. Se trataba de una antigua casa, con muebles viejos pero en buen estado. No obstante, tenía olor a olvido.


-¿Qué hacemos aquí?- pregunté malhumorado.


-Aquí solía vivir antes de que mi madre me dejara. Era la casa de mi abuelo.


Sólo esa vacía explicación que carecía de sentido y de importancia para mí. Iba a quejarme cuando Kaoru empezó a subir por la escalinata que conducía a la planta alta, regalandome una bella vista de ese par de largas piernas que lucía aquel día con total descaro. Me quedé mirándolo como un idiota, enfrentando mi sentido común contra mi lado embrutecido por el simple encuentro con ese sujeto, con ese lado oscuro y libertino que vive en cada hombre. Por un instante, fue el sentido común el que dominó y empecé a cuestionarlo sobre esa extraña situación, pero siguiendolo de cerca.


-Me largo, ¿si?- grité finalmente -Estas loco si crees que voy a volver a lo de antes.


Me di la vuelta para descender, pero él me hizo volver sobre mis pasos violentamente. Me metió en una oscura habitación y me arrojó al suelo como quien arroja un objeto que le implica demasiado odio. Mi cuerpo chocó dolorosamente contra el suelo mientras Kaoru cerraba la puerta estruendosamente tras de sí. No podía ver mucho, la única ventana del cuarto apenas y dejaba entrar un poco de luz lunar. Sin poder levantarme por el miedo, empecé a retroceder arrastrando pies y manos, hasta que Kaoru me cayó encima como alimaña.


-¿A dónde vas?- preguntó amenazante -¿Crees que vas a huir otra vez? ¿O es que te mueres de ganas por estar con tu noviecita barata?


Mi respiración era agitada por el miedo, realmente estaba asustado de ese Kaoru de voz amenazante que me tenía tendido en el suelo sin defensa alguna.


-¿Creíste que te iba a dejar en paz?- susurró.


Se lanzó a mi cuello con su lasciva boca, besando y mordisqueando por doquier. Sus fuertes manos sujetaban mis brazos, haciendo que empezara a desesperarme por no poder escapar. Intentaba moverme, estaba muy temeroso pero procuraba mostrarle repulsión. Quizá me soltara.


Mas no fue así. Me dio un fuerte revés que me atontó un poco, dejándole el camino libre para empezar a quitarme la ropa. Sentí sus violentas manos forzando el saco y la camisa, haciendo crujir la tela cual si fuese a romperla. No sabía qué hacer, las fuerzas se me iban y ya no podía mostrarle más repulsión porque, muy a mi pesar, mi cuerpo le deseaba ansiosamente. Mandé todo al diablo en un instante y fue más fácil de lo que pensé.


Cuando la boca de Kaoru se acercó a la mía, le correspondí con un beso eufórico y creciente que lo excitó mucho más. Sentíamos una horrenda necesidad de explorar más y más en nuestras bocas; mi lengua se desató junto con la suya, armando una lucha encarnizada y deliciosa. Al fin pude levantarme, sin dejar de besarle, y mi mano izquierda se internó por debajo de la falda rasgada para acariciar su apetecible pierna, primero con delicadeza y luego con ganas de arañarla. Lo único que  conseguí fue romper las medias que pendían del liguero. Kaoru soltó un gemido que se fundió en una sonrisa lasciva. Terminó de arrancarme la ropa de la parte de arriba para luego llevarme hasta la cama, que estaba un poco más allá, en un lugar donde la luz de la luna iluminaba con mayor intensidad. Arrastró su lengua por mi abdomen, lenta y tortuosamente, liberando una ola de placer infinito que era descrito por mis gemidos. En medio del trance en que me encontraba, hallé fuerza suficiente para romper más su falda y las medias, dejando trozos de piel desnuda a la merced de mi lengua. Él gemía levemente, mordiéndose un labio ansiosamente mientras pasaba una de sus manos por su entrepierna, provocando mi creciente excitación. Lo tumbé boca arriba, él no opuso la menor resistencia, y le rompí la parte del vestido que cubría su pecho. Besé cada centímetro de esa piel blanca con toda la calma del mundo, para culminar con algunos lengûetazos en sus pezones que lo hicieron estremecerse y gemir más. Su miembro estaba ya muy endurecido, podía sentirlo debajo mío, así que busqué debajo de la falda para poder endurecerlo todavía más. Me deshice de su ropa interior, mirando a mi amante directamente a los ojos, cual loco psicópata que se disponía a torturarlo. Mi lengua trazó un camino inquietante a lo largo del miembro de Kaoru, quien hubiese gritado de no ser porque se mordió el labio, al tiempo que sus manos apretaban las sábanas con fuerza. Jugué un poco más con él, me sentía totalmente transtornado, como si hubiese otra persona en mi interior. Lamía el miembro y la entrepierna de Kaoru una y otra vez, sintiendo un increíble placer por hacerlo sufrir y esperar. Ver su rostro transformado por aquella deliciosa sensación era todo un premio para mí.


-Maldito seas…- dijo entre gemidos.


Puso sus manos en mi cabeza, empujándome hacia abajo para que engullera su erección de una buena vez. Mi boca aprisionó suavemente el ardiente miembro de Kaoru, mi lengua lo recorrió una y otra vez, explorando cada rincón al compás de sus escandalosos gemidos que me provocaban y me excitaban aún más. Lamí, besé, acaricié y froté hasta obtener de él un jadeo desquiciado que casi me hace reir de placer. Dejé que dentro de mi boca se derramara ese líquido que me tenía tan alocado y lo compartí con Kaoru en un beso ansioso. Al terminar, susurró:


-Ahora es mi turno para hacerte gritar.


Se levantó y se arrojó sobre mí para quitarme el resto de la ropa entre risas locas y mi agitada respiración, viendo cómo esa “bruja” abusaba de mí. Tras quitarme el resto de la ropa, se quitó lo que quedaba de su vestido, quedándose sólo con un desgarrado liguero. Recostó su cuerpo hirviente sobre el mío, rozando nuestros miembros lentamente, mientras que sus manos me acariciaban casi con ternura. Instantes después, ese roce lento se convirtió en una fricción casi dolorosa; tallaba su cuerpo contra el mío, disparando mi excitación una vez más. Mordió mis costados salvajemente, me rasguñó en varias ocasiones, haciéndome gemir de placer y dolor. En una de mis piernas clavó firmemente sus largas uñas, liberando un delgado hilo de sangre que fue absorbida por sus labios. Después se levantó jadeante y con ambas manos abrió bastante mis piernas. Nuestros miembros rozaron nuevamente, parecían buscarse el uno al otro, obsequiandonos oleadas de locura en las que gemiamos juntos, mirándonos directamente a los ojos.


-Debes… estar… listo- habló entrecortadamente -Si no… No me importa.


Enrosqué mis piernas en torno a su cuello para que él pudiese penetrarme libremente. Me regaló una última mirada que casi me quema antes de enterrarme su miembro con cierta violencia. Mi cuerpo se arqueó y dibujé un gesto de dolor debido a que no entró totalmente y el salvaje que tenía encima de mí forzaba la entrada, lastimandome. Liberé un grito que se convirtió en jadeo cuando, finalmente, tuve todo el miembro de Kaoru en mi interior. Quería aferrarme a algo pero las sábanas eran lo único que me rodeaba. Sirvieron por do segundos o menos, porque cuando él empezó a embestirme, se convirtieron en nada. Sentía cómo casi salía y volvía a invadir mi cuerpo, cada vez más rápido, más doloroso y más deseable. Quería tenerlo cada vez más adentro, el dolor ya no me importaba, quería que Kaoru me traspasara.


-¡No te reprimas, GRITA!- dijo entre jadeos.


No tenía que pedirlo, con sólo sentirlo al embestirme hacía que gritara cada vez más fuerte. Era como estar al borde de la locura, quería que aumentara de velocidad y de duración. Kaoru parecía leer mis pensamientos.


De pronto había perdido toda noción del tiempo y todo contacto con la realidad. Ya no era dueño de mi cuerpo ni de mi mente, Kaoru lo dominaba todo, reduciendo mi mundo a él, yo y ese momento que deseaba no terminara nunca. Tan sólo lo quería más y más adentro, hubiera podido estar toda la eternidad siendo penetrado por él…


Sí, olvidaba que éramos unos simples mortales.


Cuando sentí esa tremenda sensación creciendo en alguna parte de mi cuerpo, lo supe. Algo así como una explosión cuya onda se expande, destruyendolo todo y culminando con ese pequeño trozo de cielo. Empecé a sangrar como una virgen y Kaoru terminó dentro de mí.


Finalmente salió de mi cuerpo con lentitud y se derrumbó sobre la cama, exhausto a más no poder, ambos jadeando como lunáticos.


Tardamos unos diez minutos en recuperar el aliento, quizá más, no sé. Yo contemplaba la pálida luna a través de la ventana, volviendo a mi realidad que me causaba escalofríos. Kaoru se incorporó levemente para poder mirarme a los ojos. No sabía qué decirle ni esperaba alguna buena respuesta de él; sólo no quería arrepentirme de lo que habíamos hecho.


-He estado con muchas personas- dijo; ya empezabamos mal -He probado muchos cuerpos…


-¿Y?- dije sin mirarlo.


-Ninguno tan bello como el tuyo, Sunao.


-¿Qué?- lo miré sorprendido.


-Dime qué se siente que tu primera vez haya sido con un chico y no con lo “tradicional”.


-Cállate.


Rió burlonamente, casi haciendome reir a mí también. Volví a olvidarme de todo al permitir que me arropara con las revueltas sábanas para que pudiéramos dormir juntos. Me abrazó, lo permití. Me olvidé del mundo, aunque preguntándome qué pasaría al día siguiente. Con miedo, cerré los ojos y me dormí.


 


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