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Undisclosed Desires por Svanire

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Notas del capitulo:

¿Qué creyeron? ¿Que ya me había muerto? Pues no!!! XD.....Les pido una disculpa, la verdad es que el final de semestre me tuvo muy ocupada....maldita universidad >.< en fin jaja.....Les traigo la primera entrega de este episodio, prometo no tardarme en publicar la segunda parte. Espero que les guste. Saludos y gracias por seguir leyendo ^o^

Pasé gran parte del tiempo pensando en que llegaba otra Navidad, otro año se marchaba y yo… Yo seguía igual o peor. Trataba de recordar alguna cosa fascinante que hubiese vivido, algo que me llevaría conmigo en caso de morir mañana, en caso de perderme en un coma devastador. No pude encontrar nada, salvo a él. Por más que busqué, por más que quise hacerlo a un lado, no pude hallar nada más añorado en mi vida que él. Estaba brutalmente enamorado.

Caminaba cual zombie por la ciudad, por la escuela, incluso por mi casa, viendo gente ir y venir, apenas oyendo a mis padres con sus regaños por mi distracción. Mi único deseo todo el tiempo era verlo, estar con él, tocarlo y saber que era real; besarlo y saber que era mío, mío y de nadie más. Era algo casi enfermizo, muy absurdo, tanto que me sentía avergonzado de mi situación. Otras veces más bien me sentía inquieto, un tanto desconfiado ante todo porque, ¿y si nada era real?

Mas, ¿por qué seguir desconfiando? Cuando la felicidad llega de pronto parece obra del demonio, algo así como una ilusión para atraerte a una trampa mortal. Pero Kaoru ya me había dado bastantes señales de que el asunto iba en serio, entonces, ¿por qué?

Una tarde creí encontrar la respuesta a todas mis interrogantes, cuando lo vi al salir de la escuela y fuimos a platicar a un parque cercano. Nos sentamos en unos columpios después de que él corriera a un par de niños que se marcharon entre protestas. Primero hablamos de los tópicos escolares, quejándome de Mirna y de lo mal que me iba en las evaluaciones, pero él apenas me contó lo que hizo en el día. Estaba actuando extraño.

-¿Qué te pasa?- pregunté.

-Nada- respondió, meciéndose.

-No estás tan escandaloso como de costumbre.

Sacó un cigarrillo y lo encendió. Tras la primer bocanada de humo que salió de sus labios volvió la vista a mí y me dijo:

-Mi padrastro va a casarse.

-Ya lo sabía- dije receloso.

-La boda es este sábado.

-¿Y?

-Necesito que vayas conmigo.

Clavé una mirada de total desconfianza en sus azules pupilas que me transmitían algo que no me gustaba.

-¿Por qué?- pregunté.

-Sabes por qué.

-No, no sé- me levanté, sin dejar de mirarlo.

-Sunao, por favor…

Me quedé allí de pie, sin saber cómo reaccionar, a dónde ir. Kaoru simplemente me pidió que lo acompañara a la boda, pero yo leía entre líneas: seguía prendado a su padrastro. ¿Acaso necesitaba convencerse de lo nuestro para olvidar su viejo romance?

-Sólo quiero apoyo- pidió.

-Porque sigues amándolo- dije amargamente.

-Sunao, entiende…

-¡No, no puedo!- estallé; algunos voltearon a verme -Yo creí…

-Sunao, tan sólo quiero que estés conmigo- tiró el cigarrillo y lo apagó con el pie -Entiendeme, él no sólo fue mi padrastro, también fue mi… - miró el suelo con aprensión; luego añadió en voz muy baja: -Te amo.

-Demuéstralo- lo desafié -Voy a ir contigo, pero tú debes demostrarme que nada de esto es mentira.

Pasados unos cinco segundos me sentí muy tonto por la condición que le impuse, pero Kaoru empezó a reírse de buena gana. Encendió otro cigarrillo y luego dijo:

-Haz cambiado tanto. Me agrada.

Me jaló de la corbata y se acercó a mi cuello de una forma muy insinuante. Cuando sentí su suave respiración sobre mi piel temblé ligeramente, aferrándome a las cadenas que sostenían el columpio. Todo culminó cuando me dijo al oído:

-Trato hecho.

 

*

El sábado por la tarde, tras un exhaustivo interrogatorio de mis padres, me arreglé para asistir a la dichosa boda. Les dije que era la boda de la prima de Mirna una y mil veces, hasta que, no muy convencidos, me dejaron salir de la casa. Para no levantar sospechas vi a Kaoru tres cuadras más allá de mi casa, donde me recogió en su camioneta. Llegamos a su residencia a eso de las cinco de la tarde, la hora en la que la ceremonia civil dio inicio.

El patio entero estaba decorado con flores de exquisito aroma, todas de color blanco. Era una fiesta muy al estilo occidental puesto que, como era obvio, el padrastro de Kaoru era un extranjero venido de algún sitio de Europa. Por doquier yacía gente de altanero y orgulloso aspecto, incluidas las familias de los amigos de Kaoru. Poco antes de que iniciara la ceremonia, se reunieron con nosotros en un rincón del hermoso patio.

-¿Es que no tienes vergûenza?- dijo uno de ellos a Kaoru -Mira que traer a tu amante a la boda de tu padrastro…

-Cállate- dijo Kaoru, medio en serio, medio en broma.

De pronto apareció el padrastro de Kaoru, vistiendo un frac negro. Con una cálida sonrisa saludaba a todo el mundo, haciendo un gesto casi angelical. Sin embargo, todo cambió cuando volvió la vista hacia donde estábamos; concretamente, hacia donde estaba yo.

-Caballeros- saludó -Buenas tardes y gracias por venir.

Estrechó las manos de todos con entusiasmo, y al llegar ante mí, me clavó una mirada psicópata. Casi me destroza la mano en el saludo, de no ser por Kaoru, quien lo “invitó” a soltarme de una buena vez.

-¿Qué ocurre, hijo?- dijo riendo -Tan sólo me agrada mucho este amigo tuyo.

Me sonrió una última vez para luego continuar con sus saludos. Todos los amigos de Kaoru volvieron la vista a mí, mas éste puso sus manos en mis hombros y les pidió que dejaran de incomodarme. Lo hicieron de todas formas, ya que la novia hizo acto de presencia.

Era una mujer alta, sonriente y muy bella, con una larga y rizada cabellera oscura, que iba adornada con florecillas. La ceremonia dio inicio. El juez dijo toooodo lo que tenía que decir y luego pasó a lo importante: la firma del documento que los ataría hasta que ellos quisieran (hay que decirlo). El padrastro de Kaoru no se detuvo a pensar las cosas y, sonriente, firmó el documento. En este instante volví la vista a Kaoru y él, a su vez, me miró también. Apretó mi mano de una forma muy discreta.

-Los declaro marido y mujer.

Las cosas quedaron dichas, los nuevos esposos se besaron en medio de una lluvia de aplausos en la que no participé. Algo en el ambiente comenzaba a molestarme más y más.

Terminada la ceremonia, muchos decidieron tomarse fotografías con la nueva pareja. Dejaron la foto familiar al final; mientras que Rei, los demás y yo tomamos asiento ante una mesa, Kaoru, su padrastro y su madrastra se tomaron infinidad de fotografías. Kaoru no lucía ni remotamente felíz.

-¿Qué le ocurre a ese chico?- preguntó una mujer de la mesa de al lado.

-Debe ser la emoción- dijo otra -Kaoru adora a su padrastro.

-Claro, si fue el único que veló por él cuando su madre lo abandonó- dijo una más.

-Sí, la muy desgraciada. Eiri es un hombre excepcional.

¿De verdad? Yo no podía creerlo. Todo el mundo veía a Eiri como a un santo, él había regado su propia versión de los hechos, haciéndose quedar como el bueno de la historia. Ciertamente había cuidado de Kaoru, pero… En definitiva estaba muy molesto, ver al tal Eiri posar para la cámara, abrazando “paternalmente” a Kaoru  era algo nauseabundo.

Terminada la sesión fotográfica, la bella esposa fue a convivir con los invitados. Eiri se llevó a Kaoru al interior de la casa, donde quizá hablaron… o no se.

El chiste es que, el Kaoru que salió de la casa, no fue el mismo con el que llegué…

-Doy por inaugurada esta fiesta- nos dijo, azotando una botella de vino en la mesa.

Para sus amigos fue lo mejor que pudo haber dicho, se unieron de inmediato a su sed alcohólica. Para mí era un martirio verlo beber directamente de la botella para luego compartirla con sus amigos. Eiri, por su parte, se paseaba campante con su esposa del brazo, regalandole sonrisas a todo el mundo.

-Quiero que brindes conmigo- me dijo un rato más tarde, poniéndome una botella nueva enfrente.

-No- respondí cortante.

-¿Por qué no? Debemos brindar por la eterna felicidad de mi amado padre.

-Kaoru, ¿qué te pasa?

Fue como si le hubiese dicho la peor grosería del mundo: se alejó de mí para ir a brindar con sus amigos. El más feliz de todos era Kaede. Una hora más tarde, ambos estaban diciendo más estupideces de lo normal.

-No existe mejor forma de pasar el tiempo contigo que no sea chupando- dijo Kaede.

Todos rieron escandalosamente, incluso yo reí un poco. Entonces Kaoru se acercó de forma extraña a Rei, miró su entrepierna y dijo, arrastrando las palabras:

-Hablando de chupar…

-Hablando de chupar- dijo una voz nueva -, ¿no me invitas, primito?

Todos volvimos la vista para encontrarnos con el dueño de aquella grave voz. Se trataba de un tipo alto, más o menos como Kaoru. Tenía el cabello negro, corto de la parte de atrás y un tanto largo de enfrente. Sus ojos verdes resaltaban entre la blancura de su fino rostro. Era un tipo “notable”, digamos.

-¿Qué quieres?- preguntó Kaoru, malhumorado.

-Viniendo de ti, cualquier cosa- dijo el sujeto en tono lascivo.

Tomó bruscamente una silla y se sentó de mala gana, con las piernas abiertas. Nos miró detenidamente a cada uno, hasta detenerse un instante en mí. Me sonrió.

-Como este idiota no quiere presentarme, lo haré yo mismo. Mi nombre es Haruka, sobrino de la madrastra de Kaoru. ¡Hola!

-¡¡Hola!!- dijeron todos a unísono, muy contentos con el recién llegado.

-¿Me pueden regalar un cigarrillo?

Chocaron las manos de todos los que se apuraron por ofrecerle un cigarrillo, y luego las que le ofrecieron un encendedor. Kaoru se recargó en el respaldo de su silla cruzando los brazos en señal de impaciencia. Clavó una dura mirada en Haruka.

-¿Por qué me ves así?- rió el chico nuevo; como Kaoru no le respondió, añadió: -¿Y si vamos a un lugar más privado?

Los chicos se levantaron rápidamente de sus lugares, listos para seguirlo a donde fuera. Yo continué sentado, mirando la cara de odio que ostentaba Kaoru (era obvio que detestaba no ser el centro de atención). De pronto, el rostro de Haruka se acercó peligrosamente al mío.

-¿Vienes?- inquirió suavemente.

Miré a Kaoru, quien para mi tremenda sorpresa, se levantó botella en mano y caminó al lado de Kaede, renovado por completo, feliz y sonriente. Volví la vista a Haruka y, acercándome aún más a él, le dije:

-Vamos.

Las cosas comenzaban a salirse de control, lo peor era que yo no entendía por qué. Kaoru había cambiado de un momento a otro e incluso parecía que sólo había cambiado conmigo. Actuaba como si me odiara… ¿O como si le fuera indiferente? No se qué era peor. Sin embargo, allí estaba yo, siguiendoles el juego a toda esa bola de idiotas.

Por voto unánime se decidió ir a los pisos superiores de la casa de Kaoru, para ocupar una de las espaciosas salas. Una vez provistos de botellas, cerraron las puertas y se dedicaron a tomar y a decir estupideces.

Desde mi sillón observaba a Kaoru, bebiendo sin control alguno, riendo como si nada pasara, como si yo no estuviera allí. Comencé a sentirme muy mal.

-Creo que me largo- dije.

-No- dijo Haruka tajantemente.

Exhaló una bocanada del humo de su cigarro y luego dio un largo trago a su botella de alcohol. Me invitó a hacer lo mismo, pero rechacé su oferta.

-Estoy aburrido. Me largo.

-¿Quieres diversión?

Se me encimó sin que yo pudiera prevenirlo, y antes de siquiera pensarlo, hundió su lengua en mi boca de una forma muy lasciva. Al fondo sólo pude oir los gritos de euforia de los demás.

-Conmigo jamás te aburrirás- me dijo al liberar mi boca.

Miré instintivamente a Kaoru, quien, con una botella en la mano, me devolvía la mirada: hostil, aterradora. Como para probar que él también podía impresionarme, jaló a Rei de la solapa del saco y le dio un beso salvaje, de esos que yo conocía tan bien. Me dio muchísimo coraje y me provocó una oleada de celos tremenda, por lo que le arrebaté la botella a Haruka y empecé a beber con desesperación.

Haruka aplaudió mi decisión, festejó abiertamente, pero no lo dejé terminar porque le planté un beso para que se callara. Estaba totalmente molesto, embrutecido por lo que pasaba y por el alcohol. En menos de cinco minutos, Haruka y yo batallabamos boca con boca, lengua con lengua, mientras que nuestras manos estrujaban el cuerpo del contrario en una búsqueda desesperada por el placer. Tomamos un descanso para beber más y más, luego continuamos el juego en el mullido sillón, donde, después de un rato derribé al idiota aquel para desabrocharle la camisa y lamerle el pecho. Soltó un gemido delicioso que contagió a los demás. La excitación se extendía cual virus por la sala, y en unos minutos más, los otros se nos unieron.

Allí, frente a mí, yacía Kaoru con Rei y Kaede, uno a cada lado suyo. El primero le besaba el cuello, el otro intentaba descubrirle un poco más de piel. Kaoru apenas se movía, tenía sus ojos fijos en mí, igual que yo los tenía en él, pero sin dejar de besuquear a Haruka.

-¿Vas a hacérmelo o qué?- preguntó Haruka, entre gemidos.

Deposité un beso insípido en su boca, mientras que mi mano se deslizaba sobre su miembro ya endurecido. Obtuve por toda respuesta una mueca que denotaba su placer. Volví a buscar los ojos de Kaoru: seguía mirándome, estremeciéndose de vez en cuando debido a las caricias de ese par de idiotas. Cuando volví a concentrarme en Haruka, me dio por morderle el cuello, lo más fuerte que pude, hasta dejarle una marca amoratada. Gimió, sonrió, y yo… Lo abandoné.

-¿A DÓNDE VAS?- gritó.

-A mi casa. Dile a uno de “estos” que te entretenga.

Salí tambaleandome de la habitación, pero aún muy consciente de lo que hacía. Al pasar ante Kaoru le dediqué una mirada de exclusivo odio, que fue muy correspondida. Noté de inmediato que estaba bastante encolerizado; sus ojos chispeaban, y feliz por ello, le sonreí triunfante.

Sin embargo, al salir de la sala y cerrar la puerta, se me ocurrió una idea estúpida que tuve que llevar a cabo en cuanto vi al padrastro de Kaoru acercarse: me escondí en una habitación contigua. ¿Por qué? No tengo idea, simplemente entré en pánico al ver a ese tipo acercarse. Él llegó ante la sala donde estaba Kaoru; tocó la puerta y, supongo, los demás pudieron “aparentar” que “nada” ocurría. Cuando volvió a salir llevaba a Kaoru consigo, para hablar con él frente a la habitación donde yo me encontraba.

-Es hora de que nos vayamos. Ayudame a despedir a los invitados.

-Imbécil, estoy ebrio- gritó, arrastrando las palabras -Claro que, si quieres, me puedo despedir así.

-Kaoru, por Dios- dijo su padrastro con una aparente indignación -No nos pongas en ridículo frente…

-Sí, sí, sí, ya se que lo importante es esta gentuza, sólo importa lo que ellos sientan…

-Pequeño idiota- rió de pronto -¿Es que nunca me olvidarás?

Tomó su barbilla con los dedos de la mano derecha y lo miró profundamente. Por un momento creí que le daría un beso, y tal vez esa era su intención, pero Kaoru, de un fuerte manotazo, apartó la mano de su padrastro y dio dos pasos hacia atrás.

-Si vas a largarte, que sea ya- vociferó.

-¿No quieres despedirte?- dijo con voz suave.

-Sí- sacó el dedo de enmedio y añadió: -¡Adiós!

Eiri le dio un estruendoso revés, lo empujó contra la pared y le dio un beso forzado y horrendo que me dejó helado. Al soltar a Kaoru, se rió como si hubiese hecho la mejor travesura del siglo y se marchó, silbando una feliz canción. Kaoru se quedó allí, recargado contra la pared, hasta que noté que empezó a sollozar. Tuve unas inmensas ganas de salir a abrazarlo, pero me contuve. Me limité a mirarlo por entre la rendija de la puerta. Estuvo así por unos cinco minutos, hasta que salieron sus amigos y se asustaron de verlo en ese estado.

-Primito, ¿estas bien?- preguntó Haruka e hizo el ademán de tocarlo.

-¡No me toques!- gritó -¡Nadie me toque, lárguense!

Me alejé lentamente de la puerta para ir a asomarme a la ventana. Había mucho revuelo: Eiri y su esposa se marchaban a su luna de miel, mientras los invitados los vitoreaban por todo lo alto. La fiesta había llegado a su fin, dándome la idea de que irme a mi casa sería poco más que difícil si no salía ya.

Después de un rato también vi salir a Rei y compañía más uno: el metiche de Haruka iba muy contento platicando con Kaede. Sólo entonces caí en la cuenta de todo lo que hice con él, nada más por celos. Casi me di asco y, horrorizado, decidí alejarme de la ventana. Al hacerlo, al volver la vista hacia la puerta, vi a Kaoru parado en el umbral de esta, mirandome de una forma muy extraña,, con los ojos húmedos por el llanto.

-¿Qué haces aquí?- me preguntó seriamente -Creí que te habías ido.

 

 




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