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Undisclosed Desires por Svanire

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Notas del capitulo:

Perdonen la tardanza, esto de haber vuelto a la escuela quita mucho tiempo ¬¬ jajaja.....En fin, les dejo este nuevo capítulo, disfrutenlo! Espero sus comentarios al respecto. Saludos ^^

Había llegado el momento de aceptar que me estaba enamorando de Kaoru. No dejaba de pensar en él desde la primera vez que lo ví, y tras el incidente en su casa, pensar en él iba acompañado de una extraña sensación que estremecía mi cuerpo. Cerraba los ojos, lo único que podía ver era a Kaoru sobre la cama, con lágrimas brotando de sus ojos y mis labios sobre los suyos.

-¡Maldita sea! ¿Por qué?

¿Realmente yo debí conocerlo? ¿No había ningún problema con lo que yo sentía por él? Nunca había ni imaginado esa situación, me bastaba con pensar en niñas y nada más. Lo curioso era que había tenido dos novias, las quise mucho, pero ellas nunca me hicieron sentir tantas cosas en tan corto tiempo, tal como pasaba con Kaoru. Cuando él me miraba me sentía completamente abandonado, desprotegido, sus azules pupilas eran otro mundo para mí. Su toque era destructivo, avasallador… Ni qué decir de sus besos. Me daba vergûenza admitir lo bien que besaba.

Sin embargo, más allá de todo lo que sentía por Kaoru, en mi mente persistía un pensamiento que no se cansaba de repetirme que el peor error de un humano era confiar, dejarse seducir por alguien. Venía a distorsionarlo todo pero no quería deshacerme de esa advertencia. Tal vez yo estaba viendo una simple ilusión y terminaría decepcionado, como siempre.

Pero mientras tanto, debía soportar mi vida tal y como era, ya saben…

-Sunano, ¿encontraste la información que e pedí?

-Obviamente no. Salió con su “novia”.

-¡Cállate! Sunao, ¿me estas oyendo?

-Está pensando en su “novia”.

-¡Toshi, lárgate!

-No hasta que me muestre una foto de su novia.

-Deja de molestar o…

-¡CALLENSE LOS DOS!

Toshi y Mirna me miraron atónitos, e incluso varios sujetos del salón volvieron la vista hacia mí. Tardé varios segundos en darme cuenta de que había gritado.

-Últimamente estás bastante sensible- dijo Toshi con enojo -Ya búscate una novia de verdad.

Quienes oyeron su estúpido comentario se rieron de buena gana, para luego mirarme recelosamente mientras decían chismes de mí, obviamente contados por Toshi. En definitiva, mi amiguito cayó de mi gracia.

-Perdón por molestarte- me dijo Mirna muy apesadumbrada.

-¡N-No, perdóname tú!- me apresuré a decir.

-Tan sólo recuerda que te queda poco menos de un mes, ¿si?

-Lo acabaré, lo juro.

Pasé un día de lo más asqueroso, señalado por todo el salón gracias a Toshi. Se había encargado de poner a todo el grupo en mi contra (aunque eso no era muy difícil, si consideramos mi grado de popularidad). Y pensar que todo había ocurrido sólo porque mis pensamientos fueron interrumpidos…

-Hola, ¿puedo sentarme?- me preguntó Mirna en la cafetería.

-¿Y tus amigas?

-Se fueron.

-¿Te dejaron?

-No, yo las dejé.

-¿Para perder tu receso con el tonto del salón?

-Me gustas, Sunao, y verte así me duele.

Yo había estado recargado en la mesa, con la cabeza sobre mis brazos, mas al oir esas palabras me incorporé de golpe y el maldito rubor hizo su aparición estelar. Mirna esbozó una linda sonrisa.

-No pensaba decírtelo hoy- señaló, sin pizca de nervios -pero en fin, ya lo oíste. Ahora, ¿puedes contarme qué te tiene tan angustiado?

-Pues…

-No confías en mí- sentenció.

-¡No es eso!- exclamé -Es sólo que hay cosas que nadie debería saber.

-¿Crees eso?

-Confío en ti, Mirna, pero no tengo ni el valor ni los ánimos para contarte.

-Yo respeto tu silencio.

-¿En serio te gusto?

Sonó el timbre de la escuela, indicándonos que el receso había terminado. Mirna y yo nos levantamos de la mesa, mirándonos con inquietud; ella me hizo una leve caricia en la mejilla izquierda, tras la cual dijo con voz velada por la tristeza:

-Creí que ya lo habías notado.

Nos marchamos al salón, ella muy sonriente, yo muy apesadumbrado por sus palabras. Ella debía ocultar dolor tras su sonrisa y aunque yo quería desaparecerlo, no podía.

 

*

En la salida reconocí el viejo auto plateado de mi madre. Había ido por mí sin siquiera avisarme. ¿Ocurría algo?

-¿Y el trabajo?- le pregunté al subir al auto.

-Pedí permiso para salir temprano- respondió muy contenta, mientras giraba la llave y el motor vibraba -Hablé con mi hermana Satsu y me dijo que el cumpleaños del abuelo se celebraría en nuestra casa. ¿No te alegra oír eso?

¡Oh, no! ¡OH, NO! Reunión familiar, ese era el significado de todo el asunto. Hacía tanto tiempo que no veía a la familia de mi madre que me había olvidado de lo aburrido e irritante que era estar con ellos. De pronto tenía que volver a verlos, ¿por qué?

-Vayamos de compras- dijo mi madre -Tengo que preparar una comida mejor que la de Satsu.

Mi tía Satsu siempre había sido muy presumida, mas cómo no, si tenía bastante dinero como para darse el lujo de derrochar. Lo odioso de la situación era que mi madre quería competir en todo, dándole demasiada importancia a los más insignificantes detalles. Teníamos dinero, pero no tanto como para competir con Satsu; era algo que mi madre no podía entender todavía.

Siguiendo sus impulsos de compra, me llevó al super y atascó el carrito con porquerías sin sentido. Incluso compró cortinas, un nuevo mantel y otro juego de cubiertos, haciendo caso omiso de mis réplicas.

A partir de entonces no me dejó descansar ni un instante. Me puso a limpiar la casa, junto con mi padre; al menos ambos podíamos quejarnos tranquilamente. Mi madre, por su parte, se puso a “remodelar” la casa, sin quedar muy conforme con los cambios que realizaba. Estaba colmando mi paciencia; tan sólo me preguntaba por qué Kaoru no me había buscado. Sólo entonces prefería ponerme a limpiar para olvidarlo todo.

-¡Mañana despertarán muy temprano!- amenazó mi madre en cuanto nos dejó ir a dormir.

Pude acostarme, pero por más que lo intenté no pude conciliar el sueño. Tal vez el horror de ver a mis tíos y a mis primos me lo impedía. O tal vez las palabras de Mirna resonaban en mi cabeza, haciendome sentir muy desgraciado. No lucía triste pero yo sabía que, de algún modo, debía estarlo. ¿Por qué no me había dado cuenta de sus sentimientos hacia mí? ¿Sería que…

-Kaoru…-susurré.

El estómago me dio una sacudida al mencionar ese nombre, e incluso me sentí avergonzado. ¿Qué diría Mirna si supiera que no podía corresponderle por culpa de mis sentimientos hacia un chico? Seguramente no volvería ni a mirarme, se sentiría horrorizada. Si incluso yo me sentía mal al respecto, ¿qué se podía esperar de ella?

Y atormentandome dieron las siete de la mañana. Mi padre fue a “despertarme”, orillándome a dejar mis pensamientos para otra ocasión. El horrible día estaba comenzando.

Ayudé a mi madre lo más que pude, ya que mis manos son algo torpes con los menesteres de la cocina. Cuando me dejó libre me dí un baño, tras el cual…

-¡Uso traje toda la semana!- protesté.

-Lo compré especialmente para ti- dijo mi madre -así que lo usarás. Al abuelo le agradará.

“El abuelo…” El abuelo me ignoraba por completo, para él yo no existía como su nieto, era un simple chiquillo desconocido. Mi madre lo sabía, pero no le importaba porque no sabía darme mi lugar ante su familia. A veces sentía que hasta para ella era invisible cuando se encontraba su familia presente.

-¿Listos todos?- gritó mi madre en la tarde, esperándonos en el recibidor.

Mi padre y yo bajamos al instante con una calma que más bien se traducía en flojera y apatía. Esbozamos una ligera sonrisa para mamá, sólo para complacerla, y esperamos junto con ella la llegada de los invitados. Eran puntuales, su retraso fue de diez minutos en relación con la hora acordada por mi madre.

La puerta se abrió para dar paso a mi imponente abuelo enfundado en un traje marrón, con mi abuela del brazo, seguidos de la tía Satsu, su esposo y sus dos hijos, Shoji y Fujisaki. Pretendían ser muy de la “alta sociedad” con sus finos modales.

-Hola, Sunao- saludó Fujisaki, el mayor -Hace bastante tiempo que no te veía.

-Sí- admitió Shoji -, has crecido, cosa que yo creía imposible.

Eran dos tipos altos, aunque no por mucho, lo que hacía ridículo su comentario. Por si fuera poco, en seguida llegó la tía Shizu con su hija Rika y su hijo menor, Sasuke. Si Fujisaki y Shoji eran altaneros, los siguientes eran mucho peores, pues ni siquiera me saludaron. Mejor para mí.

-¡Sunao, qué guapo estás!- exclamó Shizu, muy burlona.

-Ay, madre, no bromees así con él- rió Rika.

Todos rieron y mi abuelo los hizo callar con uno de sus pesados comentarios. El de esa ocasión fue:

-Ah, eres tú.

Se pasó de largo, dejándome sorprendido por su falta de creatividad. Cuando todos pasaron a la sala para platicar, mi padre se detuvo ante mí y me dijo:

-Ignóralo, hijo. Piensa que soportamos esto por tu madre, nada más.

-¿Es justo?- pregunté, enojado.

Tuve que reunirme con los demás en la sala, sintiendo como si mis entrañas fueran a explotar. No pasaría mucho tiempo sin que alguien hiciera un comentario estúpido de mí.

-¿Qué tal la escuela, Sunao?-preguntó la tía Satsu, bebiendo de su copa.

-Bien- dudé.

-¿Ya tienes muchas novias?- preguntó la tía Shizu.

-¡Sí, cuéntanos cuántas tienes!- pidió Sasuke.

Todos se unieron a él, incluída mi madre, quien además les contó de un par de llamadas en la madrugada que fueron contestadas por mí. ¡Yo ni sabía que ella estaba enterada!

-¿Quién era, Sunao?- inquirió Shoji.

Por supuesto, no les respondí nada en absoluto, tan sólo los miré con rencor uno por uno. Mi paciencia estaba al borde y mi abuelo vino a empeorarlo todo:

-Mientras no sea un “novio” en lugar de una “novia”, todo está bien.

Los demás rieron de buena gana, dejándome humillado sin la posibilidad de hacer algo por mí. Curioso pero cierto, el teléfono sonó en ese instante y Fujisaki contestó:

-¡Sí, quién!- gritó -¿Sunao? ¿Quieres hablar con él? Pues… - su rostro adquirió una mueca de horror y me pasó el teléfono, diciendo: -Te habla un idiota.

-¿Tu novio, Sunao?- preguntó mi abuelo, riendo.

-Sí, abuelo, mi novio- dije muy malhumorado; miré a todos y vociferé -¡Largo de aquí!

Mi madre los llevó al comedor y uno a uno se fue, dejándome una mirada de odio asesino. Mi abuelo no dejó de murmurar con mi abuela.

-Hola- dije finalmente.

-¿Quién contestó?- preguntó Kaoru, enojado.

-Mi primo.

-Voy a patearle el culo.

-¿Por qué?- reí.

-¡Me gritó, el muy hijo de puta!... ¡Sin importar que esa puta sea tu tía!

-No tengo ningún problema al respecto.

-¿Reunión familiar?- preguntó, un poco más calmado.

-Sí- respondí con pesar.

-Puedo raptarte un rato, si quieres.

-Te espero.

-Okay!

Colgué. Mi madre fue por mí para llevarme al comedor, donde tuve que sentarme entre Shoji y Rika. La comida estaba por iniciar cuando mi abuelo me dijo con voz muy enérgica:

-Fujisaki dice que ese amigo tuyo lo insultó.

-Ah, qué mal- dije secamente.

-¿Qué clase de persona es?- inquirió, sin dejar de mirarme.

-Una persona común y corriente.

-¡No seas insolente conmigo!

-Si a ti te gritaran por el auricular tampoco te gustaría.

-Pero no insultaría…

-¡Ah, por favor! Insultas a quien se te da la gana.

-¡Sunao, basta!- gritó mi madre -Respeta a tu abuelo, por Dios.

-Si tú no vas a darme mi lugar ante él y vas a permitir que me falte al respeto, no puedes exigirme que lo respete.

Un silencio sepulcral fue lo que siguió a mis palabras. Todos me miraban reprobatoriamente, salvo mi padre, quien permanecía mirando su plato.

-Ahora veo por qué nunca te traté como a un nieto- dijo finalmente mi abuelo -Eres de lo peor.

-No necesito a un abuelo como tú- me levanté y añadí -Ni a una madre que no sea capaz de defenderme.

Dejé la mesa, mi padre intentó detenerme, pero arrojé su brazo y salí azotando la puerta. Sentado en la banqueta, bajo los últimos rayos del sol, me dispuse a esperar la llegada de Kaoru. Un par de lágrimas se me escaparon, las limpié bruscamente.

-Hey- llamó alguien tras de mí -, vuelve a la mesa, idiota. Tu madre está llorando.

-¿Y?

-Tú tienes la culpa.

-Uy, qué raro…

-¡Vuelve, maldita sea!

Era Fujisaki; me dio un fuerte revés que me hizo ladear el rostro. Seguía con la mano en el aire cuando una camioneta se detuvo ante nosotros. Kaoru bajó gallardamente de ella, cerró la puerta con toda calma, caminó hasta Fujisaki y le dio un puñetazo. Mi primo cayó al suelo, sangrando, y una vez que estuvo tirado, Kaoru se acercó a decirle:

-No vuelvas a tocar a Sunao.

Le dio una fuerte patada en las costillas y añadió:

-Hijo de puta.

Viró su mirada hacia mí para sonreírme; yo miraba la escena totalmente estupefacto. Kaoru abrió la puerta de la camioneta, indicándome que subiera. Cuando estuve perfectamente instalado en mi asiento, él le dio otra patada a Fujisaki y fue a ocupar su asiento ante el volante.

-¿Por qué te golpeo?- me preguntó, ya en la carretera.

-Es toda una historia.

-Cuéntame.

Le narré lo ocurrido en la asquerosa reunión familiar, con lujo de detalles, y aunque pensé que lo estaba aburriendo, la verdad era que sí me estaba poniendo atención. Cuando terminé de hablar, me dijo:

-Tu abuelo es una mierda. Tu madre parece confundida.

-¿Por qué?

-Está atrapada entre su familia y su único hijo. Es difícil ser mediador… Aunque obviamente prefiere a su familia que a su hijo. Tu madre es una traidora.

Me quedé pensando en lo que acababa de decir, especialmente por lo amargo de su tono al decir la última frase. De pronto, me asaltó un pensamiento que me causó mucha gracia, haciéndome olvidar el asunto.

-Fue excelente- reí.

-¿Qué?- me miró; el semáforo estaba en rojo.

-Golpeaste a Fujisaki.

-Lo vi golpeandote.

-No fue tan grave- me sonrojé.

Sonrió para mí con total complacencia, me vi envuelto en aquel gesto como si de un sopor se tratara. Me trajo a la realidad cuando dijo:

-¿Oí mal o les dijiste que hablaba tu “novio”?

-Mi abuelo tuvo la culpa- me apresuré a decir.

-Ja!

-¡No me digas que te agradó!

-Claro que no- rio- Se oye muy gay…

Solté una fuerte carcajada, algo totalmente espontáneo. Kaoru me acompañó con una sonrisa que por momentos quería hacerse risa.

Fuimos a su casa, la enorme mansión rodeada de árboles. Una vez más no había nadie, salvo la servidumbre, con la que no tuvimos mucho contacto. Al parecer a Kaoru no le gustaba que hicieran todo por él porque aunque le ofrecieron ayuda en la cocina, él la rechazó.

-No he comido- dijo -, supongo que tú tampoco. ¿Qué quieres comer?

¿Tú cocinas?- reí.

-Claro que sí- respondió, indignado -No me tomes por un niño mimado más.

-Bien, quiero pizza.

-Excelente elección.

El muy idiota descolgó el auricular de un teléfono, marcó un número y pidió una pizza de tamaño familiar. En cuanto colgó y me miró con esa sonrisa socarrona tan peculiar…

-¡Wow, que gran cocinero!- dije sarcástico.

-Tú quisiste pizza- rió -Si hubieras pedido... sopa instantánea, por ejemplo,  yo la hubiera hecho jajaja.

Subimos a su habitación, donde volví a fijarme en aquel lienzo cubierto con una manta. Él notó mi especial interés por la dichosa pintura y me dijo:

-Aún no la termino. No he tenido tiempo.

-¿Tienes alguna otra pintura que sí pueda ver?

-Para serte sincero, es mi primer trabajo en lienzo. Sólo tengo bocetos, ¿quieres verlos?

Asentí y me llevó un cuaderno que sacó del armario. Todas la hojas estaban ocupadas por misteriosos y tristes dibujos: ángeles con las alas destrozadas, tristes paisajes nocturnos… Hubo uno que llamó mi atención de manera muy especial: era una especie de demonio, quizá más parecido a un humano, con alas demoniacas, sosteniendo a otra criatura alada, otro ángel con las alas destruídas y sangrantes.

Tras contemplar atentamente el dibujo, volví la vista a Kaoru para preguntarle algo, pero noté que miraba el dibujo con mucha aprensión. De pronto dijo:

-¿Recuerdas que una vez me llamaste “hijo de puta”?

-S-Sí, pero…

-Tranquilo, sólo quiero aclararte que tenías razón. Soy el hijo de una puta.

-¿Qué?

-Una puta barata que me dejó a los cinco años.

-¿Por qué te dejó?

Me miró fijamente, dejándome ver su profunda tristeza. Puso una de sus manos en mi mejilla y me dijo:

-Hay cosas que no debes saber.

-¿Por qué?- me exalté -¿No confías en mí?

-No tengo idea de cuánto va a durar esto, pero por el tiempo que sea, prefiero que tengas sólo una imagen de mí.

-Una imagen falsa, según veo.

-Si así te gusto, sí.

Se levantó y salió de la habitación, dejándome a la merced de pensamientos poco agradables. Definitivamente Kaoru me ocultaba algo grave, lo sabía por sus palabras y por ese siniestro dibujo; sentía que el cuaderno no era otra cosa que un diario de su vida. Sin embargo, al cambiar la hoja, descubrí un dibujo muy distinto a los otros: seguía siendo un ángel, pero tenía las alas extendidas y hermosas, no rotas ni sangrantes; su rostro estaba cubierto por su cabello y una misteriosa luz le bañaba.

-Llegó tu pizza- dijo Kaoru en cuanto volvió a la habitación.

Notó que observaba fijamente el dibujo, por lo que se acercó a mí y me dijo con una sonrisa melancólica:

-Es el dibujo más reciente.

-Y el más diferente- añadí.

-Tras ese, sólo queda una hoja. Un último dibujo y se acabó.

Fueron unas extrañas palabras que quedaron resonando en mi cabeza. Cerré el cuaderno y lo coloqué en el escritorio, un poco trastornado. Kaoru estaba más raro de lo normal.

-Si no comes, te quedarás sin nada- me dijo, tomando una rebanada de pizza.

Estaba sentado en el suelo, con la pizza frente a él. Cuando me senté, noté dos latas de cerveza.

-¿No tomas otra cosa que no sea cerveza?- pregunté con pesar.

-¡Bebe, maldita sea!- me dijo, con la boca llena.

Al probar el primer bocado de pizza, sentí una enorme hambre y me vi obligado a recordar el incidente en mi casa, razón por la que no había comido nada. Tras tres pedazos de pizza comencé a preguntarme qué haría al volver.

-Esto es extraño para mí- dijo Kaoru, sacándome de mis pensamientos.

-¿Qué es extraño?- pregunté.

-Comer en el suelo con alguien como tú. Si como, lo hago en la mesa, normalmente solo.

-Eso es fascinante- reí burlonamente.

-Sí lo es, aunque te burles- dijo -Si Kaede hubiese sido más… Humano, digamos.

-¿A qué te refieres?

-Ya te dije que nuestros encuentros no eran precisamente para platicar.

-Ah, claro- reí nervioso.

-Si quieres puedo “explicarte” con detalles lo que hacíamos.

Dio un mordisco a la pizza, el queso se estiró y Kaoru lo atrajo lentamente a su boca. Al final se humedeció los labios con la lengua, en un gesto bastante insinuante. Se que mis mejillas se pusieron rosadas y que el bocado que tenía me lo tragué sin haberlo masticado bien. Kaoru se echó a reir.

-Eres demasiado blanco para esta oscura alma. Me pregunto por qué sigues aquí.

-Ya me lo he preguntado otras veces- dije.

-¿Cuál ha sido la respuesta?

-No pienso decírtela.

-¿Por qué?

-Debo estar muy seguro.

-¿Y aún no lo estás?- hubo un dejo de tristeza en su voz.

Lo miré a los ojos, aquellos ojos azules que parecían muy melancólicos y hermosos en aquel instante. Pude responderle francamente, pero mi miedo aún era muy grande.

-Creo que tendrá que pasar algún tiempo- dije.

-Espero que no sea mucho o nunca podré saberlo.

Se levantó y me invitó a hacer lo mismo. Quería ver el televisor en la sala, por lo que salimos de la habitación y comenzamos a bajar las escaleras. Íbamos a la mitad cuando la puerta principal se abrió, dando paso a un hombre alto que vestía traje y cargaba un portafolios.

-¿Qué haces aquí?- espetó Kaoru, deteniendose de súbito.

-Aquí vivo, según parece- rió el tipo; se fijó en mí y añadió -Ah, tienes visitas.

Caminó resueltamente hacia mí, luciendo una amplia sonrisa en sus delgados labios. Cuando estuvo a menos de un metro de mí pude notar que para nada se parecía a Kaoru; sus ojos eran castaños, como su cabello, y su piel tenía un tono algo bronceado.

-Hola- me dijo -Soy Eiri, padre de Kaoru.

-Hola- dije, estrechándole la mano -Soy Sunao.

-Sunao, lindo nombre. ¿Qué iban a hacer?

-Ya nos íbamos- atajó Kaoru, esquivando a su padre.

Me tomó del brazo y me condujo hasta la puerta. Apenas había girado la perilla cuando la enérgica voz de aquel tipo nos detuvo en seco.

-¿A dónde vas, Kaoru?- vociferó y comenzó a acercarse a nosotros.

-Voy a dejarlo a su casa- respondió, sin mirarlo.

-Bien- sonrió su padre; me puso una mano en la mejilla izquierda y añadió: -Ve a dejar a Sunao. Ya hablaremos después.

Kaoru me jaló bruscamente para salir al patio y buscar la camioneta. No dejó de correr hasta que estuvimos sentados en el auto y entonces arrancó desesperadamente, como si estuviese aterrado. Las ruedas chirriaron, el portón se abrió y bajó la velocidad hasta que se adentró en la carretera.

-¿Qué te pasó?- pregunté con temor.

-Él no debía llegar hoy- dijo,, como hablando consigo mismo -¿Por qué llegó hoy?

-Kaoru…

-Tranquilo, no pasa nada.

Obviamente sí pasaba algo, pero él estaba renuente a contarmelo. Me sentía preocupado por él, aquella expresión de horror en su rostro al ver a su padre no estaba bien.

-Lamento que todo haya terminado tan abruptamente- se disculpó.

-No importa. Tan sólo dime por qué.

-¡Entiende que no!- vociferó.

Dejé que continuara atormentándose con sus oscuros secretos que se negaba a revelarme. Volví la vista a la ventana, para despejarme un poco con imágenes de la ciudad. Vi el cielo, donde las estrellas comenzaban a brillar y una luna pálida le sonreía al mundo. Volví a recordar el infierno que me esperaba en mi casa, haciendo que la luminosidad del cielo se desvaneciera. Me esperaba lo peor.

Cuando comencé a vislumbrar las calles cercanas a mi casa, el estómago se me revolvió y los nervios empezaron a apoderarse de mí. Al doblar la esquina, una cuadra antes de mi casa, Kaoru se detuvo y apagó el motor. Se veía tan inquieto como yo.

-¿Por qué paramos aquí?- pregunté.

Me miró con tristeza por instantes que se alargaron bastante. Una de sus manos se deslizó suavemente por mi mejilla izquierda, mientras me decía:

-Eiri es mi padrastro.

-¿En serio?

-Sí. Y no consiento que ni él ni nadie te toque.

Se acercó a mi para darme un beso en aquella mejilla que fuera acariciada por él. Fue un beso tan tierno y suave que me dejó un poco turbado.

-Mientras siga vivo- me dijo -, eres mío y no toleraré que alguien se acerque a ti.






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