Taemin observaba la obscura manta que le cubría. Su mundo era muy distinto al nuestro y, junto a ello su penar era desconocido a nuestros ojos, hasta ahora ciegos de su dolor y soledad.
Estaba sentado contra la fría pared con su rostro escondido entre sus piernas y sus brazos abrazando estas mismas, cómo para sentirse menos solo o al menos sentirse cálido con sus propios brazos. Levanto su mirada mirando la poca luz que se colaba por ese hueco en los fríos ladrillos de color grisáceos.
Sus ojos de un color amarillo potente se iluminaron y él, no pudo hacer nada, ya aquello no estaba bajo su poder y lo sabía, por ello... él se vio obligado a escapar de la sociedad y quedar solo en esa eterna obscuridad. Su cuerpo se encontraba congelado y sus labios lastimados. Sus manos intentaban darse calor mutuo pero, ya ni eso le servía para sentirse humano. El calor que una vez sintió ahora era nulo en su cuerpo y lastimosamente solo había frialdad en su completa anatomía.
Él tenía posibilidad de escapar pero... no lo hizo, desde hace algunos años su alma había sido vendida a ese ser de mirada penetrante y desafiante, no podía dejarlo ahora, no, no podía, ese ser de aura obscura era su razón de vivir y hasta el momento no veía razón por la cual abandonarlo.
— Taemin... ¿Qué haces aquí? — Pregunto el de ojos color sangre. Su mirada determinaba molestia y furia hacía el muchacho de cabello blanco. Se acercó lentamente al chico y grito: — ¡Vete! —Señalo la puerta de madera a su izquierda —No me sirves, te eh dicho que te vayas... Maldición.
— Kibum — Incluso sus labios dolían al solo musitar esa palabra — No me hagas esto, tú sabes que... desde que vendí mi alma no tengo voluntad propia, no quiero lastimar a la gente, no otra vez — Sentenció y su discurso se quebró al sentir sus lágrimas fluir por toda su mejilla pálida.
— ¡Hazlo! — Ordeno furioso — Lastima como te lastimaron... no tengas piedad, tan solo son humanos y no son más que escoria y nosotros podemos acabar con ellos. Acabemos con tu sufrimiento —Sus ojos eran llama viva, no podía dejar que ese muchachito de ojos rubios se hundiera en lo más profundo de su ser, por qué él sabía que... si lo dejaba ahora luego no se salvaría e incluso se marchitaría en el infierno.
— Yo... no puedo —Levanto su mirada hacía los ojos del pelinegro que regalaban temor, miedo, eso daba.
— ¿Qué? ¿No puedes? ¡Eres un idiota! puedes pero no quieres hacerlo aún estás encadenado a ese humano ¿no es así? — Desvió su mirada de la de Taemin, le lastimaba inconscientemente— ¿Acaso yo no existo? ¿Por qué no me ves así? Yo, yo solo te necesito a ti...
— Lo siento... — intento calmarse y no gritarle su amor a aquel chico, no quería lastimar ni ser lastimado, no, no otra vez — Kibum, entiéndeme por favor... sabes que no puedo volver a arder en furia.
— Si, sólo hazle pagar y que recuerde tu nombre — se acercó al cuerpo que, aún se encontraba en el suelo frío y húmedo.
— Pero…
— ¡Basta! — Grito el pelinegro haciendo sobre saltar al menor quien le miro sorprendido. — No estoy preguntándote si deseas ¡Es una orden! Acaba con él, destrúyelo como él lo hizo con tu amor y cuando el no viva solo veme a mí, yo nunca te dañaría.
— Kib… — su pronunciar se vio detenido al sentir esos labios húmedos sobre los suyos. Lo sabía, el pelinegro quería provocarlo. Sus frías manos se volvieron cálidas y sus labios volvieron a estar humectados. Sus ojos se volvieron negros, tan fuerte que su pupila no se notaba. Sus colmillos sobresalieron de sus gruesos labios y luego de separarse de Kibum una sonrisa ruin nació en su boca.
— Ahora, haz que recuerde que te despreció y que tu nombre se quede grabado en sus últimas memorias — Kibum acaricio los blancos cabellos de Taemin y sus ojos brillaron en un tono rojo sangre más fuerte que su color original.
Taemin desapareció de aquel viejo, antiguo y olvidado castillo como el mismísimo polvo. Su camisa negra combinaba con sus pantalones del mismo color. Sus alas negras de cuero sobre salían dolorosamente de su espalda y sus ojos solo buscaban venganza para poder sanar ese dolor que permanecía en su sombrío corazón.
Miro la luna y sus ojos brillaron por última vez para volverse pálidos al igual que esa noche, a su parecer, interminable. Sus grandes alas le llevaron a esa casa, en la que une vez había sido bienvenido con grandes y cálidas sonrisas, ahora aquello le daba asco y se daba cuenta de la hipocresía humana. Cuando llego al frío suelo sus alas desaparecieron como por arte de magia, camino lentamente a la casa. Golpeo la puerta, sonrió de costado y sintió ese perfume que tanto le encantaba. La puerta se abrió y con ella una mirada de miedo y nerviosa. La puerta se quiso cerrar pero él no lo permitió.
— Minho… ¿no me dejarás pasar? — Su fuerza era tan brusca que al intentar abrir la puerta hizo que la mano de Minho sangrará, oh… realmente ese líquido rojo le llamaba. Sus ojos eran rojo pasión y sus colmillos le dijeron “Hola” al alto muchacho que le miraba aterrado.
Un grito ensordecedor en una noche tranquila y serena.
Había vuelto lo más rápido al castillo de su Amo, estaba cómo nuevo. Volvió a aquella habitación, se limpió el resto de sangre que había en sus manos y sonrió.
— ¿Feliz? — Pronunció, sus ojos volvieron a su tono original, Amarillo dorado.
— Muy feliz, ahora solo estoy yo para ti ¿no es así? — Se acercó al más alto sonriendo feliz
— Nadie más que tú — Lo abrazó por la cintura fuertemente. El mayor lamio lo que quedaba de sangre en los labios del menor.
— Entonces… seamos uno para firmar nuestro pacto — Empujo al menor hacía el frio y húmedo suelo sentándose a horcajadas sobre Taemin uniendo sus labios en un beso demandante y húmedo. Sus lenguas se tocaban y eso les encantaba. Los trapos que conocemos cómo ropa sobraron en ese acto así que en unos pocos momentos estaban como vinieron al mundo, completamente desnudos. Las marcas en sus cuerpos delataban que eran seres sobre naturales.
Taemin en lo ancho de su espalda tenía un círculo negro con un diamante en el centro mientras que kibum tenía una flecha roja que se extendía de su muslo derecho hasta su pantorrilla y debajo estaba escrito 616.
El vampiro paseo sus filosos dientes cuidadosamente por el cuello del mayor lamiendo esa blanca extensión. Sus manos recorrían tranquilamente desde la espalda hasta es muslo del mayor, empezó a masajear las blancas nalgas de Kibum, mordió el cuello de este haciendo que soltara un gemido de dolor.
El menor tomo su prominente erección introduciéndose sin preparación alguna en su amo demonio. Esas estrechas paredes le apretaban deliciosamente todo su pene y le calentaba de sobre manera ir introduciéndose sin cuidado alguno en su mayor.
~…
—Ahg... T...ae —Aquella voz resonaba en toda la obscura habitación. Ambos sudaban, sus cuerpos producían sonidos en cada embestida.
— Ki...Kibum A...Ngh mghh —El peliblanco seguía penetrando al de cabello negro haciendo que esté se estremeciera al sentir aquellos choques eléctricos que viajaban por toda su espina dorsal. Entraba y salía de aquel estrecho hueco mientras con su lengua entraba a una dulce y húmeda cavidad bucal del demonio, entrelazando sus lenguas haciendo que ese momento sea único y apasionante dando pequeñas, pero duras y estratégicas, estocadas.
—Ta...Tae ahh!! Más más fuerte~— Sin pensarlo dos veces Taemin accedía a lo que Key pedía.
—Ta...Tae.... te qui...Quiero Key —El mayor sintió cómo la esencia de Taemin se escurría por su entrada.
— Ahg… yo También, Tae…
Recuerda...
Con este pacto nunca podrás escapar de mi. Estás atado eternamente a mi alma, somo unos eternamente.
Nos quemaremos en lo más profundo de la soledad. Nos vengaremos de quienes nos hicieron daño y luego sufriremos las crudas concecuensias.
Eternamente uno, tu alma y cuerpo me petenecen, no intentes escapar de mí porque, sinceramente, no lo lograrás.
Tu amo eterno, Key.
Para mi fiel ciervo esclavo, Taemin.
Que las llamas del mismísimo infierno nos hagan arrepentir de elegir la venganza en lugar del perdón.