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Lo que provocas. por Mare013

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Notas del capitulo:

¡Hola de nuevo!

Espero que les guste el capítulo.

Por cierto, muchas gracias a todas las personas que me han dejado su review, me gusta mucho leerlos, aunque sean cortitos me alegran y me motivan a seguir escribiendo. Gracias. Y gracias a los que han leído hasta aquí.

 

 

Me he estado sintiendo un poco culpable por hacerle esas cosas a Marco. Es decir, entiendo que con lo sucedido ya sé que le gustó y no solo eran alucinaciones mías, además de que al parecer a mí también... me llama la atención, pero apenas y nos conocemos, apenas si nos empezamos a hablar a principios de la semana. Es un poco pronto para esas cosas... y no es como si estuviera diciendo que quiero algo más lento pero... "Agh maldición, por qué no puedo dejar de pensar en ello" Rasque mi cabeza fuertemente.

-¡Rayos! No me estés echando tus pulgas- dijo Alberto, uno de mis amigos con los que casi siempre estoy.

-Entonces aléjate de mí- me acerque a él y sacudí mi cabeza.

-¡Basta! Pareces perro- río dándome un zape apenas tocando mi cabeza.

-¡Guau!- trate de imitar el ladrido de un perro.

-¿Qué clase de adolescentes son ustedes?- preguntó uno de los coordinadores que pasaba a lado de nosotros.

Reímos instantáneamente ante su pregunta.

-En serio que ya no sé cuántos años tienen la mayoría de los que estudian aquí- cerró los ojos sobándose el puente de la nariz -Vuelvan a clase, el timbre está a punto de tocar-

-Sí, sí- dijimos al unísono despidiéndonos de él para dirigirnos al salón.

Al entrar vi un par de mejores amigos hablar muy de cerca, trate de ignorar la situación yendo a donde se encontraban personas conocidas con las cuales hablar mientras empezaba la clase.

Me senté y me uní a la plática pero no podía dejar de voltear a donde estaban esos amigos. "Espera, ¿por qué carajos lo abrazas?... Ignóralos, ignóralos" volví mi vista a mis compañeros.

-¡Ya sé que hacer! Oh gracias, eres el mejor – gritó uno de ellos a su amigo, abrazándolo de nuevo y saliendo del salón. Mientras, su amigo se quedaba viendo por donde se fue con una tonta sonrisa "¿Pero qué te pasa?" Parpadeo varias veces y al mirar alrededor encontró mi mirada en él. "¿Qué rayos piensas que haces?" Contuve la mirada pero sus ojos me estaba distrayendo y eso no era bueno. Aparte la vista. "Carajo no" me maldije mentalmente.

 

Cuando comenzó la clase de matemáticas en donde nos separaban por secciones, “no sé si sería buena o mala suerte”, me tocaba en el mismo salón que Marco. Y para mayor gracia, en esta clase y para el resto del bimestre nos tocaría en parejas los cuales el profesor decidió, y ¡oh por cierto!, me tocó con el susodicho.

Se acercó jalando la banca vecina juntándola con la mía para quedar pegados, mire sus ojos solo para encontrarme que se veían muy brillantes y hermosos “No puedo seguir así”. Sacamos el libro después de las indicaciones y empezamos a trabajar.

-Bien, entonces la primera pregunta “¿Qué son las matemáticas?”-

-No sé, pon lo que quieras- “no lo mires a los ojos”

-Bien- escribió en su libro –“¿Para qué nos sirven las matemáticas?”-

-Contesta tú- “no lo mires a los ojos”

-Está bien- volvió a anotar algo en su libro- “¿Crees que son importantes las matemáticas?”-

“¿Qué clase de preguntas son estas?” Ni siquiera le respondí.

-Suficiente, no podemos trabajar- se levantó dirigiéndose con el profesor pero antes de que llegara lo detuve.

-Perdón, si te voy a ayudar- y aunque no quisiera mire sus ojos.

-Bien- dijo antes de sentarse de nuevo en la banca–“¿Cuándo fue la primera vez que se usaron las matemáticas?”-

-¿Esto es enserio? ¿Qué clase de preguntas son estas?- pregunté al profesor incrédulo.

-Señor Alex, estas preguntas son para saber que tanto saben sobre las matemáticas- contestó el profesor –lúzcase, después vienen ejercicios-

 

La clase fue prácticamente igual con ese tipo de preguntas pero después me fui con Alberto para sacarme de la cabeza las ideas indecentes que tenía. Pero no duro mucho mi distracción pues escuche esas voces conocidas y una de ellas un tanto molesta, voltee a ver por donde provenían y vi a su amigo tomándole de las mejillas. Los ojos de Marco se encontraron con los míos pero no hacía nadas al respecto. Molesto regresé mi mirada a mi amigo.

 

Ya en el descanso, fui junto con Alberto y Rodrigo a la cafetería pero me empecé a sentir de nuevo muy mareado y sentía mucho frío aunque podría justificarse porque en verdad hacía frio; disimuladamente toque mi frente y me sentí más caliente de lo normal. “Oh genial”

-¿Vas a comprar tu jugo?- preguntó Alberto tomándome por el hombro y al verme la cara se sorprendió –oye, ¿te encuentras bien?-

-Am… solo estoy un poco mareado, ahorita se me pasa, no te preocupes- dije lo más tranquilo que pude para no preocuparlo.

-Mejor ve a la enfermería, solo por si acaso- sonó preocupado.

-Está bien- acepte, al fin, no sabía si era algo grave o no.

-Te acompaño-

-No, gracias, mejor quédate aquí y come algo, ¿no desayunaste nada, cierto?- y justo después de decirlo, su estómago emitió un sonido apenas audible –no te preocupes.

-Después te alcanzo- dijo antes de meterse en la bola de gente que había para pedir su comida. Dentro estaba Rodrigo hablando con una muchacha.

Caminé lentamente hasta la enfermería y no encontré a absolutamente nadie, di unos pasos por el cuarto y antes de que cayera por una ola de mareo me senté en una silla negra cerca de la puerta.

Minutos después alguien abrió la puerta, pensé que era la enfermera o Alberto pero la cabeza de Marco se asomó en su lugar.

-¿Y la enfermera?- preguntó viendo en todas direcciones.

-No está, dijo que en un momento regresaba- mentí.

Tenía una cara diferente a la de la mañana, parecía como si le doliera algo “por eso está aquí” me di un zape internamente “no me siguió ni nada por el estilo, claro que no” recorrí su cuerpo con la mirada y me detuve en su mano la cual sangraba -¿Qué te paso?- me levante y le agarré la mano para observarla mejor, tenía unos cuantos vidrios enterrados.

-Nada, solo me encaje vidrios, no es nada grave- lo dijo como si nada -Solo me lavo la mano y la desinfecto-

-Primero tienes que quitarte los vidrios- y antes de que quitara su mano le dije que yo lo haría. Acerqué su mano al lavamanos y quite los pequeños fragmentos de vidrio que quedaban, después fui por un trapo, lo mojé para limpiarle la sangre, después de eso tenía que ponerle un poco de alcohol y vendarlo. Fui por todas las cosas, ya sabían dónde estaban, de las tantas veces que he venido aquí no pude evitar mirar de donde sacaba las cosas cuando trabajaba la enfermera.

-¿Tú qué haces aquí?- preguntó de repente.

-Me siento mal, creo que tengo fiebre- y sin siquiera imaginármelo, Marco alzó su mano tocándome la frente, según él, estaba muy caliente y me preguntó el por qué no iba a casa, no le veo la necesidad para irme, no es como si me sintiera realmente mal.

Mientras hablábamos termine de vendar su mano y me fui a sentar de nuevo a la silla.

-Oye- habló de nuevo en frente de la puerta -¿Por qué actúas así? ¿Acaso te caigo mal?-

“¿De qué habla? Claro que no“ Recordé cuando después de que salí de la enfermería aquel día, le dije que no me hablará porque sabía que era un mal momento, me sentía avergonzado por lo que le hice.

No supe bien lo que pasó pero mencionó algo de dejarme de mirarme y por alguna razón sentí un golpe en el corazón. Cerré la puerta para que no pudiera salir y con esfuerzo le confesé que quería que me siguiera viendo, que no se alejara. Siguió diciendo cosas como que lo odia pero era claro que ese sentimiento estaba muy apartado de lo que realmente sentía.

-Me evitas-

-Es mejor así- era la pura verdad. Mis sentimientos estaban confusos y pensaba cosas indecentes cuando estaba con él, no era bueno estar cerca de él.

Se molestó pues seguía sin entender, entonces le tuve que confesar la verdad del por qué le evitaba, el por qué era mejor estar lejos de él, tenía que hacerlo sino no me controlaría, como aquel día que no hubiera parado, hubiera seguido tocándolo, como cada vez que lo veía y me daban ganas de tocarlo. No me parecía normal, me parecía un poco extraño todo lo que estaba sucediendo, los pensamientos que descubrí estos últimos días me dan miedo, no sé cómo llevarlos con calma. No quería que sucediera algo que no debía de pasar todavía. No quería dejarme llevar por lo que yo quería y quiero hacer. Siento que sería un impulso de egoísmo o tal vez capricho, no sabía lo que pasaba, ni por qué sentía esto.

-No entiendo- me sacó de mis pensamientos -No puedo, no entiendo la manera en la que piensas, ni siquiera se si no es broma lo que haces, no sé si solo te diviertes conmigo, no lo sé pero no puedo estar así, me duele, aunque suene tonto, así es, no puedo- sus ojos se empezaban a ver llorosos y mostró una pequeña sonrisa triste.

Mi corazón de nuevo dolió y no soporte verlo de esa manera. Lo abrace tratando de que mis sentimientos, aun confusos, fueran trasmitidos.  

Se sentía tan cómodo, tan cálido y en un abrir y cerrar de ojos un mar de cansancio y sueño me invadió. Me deje llevar por la calidez del sueño y me entregue al descanso que me ofrecia.

 

 

Soñé que la persona que quería me salvaba del fuego que me consumía, el calor llegaba a todas partes de mi cuerpo y el agotamiento me estaba ganando. Pensé que me quedaría tirado en el suelo sin salvación alguna pero una luz llegó y alumbró un pequeño camino por el cual salí sin un solo rasguño. La luz me levantó y me guío para salir del aterrador lugar donde me encontraba; me confortaba llenándome de una sensación fría apagando el calor que me consumía.

 

 

El olor amargo del café llegó hasta mis fosas nasales despertándome de un sueño un tanto agotador, mi cuerpo se sentía pesado y cansado.

-No te levantes- escuche la voz de la enfermera.

Le obedecí y en cambio solo abrí los ojos. Lo primero que vi fue el techo blanco de aquella habitación, no me extrañaba ¿cuántas veces había despertado y lo primero que veía era ese techo? Pestañee varias veces para que mis ojos se acostumbraran a la luz. Me estiré en la camilla y algo húmedo se resbaló por mi cara, lleve una de mis manos para tocar esa cosa mojada que caía y al darme cuenta de que era una toalla la volví a colocar en mi frente. ¿Qué es lo que había pasado?

-Te desmayaste- dijo la enfermera como leyendo mis pensamientos.

-Otra vez…- dije en voz baja.

-Otra vez… te dije que te cuidarás y que no hicieras esfuerzo excesivos- me regaño pero su voz sonaba preocupada y el tono dulce que siempre acompañaba sus palabras me tranquilizo.

-No hice esfuerzos excesivos- objete habiendo un puchero.

-Te creo, te creo- río.

-¿Cuánto tiempo llevo aquí?- no recordaba mucho de lo que pasó antes, solo recordaba que estaba con Marco y platicaba con él pero parecía triste y después de eso negro, todo se volvía negro.

-Unas horas… llamé a tu padre para que viniera a recogerte, ya no debe de tardar en llegar- tomó un sorbo de la taza de café –por cierto, un muchachito estaba muy preocupado por ti, parece buena gente-

Sonreí, sabía que hablaba de Marco –Lo es- me sentí feliz.

 

 

-Estoy entrando- la voz de mi padre se escuchó afuera de la enfermería y momentos después hizo presencia en la habitación -¿Cómo estas Alex?- se acercó y se sentó en la orilla de la camilla vecina.

-Bien, solo estoy un poco cansado- sonreí.

-¿Listo para irnos?-

-Sí-

 

 

Cuando llegué a mi casa no había nadie más que mi padre y yo; al parecer mis hermanos todavía estaban en la escuela y mi madre estaba afuera. La casa se veía más vacía de lo normal, posiblemente era por la ausencia de mis hermanos.

-Bueno, te voy a dejar un rato, voy por tus hermanos en la tarde y ya me quedo aquí para que tú puedas descansar como se debe- agarró las llaves de su auto y salió de la casa.

Caminé perezosamente por la sala llegando a las escaleras y subí hasta dar a mi cuarto, me eche en ella como piedra y me dormí instantáneamente. Aunque ya no me sintiera tan mal, el cansancio no desaparecía.

 

-Alex, Alex, Alex- pequeñas voces repetían mi nombre insistentemente y unos pequeños golpes en mis hombros me despertaron.

-¿Qué pasa?- sonreí al ver a mis hermanos alrededor de mi cama.

-¿Estas bien?- dijeron al unísono.

-Por supuesto, solo tengo que descansar- lleve mi mano a la cabeza de cada uno para revolverles el cabello.

-Acuéstate bien hermano- me dijo Susy jalándome de la camisa.

-Ya voy- me levante de la cama y jale las sabanas, haciendo un espacio para que me adentrara en ellas.

-También ponte la pijama- me recordó Diego colocando la pijama entre mis manos.

-Sí, sí- me senté en la cama –¿pero entonces debo de cambiarme enfrente de ustedes?-

Los tres abrieron sus ojos sorprendidos y con un leve sonrojo en las mejillas.

-¡No!- la voz de Susy se escuchó más que la de sus hermanos –Ya nos vamos, buenas noches- y uno por uno se fueron despidieron de mí dándome un beso en el cachete susurrándome buenas noches. Oscar fue el último y además del “buenas noches” me dijo que me cuidará.

Los tres salieron de la habitación dejándome a oscuras.

Me quite la ropa que traía y la coloque en la parte inferior de la cama. Me puse la playera y el pants que me servían de pijama y me volvía a acostar en la cama. Ya acostado vi el techo oscuro de mi habitación, ya se había hecho de noche y lo único que quería seguir haciendo era dormir.

 

 

Notas finales:

 

Sé qué estuvo cortito el capítulo pero algo es algo, además estoy trabajando en otra cosa la cual espero subir pronto por aquí ~•_•~

Por cierto, no podía escribir con total comodidad este y el otro capítulo pues rondaban cerca del computador y no podía seguir escribiendo xD

Mis disculpas por las posibles faltas de ortografía y por sí algunas cosas no son coherentes. Cualquier duda/sugerencia/critica son bienvenidos.

Hasta luego.

 


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