Cap. 12.- Capricho.
El estar casada tanto tiempo con una persona hace que se te queden algunos hábitos, como por ejemplo tapar el pote de pasta dental, conducir sin ninguna precaución o escuchar música clásica... Esa estupenda música que hace vibrar algo en tu interior con sus violines y piano, guitarras y flautas, desatando pasiones desde el momento en que la escuchas. El artista favorito de Edward sin duda es Beethoven, pero el mío sin dudas es Paganini... La pasión de su violín hace que mueva los pies solo de la emoción y sentada en el sillón de tapicería de terciopelo rojo en este hotel, donde el último de mis amantes de turno yace recostado sin vida en la costosa cama con la sangre completamente drenada, exceptuando por una copa que sostengo en la mano con aquel liquido aún caliente, mientras la habitación se inunda con el sonido de las obras del violinista del diablo, uno de los Caprichos para ser más precisos.
Cierro los ojos extasiada, Capricho número cinco, mi favorito.
Se me hace irónico que mi compositor predilecto sea el violinista del diablo y que yo sea considerada una criatura infernal, sacada de las más terribles pesadillas, servidora del ángel caído.
Han pasado tres días desde que he abandonado todo y por culpa de Alice que no sabe cerrar su mente a conversaciones que no le incumben y también por Jacob a quien creía mi mejor amigo. Sé que él no tiene la culpa de nada, solamente de pasarse de inocente y tonto ¿Acaso creyó que Edward alguna vez lo amaría? ¿Acaso jamás supuso que era una jugarreta para una venganza? Sin dudas ese lobo es estúpido y por haberme traicionado, ahora mismo podría estar muerto.
Mi sonrisa se ensancha dejando al descubierto mis dientes llenos de sangre y me levanto para dirigirme a la habitación contigua donde puedo ver a mi padre retorcerse en extrañas convulsiones debido al veneno. Charlie está sufriendo y no puedo detener el dolor, pero es importante que lo soporte ya que él es lo último que me queda y no pienso dejarlo ir como al resto de mi familia. Yo también tengo caprichos y uno de ellos es llevar a Charlie de cacería como Edward me llevó a mí apenas desperté a esta nueva vida.
Charlie deja de moverse y por un momento pienso que no lo ha resistido, y que ha muerto. Me doy la vuelta dispuesta a marcharme.
-Be... Lla
Una voz cantarina llena de dolor me llama, vuelvo la cabeza con desesperación y lo veo sentado, mirándome fijamente con esos ojos rojos inyectados en sangre.
-Papá- corro a abrazarlo, nunca fue mi intención convertirlo en un demonio. Él ya tenía una vida junto a Sue y yo le quite esa nueva oportunidad, pero no me arrepiento de nada, ahora podré tener a alguien por siempre a mi lado... Mientras dure la eternidad.
-Me quema la garganta...
Susurra y mi sonrisa no hace más que ensancharse. Si Jacob por casualidades de la vida no se encuentra muerto, yo siempre puedo matarlo de otras maneras.
-No te preocupes papi, vamos a alimentarnos.
Sé que lo que estoy pensando es macabro pero aun así me llena de satisfacción. Tapo la nariz a Charlie con una bufanda, para que el olor de los demás no sea tan perceptible… pero no puedo pedir mucho de un neófito que se detiene impresionado por las nuevas sensaciones que este mundo le ofrece.
Subimos presurosos al coche que hace un mes mi exmarido me ha regalado, para dirigirnos a Forks, específicamente a la reserva de La Push, donde viven esos lobos. Ya quiero enseñarle a papá que es todo lo que su cuerpo puede hacer, Charlie será un excelente vampiro y yo sé que me ayudara en todo lo que yo quiera.
La velocidad no es problema y mucho menos para un ex oficial de policía como lo es mi acompañante, que más que preocupado por la velocidad que para un humano puede suponer peligro, mira por la ventana las texturas de cada una de las hojas que adornan las copas de los árboles que tapan el interminable cielo gris de nuestra ciudad pero que nosotros podemos observar adecuadamente, como si estuviéramos examinando una pintura… detallándola.
El poco ruido que hace el motor es apagado por las intensas olas que llegan desde la playa que se encuentra a varios kilómetros, obteniendo una risa por parte de Charlie al descubrir su nueva audición y yo solamente le devuelvo una sonrisa cariñosa, como nunca antes se la he dado. El camino se vuelve sinuoso hasta dentro de la reserva, específicamente a la casa de los Black… donde nuestra presa espera paciente por una invitación que mi padre le ha hecho hace una semana. El día de pesca entre Billy Black y Charlie Swan siempre ha sido una tradición que nadie debe interrumpir, es el día que estos grandes amigos se pierden en el bosque. Y yo haré que se reúnan… por última vez.
La cara de terror de Billy al mirar mis ojos rojos me llenó de una sensación sublime, como si me alimentara de su miedo, y con el poco movimiento que esa estúpida silla de ruedas que le permitiría escapar, ser su única salvación, logre alcanzarlo sin hacer mucho esfuerzo como si fuera más que un simple juego entre bebés.
El abrecartas que yace sobre la mesa del pequeño comedor fue depositado con violenta maestría en las piernas inmóviles del padre de mi mejor amigo, que no emitió sonido alguno de dolor, pero en su rostro se podía ver el enfado por supuesto, la sorpresa por no ver mis siempre ojos dorados y el desagrado por ver correr su sangre espesamente roja, pero sobre todo, el miedo de lo que se avecinaba y no necesitaba preguntar, él ya sabía la respuesta, que no saldría vivo de aquí.
-Papá, ¿puedes venir un segundo?
Llamé a Charlie con un tono de voz bajo, que solo Billy debió escuchar, pero mi padre se asomó dentro de la pequeña y destartalada cabaña roja que representa el hogar de los hombres Black. El rostro del jefe Quileute fue un verdadero poema al ver la nueva belleza de mi padre y por primera vez en toda la mañana pudo balbucear algo, que me llenó de gracia después, ya que si me reía en ese momento todo el encanto se perdería como un cuchillo cortando el ambiente que se había formado.
-“Sara camina por la ciudad, debe estar atenta o caerá” – comencé a cantar esa canción que me enseñaron alguna vez en la clase de arte, cuando yo era niña y que venía tan nítidamente a mi memoria, una forma de burlarme de Billy, de toda su familia… de Sara.
El olor de la sangre era excelso, después de todo, un miembro de una manada de lobos también huele bien. El olor en el aire era como la cinta roja con la que adornas los regalos, algo en lo que Charlie estaba de acuerdo conmigo, cuando se abalanzo sin ninguna delicadeza o piedad al cuerpo de su mejor amigo, haciendo que Billy Black hablara por primera vez en toda la mañana… y por última vez en su vida. Sus últimas palabras fueron:
-¡Charlie!... ¡No!
Antes de que su amigo atacara su cuello para absorber cada gota de líquido vital de aquel cuerpo avejentado por la tragedia y los años. Con las ruedas de la silla, completamente volcada, que le ayudaba a moverse aun girando.