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¿Soy una mala persona por haberme enamorado de ti? por koru-chan

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¿Soy una mala persona por haberme enamorado de ti?


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C a p í t u l o


Dos


01.02


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Seis meses se desvanecieron como la misma arena entre los dedos; efímera, esquiva y sobre todo, rápido y sin tregua.


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31.01


 El frío calaba los huesos. Era un día despejado en el cual se podía apreciar la belleza del cielo intensamente azulado acompañado de unos débiles rayos solares de un amarillo claro; el invierno estaba en su auge. Sonreí contemplando como pequeñas y esponjosas nubes cubrían poco a poco el cielo acompañado de un fuerte viento gélido.


—Espero que no llueva para la boda—me senté con las piernas cruzadas al borde del tejado de aquel extraño lugar, el cual estaba en pleno apogeo para los preparativos de aquel evento anhelado por todos. La voz de aquella muchacha captó mi atención. Percibí como fruncía el ceño como si tratase de desafiar a la naturaleza, la cual podía atentar arruinando su anhelada fiesta.


—Vimos el pronóstico. No habrá lluvia. Pero si ocurriera, tenemos el vestíbulo preparado para cualquier tipo de imprevisto. Relájate, cariño; exterior o interior, ¿qué importa? La ceremonia será bellísima donde sea porque ustedes dos se aman. Eso es lo realmente importante—la animó su progenitora. Ésta la abrazó y le dio pequeños mimos a sus brazos.


—Espero que así sea—hizo una mueca con sus labios dudosa. Su madre le sonrió al mismo tiempo que envolvía a su hija mayor en un cariñoso abrazo llevándola consigo en un camino lleno de besos empalagosos. Las observé hasta que sus siluetas se perdieron a través de unos enormes paneles de cristal e ingresaban a un gran salón decorado a juego con el bonito jardín que dejaban atrás.


—Lloverá—emití volviendo a levantar la vista mientras  que de mis labios se asomaba una sonrisa melancólica—. Será mi regalo de despedida—esbocé en un susurro como si una delicada briza se tratase percibiendo como mis largas y castañas hebras se mecían con el viento frío. Suspiré. Si pudiera sentir, estaría desconsolado porque sabía que no podría hacer nada para evitarlo—. Mi tarea en la tierra llegará a su fin—tararé como si se tratase de alguna melodía triste.


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Su única tarea era acomodar los pequeños arreglos florales al centro de las mesas mientras que los demás ayudantes, contratados para la ocasión, terminaban de acomodar las mesas con sus respectivas sillas. Estas eran redondas con capacidad para seis personas y estaban adornadas delicadamente con un mantel crema. Las flores, elegidas en tono blanco, iban al centro y la cubertería, loza, copas y servilletas con detalles dorados, iban colocadas, milimétricamente, frente a cada asiento del mismo tono metálico.


Aunque intentaba enfocarse en su tarea, Takanori estaba muy distraído; más de lo normal me limitaría a comentar. Su mirada estaba entristecida y lo único que hacía era buscar con la vista al rubio que hace bastante tiempo no le dirigía palabra alguna. Suspiró al encontrarlo abrazado a su novia, la cual en escasas horas se convertiría en su flamante esposa. Se mordió su labio inferior e intentó apaciguar sus sentimientos inspirando dolorosamente.


Una chica, amiga de la familia, le sonrió tomando desde su regazo aquel ramo que iba ubicado de forma central en las mesas y el cual, no había colocado en su lugar porque estaba completamente absorto mirando los pétalos y pensando una avalancha de situaciones habidas y por haber.


—Yo continuaré, Takanori. Gracias por tu ayuda—le dijo la jovial mujer; quien, a pesar de sus buenas intenciones, terminó  haciendo hundir un poco más a mi niño. En su menté rondó la palabra: Inútil. Este contempló su espalda mientras ella ordenaba las flores y examinaba que el sobrio adorno natural estuviese en correcto estado.


—Está bien—susurró sin inmutar a la mujer. El chico retrocedió su silla sin ninguna clase de precaución y, por consecuencia impactó contra algo o alguien…


Sintió su nuca erizarse cuando oyó un quejido después de haberlo golpeado—. ¡Lo siento!—se disculpó nervioso. Se giró con rapidez para enfocar su vista con aquel conocido hombre y corroborar que no le hubiese hecho daño. Se acercó viendo como éste se sobaba una de sus piernas un tanto adolorido por el impacto provocado por un descuido de mí pequeño.


—Estoy bien. No pasó nada—su voz sonó cortante. Ni siquiera lo miró. El chico lo observó frunciendo su mandíbula, ¿qué le había hecho? Pensó aquello que no se atrevía a preguntar, por milésima vez, porque el muro que había creado el hombre de sus sueños, aquellos crudos y largos meses, era cada vez más impenetrable.


Takanori lo miró dolido por su actuar. Separó sus labios para decir algo, tal vez disculparse sin saber el porqué. El mayor se dio cuenta de este gesto frunciendo el ceño como queriendo intimidarlo para que éste no se le ocurriera pronunciar consonante alguna y  el de los cabellos blanquecinos bajó su cabeza como un niño pequeño al cual lo habían regañado por sentir, querer, idolatrar y amar en secreto…


Y su cabeza unió cabos sueltos. ¿Sería eso? Se preguntó viendo como se alejaba molesto. ¿Se habría dado cuenta? Miró con pánico la silueta del hombre que le daba la espalda a varios centímetros lejos de él.


—¿No era obvio mi pequeño?—musité con pesadumbre.


Su estado ensimismado no había querido que pensase en esa opción. Cubrió su boca con una de sus manos abriendo enormemente sus ojos acuosos. Tomó los aros metalizados y brillantes situados al costado de su silla deslizando esta para huir de aquel lugar. Tenía un sólo objetivo en mente para acabar con aquella agonía. Ya no quería molestar a nadie más, ni ser una carga producto de sus sentimientos no correspondidos.


—Te extrañaré…—musitó en un susurro quebrado alejándose mientras deslizaba su silla lejos de aquel salón. Ahora se daba cuenta de todo. Sí él sabía la verdad, era obvio que asco era lo que sentía hacia su persona, no había otra opción. Esa era la real razón del cambio en su trato. Akira lo odiaba, era tan repulsivo que ya ni mirarlo podía. Era un hecho, afirmó. Era una mala persona por amar descuidadamente a alguien que ya había fijado sus ojos en otra persona. Con sus puños cerrados golpeó sus piernas inertes mientras bramaba y sus mejillas eran bañadas en gotas salinas.


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9:45 PM


Takanori suspiró mirando su reflejo en el espejo majestuoso de aquel elegante baño individual y amplio, el cual estaba situado bastante alejado del bullicio de los invitados.


Surcos de agua empapaban  sus ojos, pestañas y mejillas mientras una momentánea sonrisa se asomaba en sus labios enrojecidos por morderlos para evitar sollozos. Limpió su rostro con la manga de su traje negro sin tener éxito al querer remover aquellas gruesas gotas saladas que se desplazaban por su cara sin tregua.


Abrió su saco cogiendo de uno de los bolsillos interior un  pequeño envase tubular de medicamento prescrito colmado de diminutas pastillas blancas. Lo observó con dudas para luego envolver el plástico en un puño tembloroso. Estaba martirizado por su mente, la cual le recordaba aquel gentil rostro, aquellas palabras simples que le ilusionaban cada día y por las que continuaba con sus sentimientos tan vitales de que, algún día, sus deseos y sueños fuesen correspondidos. Pero ahora no lo volvería a ver jamás…


—Sólo hubiera deseado despedirme, pero ni siquiera puedes mantenerte cerca de mí, ¿no?—cumpliría aquello. Esa sería mi última tarea. Vi como abrió  aquel recipiente llevándoselo a sus labios trémulos. Llevó su cabeza hacia a tras tomando todo el contenido de este. Treinta fueron las pastillas que ingirió.


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11:54 PM


La elegancia de la boda se había transformado en una divertida fiesta para los invitados quienes disfrutaban de un buen trago y de la música estridente.


—Disculpen que los moleste chicos, pero llevo buscando a Takanori hace más de dos horas, mas no lo logro encontrar—Akira mantuvo su vista perdida en los grandes cristales viendo como poco a poco la lluvia se hacía presente azotándolos; empapándolos con las fuertes gotas que bañaban todo a su paso aquella noche—. Me tiene preocupada…—continuó la mujer angustiada dirigiendo la vista hacia donde la tenía perdida el recién casado.


—¿Qué ocurre, Akira?—miró al hombre mostrando preocupación en su rostro de escasas muestras de vejez. Aquella mujer era idéntica a mí niño; su lechosa piel era su sello personal.


—Nada, sólo… No recuerdo sí estuvo o no en la ceremonia—la mujer lo miró con pánico mostrando este al cubrir sus labios con una de sus manos.


—Pensé que se había alejado para evitar la reunión. A Takanori no le gusta mucho participar y menos llamar la atención. Pensé que…—fue interrumpida.


—Lo iré a buscar. Tranquila. Seguro estará donde no haya aglomeración; le gusta la quietud y seguro se sintió abrumado con tanta gente—sonrió, pero su semblante mostraba intranquilidad. Vio como la mujer asentía mientras emprendía marcha buscándolo con la mirada entre la multitud. En el camino recibió animosos saludos por los invitados que lo veían transitar. Éste les sonreía intentando mostrarse feliz, pero no podía negar su inquietud por la desaparición del hermano menor de su, ahora, esposa.


Pasó gran parte de la velada preocupado ya que, igual como la madre del pequeño, no lo había visto en toda la tarde. De inmediato se le pasó por la mente la entristecida  mirada del menor cuando lo observó un par de veces hace unas horas atrás.


Mordió su labio inferior despeinando su cabello de forma  frustrada; habían pasado quince minutos y aún no daba con el paradero del chico. No conocía el lugar y sobre todo, este era colosal. El nerviosismo ya le estaba carcomiendo y sólo esperaba que estuviera bien. Mas él era consiente que aquel estado alerta, no era en vano.


Decidió recorrer por un pasillo angosto abriendo puertas aleatoriamente hasta que se encontró con una que estaba cerrada, frunció el ceño golpeteando esta al ver que había una tenue luz encendida dentro—. ¡¿Hay alguien ahí?!—gritó mientras tocaba con más insistencia cada vez. Guardó silencio a la espera agobiante de una respuesta y en su lugar escuchó una fuerte caída junto al sonido de unas ruedas girar en su eje al no estar posadas en el suelo—. ¡Takanori!—vociferó golpeteando la puerta—. ¡Mierda!—esbozó golpeando la madera con su costado para romperla e introducirse al lugar el cual parecía un pequeño baño. Sólo imploraba que sus sospechas fueran falsas y que sólo se hubiera quedado encerrado.


 Cuando derribó aquella puerta sus ojos se posaron con desesperación sobre  aquel cuerpo inerte apoyado sobre una fría pared que el menudo chico había llegado a gatas luego de haberse caído de su silla de ruedas que estaba tumbada  con las ruedas girando sin control—. Takanori…—esbozó agitado acercándose al cuerpo. Tocó su frente y lo miró con pánico—. Estás frío, qué… ¡¿QUÉ MIERDA HICISTE?!—increpó meneándolo de los hombros para que reaccionara al mismo tiempo que marcaba, con torpeza, una serie de tres dígitos sobre el teclado táctil de su teléfono. La espera del tono, para que alguien le cogiera la llamada, se le hizo eterno, pero finalmente una operadora tomó la llamada. El mortal le imploró para que, de forma urgente, enviara una ambulancia mientras con sus manos temblorosas tanteaba el débil pulso de aquel menudo cuerpo moribundo frente a él.


Sus ojos no pudieron evitar derramar lágrimas silentes al ver a aquella menuda persona la cual llevaba meses evitando por la simple razón de haber descubierto aquellos sentimientos que torpemente ocultaba. No podía evitar recriminarse por no haber hablado con él y, en cambio, empeoró las cosas callando aquello tan importante para mí pequeño de sentimientos puros y frágiles—. Takanori, por favor, mantente consiente. La ambulancia ya viene—habló entre cortado sintiendo un intenso nudo en la garganta.


—Siento… todo esto—esbozó en un susurro inaudible abriendo débilmente sus ojos adormilados por la sustancia que había consumido horas atrás—, pero me alegra que seas tú la última persona que vea… antes de que todo acabe—de uno de sus ojos de un color claro y brillante cayó una lágrima mientras cerraba estos debido a lo difícil que se le hacía mantener sus párpados abiertos.


—¡Demonios! No digas eso. La ambulancia llegará en cualquier momento—miró con desesperación su teléfono percibiendo como los minutos transcurrían demasiado lento. Alzó nuevamente su vista acariciando la mejilla del chico con ternura.


—Me pregunto…—Akira le puso atención a aquellas inaudibles palabras—. ¿Qué hubieras hecho si…—el rubio lo observó bajando la mirada; sabía a lo que se refería.


—Me hubiera enojado. Sí, estoy seguro que lo hubiera hecho. Y además, hubiera fabricado una lista enumerando las razones del porqué es incorrecto que sientas algo por el novio de tu hermana—interrumpió su débil voz mientras secaba las húmedas mejillas del menor y este esbozaba una sonrisa enternecida por su tan singular respuesta—, pero el enojo no me hubiera durado mucho…—sentí un débil calorcito en el pecho de mi niño.


—Me evitabas…por esa razón—afirmó. Akira bajó la cabeza. Estaba avergonzado por su actuar tan cobarde—. Si te hubiera conocido… en otras circunstancias, tal vez… me hubiera atrevido a… —guardó silencio humedeciendo levente sus labio e intentando abrir sus pesados párpados.


—¿Besarme?—continuó lo que el menor intentaba articular. Sonrió viendo como su pálida piel se tornaba de un rojo seguido de un débil asentimiento de su cabeza.


—Siempre me pregunté…cómo se sentirían tus labios sobre los míos… ¿Serían cálidos o fríos? Suaves, tal vez…—sonrió levemente. El rubio, quien sostenía una de sus muñecas, percibió como el pulso decaía a cada segundo que pasaba. Miró con pavor el rostro adormilado de mi muchacho percibiendo en carne propia como no podía hacer nada; ya era demasiado tarde. Con sus labios temblorosos se acercó a los casi blanquecinos del inerte chico frente a él para unir sus bocas en un fugaz gesto. De sus ojos semiabiertos cayó una lágrima que se perdió en la comisura de sus labios cetrinos—. Te… amoarticuló con debilidad moviendo sus labios en los cuales no salió sonido alguno.


Aquel susurro inaudible había acabado con las únicas fuerzas que le quedaban. Aquellos claros y brillantes ojos se cerraron para siempre. Aquellos vitales y mágicos posos salinos ya no brillarían más y aquel hombre, quien robó por completo su corazón, había sido capaz de deslumbrarse, por última vez, con aquella calidez.


—Sí me escucharas, Akirasuspiré—. Te imploraría que tuvieras presente, para el resto de tus días, el amor que te profanó aquel pequeño. Este fue tan incondicional que lo hizo acabar con su vida para no interferir en la tuya, que fue capaz de acortar sus días por el sólo hecho de no incomodarte con aquellos abundantes sentimientos que eran capaz de ser transmitidos con cada mirada, sonrisa y llanto.

Notas finales:

Espero que les haya gustado apesar de lo intenso jeje u-uU

y disculparme porque me demoré en publicar, pero creo que saben, los que me leen, que siempre actualizo c:

bueno sin más  me despido, que hayan tenido una feliz navidad hermosas lectoras!♥

PD: espero, ahora que estoy de vacaciones c: poder subir proyectos nuevos, espero que me lean.

PD2: entre medio de este fic subí un oneshot por si no lo habian visto les dejo el link ;D El duro precio de la fama


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