Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Poesía por Chenie

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¡Hola!

Hace tiempo que quería escribir algo sobre VIXX, lo que no sé es por qué escribí esto =). Igualmente, espero que os guste, si es así, no dejaré de aparecer por aquí (?) XD.

Leía poesía a menudo. Aunque no la entendiera. También escuchaba música en inglés, en francés, o incluso en ruso. Le gustaba el sonido diferente. Le gustaba no comprender. O, tal vez, es que ya se había acostumbrado.

Era un soleado día de mediados de abril. Una ligera brisa le revolvía el pelo, sin llegar a despeinarlo. El movimiento de las hojas balanceándose en sus ramas, con un color verde primaveral, captaba su atención. Y sonreía por todo y por nada.

Sostenía en sus manos el último libro que había adquirido. Había sido un regalo por su cumpleaños. También su última visita había sido entonces. Hacía dos semanas ahora, por eso no leía. Solo miraba el efecto del viento. A veces pensaba que si captaba los detalles más insignificantes de la vida podría ser un poeta como todos esos escritores que leía.

¿Por qué no? Había dicho Taekwoon. Y se rió de sus palabras. Jaehwan era consciente de sus limitaciones. Le gustaba fantasear, era cierto, pero siempre dentro del límite de la realidad. No se permitía confundir sus sueños con la vida real. Y tampoco permitía que Taekwoon lo hiciera.

No debería sorprenderse de que no hubiera vuelto desde su cumpleaños. Y puede que no se sorprendiera. Solo lo echaba de menos. Quería volver a apoyar la cabeza en su hombro. A entrelazar sus manos. Incluso a sentir la tensión en su cuerpo al hacer eso. Quería estar con él. Y sabía que Taekwoon también. Por eso era mejor que no volviera nunca más.

Apretó la cubierta del libro entre sus manos. Ya lo había leído. Y volvía a leerlo cada día. Taekwoon se lo había regalado y eso lo hacía el mejor libro del mundo. Lo sentía un poco más cerca al leer los versos escritos, aunque no los entendiera. Él les daba el sentido que le convenía. Así podía transformar las palabras más tristes en la más hermosa confesión de amor.

Eso hacía día a día con su vida.

Empezaba a hacer frío. También le gustaba el frío. Así, al menos, sentía algo diferente. O sentía algo, a secas. Sus discretas lágrimas mojaban sus pálidas mejillas. No lloraba porque se acercara el final. No sabía por qué lloraba.

(…)

-¿Qué día es hoy?

-Veintiséis.

Esbozó una pequeña sonrisa al notar el quebramiento de la voz de su compañero. Normalmente, todo le era indiferente. Hacía tiempo que lo había perdido todo. Pero si algo bueno le había traído llegar a ese lugar, era él. Han Sanghyuk, su compañero de celda. O de “habitación”, en términos formales. También hacía tiempo que no le quedaban fuerzas, nunca se había molestado por recuperarlas, pero le hubiera gustado tenerlas ahora para dárselas a él.

-¿Qué pasa, pequeño? ¿Te asusta quedarte solo? – quiso bromear.

Negó con la cabeza, avergonzado por su evidente vulnerabilidad.

-Claro que no. No quiero que te vayas, tampoco. No con ellos.

-No lo he elegido yo.

-¡Por eso mismo! ¿No… no puedes hacer nada?

-¿Tú qué crees? Si pudiera hacer algo te habría sacado de aquí hace mucho tiempo.

Sanghyuk bajó la cabeza, rompiendo el contacto visual con el mayor. Siempre lo había visto como su hermano pequeño. Le aterrorizaba la idea de que él tuviera su mismo destino.

-Vamos, Hyukkie, no me llevan a la silla eléctrica. Estaré bien.

-¡Pero no es justo! ¡Nada es justo! Tú no… tú no hiciste nada – concluyó en voz baja.

-Enamorarme, ¿te parece poco? – Miró al techo, nostálgico. – Nunca lo hagas. No cometas ese error.

Le dio la espalda al tumbarse en la cama, quería acabar con esa conversación cuanto antes.

Veintiséis de abril, quedaban cuatro días.

(…)

Su corazón latía deprisa. Tuvo que contenerse para no abrazarlo nada más verlo. Su fría mirada lo detuvo. Taekwoon no era amable. Nunca lo era. Pero llevaban casi un mes sin verse y suponía que esta era su despedida. Esperaba un recibimiento más cálido.

Hizo lo de siempre, sin embargo. Se sentó delante de él, sosteniéndole la mirada. Contuvo las lágrimas, como cada vez que se veían. Y esperó a que el doctor que lo había acompañado saliera y los dejara solos.

La puerta al cerrarse provocó que su corazón diera un vuelco.

-Jaehwan, no sigas con esto – murmuró Taekwoon en voz baja.

-Tengo que hacerlo.

Nunca hablaba él primero, ni mostraba muchas emociones. Hoy, tenía razón al imaginarlo así, era diferente. Había súplica en su voz, casi desesperación. Y sus lágrimas se precipitaron por sus mejillas al escucharlo.

-No, no tienes por qué hacerlo. Tú no has… ¿Cómo he dejado que hagas esto?

Jaehwan se encogió de hombros. Deslizó las manos esposadas por encima de la mesa que los separaba, y atrapó las de Taekwoon con timidez. Fue él quien las apretó entre las suyas.

-Porque te quiero. Porque me quieres. – Sonrió a medias, como pudo entre las lágrimas. – Sabes que no sobreviviría sin ti.

-Te van a alejar de mí de todas formas, ¿qué sentido tiene?

-Hyung… ¿recuerdas? No permitiré que te traten como a un loco. No lo estás.

-Sí, sí lo estoy. – Apoyó la cabeza en la mesa, tocando con su frente las manos entrelazadas de ambos. – Yo maté a esa chica, no puedes… no puedes cargar con eso.

-¡No vuelvas a repetir eso! Tú no hiciste nada. Nada, ¿me oyes? Hyung… no es tu culpa.

Se levantó para ir junto a él. Taekwoon lo miró de nuevo, también levantándose. Jaehwan lo abrazó como las esposas le permitieron, sin reprimirse ni un segundo más. No se arrepentía de nada. Volvería a hacer lo mismo si tuviera la oportunidad. Pero alejarse de él… eso no podría soportarlo.

-¿Y si vuelve a pasar? – murmuró Taekwoon en su oído.

-No volverá a pasar.

-¿Por qué no me odias? ¿Por qué sigues siendo tan bueno conmigo? Yo he dejado que te encerraran, y ahora te apartarán de mí para siempre. No… no te merezco.

-Porque lo que no mereces es haber sufrido tanto. Porque tú no tienes la culpa. Y porque te quiero.

-No deberías…

-Bueno, siempre he sido un poco… inconsciente. – Jaehwan sonrió apartándose un poco, quería mirarlo y guardar cada uno de sus rasgos en su retina. - ¿Puedes hacer algo por mí?

-Lo que sea.

-Deja de quejarte y bésame – pidió en un pobre intento de bromear, consiguiendo solo llorar más.

Taekwoon no se hizo esperar. Rozó sus labios con timidez. Jaehwan profundizó en su boca con desesperación. Hacía tiempo que no estaban tan cerca. Que no dejaban aflorar los sentimientos que ambos sabían que sentían el uno por el otro. Claro que hoy era diferente. Era el final.

-Jamás me perdonaré por esto, lo sabes.

-Yo no te guardo rencor, hyung. Tú no me pediste nada, ¿no?

-He dejado que sigas adelante con todo esto. Soy un cobarde.

-Basta ya. – Pasó los brazos por encima de su cabeza para romper el abrazo. Las últimas lágrimas recorrían sus mejillas aún. – Si quieres hacer algo por mí… sé feliz y disfruta esta oportunidad. Olvídame, olvida todo esto, y empieza desde cero.

Taekwoon abrió ligeramente la boca, anonadado.

-¿Cómo quieres que te olvide? ¿Cómo quieres tan solo que piense en una vida sin ti? ¿No entiendes nada? ¿No entiendes que no es solo que me sienta culpable? Que te quiero, joder. No quiero perderte.

Jaehwan apretó los labios. No quería volver a llorar. Quería, por una vez, ser capaz de no sentir nada. Quería ser tan frío como él. Pero no podía. No podía porque lo tenía delante y todo, absolutamente todo su mundo se desmoronaba. Todo perdía su sentido, porque nada lo tenía. Y dejaba de entender la realidad para ser más cercano a la poesía.

No pudo contestar. Tampoco sabía cómo hacerlo. Agradeció que los labios de Taekwoon se posaran de nuevo sobre los suyos. Quería perder la noción del tiempo, el espacio y de sí mismo entre sus brazos. A ser posible, quería también no encontrar el aire nunca más, morir en ese momento. Así no tendría que separarse de él.

-¿Tú me olvidarás? – susurró con miedo Taekwoon.

Se estremeció ante esa posibilidad. Eso era imposible. Y por eso comprendía ahora que se hubiera ofendido tanto con su petición. Si Taekwoon le pidiera que lo olvidara tendría que arrancarse el alma.

-Estaremos siempre juntos – le aseguró, olvidando únicamente la situación. – Seré un poeta para ti.

Taekwoon sonrió. Nunca antes había visto nada tan hermoso como esa sonrisa. Apenas pudo contestarle, pues el mismo doctor que lo había llevado, volvía a abrir la puerta.

-Jung Taekwoon, es hora de irse. El toque de queda ha comenzado.

Ambos se miraron. Jaehwan sonrió y Taekwoon juntó su frente a la ajena como toda despedida. No fue el mayor quien respondió a la llamada del médico. Jaehwan respondió en su lugar obedientemente. Llevaba respondiendo a ese nombre durante más de dos años, ya no había lugar a confusión.

(…)

Abril este año era lluvioso. Y frío, muy frío.

Seguía con el mismo libro sobre las piernas, aunque ahora contemplara las hojas mojadas desde su cama. Al menos, lo que las rejas del dormitorio le permitían. No lloraba, sin embargo. No sabía llorar ahora.

Muchas veces se había sentido solo. Cuando veía a sus compañeros de clase irse del colegio con sus madres mientras él volvía solo a casa. O cuando todos salían los fines de semana mientras él se dedicaba a leer. Cuando sus padres se habían separado. O cuando, poco después, su padre había muerto. También cuando su madre se fue de casa para vivir una aventura de amor. No había tenido una infancia ni una adolescencia muy felices. Pero nada de eso se comparaba a lo que vivía en esos momentos.

La habitación era lúgubre y siniestra. Los gritos y sollozos que se escuchaban en las habitaciones contiguas lo estremecían aún un año después. Solo respiraba aire fresco desde la pequeña ventana con rejas de la habitación. Y la camisa de fuerza que usaba para dormir no le ayudaba en absoluto.

No dormía bien aunque el silencio por las noches fuera sepulcral. Pensaba en su padre muerto. En si su madre se acordaría de él, o si habría formado una nueva familia. Pensaba en Sanghyuk, en cómo sería su nuevo compañero, si estaría bien o si saldría pronto de allí. Pero, sobre todo pensaba en Taekwoon. Y solo entonces lograba sentirse un poco menos solo.

A veces, cuando la soledad era un inmenso abismo sin salida, se preguntaba qué hacía allí. Y entonces lo recordaba. Lo imaginaba feliz, viviendo una vida normal, olvidando su enfermedad. Olvidándolo a él. Se le encogía el corazón, pero le aliviaba pensar que todo iba bien. Esperaba que pudiera rehacer su vida de verdad. El tratamiento iba bien hasta que dejó de seguirlo. Aquel ataque contra la camarera del hotel no debió haberse producido nunca. El recuerdo de Taekwoon, siempre serio, agazapado en un rincón de la habitación, llorando y asustado como un niño pequeño, seguía atormentándolo.

Prefería recordar el momento en que decidieron escapar juntos. De la noche a la mañana, sin pensar en nadie. Una locura y un impulso fue su único equipaje. Habían estado bien durante días. Solos, alejados del mundo, creando una realidad que era fácilmente comprensible. Taekwoon había llegado a su vida de repente, sin avisar, y la había cambiado sin más. Y le gustaba pensar que él también había cambiado la suya un poco.

Por eso, después de que pasara diez años en un psiquiátrico, no le parecía justo que volviera a uno. No después de haber conocido lo que era vivir de verdad. Solo tenía que seguir el tratamiento y todo seguiría bien. Después de todo, Jaehwan no tenía nada más que perder.

Abrió el libro. Las páginas estaban un poco gastadas ya. Era lo único que tenía en aquella habitación. Y sentía que no necesitaba nada más. Sí, le gustaba la poesía aunque no la entendiera. Era una forma de crearse sus propias fantasías. Su propia realidad.

Ya no imaginaba que Taekwoon le dedicaba aquellos versos. Ya no tenía ese tipo de esperanza. Quería que ahora fueran despedidas. Que él estuviera feliz con alguien más, que hubiera decidido escaparse de nuevo de todo, con mejores resultados. Y no le hacía mal esa imagen, porque lo quería de verdad. Y lo querría por siempre. Pero había una diferencia entre ellos, por supuesto. Jaehwan estaba allí dentro, sin más contacto que con los doctores. Taekwoon estaría rodeado de gente que sustituiría su presencia poco a poco. ¿Y qué más daba? Él jamás saldría del régimen de aislamiento donde estaba.

Dejó el libro sobre una pequeña mesita junto a la cama. Dos golpes en la puerta le avisaron de que era hora de cenar. Ordenó un poco los papeles sobre los que había dejado el libro. No quería que se desordenaran. Solo eran versos sueltos que había escrito cada noche, cada vez que podía.

Aunque él no lo supiera, quería jugar a ser el poeta que un día le prometió ser a Taekwoon.

 

Notas finales:

Perdón por las faltas ortógraficas o errores gramaticales (si los hay) y mil gracias por leer =)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).