Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

[Reviews - 53]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ok, después de poco más de un mes aquí esta la actualización...

Probablemente ya nadie me cree nada XD pero he estado super atareada y sólo he visto como se van los días volando sin poder escribir nada ._.

En fin, ojalá les guste el capítulo.

Al ver entrar a los dos enormes sujetos que habían sido llamados por el conde no pude más que tragar saliva, paralizado al ver venir de lejos una paliza segura ya que ciertamente, si no estaba blandiendo una espada, mi habilidad para luchar cuerpo a cuerpo era casi tan inútil como quedarme parado esperando a que llegaran por mí.

Pero era un hecho que si quería regresar con Allen quedarme esperando no iba a ser suficiente, así que en un torpe intento por tomar la ventaja del primer ataque me arrojé sobre ellos con toda la fe de que era capaz y fue triste darme cuenta que en esta ocasión, ni todos los dioses juntos me ayudarían a ganar…

Pocos minutos después, a base de golpes y jalones había sido arrastrado hasta lo que debía ser el sótano de aquella casa, un lugar pequeño, oscuro, con ese familiar olor a humedad al que últimamente ya comenzaba a acostumbrarme. Uno de los sirvientes de la casa se adelantó a nosotros y con gran esfuerzo abrió lo que parecía una pesada puerta… aparentemente el sitio estaba adaptado para mantener preso a cuanto idiota se opusiera a la voluntad del conde.

Fui sujetado por brazos y piernas y sin el menor cuidado o señal de remordimiento fui arrojado en aquel lugar, igual que un saco de basura... Aparentemente tras mi captura el valor que tenía ahora se equiparaba a la valía de una mesa, una silla o cualquier otro mueble de baja calidad.

Y bajo aquella lamentable condición tuve que reconocer el carácter indiscutible de mi derrota, cuya rigurosa sentencia era nada más y nada menos que verme privado de la libertad. Comencé a cuestionarme si mi precipitada rebelión era señal de valor o de simple y llana estupidez, puesto que probablemente había dejado pasar la oportunidad de tener un segundo escape mejor planeado que el anterior.

Así, abrumado por las circunstancias y con el cuerpo y espíritu maltrechos, pasaron varios minutos antes de que me animara siquiera a moverme…  Seguía tirado en el frío suelo, tal cual ellos me habían dejado, siendo consciente de que mi cuerpo dolía como jamás en la vida había hecho y a pesar de ello, no estaba seguro de que era lo que más me inquietaba… el punzante dolor en brazos y piernas, o la carencia de sensación que percibía sobre mi rostro. Me encontraba incapaz de abrir un ojo y con el labio inferior tan hinchado que fácilmente podría haber asegurado que había cobrado el doble de su tamaño normal.

De pronto en un extraño giro de mis vagos pensamientos, me di cuenta de que en mi desesperado y egoísta intento de escape me había estado olvidando del pequeño Andy... 
Sentí un enorme hueco en el estómago al darme cuenta de que mi error tenía fatales consecuencias.

 ¡Qué equivocado estaba al pensar que podía protegerlo!

Después de todo Allen tenía razón. Yo no era capaz de cuidar a un bebé… si tan solo lo hubiera escuchado quizá ahora mismo Andy estaría para bien, o para mal, bajo el cuidado de alguna familia, no obstante, sin darme cuenta lo había condenado a un destino incierto siendo únicamente un niño indefenso.

Me maldije una y otra vez por ser tan estúpido… tan inútil…

Probablemente si Carlota estaba presenciando todo lo que le ocurría a su hijo, estaría decepcionada de haber confiado alguna vez en que yo sería capaz de hacerme cargo de él.

Y un momento después mis mudos lamentos fueron interrumpidos cuando escuché que la puerta se abría. Ni siquiera me tomé la molestia de girarme para ver de quién se trataba y tampoco hizo falta pues tras el suave ruido del algo que dejaban caer dentro, mi visitante se retiró. 

No tenía ni idea de que era lo que me habían dejado, pero mi curiosidad no era tan grande y sintiéndome incapaz de levantarme de aquel sitio me encogí en una especie de ovillo; apretando mis párpados en tanto deseaba que la pesadilla terminara tan súbitamente como había comenzado. Anhelaba despertar en la seguridad de los brazos de Allen, siendo recibido por su risueña sonrisa y sus dulces besos.

Deseaba poder fundirme en el calor de su cuerpo mientras le decía cuanto lo amaba. Sin embargo, ya no podía ser, porque sin importar cuanto lo intentara, la húmeda tierra seguía siendo el reemplazo del calor que encontraba en el pecho del pelirrojo y entre mis brazos no quedaba más que un enorme vacío al no poder abrazarlo.

Me parecía que no sería capaz de soportar el dolor y la tristeza, entonces como si mi cuerpo hubiese escuchado mi súplica desesperada me permitió sumirme en un profundo sueño, que al menos durante unas horas me mantuvo ajeno a la situación en que me encontraba; ensimismándome en un patético intento por huir de mi nueva realidad…

Desperté sólo cuando había tenido suficiente, pues aquel lugar no tenía cabida para un sol que amablemente te diera la bienvenida a un nuevo día. Había perdido completamente la noción del tiempo y definitivamente ya no estaba seguro de nada...

Me encontraba confundido, hambriento y dolorido. 

No obstante, en este punto casi me alegraba sentir que mi cuerpo reaccionaba con dolor cuando deslizaba mi mano sobre el. Y esa perturbadora alegría no se debía a que hubiera perdido la cordura, pero en aquella abrumadora oscuridad por momentos llegaba a dudar de mi propia existencia; las cosas a mi alrededor habían sido completamente engullidas por la nada y parecía faltar poco para que yo compartiera ese mismo destino. 

Afortunadamente, en aquel momento la puerta se abrió de golpe, dejando entrar un rayo de luz y una bandeja con comida que tímidamente era empujada dentro.
No tuve tiempo de agradecer a aquel que se había apiadado de mí, pues tan pronto como la bandeja sobrepaso el umbral, la puerta se cerró de nueva cuenta.
Y aún cuando hubiera querido, tampoco pude darle más importancia, ya que todo mi cuerpo se había comenzado a mover instintivamente bajo un mismo cometido... ¡Alcanzar la comida!

Era un simple y miserable trozo de pan duro, acompañado de un poco de agua; pero en aquel momento me pareció la comida más deliciosa del mundo y me abalancé sobre ella completamente desesperado, temeroso de que aquel que lo había traído se arrepintiera y decidiera llevárselo de un momento a otro. 

Así, luego del breve "banquete" caí en cuenta de que a mi lado yacían una camisa y un pantalón que no tardé en ocupar ansioso por deshacerme del molesto vestido, el cual terminé por resguardar consciente de que aquel enorme pedazo de tela podría llegar a ser útil en algún momento.

Entonces a tientas me conduje en medio del sótano, tumbándome repentinamente sin saber exactamente en qué parte me encontraba y minutos más tarde la puerta se abrió nuevamente... 

—¡Levántate ya maldita basura, la comida y el hospedaje no son gratuitos! —una “amable” voz se escuchaba desde el umbral y sin pensarlo dos veces acaté aquella orden, anhelando volver al exterior, deseoso de comprobar que afuera el mundo mantenía la belleza de sus colores.

Nada más salir del sótano la luz del exterior me deslumbró, dejándome una sensación de incertidumbre a cada paso que daba, temeroso de ir a estrellarme contra algún pilar. Una vez que mis ojos consiguieron acostumbrarse a la luz pude comprobar que efectivamente, fuera de aquellas cuatro paredes la vida parecía seguir su curso sin afectación alguna.

El sol brillaba en lo alto, las aves cantaban alegres, los árboles seguían el ritmo del viento con gráciles movimientos y entonces comprendí lo insignificante que era la existencia humana. El resto del mundo podía continuar sin importar si alguien estaba ausente y probablemente Allen también era capaz de seguir adelante aún sin mi presencia... 

—Comienza limpiando las escaleras y luego ocúpate del piso de la estancia principal... —el hombre que me guiaba se giró para mirarme y pude constatar que era uno de los sujetos que antes había cooperado para encerrarme en el sótano—. Asegúrate de que quede tan limpio que se pueda servir la comida sobre el —refunfuñó el sujeto con gran fastidio. 

—Por supuesto y luego quizá sirva tu comida ahí mismo —respondí con insolencia.

Ni siquiera tuve tiempo de mirar su reacción, cuando sentí que halaba mi cabello con fuerza, zarandeándome un par de veces y luego dejando caer de bruces sin previo aviso.
—Mocoso estúpido, no intentes provocarme o será tu comida la que se sirva aquí —gruño molesto y escupió sobre mí con desdén antes de retirarse con aire triunfal. 

¡Cuán humillante resultaba todo esto! 

Froté la manga de mi camisa contra mi brazo limpiando su asquerosa saliva y sin más que hacer tomé el balde de agua y los trozos de tela que me habían preparado tan amablemente para la importante tarea. 

Subí la escalera a paso lento, en medio de un sepulcral silencio que me hizo pensar que la casa estaba abandonada; sin embargo, mi corazón dio un vuelco cuando a lo lejos escuché el llanto de un bebé... 

No tuve que pensarlo de nuevo para tirar a un lado el balde que arrastraba y apresurarme a comprobar que el pequeño Andy había llegado sano y salvo a este lugar. Así, presa de la ansiedad, entré atropelladamente a la habitación de la cual provenía el llanto y lo primero que vi fue a una mujer que mecía en sus brazos al niño que me había propuesto cuidar.

La mujer sobresaltada por mi brusca aparición, profirió un gritó ensordecedor que inicialmente me paralizó al tomarme totalmente desprevenido. Un momento después me precipité sobre ella abofeteándola para hacerla callar y acto seguido le arrebaté al bebé, teniendo como único pensamiento en mente intentar un nuevo escape. No obstante todos habían sido alarmados por los gritos y antes de lograr siquiera poner un pie fuera de la habitación, ya me encontraba rodeado por un montón de sujetos que cual bestias amaestradas esperaron con singular obediencia por la aparición de su amo. 

—Vaya vaya, nada más has puesto un pie fuera del sótano y has logrado movilizar a todos aquí —dijo el conde con ese aire despreocupado que solía caracterizarlo. 
—¿Qué es lo que pretendías hacer con el bebé? —cuestioné en tanto me aferraba a Andy con fuerza. 

—¿Y tú?  Creí que simpatizabas con nuestro ilustre rey Allen y me encuentro con que te ocupas de cuidar del mocoso que podría reclamar su derecho como heredero al trono si “algo” le llegara a ocurrir a su majestad repentinamente —respondió con sorna, como mofándose de la relación que había sostenido con el pelirrojo. 
—No es un hijo legítimo —insistí. 

—¿Eso crees? —replicó con soberbia. 


¿Entonces lo era? Si él había sido el hombre de confianza del anterior rey, ¿me estaba ocultando algo? 

 

—¡Eso no importa, no dejaré que se quede aquí! —grité sabiéndome acorralado en la conversación. 
—¿Y puedo saber cómo es que te ocuparás de él bajo tu condición actual? —preguntó en tono burlón. 

— ... —¿Cómo podía responder a eso cuando sólo hace pocos minutos habría jurado que iba a morir de hambre? 

—Escucha querido Emile, ya que estos días han sido particularmente aburridos te propongo algo... derrota a mi mejor espadachín y serás libre de quedarte con ese niño.


Mis ojos se abrieron ante la sorpresa que me causaba aquella petición y un “acepto” se escapó de mis labios sin que pudiera detenerme a pensarlo con calma. En cuestión de instantes me encontraba sosteniendo una espada frente a un hombre que sonreía confiado de conocer el resultado de aquel duelo. 


Impaciente dio la primera estocada y caí en cuenta de que no podía haber escogido peor momento para esto, pues si bien podía moverme con soltura el dolor de mi cuerpo me entorpecía bastante. Ante la fuerza y entusiasmo de mi contrincante no tuve más opción que mantenerme en constante movimiento para esquivar su enérgica espada, con la que parecía resuelto a partirme en dos. 


Aún así sus ataques no eran precisamente veloces, considerando mi estado actual; no obstante, tenía en claro que ser pillado por alguno podía marcar la diferencia en el resultado.  Su espada nuevamente arremetió en mi contra, produciendo aquel agresivo ruido ante el encuentro de los metales que se repetía una y otra vez; entonces convencido de que hasta no arriesgarme no podría conocer el desenlace decidí que era mi turno de atacar rogando porque mi dolorido cuerpo no fuera a fallar en el momento decisivo. 

Por primera vez dejé de lado la defensiva y tomé la ofensiva, sin dar demasiada oportunidad a que el contrincante tuviera tiempo de pensar en algo para derrotarme… una fugaz estocada atravesó en su hombro y aquel robusto hombre cayó con pesadez. Rápidamente retiré la espada y dejó ir un grito de dolor en tanto se sujetaba como intentando apaciguar la molesta herida.


Había conseguido derrotarlo pero no atreviéndome a ponerle fin a su vida di por terminado el encuentro, siendo acompañado por unos cuantos aplausos de parte del conde.

 

—Realmente me tienes sorprendido…

—No te alegres tanto, el siguiente eres tú —sentencié con osadía apuntando mi espada contra él.

—¿Disculpa? —cuestionó mostrándose sorprendido por la repentina amenaza.

—¡Quiero un duelo contra ti ahora mismo! —grité ya bastante exaltado y embravecido por todo lo ocurrido hasta ahora.

—No tiene caso, ya has demostrado que eres un chico capaz de defenderse así mismo, no hay nada más que probar —replicó sin darle importancia a mis palabras, dándose la vuelta despreocupadamente.

—Quizá no hay nada más que probar, pero sí que ganar… ¡Si te derroto quiero nuestra libertad! —bramé con furia al sentir que no me tomaban en serio.

—¿Y qué si pierdes? —preguntó volviéndose a mí con una mirada severa—. Pasarás a ser de mi propiedad y me desharé del mocoso  —sentenció en tanto recibía una espada que presto había desenvainado uno de sus aduladores sirvientes.

 

Todo indicaba que por fin había conseguido hacerlo enfadar y un nuevo encuentro esperaba por mí con un desenlace incierto. El conde se encontraba frente a mí aguardando para que yo hiciera el primer movimiento y sin intenciones de recibir invitación para ello, lo ataqué con la misma ferocidad con que hace pocos momentos se había arrojado contra mí el hombre que yacía en el piso desangrándose.

 

Su espada se interpuso en el camino de la mía y una batalla por hacer que el otro cayera inició. Mis brazos temblaban ante el despliegue de fuerza y con gran ahínco luchaba por sobreponerme al dolor en mi abdomen y piernas; pero nada de esto distrajo al conde que al darse cuenta de que yo comenzaba a flaquear aumentó su ritmo.

—Eres muy hábil, pero tu falta de fuerza y esa lamentable condición en que te encuentras te hacen un contrincante fácil —dijo sonando de lo más entusiasmado.

—Esto no es nada, puedo acabar contigo sin problema... —declaré dejando que la soberbia tomara control de mi boca.

—No tienes que esforzarte tanto —insistió sin señal de perturbación en su rostro.

—Cierra la boca de una vez… ¡Me repugnas! —grité enfurecido y sin saber cómo, en un movimiento que fui incapaz de contrarestar, vi mi espada salir volando en tanto yo caía estrepitosamente a causa de la fuerza en el ataque que no había logrado contener.

 

Un instante después la punta de la espada del conde hacía una ligera presión contra mi cuello, amenazando con atravesarme.

—No lastimes al bebé —supliqué con un hijo de voz. De su parte sólo obtuve una frígida mirada y resignado a morir cerré los ojos en espera de lo inevitable.

—Fuiste derrotado… —su voz carente de emoción me hizo abrir los ojos nuevamente y vi que él se alejaba— devuélvanle al bebé y enciérrenlo de nuevo en el sótano —y tras aquella orden, sin volver a mirarme salió de la habitación.

 

No estaba seguro de porque lo había hecho, pero a pesar de que yo había perdido el duelo me estaba permitiendo quedarme con Andy...

En aquel momento me pareció que la recompensa del encuentro había sido para mí, perdiendo de vista que en esa casa sólo era un prisionero; más tarde me daría cuenta de que esto no era más que otra manera cruel que el conde había ideado para lograr que mis deseos se volvieran en mi contra.

 

Ya encerrado nuevamente en la oscuridad del sótano me dediqué a sostener a Andy entre mis brazos, cubriéndolo con el vestido que me había quitado para evitar que pasara frío. No quería separarme de él, temeroso de que en aquel sucio lugar pudiera llegar a enfermar.

 

Andy durmió plácidamente largo rato y gracias a ello gocé de una sensación de tranquilidad que desafortunadamente no duró tanto como hubiera querido. Cuando había recibido al bebé parecía perfectamente saludable, todo indicaba que le habían proveído de todos los cuidados que necesitaba, ¿cuál habría sido la razón?

¿Albert Midford tenía algún plan especial para Andy?

 

Pasaron un par de horas antes de que él despertara y entonces comenzó el suplicio. Lo que inicialmente era un tenue gimoteo terminó en un desconsolado llanto que no fui capaz de apaciguar. Andy tenía hambre.

 

¿Y cómo se suponía que lo alimentara? Él aún era muy pequeño como para tomar otra cosa que no fuera leche, probablemente el conde había conseguido a una nodriza que se hiciera cargo de él. Entonces desesperado por hacer algo para ayudarlo busqué acercarme a la puerta y grité por ayuda esperando que alguien se compadeciera del bebé.

 

Aparentemente a nadie le importaba, pues sin importar que grité hasta quedarme casi sin voz, la ayuda nunca llegó. Cansado de llorar Andy volvió a dormir y en medio del silencio que se creó en el sótano comencé a ser devorado por el remordimiento.

Todo parecía indicar que me había empeñado en tenerlo conmigo sólo para que sufriera un poco más…

 

El día siguiente ocurrió lo mismo, Andy lloraba hasta agotarse y luego dormía por prolongado rato, ante la probable debilidad que todo esto le estaba ocasionando. Me sentía desesperado, invadido por la impotencia de no poder ayudarlo y a todo ello se sumaba el hecho de que tampoco me habían traído nada de comer.

 

Horas más tarde caí rendido haciéndole compañía a Andy, ya no podía más; si bien el dolor estaba desapareciendo el hambre y la sed estaban acabando conmigo. En mi delirio sólo pude consolarme pensando que había cumplido con mi palabra al decir que permanecería al lado de Andy y luego de eso también sumí en el sueño…

 

—Nada de esto era necesario Emile —escuché aún entre sueños. Una mano se paseaba sobre mis cabellos y se deslizaba hasta mis mejillas con suavidad. Abrí los ojos con gran pesadez y delante de mí encontré al culpable de mi desgracia alumbrado con el resplandor de una vela.

—Por favor… no dejes que él muera —murmuré incorporándome lentamente.

—Tampoco dejaré que tú mueras, ven conmigo —dijo intentando levantarme.

—¡No! —respondí tercamente, zafándome de su agarré.

—Ya veo… creí que habías tenido suficiente, pero parece que te he subestimado —concluyó el, con una nota de decepción en su voz, la cual también se vio reflejada en su semblante melancólico… Quizá ya había comenzado a alucinar a causa del hambre—. Apresúrate y come algo.

 

Luego de eso el conde tomó al bebé y se alejó tan silenciosamente como había llegado, a mi lado ahora se encontraba una bandeja llena de comida. Había carne, fruta, pan fresco, agua, un poco de vino… con gran impaciencia me llené la boca, tragando precipitadamente y atragantándome de cuando en cuando.

 

Entonces sin estar seguro de la razón, mis lágrimas comenzaron a escurrir por mis mejillas sin que yo fuera capaz de detenerlas. Me sentía devastado y tan miserable como pocas veces antes me había ocurrido.

 

¿Y ahora qué? ¿Qué era lo correcto? ¿Cómo debía hacer frente a esto que me estaba consumiendo lentamente?

 

 

 

Notas finales:

Bueno, pues que les parece un capítulo mensual? XD 

no estoy segura de poder tener otro capitulo lo que resta de este mes, pero si logro hacerme un tiempo pues estaré de regreso tan pronto como sea posible.

Si les gustó no duden en dejarme un review de esos que me hacen tan feliz, si no les gustó pues algo constructivo sería bueno jaja

Hasta la próxima!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).