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El amor nace del recuerdo por Nami Takashima

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Notas del capitulo:

Hola!!! 

Igual que siempre les ofrezco mis más sinceras disculpas u.u lamento muchísimo la tardanza, pero mis tiempos se han visto muy apretados y escribir en el transporte no es tan efectivo como quisiera.

En fin, hoy he renunciado a algunas horas de sueño para traer la actualización, teniendo en cuenta que hoy es el día del amor y la amistad XD les he traído algo así como un capítulo especial...

Se preguntaran ¿por qué especial?

Pues porque quedó ligeramente más largo de lo acostumbrado, pero nada más ligeramente no se vayan a emocionar eh! XD

Y la segunda razón es porque esta lleno de amor jaja según yo di una revisión express, espero no haya muchos errores ._. 

Y bueno ojalá que les guste porque lo hice con mucho cariño para todos ustedes

Sólo dos días habían pasado desde mi reconciliación con el pelirrojo y me parecía que todo volvía a cobrar sentido en mi desastrosa vida, de alguna manera conseguía aliviar todo mi pesar. Allen había tratado de persuadirme para dejar el trabajo, pero no estaba dispuesto a abusar de su amistad y menos ahora que sabía que era un príncipe. Yo no estaba a su lado por lo que él pudiera poseer y tenía que demostrárselo.

Por las tardes cambió nuestra rutina, ya que después del trabajo me iba a esperar en mi “intento de casa” y solía llevarme comida como lo hacía antaño.

—¡Hola Emile! —saludó alegremente desde mi cama, en donde reposaba tan cómodamente como le resultaba posible.

—¡Hola Al…len! —el pelirrojo fruncía el ceño con molestia, puesto que ya me había pedido antes que comenzara a llamarlo por su nombre—. Lo siento, es la costumbre —admití con una risilla.

—De acuerdo… ¿Qué tal tu día? —preguntó mientras colocaba en la mesa la comida que había traído para mí

—Cansado —respondí sinceramente y dejándome caer sobre una silla… la cual se desplomó ante mi peso, dejándome ridículamente tumbado en el piso.

—¡Emi! —escuché que un alterado Allen me llamaba—. ¿Estás bien? —preguntó ayudándome a levantar.

—Sí… sólo un poco adolorido —reí avergonzado por el incidente y pasado el susto, Allen también se unió a mis risas.

—No tienes remedio Emile —negaba con la cabeza, recuperando la compostura—. Sólo a ti se te ocurre hacer eso sabiendo lo viejas que son estas cosas… ¿Sabes? En verdad me preocupa que te quedes aquí.

—Allen, ya hablamos de eso —respondí intentando sacarle la vuelta a la conversación.

—¿Por qué no vienes conmigo al palacio? —preguntó con molestia al notar mi evasiva—. ¿Acaso estás esperando que tu prometida te venga a buscar?

—Por supuesto que no—Y así se terminaba la serenidad de la que gozábamos…

—¡Oh claro! Casi me olvidaba de tu misterioso amor —tan pronto lo mencionó sentí que mis mejillas se encendían delatándome y en respuesta a mi gesto, tuve a un Allen muy ¿enfadado? —. ¿Qué haces perdiendo tu tiempo aquí? Mejor corre a sus brazos —decía exagerando sus ademanes… Sí estaba enfadado, pero ¿por qué?

No podía dejar de preguntármelo, mientras mi corazón se agitaba ante la esperanza de que Allen pudiera corresponderme.

—No me atrevo a confesar mis sentimientos… supongo que temó al rechazo —concluí resignándome a que siempre sería un cobarde, incapaz de luchar por lo que más quería… por aquello que dictaba mi corazón.

Volví mi atención hacia Allen y noté que me miraba fijamente, hasta que de pronto estalló en una ruidosa carcajada dejándome completamente confundido.

—¡Tienes que estar bromeando! —decía intentando controlar la risa—. Justo cuando creí que no podías ser más patético… —la malicia en su comentario fue más de lo que pude soportar ¿cómo podía ser tan cruel?  Antes de poder hacer nada, mis lágrimas ya escapaban presurosas.

¡¿Por qué tenía que estar llorando otra vez?! ¿Por qué a mis veintiún años podía echarme a llorar igual que un niño pequeño e indefenso? Era porque lo quería y ya no tenía duda de ello…

—¡Maldigo la hora en la que me enamoré de ti! —grité sin detenerme a pensar en lo que decía—. ¡Te detesto! —sentencié siendo impulsado por el coraje que me cegaba; en mis cinco sentidos jamás me hubiera atrevido a decir algo así, pues sin importar lo que me hiciera, iba a seguir queriendo toda la vida al pelirrojo.

Di la vuelta y me dirigí a la salida, haciendo un esfuerzo por ver entre las lágrimas que inundaban mis ojos. Entonces sentí que Allen me halaba fuertemente, haciéndome ir a dar entre sus brazos.

—¡Suéltame! —gritaba frenéticamente intentando zafarme, mientras que él se limitaba a sujetarme con fuerza, estrechándome contra su pecho; logrando que momentos después desistiera de mi intento de huida.

—Perdóname Emi —lo siguiente que escuché fue un sollozo y cuando levanté la vista una lágrima se estrelló contra mi mejilla. Era la primera vez que veía llorar al pelirrojo y me sentí miserable, no comprendía que estaba ocurriendo, pero me lastimaba verlo así, al punto de que me olvide por completo de mi propio enojo y sufrimiento.

—¿Allen? —llamé en un susurro, él me miró tristemente.

—Emi, por favor no te vayas… no me dejes otra vez, yo… te quiero —confesó abrazándome como si en ello le fuera la vida.

Me sentía mareado e incapaz de responder ¿Allen sentía por mí un amor como el que yo sentía por él?

—¿Siempre fui yo? —preguntó llamando mi atención, mientras parecía estar esforzándose por recuperar el control sobre sí mismo y me limité a asentir—. Debiste habérmelo dicho ¿es que no veías que los celos me estaban consumiendo?

—¿Celos? —repetí sin terminar de asimilar las cosas ¡todo estaba ocurriendo tan rápido!

—No es algo que pueda explicar, no sé cómo, ni cuándo paso, pero lo que siento por ti está lejos de ser el cariño de un amigo… Deseo que seas sólo para mí.

No sabía que responder ¿cuántas veces no había soñado con algo así?

—T-te quiero… —dije aun con timidez y lo repetí una y otra vez, abrazándome a él… perdiéndome entre las dulces palabras que él me susurraba.

No sabía cuánto tiempo iba a pasar antes de que la vida me arrebatara esta felicidad pero iba a disfrutarla tanto como pudiera, después de todo mi amor imposible me estaba correspondiendo.

Tras el ocaso Allen se despidió, prometiéndome que volvería con el sol…

Los siguientes días me pareció que estaba viviendo en un sueño, la felicidad invadía cada parte de mi cuerpo, logrando que de momento me olvidara de todo lo malo que había vivido… ¿Mamá y papá habrían intercedido por mí desde el cielo? No lo sabía y no le di muchas vueltas puesto que no podía pensar por más de cinco minutos en nada que no fuera el pelirrojo.

Los cambios en mi vida no se hicieron esperar, pues Allen ya no quería que trabajara y mis días fueron dedicados exclusivamente a estar con él; nuevamente comenzamos a reunirnos a la orilla del riachuelo en donde conversábamos por horas sobre cosas absolutamente banales, reíamos y compartíamos todo tipo de muestras afectivas.

Esa tarde yacíamos tendidos boca arriba, mirando el rítmico movimiento que adoptaba follaje de los árboles por efecto de la suave brisa. 

—Estas muy callado ¿Puedo saber en qué piensas Emi? —preguntó mientras se removía intentando que le prestara atención.

—En lo feliz que me haces —respondí con toda sinceridad mientras me separaba un poco para poder mirarlo.

—No creo que tanto como tú lo haces conmigo —dijo sonriendo, mientras sus hermosos ojos verdes se clavaban en mí; con un movimiento se posicionó por encima de mi cuerpo, obstruyendo toda vía de escape al colocar sus brazos a mis costados y entonces me percaté de que Allen estaba poniendo fin a la escasa distancia entre nuestros rostros… presa de los nervios me sobrecogí entre sus brazos.

—¿Qué ocurre Emi? —preguntó desconcertado por mi reacción, sentí mi rostro arder y desvié la mirada avergonzado.

—Yo… yo… nunca he besado a nadie antes… no sé cómo hacerlo —confesé con preocupación y escuché que a Allen se le escapaba una risilla.

—Mejor aún si tendré el privilegio de ser el primero en probar tus labios —me soltó sólo para llevar sus manos hasta mis mejillas y se detuvo tan cerca de mí que podía sentir su respiración, me miraba fijamente y provocó que mi corazón latiera impetuosamente.

Incapaz de soportar más cerré los ojos y lo siguiente que sentí fueron sus suaves labios contra los míos, depositando un beso tierno y corto. Abrí los ojos y el pelirrojo me dedicó una cálida sonrisa.

—¿Ves que no había razón para preocuparse? No voy a comerte Emi… al menos no por ahora —dijo mientras comenzaba a reír, tomándome en brazos nuevamente.

Había enmudecido y ruborizado hasta las orejas me limité a esconder el rostro contra su pecho… donde pude escuchar que su corazón golpeteaba con fuerza igual que lo hacía el mío ¿yo era la causa de ello?

…….

Cuando no estaba con Allen el tiempo se me iba entre suspiros, anhelando el momento de volver a verlo…  No podía evitar acalorarme cuando pensaba en lo mucho que me gustaban sus besos; recordaba la ocasión en que Helena había intentado besarme y la manera en que había rehuido a su cariño, que diferente era todo con Allen…

Durante el día no hacía otra cosa que no fuera pensar en él y por las noches anhelaba entrar al reino de los sueños en espera de continuar compartiendo mi tiempo con la persona que más amaba.

Cuando el sol asomó sus primeros rayos ya estaba listo para salir y tras terminar algunas manzanas que me servirían como desayuno no titubeé en ir al encuentro del pelirrojo. Allen aun no llegaba, di una vuelta por las cercanías y minutos después volví al riachuelo en donde decidí que esperaría sentado… luego me tumbé sobre el pasto que aún estaba un poco húmedo y me dediqué a observar a cuanto animal se cruzaba en mi vista…

Los cálidos rayos del sol comenzaban a hacerse molestos y fue entonces que desperté… ¿en qué momento me había quedado dormido? Peor aún ¿en dónde estaba Allen?

El sol se encontraba en su cenit y supe que ya llevaba demasiadas horas esperando ¿Qué había ocurrido con él? Pedía porque estuviera a salvo, no soportaría saber que también lo había perdido, como al resto de las personas que amaba. Tenía un mal presentimiento y me resultaba imposible tranquilizarme, pero sin saber que más hacer decidí que esperaría por él cuanto tiempo fuera necesario y varias horas después por fin apareció haciendo que experimentara una sensación de alivio que invadió cada parte de mi cuerpo.

—¡Allen! —corrí hacia él y lo recibí con un efusivo abrazo.

—Lamento haberte hecho esperar —dijo a la vez que depositaba un beso en mi mejilla—. Tenemos un problema Emi —confesó mientras me soltaba.

—¿Qué pasa Allen? —pregunté sin esforzarme en lo más mínimo por ocultar lo preocupado que estaba, una desagradable sensación de cosquilleo se mantenía insistente en mi estómago.

—¿Recuerdas el acuerdo que tenía con mi padre sobre el asunto del matrimonio? Me ha dicho que mañana por la noche dará un banquete y quiere que lleve a la mujer que he elegido como esposa…

¡Lo sabía!

¿Por qué justo cuando comenzaba a creer que podría morir de felicidad ocurría esto? Probablemente la vida disfrutaba burlándose de mí…

—E-entonces ¿todo se ha terminado? —pregunté aun desconcertado por la repentina noticia.

—Esto no tiene que acabarse si tu no lo quieres —decía mientras recargaba su frente contra la mía.

—¿Pero qué podemos hacer nosotros contra los deseos del rey? —insistí sintiendo mi estómago revolverse, de pronto tenía ganas de vomitar…

—He pensado durante un rato y sólo se me han ocurrido tres posibilidades, una de ellas nos permitiría seguir de manera relativamente normal, las otras dos implican algo más radical.

—¡Dímelas! —exclamé con desesperación.

—La primera es que me case y aceptes ser mi amante, sería capaz de darle herederos a mi familia y al estar satisfecho mi padre, tu y yo podríamos seguir viéndonos sin problemas —no pude evitar mirarlo con horror ante la perspectiva de verme compartiendo a Allen con una mujer ¿y sí en algún momento él llegaba a enamorarse de su esposa? No soportaría ver que me arrebataban al pelirrojo en mi propia cara. Él me miraba confundido y yo negaba con insistencia.

—¿Cuáles son las otras posibilidades? —pregunté con la esperanza de que fuera más alentadoras que ésta.

—Nos olvidamos de todo este asunto de que soy un príncipe y huimos juntos —dijo mientras se alzaba de hombros, como si no tuviera la menor importancia.

—¡No! Jamás te obligaría a renunciar a todo lo que tienes —¿era cosa mía o cada opción parecía ser peor que la anterior?

—Sé que llevaríamos una vida muy complicada económicamente hablando pero si tú me lo pidieras no dudaría en hacerlo —aseveró sin titubeos y en su mirada no pude percibir ni una pizca de las dudas que a mí parecían estar devorándome.

—¿Cuál es la última opción? —Allen enarcó una ceja y me miraba como si le estuviera pidiendo algo indebido, finalmente suspiró y recuperó la sonrisa.

—Que te cases conmigo —soltó con toda naturalidad.

—¡¿Qué?! —esta ocasión sí que había conseguido dejarme con la boca abierta y a pesar de ello era incapaz de pronunciar nada. .. Cuatro palabras me habían dejado pasmado. Eran cuatro simples palabras, pero que nunca debían juntarse en una misma frase cuando ésta iba dirigida a otro hombre.

—¿Qué opinas Emi? ¿Cuál te gusta más? —preguntó aun cuando mi mente se hallaba lejos de la conversación…

¿Casarme con él? ¿Cómo podríamos? Dentro de mí se libraba un debate en el cual se intentaba decidir si esto estaba bien o mal ¿No era cierto que si lo hacíamos nadie podría separarme de Allen nunca más?

No tendría que tolerar a ninguna molesta mujer que pudiera jactarse de que el pelirrojo era su esposo.

—¿Cómo podríamos…? —se me escapó en un susurró y el brillo apareció en los vivaces ojos de Allen.

—Dime Emi… ¿No has pensado que podríamos usar tu belleza a nuestro favor? ¿Qué a los ojos del mundo podrías dejar de ser Emile y convertirte en una doncella? ¿En mi prometida? —¿Había dicho prometida? Me encontraba estupefacto ante sus palabras ¡Era una idea de lo más descabellada!

¡¿Entonces por qué no podía dejar de considerarla?!

—¿Y si nos descubren? —cuestioné casi por inercia.

—Si nos descubren no dejaré que  te hagan daño, como príncipe tengo algo de influencia sobre los súbditos de mi padre… luego probablemente tendríamos que escapar… —masculló como si no quisiera que yo escuchara esa parte—. Entonces Emi ¿te casarías conmigo? —dijo a la vez que se arrodillaba frente a mí.

—Y-yo… —no tenía palabras para responder, sin embargo la seguridad que irradiaba de Allen me dio el valor para darle un sí…

Es resto de la tarde la ocupamos en planearlo todo, no dejaba de inquietarme el hecho de que íbamos a engañar al rey, pero quise confiar en el pelirrojo y en que todo saldría bien.

Al día siguiente, en el bosque no encontré a mi gallardo príncipe; en su lugar había un mayordomo pelinegro.

—¿Qué opinas? ¿No es el disfraz perfecto? —exclamó Allen sonriendo con satisfacción.

—¿Qué le hiciste a tu cabello? —pregunté con asombro ignorando lo que decía.

—¡Oh, no te asustes! Es sólo una peluca, hasta donde sé no hay mucho pelirrojos por ahí y puesto que todo el pueblo me conoce sería una locura salir como si nada; por cierto que también he traído una para ti —dijo mientras sacaba una larga peluca negra que no tardó en colocarme.

Luego siguió rebuscando entre las cosas que tenía consigo y también sacó un vestido por demás sencillo, nos llevó algún tiempo completar la “caracterización” pero tan pronto lo conseguimos, nos encaminamos al pueblo y más específicamente a una elegante tienda llena de pomposos vestidos. Obviamente no cualquiera podía entrar aquí… intentaba disimular la curiosidad que me provocaba el lugar, no quería que todos notaran que era la primera vez que visitaba una tienda así y afortunadamente el encargado no tardó en atendernos…

—Necesito un vestido para la señorita —dijo Allen logrando que de inmediato el servicial hombre nos condujera por todo el lugar en busca de algo para mí—. Me gusta el rosa, pero me preocupa un poco el escote —dijo mientras se llevaba la mano al mentón y hacía una mueca de disgusto—. Como podrá ver ella no es muy agraciada en ese sentido —agregó con toda sinceridad y justo en mi cara… ¡Que insensible!

—¡Oh, no se preocupe! El escote es bastante discreto y tengo un corsé que podría realzar inclusive el pecho más plano —dijo el hombre jactándose de toda la mercancía que de la que disponía.

Lo siguiente fue conseguirme algo para calzar, en donde los entrometidos empleados del lugar no dudaron en insistir en que un par de zapatillas serían el complemento ideal, pero ellos no tenían idea de que jamás había usado algo así y puesto que el vestido era lo suficientemente largo como para cubrirme los pies, opté por zapatos bajos…

Y luego de eso nos dirigimos al palacio en donde entramos a través de un pasaje secreto el cual usaba Allen en sus frecuentes salidas.

—Entra ahí —dijo el pelirrojo en un susurró, íbamos a hurtadillas por los largos pasillos del palacio intentando no ser descubiertos; tan pronto cerró la puerta noté que nos encontrábamos en un baño con excéntricas decoraciones en donde resaltaban los acabados en oro y plata—. Bien, ahora estamos seguros, desvístete y entra en la tina —evidentemente Allen no se había detenido a pensar en lo que estaba diciendo y ante el pedido, pensamientos inapropiados llegaron hasta mi mente, delatándome a través del rubor que teñía mis mejillas; cuando Allen se percató de ello también desvió la mirada sonrojado—. De acuerdo, no miraré —dijo girándose hacia la puerta.

A toda prisa me deshice de la ropa y entré en la tina que me esperaba con agua tibia, proporcionándome el baño más placentero que había tenido desde que salí de casa de los Lowell; cuando terminé de ponerme algo de ropa, llamé al pelirrojo para que me ayudara a colocarme el corsé y el vestido… El aire a duras penas me llegaba y creí que iba a desmayarme.

—Sécate el cabello, iré por algo de ayuda.

—¡No!  Espera… ¿Y si alguien viene? —pregunté aferrándome a su brazo con preocupación.

—Nadie vendrá, sólo espera aquí un momento, no tardaré —se había ido y con la mirada comencé a buscar un lugar al cuál correr por si alguien llegaba a entrar. Sin embargo me quedaba muy claro que con semejante vestido no iba a poder moverme si llegaba a ser necesario, era una molestia; demasiado amplio, me hacía sentir que tropezaría a cada paso y sin poder evitarlo iba chocando con todo lo que se encontraba a mi alrededor.

Ya comenzaba a preguntarme cómo iba a hacer para desplazarme entre un montón de gente.

Minutos más tarde regresó Allen en compañía de una chica y un chico que compartían rasgos, era inquietante mirarlos a ambos y notar el increíble parecido; eran los mellizos de lo que Allen me había hablado antes.

—Emi, quiero presentarte a Ian y Mía, ellos son algo así como mis hermanos pequeños —dijo mientras reía y el par de chicos lo miraban embelesados ¿yo pondría la misma expresión estúpida cuando lo miraba?

Me sentía terriblemente mal al pensar que probablemente mis expresiones eran todavía peores que eso. Tras la breve presentación, el pelirrojo no tardó en hacer su pedido…

—Mía, quiero confiarte el cabello de Emi, dejo a tu criterio lo que sea que necesite y supongo que algo de maquillaje ligero no estaría de más —la chica asintió aun cuando pude percibir disgusto en su rostro—. Ian, a ti te encargo que lleves a Emi al salón en cuanto Mía haya terminado y asegúrate de no dejar que nadie se le acerque demasiado hasta que yo esté con ustedes ¿de acuerdo?

Una vez se hubo repartido instrucciones a ambos, Allen comentó que también iría a prepararse, se acercó y me dio un beso en el que apenas y se habían alcanzado a unir nuestros labios, para después irse dejándome con los mellizos.

La chica me indicó que la siguiera y de una manera casi tan discreta como habíamos llegado Allen y yo, salimos, terminando en una habitación que supuse pertenecía a Mía; Ian se recostó perezosamente en la cama mientras que su hermana me hacía sentar en un banco para comenzar a cepillar mi cabello… Era obvio que yo no le había agradado y la chica se desquitaba dando tirones innecesarios a mi cabello.

¿Qué ocurría con la gente de este pueblo? ¿Alguna vez podría conocer a alguien además de Allen que sonriera al verme?

De pronto me encontré despreciando a la chica que se ocupaba de arreglarme. Mi cabello estaba todo recogido entre tubos y vi con pánico como parte de éste caía al suelo, las rubias hebras se esparcían a mis pies y estaba por armar una rabieta cuando vi que un flequillo recto caía sobre mi frente.

Supuse que en todo caso me ayudaría a lucir distinto y de cualquier manera aun si no me agradaba ella ya había cortado mi cabello…

Lo siguiente fue sentir un montón de polvos y brochas que eran repartidos por todo mi rostro y no me quedó más que rogar porque la tal Mía supiera lo que estaba haciendo. Un labial rosado se deslizó sobre mis labios y con ello se anunció que había terminado.

—¿Puedo verme? —pregunté temeroso ante los resultados, Mía torció la boca y de mala gana dio un tirón a una manta que dejó al descubierto un enorme espejo.

Me puse de pie y me quedé atónito ante lo que veía. De mi cabello suelto caían suaves caireles y un flequillo perfectamente peinado cubría toda mi frente, dándome un aspecto por demás tierno, en el espejo no parecía estar yo, sino una rubia con apariencia de muñeca…

Tenues sombras rosas y un delineador negro hacían ver a mis ojos ligeramente más grandes. El vestido iba perfectamente ceñido a mi cuerpo y por efecto del corsé parecía tener una escultural figura. No estaba seguro de hasta qué punto me resultaba aterradora mi nueva apariencia, pero me encontraba incapaz de despegar la mirada del espejo y para desgracia mía la única persona que podía consolarme, estaba demasiado lejos.

¿Aun así no era este el precio que estaba pagando por un amor que estaba prohibido en todos los sentidos?

No quería reprocharme más, puesto que en más de una ocasión me había repetido a mí mismo que haría lo que fuera por él ¿no era ahora el momento de demostrarlo?

—Disculpe señorita —dijo el chico que hasta entonces me había estado observando—. ¿Le parece bien si nos vamos? El príncipe Allen debe estar esperándonos —me ofreció su brazo, sin pensarle demasiado le seguí la corriente y andando a su lado llegué hasta el enorme vestíbulo en donde los invitados conversaban de forma amena.

Tan pronto cruzamos el lugar, fui consciente de que varias miradas se posaban sobre mí, de pronto tenía tantas ganas de dar la vuelta… Entonces divisé a la razón de que estuviera cometiendo semejante locura.

Allen parecía desenvolverse con gracia y facilidad en este tipo de ambientes, llevaba una chaqueta negra en terciopelo y lucía tan apuesto que incluso sin su título de nobleza habría sido imposible quitarle la mirada de encima.

El pelirrojo no tardó en advertir mi presencia y dejando de lado la conversación que sostenía se acercó a mí, clavándome la mirada y haciéndome sentir que el corazón me iba a estallar, Ian me había soltado y discretamente se retiró dejándome a merced de Allen.

—Juro que si no hubiera sido porque yo mismo elegí el vestido no habría sido capaz de adivinar que detrás de tan angelical señorita está el amor de mi vida.

—Supongo que todos esos niños que se burlaban de mi tenían razón —admití intentando cubrir con una risilla la tristeza que asomaba a mi rostro.

—No pongas esa cara Emi, si no fuera por esto tal vez hoy no tendríamos la oportunidad de estar aquí –dijo a la vez que me tomaba de la mano guiándome al salón principal donde algunas parejas bailaban.

Allen hizo una señal a los músicos y un hermoso vals se comenzó a tocar.

—¿Me concederías esta pieza, mi amor? —¿Y se suponía que podría resistirme a semejante despliegue de galantería? Le extendí la mano y me llevó al centro del salón. Posó una de sus manos sobre mi cintura, acercándome a él tanto como le fue posible y tomando mi otra mano, me guio al ritmo de la bella melodía.

Todo a mí alrededor desaparecía, bajo el hechizo de los hermosos ojos del pelirrojo, que parecían intentar poseerme, que gritaban las promesas de amor que sus labios silenciaban.

¡Cuánto me habría gustado que me besara en aquel momento!

La melodía había terminado y aun cuando nos habíamos detenido permanecíamos aferrados el uno al otro, se escucharon algunos aplausos y recordando en donde me encontraba busqué poner algo de distancia entre nosotros, sin embargo Allen se mostró renuente a dejar ir y llevándome de la mano me alejó de la atención del resto.

Aún no había visto al rey y eso me tranquilizaba de sobremanera, no estaba seguro de si iba a ser capaz de tolerar los mimos del encantador pelirrojo en su presencia.

Nos habíamos sentado y no dejó de sorprenderme todas las atenciones para el príncipe, pronto teníamos vino y bocadillos llenando la mesa frente a nosotros.

—Emi —dijo mientras tomaba mis manos entre las suyas—. Ya no puedo más, si no te lo digo ahora siento que voy a enloquecer.

—¿Pasa algo malo Allen? —interpelé de inmediato, intentando adivinar que se escondía detrás de su tranquilo temple.

—Te amo Emi, te amo como no tienes idea… sencillamente no puedo pensar en nada que no seas tú, cada que te miro siento que mi cabeza da vueltas y que mi corazón va a salir de mi pecho…

—Yo también te amo Allen—aseveré sin titubeos ¡Cuánto tiempo había esperado para decírselo, la dicha desbordaba por cada uno de mis poros!

El pelirrojo me tomó por el brazo e intentaba que me acercara más a él… ¡Y gustoso habría respondido a sus exigencias! Pero ahora era consciente de las miradas sobre mí… Un montón de señoritas intentaban asesinarme sólo con sus miradas acusadoras.

—¡Que gusto ver que después de tanto tiempo, otra chica ha conseguido atrapar la atención de nuestro muy amado príncipe! —una voz femenina se escuchó detrás de mí y en el acto hice que Allen me soltara—. Aunque supongo que no es extraño ya que eres una señorita encantadora —dijo la mujer mientras esbozaba una amplia sonrisa.

—Gracias —dije sin atreverme a levantar la mirada, me avergonzaba en demasía recibir ese tipo de elogios ¿qué dirían todos aquí si supieran que en realidad era un chico?

—Pareces una chica tímida —dijo con una risilla—. Me agradas… mi nombre es Carlota Dublon ¿Cuál es tu nombre querida? —¡Mi nombre! ¿Cómo habíamos podido pasar por alto algo tan esencial? En medio del pánico que sentía, estuve tentador a voltear a ver a Allen en busca de algo de apoyo, pero no me atreví puesto que sería demasiado sospechoso.

—Me llamo… —¡¿Qué le decía?!

—Emily —dijo Allen sacándome del apuro…

No era precisamente lo más original que se le podía haber ocurrido, pero poco tenía que reclamar y con seguridad no habría lugar a equivocaciones cuando intentara llamarme en público.

—Emily… Un lindo nombre para una linda chica —agregó Carlota con una sonrisa.

—¿Necesitas algo Carlota? —volví la vista y me encontré con que Allen la miraba severamente a pesar de que ella mantenía una sonrisa.

—Bueno, sólo quería conocer un poco a tu bella acompañante, pero ahora que lo mencionas, tu padre desea verte, así que será mejor que vayas cuanto antes, mientras tanto puedo hacerle compañía a Emily —concluyó sin perder la compostura.

—Ten cuidado —susurró Allen antes de levantarse, de manera que sólo yo había alcanzado a escucharlo—. Bien, si me disculpas Emily, regreso en un momento —la mujer frente a nosotros torció la boca con molestia, pero realmente no me preocupaba lo que ella pudiera estar sintiendo, puesto que yo me encontraba presa de la inseguridad, no estaba seguro de que debería responder si ella comenzaba a hacer preguntas personales; sin contar que en el pasado nunca había sido muy sociable y por ello las conversaciones con desconocidos no eran mi fuerte.

—¿Te apetece un chocolate? —dijo a la vez que me extendía un recipiente lleno de ellos y como siempre había amado los chocolates me pareció una manera muy acertada de comenzar nuestra “conversación”.

—¡Claro, muchas gracias! —respondí entusiasmado y olvidándome momentáneamente de la inseguridad que sentía—.¡Son realmente deliciosos! —exclamé tras haber engullido uno por completo.

—Lo sé, son mis favoritos y he ordenado que prepararan tantos como fuera posible, aun cuando a mi médico no le agrade la idea… simplemente no he podido dejar de comer chocolate en el último mes —dijo mientras acariciaba su abultado vientre, lo cual me pareció un gesto sumamente tierno y por un momento casi me fue imposible creer que ella era la mujer que obstaculizaba la vida de Allen, la que pensaba a utilizar a un bebé para asegurarse un lugar en el poder…

—Seguro que ese bebé también será amante de los chocolates —dije riendo despreocupado.

—Seguro que sí… Necesitará de algo que le dé un toque dulce a su vida… Mi pobre hijo no es legítimo y si permanece así sufrirá toda su vida, el amor de la débil mujer que tiene por madre no será suficiente para protegerlo de los crueles cortesanos —aseveró con tristeza en la mirada y una incómoda sensación me invadió de la nada… No sabía cómo manejar este tipo de situaciones y me era difícil aceptar sus palabras cuando ya tenía por referencia todo lo que me había dicho Allen—. ¡Perdóname querida! Qué mal gusto el mío al contarte este tipo de cosas tan desagradables, dime, ¿te gustaría comer otro chocolate? —insistió en tanto recuperaba la sonrisa.

—Muchas gracias, pero ya he tenido suficiente —dije intentando excusarme torpemente ¿no me había dicho Allen que tuviera cuidado? ¿Qué demonios estaba haciendo al comer los chocolates que me ofrecía la principal sospechosa de haber intentado envenenar al pelirrojo?—. Espero me disculpe, pero me gustaría ir a bailar un poco más —ella había fruncido el ceño, de manera que apenas y lo había percibido, ¿le habría disgustado lo que dije?

—¡Cuánta energía la de la juventud! No te preocupes Emily, ya tendremos oportunidad de tener una verdadera conversación —Me confundía demasiado su actitud, pero tuve el acierto de despedirme respetuosamente, después de todo seguía siendo la amante del rey y aun cuando no ostentaba una corona sobre su cabeza, tenía el suficiente poder para sacarme de su camino si era necesario.

Di unos pasos y me detuve sin saber qué hacer, no podía salir del salón puesto que mi excusa había sido el baile, pero tampoco me apetecía tener que fingir sonrisas mientras algún idiota me ponía las manos encima. Entonces advertí que Ian venía directo a mí y me invitó a bailar sin perder tiempo.

—Gracias —comenté aliviado y el chico río.

—Me pareció que tenía problemas —¿entonces había estado al pendiente de lo que hacía?—. Le recomendaría que evite comer cualquier cosa que ella le pueda ofrecer —ante el comentario no pude disimular el asombro y miedo que me provocaba el pensar lo que me podría ocurrir—. No se preocupe, ella no se atrevería a hacerle daño en público.

Era extraño, pero hablar con él resultaba muy sencillo y por demás agradable…

—¿Por qué me dices todo esto? Creí que yo no les agradaba —cuestioné dejándome llevar por la curiosidad como tantas otras veces.

—¿Les? Sabe… que Mía sea mi melliza no quiere decir que compartimos el mismo cerebro ni nada por el estilo —respondió el chico haciendo un gracioso puchero—. Ella esta celosa, después de todo solíamos ser los favoritos del príncipe.

—¿Entonces te agrado? —insistí divertido con la situación.

—Sí, aun no la conozco bien, pero por lo poco que he visto me parece que usted es una buena persona —comentó recuperando el buen humor.

—Debo entender que Allen no te ha hablado de mí ¿cierto? —parecía que otra vez lo había puesto en una situación difícil—. Oh y te agradecería que me tutees, después de todo estamos en confianza ¿no?

—Bueno, sé que eres la responsable de que el príncipe haya sufrido por amor todos estos años, aunque jamás nos quiso hablar sobre el tema detalladamente —comentó confirmando mis sospechas. Ellos eran de su total confianza, así que en algún momento tendrían que saberlo todo, pero de momento más me valía mantener la boca cerrada… al menos hasta que pudiera hablar con Allen.

Detestaba esta inseguridad al hablar ¿qué estaba bien? ¿Qué estaba mal? No podía decir nada sin temer que fuera a arruinarlo todo. Una palabra podía ser suficiente para que nuestro teatro se viniera abajo… ¡A mí no me gustaba mentir y era realmente malo en ello!

Si tan sólo no amara tanto al pelirrojo que fácil sería retractarme de todo.

—¡Oh! El príncipe está de regreso, será mejor que vuelvas con él —detuvo el baile y me llevó a donde ya me esperaban.

—¿Todo bien Emi? —preguntó Allen casi con desconfianza, una vez que Ian se había ido.

—Sí, pero ya estoy agotado —el pelirrojo enarcó una ceja con incredulidad… Sí, tal vez a él podía parecerle una exageración, pero mi incómoda ropa me estaba matando.

—Entonces acompáñame, te llevaré hasta tu habitación, de cualquier manera mi padre no vendrá —sin demora me tomó de la mano e intentaba hacerme caminar, pero cuando se vio detenido por la resistencia que estaba oponiendo, se giró con la interrogante en el rostro.

—No voy a quedarme aquí —le aclaré mientras intentaba sutilmente soltarme de su mano.

—¿En realidad piensas que voy a dejarte ir? ¿Sabes lo peligroso que puede ser el bosque por la noche? —insistía intentando persuadirme.

—Pero Allen…

—Pero nada, ya se ha preparado una habitación para ti, así que te quedarás aquí esta noche y es mi última palabra sobre el asunto—no quería llamar la atención así que obedientemente seguí al pelirrojo.

Entramos en una de las tantas habitaciones y Allen cerró la puesta tras de sí.

—Aquí estarás seguro, pediré que vigilen tu habitación, ¿de acuerdo?

—Bien, ahora quisiera ponerme cómodo, antes de que el corsé acabe por asfixiarme —Allen se echó a reír contagiándome al instante.

—Ven aquí, déjame ayudarte —entre forcejeos me ayudó a desatar el vestido y soltaba las cintas del corsé, de modo que yo pudiera terminar por mí mismo.

—Gra… —las palabras se me esfumaron, cuando sentí que los labios del pelirrojo se posaban sobre mi hombro. Sus manos llegaron hasta mi abdomen y me atraían hacía su cuerpo, manteniéndome de espaldas a él.

Me alegró bastante que el pelirrojo no pudiera ver mi rostro, ya que no tenía idea de qué clase de expresiones estaba haciendo; no sabía que ocurría conmigo, pero lejos de resistirme ya había comenzado a ladear mi cabeza invitándolo a continuar. Me hizo girar y con ternura acarició mis mejillas.

Me levanté sobre las puntas de mis pies y cerrando los ojos me acerqué en un intento por besarlo, Allen se inclinó y unió sus labios a los míos, transmitiéndome su calor… de pronto me pareció que todo mi cuerpo ardía.

—Separa tus labios —en cualquier otro momento el pedido me hubiera parecido de lo más vergonzoso, pero entonces mi mente ya se encontraba nublada y era mi cuerpo quien atendía complacientemente a las ocurrencias de Allen.

La manera en que me besaba era tan distinta, su lengua buscaba entrelazarse con la mía; explorando cuanto hallaba a su paso, dejándome sin aire, provocando la necesidad de sentir más…

Una de las manos del pelirrojo, parecía haber escuchado mi súplica y llegó hasta mi entrepierna, provocando que me sobresaltara ante el desinhibido toque y mi mente fue asaltada por el recuerdo de Albert que había hecho lo mismo con Brandon…

De pronto todo me resultaba tan repulsivo y entre bruscos movimientos conseguí sepárame de él.

—¿Qué ocurre Emi? —preguntó desconcertado.

—Yo… —desvié la mirada, incapaz de confesarle que era Albert y Brandon quienes me arruinaban el momento

—De acuerdo —dijo soltándome, llevando su mano a su sien como si estuviera fastidiado del asunto—. Disculpa que haya sido tan imprudente, ahora ¿por qué no intentas descansar? —dijo mientras se encaminaba a la puerta.

Me adelante a él y le cerré el paso, no me detuve a pensarlo, tan sólo me había movido obedeciendo a mis inquietos y confusos sentimientos.

—Por favor no te enfades —pedí con rostro suplicante, el pelirrojo me miró por algunos momentos y luego me sonrió cálidamente.

—¿Cómo podría enfadarme contigo? —dijo mientras una de sus manos acariciaba mi mejilla cariñosamente—. Reconozco que mi orgullo está un poco herido, pero creo que hay algo importante que debo decirte. Durante los pasados diez años y aún cuando regresaste, creí que mi máximo sería tomarte, no sabía de nada que no fuera deseo, pero me has recordado lo que es el amor... daría todo lo que poseo para verte feliz y si es tiempo lo que necesitas, tiempo te daré… ya verás que me esforzaré para ganar tu corazón y cada uno de tus pensamientos —escuchar sus palabras no hacían más que reiterarme cuán estúpido era al dejarme llevar así.

¿Cómo se me había ocurrido siquiera comparar al pervertido Albert con mi amado Allen?

Lo nuestro jamás sería equiparable a la relación de Albert y Brandon, nosotros no lo haríamos por frívolos intereses… ¡Lo haríamos por amor!

De nueva cuenta besé los labios de Allen, que para mí fortuna respondió con singular alegría y al saber que no estaba enojado conmigo sentí que mi consciencia se liberaba de un gran peso… volvía a sentirme tranquilo y… ¿quizás ansioso?

—No es necesario que te esfuerces tanto Emi —dijo tras romper el beso, cerró sus ojos y recargó su frente contra la mía.

—No me estoy “esforzando tanto” —insistí haciendo énfasis en las palabras que él mismo había dicho, reí y juguetonamente me acerqué hasta su cuello, titubeando antes de besarlo—. Allen… quiero que hagamos el amor —susurré en su oído y rodeándolo con los brazos me aferré a él como si en ello me fuera la vida.

—No sabes lo que dices, mi amor —objetó, aún cuando sus manos ya intentaban despojarme de la ropa.

—Entonces enséñame…

No tuve que decirlo dos veces, pues tras botar buena parte de mi ropa me levantó en sus brazos, llevándome directo a la cama, en donde me recostó cuidadosamente para continuar besando mi frente y nariz, igual que si fuera un niño pequeño…

Entre un beso y otro fue descendiendo… pasando por mi boca, mi cuello y deteniéndose finalmente en mis pezones, donde su lengua se paseaba lenta y tortuosamente , en tanto una de sus inquietas manos había conseguido llegar hasta mi entrepierna, para retomar la tarea que había dejado minutos atrás.

De cuando en cuando, me atrevía a abrir los ojos, curioso por saber si Allen estaba tan afectado como yo, comprobando con satisfacción que él igualmente parecía estarlo disfrutando. No paso mucho antes de que me encontrara jadeando incontrolablemente y buscando detener al pelirrojo para recuperar el aliento; cosa aprovechó para despojarse de todo lo que llevaba encima, destilando sensualidad en cada movimiento, haciéndome enmudecer ante la visión de cada parte de su maravilloso cuerpo.

Y tan pronto terminó el espectáculo, se apresuró a tomar mis piernas, deslizando sus manos y produciendo un agradable cosquilleo. Besaba mis piernas y de cuando en cuando con su lengua trazaba un sinuoso camino que parecía no tener fin; sin embargo el viaje culminó cuando llegó donde mi intimidad, fingiendo atrapar mi miembro entre sus labios, aun cuando éste se encontraba preso dentro de mi ropa. Con sumo cuidado se deshizo de ésta y su lengua inició un nuevo tortuoso recorrido sobre mí.

—¡No! A-allen —en un impulso me había levantado sobre mis brazos para poder observar y el pelirrojo retribuyó el gesto, dando algunas lamidas mientras me dirigía una sugerente mirada.

—¿No? Tu cuerpo no parece opinar lo mismo... Mira que bien estás respondiendo —insistió antes de engullir una parte de mi necesitado miembro, dando suaves succiones que me hacían sentir que perdería la cordura de un momento a otro.

No era que no quisiera, sencillamente era muy embarazoso, pero en aquel momento apenas y sabía quién era, lo único que había en mi mente era el encantador pelirrojo y un mar de sensaciones en las que estaba ahogándome.

Sólo recuperé parte de la noción cuando noté que Allen halaba de mí, me levantó hasta hacerme quedar sentado sobre sus piernas, juntó nuestras erecciones y tomando mi mano me hizo frotarlas...

—Más… rápido Emi —se empeñaba en hablar entre los espacios que hacia durante nuestros cada vez más apasionados besos, intentaba satisfacer el pedido del pelirrojo, pero estaba demasiado aturdido. Cosa que Allen remedió, pues uno de sus dedos ya se hallaba adentrándose en mi trasero. La intrusión me bajó de golpe de la nube.

—¿Q- que haces Allen? —cuestioné confundido por la incómoda sensación.

—No pretenderás que pueda entrar aquí sin más ¿o sí? —respondió mientras removía sus dedos dentro de mí y no fui capaz de objetar nada más…

—Yo… no voy a resistir más —y como si mis palabras hubieran sido una amenaza, el pelirrojo me arrojó contra la cama, haciéndome despabilar tras la caída.

Sin titubeos sostuvo mis piernas y lentamente penetró dentro de mí, provocando una extraña y desconocida marea de sensaciones, que me consumían con cada centímetro que Allen lograba avanzar. El dolor que había sentido en un principio se esfumaba dando paso a un desbordante placer como el que jamás habría imaginado; el pelirrojo aumentaba la intensidad en su vaivén y fue imposible contener los gemidos que pugnaban por salir desde lo más profundo de mí.

—¡ngh! ¡Allen! —había rodeado su cuello con mis brazos y nos besábamos, robándonos el aliento el uno al otro. Era más de lo que podía soportar, mi orgasmo anunciaba su llegaba y entrelacé mis piernas alrededor de su cuerpo.

—Emi… ya no resisto… suéltame —decía aun jadeante.

—No, no te separes de mí...

De la mano del pelirrojo había conocido el paraíso, ahora éramos uno sólo y aun cuando no habíamos cruzado más palabras, nuestros cuerpos se habían dicho en cada toque y en cada movimiento, cuanto amaban al otro.

La insistente sensación de soledad que me perseguía, desaparecía mientras era sostenido entre sus cálidos brazos, me había entregado en cuerpo y alma a la persona que más amaba y la dicha que me llenaba era lo más dulce que había experimentado en la vida.

Estaba seguro de que podía acostumbrarme a esta maravillosa e incondicional entrega, a sus exquisitos besos, a sus tiernos abrazos y a su dulce y encantadora manera de ser…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                            

Notas finales:

Ah... bueno, el primer lemon del fic... 

las cosas tal vez se me fueron en cuanto a que todo ocurrió demasiado rápido XD

¿Qué opinan ustedes? ¿Les gustó?

Ojalá que si jeje

Y bueno, espero que puedan dejarme un review, amo todos sus comentarios n_n

Ya para terminar un feliz día a todos!!!

Los que tengan con quien festejar al amor pues aprovechen, los que esten solteros y solterones (como uno) pues todavía podemos festejar a la amistad XD

Un abrazo y hasta la próxima!!!


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