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Expressive Eyes por aoishii_natsumishiroyama

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Notas del fanfic:

Esta historia nació de la nada como siempre ocurre, los personajes son cien por ciento originales y de mi propiedad, está prohíbido el plagio. 

Notas del capitulo:

¡Hola a todos! 

hace mucho que no publicaba algo y quise volver a esta bella página con algo completamente original e innovador, espero que sea de su completo agrado c: y sé que es algo sencillo, pero aún así tiene lo suyo

también aviso que no abandonaré para nada los Fic's SasuNaru/NaruSasu, sólo estoy ampliándome a más categoría, pero eso sí, hace mucho que no me surge alguna inspiración para hacer algo de la categoría Naruto, pero apenas nazca algo, no dudaré en publicarlo. 

también aviso que sigue en pie la idea de mandar un manuscrito a una editorial homoerótica (la cual es española), pero no descarto la idea de enviar el manuscrito a una editorial homoerótica nacional (soy chilena), ya que, según rumores, hay algunas reconocidas :) 

bueno, disfruten de la lectura 

¡nos leemos en las notas finales! 

Expressive Eyes

One-Shot

Original

 

 

 

Sus ojos se abrieron lentamente, fijando su vista en el borroso techo, parpadeó una, dos, tres veces hasta lograr vislumbrar con claridad lo que había a su alrededor. Se giró levemente sobre la cálida cama, miró la pared que estaba frente a él, ésta se encontraba decorada con diversos tipos de afiches y fotografías de sus seres queridos.

Suspiró. No deseaba levantarse, pero el reloj digital que tenía sobre la mesita de luz, que estaba al otro lado de su cama, decía lo contrario, el agudo y constante pitido de éste perturbaba a sus delicados tímpanos, teniendo como consecuencia la abrupta interrupción de su preciado momento de descanso.

De mala gana y refunfuñando se incorporó en la cama, quedando sentado sobre ésta, alargó su mano derecha y apagó el desagradable aparato que amenazaba con despertar a los vecinos y agotar la poca paciencia que le quedaba.

Se levantó con pereza, apoyando sus desnudos pies en el acolchado piso alfombrado color gris. Jadeó agotado. Con un leve impulso se despegó de la tentadora cama, se tambaleó un poco y sintió como todo su alrededor daba vuelta. Cuando estuvo más lúcido, se enderezó, con paso seguro y firme se acercó al espejo de cuerpo completo que se encontraba instalado a un lado de su guardarropa. Se miró de pies a cabeza. Odiaba esa imagen que se creaba de él al momento de despertar.

 

Era un verdadero desastre

 

Su perfecta imagen varonil, que tanto mujeres como hombres adoraban de él, se destruía en todas las benditas mañanas en que se miraba directamente al espejo sin siquiera alistarse un poco.

Bufó molesto. Se rascó con pereza su zona púbica por sobre la delgada tela de su ropa interior, lo cual era la única prenda que llevaba puesta. Un bostezo se escapó de sus finos labios, se dio media vuelta, se acercó a la puerta de su dormitorio, giró la perilla y salió de la estancia hiendo directamente al baño.

El baño estaba decorado con azulejos gríseos. El lavamanos era de granito color arena con una leve inclinación hacia la llave de ésta. La ducha era de granito con puertas de cristal. Se acercó a paso lento a la ducha, abriendo la puerta de éste y haciendo correr el agua para que se temperara. Se giró para ir al escusado, en donde orino como lo hacía en todas las mañanas.

Se sacó los bóxers y se metió bajo la regadera, de donde salía el agua temperada. Suspiró relajado. Sacó la barra de jabón que estaba a un lado en un sofisticado estante de vidrio. Se pasó el jabón por su fornido torso bajando con delicadeza hasta el resto del cuerpo.

Otro suspiro escapó de sus labios. Su mente no dejaba de fantasear en esos instantes con el hombre ficticio que él catalogaba como perfecto. Dejó el jabón en el estante. Su mano comenzó a masajear su erecto pene con fuerzas, sacándose varios gemidos, los cuales se ahogaban en su garganta. Todas las mañanas era lo mismo. Masturbarse se había vuelto en una rutina para él.

No importaba lo sensual y erótico que era. No importaba a cuantos hombres y mujeres metía en su cama durante las noches. Él no se encontraba sexualmente satisfecho.

Algo le hacía falta a su ya avanzada vida. Algo que él jamás pensó necesitar…

 

Amor

 

Salió de la ducha mucho después de sufrir su primer orgasmo del día. Con una toalla atada a sus caderas y otra sobre su mojado cabello, se dirigió a paso rápido a su dormitorio. Miró desde la puerta su reloj digital, el cual marcaba las siete y cuarenta minutos de la mañana. Bufó. Él entraba a las ocho y treinta. Se acercó a su guardarropas, sacando de allí su ropa interior y ropa de trabajo. Se calzó los calzoncillos y las calcetas.

Se miró al espejo. Agarró sus planchados pantalones de tela negro y se los puso sin dificultad alguna, se los abrochó y luego les calzó un cinturón de cuero negro con hebilla plateada. Volvió a meter las manos en el guardarropa, ahora sacando una camisa de mangas largas color blanco, la cual, en el bolsillo que estaba en el lado zurdo de su pecho, estaba inscrito su oficio y el logo del establecimiento con letras color negro.

 

¨Une douce Pâtisserie de Chocolat

Repostero¨

 

Se miró por última vez al espejo, estaba impecable. Sonrió de medio lado. Se volvió a acercar a su guardarropa para sacar sus lustrados zapatos negros, se los calzó para luego encaminarse a la mesita de luz, de donde sacó un reloj pulsera de plata y sus pertenencias. Salió de su cuarto adentrándose por el largo y estrecho corredor que lo llevaba a la cocina de su apartamento, en donde se dispuso de degustar de un completo desayuno que le daría energía para comenzar su día laboral rutinario.

Al terminar de ingerir su balanceado desayuno, dejó todos los utensilios en la lava lozas, luego, apenas terminara con su turno laboral, llegaría a casa a lavar. Suspiró cansado, tenía unas enormes ganas de quedarse en casa y dormir todo el día, pero si fuera por él, lo haría quedándose sin su puesto de trabajo y sin ingreso alguno felizmente, deseaba enormemente ganarse la maldita lotería para nunca jamás volver a trabajar. No era que detestara su trabajo, amaba ser repostero, pero estaba cansado ¿cansado de qué?, pues de la vida…

Se levantó a regañas dientes de la mesa de la cocina americana. Se encaminó a la entrada de su acogedor departamento, en donde había una pequeña mesa, allí reposaba su abrigo negro que solía utilizar en las mañanas y noches para ir y volver de la Cafetería. Se puso el ceñido abrigo. Agarró las llaves y salió de allí cerrando con sutiliza. Le puso seguro a la puerta y bajó por las escaleras hasta el primer piso, recordando que él habitaba en un segundo piso, por lo que usar elevador no era en absoluto necesario.

Desde el primer piso, bajó al subterráneo, en donde se hallaba estacionado su ostentoso Lamborghini Urus negro. Con su llavero en manos, desactivó la alarma de éste y se dispuso a subir en el asiento del conductor. Miró por el parabrisas perdido, encajó la llave que encendía el vehículo, giró levemente y el motor se encendió emitiendo un sordo ruido. Le sacó el freno de mano al Lambroghini y salió del edificio conduciendo sin apuro alguno, aún estaba a tiempo y de hecho, le sobrara tiempo, pero él prefería llegar temprano para comenzar a preparar las masas y no estar haciéndolas a última hora todo estresado.

Al llegar a la Cafetería, estacionó fuera de ésta, sólo para tener una visión de su costoso vehículo durante todas sus horas de trabajo. Apagó el motor y bajó del auto.

Dando unos largos y ligeros pasos llegó a lo que era la entrada de la aún cerrada Cafetería. Entró sin problema alguno gracias a que tenía una copia de la llave del local, la campanilla sonó al momento de traspasar la puerta, cerró y se encaminó directamente a la cocina. Se sacó su abrigo, colgándolo en un perchero, en donde se encontraba el delantal que utilizaba para cocinar y el gorro, se puso todo lo necesario para poder comenzar.

Sonrió al ver la limpia cocina. Se acercó al mesón central para comenzar con su labor.

Minutos después, sintió la puerta de entrada ser abierta, al rato se sintió la presencia del recién llegado a la cocina en donde él se hallaba amasando.

 

-          Buenos días, Erick – saludo un joven de pelirrojo cabello

 

-          Buenos días, Alex

 

-          ¿Te enteraste de los nuevos cambios? – Erick negó sin despegar la vista de la masa – el jefe piensa contratar mujeres por la época vacacional

 

-          Lo único que piensa ese viejo es en tener mayor cantidad de clientes, siendo que la Cafetería en sí se llena con facilidad

 

-          No sólo eso. El prototipo es rubias de ojos azules o verdes, preferentemente

 

-          ¿Talla?

 

-          Promedio

 

-          Viejo verde…

 

-          Ojalá no nos corra

 

-          Lo dudo, llevamos varios años trabajando acá, Alex, así que despreocúpate

 

-          Ok – contestó en un inaudible susurro – ¿cómo te fue anoche con esa jovencita?

 

-          ¿La rubia? – Alex asintió – pues normal, un poco de sexo, luego un vete y no me vuelvas a buscar

 

-          Lo de siempre

 

-          Lo de siempre

 

-          ¿Cuándo llegará el día en que tengas una pareja definitiva?

 

-          El mismo día en que ya no tenga que ver tu estúpida sonrisa, Alex

 

-          Eres un maldito hijo de puta

 

-          Gracias

 

El recién llegado emitió un profundo suspiro, Erick era bastante molesto, pero era su forma de expresarse. Alex tomó del perchero su cotona de mesero, se lo puso amarrándolo en la cintura y se dispuso a salir de la cocina para comenzar a limpiar el local que estaba a punto de abrir sus puertas a los clientes.

Erick miró la puerta por donde se perdió minutos antes su pelirrojo amigo, hacía años que se conocían, específicamente cuando éste mismo llegó a la Cafetería a trabajar. Jadeó, algún día le agradecería su incondicional amistad, siendo que siempre lo trataba mal, éste seguía estando a su lado, apoyándolo en todo momento.

Miró la masa que estaba en el mesón, ésta estaba lo suficientemente consistente como para utilizarla en las galletas y algunos kuchen que tenía pensado a hacer ese día.

 

 

 

Llevaba varias horas encerrado en esa equipada cocina preparando todos los pedidos de los caprichosos clientes. Lo único que quería era unos minutos de descanso, había estado todo el bendito día cocinando y amasando, sus manos estaban de un rojizo color a causa del excesivo trabajo. Miró la ventanilla que unía a la cocina con el mesón de pagos, en ésta había una hoja con un reciente pedido, se acercó de mala gana, agarró el dichoso pedido y leyó su contenido:

 

“Copa de Chocolate Helado

Una porción de Galletas

Cappuccino

Un trozo de Kuchen de Nuez”

 

Bufó. El Kuchen estaba listo al igual que las galletas. El problema era la copa de Chocolate Helado y el Cappuccino, ya que éstos se tenían que preparar en el instante en que los piden. Con un último suspiro de resignación se puso a preparar los pedidos, estaba harto, tenía ganas de irse lo más pronto de allí y tomar un poco de aire fresco, se sentía encerrado, comenzando a tener un principio de claustrofobia.

Dejó las órdenes en la ventanilla y se alejó de allí con rapidez, miró la puerta de la cocina que daba a un callejón en donde botaban la basura. La imagen fue tentadora. Sin más se sacó el delantal tirándolo bruscamente sobre el empolvado mesón, agarró una bolsa de papel en donde metió unas galletas para ingerir entre tanto descansaba y salió de la Cafetería.

Una vez afuera salió corriendo como alma que lleva al diablo por la dirección contraría de la Cafetería, llegando a un parque que a simple vista se notaba desocupado. Suspiró aliviado entretanto se acercaba a su reciente refugio. Camino con tranquilidad, mirando todo su alrededor, era un lugar tranquilo con muchas hectáreas verdes con árboles, arbustos y todo tipo de vegetación. En medio del gran parque había una fuente, sin pensarlo ni dos veces se acercó allí, sentándose en la orilla, miró la cristalina agua de la fuente, en el fondo de ésta había varios tipos de monedas. Erick supuso al instante que eran monedas de personas que pedían deseos a la fuente.

Sonrió de medio lado mientras desenvolvía la bolsa de papel con el dulce refrigerio que le daría mayor energía para cuando decidiera volver a la Cafetería. Sacó una galleta de chocolate del interior del envoltorio, lo miró detalladamente y procedió a metérsela a la boca. Apenas le dio un mordisco y se detuvo abruptamente de su labor. Un chirriante ruido de algo oxidado acompañado de un sollozo lo sacó de su momento de descanso. Giró el rostro deliberadamente, a unos metros de él, sentado en un oxidado columpio, se encontraba un joven estudiante segundario de unos claros cabellos castaños y de delgada figura.  

A Erick se le cortó la respiración ante aquella angelical imagen. Se levantó de un salto de la fuente y se acercó sigilosamente al menor, que aún no se enteraba de la presencia del repostero. Su baja mirada estaba hipnotizada y perdida en sus sucios tenis que estaban llenas de tierra por estar pisoteando la arena del parque. Un lastimero suspiro escapó de los secos labios del estudiante.

Erick se acuclilló frente al menor, éste seguía mirando sus blancas zapatillas, hasta que sintió una penetrante mirada sobre su persona. Con temor levantó su verdosa mirada, fijándola en los cafés ojos del moreno que estaba frente a él.

 

-          ¿Por qué tienes esa mirada?

 

-          ¿Mirada? – susurró apenas audible el menor

 

-          Sí, una mirada tan apagada y perdida…

 

-          ¿Y por qué sus ojos reflejan tristeza, señor?

 

-          ¿Tristeza? – preguntó impresionado Erick

 

-          Sus ojos reflejan una profunda tristeza – le contestó con simpleza – ¿Por qué se siente triste, señor?

 

-          Porque me siento solo – sonrió forzadamente – es algo que a tu corta edad no podrías entender… es algo muy complejo

 

-          Yo también me siento solo, señor – conectó su azulina mirada en los cafés de Erick

 

-          Dime, ¿por qué te sientes solo…?

 

-          Adrián

 

-          ¿Adrián? – el menor asintió ante el llamado – bonito nombre… ¿por qué te sientes tan solo, Adrián?

 

El castaño no contestó, simplemente bajó la mirada apenado y aguantando las enormes ganas de llorar que tenía en ese mismo instante. Sosegadamente se levantó del oxidado y antiguo columpio, quedando a una mayor altura que Erick, quien levantó la mirada, viendo la extendida mano del menor, aceptó la ayuda y se incorporó, pero apenas estuvo erguido Adrián jaló del agarre y lo guío por un vecindario que estaba apenas a unas calles del parque.

Erick en completo silencio de dejó guiar por el menor de perdida mirada.

Sus ojos miraban a la acogedora vivienda que estaba frente a ellos, Erick supuso que se trataba del hogar de Adrián. El castaño con temor se acercó a la puerta de su casa, aun jalando del mayor, abrió la puerta con sus llaves y se adentró con el moreno a sus espaldas, lo guío al segundo piso, frente a ellos había una puerta que se hallaba cerrada. Adrián inhaló con fuerzas antes de girar la perilla. Todo eso era observado por la atenta mirada del repostero.

Con un chirrido la puerta se abrió hasta tocar la pared adyacente, la penumbra habitación se dejó ver ante las miradas de los recién llegados, Adrián apuntó a su interior en silencio. Erick asintió y entró dejando en el umbral al menor, quien lo miraba con tristeza.

Adentro había una antigua cama, en el centro de ésta, bajo algunas mantas, se encontraba una castaña mujer de pálida piel, Erick contuvo la respiración al mismo instante en que su corazón de detuvo abruptamente. La mujer sobre la cama tenía aspecto fúnebre, no se movía ni nada.

Giró levemente su cabeza para fijar sus ojos en el urgido menor, que se aferraba con fuerzas del umbral de la puerta, su azulina mirada estaba opaca, unas inofensivas lágrimas comenzaban a descender por sus ojos mientras se mordía con fuerzas el labio inferior con la intención de no emitir ningún gemido o sollozo.

Erick volvió a mirar a la inmóvil mujer, posó una de sus manos en la nívea mejilla. Estaba fría como hielo. Retiró rápidamente la mano. Volvió a mirar a Adrián.

 

-          ¿De hace cuánto que está así? – interrogó pasiblemente

 

-          De hace dos días – respondió Adrián con la voz quebrada

 

-          ¿Por qué no hiciste nada?

 

-          No sabía qué hacer, señor – comenzó a hipear – tenía miedo

 

-          ¿Miedo de qué?

 

-          De que me culparan a mí – se quebró intensamente

 

-          ¿Es tu madre? – recibió un asentimiento como respuesta – ¿y tu padre?

 

-          A-abandonó a m-mamá por otra mu-mujer cuando s-se había embarazado

 

-          No tienes más familiares – afirmó en un susurro, Adrián volvió a asentir – llamaré al novecientos once

 

Apenas unos minutos después llegaron los del novecientos once al hogar del pequeño y cohibido estudiante. Los paramédicos habían ido automáticamente a ver a la fallecida mujer que yacía en su aposento. Erick esperaba sentado a un lado de Adrián en la sala de la acogedora casa que en ese minuto se hallaba sumergida en una profunda tristeza y un aire de luto.

 

-          Señor – escucharon la voz de un paramédico a sus espaldas, ambos se giraron a mirar al uniformado – tenemos un posible resultado de lo ocurrido – Erick asintió incorporándose del sofá y desapareciendo con el profesional de la azulina vista

 

-          ¿Qué ocurrió?

 

-          Señor, la mujer falleció de V.I.H

 

-          ¿V.I.H?

 

-          Sí, la mujer era portadora, según los datos médicos…

 

-          ¿Hay posibilidad de qué…?

 

-          El joven no es portador. Los antecedentes son de hace tres años atrás, ella comenzó a sufrir malestares y asistió a un médico, que después de todo un chequeo, apareció con los resultados: Seropositivo

 

-          Comprendo… no sé cómo explicarle lo sucedido a Adrián, era su única familia…

 

-          El menor pasará a manos del Estado, pero si usted es algún tipo de amigo íntimo de la familia, y si obviamente lo desea, puede quedarse con la tutela del menor en cuestión

 

-          Puedo… – susurró – <> – Erick asintió

 

-          Bien, entonces puede proceder a llevarse al menor, la casa se pondrá en venta y las ganancias serán depositadas en su cuenta bancaria, señor Erick

 

-           Muchas gracias – sonrió con sinceridad para luego ir a buscar al menor

 

Miró con tristeza cargada en su mirada a Adrián, éste le daba la espalda y miraba la pared que estaba frente a él. Erick se acercó con cautela y se acuclilló lo suficiente para que sus miradas se encontraran. Adrián se mantuvo en silencio esperando alguna explicación.

 

-          Adrián... te vendrás conmigo a mi apartamento, ¿estás de acuerdo?

 

-          Sí, señor…

 

-          Erick, dime Erick

 

 

 

Su mirada viajaba del reloj digital que colgaba en su cocina a su protegido que tomaba con suma tranquilidad un té.

Adrián sonrió con sutiliza y bajó la mirada apenado. Hacía exactamente un año que estaba viviendo a cuestas de Erick. Ese día, como excusa del aniversario, tenía pensado ir a buscarlo a la Cafetería y prepararle una completa cena de agradecimiento por su incondicional cuidado.

Hace un año atrás, apenas puso un pie en el acogedor apartamento, comenzó a sentir una enorme calidez embargarlo, su corazón comenzaba a latir con cada gesto y preocupación del mayor hacía su persona. Sabía que había embargado un sentimiento amoroso por su cuidador, estaba enamorado del hombre que estaba sentado frente a él degustando su desayuno como lo hacía todas las mañanas antes de partir a la Cafetería, no sin antes ir a dejarlo a la escuela a la cual asistía.

Ese hombre que respondía al nombre de Erick era veinte años mayor que él, que apenas cargaba sobre sus hombros quince primaveras.  Adrián suspiró, lamentablemente Erick tenía otros planes a su edad, él trabajaba y de vez en cuando lo veía acompañado de alguna jovencita, pero nunca llevaba a alguien a casa, pero sí solía llegar tarde a dormir, por lo que normalmente terminaba cenando solo. Pero aun así, amaba a Erick.

 

-          ¿Qué ocurre, Adrián?

 

-          ¿Eh…? N-nada, señor Erick

 

Lamentablemente, aunque llevara un año viviendo bajo el mismo techo que ese hombre, no lo pudo llamar sólo por su nombre.

 

-          Vamos, muchacho. Tengo que ir a dejarte y estamos atrasado – el castaño asintió entretanto se levantaba de su puesto y seguía al hombre de ancha espalda, esa ancha espalda que soñaba tocar alguna vez en su vida

 

-          <<Imposible… deja de soñar, Adrián… un hombre como él nunca se fijará en alguien como… como yo…>>

 

Adrián siguió como sombra al repostero hasta el automóvil que se encontraba estacionado en el subterráneo de aquel acogedor edificio. El joven estudiante se subió al Lamborghini a un lado del mayor, le encantaba ir de copiloto y verlo conducir tan concentrado. Erick era su ejemplo a seguir, simplemente, lo admiraba.

 

 

 

La campanilla de la Cafetería sonó anunciando la llegada de un nuevo cliente. Los suaves pasos del recién llegado se acercaban al mesón de pagos, en éste se encontraba un pelirrojo muchacho mirando una revista musical que lo tenía completamente ensimismado, tanto así que no notó la presencia del joven estudiante que sonreía con burla.

 

-          Ahora entiendo porque Erick dice que eres un caso perdido, Alex

 

-          Adrián – dijo impresionado dando un pequeño brinco en su lugar. Levantó abruptamente la mirada fijándola en los azulados ojos del menor – me descubriste – mostró sus relucientes dientes – ¿buscas a Erick? – Adrián asintió sutilmente – iré a buscarlo, vuelvo en un minuto

 

El quinceañero sólo asintió mientras tomaba la revista que había dejado el pelirrojo sobre el mostrador y le echaba un vistazo. Suspiró cansado, ese día había tenido un examen, le había ido bien, pero odiaba estudiar, sus sueños desde que era pequeño era ser artista, pintar cuadros y ser un reconocido pintor. Eso quería y eso haría.

Al poco rato sintió los potentes pasos de Erick acercarse, reconocía su caminar. Levantó la mirada de la revista que observaba. La penetrante mirada del mayor estaba sobre su persona. Tragó duro.

 

-          ¿Ocurre algo, Adrián? – el nombrado asintió

 

-          Q-quería saber si usted puede venir a casa ahora… conmigo – comentó con temor

 

-          Adrián, estoy ocupado. Ve a casa sólo, yo llegaré…

 

-          Bueno – lo interrumpió el menor con una falsa sonrisa instalada en su joven rostro.

 

Se dio la media vuelta y salió del café con la cabeza gacha aguantando las enormes ganas de llorar. Sus ojos se cristalizaban entretanto sentía como su corazón se rompía en mil pedazos, jadeó antes de que la primera lágrima se deslizará por su rostro.

Salió corriendo con todas sus energías, alejándose lo más rápido, que sus piernas le permitieran, de allí, no quería saber nada de su cuidador, se sentía rechazado, se sentía un

 

Estorbo

 

Se detuvo abruptamente. Él era… ¿era un estorbo?

 

-          Soy un estorbo para él…

 

Con ese último pensamiento retomó rumbo al apartamento que compartía con el repostero. Su cabeza no dejaba de taladrar con aquellos erróneos pensamientos. Cuando llego al departamento se encaminó directamente al cuarto que le había facilitado Erick hacía un año atrás. Miró con detalles todo lo que había entre esas cuatro paredes. Gimió adolorido. Se aferró su zona izquierda del torso con sus manos, dolía, dolía mucho.

Sin pensarlo y de forma completamente deliberada abrió su guardarropa y comenzó a sacar todas sus pertenencias del interior, comenzando a guardarlas en distintos bolsos que había traído de su antigua casa.

Miró por última vez la acogedora estancia que fue su dormitorio por un año, fue a la cocina en donde dejó una nota en el refrigerador y salió corriendo del apartamento, cerrando la puerta de golpe. Había dejado la única copia de la llave que tenía en la mesa de entrada del apartamento, no volvería a poner un pie allí. Bajó las escaleras dificultosamente, el portero lo miraba con atención, Adrián hizo un leve gesto de que guardara silencio, el anciano hombre asintió y vio partir al decidido estudiante.

 

 

 

Eran pasadas las once de la noche, casi media noche, un agotado moreno llegaba a su acogedor apartamento con la sola idea de cenar y luego acostarse a dormir, estaba agotado, ese día una junta de ejecutivos se había llevado a cabo en el Café en que trabajaba, teniéndolo como esclavo cocinando para ellos.

Entro al apartamento con perezosamente, deseaba dormir lo más pronto posible, cerró la puerta tras de sí y notó algo muy extraño. El ambiente estaba frió. Jadeó asustado entretanto se adentraba a la estancia, estaba todo absolutamente apagado, no habían señales de vida. Contuvo la respiración por unos escasos segundos.

¿Dónde estaba Adrián? Siguió su camino hasta la cocina, allí normalmente debería de estar su cena, encendió la luz… nada, no había nada. Se adentró con cautela, algo extraño ocurría allí y no sabía que era, su corazón se hizo añicos al entender vagamente lo que ocurría. Adrián no estaba.

Una nota que estaba pegado con un imán en el refrigerador llamó enormemente su atención, ésta se encontraba doblada en dos, y en la cara superficial estaba escrito su nombre con la cuidada caligrafía del menor. La tomó entre sus manos.

“Erick:

Lamento que las cosas hayan salido de esta forma… no fue mi intensión ser una carga y estorbo para ti, no quería causarte estos tipos de problemas, por lo que decidí dejarte tranquilo, prometo que nuestras vidas no se volverán a cruzar, prometo no volver a molestarte. Quiero, no, deseo de todo corazón que tu vida ahora sea más tranquila sin mi presencia. Gracias por todo y perdón por todos los problemas que te cause en estos doce meses que viví bajo tu sombra…

Cuídate mucho…

Atte: Adrián”

Una gran tristeza inundó al corazón del mayor, Adrián se había ido, lo había dejado. En esos doce meses exactos que llevaba compartiendo con el castaño en ese apartamento, él se sentía el ser más dichoso del mundo. El joven era muy encantador y amable, siempre le agradecía todo lo que había hecho por él, no entendía por qué Adrián pensaba que era un estorbo, para él no era eso. Su protegido era lo más importante que tenía a su lado… que había tenido. Había perdido a Adrián, ya no vería su bella sonrisa que lo había cautivado por completo, esos ojos que tanto amaba…

No se quedaría de brazos cruzados. ¡Buscaría a Adrián por cielo, mar y tierra!

 

 

 

Su azulina mirada estaba fija en la fuente de aquel oscuro y antiguo parque. En ese lugar era donde había conocido a Erick hacía un año atrás. Le debía mucho, él lo había acogido, pero jamás pudo sospechar que era un estorbo para éste. Suspiró. No tenía ningún lado a donde ir, estaba, literalmente, en la calle, no tenía los ahorros suficientes para hospedarse en un hotel, aunque fuera, de mala muerte.

¿Qué estaría haciendo Erick? ¿Se habría dado cuenta de su ausencia? ¿Le importaría o le daría exactamente lo mismo? Una lágrima calló de sus claros ojos.

 

 

 

Estacionó su auto frente a la cerrada Cafetería, tenía un leve presentimiento de donde podría estar Adrián, éste no tenía a donde ir, la casa que antiguamente fue su hogar había sido puesta a la venta y luego vendida a un joven matrimonio. Se bajó del Lamborghini y partió corriendo al parque que estaba a unas cuadras de allí, se adentró a ésta buscando al menor que le había cautivado.

Un chirriante sonido hizo eco en el casi vació parque. Erick se encaminó a la altura en donde estaba la fuente y los juegos infantiles. Algo le decía que Adrián estaría allí y como sospechaba, allí estaba el menor de azulados ojos, sentado en el oxidado columpio con todas sus pertenencias a los pies de éste. Se acercó silenciosamente hasta quedar frente al menor, quien levantó la mirada al notar la presencia de alguien más. Sus ojos se volvieron a encontrar.

 

-          Vamos a casa – susurró roncamente Erick

 

-          P-pero…

 

-          No entiendo porque piensas así… pero para mí no eres ningún estorbo, Adrián – le sonrió con calidez mientras le extendía el brazo. Adrián con temor aceptó la ayuda incorporándose, fue jalado por el mayor, quien lo abrazó con todas sus fuerzas – no vuelvas a hacer una estupidez descabellada como ésta. No quiero perderte…

 

-          S-señor Erick – con dificultad logró mirarlo a los ojos, éstos estaban acuosos – s-señor

 

-          Erick, sólo dime Erick

 

-          Erick… – bajó la mirada apenado entretanto apoyaba sus manos en el cuello de la camisa del mayor – yo… – lo miró a los ojos. Se puso de puntillas hasta alcanzar los labios del mayor, rozándolos en un sutil y dulce beso que tomó desprevenido al repostero – lo amo…

 

-          Adrián… esto está mal – susurró – no podemos…

 

-          ¿Por qué?

 

-          Soy tu tutor, soy mayor y…

 

-          Y yo lo amo…

 

-          ¿Por qué lo haces tan difícil?

 

-          Porque lo amo

 

-          Adrián – lo agarró con delicadeza de las suaves mejillas, acercó su rostro al del más bajo y volvió a unir sus labios con los de éste en un tierno beso que fue correspondido sin objeción alguna – esto está mal… muy mal, pero te amo, Adrián – fijó su mirada en la del estudiante

 

-          Ámeme sin obstáculos como yo lo amo a usted… nadie tiene que enterarse, no es necesario, con que usted y yo seamos felices todo saldrá bien, confié en su corazón y en el mío – terminó por decir al mismo instante que miraba al mayor, sus ojos estaban dilatados, tenía una mirada cálida y llena de amor, que le quitó el aliento a Erick

 

-          Sin obstáculos… – Adrián sonrió emocionado sobre los labios del mayor

 

Esa noche Adrián pudo dormir entre los cálidos y fuertes brazos del mayor, sentía su calor y protección, esa noche Adrián se durmió con una sutil sonrisa en sus labios, su amor era correspondido por el mayor, ambos estarían juntos sin obstáculos.

Ese día el destino los unió, ese día su legado se dictó. Ambos se casarían años después, cuando el pequeño Adrián cumpliera sus dieciocho años y Erick estuviera entrando a los cuarenta.

 

A partir de ese día sus ojos obtuvieron una expresión especial,

una expresión cargada de amor en los que no se hallaba ninguna pisca de soledad

 

Ese día ellos descubrieron el verdadero amor

 

 

 

 

 

 

Fin

Notas finales:

¿qué les pareció?, sé que no cumple mucho con mi forma de escribir, ya que suelo ser bastánte dramática en mis escritos, lo sé, pero quise escribir algo más "cursi" de lo que suelo escribir. 

¿me merezco algún Review?, lo dejo a su criterio ;) 

AVISO: estoy trabajando en dos escritos y los dos serán enviados a las editoriales homoeróticas, ambos temas causan controversía a nivel mundial... uno de ellos es el V.I.H (S.I.D.A) y el otro es el transsexualismo, así que apenas termine los enviaré, si no causo furor a las editoriales las publicaré acá en la página y dejaré unos link's en mi facebook personal para que estén al tanto de mis trabajos

---> Facebook <---

bueno, gracias a todos por leer y prometo volver pronto con alguna histora 

cuídense mucho, besos y abrazos 

Adiós ~ 


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