ya era tarde, muy tarde en la noche. la luz de la vela se extinguía lentamente, mientras el pabilo mojado se hundía entre la cera caliente, petrificandose instantáneamente.
Los dos demonios habían caído, víctimas del cansancio. El azabache dormía plácidamente, mientras aquel artrópodo le apresaba celosamente entre sus brazos. Un suspiro tras otro, les hundía cada vez mas profundo entre sus sueños, haciendo perderla noción del delgado hilo entre lo onírico y lo real. Era una fría, oscura y tenebrosa noche: no se escuchaba un murmullo, un aullido; propio de los cánidos vagabundos. ni siquiera un silbido, producto de la ligera brizna indeseada. Solo su respirar, profundo y sereno, en perfecta sincronía. Ambos durmientes se mantenía a par, cuerpo contra cuerpo, alma contra alma. Así, calmos pasaron minutos, he incluso horas, sumidos entre aquel profundo y míseros silencio, atípico de la mansión. Mechones rebeldes cubrían el sombrío rostro del cuervo, quien no se había movido ni un atisbo, permanecía allí; envuelto en los brazos del mayor, quien parecía bastante tranquilo entre sus sueños. Sebastian, incomodo parecía tener una pesadilla; se movía bruscamente, y su rostro se arrugaba, en señal de disgusto, o más bien de miedo. sus párpados se contraían con fuerza, sus labios emitían cortos y angustiosos gemidos ahogados en el silencio.... Fue entonces que se levantó. presa de la angustia, desesperado, exaltado y sudoroso. inmediatamente, sus ojos buscaron el cuerpo del mayor. se sintió aliviado al encontrarle justo a su lado; con uno de sus brazos rodeándole la cintura. Pensó entonces en volver a dormir. lo meditó por algunos segundos, decidiendo que quizá seria mejor relajarse un poco, antes de cerrar los ojos; para así también evitar llevar a su mente aquellas espantosas imágenes, aquel desgraciado rostro tormentoso, que tan solo recordarlo le hacía temblar, causando un escalofrío a lo largo de su esbelta espalda. Inevitablemente miles de temores llenaron su nerviosa mente. angustioso, llevo un de sus manos a su cabello, reposando su cabeza sobre esta, tratando de evitar pensar. Tratando de dejar en blanco su memoria, rebosanote de malos recuerdos.... Repleta de almas atormentadas. pecados propios de un demonio. Sus ojos se llenaron de lagrimas, su rostro se enrojeció, frunció los labios con fuerza. Levantó ligeramente la mirada, sosteniendo su cansado cuerpo sobre una de sus manos, aun con la otra sobre su cabeza, jaloteando un poco su cabello. Procuró evitar que las lagrimas rodarán por su rostro, se percató de que en realidad estas ya habían caído, bajó su mano a la altura de los ojos cubriéndolos con esta, se restregando las lagrimas contra sus mejillas, mas no importaba cuantas limpiara, estas no parecían dispuestas a dejar de derramarse. Los gimoteos brotaron en sus labios, presa del desconsuelo, de la melancolía y la angustia. Pronto se dejó llevar, sollozando y gimiendo con tal fuerza que produjo el despertar del mayor, quien posó sus adormilados y confusos ojos sobre el sonrojado cuervo -¿que pasa Sebastián? Preguntó entre un bostezo, mientras se incorporaba en la cama, a la altura del azabache, quien pronto desvió la mirada hacia una esquina del enorme salón, evitando los ojos del mayor. Inclinó la cabeza ligeramente hacia arriba, en un gesto algo infantil, como diciendo "no te atrevas a mirarme a los ojos". No dio respuesta a la pregunta del araña, permaneció en silencio. -¿qué pasa? Volvió a preguntar un poco irritado, mientras posaba una mano en el hombro del menor, tratando de llamar su atención, pues pensó que el otro no le prestaba importancia. Sebastian se removió ante el gesto del mayor, odiaba que lo rozaran, odiaba cualquier tipo de sucio contacto. Claude frunció el sueño, aquello había parecido un gesto de completo desprecio contra su persona, así que repuso su agarre y haló con fuerza, haciendo girar todo el cuerpo del azabache, quien esbozó una mueca de dolor, desviando la mirada hacia uno de los extremos, aun con lagrimas espesas en sus rojizos ojos -respóndeme Ordenó el mayor -ahora mismo, respóndeme..... No me hagas enfadar, dime que te pasa. Su rostro se había tornado en una expresión sumamente dura y demandante, Sebastián tragó saliva, su rostro se ensombreció, sus labios simularon un gesto miedoso y finalmente, después de haberlo pensado unos segundos se dispuso a hablar - nada, no me pasa nada Susurro firme entre un sollozo, calidez frunció el sueño, soltando un corto gruñido que se extinguió en su garganta al cabo de unos segundos -¿me vas a decir que estas llorando por nada? ¿Me crees idiota? Gesticuló con absoluta determinación -es solo que yo..... Yo.... Susurró molesto el azabache sin saber precisamente que responder -¿es solo que tú qué? Sebastián entornó los ojos con absoluta frustración -no lo se, es solo que yo...... - lo pensó unos instantes antes de responder- yo estoy..... Asustado. Dijo sin saber en realidad que significaba aquella palabra, pero haciéndose a una idea de lo que sentía en aquel momento, decidió que quizá sería la mejor forma de describirlo. El rostro de Claude cambió al instante, sus ojos se relajaron en una expresión que parecía más que todo piadosa, sus labios se torcieron en un gesto amable -no quiero que tengas miedo- llevó una de sus manos al rostro del menor- quiero que sepas que te amo mas que a nada en este mundo, eres lo mas preciado que tengo, y nunca permitiré que nadie mas te haga daño Acarició la mejilla del azabache quien se estremeció, pensando que si bien quizás "nadie mas" le haría daño, el mismo araña por si solo era un sadico maniaco -tu solo debes confiar en mi- pronunció con un tono meloso mientras conducía su mirada penetrante hacia los ojos de Sebastián, quien sintió como un escalofrío le recorría a lo largo de la espalda, los labios del ojioro se precipitaron hambrientamente contra los propios, Sebastián se tensó ligeramente, y con algo de angustia correspondió al violento beso -solo debes permitirme poseerte, eres mi dulce gatito, no sabes cuanto te deseo, cuanto anhelo tu dulce aroma, cuanto espero poder..... Pronunció ligeramente, aun con los labios pegados en el beso, mordiendo los del azabache, quien soltó un ligero respingo al percatarse de que la sangre le surcaba la comisura de los labios, a punto de pasar a los contraria. Estaba sangrando. Al sentir aquel metálico sabor entre sus fauces, los ojos del araña soltaron un destello violáceo, sus pupilas se contrajeron adquiriendo una apariencia mas que todo demoniaca, los colmillos se afilaron ligeramente, sobresaliendo entre los labios, que aún rozaban los contrarios, todo su cuerpo se tensó, afianzando sus instintos; cada palpitar, cada ligero roce. la sed era incontrolable. Sebastián sintió como las respiraciones del araña se aceleraban roncamente, sintió también la fuerte presencia dominante que inundaba la habitación, nada los iluminaba, a ese picón de los brillantes ojos oro del mayor, que parecían fosos ardientes en fuego, deseosos de placer. Conocía esa mirada, porque en alguna otra ocasión él también la había esbozado, conocía aquella inundante sed, sabia que era insoportable, tenía entendido que era imposible de soportar. era consciente de lo que sucedería a continuación, y si de algo estaba seguro, era que de ninguna manera se encontraba preparado para soportarlo. -cuanto espero poder devorarte. Sentenció con la voz mas ronca jamás escuchada.