Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Romance Dawn: el amanecer de un romance por SaraChan

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

FANFIC BASADO EN LOS EPISODIOS 1 AL 3 DEL ANIME

¡Hola! He decidido tomarme una pequeña pausa con “Un marimo a la plancha” hasta descubrir qué no me cuadra en el segundo capítulo xD Siento los inconvenientes, prometo que pronto tendréis el segundo capítulo a vuestra disposición =3

Con respecto a esta historia… en principio constará de dos capítulos (divididos en dos partes cada uno), el primero desde la perspectiva de Zoro y el segundo desde la de Luffy. Aunque si veo que no me apetece escribir la de Luffy, pues se quedará en uno (es que escribir desde la visión de Luffy es difícil y agotador xD).

Romance Dawn… bueno, todos sabemos qué es, ¿no? No debería explicarlo, pero por si acaso aclararé que son los tres primeros capítulos del anime, y los siete primeros del manga. Los capítulos en los que Luffy comienza su viaje y conoce a Zoro. Oda hizo tres versiones de Romance Dawn, siendo la tercera la definitiva xD Bueno, espero que no salte el Copyright por utilizar ese título para el fic xD

Por si acaso, haré un disclaimer más amplio:

ACLARACIÓN: El título original al que hago referencia es “Romance Dawn: amanecer de una aventura”

Los personajes que aparezcan en este fic, así como la auténtica historia relatada bajo este título (y el propio título) son propiedad de Eiichiro Oda. Yo sólo soy una fan que, sin ánimo de lucro, ha utilizado este maravilloso arco que da inicio a su anime favorito para escribir su propia versión paralela a la original, desde un punto de vista diferente.

Por último (siento ser una pesada xD), quiero que conste una cosa: he escrito esta historia desde mi máximo y profundo respeto y admiración por Oda. Gracias por traer al mundo una historia tan brillante como lo es One Piece.

PD: La idea de esta historia nació a partir de pequeños relatos que Zhena HiK compartió conmigo, gracias por sumergirme en el maravilloso mundo del ZoLu =3

Notas del capitulo:

Para compensar lo horriblemente largo que fueron mis notas del fic, las notas del capítulo serán cortas. Simplemente quiero decir una cosa:

Espero que lo disfrutéis ^.^ Sé que habrá a muchas personas que este fic pueda resultarles aburrido, quizá no contenga tanto "yaoi" como debería... pero hace tiempo que quería escribir mis impresiones sobre cómo comenzó el lazo que une a estos dos, y ahora me he concedido ese capricho.

Ya paro, dije que serían notas cortas xD Ojalá os guste =3

NOTA: LOS DIÁLOGOS LOS HE COGIDO DE LOS FANSUB "Akiba Kei no Fansub" Y "Shichibukai"

“Diez días”.

El sol calentaba con fuerza sobre la cabeza del temido cazador de piratas, y ese calor no contribuía a mejorar su situación. Un leve gruñido salió de su estómago. “Silencio”, le riñó.

Intentando mover un poco sus brazos, se percató del dolor de sus músculos. Llevaban atados e inmóviles en ese poste demasiado tiempo, y esa inactividad comenzaba a pasarle factura. Necesitaría un buen banquete y duras sesiones de entrenamiento para recuperar por completo el control de su cuerpo cuando saliera de ahí. Bueno, y un buen trago de sake seguro que también le ayudaría.

“Sólo diez días más…”

Al sentir que una ráfaga de aire soplaba sobre ese árido campo, el espadachín aspiró con fuerza, intentando refrescar su interior, sofocar un poco todo ese calor que le atormentaba. Sin embargo, sólo consiguió que más polvo entrara en sus pulmones, secándole la garganta. “Sed…” y hambre. Pero él aguantaría otros diez días, no sólo por los pueblerinos, sino también para demostrarse a sí mismo que él podía soportar todo eso y mucho más. “Debo hacerme más fuerte”, sólo la fuerza le ayudaría a recorrer su camino, a alcanzar su destino y a cumplir… sus sueños.

“Kuina…”

Sin embargo, sus pensamientos no pudieron viajar más lejos de ese nombre. El espadachín no necesitaba alzar su vista para saber que había dos personas observándole, subidos en el muro que rodeaba la base de la Marina.

-          ¡Eh, vosotros! – tuvo que hacer un gran esfuerzo para que pudiera salir su voz a través de su seca garganta. – Molestáis – no sabía quiénes eran esas dos extrañas figuras, no parecía que pertenecieran a ese pueblo. Pero no le importaba, no le apetecía que nadie le incordiara y le hiciera malgastar las fuerzas que le quedaban. Alzando la vista hacia los dos intrusos, les dirigió una fría mirada. – Largaos.

La pequeña figura de pelo rosa se estremeció ante sus ojos, apurando a su compañero, que llevaba un curioso sombrero de paja, a irse de allí… pero ese extraño chico parecía indiferente ante sus palabras, cosa que molestó aún más al espadachín.

Cuando estaba dispuesto a repetirles que se marcharan, un suave golpe sordo llamó su atención. Al lado de los dos chicos de repente apareció una escalera de mano, y por ella subió una pequeña niña que antes de saltar dentro de la base inspeccionó los alrededores, fijándose si había alguien que pudiera verla. Con cuidado, la pequeña utilizó una cuerda para descender por el muro, y una vez dentro, corrió hacia el espadachín portando una especie de bolsa entre sus manos. Ignorando los gritos que el asustado chico de pelo rosa lanzaba a su compañero para que salvara a la niña, el espadachín miró curioso a la pequeña. “Ella es…”, sí, se acordaba de ella, era la niña a la que había ayudado en el bar. Observó cómo se detenía ante él sintiendo un leve alivio en su interior. “Están bien”.

-          ¿Qué quieres? – preguntó el espadachín, curioso.

La niña sonrió. – Tienes hambre, ¿verdad? Te preparé unos onigiris.

El espadachín se sorprendió por esa declaración. “¿No se da cuenta de que se está arriesgando demasiado? Es peligroso”.

-          Te matarán, niña. Vete.

La pequeña ignoró sus palabras y comenzó a desenvolver su paquete. – Pero no has comido nada, ¿verdad, Onii-chan? Toma – una amplia sonrisa volvió a aparecer sobre sus labios. – Es la primera vez que los hago, pero los hice con mucho amor – acabando de desenvolverlos, la niña expuso frente al espadachín dos deliciosos onigiris.

El cazador de piratas balbuceó sonidos incomprensibles al sentir el hambre creciendo en su interior. Se sentía agradecido con la niña por ese detalle, pero si seguía ahí mucho tiempo… si la descubrían ayudándole… sus esfuerzos serían inútiles.

-          ¡No tengo hambre! – intentó gritarle, pero inevitablemente contuvo el tono de su voz ante ella… al fin y al cabo ella era sólo una niña que no había hecho nada malo. - ¡Eres una molestia! ¡Vete a casa!

“Vete…”, pidió en su interior.

La niña compuso una triste expresión en su rostro. – Pero…

Apretando los dientes, el espadachín elevó aún más su voz: - ¡Dije que no quiero! ¡Te golpearé!

-          Así que ahora molestas a los niños…

“¡Mierda!”, ya era demasiado tarde. El espadachín bufó en su interior, dirigiendo con lentitud su mirada hacia el grupo de marines que se dirigían hacia él. A la cabeza del grupo estaba el irritante niño de papá que le había metido en esa situación. Mirándolo con desprecio, escuchó la burlona risa que llegó a sus oídos.

-          Parece que aún tienes mucha energía… Roronoa Zoro.

Sí, ese era su nombre. Roronoa Zoro. Y Roronoa Zoro no estaba dispuesto a que sólo ese niño mimado con cara de idiota lo conociera. Haría que su nombre resonara por todo el mundo, y para eso superaría esa prueba.

Zoro contuvo sus ganas de responderle, limitándose a ver cómo avanzaba hacia ellos, caminando con un aura de enfermiza superioridad. Deteniéndose frente a la niña, dibujó una extraña sonrisa deformada por su malicia.

-          Vaya… - el tipo rubio se inclinó sobre la niña, quien retrocedió un poco asustada. – Esos onigiris parecen deliciosos.

Cogiendo uno de las manos de la pequeña, comenzó a comerlo a pesar del grito de la niña pidiéndole que se lo devolviera. Sin embargo, Zoro se percató de que algo no iba bien, pues el rubio se había puesto completamente azul mientras llevaba su mano a su garganta y escupía el bocado que había tomado de esa bola de arroz.

-          ¡AAAAAAAAAAAH! ¡QUÉ ASCO! – gritó, encarando a la niña. - ¡ESTÁN LLENOS DE AZÚCAR! ¡LOS ONIGIRI NECESITAN SAL! ¡SAL!

-          Pero pensé que sabrían mejor con azúcar… - respondió la pequeña un poco cohibida.

Zoro, impotente, observó cómo el marine tiraba la bola de arroz que aún tenía la niña de un manotazo, pisoteándola sin piedad en el suelo. Aun cuando la pequeña se arrodilló con las lágrimas amenazando con salir en sus ojos, suplicándole que se detuviera, el rubio no dejó de aplastar la deforme masa que había formado en el suelo con el arroz mezclado con la tierra.

Cuando pareció cansarse de pisotearla, el marine se irguió con desdén. Zoro no podía apartar sus ojos de la masa deforme en la que se había convertido aquel onigiri que la niña se había molestado en preparar para él. A sus oídos llegó el llanto de la pequeña.

-          Los hice con mucho amor…

Suspirando despreocupadamente, el rubio alzó un papel ante el espadachín y la pequeña.

-          No has leído este anuncio, ¿verdad? “Aquellos que ayuden al criminal, serán ejecutados”, firmado por Morgan, capitán de la Marina.

Comenzando a temblar levemente, la niña alzó su mirada hacia el marine, sin poder articular palabra. Ante esa reacción, el rubio soltó una risilla.

-          Mocosa, conoces a mi padre, ¿verdad? – señalando a un marine detrás de él, continuó. – Oe, lanza a esta mocosa. - Viendo que el marine se sorprendía ante sus palabras, pero no reaccionaba, avanzó hacia él, molesto, agarrándole de la pechera. - ¡Te digo que la lances lejos de aquí! ¿¡Piensas desobedecer mi orden!? ¡Se lo diré a mi padre!

-          ¡Sí, enseguida!

Zoro no dijo nada. No se movió, no hizo nada más que observar la escena ante él. Que ese maldito niñato ordenara que lanzaran a la niña fuera de ahí le parecía repugnante, pero al menos no había ordenado que la mataran. Parecía que había algo de humanidad bajo esa frívola máscara de falsa superioridad.

Sin apartar sus ojos del marine que se había acercado a la niña, Zoro maldijo en voz baja. Y su maldición se acrecentó y se dirigió contra el rubio cuando escuchó al marine pedir perdón a la niña en un susurro. Bufando por lo bajo cuando el soldado lanzó a la niña sobre el muro, Zoro detectó un extraño movimiento tras él. “¿Aún siguen aquí?”, farfulló mientras veía cómo el del sombrero de paja se lanzaba en la misma dirección que la pequeña. Segundos más tarde, el aprensivo chico del pelo rosa se apresuraba a bajar del muro, seguramente para ir a ayudar a su compañero. “Bueno, al menos han servido para algo”.

Al ver cómo el rubio paseaba alardeando frente a él, riendo con malicia, Zoro no pudo evitar soltar lo que pensaba.

-          Maldito… - esa simple palabra se quedaba tan corta frente a los sentimientos de odio que le recorrían en ese momento… pero no podía arriesgarse, aún no.

-          Eres muy persistente, aún sigues vivo – comentó el hijo del capitán sin dejar de reír.

-          Sí. Sobreviviré todo el mes.

-          Bueno, sigue esforzándote.

Nuevamente esa enfermiza risa llegó a sus oídos, y sus ojos no pudieron apartarse del rubio mientras le observaba alejarse del lugar. Una fugaz duda pasó por su mente en ese momento. “¿Cumplirá su promesa?”

-          Sólo faltan diez días – puntualizó el espadachín, elevando su voz para que el rubio pudiera escucharle.

-          Espero que sobrevivas hasta entonces – Zoro se estremeció con el tono burlón que mostró la voz del marine. Y las dudas crecieron en su interior.

“Seguro que la cumple”, se dijo. Cualquier hombre que se valorara mínimamente sería incapaz de romper una promesa. No abandonaría su honor incumpliéndola. La pregunta, entonces, era… “¿ese idiota tiene realmente honor?”

Escuchando el sonido de la valla cerrándose, Zoro se dispuso a dormir un rato. Despierto lo único que conseguía era que el hambre le atormentara. Sin embargo, de repente detectó una presencia frente a él.

Alzando la vista, centró sus ojos en los profundos ojos negros del chico con sombrero de paja. “¿¡Qué dem…!?”, ese chico acababa de ver lo que le habían hecho a la niña por entrar a la base, ¿y aun así se atrevía a pararse frente a él? Los marines no iban a tener tanta consideración con él.

-          Tú… ¿eres un tipo malo? – el moreno lo preguntó con total naturalidad, sorprendiendo al espadachín.

-          ¿Aún sigues aquí? – Zoro suspiró resignado. No sólo era eso, además se había acercado a él para preguntarle una tontería.

-          Mira que ser humillado públicamente. ¿En verdad eres fuerte?

Irritado, Zoro fijó sus ojos en los de ese extraño chico, inspeccionándolos antes de contestar. Sin embargo, no encontró malicia en ellos. Tampoco burla. Sólo había curiosidad e inocencia. Aunque eso disminuyó su enfado, no podía ignorar esas palabras que habían atacado de lleno a su orgullo.

-          ¡No te metas en mis asuntos!

-          Mmmmm…

El chico del sombrero de paja comenzó a avanzar hacia él. Sin apartar su vista de esos profundos ojos negros, Zoro le observó deteniéndose a pocos metros de él, sujetando con una mano ese curioso sombrero mientras le sonreía con sarcasmo.

-          Yo hubiera escapado en tres días.

“Maldito crío”, esas palabras que parecían mostrar superioridad volvieron a irritar al espadachín. Pero nuevamente esos sentimientos quedaron aplacados por la inocencia que encontraba en esos ojos. Ese enano lo único que quería era… “¿evaluarme? ¿Comprenderme?” O eso, o la inanición le estaba volviendo loco. Suspirando interiormente, decidió responderle con un suave tono. Tampoco le apetecía discutir con ese extraño chico.

-          Tú y yo somos diferentes – sonriendo desafiante ante esos ojos negros que también parecían perdidos en los suyos, Zoro añadió. – Les demostraré que puedo sobrevivir.

-          Mmmmm… ¡Eres un tipo testarudo! – Zoro no pudo evitar sorprenderse ante la sonrisa que pareció ver en los labios de ese chico antes de que se girara. Una gran sonrisa, ansiosa y brillante, igual de desafiante que la que él había mostrado.

Sin embargo, ver la disposición del chico a marcharse le hizo reaccionar.

-          ¡Espera! – curioso, el moreno se detuvo, mirándole por encima del hombro. Dirigiendo su mirada al destrozado onigiri del suelo, Zoro pidió: - ¿Podrías darme eso?

El joven se acercó al arroz esparcida por el suelo, agachándose y mirándola con duda y… ¿pena? ¿Acaso le apenaba que el onigiri se hubiera desaprovechado?

-          ¿Piensas comer esto? – Zoro volvió de la nube a la que le había llevado ese chico al escuchar su voz. – Está lleno de tierra.

-          ¡Cállate y dámelo! - ¿por qué de repente estaba furioso? ¿El hambre le había dominado? Sacudió levemente su cabeza, debía ser fuerte, soportarlo. Pero no quería que los sentimientos que la niña había puesto en ese onigiri para él fueran desperdiciados.

El moreno, aún con duda en su rostro, se incorporó y le ayudó a comer esa masa de arroz con tierra. No sin dificultad, Zoro comenzó a masticarlo, sintiendo la tierra crujir en su boca, y la mezcla del arroz y el azúcar revolviendo su estómago. Pero no le importaba, y tras masticarlo lo suficiente como para que se deshiciera en su boca, lo tragó. La tierra, al bajar por su garganta, acabó secándola por completo, aumentando su sed y provocando que tosiera levemente… pero le dio igual. No perdonaría a ese idiota rubio por desperdiciar la comida de la pequeña.

-          Te lo había dicho – el espadachín alzó sus ojos para encontrarse con la suave sonrisa que adornaba el rostro de ese joven. “¿Quién demonios es él…?”

Volviendo a mirar al suelo, cortó al moreno. – Estaba delicioso.

Sabía que en ese momento ese extraño chico que estaba mirando sorprendido, pero tenía que decirlo. Tenía que hacerle llegar esas palabras a aquella niña, palabras que en persona su orgullo le impediría decir. Pero palabras que ese sonriente chico del sombrero de paja entendería y haría llegar a la pequeña.

-          Gracias por la comida.

Avergonzado como estaba, no pudo levantar su vista del suelo. No quería contemplar esos penetrantes ojos negros, ni quería sentir cómo esa dulce sonrisa parecía iluminar todo a su alrededor. No sabía quién era ese chico, pero esperaba que pronto desapareciera de allí y le dejara continuar con su vida.

No supo cuándo ese chico se fue de su lado, ni cuándo él se quedó dormido. Pero el sol sobre su cabeza, la sed en su garganta y el hambre en su estómago pronto provocaron que el famoso cazador de piratas, Roronoa Zoro, volviera a sumirse en uno de sus sueños llenos de recuerdos de su infancia.

Recuerdos de Kuina.

 

 

 

 

“Hice una promesa…”

“Kuina…”

“No puedo morir aquí…”

Tan débil como siempre, Zoro.

“¡No puedo morir en un lugar como este!”

Abriendo los ojos de golpe, respirando levemente agitado, el espadachín regresó del mundo de los recuerdos para encontrarse frente a él al chico del sombrero de paja.

Suspirando con pesadez, comentó:

-          ¿Otra vez tú? Debes tener mucho tiempo libre.

-          Te desataré, pero tienes que convertirte en mi nakama.

-          ¿Qué has dicho? – “¿Qué ha dicho?” Zoro comenzó a preocuparse. ¿Tanto le afectaba el hambre que comenzaba a tener alucinaciones? ¿De qué demonios hablaba ese crío?

-          Estoy buscando nakamas para mi tripulación pirata.

“¿Pi… pirata?” Zoro endureció su mirada.

-          ¡Me niego! ¿Quieres que me convierta en un pirata? ¡Qué estupidez!

Él no tenía esos intereses, ser pirata no le ayudaría para realizar su objetivo. ¿Por qué iba a hacerlo? Y encima… ¿ese niño iba a ser su capitán?

-          ¿Qué tienen de malo los piratas? – preguntó el del sombrero un poco molesto.

-          Los piratas son escoria, ¿por qué iba a convertirme en uno?

-          ¡Qué más da eso! – Zoro, sorprendido, vio cómo una sonrisa comenzaba a asomar en los labios del chico. “Chico extraño”. – Tú ya eres conocido como un malvado cazador de piratas.

Cansado por ese ridículo sobrenombre, Zoro suspiró.

-          No me importa lo que la gente diga de mí, jamás me he arrepentido de lo que he hecho – igual que horas antes, Zoro volvió a mirar a ese chico de manera desafiante. – De alguna manera, sobreviviré y haré lo que quiera hacer.

-          Mmmm… ya veo – la indiferente expresión del pequeño molestó levemente al espadachín. De repente, el chico del sombrero se giró mientras sonreía alegre. – Pero ya decidí que serás mi nakama.

-          ¡NO LO DECIDAS POR TI MISMO! – gritó Zoro, enfurecido. “¿Quién demonios es este maldito crío molesto?”, pero otra pregunta más importante comenzó a rondar por su cabeza. “¿Por qué yo?” ¿Por qué, de todas las posibles personas a las que podía liar para que se enrolaran en su banda, tenía que ser él?

-          Tú usas una katana, ¿verdad?

“¿Eh?”, esa pregunta sorprendió al espadachín, no entendía a qué venía en ese momento.

-          Sí, pero ese hijo estúpido las tiene.

-          Yo la recuperaré para ti – por encima de las palabras, el asombro del espadachín fue causado por esa seria y confiada mirada que mostraba el moreno en sus ojos.

-          ¿Qué? – alcanzó a decir.

El moreno se volvió hacia él, mostrando esta vez de frente la gran sonrisa que le parecía haber visto antes en sus labios. Tan grande, inocente y sincera. Tan sencilla y confiable. Tan hipnotizadora.

-          Así, cuando te devuelva tu katana, te convertirás en mi nakama.

-          ¡Eres un cabeza hueca! – gritó desesperado el espadachín, ¿cómo ese maldito crío podía ser tan insistente?

Sin darle posibilidad a añadir algo más, vio cómo el del sombrero comenzaba a correr riendo sin parar. “¿A dónde demonios va?”

-          … ¿piensa atacar la base él solo? – murmuró sin ser consciente de ello.

Sin embargo, el espadachín se dio cuenta de que el moreno estaba corriendo en la dirección contraria. “¿¡Cómo puede ser tan…!?”

-          ¡Idiota! ¡La base está hacia el otro lado!

Viendo que el pequeño se detenía, Zoro suspiró exasperado. Escuchó al pequeño gritar algunas palabras, pero estaba tan agotado que no le prestó mayor atención. Lo que no pudo ignorar fueron los brazos que, de repente, se estiraron frente a sus ojos. Sorprendido y asustado, vio cómo el moreno se lanzaba en la dirección correcta. Boquiabierto, balbuceó:

-          ¿Quién demonios es ese tipo?

¿Acababa de ver cómo sus brazos se estiraban? No podía ser posible, debía ser una alucinación. Sacudiendo su cabeza, desvió la vista del punto que se había perdido en la lejanía. “¿Quién demonios…?”, volvió a repetir en su mente.

Minutos más tarde, escuchó un gran estruendo que venía de la base de la marina. “¿Estará bien?”, pensó preocupado. Pero sus pensamientos fueron absorbidos por la figura de pelo rosa que acababa de saltar el muro y corría hacia él. Sin mediar palabra, el pequeño chico comenzó a desatarle nada más llegar a su lado. Apretando los dientes, Zoro iba a detenerle cuando escuchó la voz del peli-rosa.

-          Por favor, huye, Zoro-san.

-          Si haces esto, te matarán – gruñó ignorando su petición.

-          Ya no soporto ver a estos marines. ¡Yo quiero ser un buen marine!

“¿Y eso a qué viene ahora?”

-          ¡Detente! – exclamó Zoro al ver que las cuerdas parecían comenzar a ceder. - ¡No puedo huir, sólo faltan diez días!

-          Serás ejecutado mañana – la mirada de ese chico se ensombreció mientras su voz mostraba su indignación. Zoro abrió los ojos, sorprendido.

-          ¿Qué…? – “No puede ser…”

-          Helmeppo jamás tuvo intención de cumplir su promesa. Por eso, Luffy-san se enfadó y le golpeó.

“Luffy… ¿Luffy?” ¿El chico del sombrero de paja? ¿Ese era su nombre? ¿Él había hecho eso para defenderle? Zoro endureció su expresión. ¿Por qué ese chico le había defendido cuando no se conocían de nada?

“Él…”

-          Ahora, Luffy-san está siendo perseguido por los marines – manteniendo su vista seria en el frente, Zoro se percató por el rabillo del ojo de que ese chico se había girado para mirarle con cierta timidez. – No te estoy pidiendo que te conviertas en pirata, pero, por favor… - al mismo tiempo que Zoro se giraba para mirar al peli-rosa, este volvía a su tarea de desatar el espadachín - … ayuda a Luffy-san.

“Luffy…” en su mente no podía hacer más que dibujar el nombre de ese chico. Dibujar sus ojos, serios e inocentes. Dibujar su sonrisa pura y sin malicia. ¿Alguien tan… simple había hecho eso por él? Alguien tan simple… ¿podía comprenderle? “¿Luffy atacó a Helmeppo… para defender mi honor?” ¿Realmente ese niño tan inocente podía entender cosas como el orgullo de un hombre y la voluntad de sus actos? ¿Ese chico podría entender el alcance de sus sueños?

-          Zoro-san – el espadachín no se inmutó cuando escuchó a su compañero seguir hablando -, tú eres el único que puede salvar a Luffy-san. En este momento… creo que eres el único que puede ayudar a Luffy-san.

“Yo… ¿puedo ayudarle?” No. Zoro quería ayudarle. Algo dentro de él le decía que necesitaba ayudarle. Y no sólo ese día, no sólo en ese momento. “Pirata…”, algo que nunca había entrado en sus planes. Pero tampoco veía un gran inconveniente en serlo. Él siempre había estado dispuesto a seguir su ambición por cualquiera que fuera el camino que le llevara. Y si ese camino era el sueño de los mares, no iba a negarse a seguirlo.

-          ¡Detente! – una grave voz llegó a sus oídos, y tanto Zoro como su compañero se giraron buscando su origen.

Y ante ellos, una fila de marines armados apareció, seguidos por la imponente figura de “Mano de Hacha” Morgan, capitán de la Marina y dueño y señor tanto de esa base como de todo el pueblo en la que estaba instalada.

-          ¡Seréis ejecutados en este momento por vuestros actos de traición!

El pequeño peli-rosa comenzó a temblar de miedo, mientras la mente de Zoro procesaba todas sus opciones a gran velocidad. Y terminó rápido de hacerlo, pues sin sus espadas no tenía ninguna posibilidad de salir ileso de esa situación.

Escuchando el chasquido de las escopetas al tener una bala lista para disparar, Zoro comenzó a ponerse nervioso, mordiéndose un labio como acto reflejo.

-          Sois unos tipos muy interesantes – continuó Morgan.- ¿Vosotros dos y el chico del sombrero de paja planeabais una revolución?

-          Yo siempre he peleado mis batallas solo – bufó el espadachín. “¿Por qué menciona a Luffy? ¿Le habrá…?”, no, no podía haberle pasado nada a ese chico. Algo dentro de él le decía que ese chico iba a estar bien. Intentando provocar al capitán para que se atreviera a tener una lucha directa contra él, y así tener una posibilidad de salir de esa situación, Zoro continuó. – No como tú, que te escondes detrás de tus soldados.

-          Roronoa Zoro… no me subestimes. Tus habilidades no son nada comparadas con mi fuerza – Zoro había comenzado a sonreír, creyendo que Morgan había picado el anzuelo, cuando una simple palabra se devolvió a la realidad. - ¡APUNTEN!

Zoro apretó sus dientes con rabia. “Yo… ¡NO MORIRÉ EN UN LUGAR COMO ESTE!”

¡KUINA!

Tan débil como siempre, Zoro.

¿Es que no había cambiado? ¿Es que no había aprendido nada?

¿Es que fallaría a sus sueños?

¿Es que fallaría a su amiga?

¿Fallaría a Kuina?

¿Moriría?

-          ¡FUEGO!

Zoro apretó con fuerza sus ojos, negándose a presenciar su final. El sonido de muchos disparos que volaban en su dirección llegó a sus oídos, pero no quería aceptar la realidad. No quería aceptar que su sueño había acabado antes de comenzar.

“¿Dónde estará Luffy…?”, utilizó su último pensamiento para desear que ese pequeño hubiera huido a tiempo de esa base. Deseaba que estuviera bien.

Sin embargo, los segundos pasaban y las balas no llegaban a él. ¿Esos marines eran tan idiotas que habían fallado a pocos metros del objetivo? No podía ser eso.

Abriendo los ojos, descubrió que una figura se interponía entre él y los marines. Una figura que portaba un sombrero de paja.

-          ¡TÚ! – gritó Zoro.

-          LUFFY-SAN – gritó Coby.

-          Mugiwara… - gruñó Morgan.

“¡NO!”, ese estúpido chico que quería obligarle a viajar a su lado ahora estaba protegiéndole de las balas, dando su vida a cambio de la de él. Zoro no podía soportar que un desconocido tomara tal sacrificio en su nombre. “¿QUÉ TAN IDIOTA LLEGA A SER?” Desesperado, tiró de las cuerdas que le ataban, el pequeño llevaba en sus espaldas las katanas que utilizaría para vengar su muerte.

Pero pronto, sus fuerzas le abandonaron, y los tirones en sus ataduras cesaron.

“¿Qué es él?”

Numerosos puntos en el cuerpo de Luffy comenzaron a estirarse, y tras un instante en el que parecieron detenerse, desaparecieron a gran velocidad cuando el pequeño se estiró y gritó:

-          ¡No funcionaaaaaaa!

Observando con gran asombro y un tanto de miedo cómo las balas rebotaban en el cuerpo del sombrero de paja, Zoro escuchó su divertida risa como si en ese momento estuviera en una realidad alternativa, diferente e imaginaria.

-          ¡Ya se lo dije, soy fuerte! – las palabras del moreno trajeron al espadachín de vuelta.

-          Tú… ¿quién demonios eres…? – preguntó sin contener el miedo en su voz.

Dejando de reír, el pequeño le miró por encima del hombro con una brillante mirada y una media sonrisa adornando su rostro.

-          Yo soy Monkey D. Luffy. El hombre que se convertirá en el Rey de los Piratas.

Notas finales:

Voy a escribir un fic corto para relajarmeeeeeeeeeee… Algo corto que no me lleve mucho tiempoooooooooooo… Claaaaaaaaaaro… A estas alturas ya debería saber que “corto” no existe en mi vocabulario… Y para que no se os haga pesada la lectura, he decidido dividir el capítulo en dos partes… Esta primera parte se corresponde con el episodio 2, y la siguiente será sobre el episodio 3.

¡Lo siento!

Yo os juro que intento escribir cosas pequeñas y ligeras, pero es que al final salen estas cosas demasiado largas… En fin, aun así espero que lo leáis por completo y os guste ^.^ Prometo que haré un estudio detallado sobre el significado de “corto” y lo aplicaré en las futuras historias y/o capítulos que escriba xD


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).