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Matándome por Kuromitsu

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Notas del fanfic:

Un pequeño fanfic de Mejibray, que deseaba publicar hace tiempo. No sé de cuántos capítulos constará, pero hasta ahora va muy bien.

Espero que les guste.

El reloj marcaba las diez y veinte de la noche cuando la puerta del hotel se abrió estrepitosamente. Tsuzuku lideraba la pequeña fila de los cuatro integrantes de MEJIBRAY, que cansados, buscaban un sitio para dormir tranquilamente al menos un momento. El día había sido agotador, una gira extensa que los movía de un lugar a otro a través de Japón, las diversas sesiones de fotos y los autógrafos para los fans.

El lugar se componía de un ambiente de estilo abierto con una sala de estar equipada con una televisión, dos sillones individuales y un sofá de dos cuerpos, y una pequeña cocina junto con una mesa y cuatro sillas. Además, existían dos habitaciones con camas individuales y un baño que era ocupado por todos. Si bien no era un lugar espacioso, cumplía con las necesidades que tenían que satisfacer por tres días. Éste era su primer día, pero se habían acomodado rápidamente.

Koichi se sentó junto a Meto en el sofá de dos plazas y Tsuzuku usó uno de los sillones individuales, mientras Mia se dirigía hacia la cocina.

El cansancio los dominaba a todos por igual, haciéndoles bostezar, poniéndolos de un ligero mal humor,  pero había uno de los integrantes que estaba furioso. Completamente furioso.

-¿Quieren que haga algo de comer? No podemos sobrevivir a base de Red-bulls todo el día, ¿o sí?

El sonriente Mia era el único que mantenía la calma aún en las situaciones más estresantes. Su resistencia difería mucho de sus compañeros, los cuales no podían siquiera moverse de los cómodos asientos del salón. Tsuzuku prendió un cigarrillo, ignorando a Mia completamente.

-¿Koichi? –preguntó Mia- No has comido nada decente en todo el día…

-No, gracias –respondió- No tengo hambre

El pelirosa se levantó y buscó su notebook entre sus cosas más preciadas, hasta encontrarlo al fondo de su maleta que no había desempacado antes. Se sumergió en la pantalla de brillantes colores, ignorando el resto de las cosas que sucedían a su alrededor.

-¿Y tú, Meto?

-Está durmiendo –murmuró Koichi. Efectivamente, el pelinegro estaba recostado en el sofá de dos cuerpos en el que él y Koichi estaban, con la cabeza recostada en uno de los almohadones, la boca entreabierta y los brazos colgando fuera del sofá- No creo que despierte en un buen rato.

Tsuzuku negó con la cabeza antes que Mia le preguntara. Suspiró mientras se hacía un simple sándwich para él sólo y en cuanto estuvo listo se limitó a prender la televisión de la sala, sentándose en el sillón en el rincón opuesto al del vocalista. Puso un programa de noticias en bajo volumen para no despertar a Meto y miró sin mucha atención la pantalla mientras pasaban la sección de deportes.

Rápidamente el cigarrillo de Tsuzuku se terminó, por lo cual tuvo que prender otro….y otro…y otro…hasta que Koichi también prendió uno de los suyos, llenando la sala de humo. Mia se mantuvo al margen de los cigarrillos y prefirió comer su sándwich en silencio.

Pero Tsuzuku seguía fumando sin parar. El cenicero ya contaba con ocho cigarrillos suyos y no pensaba en parar hasta mucho después. Sus manos apenas podían sostener el pequeño objeto entre sus dedos sin romperlo debido a la furia que le estaba consumiendo y que no amainaba. Su mandíbula permanecía apretada con fuerza, sus pensamientos estaban turbios y disparados en todas direcciones.

Y todo gracias a esa estúpida, a esa maldita carta que Mia llevaba todo el tiempo consigo.

Al principio no había prestado el menor interés, pero luego de ver que –efectivamente- la llevaba escondida en uno de sus bolsillos comenzó a tener curiosidad, hasta que no pudo más y logró arrebatársela de la mesita de noche mientras Mia no estaba presente. Y por supuesto, la leyó.

Era una carta de una fan. Una que parecía ligeramente más obsesiva de lo que acostumbraba, pero no parecía fuera de lo normal. Hasta que se dio cuenta que en la segunda página adjuntaba no sólo su foto personal, sino también su número de teléfono y todas las formas posibles de contactarle. Ahora entendía por qué Mia se quedaba tanto tiempo viendo esa carta una y otra vez, y por qué la llevaba a todas partes. La chica en cuestión no parecía tener más de veintidós años, su piel era impresionantemente blanca y su cabello negro como el carbón, sin mencionar que sus rasgos podían ser considerados superiores a lo normal. En resumen, era bella.

Lo primero que sintió fue decepción. ¿Cómo era posible que uno de sus amigos más cercanos no le dijera lo que estaba pasando? Él siempre se había confiado a él cuando necesitaba decir algo…

Pero luego, la rabia le consumió por dentro. Él debía decirle, si no era así era porque él no confiaba lo suficiente…y eso era inconcebible. Y además, ¿cómo era posible que estuviese tan desconcentrado de su trabajo como guitarrista? Estar en MEJIBRAY era un trabajo serio, no para estar coqueteando con las fans y descuidar la banda.

Apagó el décimo cigarrillo, tratando de normalizarse. No servía de nada ponerse como una furia ahora. A pesar de que no era tarde necesitaba ahorrar energías para el próximo día, porque sentía que apenas funcionaba su cuerpo con tantas cosas que hacer. Levantó la vista por primera vez en varios minutos y su furia simplemente explotó.

Esa maldita carta…Mia la mantenía entre sus manos con una sonrisa en los labios, volviéndola a leer sin hartarse jamás. Fue la gota que derramó el vaso.

Tsuzuku se levantó  y le propinó una patada a la mesita de centro la cual crujió amenazadoramente. El castaño, cegado por la ira, se fue a la habitación que –para su pesar- compartía con Mia y la cerró con un portazo que remeció todo el lugar.

Meto abrió sus ojos ante el ruido y miró confuso hacia Koichi, el cual miraba en la dirección donde Tsuzuku se había encerrado.  Mia también despegó los ojos de la pantalla para suspirar sonoramente.

-¿Es Tsuzu? –murmuró el pelinegro medio bostezando, sin cambiar de posición en el sofá.

-Sí –respondió Koichi- A veces necesita darle una patada a algo, pero ya se calma---

Su frase fue interrumpida por un ruido fuerte que provenía desde la habitación en la que se encontraba el susodicho. Fuertes golpes que sugerían nada más y nada menos que los objetos estaban siendo lanzados a través de toda la habitación.

Mia, Meto y Koichi se miraron con alarma entre ellos. Nunca había estado tan alterado.
-Yo voy –el guitarrista se levantó de inmediato de su asiento y caminó de inmediato hacia la puerta, pero no pudo abrirla. Cerrada con llave- ¡Tsuzuku abre ahora!

Inmediatamente después de que terminase de pronunciar la última sílaba, se escuchó el click de apertura.

-Vamos Meto, mejor salgamos de aquí un momento –le instó el pelirosa. Completamente despierto de su minúscula siesta asintió enérgicamente y sin demora salieron del hotel.

Las cosas se ponían feas cuando Tsuzuku estaba enojado, y esta vez era de temer. Por suerte, pensaron ambos, Mia sabía siempre cómo calmar las cosas. O al menos eso esperaban.

La habitación era modesta y rústica, pero acogedora, con un par de sofás minimalistas y una televisión de la década pasada. Los adornos que antes estaban puestos encima de los muebles yacían ahora en el suelo, despedazados por toda la habitación. Tsuzuku se encontraba sentado en la orilla de una de las camas, con el rostro enterrado en las manos y con la respiración tan agitada que Mia retrocedió unos cuantos pasos. Parecía que no iba a poder volver a sus cabales en un buen tiempo.

-Tsuzuk---

-¡¡VETE!!

¡Crack! Un adorno que mantenía a su lado fue a parar directo en la pared, y se quebró en innumerables pedazos. Mia dudó unos segundos, pero se armó rápidamente de valor, caminó hacia donde estaba él y le sujetó las manos.

-Genki –las palabras salieron con firmeza de la boca de Mia. Tsuzuku miró hacia otro lado, pero su labio mordido delató su nerviosismo- Basta ya con esto.

-Genki…odio que me llames así y lo sabes, hijo de puta –se zafó del agarre de Mia y pasó las manos por su rostro sin descanso, restregándosela para no lanzar otro objeto contra la pared o contra el rubio.

-¡¿Cómo?!

Tsuzuku volteó a verle y supo que había metido la pata hasta el fondo. Los dedos de Mia se le crispaban involuntariamente, la boca se le había fruncido y todo su cuerpo estaba tenso.

-Repítelo, repítelo a ver si te atreves

Apenas era un murmuro de voz, debido a la adrenalina que con suerte le dejaba mover los músculos faciales. Tsuzuku había dejado pasar su propia rabia hasta que escuchó el desafío, y fue ahí cuando dejó escapar toda la ira que cargaba dentro.

-¡No eres un hijo de puta! –gritó con una media sonrisa- Pero lo que sí eres, tú eres, una puta de mierda que se va con la fan que da más pena de todas. ¡¿Una carta?! No seas imbécil, que si fuese así, hace años que yo tendría sida.

La habitación quedó en silencio. Tsuzuku seguía sonriendo, triunfante, hasta que se fijó bien en el rostro de Mia, y en sus ojos vidriosos, en su cuerpo temblante, en él. La sonrisa junto con la satisfacción de haberle ganado en su propio juego se esfumaron en el aire.

-Mia…

-No me hables –respondió entre susurros, mirándolo tan fijamente que los escalofríos invadieron la médula espinal de Tsuzuku. Tragó saliva mientras pensaba en qué hacer, porque era obvio que Mia ya no lo quería cerca suyo, tampoco quería verlo. ¿Qué iba a hacer, dejar que Mia lo odiase durante un lapsus interminable de tiempo? El corazón le latió dolorosamente mientras pensaba en esa posibilidad, y sus piernas se movieron en contra de su orgullo el cual, pasase lo que pasase, nunca se iba de él.

-Déjame ex---

-¡NO TE ME ACERQUES!

El grito resonó por toda la habitación, y en el momento justo cuando murió, Mia se marchó raudo. Tsuzuku se quedó estático, inmóvil, porque no sabía qué hacer. Adiós cercanía con Mia.

Sus miedos se hicieron más latentes cuando escuchó la puerta de salida siendo azotada por su mano cristalina, casi irreal, y los pasos que se alejaban del departamento. Definitivamente, había arruinado todo en menos de un día.

Sacó uno de los cigarrillos, se lo fumó casi completo con un temblor en sus dedos que convertían el acto en uno casi peligroso y acto seguido lo aplastó contra el suelo. Miró la cajetilla, media vacía.

Y con toda la determinación que le había hecho falta antes, con el odio contra sí mismo latiéndole dolorosamente, abrió la ventana y lanzó la cajetilla con todas sus fuerzas.

Tenía que sufrir sin analgésico alguno. Lo merecía.

Notas finales:

Esperen el nuevo capítulo con ansias :3 Muchas gracias por sus visitas, ¡nos vemos pronto!


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