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Por l´amour. por Agatha Shadiness

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, pero hago lo que quiero y ellos son mis putas.

Drabbles de 100, 500 o 1000 palabras, no lo recuerdo. No sé con cuantas palabras se cuentan como drabbles, bueno, cada quien hace lo que le viene en gana.

 

Advertencias: OOC. Drabbles. Drabbles y más drabbles.

POUR L'AMOUR

Cita.

Le había propuesto salir, pero ¿a dónde?, y lo más importante, ¿lo haría?

Kaiba bajó su vista al papel en sus manos, recargadas éstas sobre el escritorio de su oficina, dudoso esbozó una ligerísima sonrisa. Afuera el sol ya se ocultaba. Claro que no lo haría. Cómo no. Ya se lo imaginaba, él, el perro, la música, un restaurant, cena y velas como decoración.

¡Sí, claro!

Tomó el papelito con la dirección, lo dobló y metió al bolsillo de su camisa, luego se puso de pie y tomó del perchero su gabardina blanca.

Él y el perro...Bueno, qué diablos.

 

 

 

 

 

14 de Febrero.

Se le declaró. No lo podía creer, ahí frente al grupo, con el rostro lleno de vergüenza y las manos apretadas a sus costados.

¿Y si no aceptaba?

¿Sería capaz de salir corriendo del salón?, llorando como una niña desconsolada.

No quería verlo llorar.

¿Qué le diría?

Era 14 de Febrero, muchos habían hecho fila para obsequiarle flores y chocolates, no a él, al perfecto Kaiba.

—Bueno, yo...— Pronunció dudoso el de cabellos puntiagudos.

—Olvídalo Mutho. — Dijo y se dio media vuelta.

No todos los finales son principios.

...Un chico rubio siguió al castaño hacia la salida.

 

 

 

 

 

Conflicto de intereses.

— ¡Que no! —Renegó Joey con su chaqueta a medio abrir, tirado en la enorme cama de Seto.

—No te dolerá cachorro miedoso, ¿que no eres hombre?

—No soy, déjame en paz.

—Te sentirás bien.

—No quiero. —Dijo removiéndose.

—Te daré un premio.

— ¿Enserio?

—Sólo si te quedas quietecito.

— Okay.

Kaiba se levantó de la cama, trajo un frasco blanco y metió su índice en el para acércalo luego al cuello de Joey.

— ¡Ahh, arde!

—Eso te pasa por jugar con la mascota de Mokuba, cachorro.  —Repitió mientras veía al Rottweiler regañado en el rincón de la recamara.

 

 

 

 

 

Beso.

Era agresivo, lánguido, tibio contra el rumor quejumbroso de una humedad reconfortante. Se expandía poco a poco, rojo escarlata palpitándole por dentro de los parpados casi sellados.

Estrecha y amplia era la vorágine de emociones que circundaban en su estómago, eso no podía ser humano, ni normal, ni formidable, sino sublime.

— ¡¿Y bien?!, — Exclamó Wheeler cuando le soltó. — ¿vuelves a llamarme duelista mediocre, ricachón engreído?

“Mediocre, mediocre, mediocre...” Dijo su mente, su espalda chocando contra la pared de la plataforma de duelos.

—Mediocre.— Susurró despacito, cerrando de nuevo los ojos.

La vorágine de calor invadiendo otra vez sus labios.

 

 

 

 

 

100 Palabras de amor.

Le escribió un pequeño poema, no llegaba ni a la raíz de lo que sentía, pero expresaba el ínfimo resquicio de su ser.

Quería ser letras para esconderse dentro de sus pupilas y ver lo que él veía. Se removió inquieto en su asiento, la clase terminaría, todo mudo guardaba sus cuadernos, el timbre sonó, al rubio se le convirtió la sangre en trementina.

—Vámonos perro. —Anunció Seto con su mochila en hombros.  — ¿Qué es esto? —Preguntó tomando la carta de la carpeta de Joey.

— ¡No! —Dijo mientras el otro leía.

—Gracias.

Contestó para después besarlo.

 

 

 

 

 

Causalidad.

— ¡Te detesto! —Gritó a un paso de retirado uno del otro.

—Seguro no podré dormir esta noche. —Dijo el otro mientras apretaba sus manos. —Sal de mi camino, perro.

—Imbécil, ¡yo llegué primero!, ¡yo entro primero! —Ruge el rubio mientras ambos están frente a la entrada.

—No estoy de humor para tus estupideces, es MI parque,  MI propiedad,  MI maldita empresa, así que mueve tu trasero peludo y canino.

—Vete al ¡DI-A-BLO!

Gritan a punto de golpearse; Yugi su amigo inseparable y Mokuba, el fiel hermano y escudero acuden a tratar de detenerlos abrazándolos por la cintura, pero Yugi y Mokuba no son tan fuertes. 

Entonces algo pasa. Se suponía que iban a pelear. Si, se suponía.

¿Entonces, por qué carajo sus bocas estaban juntas en ese momento, lamiéndose la una a la otra?

Lamiéndose.

Y se sentía bien. Sólo un poco más. Kaiba le tomó por el antebrazo para no dejarlo ir y él no se había percatado de que cerró los ojos. Se sentía condenadamente bien.  ¿A quién iban a engañar?

No a él, ni a sí mismo, eso era seguro.

Labios estrechándose con fuerza, calientes, húmedos, tersos, deliciosos.

—…Kaiba. —Murmura en alguna parte antes de soltarse.

Mokuba y Yugi inevitablemente habían sido arrastrados por estos dos, en un penoso accidente que los hizo cómplices, ahora los sueltan también, enrojecidos hasta las orejas.

—Tú primero. —Dice Joey una vez que dan un paso atrás. Kaiba ni siquiera parpadea. Lo toma del antebrazo y lo arrastra por la entrada.

— ¡Hermano!

— Que no me molesten, estaré en mi oficina.

—Pero, ¿Y la inauguración?

— ¡Ocupado! —Grita con Joey tras él, quien se suelta y le toma por la mano, Kaiba y el rubio siguen su camino.

—Al fin. —Dice Yugi sonriente al igual que el joven Kaiba.

—Nunca pensé que un plan tan simple funcionara.

—Medidas rápidas y contundentes para problemas mayores.

Dice Yugi, antes de encaminarse junto al pelinegro a la sala de exhibición de los nuevos videojuegos de Kaiba corp.

 

 

 

 

 

 

 

MakeLove.

¿Cómo había pasado aquello?

Kaiba no quería descubrirlo.

Estaba con Wheeler, con los pantalones pegados en las rodillas, empotrados contra el escritorio de su profesor de pintura.

¿Cómo había sucedido?

Le repitió su cerebro, pero sus hormonas, sus manos y piel, su pene y escroto, que en esos momentos sufría una deliciosa descarga de placer, no querían escuchar. Era peor que prostituirse, al menos ahí cobraría y no era rebajarse tanto. Aunque pensaba que con Joey valía la pena.

Llegó un momento, entre el remolino de sudor y libido en que recordó a Joey gritándole que lo quería y a él, pidiéndole que lo tomara. Tal vez ya se gustaban de antes, eso no importa ahora, porque aquello se siente bien, demasiado bien para renunciar a ello.

Joey lo besa de nuevo. Una vez más.

Como desea que aquel día no termine nunca.

 

 

 

 

Aquella vez.

Como aquella vez que lo vio sentado bajo el viejo puente de su vecindario, el chico de ojos azules volvió años después, convertido en hombre, pero había perdido aquella hermosa sonrisa y la tierna mirada.

Joey que toda su vida ha estado en la misma ciudad,  la misma casa, con el mismo padre ebrio, recuerda lo único bueno que ha visto en toda su vida. Ese niño de ojos azules, llorando debajo del puente.

Se acerca a Kaiba, esta vez no hay llanto. Una sonrisa, un llamado.

—Wheeler.

— ¿Por qué llorabas aquella vez?

La sonrisa se hace melancólica.

 

 

 

 

Escarcha.

Kaiba tiene un viejo recuerdo, formas blancas sobre sus mejillas. Hoy es navidad, no hay regalos bajo su árbol. Mokuba vive ya con su familia, él comparte su vino con la nada que llena su enorme mansión.

Irónicas son las sonrisas de los ricos, tienen todo, pero a la vez nada.

Hay un ruido en su patio delantero, un grito que llama su atención, se asoma por la ventana.

Nieva afuera, delicadamente, dulcemente. Deliciosamente.

Sale un momento, recordando lo mucho que le gusta la navidad. La nieve cae sobre su rostro y mejillas con ternura, su frio tacto es como una caricia, de nuevo el recuerdo.

Joey Wheeler y él eran amantes cuando estaban en preparatoria, la última navidad que disfrutó, la de su recuerdo, había sido con Joey.

Joey en su alfombra. Joey tomando una taza de chocolate. Joey sonriendo. Joey sacándolo al patio para hacerse fotografías bajo la nieve.

Cuánto lo extraña.

Joey entrando por la puerta metálica de la mansión…

 

 

 

 

 

La mascota.

 

Seto Kaiba tiene una mascota. Es pachonsita, regordeta y de largas orejas. De cabello rubio y ojos miel. Y cuando la pequeña Clara, su gata de cuatro meses, se escapa de la mansión, Kaiba se vuelve loco y no se concentra en su trabajo hasta encontrarla. Clara es muy importante para Kaiba. Clara acapara todo su atención cuando y como le da la gana.

Este día, Clara se ha metido debajo de su cama y Kaiba quiere sacarla para cortar sus uñas, pero Clara es terca y desea dormir. Kaiba recuerda que a Clara le gusta el salmón, recién cocido y de buena calidad mejor. Kaiba es un genio y por ello manda al cocinero preparar uno, pronto, Clara decide que tiene hambre y sale de su escondrijo, Kaiba ya puede acicalarla en paz.

Clara es muy importante para Kaiba, Clara es el regalo de cumpleaños que Kaiba recibió de alguien especial.

Alguien a quien Clara le recuerda.

 

 

 

Suspiros.

Hay un chico nuevo en el salón de Yugi Mutho. Todo el mundo quedó prendado de él. Es alto y de ojos azules y tiene una personalidad fuerte y segura. Pero, Yugi no entiende por qué tanto revuelo.

Seto Kaiba es un genio, pero perdió el duelo en su contra.

Seto Kaiba es muy atractivo, pero tiene una personalidad ácida como veneno.

Y tal vez, lo mejor de él es que sea dueño de su propia empresa, pero, es tan agrió como un limón y no disfruta nada de lo que tiene gracias a sus bobas ideas obsesivas.

Entonces, Yugi Mutho no sabe por qué su mejor amigo se la pasa suspirando cuando él se va. Tal vez sea que Joey y Seto no se han dado cuenta. Pero Seto Kaiba también suspira cuando Joey no está.

 

 

 

 

Odio.

Levantaron la copa. Oh rayos. Era tan difícil dejarlo una vez que comenzabas. Estaban ahí, en un bar, festejando el cumpleaños de su mejor amigo, ebrios como una cuba (todos, incluso el pequeño santurrón de Yugi Mutho). Cuando le vieron entrar, ojos azules destellantes y hambrientos. A Joey se le erizó hasta la última célula del cuerpo. Era Seto Kaiba y lucía arrebatador.

Se acercó a ellos, porte de triunfador, como siempre, y extendió un obsequio hasta su amigo.

—Feliz cumpleaños Mutho. —Silabeó y Yugi esbozó una tonta y ebria sonrisa.

—Gracias Kaiba-kun. Y gracias por venir a mi festejo.

—Mokuba me lo pidió. —Contestó sentándose a un lado de Yugi, luego les dedicó una mirada espanta suegras a todos, haciéndoles callar sus posibles comentarios soeces y ordenó un Martini.

—Gracias de todas formas. —Dijo Yugi y siguió bebiendo y festejando.

Kaiba siguió bebiendo, él siguió bebiendo y cuando sus miradas chocaron, por encima del borde de las copas hubo chispas entre los dos. Kaiba pidió otro  par de tragos, uno para él y otro para Wheeler.

—Ultimo. —Dijo Joey, sonriendo, Kaiba se limitó a asentir.

Mierdamierdamierda… Ese tipo ni siquiera necesitaba hablarle para ponerle como un toro en brama. Que cuerpo, que ojos, que sonrisa. Lo odiaba.

Lo vio pedir una botella de vino. Más mierda. Vio como sus amigos se levantaban a bailar y ellos dos se quedaban solos, Kaiba le hizo un además para que se acercara, pidió al cantinero un par de copas y sirvió vino.

Uno más, sólo uno más.

Saltó como una pulga hasta estar cerca de él. Diablos, respiraba tan rápido. Era el alcohol, sólo eso. Kaiba sonrió y luego con parsimoniosa vanidad bebió casi en un beso de su copa, labios rojos, húmedos, calientes, ojos azules que ardían mientras lo miraban.

Lo odiaba más. ¿No iba a decir nada, ni una sola palabra?

Observó cómo se acababa su copa y tomaba de nuevo la botella, bebiendo de su boca directamente. Joey estaba tan húmedo como las gotas de agua que resbalaban por aquel vidrio sostenido en la palma caliente de Kaiba.

—Vamos. —Le dijo a Seto y éste sonrió, aceptando taciturno la invitación, siguiéndole, con la botella aún en su mano. Se adentraron en los baños, Joey sabía que no era un lugar a la altura de Kaiba, pero no le importaba. Lo vio entrar sonriendo, y luego, lo arrinconó salvajemente contra la puerta. —Te odio, —le dijo, y Kaiba río con vehemencia.

Lo besó, ardiente, como su garganta, como su lengua, como su cuerpo. Lo besó, estridente, arrebatadoramente sensual.

— ¿Y desde cuándo “me odias”? —Preguntó esa voz que le convirtió en fideo las piernas.

—Desde que descubrí que no te odio, bastardo. 


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