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Noche de Navidad por SumTheHeaven

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Notas del fanfic:

Los personajes no son míos, pertenecen a Gosho Aoyama. (De ser míos esto sería un capítulo del Anime)

Este fanfic tiene la marca "corregida" a causa de que se dio una revisión para poder corregir los errores ortográficos, más sin embargo la gran parte de la redacción se mantuvo igual.

Notas del capitulo:

Pequeña historia KaiShin como especial navideño, ¡espero puedan disfrutarla!

 

N o c h e   d e   N a v i d a d

Para todos la víspera de Navidad, era algo que se pasaba y disfrutaba en familia, y aún pese a las discusiones, te reúnes para compartir, sonreír y divertirse. Aunque para Kaito Kid, o como civil, Kuroba Kaito, no era lo mismo. Esta época era algo que le llenaba de recuerdos dolorosos y le hacía sentir soledad. No le gustaba, porque significaba que mientras todas las casas tendrían esa calidez familiar, él la pasaría frente a un computador viendo su madre, que por alguna excusa no sería capaz de estar con él en esta fecha. 

 

 

Recién regresaba de su último atraco, disfrutaba como siempre con su detective presente, pero le dolía. Realmente dolía para él saber que su padre ya no podía estar presente en esa celebración que él inculcó, esa que se volvía tan mágica con Toichi Kuroba. 

Sentándose en su cama, bajó su cabeza y sus ojos se volvieron ausentes. De reojo miró la fotografía de su padre en el muro, y sus ojos comenzaron a nublarse. Casi al borde de las lágrimas, el sonido de la puerta lo alertó. Mantén tu pokerface, Kaito. Una sonrisa surcó sus labios, falsa como siempre, levantando su mirada para dirigirla al visitante.

—Kaito —le llamó con firmeza y claro enojo en su voz, esa persona era aterradora, de las pocas con un ojo tan sagaz que podría atravesarle el alma.

—¿Qué sucede, Shinichi? —continuó con el juego de su sonrisa, tratando de no darle más atención a ese enfadado chico que le miraba con ganas de golpearlo, incluso a él le darían ganas de golpearse a sí mismo, era tan mísero vivir con esa máscara.

Sí, el visitante era su amante y pareja, Kudou Shinichi. Encima de su ropa, usaba un delantal celeste que le adornaba, éste igualmente sucio, en las manos llevaba una bandeja de plata con dos pedazos de pastel encima de platos puestos en ella. El detective dejó a un lado la bandeja, y con ayuda de sus dientes, se quitó los guantes de cocina que llevaba solo para lanzárselos por la cara al ladrón.

—¡¿Cuántas veces te lo he dicho ya?! —estaba más que exasperado, furioso, porque el otro no dejaba de fingir y es que Shinichi siempre le observaba, lo único que quería era que el otro fuera algo más sincero. 

Kaito, entendiendo a que se refería y sin ganas de discutir con su amado, simplemente suspiró dejando ver la tristeza que realmente sentía en su rostro, aquel dolor que ocultaba sencillamente porque no creía adecuado importunar a nadie más con sus penas. El detective suspiró más aliviado, tomó asiento a su lado en la cama, y la cabeza de Kaito cayó inmediatamente sobre su regazo. Shinichi comenzó a acariciarle los cabellos revueltos, pasando sus finos dedos por la mejilla de Kuroba. 

—Shinichi... —el tono lastimero que usaba hacía al otro compadecerse, que le explayó una sonrisa conciliadora.

—Kaito, tranquilo, cálmate. —le susurró dulcemente al oído.

Sabía que el mago no podría, y que solo era egoísta pedírselo, mucho menos en estas fechas, en las que más nunca Shinichi le acompañaba. Lo abrazó, con fuerza y como pudo, teniéndolo sobre su regazo aún. También besó sus labios, en un intento vano de calmarlo, pues pronto el contorno de los ojos de Kaito se tornó rojo, mirándole a él con más felicidad, de pasada alegrando a Shinichi.

De un rápido movimiento, que desconcertó totalmente al detective, Kaito se colocó de frente, para mirarle directamente mientras volvía a presionar sus labios contra los contrarios, con más pasión y profundidad. Shinichi respondió como pudo al beso. Solo se separaron cuando les hizo falta el aire. El ladrón hábilmente, desabrochó su camisa con maestría, aprovechando de besar sus hombros, o más bien, morder con deseo. Habría continuado con aquel deseoso camino por la piel de su amado, de no ser por ese repentino sonido molesto del móvil de Shinichi.

El detective contestó, con cierta frustración en el rostro.

—Sí, dig... —no completó la frase, al escuchar una chillona y conocida voz del otro lado.

—¡Shin-chan! —chilló la madre del detective. —¡¿Qué no piensas venir a cenar?! ¡Con todo lo que me esforcé! —fingía, para que su hijo se doblegara un poco para ir a acompañarles en una noche que era más que nada familiar.

—¡Mamá! —le regañó. Él ya le había dicho que estaría con Kaito.

—¡Puedes traer a Kaito aquí! ¿si? ¡Te espero! —y sin darle más tiempo a reclamo, cortó. Shinichi suspiró cansado, una de las miles de estrategias de su madre para ordenarle que eran ciertamente útiles. El detective miró con suplicia a su amado.

—¿Qué tal si vamos? —le sonrió —pásala conmigo ¡vamos, Kaito! —animó, moviéndole un poco desde el brazo. No quería abandonarle, pero tampoco podía dejar a su madre con la cena en la mesa.

El mago aceptó. Vistiéndose más presentable para los padres de su Meitantei-san; al final salieron a pocas horas de la víspera de noche buena, camino a la casa de Shinichi. Llegaron rato después. Yukiko recibió a su hijo y el acompañante con un gran y fuerte abrazo. Aunque su hijo intentó negarlo, bastó escuchar una de sus llamadas, para saber que eran algo más que amigos.

—¡Oh! ¡Pero si es Kaito-kun, el chico del que mi hijo tanto habla!  —comentó, sonriendo triunfante ante un sonrojo en la cara de su "pequeño" niño.

Kaito le vio de reojo, notando como su Tantei-kun se veía sonrojado y molesto.

—¡Yukiko! —le llamó una voz varonil, con cierto toque de diversión identificable. —¡Deja de molestar a Shinichi-kun y mejor vamos a comer! —exigió su esposo. Tenía hambre, eso quedaba a vista.

Los dos pasaron. Adentrándose por la casa, si bien Kaito ya había estado ahí un par de veces, jamás se molestó en ver cómo era la gran mansión de los Kudo. La castaña los guio hasta el salón del comedor principal de la casa, donde el ladrón pudo apreciar la grandeza de la sala. Enorme, con una mesa de un tamaño, que excedía lo común, pero no exagerada. Los colores vivos que rodeaban a la habitación le proporcionaban un toque especial a los adornos navideños puestos para la ocasión, repartidos por todo el lugar. Ahí, en la mesa del comedor, ya les esperaba el famoso Yuusaku Kudo, quién como es costumbre, leía el diario.

La mirada de reproche de su esposa le hizo comprender su falta de modales ante los recién llegados.

—Shinichi-kun. Qué bueno que ya estás. —le sonrió su padre, aunque para ellos no hacía falta decir nada para saber lo que el otro pensaba. —¿Con qué él es Kaito-kun? —se dirigió al otro rostro —Un placer chico. ¡Qué mi hijo pasa hablando horas por teléfono de tu persona!—reprimió con una sonrisa triunfal, al ver el rostro de su hijo bajo, sin esa capacidad de uso de razón que vienen a costumbre, ante la vergüenza que estaba llevándose entre los comentarios de su padre y madre, con tanto descaro.

—Papá. —murmuró el con tono amenazante. —¿Quieres que comente algo que no debo? —amenazó. Yukiko se mostró interesada en saber.

—Bueno, bueno.. No es necesario ponernos tan mal.. ¿No, Kaito-kun?—se retractó, luciendo inusualmente nervioso, intentando que el otro joven ayudase porque si no su querido hijo, le haría todo un drama con su esposa.

Procedieron a sentarse, luego de bastantes risas, más de Kaito, al escuchar distintas cosas curiosas de la infancia de Shinichi. El pobre detective cada vez más sonrojado, había perdido su capacidad de contradecir o refutar algún comentario. Comieron, disfrutando amenamente de una cena con mucha conversación de por medio. Faltaba aún un poco para la media noche, pero con buena comida llenándoles el estómago no habían otras quejas. Yusaku volvió su mirada al periódico, leyendo de nueva cuenta, fijándose especialmente en el éxito del último atraco de Kaito Kid, que no hacía mucho fue realizado.

—Shinichi-kun, —llamó a su hijo, claramente curioso. —¿no asististe tú al último robo de ese ladrón Kid? —cuestionó.

Shinichi le entró un poco de nerviosismo. Kaito reaccionó de la misma manera.

—¿Eh? sí, sí. —respondió. —¿Por qué?

—Me extraña. —declaró con su índice sobre su barbilla. Ciertamente la duda le carcomía, pero no era un tema especialmente atractivo de hablar. —Al parecer no te has esforzado mucho en atrapar a ese ladrón, ¿verdad?—remató, con aquellos ojos maliciosos posados en su hijo.

—P-pu-pues... N-no es que no quiera... —aseguró rápidamente, con ese temblor que esperaba no fuera perceptible en su voz. —Bueno, la verdad es más un rival que un enemigo. —finalmente soltó como pudo, declarando aquella verdad que le encerraba, aunque no fuese toda la verdad.

—¿Ah, sí? —continuó esta vez un poco más risueño. —Pues este ladrón me recuerda mucho a viejos tiempos.

—¿Te refieres al ladrón Kid, que perseguiste hace como ocho años? —inquirió su esposa, sin notar aquellos leves rostros de pánico de los menores que intentaban sin lugar a dudas controlar ese sudor que parecía exudarles por cada poro, sintiendo como se aproximaban a temas que ellos no querían tocar.

—Pues, sí, exactamente. —afirmó el escritor —Debo admitir, que cada vez que creíamos tenerlo, escapaba de una forma que nunca esperábamos. Le encantaba jugar con nuestras mentes y engañarnos con esos trucos. —relató, con su mirada perdida en algún punto. Aquel hombre que con su sonrisa altiva siempre conseguía alegrarle la noche, con tanto espectáculo y alboroto.

—Vamos, vamos. —animó Yukiko, viendo como de pronto su esposo se resignaba en aquel nuevo dolor de cabeza que acompañaba cuando él recordaba al ladrón. —Supongo que ellos siempre serán así.

—¿A qué te refieres? —pidió saber curioso el mayor, como reconfortándose de que su esposa pudiera brindarle un poco de apoyo.

—Pues Toichi lo dijo una vez. —mencionó con una sonrisa, su dedo índice y pulgar sujetando su mentón, rememorando aquellos tiempos en los que practicaba con él. —A los magos les encanta jugarle bromas a las personas cuando no los están mirando.

Fuera de la conversación que mantenían ambos casados, Kaito se sorprendía aún más de como la familia Kudo alguna vez se relacionó con su padre, aquello trayéndole los buenos recuerdos que su padre siempre impregnaba en todos, ganándose sus sonrisas. No creía que ellos lo conocieran, pero a su vez les agradecía. Los recuerdos pronto tomaban un camino triste cuando él recordaba que jamás tendría entonces a su padre nuevamente. 

—¿Con qué eso te dijo? —continuó hablando el famoso escritor. —Vaya mago.

—Reconoceré que jamás entendí el cómo se conocían. —mencionó dudosa la mujer. Shinichi notando como su padre; Yusaku, tragaba en seco el agua que acaba de beber, casi atorándose por el sorbo que bebió al oír a su esposa.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Pues... Yo no sabía que se conocían. No de cara, pero parecían algo así, enviando mensajes extraños. —le recordó, cruzada de brazos, como esperando de él una explicación algo más convincente.

—Vamos, no te vengas a preocupar por eso ahora, conocer a un mago tan reconocido no es nada. —comentó desviando el tema, un poco aturdido.

—Bueno, bueno. ¿Es qué pueden dejar de hablar de Kuroba Toichi por unos momentos? —comentó el detective, viendo como su pareja se deprimía ante la constante mención de su amado padre.

Afortunadamente, lo hicieron. Comenzando nuevamente pequeñas discusiones mientras se reclamaban cosas. Shinichi disimuladamente se acercaba a Kaito y el mago le hacía sufrir de una manera muy distinta.

—Bueno, me vengo retirando. —comentó Shinichi ya de pie, jalando levemente la mano de su amado para empujarle con él.

No le dejó tiempo a sus padres para reclamarle, cuando ya había desaparecido junto a Kaito. Estando en su habitación, permitió que Kaito se recostase en su cama.

—¿Estás bien? —le preguntó con un tinte de preocupación, pasando sus manos por las mejillas frías de su querido ladrón.

—¿Por qué no debería estarlo? —respondió, con una pequeña sonrisa. —Solo recuerdos.

Aunque aprovechó la oportunidad para abrazarse a Shinichi y atraerlo hacía sí sobre la cama. Invirtió posiciones en segundos quedando él sobre su Meitantei-kun. No puedo desaprovechar esta oportunidad. La sorpresa de Shinichi dio ventaja a Kaito, quién se hizo de su boca en un instante. Lo besaba, con deseo y desesperación, mientras una mano se apoyaba a la cama para sujetarse, la otra se iba colando hacia la camisa, desabrochando los botones lentamente.

Se separaron un poco, para respirar el tan necesitado aire, que entre besos húmedos se olvidaban de lo básico, pero Kaito no se quedó así, comenzando a besar el cuello, con mordiscos sugerentes y lamidas estimulantes.

Shinichi comenzó a sentir descargas placenteras a su cuerpo, parando directamente en esa parte suya. Este ladrón pervertido... Le recriminó, al ver como Kaito observaba su hombría por sobre el pantalón y luego a él con una mirada lasciva, que no indicaba nada bueno.

—¡Estás ansioso! —le indicó con diversión, causando que las mejillas del detective se tintaran aún más de rojo. 

—Cállate. —soltó un pequeño murmuro, más parecido a un gemido el otro, con sus adorables mejillas coloreadas de un lindo tono carmín y sus ojos apartándose del otro. 

Kaito dejó al descubierto un gran bultito por sobre la última tela que lo cubría. Hacía un rato que el mago se había deshecho de los pantalones, masajeando por sobre esa prenda de ropa, el bultito duro que se escondía debajo. Tan poco tiempo, y tan duro que está. Sonrió lascivamente ante el pensamiento, comenzando a mover con su boca el miembro abultado de su pareja por sobre la ropa interior.

Shinichi jadeaba y gemía. Mordiéndose el puño para evitar soltar sonidos más altos, aferrándose con fuerza a las sábanas de su cama.

—¡Ahh! —gimió un poco más alto, tratando de reprimirlo. — Ka-kaito... —murmuró entre suspiros agitados.

El aludido subió su rostro hasta la altura del detective para verle. Se veía muy bien así. Completamente rendido, con sus labios entreabiertos, tratando de recuperar su respiración, sus mejillas ruborizadas, sus ojos a medio cerrar, y su cuerpo a su total disposición. Y todo para mí, y solo para mí. Pensó receloso, para volver a adueñarse de la boca, una vez más, mientras que con su otro mano, recorría la piel expuesta del gran detective.

Shinichi consiguió separarle un poco para poder respirar. Mientras sus mejillas adoptaban un rojo más intenso, al sentir la mirada maliciosa y juguetona de Kaito sobre él. Será pervertido.

—¡Kaito! —gimió como pudo contra el oído del susodicho.

El mago entendió el mensaje. Demasiado ansioso. Comenzó a desvestirse a sí mismo, mientras deslizaba lentamente la ropa interior del detective del este.

Lo que era una tortura para Shinichi, a quién le comenzaba a doler esa parte de su cuerpo. El mago al notarlo sonrió satisfecho por las reacciones de su pareja.

—¿Qué sigue? —le preguntó con malicia el mago al oído. —¿Cómo continuo? —era una de las nuevas miles formas de tortura que había ideado para su tantei.

Sabía perfectamente que lo hacía para molestarlo. Maldito ladrón de pacotilla pervertido. Odiaba tener que rogarle lo que él ya sabía que quería. Era inevitable. Cuando quería, aquel mago sabía dar con sus puntos débiles, y ahora estaba demasiado "Caliente", como para callarse.

—M-más... —susurró entrecortado el oji azul, desesperando con los pequeños toques del ladrón sobre su piel.

—¿Más qué? —preguntó Kuroba, haciéndose el desentendido.

—¡K-kaito! —gruñó. Kaito explayó una sonrisa. —A ti, m-más.. d-de ti.

Hizo volar la última prenda que le molestaba para ver a su detective desnudo. Apreciando por algunos segundos toda la piel expuesta. El verlo así... Pasó un pensamiento pervertido, sonriendo maliciosamente. Shinichi sintió un frío recorrerle la espalda, advirtiendo de la desfavorable posición en que estaba.

Maldición. Comienzo a desesperarme... mucho peor ¡no resisto! La mente de Shinichi se volcaba  a blanco, no podía soportarlo más. Las manos de aquel ladrón, eran muy expertas para su sensible cuerpo. Kaito sonreía triunfante.

Vamos, vamos, que aquí viene lo mejor... Acercó sus dedos sugerentes a la boca de Meitantei. Él los lamió receloso.  El mago adentró dos de sus dedos inmediatamente a la pequeña entrada de su pareja. Había dolido. Fue apresurado y brusco.

—¡Ah! —gritó, mordiéndose más fuerte la palma para no continuar con los sonidos. —E-eres-.. un... I-idiota... —articuló. Comenzando a sentir más excitante esos dedos moviéndose frenéticamente dentro de sí.

El movimiento aceleró aún más. Hasta que el ladrón decidió que estaba suficientemente dilatado. Ahora sí... Levantó la cadera de Shinichi con sus manos. Echó una última mirada a su amante sobre la cama, y... comenzó a introducirse en él. Suave y lento. Estrecho, muy estrecho...

Shinichi no vio el tiempo en que de los dedos fueron reemplazados por el miembro de Kaito. Dolía. Él la tenía grande y aún con preparación, sentía un agudo dolor. Se quejó un par de veces, maldiciendo en voz baja. Mordiendo su muñeca con fuerza, y con su otra mano aferrándose a las sábanas. El vaivén era suave.

Kaito tomó la hombría de Shinichi, retomando las caricias. Shinichi abrió la boca descaradamente para comenzar a gemir. Maldito Kaito... El mago comenzó a distraerlo besándole por todo el cuello, dejando marcas de chupones y mordidas, que, hacían que Shinichi gimiera más alto.

Las embestidas aumentaron todavía más. Salvaje, fuerte, rápido, duro.

—¡D-duele! ¡ahh! ¡M-me.. d-duele! —gritaba en medio de las embestidas propinadas por Kuroba. 

—Tranquilo. —comentó con la voz más tranquilizadora que puedo, en entre todo ese placer de ser capturado por la estrechez de Kudo.

Si bien lo habían hecho muchas veces, hacía un tiempo que no encontraban intimidad, lo que a Shinichi afectaba pues era más sensible ante los toques que de costumbre. 

 

 

Yukiko e Yusaku, que se habían quedado abajo, se preguntaban que estaría haciendo su hijo. Mantuvieron una conversación normal. Hasta que un par de sonidos extraños comenzaron a escucharse desde el segundo piso. De primero, no le dieron importancia, parecía tan simple un sonido sordo.

Colocaron más atención cuando por casualidad mantuvieron el silencio, y se escuchó algo muy sugerente. Más de lo que la pareja hubiera deseado oír para mantener su cordura y poca estabilidad mental.

—¡D-duele! ¡ahh! ¡M-me.. d-duele! —esa en definitiva era la voz de su hijo. Yukiko no pudo evitar que su rostro fuese totalmente invadido por el rojo, intentando no imaginar nada, no podía, ¡era su hijo!

—Tranquilo. —aquella había sido una voz mucho más gruesa, era la de Kaito.

Una y mil ideas e imágenes mentales pasaron por la cabeza de los padres de la familia Kudo, no queriendo recordar tanto en sus memorias que la primera voz, tan quebradiza y sumisa, pertenecía a nada menos que su orgulloso hijo, el que no cedía ante nadie, supuestamente. Sus extrañas ideas se vieron opacadas por los ruidos de la cama moviéndose. No lo podían creer, al menos...

—Shin-chan.... —susurró su madre, con expresión de extrañeza y algo de temor, lo que en definitiva le sorprendía. 

—¡Muchacho! —exclamó su padre, como si fuese lo peor que pudiesen hacer. —¡¿Qué rayos están haciendo allí arriba?!— preguntó furioso, e imaginándose lo peor, porque por sobre todo, Shinichi no dejaba de ser su pequeño niño.

A Yusaku se le subió la sangre a la cabeza, avergonzado y molesto, quiso ir a detener ese encuentro, pero una muy alegre Yukiko le impidió lo más que pudo el paso. Por el bien de su esposo, era mejor que no adelantase sus pasos hasta la habitación de su hijo. 

 

 

—¡¿C-cómo.. qu-quieres que.. m-me... t-tranquilice?! —gimió como pudo. Empezando a sentir el placer de los movimientos bruscos que Kaito realizaba en su interior. Era un jodido masoquista.

El mago no respondió más, al ver como su pareja comenzaba a disfrutar las embestidas que él le propinaba. Subió un poco para besarle nuevamente, ahogando los gemidos del detective en su boca. Delicioso. Esbozó una sonrisa maliciosa, al sentir su mano un poco húmeda y pegajosa.

—Vaya, vaya... —murmuró contra el oído de Meitantei, propinándole un mordisco sugerente, junto a unas cuantas lamidas que le recorrían el cuello sugerentemente. —¿Con solo unos toques, ya te has venido? —le preguntó juguetón.

—C-... ¡ah!... Cállate... ¡Mhhg! —reclamó. Gimiendo al borde del éxtasis de locura. Kaito lo volvía loco.

—Qué... —fue hasta sus labios nuevamente, dejándolo a escasos centímetros de los de Shinichi —Sensible...

El detective no hizo más que sonrojarse aún más. La sangre ya le subía la cabeza y sentía demasiada calor como para reclamarle. Estúpido ladrón degenerado. Lo besó, no resistía teniendo a Kaito tan cerca, el mago incluso más deseoso y salvaje, le embistió con mayor dureza. Shinichi dejó salir un grito de placer al sentir más fuerte y más profundo al ladrón dentro de sí mismo.

Se separó del detective, apreciando como a éste le corría un hilo de saliva, además esas mejillas sonrojadas ¡Dios! Hizo un sobre-esfuerzo para no venirse. Apretado, Caliente.. Mhh.. Quién lo diría, que este detective sería así en la cama... Una embestida más fuerte, dando en un punto sensible de Shinichi que causó que gritase, arqueándose sobre la cama. El ladrón disfrutó de como Meitantei le apretaba más alrededor de su ya cándido miembro.

—¡E-eres... ¡ah!.. to-todo... Mhhgh... u-un... ¡Ahhh!.. br-bruto.. Kaito... —gimoteó penosamente, pegándose más al cuerpo del mago, sintiéndolo más en su interior, invadiendo sus entrañas. 

—Tú culpa. —recriminó el mago con una sonrisa deseoso, lasciva. —Por provocarme tanto... —dijo, propinando una lamida provocativa a la mejilla, para luego dar con sus labios en corto contacto.

Shinichi sintió nuevamente esa parte suya, dura. ¡¿Nuevamente?! Odiaba como el ladrón le provocaba así con tan solo unas caricias. ¡Como solo él podía hacerlo! Meneó la cadera provocadoramente contra Kaito, dándole a entender al mago lo que quería. O más bien, necesitaba desesperadamente.

Oh, pero si este amiguito es muy sensible ¡Uh! Lo acarició un poco. Volvió a ver la cara de desesperación y enojo de su pareja. Comenzó a masturbarlo más rápidamente, con movimientos bruscos, de forma placentera.

Kaito paró de repente. Shinichi le miró extrañado, con sus mejillas ruborizadas, sus ojos, su boca, de una forma tan sugerente que se podía jurar que cualquiera que lo ve en ese estado, lo violaría ahí mismo, porque en definitiva, así Kudo no tenía en lo más mínimo aspecto de macho. El mago se relamió el labio, para luego atraer el cuerpo de Tantei sobre el suyo. 

Shinichi lo sintió. Aún más duro de lo que imaginaba y más profundo. El detective del este, estaba sentado sobre el ladrón.

—Muévete, Shinichi. —Casi ordenó, con tono extasiado y jadeante, ante la sensación de ser más apretado por Meitantei.

—¡E-eres.. u-un.. per-pervertido! —le exclamó, comenzando a subir y bajar sobre el pene de su amado ladrón, quién le sostenía del trasero, ayudándolo.

El ladrón continuó embistiéndolo rudamente, saliéndose casi por completo de Shinichi, para arremeter nuevamente contra su interior y mientras Shinichi permanecía en aquella pose sugerente sentado sobre la pelvis de su amado, éste se encargaba de estimularle, con diferentes movimientos que lo hacían sentir la gloria y el cielo.

—Delicioso... —murmuró Kaito, colocando al detective más rojo.

Shinichi sentía que no podría seguir más. La sensación, las embestidas, los besos, las caricias... ¡Es imposible resistirse a la cara de deseo de ese ladrón! Demasiado... placentero. Unas embestidas más bastaron para que Shinichi se corriese, soltando su líquido viscoso y pegajoso sobre la mano de Kaito, quién se chupeteó los dedos, no dejando ni rastro de lo que era la esencia de su crítico del arte favorito.

El ladrón se vino segundos después, llenando el interior del detective, el cual gimió al sentir la sensación cálida en su interior.

—Ka-Kaito... —le llamó apenas, con su voz quebradiza. 

—¿Uh? —fue su respuesta, aun desde su posición.

—Te amo. —confesó con una sonrisa, junto al rosado de sus mejillas, tirándose sobre la cama, cayendo Kaito sobre él.

Antes de que el ladrón pudiese responder, luego de haberse retirado con cuidado del cuerpo de su pareja, Shinichi le besó. En un beso dulce, deseoso, pero suave. En medio de la tierna escena, tocaran las campanas de media noche. Lejanas, pero resonantes, indicando que ya era veinticinco de diciembre. 

Se separaron un poco, para apreciar por la ventana la noche fuera de la mansión. Se veía hermosa, debido a que ninguna farola alumbraba, únicamente se veían las estrellas del cielo, y los preciosos estallidos nublando el resto del cielo nocturno.

—Yo también te amo. —le respondió, mirando de reojo al sonrojado detective.

 

 

Yukiko y Yusaku apreciaban la misma escena desde su habitación, disfrutando de su compañía mutua. Entregando una que otra caricia entre sí. La noche era joven, y Yukiko aún tenía mucho que disfrutar aquel día. Más que nada por que esperaban unas muchas sorpresas más.

 

 

Shinichi se levantó con ayuda de Kaito, caminando hasta el baño de la habitación del joven para ducharse. Kaito aguantó a duras penas las ganas de volver a tomar a Shinichi en el baño. Él iba a enojarse, por lo que decidió no arriesgarse.

Terminaron la refrescante ducha de unos minutos. A Shinichi no le quedó de otra que usar ropa de mangas largas y cuello alto, para poder cubrirse ciertas marcas que el ladrón dejó por su cuello y hombros. Maldito ladrón... no saldrás ileso. 

Kaito se vistió con su ropa. Bueno, bueno... que regalo de navidad más interesante que he tenido. Sonrió alegre, recuperando su habitual buen humor y alegría desbordante. Bajaron al poco rato, Yusaku y Yukiko les esperaban con una sonrisa de complicidad en la mesa.

—Hijo, ¿por qué traes ropa más abrigada? —preguntó inocentemente su madre, haciéndose la desentendida al respecto. Que sí, era de noche, pero el clima no se presentaba especialmente frío, en especial el interior de la mansión dónde antes su hijo apenas estuvo con una camisa de mangas cortas.

—¿Eh? —saltó Shinichi, retrocediendo un paso, colocando una cara de nerviosismo, no sabía qué responder y aquello era palpable en su rostro. —Nada, nada, tenía frío. —contestó intentando disimular. 

—¿Tenías frío? —preguntó su padre, con el mismo tono fingido que Yukiko. —¡Ah! Ya. Tenías frío porque habías terminado ya. Y te saliste de tu cobijador refugio. —comentó con una sonrisa de lado a lado, de aquellas que expresaban que él lo sabía todo y una vez más había ganado a su pequeño.

—¿De qué hablan? —preguntó Shinichi, fingiendo incredulidad.

—Nada, nada. —contestaron a la par ambos mayores. —Habrían podido ser un poco más disimulados ¿no? —siguió la voz de Yusaku.

—Mira que estar haciendo esas travesuras en la víspera de Navidad. —comentó pícara su madre, un rostro que superaba la malicia de Kaito.

 Shinichi y Kaito, les miraban con ojos atónitos. ¡¿Cuánto habían escuchado?! Las mejillas de Shinichi se tornaron de un leve color rosado, al igual que las del ladrón, que no supo que hacer en esa situación donde eres atrapado en plena acción por los padres de tu querido amado, los que son igual o incluso más perceptivos que él. 

El ladrón terminó por abrazar posesivamente al detective frente a sus padres, quiénes se sorprendieron un poco, pero sonrieron al ver a su avergonzado hijo.

—Bueno, que se le va a hacer. —comentó sonriendo.

Yukiko sonrió alegremente, mientras iba en dirección a Kaito.

—¡Pero mira qué joven más bien parecido! —exclamó emocionada, dando saltitos, ante la atenta mirada del ladrón.

—¿Eh? —preguntó confuso el joven mago.

—¡Pero sí por esto Shinichi se emocionaba tanto! —siguió.

—Vamos, Yukiko. Que ya te lo esperabas. —continuó el escritor, sonriendo.

—Mejor vamos a la sala. —terminó por decir la adulta, deslizándose con la gracia propia en su persona.

Todos obedecieron, Shinichi más enojado que otra cosa. Menudos padres tengo. Al llegar frente al gran árbol que se levantaba con su espectacular esplendor, con demasiado adornos y decoraciones coloridas. La madre comenzó a pasar regalos a las tres cabezas presentes, sorprendiendo un poco a Kaito, quién no se esperaba que él estuviese incluido también.

—¿Yo igual? —cuestionó con impacto, recibiendo aquel entre sus manos. La madre del detective le sonrió.

—Pues claro que sí, Kai-chan —contestó, la emoción subiéndosele cuando sintió la mirada de su hijo clavada en su espalda.

Shinichi lo comprendió. Lo habían tramado desde el comienzo. Vale, no les había dicho la verdad, por lo que claramente sus acciones habían ido delatando a su querido novio. Hablaba muchas horas por teléfono, a veces sonrojándose. Salía a menudo, muy raro en él ya que se dedicaba casi siempre a leer y si salía era para algún caso. Cuando llegaba, se le veía curiosamente más abrigado, incluso con la calor que a veces se presentaba. También al llegar se venía quejando de estar adolorido, o no caminaba normalmente. Comía más de lo común. Evitaba sentarse frente a sus padres, cuando acababa de llegar. Bueno, no había que ser detective para saberlo, pero vaya forma que les encanta enterarse las cosas. Corrió los ojos molesto, todavía con algo de vergüenza, habiendo sido escuchado en plena acción con Kaito por sus padres.

El detective observó de reojo a Kaito, el chico sonreía muy alegre por el presente navideño dado por sus padres. Al menos ya está mejor. Sonrió él, alegrándose de que su pareja pudiera ahí expresar felicidad con tanta sinceridad.

El ladrón, para agradecer el pequeño regalito que le había sido entregado por sus suegros, chasqueó sus dedos, comenzando a caer variados pétalos de flores sobre la sala. Junto a un polvo blanquecino brillante, que se deslizaba como nieve sobre la sala, desvaneciéndose antes de llegar al suelo.

A Yukiko le brillaron los ojos de la emoción. Yusaku no salía de su asombro, pero la escena que había conseguido obtener Kaito era una muy memorable. Con muchas sonrisas, de aquellas que hacía rato le faltaban a su vida. Momentos después, todos se encontraban sentados sobre el sofá del mismo salón, disfrutando de un poco de chocolate, manteniendo todo tipo de conversaciones.

Shinichi junto a Kaito, perdieron el hilo de la conversación hacia minutos atrás y entre seguir con la taza de chocolate, el ladrón prefirió robarle un beso a su pareja. Aunque el detective no salía de su asombro, correspondió al contacto del mago, el que sintió su espina ser recorrida por un escalofrío, la que reconoció como miedo al dar cuenta de la atenta mirada de los padres de Tantei.

Un dulce contacto que de esa forma, no terminó de forma inmediata, impregnando en Kaito el recuerdo precioso que se llevaría de ese día. De este día, con mi Tantei... Con su familia, con esas sonrisas...

—Feliz Navidad. —murmuró Kaito contra el oído de Meitantei una vez separados. Shinichi no respondió, lo volvió a besar más apasionadamente.

 

Notas finales:

Espero les haya gustado><


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