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El escudo negro. por Maira

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Notas del capitulo:

Holi c: antes de empezar con este nuevo capi, tengo una cosita que aclarar acerca del término que inventé. Y esto es refrescar la memoria por si no se acordaban. Es que me quedó la duda de dejarlo antes Dx y me gustaría dejarles la referencia del one anterior –procede a copiar y pegar de su propio fic xD-

“ Ruska: un material extraído de las canteras cercanas al inframundo cuya forma solo le podían dar quienes poseían el don para hacerlo, su nombre se debía a la gama de colores grisáceos y tierra que poseía, pues Ruska en la antigua lengua finlandesa significaba “Colores de otoño”, un excelente nombre para un excelente material. 
Éste metal poseía, por así decirse, una voluntad propia y se alimentaba de la energía vital de las criaturas mágicas que caían en sus redes. Por lo que en aquellas canteras no era raro encontrar algún vampiro, licántropo o cualquier otra criatura al borde de la muerte. El Ruska era tan mortal como magnético. “ 

Aquí aparecerán personajes nuevos ouo~

Está la parejita más bien pero más gay uwu
Koichi de Mejibray: http://images5.fanpop.com/image/photos/31000000/Koichi-mejibray-31086903-456-547.jpg

Toya de Gotcharocka, que es sexy uwu xD: http://images6.fanpop.com/image/photos/35300000/Toya-gotcharocka-35397451-300-400.jpg

http://data2.whicdn.com/images/88894202/thumb.jpg

También aparece Zin de Jupiter que aunque ponga cara de malotito es bien cuchi cuchi y todos sabemos que es UKE uwu xD: http://31.media.tumblr.com/ae8ed88ef571bea11274302fb3f86e53/tumblr_mwvh2ocZ9d1r08vhso1_500.jpg

Y Yasu~ por si les interesa(?) que romperá bastante lash bolash (?): http://userserve-ak.last.fm/serve/_/31113497/Acid+Black+Cherry+YASU.jpg

 

Ya ouo eso creo que debo aclarar por ahora. 

 

 

 

 

 

 

 

Los pasos volvieron a resonar en el estrecho vestíbulo. Asagi cruzó nuevamente el umbral de la sala con total tranquilidad. Pues una vez solucionado el problema, solamente restaba dejar todo en manos del tiempo.
Para cuando hubiera llegado frente a la puerta, se detuvo unos momentos a observar el pequeño caos de cristales rotos sobre la alfombra, la manera en la que algunas puntas resplandecían gracias a la escasa luz proveniente de la sala y luego concentró unos momentos su atención en la flecha que había caído al suelo después de haber dejado su impronta a manera de hueco en uno de los ribetes de la madera.
Solo abrió la hoja derecha de la puerta doble cuyos goznes chirriaron una sola vez. Al salir, el viento frío le acarició suavemente el rostro a la vez que se colaba a manera de intruso hacia el interior del lugar.
Dirigió su iris carmín por el terreno delantero con el propósito de barrer todo el lugar pero éste aparentemente se encontraba desierto.
Sin embargo sentía aquella presencia. Y no lograba comprender como era que Ryo la había captado al instante ya que ésta, se asemejaba a la pequeña llama de una cerilla en medio de la inmensa oscuridad. Era una energía débil, sutil e incluso la podría haber dejado pasar si no hubiera sido por que el otro se hubiera percatado de ella.
Estuvo a punto de simplemente quitarle toda la importancia que había invertido en el tema cuando de repente se arrepintió. Así que tomó una pose ligeramente relajada antes de dejar caer la cabeza tan solo unos momentos hacia adelante.

-Sal de donde estés. Deja de esconderte- pronunció las palabras al viento. Sabía con toda certeza que no necesitaba alzar la voz ya que los potentes oídos de quien estuviera escuchando, recibirían las palabras tal cual las había dicho.

El prolongado silencio que reinó, le hizo saber que quien fuera que estuviera allí le estaba estudiando con detenimiento. Casi podía sentir la mirada sobre él tal cual fuera un tangible velo. Pero no se movió ni agregó una palabra más. No era necesario.
Así que se armó de toda la paciencia que le caracterizaba para con los suyos y esperó el tiempo necesario a que el visitante o espía, finalmente abandonara su escondite cuando se sintiera por completo seguro.

Como lo había predicho internamente, al cabo de unos cuantos minutos, un individuo rubio saltó desde la copa de un árbol para caer en un lugar cercano al pelinegro, con las rodillas flexionadas con el propósito de amortiguar la caída y poco a poco, colocarse erguido.
A simple vista era un muchacho de facciones bonitas, un cuerpo pequeño, menudo. Por el aroma que su piel despedía, Asagi pudo percatarse de que hacía poco tiempo había dado cuenta de una víctima. Esa era la principal razón por la cual no le veía con ojos de cazador, sino con una pacífica e incluso dulce mirada.
El chico se acercó repentinamente un poco más a lo que instintivamente Asagi se puso en guardia. Pero luego se relajó para volver a tomar el semblante de antes. Sin embargo un respingo de sorpresa le hizo vacilar en determinado momento. Pues al observarle con más detenimiento, había encontrado “ese algo” que notaba extraño en él: quien tenía frente a sí era un vampiro apenas creado, incluso aún conservaba ciertos rasgos de humanidad.

Frunció el entrecejo con un deje de molestia antes de hablar. No comprendía el por qué de la situación. El hecho de que un vampiro apenas creado, errara solo por la tierra sin protección alguna de un maestro, de un creador. Pues siempre había creído necesario que los “apenas nacidos”, se mantuvieran bajo vigilancia para poder protegerles de las amenazas que atentaran en contra de su vida. Con más propósito, incluso le enfureció un poco el hecho de que habiendo sueltos unos tipos capaces de haberlos atacado a ellos, aquel novicio estuviera completamente solo.

-¿En dónde se encuentra tu creador?- preguntó valiéndose de cierto tono de autoridad. No era que pretendiera asustarlo, solo buscaba una respuesta concisa.

El rubio agachó la cabeza hasta que sus ojos se clavaron sobre el césped frente a sus pies. Era como si de repente Asagi hubiera removido sobre una herida y la hubiera vuelto a abrir. Al instante supo que preguntó algo que quizá no debía -Murió ayer. Le dieron caza y lo dejaron bajo una red clavada al suelo, expuesto al Sol durante todo el día- como si realmente algo se hubiera enterrado en su corazón, se tocó el pecho –me ocultó bien bajo las raíces de un gran árbol en un bosque lejano de aquí, antes de huir para despistarlos. Pero de alguna manera pude ver su muerte- dicho esto, se mordió el labio inferior en un gesto muy doloroso. Era como si estuviera a punto de echarse a llorar a pesar de que no afloraban lágrimas a través de sus ojos.

-¿Era un sujeto con un abrigo de piel de lobo? ¿Uno de sus compañeros llevaba un arco?- continuó con el interrogatorio. Pues si no se equivocaba, aquel par de vampiros se había topado con los cazadores en su camino de llegada al pueblo. Seguramente de alguna forma los habían visto y el resultado había sido el que hasta ahora el rubio sufría.
Poco a poco, una clase sentimiento de venganza afloró dentro suyo para comenzar a correr por sus venas hasta extenderse por todo su cuerpo. Era un dulce deseo de aniquilar que había sentido repentinamente y no lo hacía desde hacía tiempo, tal cual aquel surgiera del mismísimo centro de su corazón.

-No lo sé. No pude verlos detalladamente. Pero recuerdo sus voces- el más bajo inspeccionó con la mirada los alrededores durante un corto lapso de tiempo, como si repentinamente alguien los estuviera vigilando –estoy solo. Pude encontrarlos gracias a un susurro… fue un poco extraño, era como si hubiera estado dentro de mi cabeza pero se volvía cada vez más potente a medida que me acercaba aquí. Es éste lugar de donde provino, estoy seguro de ello. Cuando llegué, finalmente se silenció.

-Es algo curioso por la manera en la que lo mencionas, pero puedo darme cuenta de que no mientes- finalmente negó con su cabeza al ya saber de quien se trataba.
Lo más probable era que Ryo lo hubiera guiado. De alguna manera las imágenes que habían sido transmitidas a la mente del pequeño rubio, también hubieran llegado al vampiro anciano que tan fuerte poder de recepción poseía. Y luego de haberse dado por enterado de su situación, lo hubiera atraído telepáticamente hasta el lugar donde la familia moraba para que allí Asagi aprobara el que se quedara con ellos. El vampiro había jugado sucio, pues conocía bien el sentido protector del líder por lo que sabía que no iba a rechazarle -¿Cómo te llamas?- le preguntó luego, haciéndole un ademán con la mano para que se acercara.

-Me llamo Zin- respondió el rubio aún sin obedecer a la orden, pues quería estar seguro de que se encontraba en el lugar correcto y nadie le lastimaría.

-Bien, Zin. Puedes acercarte, no es como si fuera a comerte- volvió a pedirle que se aproximara a la vez que él lo hacía –esos sujetos son peligrosos. No puedes andar solo por ahí para dejar que te atrapen. Piensa en tu creador. Él arriesgó su propia existencia para salvarte, por lo que debes continuar avanzando para que su sacrificio no haya sido en vano- dichas sus palabras, ante la expresión triste del más bajo no pudo más que acogerlo entre sus brazos unos momentos antes de guiarlo hacia el interior del lugar.

En las afueras del pueblo, muy cerca de las montañas, entre la escasa población de la zona se distribuían las diferentes viviendas donde los cazadores de vampiros residían.
Éstos a cambio de los vampiros o los licántropos, no poseían una gran mansión en donde convivir o reunirse. Pero conformaban una comunidad sólida en donde a cambio de protección, recibían comida, leña, las armas necesarias para luchar.
Era bien sabido que el nuevo grupo se especializaba en la fabricación de sus propias armas, a lo que no tardaron en rechazar las que los humildes herreros les ofrecían.
Pero aceptaron de buena gana los víveres y la leña que calentó los hogares evitando que así se congelaran.

A pesar de ser rústicas, las casas no perdían aquel toque agradable que las caracterizaba. Cada una de ellas constaba de muebles artesanales, camas cuyas mantas estaban hechas de los más abrigados tejidos de lana o el algodón que tan novedoso se había vuelto. Las ventanas poseían incrustados gruesos cristales. Eran lugares muy cómodos. Incluso todas tenían una gran chimenea de piedra que caldeaba por completo el ambiente.

Una de ellas era ocupada por Koichi, el amo del licántropo que tan cuestionado había sido no solo por los vampiros en la disputa de aquella misma noche, sino por el pueblo entero.
Se sabía que los licántropos eran seres peligrosos cuya fuerza era destructiva y cada vez con menos frecuencia se veía alguno merodeando por allí. Pues en el territorio de los vampiros, muy lejos de la propia morada entre las montañas, se encontraba prohibido el paso a cualquiera de los de su especie. Las consecuencias siempre habían sido fatales para aquel puñado que lo hubiera intentado, a lo que siempre elegían las salidas que Asagi debía hacer fuera de los perímetros para intentar atacar.
A pesar de ser mucho más fuertes que los mismos, a cambio los vampiros eran ágiles y finalmente todo licántropo que amenazara con cobrarse una sola víctima en esas tierras prohibidas, firmaba automáticamente su sentencia de muerte.

El amo era un humano joven, muy atractivo. Sus habilidades de batalla habían evolucionado al trabajo en equipo con aquella criatura de la que se había apropiado en todos los sentidos. Era muy común que a la hora de la cacería, mientras Koichi atacaba, Toya le cubriera las espaldas.
Así era como en muy pocas ocasiones había sido herido. Misiones en las que el enemigo quizá era demasiado fuerte para el grupo entero, pero que finalmente gracias al ingenio de todos, habían logrado realizar con éxito.

Cuando se encontraban fuera de combate y para que la fuerza de Toya se redujera a la de un simple humano así evitando alguna clase de accidente, Koichi le colocaba un collar con pequeñas incrustaciones de Ruska. Así su pelinegro esclavo se mantendría tranquilo, debilitado pero no al extremo de parecer ausente. Era un simple artilugio que podía ser removido solo desde la nuca y por un segundo ejecutor, pues había tomado todas las precauciones al diseñarlo.
Sabía que a esas alturas era incapaz de volverse contra él, pero en momentos puntuales como lo eran las noches de Luna llena o la época de celo, éste se volvía un tanto más intenso y agresivo. Lo cual le había venido como anillo al dedo el hecho de también haberlo fabricado de esa manera.

-¿No tienes hambre? Conseguí esto para ti y tendré que tirarlo si no lo comes. En la mañana comenzará a apestar- se quejó el pelirosa mientras sostenía un conejo muerto en la mano izquierda mientras con la derecha acariciaba los azabaches cabellos del lobo el cual permanecía recostado sobre la cama –Vamos, solo un poquito. Lo han cazado apenas hace unas horas- pero ante la nueva negación del pelinegro, finalmente bufó y arrojó el animal por una de las ventanas.
Enseguida el frío se coló, a lo que luego de cerrarla por completo, se acercó al fuego de la chimenea unos instantes -¿Tal vez tienes indigestión? ¿Qué has comido?

-Simplemente no tengo hambre. Con el venado de anoche aún estoy satisfecho, amo- respondió éste siendo siempre muy respetuoso y clavó sus ojos en la figura recortada contra el fuego que tan devotamente amaba. Pues a pesar de ser obvio, el amo no le permitía expresar sus sentimientos hacia él. Sólo lo hacía en los momentos el cual se volvía vulnerable, momentos en los que se sentía muy solo. Instantes en los que necesitaba de palabras amorosas, caricias, abrazos, besos que no dudaba en pedirle. La verdad era que Koichi también le adoraba, pero por alguna razón siempre intentaba mantener firme aquel muro entre amo y esclavo.  
Lo vio acercarse pero guardó silencio. Se mantuvo en su posición con la mitad del cuerpo sobre la almohada, abrazándola.
El pelirosa le dio un cariñoso beso en la mejilla antes de sentarse al borde de la cama para quitarse las botas. Luego se quitó el abrigo que había mantenido puesto durante todo ese tiempo para intentar que su cuerpo adquiriera calor. Pero ya no lo necesitaba, era la hora de dormir.

Los ojos del azabache se dirigieron instantáneamente a los muslos desnudos del más bajo y subieron poco a poco, como si de una caricia se tratara por el miembro, las caderas, la cintura tan bien formada y el resto del torso.
Lo miraba sin reparo alguno, como queriendo comérselo mientras su mente viajaba repentinamente entre diversas fantasías de índole sexual a la vez que captaba su dulce aroma en cada inhalación.
Para Toya los momentos previos a ir a dormir implicaban una tortura. Pues el pelirosa le obligaba a dormir con él mientras usaba la mínima cantidad de ropa posible.
Era entonces que cuando al amo no le apetecía acostarse con él, tenía que soportar el hecho de permanecer junto a su cuerpo toda la noche. A lo que en muchas ocasiones, una vez asegurado de que hubiera caído en un profundo sueño, su mano se encargaba de llevar a cabo la labor necesaria para aliviar la tensión a la que lo exponía.
Cuando lo hacía se dedicaba a observar su apacible rostro, sus finos pero bien formados labios que tanto le gustaban e incluso robaba un que otro beso en medio de la acción con la cual su cálido aliento chocaba bruscamente contra ellos, pero al instante se apartaba por el simple hecho de no despertarle.
Al parecer aquella noche el pelirosa sí estaba de ánimos. Pues le obligó a voltearse para quedar de espaldas contra la cama y le colocó la almohada bajo su cabeza antes de sentársele sobre las caderas.
Las piernas del más bajo le atraparon el cuerpo y las manos se deslizaron desde su cuello hacia abajo con la destreza que solo él podía ejecutar. Deteniéndose a masajear sobre la zona de su torso, especialmente encima de aquellos dos botones que adornaban el pecho del pelinegro cuya sensibilidad lo hacían alcanzar extremos insospechados cada vez que eran estimulados, se mantuvo insistiendo durante largos minutos hasta que éste ya no soportara la ansiedad, terminando por desnudarse mutuamente entre apasionados besos.
Prenda a prenda, ambos descubrían la piel del otro a la vez que contribuían a que el calor aumentara.
Se movían rozando sus caderas, friccionando sus cuerpos mientras una vez desnudos, se unían nuevamente en un cálido beso, a veces intenso, a veces suave. El ritmo con que obraba el menor le hacía perder la cabeza. Pero una vez más, sus sentidos se vieron nublados al aspirar su aroma directamente de su piel, aquella que comenzaba a perlarse de un fino sudor.

Succionando por diversas partes de la misma, especialmente en la zona del cuello o los hombros mientras sus inquietas manos fueron a parar a los glúteos del amo, le marcó como tanto le agradaba.
Toya sabía que era lo que le gustaba.  Había aprendido de las exigencias de su amo el cual le había educado a golpes. Pues las veces que había hecho algo que no le agradaba o se volvía demasiado brusco, éste no había dudado nunca en darle un par de bofetadas.
Pero así se entendían y muchas veces incluso disfrutaba de los golpes. Especialmente cuando las noches de celo llegaban. Durante aquellas, todo era un tanto más intenso pero igual de placentero, si no era más de lo corriente.

El calor llegaba a su punto máximo, creyó que ya no podría aguantar que solo le tocara e incluso había pensado en tumbarlo contra la cama cuando de pronto su duro sexo se deslizó hacia el interior del esbelto cuerpo y a cada vez que éste se removía sobre él, sintió como irremediablemente se internaba cada vez más en aquel espiral que solo el placer de verse atrapado entre esas estrechas paredes le proporcionaba. 

Durante el resto de la noche dio lo mejor de sí, tal cual siempre el amo le exigía. Lo hizo incluso luego de encontrarse rendido, en aquellos momentos en los que creyó, su cuerpo no sería capaz de volver a tener un solo orgasmo más.
Pero lo llenó de una completa satisfacción una y otra vez, hasta que el agotamiento les hubiera ganado a ambos. En esos instantes, el pelirosa pasó los brazos en torno a su cuello para atraerlo a su cuerpo haciendo que descansara la cabeza sobre su agitado pecho.

Para cuando los primeros vestigios del amanecer aparecieron en el cielo. Él cayó en un sueño tan profundo que no fue capaz de terminar de escuchar las breves palabras que el más bajo había pronunciado. Así, su confesión quedó en secreto una vez más. Lo amaba, siempre lo haría.

Mientras tanto en la mansión, Asagi había aceptado que Zin se uniera al grupo bajo el juramento de que jamás le traicionaría. Esto también implicaba que el rubio jamás quisiera apoderarse de la sangre que portaba y le protegería con todo lo que tuviera ante los enemigos que pudieran surgir. Dedicaría sus días a protegerle, a informarle acerca de todo lo necesario. Sin embargo, aceptó sin rechistar el comenzar su nueva vida como inmortal bajo esas normas. Tenía mucho que aprender, además debía volverse fuerte. Pero por sobre todas las cosas, estaría en compañía.  

En la sala solo se encontraban Ryo, Asagi y él mismo. Pues Atsushi había cargado a Kamijo hasta un lugar oscuro en donde pudieran resguardarse. Iba a cuidar de él mientras el día siguiera su curso normal. A la vez que en la planta superior, Yuki y Masashi permanecían recostados sobre una de las amplias camas que las habitaciones casi nunca usadas poseían.

El castaño había insistido en que necesitaba descansar el largo tiempo que la ceguera se había prolongado, a la vez que había tomado la oportunidad para mimarlo un poco. Pues desde que había llegado, había sentido una instantánea atracción por el pelinegro. Ésta era mucho más sólida que la que sentía para con los demás. Pues la misma sangre vampírica volvía a cada uno irresistible a su manera como un modo natural para atraer víctimas.
Pero Masashi surtía un efecto diferente en él. Era como si irremediablemente se viera obligado a protegerlo del mundo. Lo deseaba ardientemente, tanto así que de a momentos se sentía caer en los más profundos abismos de la locura bajo el deseo de querer atesorarlo solo para él.
Estaba enamorado, pero no era el amor que comúnmente podría ser definido por los mortales.

Le acarició el rostro con suavidad, casi con devoción. Pero la acción no duró más que unos pocos momentos. Pues sabía lo reacio al contacto físico que era el pelinegro. Otra razón para querer “domarlo”.
Así que insistió lo suficiente hasta que éste se rindiera durante un largo rato en el que permanecieron en silencio. Aunque sabía que era un pensamiento incorrecto, hubiera deseado que éste se hubiera quedado ciego para siempre. Quizá así Masashi fuera capaz de necesitarlo desesperadamente. Él no lo dudaría, siempre estaría allí para él, todos los años de su existencia le dedicaría.
Su horripilante pensamiento se vio interrumpido cuando repentinamente el contrario se sentó en la cama, volteando a ver los ventanales que unas cortinas blancas cubrían. Al parecer comenzaba a recuperar la visión o al menos, su cuerpo había intuido que el amanecer se acercaba.

-Debo irme- murmuró con intenciones de salirse de la cama, pero Yuki lo sujetó por una mano.

-Quédate conmigo. Ésta habitación tiene un cuarto contiguo sin ventanas. Siempre duermo aquí- apretó un poco la mano que sostenía quizá con la esperanza de que eso convenciera al más alto de quedarse.

-Pronto va a amanecer- insistió éste soltándose del agarre y sin darle tiempo a que lo volviera a retener, salió de la habitación rumbo hacia donde se ocultara durante las horas diurnas, dejando por completo solo al castaño sobre la cama.

Un repentino sentimiento de abandono le abrumó. El simple hecho de sentirse rechazado y que el pelinegro hubiera evadido su compañía tan rápidamente sin dejarle margen de convencerle, le había roto el corazón. Pero pronto la frustración dio paso una sensación de enfado. Temió hacer alguna locura por mero impulso. Pero finalmente suspiró antes de recobrar la compostura para dirigirse al lugar en donde si se hubieran dado las circunstancias, podría haber dormido con el otro vampiro.
Simplemente se recostó en el suelo, sin manta o cobertor alguno pero procurando que la escasa luz que se colara bajo la puerta durante el día no le alcanzara. De esa manera, dejándose envolver por la sensación que la suave alfombra y el agradable aroma a madera le otorgaban, se entregó permitiendo que le arrullaran hasta caer en un profundo sueño del que no despertaría hasta la siguiente ocasión en que el Sol se ocultara.

En la sala de estar, luego de que finalmente todo el protocolo hubiera terminado, Asagi le hacía unas pocas preguntas más acerca de trivialidades. Todo esto era con el simple hecho de conocerle un poco y que así no se sintieran tan como extraños. Pero captó en el aire que debido al deseo desesperado del menor por no estar solo, lograría integrarse al grupo más rápido de lo que creía.

De vez en cuando, Ryo también agregaba alguna pregunta o comentario. Pues se le veía bastante entusiasmado con el hecho de que hubiera un nuevo miembro en la familia para colmo tan pequeño.
No le había dicho una sola palabra al pelinegro acerca de lo que había hecho, es que el rubio ya le había relatado todo lo que precisara saber. Sin embargo, tampoco lo admitió cuando éste se lo preguntó. Simplemente evadió la pregunta con algún otro comentario al azar.
Mantenían una charla fluida e incluso le relataron lo que aquella misma noche había ocurrido. También le advirtieron que por esa misma razón, no debía salir solo del lugar.
En caso de que necesitara cazar, uno de ellos le acompañaría. Al ser una criatura tan joven, lo más probable es que sintiera la necesidad de hacerlo todas las noches. Por lo que al menos daría cuenta de una o dos víctimas dependiendo de la sed que le invadiera.

-Se portará bien, ya lo verás- afirmó Ryo que casi le dio unas palmaditas en la espalda. Pero su mano se detuvo en el aire a la vez que volteaba la cabeza directamente hacia la dirección en donde la puerta de entrada a la casa se encontraba. Luego miró a Asagi antes de, en completo silencio, tomar al rubio por una muñeca para llevárselo de allí rumbo a las oscuras bodegas.
Había captado un peligro real para Zin y no iba a dejar que le sucediera nada en absoluto. No esa noche.

Mientras tanto, Asagi se mantuvo sentado en su lugar del sofá. A veces observando el fuego que casi se extinguía en la chimenea, otras deteniendo su mirada en la enorme mancha de sangre seca que marcaba el lugar donde Kamijo había yacido herido.
También se había percatado de la presencia de aquel que había llegado, pero como no se trataba de alguien realmente bienvenido, esperó a que entrara por sus propios medios. La puerta siempre estaba abierta.

-Menuda manera de recibirme- se quejó un individuo que pronto apareció a través del marco de la puerta en la sala. Mantuvo su paso mientras observaba alrededores para corroborar que el pelinegro estuviera solo y únicamente se detuvo cuando hubiera quedado posicionado a sus espaldas. Una vez allí se inclinó hacia adelante para juntar su pecho a los omóplatos de Asagi, finalmente pasando sus brazos alrededor del cuello de éste, dejando que sus manos descansaran sobre el pecho contrario –pero… no es como si hoy hubiera venido a atacar- a modo de siguiente acción le habló al oído –supongo que ya has leído las intenciones de las que te permití saber. Por que como estás al tanto, detesto que intentes hurgar en mi mente con esa manía tan insoportable que tienes.

-En primer lugar… no me toques, Yasunori- le respondió el azabache pero sin siquiera hacer ademán de removerse. No le agradaba aquel sujeto. De hecho, nunca le había agradado la idea de que alguien como él tuviera unos deseos tan ardientes de apoderarse de su sangre.

Yasu era la personificación que había conocido nunca, más semejante a la de un zorro. Pues era astuto, muy tramposo. Sin embargo poseía de una ansiedad que tarde o temprano lo llevaba a actuar de manera improvisada.
Se aprovechaba de su atractivo con el cual solía atraer a presas humanas para que lograran todo cometido que él deseara antes de por fin beberles hasta la última gota de sangre. Es que una vez hubieran cumplido su función de herramientas, ya no los necesitaría para nada más que alimento.

-Vamos, no seas así de arisco- hizo como que rogaba por su cariño durante unos momentos antes de soltar una ligera risa –vengo a recolectar información. Porque, ¿Sabes? Me he topado con la sorpresa de que esos nuevos cazadores vigilan muy bien todas las entradas al pueblo. Tienen buenas armas, son peligrosos. Por lo que aún no he podido acercarme al jefe, que es el único que me interesa – ante esto, ladeó un poco la cabeza hacia el rostro de Asagi –podría esperar hasta mañana. Podría aguardar en un lugar cerca con algunos de mis hermanos o hermanas. Esperar al momento en que se le ocurra abandonar su maldito nuevo poblado pero… con los años he perdido la paciencia. Ya no soy el mismo que solía ser…

-Utiliza a alguno de tus humanos. Tal vez ellos puedan infiltrarse durante el día y conseguir toda la información que necesites- espetó a modo de respuesta manteniendo un tono duro en su voz mientras que se ahorró un comentario ante lo último dicho por el vampiro.

-Lo haría si el líder no hubiera restringido la entrada a cualquiera que no fuera de la comunidad. Es inteligente, pero a la vez era lo más obvio de pensar. Porque, ¿Quién se arriesgaría mientras fuera líder a que intentaran liquidarle bien hubiera tomado el mando? Es un buen pensamiento si lo ves así. Se supone que cuando eres un forastero no conoces absolutamente nada acerca de las tierras en donde te adentras. Por lo tanto, no puedes confiar en las gentes hasta que estés completamente seguro de que las conoces.

-¿Solo has venido para eso? Tu tiempo se acaba, pronto amanecerá. 

-Por lo que te apresurarás a darme un poco de información acerca de él, acerca de la clase de armas que tienen y de cómo se mueven- se notaba a leguas la forma en la que comenzaba a ponerse impaciente.  

El pelinegro se encogió de hombros antes de negar un par de veces muy suavemente con su cabeza. Si Yasu creía que le iba a soltar la información sin nada a cambio, estaba equivocado –Te lo diré. Pero como sabes, todo tiene un precio- respondió mirándole de reojo.

Ante esto, Yasu se soltó como si el cuerpo que abrazara hubiera tenido alguna clase de sustancia que le repeliera. Lo hizo con cierta violencia, con desdén. Y su segura expresión mudó hacia una disgustada. Aunque no supo cómo no había pensado en eso antes -¿Qué es lo quieres?- le preguntó de manera cortante para finalmente tomar asiento en el brazo del sofá.

-Verás, tengo pensado liquidar a ese sujeto cuanto antes. Al nuevo líder de los cazadores, antes de que nos dé más problemas- comenzó a hablar pero luego fue interrumpido por Yasu.

-Ya lo sé. Yo deseo lo mismo ya que quiere involucrarse en medio. ¿Cómo cree que su cuerpo humano sea capaz de soportar tu sangre? Debe hacerse a un lado. Ésta es una cuestión que concierne a las razas superiores.

-Por lo tanto, tienes que prometer que no llegarás en un momento tan oportuno como para tomarlo y volverlo parte de tu propia ventaja. No colaborarás con él… ah, y tampoco molestarás a Zin- agregó esto último ya que conocía su costumbre tan morbosa de realizar experimentos en sus mazmorras personales con los vampiros más débiles, los apenas creados.

-Eres tramposo, ¿Lo sabías?

-No tanto como tú. Simplemente estoy pensado como tú lo harías y adelantándome a los hechos. ¿Lo prometes? Tienes menos de un cuarto de hora quizá para volver por donde viniste- le presionó.

-De acuerdo. Lo prometo. Pero una vez el condenado cazador esté fuera del camino, podré hacer lo que quiera de nuevo. Ahora dímelo todo.

Así fue como de manera concisa, le explicó a medias los hechos que habían sucedido. Detallando todo lo que había podido notar en los aspectos que le había pedido. No agregó una palabra más ni una menos. No tenía la necesidad de hacerlo. Por último, le dio el nombre con el que el líder se había presentado ante él junto con la advertencia que le había hecho. Supo que quizá fuera un dato útil ya que el parecer, más de una vez se encontraría cerca de la mansión.

Para cuando terminara de hablar, se generó un silencio en el que supuso Yasu estaba sacando sus propias conclusiones. Esperó una respuesta. Pero la única que obtuvo fue el hecho de que el vampiro intentara lanzarse contra su cuello. Lo repelió al instante con la primera defensa que el instinto desató: una fuerza invisible que su mente era capaz de crear a modo de escudo, una de las características de su mágica y poderosa sangre.
Enseguida se colocó de pie para desafiar al otro pelinegro pero éste luego de una sonrisa, volteó sobre sí mismo para salir por donde había venido. Se le había acabado el tiempo. Asagi lo supo en cuanto dirigió su mirada hacia los vitrales cercanos al techo. Era la hora de ir a descansar luego de una larga jornada.

Notas finales:

Bueeeno ouo espero que les haya gustado.

En primer lugar tengo que decir que tuve una revelación acerca del capi anterior uwu: a Masashi le echaron un polvo (???) -se pone perver-

Ok ya uwu ehm, este capi es el resultado de comer tres barras de turrón~ como amo el turrón QwQ es lo único que amo de esta época. Por que literalmente soy el Grinch y odio la navidad.

Hum... no soy muy fan de escribir lemon ouo pero espero que éste me haya quedado masomenos bien uwu 

A versh, que más uwú... ah si, nada que ver con el fic pero terminé de leer El psicoanalista y me pareció una novela muy mala Dx en el sentido de que si se supone que es medio policial, deja que desear. No tiene mucha lógica en varios sentidos, es muy predecible, luego repuntó y la cagó a lo último y sjnckjndfkjn no se... no me gustó. 
Mañana ya comenzaré con un nuevo libro de la pila que tengo o3o no se cual voy a elegir. Lectura tengo para rato. 

Hm, espero estar escribiendo bien QwQ y que en serio les gusto y leer este fic no suponga una pérdida de tiempo.

Y bueno, supongo que eso por ahora ouo hoy no tengo ninguna referencia más que dar acerca del capi.

Nos vemos en el próximo~

 


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