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Un día como aquel por Kai_Hoshino

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Notas del capitulo:

Uh, no podía dejar que pase el cumpleaños de Madara y no darle un regalo.

¡¡Feliz Cumpleaños Madara!! ♥

Aquella fecha no era de su agrado, eso él lo sabía a la perfección. No solo por el hecho de que tanto las calles como el ambiente se llevaban de una extraña sensación que le hacía revolver las entrañas, no claro que no, ese día resultaba para él muy agotador, tanto físico como mentalmente. Y es que, en esa fecha todo el universo parecía conspirar en su contra.


Siendo penas las cinco y cuarentaicinco de la tarde el hombre de cabellera larga y oscura no podía esperar a que ese día terminase.


Y es que él, no podía comprender en total plenitud porque la humanidad se desesperaba tanto para esas fechas, parecía que todo el año lo esperaban, con cada esperanza y anhelo en su ser, ellos rogaban por que fuese noche buena, víspera de navidad, y sin poder evitarlo, una incertidumbre nacía dentro de él ¿Qué tenía en especial ese día? A su punto de vista, el 24 de diciembre, no era más que un día cualquiera, donde las industrias alimenticias, textiles acompañadas de las compañías comerciantes de aparatos electrónicos aprovechaban para vender sus productos mientras los elevaban a precios inimaginables.


Todo era venta, todo era dinero. Ese día, para él, Madara Uchiha, le apestaba a no solo a dinero mal invertido, sino, a hipocresía pura. Porque hipócritas, eran los que más abundaban ese día; personas que el 24 abrazabas entre sonrisas y bendiciones, para que al siguiente día, comenten de la ropa poco agradable que vestiste ese día. Sin duda alguna, ese tipo de gente era la que más se ganaba su repulsión.


Pero había otro tipo de personas que competían por su asco, y eran esas que pedían caridad por doquier, sea el sitio a donde fueses, te los encontrabas en las esquinas, estacionamientos, tiendas e incluso hasta el portal de tu casa, esas personas eran las más se vanagloriaban de ese día para pedir “algo de pan y ropa” tenían a sus hijos fuera, desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche de casa en casa, con hambre y calor, porque el sol, de once a tres de la tarde pegaba muy fuerte en la ciudad.


—Gente Ociosa. —Murmuró mientras tecleaba en su computador.


Le asqueaba la idea de solo imaginárselos allí, sentados en sus casas mientras los niños, que con temor a recibir algún golpe de parte de sus progenitores por no aportar con nada en casa, recorrían kilómetros pidiendo alimentos u alguna moneda.


Mierda de humanidad, porquería de mundo.


—Yo me retiro señor, es algo tarde y mi esposa me espera. —Oyó que le decían, detuvo el suave movimiento de sus dedos para asentir inexpresivo.


—Puedes irte.


—Gracias y que tengas una feliz navidad tío Madara.


—Ándate ya, que Rin te espera Obito.


—Lo sé.


El joven con un tenue rubor en sus mejillas  se marchó cerrando la puerta tras de sí, Madara pudo oír los apresurados pasos y los saltos que daba por las escalera, los oyó hasta que se hicieron más y más débiles indicando que su sobrino había salido de la compañía, sonrió de lado levemente, no se lo explicaba, pero verle feliz, le transmitió algo de esa sensación.


—¡¡Tú regalo llevará pronto!!


Escuchó que le gritaban, se asomó a la ventana y le vio irse a toda velocidad en el auto, frunció el ceño, no le gustaban los regalos y menos le agradó la idea de saber que “llegaría pronto”. 


—Hm, seguro no es nada.


Y sin más, volvió a teclear no sin antes mirar del reloj, ocho cincuenta y tres de la noche, posiblemente, Obito fue el último empleado de la compañía en salir, lo que en resumidas cuentas significaba que estaba solo. Ignoró eso y prosiguió con su trabajo nuevamente tenía toda la noche para acabar y el cansancio le estaba entrando sin que se dé cuenta.


Se removió encima de su portátil, no sabía en qué momento se había quedado dormido, pero cuando abrió sus ojos nuevamente ya eran las once en punto de la noche, sonrió para sí mientras se ponía en pie.


—Perfecto. —Dijo apagando su computador para luego acomodar unos documentos, ya a esa hora, no habrían molestas personas en la calle y el podría volver tranquilo a la comodidad de su hogar. Y así, cuando hubo terminada su labor, se encaminó directo a la salida de la compañía escuchando solo el eco de sus zapatos al pisar junto a un extraño vacío que le provocaba náuseas.


 


— —


 


—Lo que me faltaba. —Gruñó sentándose en el portal de su casa, había perdido las llaves de su vivienda. —Tendré que quedarme en un hotel u algo hasta mañana.


Dijo frunciendo el ceño, ir a un hotel en esa fecha era desagradable, tendría que aguantar felicitaciones, bendiciones, sonrisas y demás cosas falsas que provenían por la causa, el Uchiha acomodó su cabelló sonriendo con ironía, casi hasta prefería dormir en el asfalto que pasar por todo eso. Miró el auto de reojo y sin más se puso en pie, todo era mejor que dormir en el frío piso.


Cuando colocó las llaves del vehículo en la cerradura sintió un extraño calor en su nuca, de soslayo pudo distinguir una sombra y con las facciones endurecidas abrió la puerta.


—Espera… —Le escuchó decir mientras le tomaban de la muñeca, el hombre apenas y podía hablar.


—¿Qué quieres?


—Yo… acabé de llegar del aeropuerto, tomé un taxi y fui para la oficina, cuando llegué a tu despacho ya no estabas.  —articuló entrecortado, dando leves caladas de aire cada que podía.


—Es más que evidente que estaba viniendo para acá. —contestó frío, deshaciéndose del agarre de la otra persona.


—¡Sí! Ya sé, y por eso corrí hasta tu casa.


—Son 15 kilómetros.


—Lo sé, pero quería verte. —suspiró decaído apoyando su cabeza en el hombro contrario que se tensó al contacto— Le dije a Obito que estaba en camino ¿no te dijo?


El Uchiha no respondió, simplemente se quedó de pie sin mover ni uno solo de sus músculos, en ese instante comprendió a que se refería su sobrino con lo de “Tu regalo está en camino” hizo una mueca llena de disgusto, luego hablaría con él.


—Ey ¿me estás oyendo? —le habló el hombre a su oído, su voz sonó suave e incluso su pregunta fue simple, pero bastó que pronunciara esas palabras en ese punto para que todo su cuerpo se erice.


—Apártate, Hashirama. —hizo el ademán de empujarlo, momento que aprovechó el castaño para tomar su rostro con cariño. —No me andes tocando con tales confianzas, recuerda que soy tu jefe.


—Y yo tu secretario. —terminó la frase sonriendo tranquilo.


—Excelente, conoces tu posición Senju, ahora puedes irte. —apartó al hombre de sí y se dispuso abrir la puerta del vehículo.


—Madara. —le llamó, mientras que el aludido se detenía para oírle— Feliz cumpleaños.


Aunque externamente el Uchiha seguía manteniendo su cara inexpresiva, dentro de él su corazón palpitó, él no esperaba oír esas palabras, es más, no esperaba que nadie recordase su cumpleaños.


—Espero que cumplas muchos años más y si es posible a mi lado. —antes que el pudiese responder, se vio atrapado entre los brazos de aquel hombre que le miraba con amor, amor que sólo le dedicaba a él.


—Deja la cursilería. —murmuró chasqueando los dientes, apartando su miraba con vergüenza que no pensaba mostrar.


El más alto soltó una risita y ejerció más fuerza en el agarre en la cintura de su jefe, juntó su frente con la contraria y le dedicó una sonrisa.


—¿Por qué me ves así? —cuestionó el Uchiha mirándole directamente a los ojos.


—Estaba pensando en que has hecho en todo el día, seguramente estabas enfrascado en tu papel del Grinch.


Se burló riendo con ganas. Madara rodó los ojos y lo apartó de sí, empezando a caminar en dirección sin rumbo, solo quería alejarse del Senju para que no notase el rubor que tenía, porque en definitiva, ese día tuvo más actitud que del “Grinch” que cualquiera.


—¡Oye, no me dejes atrás! —se apresuró en decir para cerrar la puerta del vehículo y tomar las llaves. El auto emitió un sonido en señal de que habían puesto el seguro de las puertas.


—No me sigas. —le advirtió en vano, porque cuando se dio cuenta ya lo tenía a su lado.


—No seas amargado Uchiha yo sé que también me extrañaste. —el aludido  no respondió y el castaño tomó eso como una afirmación.


Un día como aquel, Madara Uchiha se alegraba nuevamente de conocer a Hashirama Senju.


Y es que, para Madara, aquella fecha jamás sería de su agrado, no le gustaba el extraño ambiente que le rodeaba ese día, ni tampoco las personas falsas que abundaban. Pero sin duda había algo que hacía que él disfrutara esa fecha, y era el tibio contacto de la mano contraria con la suya propia, el entrelazar de sus dedos y ese casto beso que el Senju le robó cuando pasaron por un callejón. Sin duda alguna, le gustaría aún más con la “Noche buena” que pasarían ambos.


 

Notas finales:

Tiempo sin escribir, disculpen cualquier error que haya cometido, porque siento que he escrito mal y he tenido varias fallas ... 

Bueno, sin más les dejo, gracias por leer y Feliz Navidad (: 


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