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De meseros iracundos y punks desquiciantes por SukiUsa

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El chico del café”

 

 

 

 

Su vista se quedó fija por un momento. No...no quería mirar, pero ahí estaba, haciendo lo contrario. Se mordió el labio inferior y furioso volteó su vista. Carraspeó una vez más frunciendo el ceño. Apretó los dientes, crujiéndolos y con el trapo comenzó a limpiar la mesa que acababa de estar desocupada, daba desesperados y pesados movimientos circulares, parecía que en cualquier momento se iba a romper.

 

 

“Todos los días es lo mismo, todos los malditos días, ¡mierda! Al menos deberían irse a un jodido hotel ya de perdida” Sólo maldecía en voz baja y la pobre mesa parecía ser la víctima de su mal humor.

 

Makoto Tachibana echó una mirada de reojo y suspiró con pesadez. Alzando una ceja por la actitud del azabache. Parecía que estuviera hablando sólo.

 

 

“Por dios Haru, ¡ya basta! De verdad me estás asustando, ¡la vas a romper!”, se quejó el chico castaño limpiando la mesa de al lado.

 

 

Nagisa Hazuki se sintió atraído por el aura tan pesada que su amigo tenía, así que con una sonrisa decidió interferir también.

 

 

“Hablas sólo de nuevo y estás siempre enojado. No deberías de desquitarte con el mobiliario”, continuó el rubio recogiendo los platos de una mesa.

 

 

“Y sobretodo a estas horas, ¿no es eso sospechoso?”, añadió Rei Ryugazaki,bufando y haciendo que los otros dos sintieran la misma curiosidad.

 

 

Haruka Nanase quedó en silencio y paró su malo trato hacia la superficie de la mesa, apretó la mandíbula y elevó sus cejas hacia el centro. Ah...esa sensación de nuevo.

 

 

“Cállate Rei. Cállense todos” entrecerró los ojos y desvió la vista. Los otros tres lo miraron con los ojos a medio cerrar y de pronto sintieron ganas de soltarle un golpe.

 

 

“Para que reacciono, el idiota.”

 

 

...FB...

 

 

¡Ella era tan torpe! Después de tomar la orden regresó de la cocina con el postre que su cliente había perdido, se le enredaron los pies y fue a caer al suelo, sobre el pastel. Con la crema en la cara regresó por un repuesto a la cocina, esta vez volviendo con éxito...oh dios. Esto sucedía cada que tenía a alguien nuevo a quien atender.

 

 

“A este paso nos quedaremos sin mercancía y el negocio tendrá que cerrar”, dijo Nagisa viendo a la muchacha atolondrada. “A todo esto...¿Quien es ella?”

 

 

“No lo sé, la he visto trabajar con nosotros desde hace un buen rato. Pero ni siquiera se su nombre”, respondió Rei acercándose al más chico.

 

 

“Oh, ¿de verdad? ¿Y cómo es que no había notado su existencia hasta ahora? Se ve bastante torpe, la mujer”, dijo con gracia.

 

 

“Ah...Nagisa, eso sonó bastante cruel. De hecho trabaja aquí desde hace más de un mes, tú y Haru no lo sabían por que no vinieron aquí por ese tiempo”, Makoto le dijo todo eso y se quedó ahí mirando con los otros dos.

 

 

“¡Ya veo! Es difícil no notarla, Makoto...¿Tú la contrataste?”

 

 

“Lo hice”, asintió. “La encontré repartiendo volantes para una marisquería dentro de una botarga de camarón. Me causó gracia y un poco de lástima, así que decidí ofrecerle trabajo.”

 

 

“¿Es en serio? ¿Por gracia y lástima? ¡Es increíble, Makoto!” Murmuró Rei viendo al castaño de reojo, que sólo embozó una sonrisa desinteresada.

 

 

“¿Que hacen? Desde hace rato están aquí perdiendo el tiempo en cosas poco importantes. Por favor pónganse a trabajar.”

 

 

Los tres miraron al azabache como si tuviera algo muy feo en la cara, y a regañadientes obedecieron a su amigo.

 

 

“¿Estás bien, Haru?”

 

 

“Si”, respondió, des interesadamente.

 

 

Con su mano derecha tomó el lapicero y escribió en la libretita todo lo que la persona sentada le estaba diciendo. Asintió silenciosamente y fue hasta el área donde se hacían los cafés, no sabía si tenía un nombre en específico, a pesar de trabajar ahí desde hace tiempo no le interesaba enterarse de ello. Tomó una taza y comenzó a servir el café caliente de la máquina. Tomó los sobresitos de azúcar y los puso en el plato en el que estaba depositada la taza blanca. Fue hasta la mesa y se lo dejó a la chica que le agradeció con una sonrisa.

 

 

“¡Haru-chan! Al menos sonríe un poco, si sigues así harás que nuestros clientes ya no quieran repetir el venir aquí.”

 

 

El chico sólo miró al rubio más bajo, con los ojos entrecerrados. No respondió nada, haciendo que el otro gruñera insatisfecho.

 

 

“Déjalo Nagisa, de todas formas por alguna razón a los clientes les sigue gustando Haru.”

 

 

“¡Makoto! Tu pareces estar conforme con todo esto.”

 

 

“No es ser conforme, es que no se puede hacer más. Es Haru...por dios, sólo mira su monotonía”, señaló al de ojos azules que se hallaba atendiendo a una persona.

 

 

“Pero es que es tan estresante...el estar aquí, y con esas actitudes me siento aún peor...” Se quejó el rubio recargando la palma de su mano en su cachete y el codo en el mostrador. Makoto se posó a su lado.

 

 

“No te quejes, si lo sigues haciendo te amargarás aún más y tu humor empeorará.”

 

 

“Bah...”

 

 

“Makoto tiene razón, Nagisa. Al menos sonríe un poco”, murmuró Rei al lado del rubio, quedando el más bajo en medio.

 

 

El de cabello claro volteó su vista a Makoto y se quedó viendo a ningún punto en específico. Rei juntó las cejas y se agachó un poco.

 

 

“¿Ahora me ignoras?”

 

 

“Yo no...te estoy ignorando...” Logró decir en un murmuro, mas nunca se volteó a encararlo. El de pelo azul pareció querer decir algo, pero nada salió, así que se dio la vuelta y se alejó de ahí. “Este idiota...¡Idiota! ¿Por qué es tan tonto? ¡Ahhh!”

 

 

“Te estás haciendo sufrir tú sólo, lo sabes.”

 

 

Nagisa bajó la mirada y suspiró.

 

 

“No se que hacer...a él parece ya no importarle, seguro lo dejó pasar como si cualquier persona se lo hubiera dicho.”

 

 

“Pero si te sigues conteniendo así un día explotarás y no te gustará el resultado.”

 

 

Una preocupación se acrecentó en la mente de Makoto cuando vio a su amigo bajar la mirada, ¿cuando fue el momento en el que comenzaron a cambiar tanto? Sus personalidades ahora eran opuestas, o al menos una gran parte de ellas, a como solían ser antes.

 

 

Y eso se sentía perturbante.

 

 

La tarde de ese de ese día se basó en regañar a la pobre chica, ella no sabía hacer nada. Parecía que tenía dos pies izquierdos, las manos le temblaban cada que llevaba el café o el pastel, y las cosas resultaban peor cuando traía ambos. Ah...tal vez por eso no tenía un empleo fijo, eso fue lo que todos pensaron.

 

 

Ya estaban guardando y limpiando todas la mesas, cuando el tintineo de la campanita de la entrada se dejó escuchar. Un chico con capucha negra pasó.

 

 

“Ah...disculpa...pero ya estamos a punto de cerrar”, Nagisa se vio apartado del camino del chico, ya que lo pasaron de largo.

 

 

“Oh, hombre...¡Te han ignorado!” El rubio le lanzó a su amigo castaño una de esas tantas miradas afiladas y el otro sólo se rió.

 

 

“No podemos atenderlo, ya casi es media noche, ¡por dios!”

 

 

“Si no quieren atenderlo ustedes que la chica botarga lo haga, después de todo un cliente es un cliente, Nagisa”, se acerca al rubio y con el dedo índice le toca la nariz. El más chico creyó sentir escalofríos.

 

 

“Demonios Makoto...¿Cuándo te volviste tan jodidamente ambicioso?”

 

 

“Desde el momento en el que tú te volviste un gruñón de lo peor”, respondió el de ojos verdes con un tono casual. Nagisa gruñó en respuesta e hizo señas a la chica desde lo lejos para que atendiera al muchacho. Ella pereció sonrojarse y aún más nerviosa de lo normal se acercó al chico de la mesa del fondo.

 

 

“Pareciera que lo conoce”, murmuró Nagisa curioso.

 

 

“Lo conoce, él viene aquí todos los días”, respondió Rei. Nagisa achicó los ojos viendo a la pareja.

 

 

“Siempre viene a estas horas. Pide un café sin azúcar y una rebanada de pastel de chocolate. Pero tal vez sea sólo un pretexto para verla a ella, no deja que nadie más lo atienda, si alguno intenta hacerlo nos ignora o sale del café.”

 

 

“Ugh...que tipo”, susurró el más bajo en respuesta.

 

 

“Aunque me sigue sorprendiendo.”

 

 

“¿Qué te sorprende, Rei?”

 

 

“Que un darketo...”

 

 

“Yo diría punk”, interrumpió Makoto.

 

 

“Si fuera punk tendría los pelos parados”, alardeó Nagisa sin mirarlo.

 

 

“No necesariamente, también podría ser emo o metalero”, dijo Makoto con la misma expresión.

 

 

“Yo diría hard core.”

 

 

“¿Eso existe?”

 

 

“Claro que si.”

 

 

“¡Dejemoslo en punk! ¿Quieren?” Exclamó el peliazul desesperado. “Me sorprende que alguien como él se haya fijado en una chica que hace tanto contraste a su lado.”

 

 

“Eso es lo que lo hace perfecto, ¿no?”

 

 

“Ah...se percibe en el ambiente.”

 

 

“¿Que?”

 

 

“Lo romántico, idiota”, respondió Nagisa a Rei rodando los ojos. El otro juntó las cejas levemente y desvió la mirada molesto, sin decir nada.

 

 

“Un día de estos me cansaré de ustedes dos”, murmuró Makoto con cara irritada.

 

 

“¿Es que ustedes no se cansan de hacer lo mismo? Desde hace rato están alardeando como viejas chismosas, ya es para que hubiéramos cerrado, maldición.”

 

 

Los tres pares de ojos estaban a entrecerrados pero un poco asustados a la vez, así que Makoto decidió hablar.

 

 

“Estás más de mal humor que hace rato. Usas frases demasiado largas para ser tú quien las diga y estás usando palabras y un tono muy grosero, ¿por qué estás tan enojado?”

 

 

“¿Enojado?” Nanase relajó su ceño fruncido. “Estoy bien, sólo cierren el lugar y volvamos a casa.”

 

 

“Espera...” Nagisa se aparta un poco. “¡Ey! Dile a tu novio que se apresure, que ya tenemos que cerrar.”

 

 

Ella se puso completamente roja, cosa que divirtió a los chicos, menos a Haruka. Los chicos dejaron sus sonrisas cuando notaron como el chico de la capucha, se la quitaba y los miraba de reojo.

 

 

“¡Oh! Creo que me he enamorado”, murmuró el rubio.

 

 

“Nagisa.”

 

 

“Yo sólo decía”, él se encogió de hombros. “Pero en serio, es muy atractivo.”

 

 

“Contrólate, es suficiente”, le advirtió Makoto con seriedad y el otro suspiró.

 

 

“Rin-san...”

 

 

“No te preocupes, ya me iba...” Se levantó y con la mano tocó suavemente la cabeza de la chica, mirándola enternecido. Se escuchó un crujido.

 

 

“Haru, ¿acabas de partir el lapicero?”

 

 

“Ah...ya deberíamos irnos”, el azabache tomó su chaqueta y salió de ahí los más rápido que pudo. “Los veo en casa.”

 

 

Sus amigos no hicieron nada por detenerlo.

 

 

...FFB...

 

 

Iba caminando a paso pesado, pateando todo lo que pudiera salir volando lejos. Ah...había dado con una bolsa llena de malteada, ahora sus tennis lo lamentarían cuando fueran lavados. Miró hacia arriba y se dio cuenta de que ya era bastante tarde, pero era media noche, tal vez era normal.

 

 

“¡Claro que es normal, idiota!” Se exclamó a si mismo en voz baja y lanzó un gruñido de frustración.

 

 

Llevó sus manos para refugiarlas en las delgadas bolsas de su intento de abrigo, era demasiado delgada su chamarra, y en verdad que estaba helando. Suspiró con aburrimiento y bostezó. Ya estaba cansado de bostezar, era muy fastidioso. Pero bostezar era como perder sus pensamientos aunque fuera por un rato, así que se la había pasado haciéndolo todo el día, pero ahora estaba fastidiado.

 

 

“La quijada me duele...”

 

 

Murmuró bajito sobándose por debajo de la oreja. ¿Por qué? Por que ese día no había dejado de maldecir con la boca apretada. Ese día y el día anterior, y el día anterior al anterior, la semana pasada, hace dos semanas...Ah, era eso...

 

 

Se sentía tan estresado...tan enojado...quería golpear a todo mundo, quería mantener lejos a todo mundo, quería alejarse de todo mundo. Su vida hasta ahora, según él, se había basado sin lazos demasiado fuertes hacia las personas, a excepción de sus amigos, ellos eran personas que se habían adherido a él a pesar de haberlos querido alejar con su indiferencia, los idiotas siguieron ahí. Así que terminó por aceptarlos.

 

 

Lejos de ello...nada de nada. No parecía o mejor dicho no quería tener motivaciones para su vida. No tenía sueños cursis o metas imposibles que todo adolescente solía desear sabiendo que tal vez no lograrían nada. En esos momentos no podía sentir nada. Sólo podía sentir algo en su interior que inconscientemente estaba reprimiendo. El sabía lo que era. Y era la razón por la que su humor había empeorado estos días.

 

 

“¡No puedo creer lo que estoy viendo! Haru...¿eres tú?”

 

 

“¿Se...Seijuru?”

 

 

“¡Me recuerdas!”, rió el chico pelirrojo rascándose la nuca. “¿Cómo haz estado? ¿Cuanto hace que no nos vemos? ¿Dos años?”

 

 

Haru sonrió un poco, apenas una pequeña curva en sus labios, bastó para que el otro sonriera más abiertamente.

 

 

“Estoy bien, ya ha pasado tiempo.”

 

 

“¡Y qué tiempo!” Murmuró viéndolo de pies a cabeza, luego se encontró con la azul mirada del moreno, y se sintió avergonzado. “¡Lo siento!”

 

 

“Descuida”, sonrió apaciblemente. “Me alegra de que no hayas cambiado.”

 

 

“Jaja...si...” rió ruborizado y después cayó en cuanta de algo y frunció el ceño. “¿Qué haces tan tarde en estas calles desiertas? ¡Es peligroso!”

 

 

“Oh, eso...trabajo en la cafetería de unas cuadras, cerramos a esta hora.”

 

 

“Ya veo...deberían cerrar más temprano, estas calles son muy peligrosas, sobretodo a estas horas”, indagó serio y después añadió con voz baja. “Menos mal que yo estaba cerca.”

 

 

“¿Dijiste algo?”

 

 

“¡Oh, no! ¡No es nada!” Tragó saliva y miró a Nanase. “¿Y ellos están bien? ¿Trabajan contigo?”

 

 

“Si, trabajan conmigo, hace un año y algo nos mudamos juntos.”

 

 

“Ah...ya veo. Me alegro por ustedes, envíales mis saludos cuando los veas, ¿si?”

 

 

Haruka asintió con una sonrisita. Seijuru se sintió enternecido y se acercó al más bajo.

 

 

“¿Pasó algo con él?” El azabache desvió la mirada y movió la cabeza a los lados y después lo miró, diciéndole algo con esa mirada. “Si, ya lo sabía, sólo quería escucharlo de ti...”

 

 

“No es necesario...”

 

 

“¿Tanta competencia para haber llegado a eso? ¿En serio? No podría haber sido más idiota, él no sabe apreciar lo que tiene en frente.”

 

 

“Ah...yo...creo que debería irme, se me hace tarde...ah...hasta luego”, se alejó a paso apresurado, apenas haciendo un sutil ademán con la mano.

 

 

“¡Nanase!” Escuchó que le gritaron y detuvo su paso. “¿Eso significa que ya no tengo razones para detenerme ahora? ¡Entonces estate preparado!”

 

 

“No hay razones. Nunca las hubo desde el principio”, se murmuró con la cabeza gacha, tapando su mirada entrecerrada con el flequillo de su cabello.

 

 

Nunca las hubo


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